Aquí va una muy rara. Es una verdadera partida de ajedrez que a punto estuvo de cambiar la historia. Muy decisiva y olvidada.
Un ejército A (rojo) acampa en una base habitual para sus ofensivas. Una parte se dirige al Oeste, mientras la principal, estimada en 10.000 jinetes va al encuentro del ejército B (azul claro) Este ejército está desplegado inusualmente para batalla campal en una llanura, con montañas a sus espaldas y los pasos cubiertos. Fuerzas desconocidas. Su caballería se estima en 3.000 efectivos, por lo que calculo 9.000 de infantería a ojo, aunque me parecen muchos.
Un primer contingente de 4.000 jinetes carga contra el ejército azul para fijarlo. Una vez conseguido, ataca el grueso. Van a por el Rey. Jaque. (1)
Cuando el rey azul se da cuenta y dada la superioridad numérica, ordena la retirada por una paso de montaña, sacrificando un peón para ganar tiempo.
Se intenta reorganizar, pero la caballería roja llega antes de poder hacerlo. Ordena cargar a su caballería para ganar tiempo y poder retirarse de nuevo. Jaque, sacrificio del caballo (2)
Esta maniobra no consigue detener a todo el ejército persecutor y se refugia en un castillo a orillas de un río que cerraba el acceso a la capital. El enemigo es muy numeroso y tiene que huir nuevamente abandonando el castillo y sus defensores. Jaque y sacrificio de la torre. (3)
Se repliega a la capital donde no tarda en presentarse la caballería enemiga. La abandona y huye practicamente sólo. Jaque y sacrificio de la dama (figurado, capital por dama) (4)
El enemigo se ceba en el saqueo y no intenta la persecución una vez más por terrenos desconocidos. El Rey se ha salvado y con él, el Reino.
La columna que partió hacia el Oeste causando estragos inmensos, a su vuelta es atacada y destruida (5) Y es que el momento más propicio siempre fue ese, cuando se retiraban cargados de botín. No se sabe quién la destruyó, tal vez los restos que se habían disgregado en la sucesión de retiradas o bien otro ejército formado en las tierras saqueadas, aunque el grueso estuviera con el Rey.
Que decidiera salir a batalla campal puede deberse a que por una vez, no saquearan y rapiñaran. Aunque más improbable la victoria, como se demostró, de poco servía una victoria si quedaban arrasados y el enemigo podía reponer con facilidad sus bajas.
Muy bonita historia y agónica. La suerte y la historia pendieron de un hilo.
Prometí también que no haré guerra ni paz ni pacto a no ser con el consejo de los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo regirme.
IV Item. Decreta que Don Alfonso, Rey de León y de Galicia estableció en la Curia de León en 1.188