“Granaderos”.
Kurt «Panzer» Meyer.
Título original: “Grenadiere”.
Traducción: Hugo A. Cañete Carrasco.
492 páginas.
Ediciones Platea.
Málaga, 2016.
Antes de ser apodado «
Panzer», Kurt Meyer tuvo otro sobrenombre, «
Schneller», «más rápido», que a mi juicio lo caracteriza mucho mejor.
Nació en 1910. En 1929 ingresó en la policía de Mecklemburgo y pasó a las SS a fines de 1931. En 1934 se incorporó al regimiento
Leibstandarte Adolf Hitler.
Destinado al comienzo de la guerra a una compañía anticarro pidió el traslado nada más caer Polonia. Su brillante desempeño durante la campaña de Francia al frente de una unidad de motociclistas llevó a nombrarlo comandante del primer batallón de reconocimiento.
Llevando a rajatabla su lema “el motor es nuestra arma” cruzó como una exhalación los campos de batalla de los Balcanes y la URSS, atacando de improviso y habitualmente en inferioridad de condiciones.
En Agosto de 1943 fue trasladado al oeste, como oficial de la división
Hitlerjugend. Se convirtió en su comandante en Junio de 1944, tras la muerte del general Witt.
En Septiembre, después de lograr huir de la bolsa de Falaise, cayó en manos de los británicos. Juzgado por la ejecución de prisioneros de guerra canadienses, fue condenado a muerte. Se conmutó por cadena perpetua debido a la falta de pruebas. Tras ser rebajada a 15 años salió libre por buen comportamiento en 1954.
El 23 de Diciembre de 1961, mientras celebraba su cumpleaños, sufrió un ataque al corazón y falleció.
“Granaderos” se publicó en 1957. Temáticamente se divide en dos grandes bloques.
El primero y más extenso abarca desde el comienzo del conflicto hasta que cae prisionero.
Se centra en las acciones de combate, narradas con gran dinamismo. Las impresiones personales quedan en segundo plano. Tampoco se desglosa la composición de las unidades ni otras cuestiones organizativas.
El segundo, más introspectivo, describe el trato que recibió en manos enemigas, el juicio y las circunstancias de su liberación. Lamentablemente no da casi detalles sobre los largos años pasados en el presidio canadiense.
Hubert Meyer, su jefe de estado mayor en la
Hitlerjugend, añade un par de capítulos para completar la visión de su antiguo comandante y honrar su memoria.
A la hora de juzgar el libro hay que partir de la última frase, donde Meyer expresa su propósito: “Ser un homenaje a los granaderos de las
Waffen SS”. Se debe tener en cuenta además que la República Federal Alemana en aquel momento no reconocía a las
Waffen SS como parte de las fuerzas armadas. Se consideraba que sus miembros habían estado al servicio del partido nazi, y no del país, y no recibían ayudas ni pensiones. Para defender sus planteamientos fundaron una asociación de ayuda mutua, de la que Meyer fue portavoz a partir de 1956.
Sobre “Granaderos” planea, pues, una intención apologética de las
Waffen SS, que se extiende al conjunto de la
Wehrmacht.
Así, mientras que se exponen crímenes de guerra soviéticos y canadienses, solo se reconocen de forma implícita los alemanes en Normandía, y se excusan por las circunstancias de la lucha.
De igual forma se justifican hechos como el bombardeo de una columna de refugiados polacos ("su ejército los usaba como protección") o de Rotterdam ("los holandeses rompieron el alto el fuego atacando a los Heinkel").
La traducción es muy buena y se ve completada con útiles notas a pie de página. El volumen presenta abundantes fotografías. Se ha permitido a Platea adjuntar varios mapas, indispensables para seguir las andanzas de Meyer. Hay muy pocos gazapos, aunque uno en la página 463 me ha hecho mucha gracia: “Mi esposa vino hacia mí, reluctante de felicidad /.../”.
Extremadamente audaz, rápido y agresivo, pocos oficiales han encarnado el ideal prusiano como Kurt Meyer. Por el libro circulan además personajes como Peiper, Hitler, Rommel o von Rundstedt. Todo ello hace que a pesar de los condicionamientos bajo los que fue escrito, que desembocan en silencios interesados y falta de objetividad, resulte un testimonio del más alto interés para conocer la naturaleza del combate en la Segunda Guerra Mundial.
Kurt Meyer en Mayo de 1941.
"No sé lo que hay que hacer, esto no es una guerra".
Lord Kitchener
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Ab insomne non custita dracone
