El último imperio. Los días finales de la Unión Soviética

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El último imperio. Los días finales de la Unión Soviética

Mensaje por alejandro_ »

Este libro había sido anunciado en Amazon en el 2015, recibiendo excelentes críticas. La principal novedad es que el autor se centra en los últimos meses de la Unión Soviética, los posteriores al golpe de estado de agosto. Muchos historiadores suelen centrarse en el golpe y de ahí saltar al acuerdo de Belazheva, con el que los líderes de las repúblicas de Rusia, Ucrania y Bielorrusia deciden disolver la URSS.

La verdad es que la introducción me dejó muy frío. Serhii Plokhy introduce el tema con una versión muy idealizada del Euromaidan: jóvenes demócratas se manifiestan en contra de un parlamento dominado por oligarcas. Yanukovich y sus esbirros ordenan reprimir a la pacífica multitud, alentados por Putin, que desea restaurar la influencia sobre Ucrania.

Yanukovich se ve obligado a dimitir y escapa a Rusia. Putin reacciona anexionando Crimea utilizando propaganda y un referéndum manipulado. Este sólo es el primer paso, porque también interviene en el este de Ucrania. Arsen Avakov e Igor Kolomoisky logran estabilizar la situación y emergen como los salvadores de Ucrania.

Plokhy empieza la obra en verano de 1990, cuando Yeltsin ya es presidente de la República Rusa. En este capítulo describe como las relaciones con Gorbachov son malas e intenta ganar protagonismo durante la visita de George H. Bush a la Unión Soviética. Posteriormente se centra en la carrera de Yeltsin, cuyo origen es similar al de Gorbachov. El mismo le trae a Moscú desde los Urales porque le ve como un reformista. En la capital se empieza a hacer famoso por su discurso crítico y cero tolerancia con los corruptos.

La visita de Bush a Kiev ocupa un capítulo entero. Su relación con Gorbachov es analizada durante todo el libro. Bush sentía aprecio personal e intentó mantener a Gorbachov en el poder. En Kiev realizó un prudente discurso alertando de los riesgos del nacionalismo, lo que le valió el apodo de “Chicken Kiev”. Aquí ya se empiezan a notar los cambios, porque las autoridades ucranianas tienen mucho más protagonismo que el vicepresidente soviético Yanaev, que acompaña a la delegación norteamericana.

Como es de esperar, el golpe de estado de 1991 ocupa la siguiente parte. El análisis es mucho más detallado que en otras obras. El autor sostiene que el golpe tuvo más posibilidades de triunfar. Los opositores convocaron una huelga general que no tuvo éxito. Tras hacerse con el control del gobierno los miembros del Comité de Emergencia Estatal empezaron a sospechar los unos de los otros. En teoría se iba a producir un asalto a la Casa Blanca rusa por unidades del Ejército, KGB y policia, pero Yazov, comandante de las FFAA, sospechaba que otros miembros iban a escurrir el bulto. El Ejército ya tenía la sensación de que le habían culpado de la violencia en Vilnius y Tbilisi cuando estas operaciones habían sido ordenadas por políticos.

Por otra parte, una operación en Moscú sería diferente porque serían rusos contra rusos. Tampoco estaba claro si las órdenes se iban a cumplir, porque no se sabía si los oficiales estarían dispuestos a ellos. Además muchos moscovitas estaban influenciando a los soldados con charlas, comida y bebida. Algunos ya estaban ganando con las reformas y no querían volver atrás.

El papel de Yeltsin en estos sucesos es muy detallado. Casi todo es conocido, pero se incluye la ayuda proporcionada por la embajada de EEUU. Cuando el presidente ruso estaba sitiado en la Casa Blanca le ofreció cobijo, pero Yeltsin lo rechazó porque la población no lo hubiera visto con buenos ojos. La embajada colaboró enviando comunicaciones interceptadas al Comité, algo que Bush no menciona en sus memorias, probablemente porque no se quería publicar que EEUU disponía de esta capacidad.

El análisis del golpe y del proceso de disolución de la URSS despeja cualquier duda sobre la supuesta conspiración de la CIA y agencias occidentales en el final de la URSS. La opinión de la CIA es que no parecía un golpe clásico porque estaba muy mal organizado. Bush y varios líderes europeos se mantuvieron muy cautos porque no querían quemar puentes en caso de que el golpe triunfase, y de hecho no fue llamado así en la declaración que hizo Bush. Mitterrand incluso pareció reconocer la autoridad del Comité (1).

Un aspecto muy interesante es que según Plokhy, tras el “golpe” de agosto se produjo un “contragolpe” por parte de Yeltsin. Cuando Gorbachov es liberado y vuelve a Moscú anula todos los decretos del Comité. También valida los firmados por Yeltsin, pero éste le informa de que hay otros que transfieren las empresas situadas en territorio ruso y que preparan la creación de un servicio de aduanas, reservas de otro y otras agencias. Esto era sin duda una manera de destruir las bases económicas de la Unión Soviética. Tras el golpe Gorbachov logra una de sus últimas victorias porque estos decretos no son aceptados.

Un aspecto que me sorprendió es que Plokhy no es nada crítico con los miembros del Comité de Emergencia. Entiende que veían como el país se estaba viniendo abajo e intentaron actuar. Cuando uno de los presuntos implicados -Sergey Ajromeyev- se suicida deja un billete de 50 rublos para cubrir las deudas que tenía con la cafetería del Kremlin. También destaca que el papel del PCUS –posteriormente ilegalizado- fue secundario.

El papel de Ucrania tras el golpe de estado iba a ser determinante. Leonid Kravchuk tomó la decisión de apostar por la independencia y convocar un referéndum. En los años posteriores Gorbachov había roto los puentes con los dirigentes ucranianos, reduciendo su influencia en Moscú (2). Kravchuk apostó por la independencia explicándola desde un punto de vista económica, haciendo hincapié en el mito de que Ucrania era una superpotencia industrial y agrícola que alimentaba al resto de repúblicas. También se habló de un supuesto estudio del Deutsch Bank que indicaba que la república con más potencial era Ucrania.

La parte final del libro se centra en las negociaciones entre Gorbachov y los líderes soviéticos para alcanzar una nueva forma de unión (o confederación). El problema es que era difícil encontrar un acuerdo. Yeltsin quería un centro testimonial, y Kravchuk no iba a decidir sin conocer el resultado del referéndum. Es llamativa la actitud de Gorbachov, cuya madre era ucraniana. Pensaba que el referéndum no lograría el sí porque poco antes la mayoría había apostado por mantener la unión. También alertó de que la independencia crearía problemas étnicos en Crimea y Donbass.

Plokhy dedica unas cuantas páginas a la actitud de las repúblicas soviéticas de Asia Central. En general se mostraron mucho más prudentes porque dependían de los subsidios e industrias de otras repúblicas. Kazajstán tenía una gran cantidad de ciudadanos originarios de Ucrania y Rusia, y eran mayoría en el norte del país (3). Uzbekistán procesaba todo el algodón en industrias rusas. El gobierno ruso no tuvo demasiados reparos en aceptar la independencia por el coste económico, lo cual es un caso único para Plokhy, porque la metrópoli (Rusia) literalmente echa a sus colonias (4).

Tras los resultados del referéndum los líderes de Ucrania, Rusia y Bielorrusia deciden disolver la URSS en la conferencia de Belavezha. Posteriormente se incluyen a las repúblicas soviéticas de Asia Central en el proceso de creación de una nueva entidad, la Comunidad de Estados Independientes. Esto satisface a todos los dirigentes porque no contiene ninguna “unión” -ni siquiera en el título-, y la presencia de todas las repúblicas asiáticas no creaba una enorme mayoría eslava. En esta parte me hubiera gustado un poco más de análisis de la conferencia de Belavezha. Plokhy defiende que Yeltsin trato de mantener una unión más de lo que admiten otros historiadores, pero pienso que esta interpretación puede cambiar si se incluyen episodios anteriores al libro, como la Guerra de Leyes.

La actitud de EEUU en el proceso fue muy cauta. En Washington se temía un escenario como el yugoslavo pero con armas atómicas. De hecho Kravchuk -que no causó demasiado buena impresión- comunicó a la Casa Blanca que Ucrania renunciaría a las armas nucleares para ganarse el apoyo a la independencia. Un aspecto que Plokhy es que EEUU diferenciaba entre las repúblicas bálticas y las demás, apoyando la independencia de las primeras pero no de las segundas. En su opinión no era posible que la URSS superase la independencia de las primeras, porque esto traería problemas en las segundas.

En las últimas páginas se narra la transición entre Gorbachov y Yeltsin, cuya relación era pésima. Yeltsin no respetó lo firmado sobre fechas límites y protocolo.

El libro da para mucho, y lo recomiendo a cualquier persona interesada en el fin de la URSS. A pesar de la introducción me ha parecido una obra excelente e informativa. El estilo es ágil y hay muchas anécdotas. Al cubrir los últimos meses de la URSS recomiendo combinarla con otras que cubran periodos anteriores.

Fuentes y enlaces de interés:

La versión que he leído es en inglés porque es mucho más barata.

- The Last Empire: The Final Days of the Soviet Union, de S. Plokhy. Oneworld Publications (2015).
- http://metahistoria.com/novedades/los-d ... sovietica/
- http://internacional.elpais.com/interna ... 87370.html

(1) Posteriormente culpó al embajador soviético de ello.
(2) Cuando llegó al poder, Gorbachov quiso sustituir muchos líderes corruptos por otros más reformistas, pero al hacerlo rompió algunas reglas no escritas, causando las primeras manifestaciones antisoviéticas en Kazajstán en años.
(3) El escritor Aleksandr Solzhenitsyn sugirió crear una suerte de “Unión Eslava” incluyendo Ucrania, Bielorrusia, Rusia y el norte de Kazajstán.
(4) Esta afirmación daría para una discusión aparte, pero básicamente no estoy de acuerdo. Las repúblicas de Asia Central estaban más retrasadas que las eslavas, pero mucho más desarrollados que Afganistán, Pakistán y otros países de la región. En los años 80 eran consideradas un modelo de desarrollo en la zona.


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