Standing Fast

La Unión Soviética y aliados vs Alemania y sus aliados

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josé luis
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Mensaje por josé luis »

¡Hola a todos!

Tal como expliqué en el topic de "Las batallas olvidadas", paso a continuación con el trabajo de Wray.

Standing Fast: German Defensive Doctrine on the Russian Front during World War II Prewar to March 1943”.

Wray, Timothy A, (Timothy Allen), 1949-
Standing fast.
(Research survey/Combat Studies Institute; no. 5)
"September 1986."
Bibliography: p.
Contents: Prewar to March 1943.
1. World War, 1939-1945-Campaigns-Russian
S.F.S.R. 2. Russian S.F.S.R.-History. 3. Germany.
Heer-History-World War, 1939-1945. 4, Defensive
(Military strategy). I. U.S. Army Command and General
Staff College. Combat Studies Institute. II. Title.
III. Series: Research survey (U.S. Army Command and
General Staff College. Combat Studies Institute);
no. 5, etc.
D764.7.R85W73 1986 940.54'21 86-21554

Wray comienza su trabajo dedicando el primer capítulo a la Defensa Elástica como legado de la IGM, la doctrina defensiva alemana de los años de entre-guerra, la defensa antitanque, el uso defensivo de los tanques alemanes y las primeras experiencias en Polonia y Francia.

Su segundo capítulo está dedicado a Barbarroja, y el tercero a las batallas de invierno de 1941-1942. Estos dos capítulos son los que, en principio, quiero exponer aquí.

El cuarto capítulo está dedicado a los problemas y batallas de 1942-1943, y el último capítulo, el quinto, es una recapitulación general.

PARTE I

Operación Barbarroja: La Iniciativa alemana.-

Nos dice Wray que los alemanes, en la creencia de que Barbarroja sería para Hitler el resultado de una rápida victoria ofensiva sobre los rusos, no estaban preparados para el feroz y prolongado conflicto que siguió. Esta falta de preparación se resume en: planificación estratégica irregular o azarosa, apoyo logístico insuficiente, y, dadas la magnitud del teatro de operaciones y del enemigo, número de divisiones alemanas comprometidas totalmente inadecuado.

A continuación divide el primer año de la guerra ruso-alemana en dos fases separadas: la primera fase –la iniciativa alemana- ocupa desde el 22 de junio hasta la primera semana de diciembre de 1941. Durante este período, tres grupos de ejército alemanes, con más de 3 millones de hombres, marcharon hacia Leningrado, Moscú y Rostov.

La segunda fase –la iniciativa soviética- comenzó a finales de 1941 cuando los ataques finales alemanes se pararon cerca de Moscú. Desde principios de diciembre hasta la primavera siguiente, los soviéticos castigaron a los alemanes con furiosas contraofensivas.

Las operaciones defensivas alemanas jugaron un papel mayor en cada fase. El espectacular éxito inicial de Barbarroja tiende a obscurecer el hecho de que esas victorias ofensivas requerían de duros combates defensivos de las unidades alemanas. Una vez comenzadas las contraofensivas rusas de invierno, las operaciones militares alemanas fueron, casi, enteramente defensivas.

En ambas fases, afirma Wray, el Ejército alemán fue incapaz de ejecutar las técnicas defensivas prescritas por la doctrina alemana. A medida que los ejércitos alemanes avanzaban desde junio a diciembre de 1941, las divisiones alemanas se desplegaron más con consideraciones ofensivas que defensivas. Consecuentemente, las unidades alemanas rara vez tenían tiempo o disposición para organizar el tipo de defensa en profundidad descrita en sus manuales de entrenamiento. De igual forma, las operaciones defensivas durante las contraofensivas rusas de invierno, rara vez fueron conformes a los procedimientos del “Truppenführung”. Las limitaciones impuestas por el terreno y el clima, la escasez de hombres en la línea del frente, la escasez de suministros y equipo, y la reluctancia de Hitler para permitir cualquier retirada de los elementos de vanguardia impidieron la implantación de la Defensa Elástica.

Saludos cordiales
José Luis


“La autoridad del Estado no puede existir como un fin en sí mismo, ya que en tal caso todas las tiranías de la Tierra serían inatacables y quedarían consagradas. Si un Gobierno recurre a la fuerza para llevar a un pueblo a la ruina, la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada ciudadano de ese pueblo” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”).
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PARTE II

Los aspectos defensivos de la Blitzkrieg.-

Para evitar el derroche de una guerra en dos frentes, el Alto Mando Alemán esperaba “aplastar a la Rusia soviética en una campaña relámpago” durante el verano de 1941. La clave para esta victoria consistía en destruir el “grueso del Ejército soviético estacionado en la Rusia Occidental.......mediante intrépidas operaciones conducentes a profundas penetraciones de las vanguardias blindadas”. Para conseguir este objetivo, los alemanes planearon atrapar a los ejércitos soviéticos en una serie de “bolsas” envolventes.

En las batallas iniciales de la campaña, los alemanes usaron las táctica de “Keil und Kessel” (cuña y caldero), tácticas para efectuar el cerco y destrucción del Ejército Rojo en Rusia Occidental. Después de penetrar las defensas soviéticas, las fuerzas alemanas avanzando rápidamente–sus puntas de lanza Keil formadas por cuatro grupos panzer independientes- cercarían al enemigo en dos anillos concéntricos. El primer anillo sería cerrado por las fuerzas panzer de vanguardia y aislaría al enemigo. Muy cerca de los elementos motorizados, las divisiones de infantería formarían un segundo anillo interior alrededor de las unidades soviéticas atrapadas. Mirando hacia el interior, esas fuerzas de infantería alemanas sellarían la resistencia rusa, conteniendo cualquier intento de ruptura hasta que el caldero, o la bolsa, fueran liquidados. Mientras tanto, las fuerzas móviles en el anillo más ancho mirando hacia fuera, rechazarían simultáneamente cualquier intento de ataques de liberación enemigos, mientras se preparaban para una nueva arremetida ofensiva una vez que se completara la aniquilación de la bolsa.

Generalmente, en maniobras ofensivas, los alemanes intentaban colocar sus unidades en una posición desde la cual pudieran llevar a cabo operaciones defensivas tácticas. De esta manera, los alemanes podían disfrutar de las dos ventajas de la iniciativa estratégica u operacional y los beneficios de la defensa táctica. Conforme a este principio, las operaciones de cerco conducidas durante Barbarroja contenían mayores componentes defensivos. Una vez que el Kessel estaba formado, la misión temporal tanto de los anillos de la infantería como de los panzer era defensiva: el anillo interior (infantería) bloqueaba el escape enemigo, mientras que el anillo exterior (blindados) impedía el rescate enemigo. El combate defensivo que se libraba en la formación y liquidación de esas bolsas reveló, sin embargo, serios problemas para aplicar la doctrina defensiva alemana.

Tremendas en el ataque, las divisiones panzer alemanas eran inadecuadas para misiones defensivas estáticas debido a su relativa falta de infantería. La doctrina defensiva alemana de preguerra había previsto el uso de la infantería para combate defensivo y reservaba las unidades panzer para los contraataques, un papel acorde con su supuesta naturaleza ofensiva. Las divisiones panzer no habían sido entrenadas ni organizadas para jugar un papel defensivo sin el apoyo de la infantería. Sin embargo, durante los profundos y rápidos avances de Barbarroja, los panzer alemanes frecuentemente marchaban demasiado por delante de la infantería, con lo que tenían que valerse por sí mismos en el combate defensivo.

Durante sus profundos cercos, las divisiones panzer se encontraron incluso con que su propia autodefensa constituía un problema. El mariscal von Manstein, al describir sus experiencias como comandante de un cuerpo panzer en Rusia durante el verano de 1941, observó que “la seguridad de una formación de tanques operando en la retaguardia del enemigo dependía en gran manera de su capacidad para mantener la capacidad de movimiento. Una vez parada, sería inmediatamente atacada desde todos los lados por las reservas enemigas”. La posición de una unidad panzer así estacionada podía ser perfectamente descrita como “peligrosa”, en palabras de Manstein. Para defenderse a sí misma, una unidad panzer parada debería colocarse en una defensa llamada erizo (hedgehog). Estos erizos proporcionaban una seguridad perimetral para los panzer estacionarios y fueron utilizados para posiciones defensivas nocturnas así como para paradas de reabastecimiento.

Los erizos de panzers solucionaron el problema de la autodefensa, pero no eran adecuados para controlar anchos espacios de territorio. Las tácticas ofensivas alemanas de Keil y Kessel requerían que las divisiones panzer envolventes controlaran el terreno desde una postura defensiva: primero, hasta que la infantería que las seguían pudiera arrojar un ajustado lazo alrededor del enemigo cercado, y después actuando como una barrera contra los ataques de liberación de las reservas enemigas. No de forma sorprendente, las divisiones panzer a menudo tenían dificultad para realizar esas dos tareas. Al menos en una ocasión, por ejemplo, una unidad panzer envolvente tuvo que defenderse de ataques simultáneos sobre sus frentes interiores y exteriores. La 7ª División Panzer, habiendo cerrado el anillo inicial alrededor de la bolsa de Smolensk, se enfrentó a una crisis así el 1 de agosto de 1941. Lo ideal sería que las divisiones de infantería motorizadas alemanas asistieran a los panzers en situaciones defensivas. Sin embargo, en 1941, el número de divisiones motorizadas era demasiado escaso y el alcance de las operaciones demasiado grande para que esto pudiera ocurrir en la práctica.

Hasta que fueran relevadas por la infantería, las divisiones panzer estaban muy presionadas para contener a las fuerzas enemigas cercadas. A medida que las unidades del Ejército Rojo intentaban escapar de la bolsa, los panzers alemanes tenían que ajustar continuamente sus líneas para mantener la presión concéntrica sobre los guardias de la retaguardia soviética y bloquear los esfuerzos de ruptura mayor. La contención de semejante “bolsa errante” requería casi un movimiento constante de las divisiones panzer, un proceso que sólo permitía a las unidades de infantería divisional la formación de apresuradas posiciones defensivas. Incluso así, hasta que las divisiones de infantería cerraran la bolsa, el anillo panzer alrededor de un Kessel seguía siendo demasiado poroso. Debido a ello, muchas tropas soviéticas evitaron su captura simplemente filtrándose a través de la línea de los erizos. Aunque las divisiones panzer lo hicieron lo mejor que pudieron para interrumpir estas huidas con fuego de artillería e incursiones ocasionales con tanques, los comandantes alemanes reconocieron que una gran cantidad de rusos consiguió escabullirse a través de las líneas alemanas.

Los ataques de liberación soviéticos provocaron problemas de un tipo diferente a las unidades panzer. Mientras que los alemanes se concentraban en formar y reducir un Kessel particular, las unidades soviéticas fuera de la bolsa a menudo tenían tiempo para recuperarse operacionalmente y organizar un contragolpe coordinado. Cuando se ejecutaron, esos contraataques cayeron pesadamente sobre el anillo exterior del blindaje alemán. Las unidades panzer se batieron mejor en esas circunstancias, pues a menudo podía utilizar su propia movilidad para atacar a las fuerzas soviéticas que se aproximaban. Sin embargo, el problema defensivo alemán era mucho mayor cuando los contraataques soviéticos incluían los tanques T-34 o KV, que eran virtualmente invulnerables al fuego de los tanques alemanes. El aprieto del blindaje alemán en esas circunstancias habría sido realmente desesperado si no contaran con el apoyo de las baterías antiaéreas de la Luftwaffe asignadas a la mayoría de las divisiones panzer. Originalmente asignadas a las divisiones de vanguardia para protegerlas contra los ataques aéreos soviéticos, esas baterías de la Luftwaffe –y especialmente el cañón de 88 mm- alteraron gradualmente su principal misión original de defensa antiaérea por la de apoyo terrestre. Aunque las unidades panzer alemanas, de esta forma, tuvieron generalmente éxito en rechazar los contraataques, el peso de esos intentos de liberación coordinados, especialmente cuando estaban apoyados por los tanques pesados soviéticos, golpeó a las divisiones panzer como no lo había hecho ningún otro combate todavía en la guerra.

Las divisiones de infantería alemana, caminando tras la estela de las vanguardias motorizadas, tenían la doble responsabilidad de proporcionar apoyo oportuno a las vanguardias blindadas y simultáneamente guardar los flancos del avance alemán contra los contraataques soviéticos. La infantería alemana avanzaba a marchas forzadas para conectar con las fuerzas móviles lo antes posible (La infantería que seguía inmediatamente a retaguardia de los grupos panzer fue especialmente maltratada al ser desviada hacia carreteras secundarias para evitar congestionar las vías de suministro de las avanzadas unidades panzer).

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José Luis
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PARTE III

Al igual que las fuerzas panzer, las unidades de infantería alemana tenían sus propios problemas defensivos. La prisa agobiante del avance de la infantería redujo su eficacia defensiva, pues no había casi tiempo para organizar posiciones defensivas. De acuerdo con la doctrina alemana publicada, las unidades de infantería intentaban colocar sus emplazamientos en las cuestas opuestas (en los reversos) de las colinas y crestas, y permanecían posicionadas para rechazar a las fuerzas penetrantes enemigas con inmediatos contraataques. Como norma, sin embargo, durante las paradas sólo se podían preparar posiciones defensivas apresuradamente, e incluso entonces las unidades de infantería permanecían desplegadas más en postura de marcha que en la alineación específica para la Defensa Elástica.

Pero aunque el avance de la infantería fue rápido, sus unidades no recibieron el mismo tipo de protección contra los contraataques soviéticos que el que la movilidad proporcionaba a las unidades motorizadas. Desde el principio de la campaña los contragolpes soviéticos fueron casi una constante diaria para las unidades de infantería alemana. Una de las primeras directrices de la STAVKA ordenaba al Ejército Rojo contraatacar en cualquier oportunidad. Esta directiva continuó animando las tácticas soviéticas durante el verano y otoño de 1941.

Para suministrar fuego protector adicional a las unidades de infantería alemana en marcha, se distribuyeron entre las columnas de marcha baterías de artillería de diferentes calibres, que simplificaron el de otra forma complejo problema de control de fuego de las fuerzas de infantería esparcidas, en marcha y ocasionalmente mezcladas. En algunas unidades también se distribuyeron pelotones improvisados de combate antiaéreo, compuestos de dos cañones de 88 mm y tres de 20 mm, para reforzar la potencia de fuego defensivo.

La inclusión de unidades antiaéreas y de artillería en las columnas de infantería en marcha también proporcionó a los soldados de a pie una adicional potencia de fuego antitanque. Al igual que en los panzers, la infantería encontró sus cañones antitanque (Pak) y sus fusiles antitanque ineficaces contra los tanques no ligeros soviéticos. El resultado, como un comandante alemán escribió, fue que “la defensa contra los tanques enemigos tenía que basarse en los pocos cañones antiaéreos (Flak) disponibles de 88 mm, los cañones medios de 105 mm y la artillería divisional”. Las unidades de infantería alemana muchas veces se enfrentaron a los tanques soviéticos con minas y granadas, heroísmo que tuvo un elevado precio y grandes pérdidas.

Una de las primeras acciones antitanque de la infantería alemana en la IIGM ocurrió durante el 25-26 de junio cerca de Magierov. Allí, la 97ª División de Infantería Ligera alemana desplegó apresuradamente sus propias fuerzas de artillería e infantería en profundidad para derrotar un ataque de tanques soviéticos tamaño división. En esta batalla, los tanques rusos y los contingentes de infantería fueron separados y luego aniquilados en una aplicación de libro de la técnica antitanque alemana.

La dificultad táctica de estas batallas la ilustra el siguiente ejemplo. Mientras que se barría la salida de escape hacia el este de las unidades soviéticas del Kessel de Byalistok, durante la noche del 29-30 de junio, el 82º Regimiento de Infantería (de la 31ª División de Infantería) estuvo sujeto a continuos ataques de las fuerzas de tanques, caballería e infantería rusas. Este regimiento alemán fue incapaz de establecer una defensa en profundidad o incluso una línea defensiva continua debido a la extrema anchura –más de 10 kilómetros- del sector del regimiento. Los furiosos ataques nocturnos rusos penetraron la línea alemana en varios puntos, y algunas unidades alemanas se encontraron atacadas simultáneamente desde el frente, los flancos y la retaguardia. De hecho, la situación se volvió tan crítica que el cuartel general del regimiento y el personal de comunicaciones tuvo que emplearse como infantería para prevenir que las líneas alemanas fueran superadas. Sin embargo, no consiguieron impedir la fuga de pequeñas unidades soviéticas que, abandonando sus armas pesadas y equipo, se escabulleron a través de las líneas alemanas durante el caos del combate.

Afortunadamente para los alemanes, los contraataques rusos durante las primeras semanas de Barbarroja estaban frecuentemente descoordinados y carecían de sutileza táctica. La sorpresa del ataque alemán había cogido al Ejército Rojo desorganizado, y la rapidez y profundidad de su avance impidieron a los rusos recuperar el equilibrio operacional.

A finales de julio, el Ejército alemán había concluido de forma exitosa las batallas de cerco destinadas a destruir a las fuerzas soviéticas en Rusia Occidental. Mientras que destruían a los soviéticos con operaciones ofensivas relámpago (blitzkrieg), las unidades alemanas tuvieron que combatir un gran número de batallas defensivas tácticas.

Pero en vez de ser decisivamente destrozada, la resistencia militar soviética continuó incólume. A pesar de la destrucción de varios ejércitos soviéticos en los cercos de Byalistok, Minsk y Smolensk, así como en otras bolsas menores, la capacidad del Ejército Rojo en reemplazo de tropas y material sorprendió a los estrategas alemanes, que tuvieron que reconsiderar su estrategia. Comenzó una nueva etapa.

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Mensaje por josé luis »

PARTE IV

La Estrategia alemana reconsiderada.-

A finales de julio de 1941, el liderazgo alemán estaba perplejo con la situación estratégica sobre el terreno. En apenas cinco semanas e campaña, los ejércitos alemanes estaban comenzando a perderse en la vastedad del espacio ruso. El teatro ruso era tan inmenso –ampliándose siempre a medida que los alemanes empujaban hacia el este- que los alemanes tan sólo eran capaces de concentrar sus fuerzas en determinadas áreas. La ratio general de fuerza alemana al espacio ruso era tan baja que, de hecho, no se podía mantener una línea continua de frente alemán. En cambio, se abrían grandes espacios entre las unidades mayores alemanas. Además, estaban los obstáculos naturales: la región del Pripet se interponía entre el Grupo de Ejército Centro y Sur, mientras que los bosques, arroyos y malas carreteras reducían el movimiento lateral dentro y entre el Grupo de Ejército Norte y Centro.

Las unidades alemanas comenzaron a separarse peligrosamente tanto en profundidad como en amplitud. Las diferencias de movilidad entre elementos motorizados y no motorizados de la Wehrmacht provocaron que los alemanes avanzaran, en efecto, en dos escalones distintos. Durante las batallas de cerco de la frontera los alemanes habían resuelto esta disparidad mediante las tácticas de Keil und Kessel. Pero ahora los problemas se agravaban por las grandes distancias sobre las que operaban los alemanes abriendo brechas más grandes entre la vanguardia blindada y la infantería que le seguía. Y también se combatía de forma separada.

Las áreas abiertas entre las unidades alemanas fueron ocupadas por unidades sobrepasadas del Ejército Rojo, y esos espacios constituyeron puntos débiles que podían ser fácilmente explotados por contraataques soviéticos. Esto sucedió con la 268ª División de Infantería alemana, incidente que acabó con la captura de alguna artillería de la división, lo que causó gran trastorno entre el Alto Mando.

La embarazosa posición alemana no fue desaprovechada por los soviéticos. El 19 de julio, el Grupo de Ejército Centro informó de la captura de una orden rusa “indicando que la STAVKA está buscando separar al blindaje alemán del apoyo de la infantería mediante ataques entre ambas fuerzas”. Halder descartó esta amenaza pues no podía aceptar que los rusos pudieran aplicar semejante táctica contra los alemanes. Hitler fue menos confiado que Halder en su valoración de la vulnerabilidad de la posición alemana. En julio, para desesperación de Halder y Brauchitsch, Hitler comenzó a renovar la indiscreta interferencia en las operaciones tácticas que ya había practicado en la campaña de Francia. Ordenó la desviación de unidades alemanas para “arreglar” y asegurar los flancos alemanes contra los amenazantes contingentes del Ejército Rojo. Hitler llevó a cabo esta idea posteriormente a mediados de julio, para destrozar al enemigo al detal mediante “pequeñas operaciones tácticas sistemáticas”. Explicando el concepto del Führer durante una visita al cuartel general del GEC el 25 de julio, Keitel anunció que en el futuro las operaciones alemanas se concentrarían en acciones de limpieza a pequeña escala. Esas acciones, según explicó Keitel, completarían la destrucción de aquellos elementos del Ejército Rojo que habían escapado al cerco y destrucción en las batallas del Kessel, y asegurarían los flancos alemanes para futuras operaciones. Además, explicó que el pequeño alcance de esas operaciones reduciría la distancia entre los tanques y la infantería alemanes, reduciendo las grandes bajas de combate infligidas a los desprotegidos panzers por los contraataques soviéticos.

Brauchitsch, Halder y otros oficiales mayores estaban en vehemente desacuerdo con los designios de Hitler, argumentando que tales políticas violaban los principios de concentración y maniobra decisiva. En cambio, urgían a una rápida marcha sobre Moscú, a la que consideraban como la yugular militar, política y económica de la Unión Soviética. Esta oposición casi unánime y tan fuerte hizo que Hitler titubeara durante un tiempo, y el resultado de este enfrentamiento de opiniones fue una serie de directivas estratégicas conflictivas entre el 30 de julio y la última parte de agosto.

Mientras que los alemanes discutían sobre estrategia, los rusos demostraron que podían, de hecho, explotar las fisuras en el frente alemán. Durante la segunda semana de agosto, fuertes fuerzas rusas (el XXXIV Ejército y parte del XI Ejército) atacaron un espacio entre el X y II cuerpos alemanes al sur del lago Illmen. Conduciendo al norte y oeste desde el área sur de Staraya Rusa, los rusos avanzaron casi 60 kilómetros el 14 de agosto y amenazaron no solamente el flanco del X Cuerpo alemán sino todas las comunicaciones de retaguardia del XVI Ejército y del Grupo de Ejército Norte. Encerradas en un desesperado combate defensivo, las divisiones del X Cuerpo alemán fueron incapaces de establecer una defensa elástica en profundidad debido a las extensiones de los frentes y a la extrema cortedad de reservas. Además, como los elementos motorizados del Grupo de Ejército Norte estaban concentrados en el área norte del lago Illmen del 4º Grupo Panzer, ningún panzer estaba disponible para contraatacar las penetraciones enemigas tal como se preveía en el Truppenführung. El mariscal von Leeb, comandante del Grupo de Ejército Norte y autor de artículos de preguerra sobre operaciones defensivas, dio un desalentador informe de situación al Estado Mayor General del Ejército el 18 de agosto. Halder escribió en su diario: “Cuadro muy sombrío de la situación del X Cuerpo. Se ha comprometido hasta el último hombre en el combate; las tropas están exhaustas. El enemigo se mantiene empujando al norte de Staraya Rusa. Sólo se han dejado a las compañías de ingenieros para el combate. El comandante del X Cuerpo y el comandante en jefe del GEN creen que serán afortunados si pueden mantener este frente durante otro día”.

Hitler estaba extremadamente agitado por este golpe soviético y creó un revuelo dentro del Alto Mando alemán al ordenar frenéticamente a las unidades móviles deshacerse de otros sectores para dar cuenta de esta nueva emergencia. El XLVI Cuerpo de Panzer de Manstein (la 3ª División de Infantería motorizada y la División Motorizada SS Totenkopf) fue despachado del 4º Grupo Panzer y desplegado en una tortuosa marcha de retaguardia para atacar el flanco occidental del enemigo el 19 de agosto. Este sorpresivo contragolpe provocó rápidamente el colapso de la ofensiva soviética.

Aunque esta batalla se saldó con la victoria alemana, la primera crisis sustancial defensiva en el frente ruso tuvo poco que ver con la cuidadosa Defensa Elástica de la doctrina alemana. La amplitud del frente y la escasez de fuerzas habían privado a los alemanes de su deseada profundidad defensiva y reservas dispuestas. En consecuencia, la línea defensiva alemana se había mantenido bajo un peligro inminente de colapso hasta que fue salvada por el contraataque mecanizado de Manstein. Incluso el uso de estas fuerzas móviles alemanas constituyó más una contraofensiva que un contraataque, toda vez que habían sido reunidas y dirigidas desde fuera de la batalla en sí.

El 21 de agosto, Hitler clarificó la estrategia alemana al ordenar nuevos avances ofensivos sobre ambas alas del frente Oriental. En el área del Grupo de Ejército Norte, las fuerzas alemanas atacarían hacia Leningrado para aislar la ciudad y conectar con los finlandeses al este del lago Ladoga. Más al sur, elementos todavía más fuertes avanzarían hacia el sur desde el flanco derecho del Grupo de Ejércitos Centro para cercar y aniquilar a los ejércitos soviéticos enfrentados al Grupo de Ejército Sur en el saliente de Kiev. Esta última acción abriría el camino a Crimea, el área industrial del Donbas, y las regiones petrolíferas del Cáucaso. El Grupo de Ejércitos Centro, que desde la segunda mitad de julio había estado envuelto principalmente en combates defensivos mientras intentaba consolidar y reacondicionar sus divisiones, asumiría una postura categóricamente defensiva con el resto de sus fuerzas.

Hitler justificó esta nueva controvertida estrategia en dudosas bases económicas y políticas, saltándose las razones puramente militares de sus altos oficiales. La reciente ofensiva soviética cerca de Staraya Rusa probablemente lo ayudó a tomar esta decisión al demostrar el peligro de dejar intactas las fuerzas soviéticas a ambos flancos del Grupo de Ejércitos Centro. A este respecto, el curso de acción decidido por Hitler –muy criticado por oficiales alemanes en los últimos años como quizás el error decisivo de la IIGM- parecía militarmente prudente, ya que erradicó, de una vez por todas, las amenazas sobre los flancos alemanes.

Dirigir ofensivas hacia el norte y sur significaba que cualquier avance hacia Moscú tenía que ser pospuesto indefinidamente. Dos meses antes del comienzo de Barbarroja, la concentración y el poder de las fuerzas alemanas habían sido suficientes para permitir ofensivas simultáneas en todas las partes del frente. Finalizando agosto, sin embargo, las unidades alemanas estaban demasiado dispersas y su capacidad de combate demasiado disminuida para realizar tal proeza.

Desde el comienzo de la campaña, la línea de contacto con las fuerzas rusas había crecido casi el 50%, aunque pocos refuerzos habían sido añadidos al orden de batalla alemán. Las unidades de combate alemanas estaban fatigadas por la experimentación de la combinación de avances rápidos y duros combates. El 24 de agosto, por ejemplo, Halder estimó que la capacidad de combate de las divisiones de infantería alemanas promediaba el 60% de su capacidad total, y las divisiones de panzer solamente el 50%.

La fuerza de combate alemán estaba gravemente afectada también por consideraciones logísticas. Los sotks disponibles de fuel, comida y munición habían caído peligrosamente a niveles muy bajos en muchas unidades, y las entregas de suministros estaban siendo más erráticas a medida que se incrementaban las distancias. Las malas carreteras soviéticas estaban siendo una prueba tan dura para las unidades móviles que los tanques alemanes y otros vehículos de motor necesitaban desesperadamente un amplio mantenimiento (Increíblemente, en julio, Hitler había ordenado retirar a los tanques de reemplazo del este para formar nuevas divisiones para un uso posterior en cualquier otra parte. Esta política complicó el ya de por sí difícil mantenimiento y los problemas de reemplazo de equipo de las divisiones panzer). Los reemplazos de personal –originalmente calculados para una campaña corta- estaban decayendo. El reemplazo de armamento perdido y otro equipo estaba siendo lento: la economía de guerra alemana no había sido preparada para Barbarroja, y la producción actual quedaba rezagada por el consumo. Realmente, en anticipación de una rápida victoria en Rusia, la producción de armamento alemana ya había sido desviada hacia otros objetivos. De hecho, en diciembre de 1941, la producción mensual de armas había decrecido un 29% de su producción anterior más alta.

Con las fuerzas alemanas esparcidas, las operaciones divergentes que Hitler había ordenado al norte y sur trucaron las esperanzas del OKH de un avance culminante sobre Moscú. Para dar peso al ataque sobre Leningrado y al gran envolvimiento de Kiev, el GEC tenía que renunciar a la mayor parte de su blindaje y una gran parte de su infantería. El 3º Grupo Panzer del general Hoth tenía que defender una parte del frente estático del GEC con divisiones de infantería no motorizadas, dado que sus dos cuerpos panzer (XXXIX y LVII) fueron enviados como apoyo del GEN. El 2º Grupo Panzer del general Guderian (menos un cuerpo) y el Segundo Ejército del general Weichs recibieron órdenes de dirigirse al sur para caer sobre la retaguardia del Frente Sudoeste soviético que guardaba Kiev.

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PARTE V

La defensa de Yelnya (Elnya).-

A finales de julio el GEC concluía con éxito una ofensiva al cerrar una gran bolsa en Smolensk. Mientras que se estaba liquidando el Kessel, las fuerzas alemanas aguantaron los previsibles ataques soviéticos contra sus anillos envolventes interiores y exteriores. Aunque fuertemente presionados en varios puntos, las líneas alemanas permanecieron, en general, intactas. Desesperado por romper la trampa sobre Smolensk, la STAVKA liberó fuerzas frescas del Ejército Rojo para reforzar los contraataques. Especialmente furiosos fueron los ataques de liberación que el Frente Occidental del mariscal Timoshenko lanzó contra las líneas alemanas al norte de Roslavl y cerca de Yelnya. El ataque soviético de Roslavl falló cuando las fuerzas del 2º Grupo Panzer convirtieron hábilmente el ataque ruso en un nuevo Kessel a principios de agosto. Sin embargo, los ataques del Ejército Rojo sobre el estrecho y expuesto saliente alemán de Yelnya supusieron una dura batalla de 6 semanas por esa ciudad.

El saliente de Yelnya, tomado el 20 de julio por el XLVI Cuerpo Panzer del grupo panzer de Guderian, constituía una cabeza de puente sobre el río Desna y un valioso terreno elevado para la continuación de las operaciones ofensivas alemanas hacia Moscú. Pero a parte de su valor estratégico como punto de apoyo desde el cual se podían lanzar futuras operaciones ofensivas, Yelnya también ofrecía inconvenientes tácticos: estaba rodeada por tres lados por poderosas fuerzas soviéticas, sus comunicaciones de retaguardia estaban atascadas con unidades alemanas combatiendo para someter el Kessel de Smolensk, y también se encontraba a unas 275 millas de los depósitos más cercanos de suministros alemanes. Dado que otras fuerzas alemanas también fueron distraídas por el ataque soviético de Roslavl, las unidades motorizadas que habían capturado Yelnya (10ª División Panzer y División Motorizada SS Das Reich) tenían que mantener su posición hasta que Guderian pudiera traer a la infantería. Al igual que la contención de las bolsas rodeadas durante las batallas de cerco, este tipo de acción defensiva independiente por fuerzas motorizadas y blindadas no había sido previsto en los manuales alemanes de preguerra sobre defensa.

Las dos divisiones móviles alemanas luchaban en grave desventaja. Ambas unidades estaban cansadas y reducidas en su capacidad de combate original por los esfuerzos ofensivos anteriores. Estaban cortas de suministro de fuel y municiones, y el limitado terreno dentro del saliente anulaba su movilidad y su efecto de impacto. La 10ª División Panzer sufría de escasez de infantería, algo endémico en tales unidades, por lo que estaba deficientemente adecuada para una defensa posicional. Para compensar estos impedimentos, Guderian pidió que la Luftwaffe concentrara el apoyo aéreo cercano en el área de Yelnya. Para fastidio de Guderian, el apoyo aéreo alemán sobre Yelnya fue repentinamente retirado después de una breve aparición: reducida su fortaleza operativa por el desgaste y la escasez de aeródromos avanzados, la Luftwaffe comenzó a dosificar sus recursos para utilizarlos en operaciones de importancia “estratégica”. En preferencia a la defensa “táctica” de Yelnya, la Luftwaffe eligió, en cambio, concentrar sus aviones en el sector del Segundo Ejército para proteger el flanco meridional del GEC.

Timoshenko continuó concentrando fuerzas en frente de Yelnya y comenzó una serie de ataques el 24 de julio. Durante dos semanas los ataques soviéticos golpearon las líneas alemanas en Yelnya sin apenas interrupción. El 30 de julio, por ejemplo, los defensores alemanes rechazaron 13 ataques independientes sobre sus posiciones. Una medida del creciente peligro alemán llegó el 3 de agosto cuando Guderian comprometió a su última reserva (la compañía de guardias del cuartel general del grupo de panzers) en la lucha de Yelnya. En un informe telefónico de la misma fecha al general Halder, el mariscal von Bock, comandante del GEC, elevaba el tono de sus preocupaciones por su falta de reservas contra los costosos ataques rusos. Bock comentó luego que, con los recursos actuales, no podía garantizar nada contra una “catástrofe” en Yelnya.

La amenaza de Bock fue conjurada con la oportuna llegada de refuerzos de infantería, que comenzaron a estar disponibles cuando se eliminó la resistencia rusa en el Kessel de Smolensk el 5 de agosto. Guderian trasladó inmediatamente divisiones de infantería al saliente de Yelnya, esperando que sus grandes capacidades defensivas rechazarían los ataques rusos. También se desplegaron las baterías flak del I Cuerpo de Artillería Antiaérea de la Luftwaffe para reforzar las defensas de Yelnya. El 8 de agosto, todas las unidades móviles de Guderian –incluyendo aquellas que previamente habían mantenido Yelnya- habían sido retiradas del combate y comenzaron a reacondicionarse. La primera fase del combate de Yelnya había mostrado, sin embargo, que las necesidades operacionales no permitirían a los alemanes el lujo de utilizar sus fuerzas móviles panzer solamente en papeles ofensivos. Además, este combate había demostrado nuevamente lo inadecuado de usar las unidades panzer de escasa infantería en operaciones defensivas estáticas.

Cuando la infantería alemana se atrincheró a lo largo del perímetro de Yelnya, cambió el carácter del combate. Hitler, durante una conferencia el 4 de agosto con Brauchitsch y Bock en el cuartel general del GEC, confirmó la necesidad de mantener Yelnya. En consecuencia, la defensa alemana en Yelnya dejó de ser una acción de defensa oportuna a la espera de que se renovaran los ataques. Al contrario, la nueva infantería que llegó se desplegó como mejor pudo en una postura defensiva deliberada. Sabedor de esto, Halder anotó el 6 de agosto: “En Yelnya tenemos ahora una guerra de posiciones regulares”. Los soviéticos, también, cambiaron de alguna manera su posición. Con la capitulación de las fuerzas del Ejército Rojo atrapadas en Smolensk y Roslavl, una ruptura por las fuerzas de Timoshenko ya no tenía ninguna razón estratégica mayor. Por tanto, el 8 de agosto, los ataques soviéticos amainaron temporalmente en tanto que los rusos esperaban el próximo movimiento alemán.

Cuando los rusos se percataron de que los alemanes no iban a continuar su triunfo de Smolensk con un avance inmediato sobre Moscú, nuevamente desataron sus ataques en el frente central. La pasividad alemana ofreció a los rusos una oportunidad única de baquetear a un grupo de ejército alemán completo bajo condiciones de elección soviética. Por tanto, el Frente Central del mariscal Timoshenko renovó sus ataques entre Velikiye Luki y Toropets contra el Noveno Ejército alemán, que estaba manteniendo la parte más septentrional del sector del GEC. Mientras tanto, el Frente de la Reserva nuevamente reunido del general Zhukov recibió la orden de atacar el atractivo saliente de Yelnya. Estos ataques comenzaron durante la segunda semana de agosto y continuaron con una intensidad sin precedentes durante casi un mes.

Saludos cordiales
José Luis
“La autoridad del Estado no puede existir como un fin en sí mismo, ya que en tal caso todas las tiranías de la Tierra serían inatacables y quedarían consagradas. Si un Gobierno recurre a la fuerza para llevar a un pueblo a la ruina, la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada ciudadano de ese pueblo” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”).
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Medina

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Creo que el artículo de Wray debería ser de obligada lectura para comprender el desarrollo de la guerra en el Frente del Este. Indudablemente, las secuelas del primer invierno ruso afectaron el desarrollo del conflicto hasta su fin. Los alemanes lamentaron su carencia de fuerzas adecuadas de infantería a lo largo de toda la campaña rusa. No hay que olvidar que varios generales alemanes, por ejemplo, achacan su fracaso en Kursk por la falta de infantería, tal como se expone en "Kursk. The German View".
Otro hecho que, en mi opinión, queda plenamente constatado en el trabajo de Wray es que los alemanes se lanzaron a la aventura rusa con una abrumadora insuficiencia de elementos motorizados, como magistralmente se registra en el mencionado trabajo.
Saludos.
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josé luis
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PARTE VI

La amenaza de los ataques soviéticos que se cernía sobre el GEC no escapó a la atenta mirada del mariscal von Bock, que no estaba dispuesto a permitir que sus unidades esparcidas fueran machacadas en batallas de desgaste, y abogaba por reanudar las fluidas batallas de movimientos que habían caracterizado el principio de la campaña. Cuando tuvo lugar la crisis producida por el ataque soviético en Staraya Rusa a mediados de agosto, von Bock desdeñó las órdenes precipitadas de Hitler para trasladar hacia allí a las fuerzas móviles del GEC. El 15 de agosto, von Bock argumentó a Halder que la mejor acción contra la superioridad numérica del enemigo que enfrentaba su grupo de ejércitos era una rápida vuelta a la ofensiva. Cualquier traslado de la fuerza blindada lejos del mando de Bock para apoyar las ofensivas de las alas alemanas probablemente destruiría las bases para un avance general del GEC. Una defensa prolongada, continuaba Bock, era “imposible en la posición actual. El frente del GEC, con sus 40 divisiones esparcidas sobre un frente de 130 kilómetros, está excesivamente sobre-extendido, y un cambio a una defensa determinada implica una planificación de largo alcance cuyos detalles no se han estudiado previamente. La disposición actual y la línea no son adecuadas de ninguna manera para sostener una defensa”. En términos de doctrina, Bock reconocía que la amplitud del frente defendido por el grupo de ejércitos descartaba el uso de la Defensa Elástica, pues no había suficientes fuerzas disponibles para crear una defensa en profundidad y se carecía de unas reservas dispuestas para contraatacar. Además, la advertencia de Bock de que no se habían realizado provisiones logísticas para una defensa prolongada fue pronto confirmada en la batalla: las fuerzas alemanas carecían de reservas de suministros y municiones necesarias para sostener una guerra posicional.

Los peores temores de Bock se confirmaron cuando el 21 de agosto Hitler quitó al GEC la mayoría de sus divisiones móviles para apoyar los ataques hacia Leningrado y Kiev. Mientras los comunicados aclamaban las nuevas victorias alemanas en ambos flancos, el GEC construía un débil dique defensivo contra una oleada de ataques del Ejército Rojo. Como Bock había advertido, las débiles fuerzas y la improvisada postura defensiva de su grupo de ejércitos invitaban virtualmente al desastre.

El Noveno Ejército del general Adolf Strauss se ocupó de la mitad septentrional del frente estacionario del GEC. Los nuevos ataques del mariscal Timoshenko contra el Noveno Ejército se beneficiaron no sólo de la artillería pesada y de los bombardeos con cohetes, sino también de la superioridad aérea local rusa. Las divisiones alemanas aquí estaban sobre-extendidas y carecían de profundidad: los frentes divisionales a menudo excedían las 12 millas de amplitud, y las defensas alemanas consistían normalmente en un anillo de puntos fuertes más que en una defensa continua en profundidad.

Desde el 11 de agosto en adelante, los ataques soviéticos crearon crisis locales casi diarias entre el frente del Noveno Ejército. A la derecha de Strauss, por ejemplo, los fuertes ataques rusos en el sector del VIII Cuerpo mellaban repetidamente el frente de la 161ª División de Infantería. El 17 de agosto este frente alemán fue defendido sólo por contraataques de las últimas y escasas reservas de la 161ª DI. Renovados ataques rusos en el mismo sector rompieron el frente en los días siguientes y capturaron parte de la artillería de la 161ª DI el 19 de agosto. Con sus líneas penetradas nuevamente el 21 de agosto, la 161ª DI fue retirada del combate el 24 de agosto. A esta altura, se informó que sólo le quedaba el 25% de su fuerza, un claro indicador del castigo recibido en este período por todo el VIII Cuerpo.

Más al norte, los ataques con apoyo de tanques contra el V y VI cuerpos del Noveno Ejército también hicieron peligrar el frente alemán, consiguiendo muchas pequeñas brechas. Bajo enorme presión y en un intento de ajustar su horquilla defensiva, el V Cuerpo replegó sus líneas a mejores posiciones defensivas el 25 de agosto. Pero incluso esta medida resultó ser infructuosa, pues el 28 de agosto Bock informó a Halder de sus dudas acerca de que el sector del V Cuerpo pudiera ser mantenido por cinco días más. El 27 de agosto, los soviéticos consiguieron una profunda penetración dentro del frente de la 26ª DI (VI Cuerpo). Los contraataques alemanes para rechazar esta amenaza fueron tan poco exitosos que Bock y Halder hablaron de desviar todo el LVII Cuerpo Panzer (que estaba de camino hacia el GEN para la operación de Leningrado) hacia el amenazado frente del Noveno Ejército.

Mientas el Noveno Ejército rechazaba esos ataques, el Frente de la Reserva del general Zhukov estaba machacando el saliente alemán en Yelnya.

Al igual que con el Noveno Ejército, el primero entre los problemas alemanes en Yelnya era la escasez crónica de hombres. Incluso después de que las divisiones de infantería relevaran a las fuerzas panzer en el saliente en la primera semana de agosto, las fuerzas alemanas allí no eran suficientes para organizar una defensa elástica en profundidad. Dos oficiales del Estado Mayor General, informando a Halder sobre los resultados de un viaje de investigación a Yelnya, describieron rotundamente las unidades alemanas de allí como “sobredimensionadas”. Cuando el Cuarto Ejército alemán recibió del cuartel general de Guderian el control del sector de Yelnya el 22 de agosto, las condiciones del mismo consternaron al general Günther Blumentritt, jefe de estado mayor del Cuarto Ejército. Como más tarde escribió: “Cuando digo que nuestras líneas eran débiles me estoy quedando corto. Las Divisiones tenían asignados sectores de casi 20 millas de ancho. Además, en vista de las fuertes bajas ya sufridas en el curso de la campaña, estas divisiones estaban normalmente reducidas en fuerza y sus reservas tácticas eran inexistentes”.

Con una fuerza tan corta de suministros, las defensas alemanas en el área de Yelnya consistían más en una simple línea atrincherada que en una Defensa Elástica multizonal. En frente de la principal línea de resistencia no había ninguna posición avanzada o zona de avanzadilla, ya que no había fuerzas para esos puestos. Sin una adecuada seguridad delantera, muchas unidades tenían que abandonar el despliegue defensivo reverso-cuesta que los alemanes preferían para protegerse del fuego y observación enemigos.

Un ejemplo es el de la 78ª División de Infantería. El 19 de agosto durante un reconocimiento en vanguardia, mientras se preparaban para relevar a otra división en Yelnya, oficiales de la 78ª División de Infantería descubrieron que el frente alemán consistía sólo en una débil línea de fosas de fusil desconectadas. No habían sido preparadas posiciones de retaguardia y, debido a la escasez de minas y de alambradas, sólo un puñado de obstáculos se interponía en el camino de los ataques soviéticos. Las líneas alemanas estaban mal dispuestas, estando casi enteramente expuestas a las posiciones enemigas de los terrenos elevados. Como resultado, cualquier movimiento diurno dentro de las líneas alemanas era una invitación para el fuego enemigo de artillería y morteros. De hecho, el fuego soviético era tan aplastante que las bajas alemanas tenían que permanecer en sus trincheras hasta después de oscurecer antes de ser evacuadas. A pesar de sus buenas intenciones, los jefes de la 78ª DI encontraron virtualmente imposible mejorar la situación defensiva después de ocupar su sector el 22 de agosto. Un comandante de batallón del 238º Regimiento de Infantería observó que la fuerza y precisión del fuego soviético impedían cualquier esfuerzo para extender las trincheras durante el día, mientras que la necesidad de guardarse contra las infiltraciones soviéticas de noche también impedía la formación de equipos de trabajo nocturnos. Tampoco se podían encontrar las reservas adecuadas para reforzar los sectores amenazados; después de ocupar su sector de 12 millas de ancho, toda la 78ª DI, menos un batallón completo en reserva, defendía el sector.

Incapaces de confiar en una gran aplicación de los principios de profundidad y contraataque local de la Defensa Elástica, los alemanes también tenían dificultades en sus intentos de frenar los ataques rusos con potencia de fuego. Las pequeñas armas de fuego diluidas por los anchos frentes de unidad y una peligrosa escasez de munición de artillería en Yelnya redujeron el apoyo de fuego de gran calibre. Cortos de suministro de artillería, los alemanes no podían permitirse dirigir el fuego de contrabatería o incluso de contra-preparación contra las sospechadas concentraciones del ataque enemigo. Los bombardeos soviéticos no sólo incluían proyectiles de artillería y morteros de todos los calibres, sino también los temidos cohetes Katyusha y los ataques de la fuerza aérea.

Al comienzo de las renovadas batallas de Yelnya, la defensa alemana se conformó con establecer su doctrina en un único pero importante aspecto: las unidades panzer fueron mantenidas en reserva en la retaguardia del frente alemán. Aunque estaban disponibles en teoría para el contraataque, estas fuerzas –el XLVI Cuerpo Panzer que había sido relevado previamente en el perímetro de Yelnya- con una única excepción no intervinieron en el combate. A finales de agosto, el XLVI Cuerpo Panzer (Regimiento de Infantería Motorizado Grossdeutschland, 10ª División Panzer y División Motorizada SS Das Reich) estaba reorganizándose con retraso y, por tanto, no podía ser utilizado en contraataques. Incluso antes de que estas unidades hubieran completado su reorganización, Guderian estaba insistiendo a Bock para liberarlas para reforzar la ofensiva sobre Kiev. Después de una serie de acaloradas discusiones entre Guderian y sus superiores, la Grossdeutschland y la Das Reich recibieron finalmente la orden de dirigirse al sur. A estas alturas, sin embargo, Bock juzgó que el deteriorado frente defensivo del Cuarto Ejército sólo podía ser salvado por un mayor contraataque de panzers y por tanto separó la 10ª División Panzer del XLVI Cuerpo Panzer y la asignó al Cuarto Ejército. Así, la 10ª DP fue la única de las reservas móviles disponibles que finalmente intervino en el combate del 30 de agosto.

En general, las batallas del Cuarto Ejército por el saliente de Yelnya siguieron la misma tónica que el combate en el área del Noveno Ejército. Los prodigiosos bombardeos soviéticos y los ataques locales erosionaron las divisiones defensivas alemanas, y como sus reservas estaban exhaustas, los rusos explotaron las brechas menores para levantar el frente defensivo alemán. El 30 de agosto tuvo lugar una brecha mayor cuando los soviéticos penetraron 10 kilómetros dentro de la 23ª División de Infantería del Cuarto Ejército (fue esta seria penetración, que llevó a una profundidad en línea con el cuartel general del VII Cuerpo, la que precipitó el compromiso de la 10ª División Panzer). Aunque el contraataque panzer estabilizó temporalmente la situación, Brauchitsch, Bock y Halder acordaron el 2 de septiembre que Yelnya ya no se podía sostener por más tiempo en vista de la tensa situación del Cuarto Ejército. En consecuencia, el 5 de septiembre las tropas alemanas abandonaron el saliente de Yelnya en una retirada planificada.

Los ataques rusos contra el Noveno Ejército pararon el 10 de septiembre, y los ataques contra el Cuarto Ejército cesaron seis días más tarde. En ambas áreas, los soviéticos se apuntarían ganancias territoriales limitadas como fruto de sus esfuerzos. Sin embargo, el significado completo de las batallas defensivas del GEC durante agosto y primeros de septiembre no puede ser medido solamente en concepto de pérdida o ganancia.

El GEC se había mantenido sólidamente en su posición durante más de seis semanas completas mientras los rusos arremetían contra su frente. Los rusos habían sido capaces de escoger los momentos y lugares de ataque y poseían ventaja en cantidades de hombres y material. Los alemanes habían dispuesto un improvisado sistema defensivo en un terreno desfavorable, y por causa de sus unidades sobredimensionadas y sus inadecuados recursos de combate, había sido imposible establecer una Defensa Elástica en profundidad, con maniobras locales, potencia de fuego y contraataque.

Como resultado de estas condiciones, el GEC pagó un altísimo precio en sangre. Mientras que la Defensa Elástica había sido ideada para minimizar las pérdidas en personal en una guerra posicional incluso frente a situaciones de superioridad enemiga, los métodos improvisados que las unidades alemanas se vieron obligadas a utilizar en las batallas del frente central provocaron fuertes pérdidas. En el sector del Noveno Ejército, toda la 161ª DI estuvo temporalmente inutilizada, mientras que todas las divisiones del V y VIII cuerpos habían visto disminuida seriamente su capacidad de combate. Para el Cuarto Ejército, el combate más duro había ocurrido en el saliente de Yelnya, donde nueve divisiones alemanas habían combatido desde finales de julio. En esas divisiones las pérdidas de infantería fueron particularmente altas. La 263ª División de Infantería, por ejemplo, sufrió 1.200 bajas en sólo siete días de combate en Yelnya. La 78ª División de Infantería informó de la pérdida de 1.155 hombres y oficiales en dos semanas, mientras que la 137ª División de Infantería perdió cerca de 2.000 en el mismo período de tiempo. Estas pérdidas representaron probablemente del 20 al 30% de la fuerza total de infantería que esas divisiones tenían cuando comenzaron las batallas.

Estas pérdidas de personal disminuyeron permanentemente la capacidad combativa del GEC, y como ya había previsto Halder, los reemplazos de personal alemán se estaban acabando. El 26 de septiembre anotó que el retorno de convalecientes al servicio constituía la única fuente remanente de reemplazo a corto plazo. Aunque unos pocos reemplazos aliviaron las agotadas divisiones de Bock durante septiembre, el GEC todavía informó el 1 de octubre de una escasez neta de 80.000 hombres. Como la mayoría de esas bajas irreemplazables eran de infantería, la capacidad de los alemanes para capturar y mantener terrenos se vio seriamente erosionada. Además, la creciente escasez de oficiales y suboficiales de línea de frente también afectó la valía combativa de las unidades alemanas. Por ejemplo, el diario de guerra del GEC observó que, dos meses y medio después de su casi destrucción por las fuerzas de Timoshenko en agosto, la desafortunada 161ª DI continuaba sufriendo bajas innecesarias debido a la carencia de la división de jóvenes oficiales experimentados.

El continuado combate defensivo también impidió al GEC el almacenamiento importante de stocks de municiones. Al rechazar los ataques sobre los ejércitos Noveno y Cuarto, los alemanes habían consumido sus municiones casi tan rápidamente como las sobrecargadas columnas de suministros se las podían entregar. Lo que significaba que el GEC tenía que esperar el suministro de stocks antes de reanudar la ofensiva o continuar operando bajo una amenaza logística siempre sobre-extendida El GEC hizo eventualmente ambas cosas.

Las batallas posicionales del GEC dejaron otras cicatrices menos visibles. Los ataques de Timoshenko al Noveno Ejército interrumpieron el programa de la planificación para enviar las unidades móviles hacia el norte en apoyo del ataque de Leeb sobre Leningrado. También se desarrolló cierto grado de antagonismo de mando entre Bock y Leeb cuando los dos mariscales, con los ánimos exaltados, discutieron sobre la disponibilidad de esas fuerzas. También la relación de mando entre Bock y Guderian estaba permanentemente agriada por discusiones sobre el control y uso de las reservas móviles en el área de Yelnya. Esta creciente fricción entre altos comandantes apenas habría sido posible de no ser por la caída de salud e influencia del mariscal Brauchitsch, comandante en jefe del ejército (quien finalmente sufrió un ataque al corazón el 10 de noviembre). Sin la firme y segura mano de Brauchitsch para arbitrar esas disputas, la coordinación entre los ejércitos alemanes cayó de manera creciente sobre el diletante Hitler. En consecuencia, las extenuantes batallas defensivas de agosto y septiembre ayudaron a llevar esos problemas a un punto culminante.

Saludos cordiales
José Luis
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PARTE VII

Preludio de Invierno.-

Reforzado por elementos panzer del GEC, el GEN de von Leeb avanzó hacia la línea lago Ladoga-río Bolkhov-lago Illmen-colinas Valdai-Demiansk. Este avance desgastó a las fuerzas de tanques e infantería motorizada alemanas, cuyo progreso fue aminorado por un terreno boscoso y pantanoso y por la desesperada resistencia soviética. Los implacables contraataques nocturnos rusos no daban descanso a las exhaustas tropas de asalto alemanas, e incluso los soldados de elite de la división de las Waffen SS, Totenkopf, se quejaban de que la agotadora rutina de atacar de día y defender de noche comenzaba a ser insoportable. No obstante, a principios de septiembre el avance alemán había cortado las comunicaciones terrestres de Leningrado, y las unidades de Leeb se disponían a capturar la ciudad. En este punto, sin embargo, Hitler reafirmó nuevamente su prerrogativa estratégica al ordenar que Leningrado no fuese tomado al asalto. En cambio, el Führer ordenó a las tropas alemanas sitiar Leningrado y dejar que cayera por su propio peso.

En el sur, el cerco de las tropas soviéticas en el saliente de Kiev produjo la más espectacular victoria de Kessel hasta la fecha: 665.000 prisioneros, 824 tanques y 3.018 piezas de artillería habían caído en manos alemanas el 26 de septiembre. Hasta que el caldero de Kiev pudiera ser liquidado por las unidades de infantería de los ejércitos alemanes Segundo y Sexto, las normales y difíciles batallas defensivas fueron combatidas por las divisiones panzer y de infantería formando los anillos envolventes. Al describir los intentos de ruptura soviéticos, Halder escribió el 17 de septiembre que “las unidades enemigas cercadas están rebotando como bolas de billar dentro del anillo cerrado alrededor de Kiev”.

Aún cuando la estrangulación de Leningrado y la destrucción de la bolsa de Kiev estaban en proceso, Hitler, exaltado por el éxito, ordenó el 6 de septiembre reconcentrar a las fuerzas alemanas en el sector del GEC para un tardío ataque sobre Moscú.

La decisión de atacar Moscú no era el producto de una conversación de última hora sobre la perspectiva estratégica de Hitler con sus asesores militares. Pero las inminentes victorias de Leningrado y Kiev habían encendido la imaginación de Hitler, animándole a prever un ataque hacia las profundidades de Rusia. La pieza central de este esfuerzo iba a ser una nueva serie de batallas de Kessel por el GEC que debía destruir a los ejércitos soviéticos antes de alcanzar Moscú. En el sur, el GES del mariscal Rundstedt debía avanzar por el vacío creado por la victoria de Kiev, apuntando hacia Kharkov, Rostov y el área industrial del Donbas. El GEN de Leeb continuaría con el estrangulamiento de Leningrado, mientras que protegería el flanco septentrional del GEC. En la mente de Hitler esas proyecciones estratégicas constituían la fase final triunfal de Barbarroja: el aplastamiento de las últimas fuerzas de campaña del Ejército Rojo, la captura de la capital enemiga y el saqueo de la riqueza económica rusa.

La mayoría de los comandantes alemanes aprobaban el concepto de un ataque sobre Moscú, aunque lo consideraban una operación mucho más precaria de lo que creía un pletórico Führer. Sus preocupaciones se basaban en la reducida capacidad de combate y logística de las fuerzas alemanas, la continuada resistencia del Ejército Rojo y la cercanía de la temporada otoñal de lluvias, todo lo cual aumentaba las probabilidades contra una ofensiva exitosa. Debilitado por las batallas defensivas contra Timoshenko y Zhukov, el GEC, en particular, era incapaz de realizar inmediatas acciones ofensivas a menos que fuese reforzado fuertemente. Pero dado que casi todas las divisiones alemanas en Rusia estaban comprometidas en combates, los refuerzos sólo se podrían reunir retirando unidades de otras zonas del frente y re-desplegándolas en el área del GEC. Semejante proceso causaría enormes dificultades logísticas y de mando, y también consumiría la mayor parte de buen tiempo que quedaba. Hitler, sin embargo, descartaba estas dificultades subrayando displicentemente el 5 de septiembre que el ataque de Moscú “sería posible si se lanzaba dentro de 8-10 días”. (Esta estimación era tan imposiblemente optimista que Halder la descartó inmediatamente como “imposible”).

Así, la segunda mitad de septiembre fue consumida en la movilización de las fuerzas alemanas posicionándolas para la Operación Taifun, el nombre del ataque a Moscú. En total, más de 25 divisiones se incorporaron o se reincorporaron al GEC. Esta maniobra atascó las comunicaciones alemanas a medida que las unidades se entrecruzaban unas con otras por las líneas de suministros. No todas las unidades destinadas para el ataque de Moscú consiguieron concentrarse a tiempo para la fecha de arrancada del 2 de octubre: al 2º Grupo Panzer de Guderian tuvo que dársele un eje de avance independiente y más hacia el sur para acortar su ruta de regreso de las batallas de Kiev, mientras que algunos panzers de regreso del GEN llegaron demasiado tarde para participar en las fases iniciales del ataque. Tan confuso fue el cambio de unidades que el 3º Grupo Panzer de Hoth y el 4º Grupo Panzer de Hoepner realmente intercambiaron todos sus mandos durante el mes de septiembre.

Afortunadamente para los alemanes, los soviéticos poco hicieron para interferir esas preparaciones ofensivas. Las fuerzas del Ejército Rojo opuestas al GEC y GES se encontraban asimismo debilitadas por las batallas de agosto y principios de septiembre, y utilizaron su tiempo para restaurar su propia fuerza.

Sólo en el frente del GEN permanecieron activos los rusos, lanzando una serie de fuertes ataques con la esperanza de romper la horquilla alemana sobre Leningrado. Entre el 18 y el 28 de septiembre, por ejemplo, una ráfaga de ataques soviéticos dobló las débiles líneas del la División Totenkopf de las Waffen SS al sur del lago Illmen. Las bajas alemanas en este combate fueron tan grandes –un batallón SS perdió 889 hombres, incluyendo todos sus oficiales, entre el 24 y el 29 de septiembre- que el comandante de la división avisó el 29 de septiembre que la aptitud combativa de esta unidad estaba en duda. La 30ª División de Infantería, atrincherada a la izquierda de la Totenkopf, se defendió igualmente contra lo que parecía una oleada sin fin de ataques de infantería y tanques rusos. La defensa eficaz estaba plagada de los mismos inconvenientes que había en todas partes: un frente divisional excesivamente ancho (más de 30 kilómetros para la 30ª DI), posiciones defensivas consistentes en una simple línea de trincheras sin profundidad u obstáculos, y ninguna reserva. Después de que la artillería alemana desbaratara varias rupturas rusas, los soviéticos cambiaron su táctica para crear una penetración poco profunda de gran amplitud. Esto no dejó a los alemanes otra opción que cerrar los espacios mediante contraataques, sufriendo grandes bajas al hacerlo. De esta forma, la 30ª DI perdió 31 oficiales y 1.440 hombres en tres semanas de terroríficos combates defensivos.

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“La autoridad del Estado no puede existir como un fin en sí mismo, ya que en tal caso todas las tiranías de la Tierra serían inatacables y quedarían consagradas. Si un Gobierno recurre a la fuerza para llevar a un pueblo a la ruina, la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada ciudadano de ese pueblo” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”).
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PARTE VIII

El avance alemán sobre Moscú comenzó el 2 de octubre e inmediatamente se desarrolló “como un diseño realmente clásico”. Los tres grupos panzer alemanes rompieron a través de las defensas soviéticas y cercaron a más de seis ejércitos soviéticos en dos grandes calderos en Vyazma y Bryansk. Esas bolsas produjeron más de 550.000 prisioneros en la tercera semana de octubre. Como en las anteriores batallas de Kessel, las unidades alemanas lucharon muchos improvisados combates defensivos para contener a las divisiones atrapadas del Ejército Rojo. Sin embargo, los ataques de liberación soviéticos desde el exterior de las bolsas no pudieron materializarse. Las pinzas alemanas habían cerrado al grueso de las unidades de combate rusas que defendían Moscú, y las pocas que permanecían fuera de las bolsas estaban atareadas formando una nueva línea defensiva en frente de la capital soviética. Estos éxitos animaron tanto a Halder que el jefe del estado mayor del OKH predijo en su diario el 8 de octubre que “con una dirección de batalla razonablemente buena (es decir, sin ninguna interferencia fatal de Hitler) y un tiempo moderadamente bueno, no podemos sino tener éxito en cercar Moscú”. El optimismo de Halder tuvo eco en Otto Dietrich, jefe de prensa del Reich, quien anunció el 9 de octubre que “desde cualquier punto de vista militar, la Unión Soviética está acabada”.

El optimismo que siguió a las batallas de Vyazma y Bryansk era prematuro. Las lluvias comenzaron fuertemente el 7 de octubre y continuaron durante lo que quedaba del mes, convirtiendo el campo ruso en un lodazal, y ahogando las operaciones ofensivas del GEC. Las fuerzas alemanas continuaron golpeando hacia delante en una y otra parte, con progresos tácticos hechos con gran dificultad. Sin embargo, el barro paralizó el sistema logístico alemán, que dependía por completo de vehículos motorizados y a caballo para traer los suministros desde las cabezas de ferrocarril. Aunque la temporada de barro también obstaculizaba las operaciones soviéticas, los rusos disfrutaban de dos grandes ventajas sobre sus enemigos: una línea de comunicaciones más corta y una red ferroviaria casi intacta. La pausa que la lluvia impuso suspendiendo las operaciones mayores durante cinco semanas cruciales en octubre y noviembre trabajó, de esta forma, a favor de los soviéticos. Cuando los ataques alemanes sobre un terreno completamente helado se reanudaron el 14 de noviembre, el camino hacia Moscú estaba nuevamente atrancado por fuerzas frescas rusas y formidables trabajos defensivos.

En la parte meridional del frente, el GES del mariscal Rundstedt sostuvo con éxito su avance ofensivo. El Primer Ejército Panzer del general Kleist formó la vanguardia del ataque meridional y avanzó rápidamente por la costa del Azov hacia Rostov. La lluvia, el barro y los contraataques soviéticos aminoraron el avance de los ejércitos Decimoséptimo y Sexto, que estaba alineado sobre el flanco septentrional de Kleist, y que desembocó con la vanguardia blindada alemana perdiendo virtualmente el contacto con las fuerzas de infantería escalonadas en su retaguardia. A pesar de su progreso, Rundstedt dudaba de la capacidad alemana para destruir las fuerzas restantes del Ejército Rojo que se le enfrentaban, y de alcanzar los objetivos territoriales demasiado lejanos que pedía Hitler. Rundstedt urgió en vano que fueran acortadas las operaciones alemanas en el frente meridional.

El 20 de noviembre el III Cuerpo Panzer alemán tomó Rostov, capturando intacto un puente sobre el río Don que conducía a las regiones petrolíferas del Cáucaso, codiciadas por Hitler. Inmediatamente, los contraataques rusos comenzaron a rasgar el saliente alemán en Rostov desde tres lados, mientras otras fuerzas del Ejército Rojo penetraron el espacio entre el Primer Ejército Panzer y el Decimoséptimo Ejército. El 28 de noviembre, con las energías ofensivas del GES exhaustas y sin ningún propósito estratégico válido para mantener Rostov en una arriesgada batalla defensiva contra fuerzas soviéticas superiores, Rundstedt ordenó al Primer Ejército Panzer retirarse al río Mius, donde podía consolidarse una línea defensiva de invierno. Este propósito era militarmente prudente y conforme a la tradición defensiva alemana de conservar la fuerza de combate mientras no se defendía ningún terreno de su propio interés.

Sin embargo, Hitler no se acercaba a los problemas estratégicos en la forma tradicional. En la mente del dictador alemán, el valioso prestigio de mantener Rostov era más importante que cualquier riesgo que las fuerzas alemanas tuvieran que soportar para mantenerlo. El 30 de noviembre, tras una virulenta discusión con Brauchitsch, Hitler contraordenó la retirada de Rundstedt al ordenar a las fuerzas alemanas que resistieran y combatieran en el Don. Ofendido por esta interferencia en su mando, Rundstedt solicitó ser relevado. Hitler aceptó inmediatamente la petición de Rundstedt y nombró a von Reichenau nuevo comandante del GES.

Sin embargo, el cambio de liderazgo en el grupo de ejércitos no alteró la situación táctica en Rostov. La presión rusa contra el Primer Ejército Panzer desbordó los intentos de Reichenau de mantener las posiciones defensivas delanteras, y el 1 de diciembre Hitler permitió al GES retirarse a la línea defensiva del Mius, que era la posición que Rundstedt había pretendido desde el principio. Sobre la terquedad e interferencia de Hitler, Halder anotó con deprimente satisfacción que “estamos ahora donde podíamos haber estado la última noche. Fue una pérdida absurda de tiempo, y para colmo, también perdimos a Rundstedt”.

Los esfuerzos defensivos del Primer Ejército Panzer en Rostov y durante la retirada a la línea del río Mius fueron desgarradores. De hecho, la retirada combativa del ala meridional alemana pudo acabar desastrosamente de no haber sido por los fuertes ataques de la Luftwaffe contra los atacantes soviéticos. El ejército panzer de Kleist estaba compuesto casi enteramente de formaciones de infantería motorizada y blindada que, como ya se explicó previamente, estaban inherentemente menos capacitadas para defender el terreno de lo que lo estaban las divisiones de infantería alemanas. Este problema se exacerbó con la creciente aparición de los nuevos tanques soviéticos T-34, contra el que los tanques y cañones antitanque alemanes poco podían hacer. En un caso la 60ª División de Infantería Motorizada alemana vio algunos de sus Pak literalmente “aplastados” por los T-34 durante el combate defensivo dentro de la misma Rostov.

Además, las fuerzas alemanas mantenían un frente defensivo excesivamente ancho y lo hacían con unidades que estaban muy reducidas en fuerza. El III Cuerpo Panzer, por ejemplo, inicialmente defendía su largo perímetro de 100 kilómetros alrededor de Rostov solamente con una división panzer y dos divisiones motorizadas. Los ataques rusos, caracterizados por Halder como “bien llevados” y “numéricamente muy superiores”, infligieron grandes bajas a estas unidades alemanas débilmente extendidas. El 22 de noviembre, por ejemplo, la 16ª División Panzer sólo pudo reunir 350 fusileros en sus posiciones defensivas guardando el flanco alemán al norte de Rostov. Los fuertes ataques soviéticos costaron a uno de los debilitados batallones de infantería de la 16ª DP setenta hombres en un día, pérdida que diezmó la unidad. La temperatura, que bajó a más de -20ºC, disminuyó el valor de los obstáculos de los arroyos y ríos al congelarlos, y puso el terreno tan duro que las posiciones defensivas sólo se podían abrir con explosivos.

Finalmente la retirada de las fuerzas alemanas a la línea del Mius fue temporalmente interrumpida por la orden de Hitler de “resistir y combatir”. Esta orden llegó a las unidades de vanguardia alemanas después de que ya hubiera comenzado la retirada, provocando de esta forma una considerable confusión durante los dos días siguientes, ya que las fuerzas de combate y las unidades de servicio de retaguardia comenzaron a enredarse en marchas y contramarchas.

Al final de la primera semana de diciembre, el GES había establecido una línea defensiva de invierno que iba en general desde el norte del río Mius a lo largo del río Donest. De igual forma, las posiciones del GEN se habían estabilizado en un vasto saliente que se extendía desde Leningrado hacia el este hacia Tikhvin, y luego hacia el sur al lago Illmen y las colinas Valdai. Las líneas del grupo de ejércitos de Leeb caían cerca del objetivo marcado por Hitler de conectar con los finlandeses, pero no se podían esperar acciones ofensivas posteriores. Solamente en la parte central del frente conservaban los alemanes esperanzas de un éxito ofensivo posterior.

El GEC de Bock se lanzó hacia delante el 15 de noviembre en un último y desesperado esfuerzo contra Moscú. Este ataque había colisionado inmediatamente con las preparadas defensas soviéticas ocupadas por nuevos ejércitos rusos reforzados. Acosada por un deficiente sistema logístico, extrema escasez en personal y equipo, y la llegada del cruel tiempo invernal, la ofensiva alemana consiguió poco progreso. Aunque Hitler urgió desaforadamente a Bock a llevar a cabo profundos envolvimientos, el hecho era que los ejércitos del GEC habían menguado tanto en fuerza y movilidad que sólo se podían montar ataques frontales. Al finalizar el mes, las unidades alemanas habían alcanzado el límite de su aguante. Aunque los mapas en el cuartel general de Hitler representaban todavía una gran ofensiva, en el frente los esparcidos y débiles ataques de las unidades alemanas se asemejaban cada vez más a los propios espasmos de un animal moribundo.

Incluso antes de que sus esperanzas de capturar Moscú murieran totalmente, los planificadores alemanes se apresuraron en calibrar las necesidades para amplias operaciones defensivas durante el invierno ruso. Cualquiera que fuera el resultado de las batallas de Moscú, los ejércitos alemanes en Rusia serían incapaces de conducir nuevas operaciones ofensivas hasta la siguiente primavera. Consecuentemente, ya que parecía evidente que no iba a ocurrir ningún colapso o capitulación soviética, los oficiales de estado mayor alemanes concentraron sus esfuerzos para planificar una defensa de invierno en el frente ruso.

Ya el 19 de noviembre, con la operación Taifun en pleno movimiento, Hitler había consultado con sus asesores militares la construcción de un “muro este” como línea defensiva, pero el dictador aplazó cualquier decisión hasta una fecha posterior. Cuatro días más tarde, Halder discutió sobre la construcción de una línea defensiva de retaguardia y fortificaciones con el jefe de estado mayor del GEC, general Hans von Greiffenberg. El 29 de noviembre, después de un repaso a la situación en el Frente Oriental con el jefe de la Sección de Operaciones del Estado Mayor General, Halder autorizó la preparación de órdenes para una defensa de invierno general. Redactada en la siguiente semana, esta orden se convirtió en la Directiva 39 del Führer, firmada por Hitler el 8 de diciembre.

La Directiva 39 del Führer se asemejaba al astuto plan de 1917 de retirada a la Línea Hindenburg que había inaugurado la Defensa Elástica alemana. Aunque elaborada en términos estratégicos, la Directiva 39 del Führer (y las instrucciones para su implantación del Alto Mando del Ejército que la acompañaban) seguía en general los principios tradicionales de defensa elástica en profundidad. Brauchitsch fue encargado de designar la línea defensiva de invierno. A su discreción, esta línea podía ser situada en la retaguardia de las posiciones actuales alemanas, aunque las fortificaciones de la retaguardia debían ser preparadas antes de cualquier retirada táctica. (Significativamente, a la luz de los hechos posteriores, esto demostraba una buena voluntad inicial incluso por parte de Hitler de renunciar al terreno que no contribuyera materialmente a los objetivos alemanes). La línea defensiva misma debía estar defendida con el mínimo de fuerzas, permitiendo a las unidades de combate –y especialmente a las divisiones motorizadas y blindadas- ser reorganizadas en posiciones de reserva más atrás en la retaguardia. Esas áreas de reserva y rehabilitación debían estar situadas cerca de las líneas del frente para facilitar el rápido refuerzo de los sectores amenazados. Las posiciones defensivas debían estar situadas para una óptima eficacia defensiva y un confortable acuartelamiento de tropas. Además, para proporcionar una adicional profundidad defensiva, la orden ponía énfasis en la construcción de posiciones defensivas de retaguardia, usando toda la fuerza que pudiera ser eunida.

La Directiva 39 del Führer fue históricamente significante porque implícitamente concedió que los ejércitos alemanes habían fracasado en conseguir los objetivos estratégicos de Barbarroja. La Unión Soviética, a pesar de sufrir enormes pérdidas en las batallas de verano y otoño, no había sido conquistada en una “simple campaña relámpago”. Moscú, tardíamente llamado un objetivo operacional culminante, permaneció más allá del alcance alemán. La Directiva 39 del Führer culpaba de esos fracasos al prematuro tiempo invernal y a las resultantes dificultades de suministro. Más crucial, sin embargo, fue la enorme reducción de la capacidad de combate alemán. Los esfuerzos ofensivos de los cinco meses anteriores habían socavado tanto la fuerza alemana que sus unidades se habían vuelto no aptas para cualquier tipo de combate, ofensivo o defensivo.

En una situación análoga a la encontrada por los aliados en 1918 tras las ofensivas de Ludendorff, los contraataques soviéticos revelaron que las unidades alemanas apenas eran capaces de mantener el terreno que recientemente habían conquistado. Los soldados del Ejército Rojo, poniendo a prueba las líneas exteriores de Moscú con contraataques locales, descubrieron para su sorpresa que la resistencia alemana era muy irregular. Explotando los éxitos tácticos, estos contragolpes soviéticos crecieron gradualmente en alcance e intensidad. Al principio de diciembre, la STAVKA había reconocido la fragilidad de la posición alemana y lanzó todas sus fuerzas disponibles en una contraofensiva general. Al comenzar el 6 de diciembre este contragolpe rompió el frente alemán y creó la mayor crisis estratégica con que se habían enfrentado los alemanes en la guerra.

Así, la Directiva 39 del Führer, aunque significativa al reflejar las intenciones defensivas alemanas, fracasó en tener algún efecto real sobre la conducción de las operaciones de invierno del Ejército alemán. En tanto que la orden defensiva de invierno alemana asumía una transición deliberada y llevadera a una defensa posicional, los contraataques soviéticos ya estaban obligando a las unidades alemanas a una retirada precipitada. Tardíamente emitida el 8 de diciembre, la orden defensiva alemana se había visto desfasada por los acontecimientos. Como en las batallas defensivas de Barbarroja en su avance hacia el este, las tácticas defensivas de invierno alemanas tuvieron que ser dictadas más por las condiciones locales que por lo prescrito en la doctrina.

Saludos cordiales
José Luis
“La autoridad del Estado no puede existir como un fin en sí mismo, ya que en tal caso todas las tiranías de la Tierra serían inatacables y quedarían consagradas. Si un Gobierno recurre a la fuerza para llevar a un pueblo a la ruina, la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada ciudadano de ese pueblo” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”).
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PARTE IX

STANDIGN FAST (MANTENERSE FIRME)

El Alto Mando alemán tardó mucho en apreciar la magnitud de la contraofensiva soviética de invierno. Semanas antes de la arremetida soviética, las unidades alemanas habían estado reportando incesantes contraataques enemigos durante su propio avance hacia Moscú. Esos contraataques se volvieron tan habituales que los analistas alemanes fracasaron en reconocer inmediatamente el cambio ruso de contraataques locales a una contraofensiva general. Dado que los alemanes aparentemente habían descartado sus propias operaciones ofensivas a gran escala debido a las fuertes bajas, dificultades de suministro, y a las malas condiciones del tiempo, supusieron que los rusos harían lo mismo. De hecho, el anejo que apoyaba la Directiva 39 del Führer descartaba la capacidad soviética para montar no más que ataques limitados durante el siguiente invierno.

Los jefes alemanes también subestimaron la lamentable debilidad de sus propias unidades. La ofensiva Taifun había sobre-extendido los ejércitos alemanes en el este, y sus gastadas divisiones yacían esparcidas desde Leningrado a Rostov. Como un desanimado Guderian escribió el 8 de diciembre: “Estamos enfrentados con el triste hecho de que el Mando Supremo se ha sobrepasado al negarse a creer nuestros informes sobre el incremento de la debilidad de las tropas. [He decidido] retirarme a una línea previamente escogida y relativamente corta que espero seré capaz de mantener con lo que me queda de mis fuerzas. Los rusos nos están persiguiendo muy de cerca y debemos esperar que ocurran desgracias”.

El peligro más inmediato se cernía sobre el frente del GEC. Comprometidas en una acción ofensiva hasta que se estancó por el contragolpe soviético, las divisiones del grupo de ejércitos del mariscal Bock habían preparado pocos trabajos defensivos. El 8 de diciembre –el mismo día en que por propia iniciativa Guderian había ordenado el comienzo de la retirada de su Segundo Ejército Panzer- Bock llegó a la conclusión de que su grupo de ejércitos era incapaz de frenar una contraofensiva fuerte. Las fuerzas más expuestas eran los grupos panzer 3º y 4º al norte de Moscú y el Segundo Ejército Panzer de Guderian al sur de la capital rusa. Ocupando los salientes formados durante la operación Taifun, esas expuestas divisiones motorizadas y blindadas experimentaron una cruel inversión. Una vez más el éxito ofensivo se había convertido en un peligro defensivo para los panzers, pues las formaciones más fuertemente acosadas por los ataques soviéticos eran también las menos capaces de sostener una defensa posicional.

Cogidos por sorpresa por la contraofensiva soviética, los alemanes carecían de un verdadero concepto para abordar la deteriorada situación del frente central. Halder escribió en su diario que: “El Mando Supremo (Hitler) no es consciente de la condición en que están nuestras tropas y se contenta con miserables remiendos donde sólo grandes decisiones podían ayudar. Una de las decisiones que debería ser tomada era la retirada del GEC...”. Pero agraviado con la prematura retirada del GES en Rostov, Hitler no deseaba tolerar ninguna retirada semejante. Las contramedidas alemanas durante las dos primeras semanas de la ofensiva rusa eran una reminiscencia de las desesperadas “medidas a medias” tomadas durante las crisis defensivas de verano en Yelnya y Toropets: pequeñas retiradas locales e intentos poco sistemáticos para contener las rupturas soviéticas. Por ejemplo, la precipitada retirada de las asediadas divisiones del Segundo Ejército Panzer desde el área este de Tula fue hecha bajo la propia iniciativa de Guderian y no como parte de un plan general coordinado.

Aunque estas medidas redujeron la inmediata probabilidad de que las unidades expuestas fuesen aisladas y destruidas, el problema estratégico fundamental alemán no fue considerado. Las débiles líneas de las agotadas tropas alemanas parecían estar al borde del colapso, había pocos refuerzos disponibles, y las insignificantes contramedidas locales simplemente invitaban a un peligro mayor. Por ejemplo, a medida que las fuerzas de Guderian estaban retrocediendo desde Tula, los espacios abiertos entre sus unidades permitieron la invasión de fuertes fuerzas rusas en la retaguardia alemana. Luego, entre el 9 y el 15 de diciembre, un masivo ataque soviético sobre el flanco derecho de Guderian invadió y virtualmente aniquiló a las divisiones de infantería 45ª, 95ª y 134ª del Segundo Ejército alemán. Esta destrucción completa de divisiones alemanas no tenía precedente en la IIGM y era un inconfundible augurio de inminente desastre. En la tercera semana de diciembre, profundas penetraciones soviéticas a ambos flancos del grupo de ejércitos de Bock amenazaban con desatar un doble envolvimiento de todo el frente central alemán. Después de recorrer las escindidas líneas alemanas, un enfermo mariscal von Brauchitsch confesaba a Halder que él “no veía ninguna manera de sacar al Ejército de su actual aprieto”.

De hecho, sólo dos alternativas ofrecían una vía de escape de la crisis cada vez mayor. Una opción era llevar a cabo una retirada a gran escala, intentando que las fuerzas alemanas pudieran consolidar una línea defensiva de retaguardia antes de que el ejército perseguidor ruso le infligiera pérdidas decisivas. La otra opción era mantenerse firme y erosionar los ataques soviéticos en sus posiciones actuales. Ninguna de las dos garantizaba el éxito, y cada una de ellas estaba cargada de considerable riesgo.

Una retirada de invierno costaría a los alemanes una gran parte de su artillería y equipo pesado, que tendría que ser abandonado por falta de transporte. Por culpa de la indecisión de Hitler en noviembre, no había sido preparada ninguna línea defensiva de retaguardia “muro del Este”; por tanto, una retirada prometía una escasa mejora de la situación táctica de la que los alemanes ya estaban enfrentados. Como ya había mostrado el frente de Guderian al sur de Moscú, las operaciones retrógradas podían fácilmente conducir incluso a una crisis todavía mayor si el enemigo era capaz de cargar entre las columnas alemanas en retirada. Finalmente, una retirada a través del invierno ruso evocaría la sombra de la Grande Armée de Napoleón en 1812. Aunque la moral en las reducidas divisiones alemanas todavía permanecía generalmente intacta a pesar de las duras condiciones, los oficiales alemanes se acordaban temerosamente entre sí del repentino colapso moral que había convertido la retirada francesa en una desbandada casi siglo y medio antes.

La alternativa resultaba incluso más desesperada. Una defensa continua desde las posiciones actuales sólo podía tener éxito si la resistencia defensiva alemana excedía a la resistencia ofensiva rusa, una débil expectativa si se consideraba el agotador estado de las fuerzas alemanas. Las oportunidades de éxito eran mejores en los flancos extremos septentrional y meridional, donde los trabajos del sitio de Leningrado y la línea del río Mius ofrecían alguna protección. Entre esos dos extremos, sin embargo, una defensa de mantenerse firme seguramente costaría a los alemanes grandes pérdidas. La ausencia de reservas y la falta de profundidad defensiva garantizaban que algunas unidades serían arrolladas o aisladas durante el invierno. Además, este tipo de acción hipotecaba la posibilidad de una nueva ofensiva alemana en el sector central la siguiente primavera o a comienzos del verano, toda vez que las divisiones sobrevivientes del GEC necesitarían ser sustancialmente reconstruidas.

Condicionados por su entrenamiento profesional de tomar cuidadosamente riesgos y conservar fuerzas para futuros requerimientos, los comandantes alemanes y los oficiales de estado mayor preferían los peligros potenciales de una retirada de invierno a los peligros ciertos de mantenerse firme. Guderian, por ejemplo, comentaba: “una rápida y amplia retirada a una línea donde el terreno fuera adecuado a la defensa... (sería) la mejor y más económica forma de rectificar la situación”, mientras que Brauchitsch y Halder acordaban que “el GEC debe tener la libertad de retirarse......como lo requiera la situación”. Anticipando que pudiera ocurrir este tipo de acción, unidades de trabajo alemanas y civiles rusos fueron apresuradamente presionadas para trabajar en una línea defensiva de retaguardia corriendo desde Kursk por Orel hasta Gzhatsk.

Una vez más, Adolfo Hitler desbarató los planes de sus asesores militares. Hitler observaba la desintegración del frente alemán con gran consternación y se convenció de que toda retirada simplemente daría ímpetu a la ofensiva rusa. El 16 de diciembre telefoneó a Bock para que el GEC cesara en toda retirada y defendiera sus posiciones actuales. Los soldados alemanes no darían “ni un simple paso atrás”. La misma noche, en una tardía conferencia, Hitler extendió la orden de mantenerse firme a todo el Frente Oriental. Una retirada general, declaró, está “fuera de cuestión”.

Citando información recogida por su ayudante personal, el coronel Rudolf Schmundt, Hitler subrayó las desventajas de una retirada: las unidades alemanas tenían que sacrificar artillería y equipo valioso con cada retirada, no había ninguna línea preparada a la cual pudieran retirarse las fuerzas alemanas, y “la idea de preparar posiciones de retaguardia” llevaba a una “absurda tontería”. Además, argüía Hitler, los intentos de crear posiciones de retirada debilitaban la resolución de las fuerzas de combate al sugerir que las posiciones actuales eran prescindibles. Todos estos argumentos eran al menos parcialmente correctos, aun cuando los altos oficiales militares prefirieran descartarlos.

Sin embargo, las racionalizaciones de Hitler fueron más allá. En contra de la visible evidencia, Hitler insistía en que los rusos estaban al borde del colapso después de sufrir entre 8 y 10 millones de bajas militares (estimación que excedía casi un 100% el número real de bajas rusas). La artillería del Ejército Rojo, decía, estaba tan diezmada por las pérdidas que ya no existía como un arma efectiva, afirmación para la que no había evidencia de ninguna clase. Hitler afirmaba que la única ventaja del enemigo era un número superior de soldados, ventaja que no tenía ningún valor real puesto que “no eran tan buenos como los nuestros”. En una extraña doblez de lógica, Hitler incluso argüía que los frentes enormemente anchos defendidos por las divisiones alemanas demostraban la debilidad del enemigo, pues de lo contrario los soviéticos ya habrían explotado esta vulnerabilidad en mayor grado del que ya habían realizado.

Otro factor mayor que afectó la decisión de Hitler no fue nombrado por el dictador. Se dice que los tiranos no temen otra cosa con más pánico que el ridículo, y Hitler temía el bochorno que la retirada causaría al prestigio militar del Reich, y al suyo propio. Además, el 11 de diciembre imprudentemente había declarado la guerra a los EE.UU., una acción que inevitablemente aumentaba los problemas militares de los alemanes. Bajo esas circunstancias, el espectáculo de los ejércitos alemanes en una inusual retirada ante los sub-humanos (Untermenschen) rusos constituiría un tremendo golpe para la credibilidad de Hitler. Por tanto, los soldados alemanes fueron exhortados a una “fanática resistencia sin mirar a los flancos ni a la retaguardia”.

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PARTE X

Habiendo rechazado las recomendaciones de sus asesores militares, Hitler decidió eliminar de una vez por todas a los altos militares que estaban poco dispuestos a colaborar. Esto no sólo acabaría con el tira y afloja entre Hitler y el Alto Mando del Ejército sobre estrategia militar, sino que también satisfaría el deseo de Hitler de poner freno a la perdurable independencia del cuerpo de oficiales del ejército alemán.

Adolf Hitler sentía una desconfianza irracional hacia los militares aristócratas y apolíticos que mantenían la mayor parte de las altas posiciones en el ejército alemán. Su distanciamiento profesional e indiferencia política habían irritado a Hitler desde hacía tiempo, y los veía como obstáculos de su propia visión estratégica y de su poder personal…..

El mariscal von Brauchitsch, comandante en jefe del ejército, estaba entre los primeros en seguir el retiro de Rundstedt. Debilitado por un ataque al corazón en noviembre, Brauchitsch carecía del valor moral y fortaleza física para resistir las interferencias del Führer. Hitler no ocultó su creciente desdén por el enfermo mariscal, sometiéndolo a humillaciones públicas y tratándolo como un “recadero”. El 19 de diciembre, finalmente, Hitler sustituyó a Brauchitsch y él mismo ocupó su lugar.

Más tarde se refería al antiguo comandante en jefe (al que culpaba, junto con otros, del fracaso de Barbarroja) dirigiéndose a su círculo más próximo como “un vanidoso e infeliz cobarde, incapaz de evaluar la situación y mucho menos conducirla. Por su constante interferencia y su constante desobediencia había arruinado completamente todo el plan para la campaña oriental”.

Para justificar su propio nombramiento como comandante en jefe de la Wehrmacht, Hitler comentó a Halder que nadie como él estaba preparado para imbuir al ejército del espíritu del Nacionalsocialismo que necesitaba. Con esta nueva situación los oficiales que se atrevieran a criticar u oponerse a las órdenes de Hitler lo harían a su vez contra el juramento de lealtad que le prestaron previamente al comienzo de la guerra, y se expondrían a su relevo o a algo peor.

Los siguientes en caer fueron von Bock (el 20 de diciembre), que se empeñaba en vaticinar el desastre si no se procedía a la retirada; Guderian, tras una tormentosa entrevista con Hitler, el 26 de diciembre. El general Hoepner, igual que Guderian un agresivo líder de panzers, fue sumariamente relevado de su mando (después de ordenar una retirada para evitar el cerco de sus unidades) y rebajado de rango y privilegios, incluyendo el derecho a llevar su uniforme. Strauss, el comandante del Noveno Ejército que había dirigido la defensa contra el ataque de Timoshenko en agosto y septiembre, fue destituido por sus informes pesimistas. El mariscal von Leeb, comandante del GEN, cayó en la misma desgracia el 17 de enero. Además de los peces gordos, Hitler relevó a más de 30 generales y otros oficiales de alta graduación que habían sido comandantes de cuerpo, de división y oficiales superiores de Estado Mayor.

En contrapartida, Hitler promovió a oficiales de lealtad incuestionable, como el general Model (de claras simpatías nazis) o el mariscal von Reichenau. Model sustituyó a Strauss como comandante del Noveno Ejército, y Reichenau a Rundstedt como comandante del GES, dejando su antiguo puesto como comandante del Sexto Ejército al general de estado mayor von Paulus, que sería en Stalingrado un ejemplo perfecto del acatamiento de órdenes y de la obediencia ciega. Hitler promovió a Schmundt a general y lo colocó como jefe de personal del ejército. Todos estos cambios afectaron a la operativa militar en tres aspectos.

Primero, la destitución de tantos comandantes de campo en mitad del desesperado combate defensivo interrumpió la continuidad de las operaciones alemanas. Los nuevos jefes, que normalmente llevaban con ellos nuevos jefes de estado mayor, necesitaban de un período de ajuste antes de ejecutar sus nuevas tareas con total confianza. De hecho, algunos de los reemplazos no pudieron realizar ajustes en absoluto. El general Kübler, que reemplazó al mariscal von Kluge como comandante del Cuarto Ejército cuando éste sustituyó a Bock, encontró la estrategia de mantenerse firme de Hitler completamente intolerable, y solicitó su propio relevo casi un mes después de asumir el mando. El efecto neto de toda esta confusión fue minimizar las iniciativas audaces en el frente y conceder por defecto, virtualmente, todo el control operacional y estratégico al Führer.

Segundo, al eliminar a aquellos oficiales que habían tenido la temeridad de desafiar los puntos de vista estratégicos de Hitler, se silenció una importante fuente de asesoramiento y valoración. Para el resto de la guerra la crítica responsable contra los designios de Hitler fue silenciada con amenazas de castigo. Por tanto, durante los tres años siguientes, la estrategia militar alemana se tambaleó de desastre en desastre debido principalmente al castigo o intimidación de Hitler sobre aquellos que tenían el valor, la habilidad y el juicio más calificado para actuar como asesores independientes.

Por último, al trasladar a tantos jefes y al introducirse él mismo en la cadena de mando como comandante en jefe del Ejército, Hitler alteró profundamente la filosofía de mando del Ejército alemán. Durante generaciones, los comandantes de los ejércitos prusiano y alemán habían sido enseñados para dirigir operaciones de acuerdo con la doctrina de Auftragstaktik. Este principio obligaba a los comandantes a dar directivas amplias a sus subordinados, a quienes luego se les permitía la máxima flexibilidad para llevarlas a la práctica. Los jefes superiores confiaban implícitamente en el criterio de sus subordinados, y las operaciones alemanas se caracterizaban por un grado de imaginación, flexibilidad e iniciativa mostradas por muy pocos otros ejércitos. Tan profundamente arraigada estaba esta filosofía que las acciones contrarias a las órdenes fueron rara vez consideradas como desobediencia, sino más bien como una laudable actitud de iniciativa y agresividad. De acuerdo con el aforismo militar alemán, las mulas deberían ser enseñadas a obedecer pero se esperaba que los oficiales supieran cuando desobedecer.

La insistencia rígida y autoritaria de Hitler sobre la ejecución literal de todas las órdenes corrompió el Auftragstaktik. Que Hitler, el “cabo bohemio”, no comprendiera este sistema o, más probablemente, no tuviera paciencia para ello, fue demostrado al principio en la campaña de Barbarroja. Halder diagnosticó el estilo de liderazgo de Hitler como carente de “esa confianza en los mandos ejecutivos que es uno de los rasgos más esenciales de nuestra organización de mando, y es así porque no consigue aprovechar la fuerza coordinada que nace de la educación común de nuestro Cuerpo Dirigente”.

El daño hecho a la filosofía de mando alemán no se limitó sólo a los escalones superiores. El estilo agobiante y orientado a la obediencia de Hitler fue transmitido al ejército alemán para que las operaciones a todos los niveles sufrieran sus efectos agobiantes. Los comandantes de campo superiores alemanes, ellos mismos responsables ante el implacable Führer, estaban así presionados para controlar más de cerca las operaciones de sus propios subordinados. Este proceso corrosivo estaba instigado por dos rasgos del campo de batalla de la IIGM. El primero era la moderna comunicación por radio, que permitía a los altos comandantes dirigir incluso acciones de combate remoto. Esto no invitaba solamente a una mayor interferencia, sino que generaba timidez en los niveles más bajos al condicionar a los subordinados a buscar la ratificación de sus superiores antes de actuar. Segundo, la carencia crónica de unidades de reserva –circunstancia particularmente dominante en el Frente Oriental- redujo la capacidad de los altos comandantes para rectificar los errores de sus subordinados y de esta forma animó a la centralización de la dirección de batalla en los niveles más altos.

Los líderes alemanes fueron, por tanto, conducidos a un estilo de mando cada vez más centralizado. La insistencia de Hitler en la obediencia literal restó independencia desde arriba, y la falta de reservas redujo la libertad de iniciativa desde abajo. El resultado fue una decadencia en la flexibilidad que había sido tradicional en los ejércitos alemanes desde hacía un siglo.

Puesto que la flexibilidad operacional real ya no existió en el ejército alemán desde el invierno de 1941-1942 en adelante, las acciones defensivas alemanas en el campo de batalla ruso se vieron adversamente afectadas. Las órdenes de Hitler al ejército alemán de mantenerse firme establecieron el marco de la estrategia defensiva alemana.

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PARTE XI

La defensa de puntos fuertes: Orígenes.-

A nivel táctico, la práctica defensiva alemana durante el invierno de 1941 fue dictada por la orden de mantenerse firme de Hitler, la tremenda debilidad de las tropas alemanas y la crudeza del tiempo invernal ruso. Estos tres factores obligaron a los alemanes a utilizar un sistema defensivo que mayoritariamente consistía en una cadena de puntos fuertes conectados flexiblemente y apoyados por reservas locales. La defensa de puntos fuertes no tenía precedentes en la doctrina alemana de preguerra y era, de hecho, una improvisación total para afrontar las circunstancias particulares existentes en el momento. Como reportó la 197ª División de Infantería al final del combate de invierno: “Un despliegue del estilo de puntos fuertes sólo puede ser un recurso (Notbehelf) de emergencia, especialmente contra los métodos de combate de los rusos con su habilidad para la penetración e infiltración. Sobre las bases de su entrenamiento previo, el soldado alemán no está preparado para una defensa estilo puntos fuertes”.

Aunque algunos alemanes representaron más tarde la defensa de puntos fuertes como un sagaz método de ralentizar a un enemigo superior controlando confluencias de carreteras, un éxito semejante fue en gran medida fortuito. La defensa de puntos fuertes era, por encima de todo, una táctica de debilidad. Los comandantes alemanes no escogieron combatir desde puntos fuertes situados en las aldeas debido a un ingenioso cálculo de las vulnerabilidades soviéticas. Más bien, la defensa de invierno alemana se concentró en los pueblos porque Hitler había prohibido las retiradas voluntarias y porque las divisiones alemanas eran demasiado débiles para mantener una línea continua, y, finalmente, porque el tiempo invernal fustigaba a las desprotegidas unidades alemanas que intentaban resistir a campo abierto.

Cuando los ejércitos alemanes en el Frente Oriental comenzaron operaciones defensivas a principios de diciembre, no esperaban una contraofensiva mayor inmediata soviética. Por tanto, la mayoría de las divisiones alemanas se desplegaron en una débil defensa lineal similar a la utilizada por las unidades del GEC en las batallas defensivas de agosto y septiembre. Al carecer de profundidad y de las reservas de una verdadera Defensa Elástica, esta formación lineal simplemente extendía a las unidades de vanguardia alemanas en una apariencia de frente defensivo continuo. Tal despliegue sólo podía servir para evitar infiltraciones a gran escala o, en el mejor de los casos, para rechazar ataques locales. La 31ª División de Infantería, defendiendo un amplio sector divisional al sudoeste de Moscú, “tenía que volver más o menos a la antigua Táctica Lineal (pre-1917) y tenía que renunciar a un despliegue defensivo en profundidad” debido a la carencia de fuerzas. La principal línea de resistencia de la división consistía en “un débil anillo de puestos de centinelas de infantería con grandes áreas desprotegidas entre ellos” que se mantuvieron unidos por los pocos cañones de artillería que le quedaban a la división. Las posiciones de los cañones de artillería, equipadas como pequeños reductos de artillería, proporcionaron la única profundidad defensiva.

La contraofensiva soviética arrolló completamente esta endeble línea defensiva alemana, y las unidades alemanas que no fueron destruidas totalmente cambiaron rápidamente a posiciones de retaguardia en una serie de batallas móviles contra las fuerzas superiores del Ejército Rojo. La 31ª DI, con su sector en calma hasta el 14 de diciembre, vio sus líneas de frente perforadas en ese día por varios ataques soviéticos. Cuando las reservas alemanas fracasaron en restablecer el frente de la división, la 31ª DI, como la mayoría de las unidades alemanas en la parte central del Frente Oriental, comenzó una retirada combativa con la esperanza de restablecer una defensa lineal más lejos en la retaguardia.

Lastimosamente debilitados en hombres y poder de combate, y generalmente inferiores a los rusos en movilidad campo traviesa, a los alemanes les resultó difícil romper el contacto con el enemigo y moverse sin problemas por el paisaje congelado. Las compañías y batallones de la infantería alemana estaban tan debilitadas que no podían subdividirse para crear guardias de retaguardias. Como consecuencia, todo un batallón (en la mayoría de los casos apenas llegaba a ser una compañía de fusiles) normalmente tenía que permanecer en su lugar para cubrir al resto de un regimiento en su retirada. La perspectiva para esas unidades que cubrían las retiradas era deprimente. Llevaban la carga más dura del combate. Frecuentemente tenían que frenar y demorar al enemigo perseguidor, mientras otros elementos rusos ya estaban atacando sus flancos o retaguardia. Luego tenían que combatir su propia retirada o cruzar las líneas enemigas de noche para unirse a sus propias fuerzas. No es necesario decir que muchos de estos destacamentos fueron completamente arrollados por los atacantes soviéticos.

Incluso con el sacrificio ocasional de estos destacamentos de retaguardia, las unidades que se encaramaban hacia retaguardia sobre la inmensa nieve permanecían extremadamente vulnerables a los ataques de las columnas de sus perseguidores rusos. Durante una retirada, un batallón del 289º Regimiento de Infantería (98ª División de Infantería) fue atacado por los soviéticos y prácticamente aniquilado, perdiendo todas sus armas antitanque y sus ametralladoras. Para protegerse de tal peligro, la 35ª División de Infantería puso a sus ingenieros a trabajar explosionando el terreno congelado para establecer apresuradamente posiciones defensivas a lo largo de las rutas programadas de retirada para proporcionar cubiertas de emergencia durante la retirada. Sin embargo, en ocasiones, estas acciones fallaban cuando las tropas de caballería y esquís rusas se deslizaban hacia la retaguardia alemana ocupando las posiciones intermedias y barriendo a los alemanes que se acercaban con armas de fuego de pequeño calibre.

Los tanques soviéticos representaban la mayor amenaza para los alemanes que se replegaban. El T-34 tenía una excelente movilidad campo traviesa y muy poco que temer de los cañones antitanque ligeros alemanes. Los pocos cañones pesados que todavía poseían los alemanes tendían a empantanarse en la profunda nieve, incapaces de desplegarse o combatir a los blindados rusos. Los oficiales alemanes observaron que la epidemia del miedo a los tanques estaba nuevamente afectando a unidades enteras, y las retiradas locales algunas veces se estaban convirtiendo en un combate precipitado y dominado por el pánico a la primera aparición de los tanques soviéticos. Aunque controlados por sus propios líderes, soldados en retirada de la 31ª DI pasaron una prueba reveladora de la desintegración en otras unidades: cantidad de artillería y equipo ingeniero, suministros y vehículos de motor, todo abandonado por las fuerzas alemanas en fuga.

Este tipo de incidentes locales afectaba no sólo a la moral de la tropa sino también al liderazgo de las pequeñas unidades. La pérdida de oficiales y suboficiales en combate desde el comienzo de Barbarroja había sido enorme. A mediados de diciembre, los tenientes estaban al mando de muchos batallones de infantería, y los sargentos o los cabos dirigían casi todas las secciones y muchas compañías. Incluso así, la efectividad de esos líderes era dudosa debido a la tensión de la fatiga acumulada y al combate sin tregua.

Los alemanes comenzaron primero a utilizar las defensas de puntos fuertes durante las primeras azarosas retiradas. Con frecuencia sin contacto con las fuerzas vecinas y sin tiempo suficiente para realizar verdaderos trabajos defensivos, las unidades en retirada formaron perímetros de erizos de autodefensa al igual que habían hecho las unidades panzer durante el verano anterior. La 31ª División de Infantería, por ejemplo, abandonó toda idea de defensa lineal tan pronto como comenzó su retirada. De igual forma, la 173ª División de Infantería estableció su propia adopción de táctica de puntos fuertes al comienzo de los difíciles combates retrógrados al sudeste de Yukhnov. De acuerdo con el oficial superior de operaciones de la división, desde ese momento “para toda propuesta práctica la campaña consistió en una batalla por las aldeas. Las posiciones en terreno abierto rara vez eran posibles debido a las condiciones del tiempo, y sólo entonces cuando permanecíamos varios días en una posición y los ingenieros podían ayudar a explosionar la profunda helada”.

La orden de ninguna retirada de 16 de diciembre de Hitler restringió la oleada de retiradas desordenadas. Al prohibir incluso las retiradas locales sin permiso de la más alta autoridad, esta directiva obligó a las unidades alemanas a una defensa posicional. El estilo de defensa de puntos fuertes, que había surgido como una medida protectora de amplio uso durante las operaciones retrógradas desordenadas, se convirtió en un sistema defensivo general a lo largo de la mayor parte del frente alemán. Sin ningún parecido con la Defensa Elástica postulada en los manuales de preguerra, la defensa de puntos fuertes evolucionó como respuesta a las peculiares condiciones de las batallas de invierno.

El segundo factor de la necesidad del esquema de puntos fuertes era la debilidad de las unidades alemanas. De hecho esta debilidad era tal que impedía la resistencia de un frente defensivo continuo. Esto ocurría no sólo a nivel operacional, donde los espacios entre divisiones, cuerpos y ejércitos alemanes ya eran una rutina desde julio, sino también a nivel táctico. Al comienzo del avance soviético, la línea “continua” defendida por el GEC era, de hecho, ya una serie discontinua de frentes unitarios. Las divisiones del Cuarto Ejército alemán tenían asignadas sectores de 30 a 60 kilómetros de ancho, aunque la mayoría de las compañías de infantería sólo contaban de 25 a 40 hombres. Estas fuerzas eran claramente insuficientes para ocuparse de un sólido frente defensivo.

Las pérdidas sufridas durante los primeros días de la ofensiva soviética extinguieron cualquier posibilidad de mantener una defensa lineal continua. En la 35ª División de Infantería del Noveno Ejército, el frío y los ataques soviéticos redujeron la fuerza media de las compañías de fusileros de 10 suboficiales y 60 hombres al 7 de diciembre a 5 suboficiales y 25 hombres sólo cinco días después. El 3º Grupo Panzer, aguantando el grueso de la contraofensiva soviética al noroeste de Moscú, informó el 19 de diciembre que sus cuerpos XLI y LVI sólo contaban con 1.821 y 900 combatientes respectivamente. En un desesperado intento para crear una infantería más fuerte se reclutó a todos los hombres y oficiales que no fueran esenciales en los servicios de retaguardia, así como tropas de artillería y cañones antitanques cuyas armas habían sido destruidas o abandonadas. Aunque proporcionó algún alivio, la solución no tuvo un impacto considerable.

Saludos cordiales
José Luis
“La autoridad del Estado no puede existir como un fin en sí mismo, ya que en tal caso todas las tiranías de la Tierra serían inatacables y quedarían consagradas. Si un Gobierno recurre a la fuerza para llevar a un pueblo a la ruina, la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada ciudadano de ese pueblo” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”).
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PARTE XII

Unidas a las pérdidas de personal iban paralelas las pérdidas en armas y equipo. A mediados de diciembre, las piezas de artillería de campaña, cañones antitanque, vehículos de motor y tanques, andaban todos escasos de suministros. El 18 de diciembre el 4º Grupo Panzer estimó que sólo del 25 al 30% de sus armas pesadas permanecían operativas, mientras que el 3º Grupo Panzer contó sólo 31 piezas de artillería de 100 mm o mayores entre sus seis divisiones. De forma parecida, el LVI Cuerpo Panzer había perdido tanto equipo que sólo tenía de cuerpo el nombre: sus cuatro divisiones panzer juntas sólo reunían 34 tanques, y su 6ª División Panzer no tenía ningún tanque operativo. Esta carencia de armas pesadas disminuyó la capacidad alemana para mantener posiciones continuas, mientras la escasez de fuerzas motorizadas efectivas cerraba la posibilidad de cualquier tipo de defensa móvil.

El crudo tiempo invernal fue la tercera razón mayor que obligó a los defensores alemanes a adoptar los puntos fuertes basados en las aldeas. Incluso para los estándares rusos, el invierno de 1941-1942 fue particularmente duro. Desde diciembre hasta principios de marzo, las operaciones militares se vieron dificultadas por las grandes nevadas y por las pocas horas de luz invernal. Aun así, el frío extremo fue con mucho el más significativo aspecto del tiempo invernal. Durante las batallas de invierno, las fuerzas alemanas y rusas soportaron temperaturas que variaron desde los –10º hasta los –30º centígrados, con breves períodos que excedían los –40º centígrados. En contra de la creencia alemana, el frío fue un enemigo imparcial que fustigó las operaciones de ambos lados con igual intensidad. Sin embargo, los alemanes eran mucho más débiles frente a las temperaturas por debajo de los cero grados debido a su casi total carencia de ropa y equipo de invierno.

Hitler culpó de esta falla al Alto Mando alemán, excluyéndose él mismo de esta horrorosa negligencia. En un inteligente golpe de propaganda los funcionarios del Partido Nazi lanzaron un masivo reclamo de emergencia a finales de diciembre para recolectar ropa de invierno entre el pueblo alemán. La acción directa por el partido y el pueblo corregiría rápidamente las escandalosas condiciones del frente causadas por el torpe Estado Mayor General. Teniendo lugar en un momento en que Hitler estaba relevando a oficiales “incompetentes” y “desleales” a diestra y siniestra, este programa confirmó la impresión popular de que la intervención personal de Adolf Hitler en los asuntos del ejército alemán no sólo estaba justificada sino obligada. Tan persuasiva fue esta lógica –y tan completo el esfuerzo de propaganda que la vendió- que incluso algunos altos oficiales militares alemanes permanecieron convencidos después de la guerra de que la planificación chapucera del Estado Mayor General había originado la escasez de equipo de invierno.

Sin embargo, la verdad era muy diferente. Los soldados alemanes combatieron sin ropa o equipo especial de invierno simplemente porque el sistema de suministro alemán no podía transportar estos pertrechos desde los almacenes de la retaguardia. Los artículos normales de invierno (camisetas de algodón, gorras, orejeras, bufandas y jerseys) estaban almacenados en Alemania y Polonia, y el general Halder había discutido repetidamente la necesidad de suministrar esos y otros artículos esenciales a las fuerzas combatientes antes de la llegada del invierno. El 10 de noviembre, Halder se enteró de que las dificultades de transporte demorarían las entregas de ropa de invierno al frente hasta finales de enero de 1942 o incluso más tarde.

El sistema logístico alemán, ya tambaleante por las dificultades de abastecer de fuel, víveres y municiones a los tres grupos de ejércitos sobre la primitiva red de transporte rusa, estuvo al borde del colapso total por la llegada del invierno. La actividad esporádica de los partisanos y las epidémicas averías de las locomotoras redujeron en gran medida la capacidad de transporte ferroviario alemán. (Por ejemplo, el número de trenes de suministro alemán al Frente Oriental totalizaba sólo 1.420 unidades en enero de 1942, comparadas a las 2.093 de septiembre de 1941). Las pérdidas de vehículos de motor y transporte por caballos de tiro atascaron la distribución de suministros, y los desesperados intentos de sustituirlos por el empleo de los “panje” rusos no consiguieron estabilizar inmediatamente la situación. Además, el frío extremo aumentó el nivel de consumo de ciertas mercancías. Por ejemplo, los soldados alemanes utilizaban grandes cantidades de granadas y explosivos para fracturar la tierra congelada para crear trincheras provisionales. De igual forma, el consumo de fuel no cayó en proporción a la pérdida de vehículos, pues los conductores mantenían encendidos sus motores día y noche para evitar el congelamiento de los mismos.

Dado que las líneas de suministro no podían atender todos los suministros que necesitaban los alemanes, el limitado espacio de transporte se concentró en cargas esenciales como municiones y suministros médicos. Toda vez que la ropa de invierno es inherentemente voluminosa y por tanto relativamente difícil de transportar, permaneció, en su mayor parte, embalada en los almacenes de Polonia y Alemania esperando un arreglo en la crisis logística para que pudiera ser transportada sin desplazar a otras mercancías. Mientras tanto, el soldado alemán tenía que apañárselas como mejor pudiera.

Sin ropa de invierno para protegerse contra las temperaturas por debajo de cero, las unidades alemanas gravitaban hacia las aldeas y pueblos para encontrar refugio. Este refugio era, literalmente, esencial para la supervivencia alemana pues las tropas sin ropa de invierno rápidamente se congelaban a menos que pudieran calentarse periódicamente. Igualmente, las unidades desplegadas a campo abierto durante la noche se morían congeladas. Incluso, en el clímax de la contraofensiva de invierno rusa, las bajas por frío excedieron a las bajas por combate en la mayoría de las unidades alemanas. Un regimiento de infantería alemán, fuertemente comprometido al comienzo del ataque soviético, estimó que sus pérdidas en dos días de combate ascendían a sólo 100 bajas de combate comparadas con los 800 casos de congelamiento.

Las aldeas rusas no sólo ofrecían inmediata protección del frío, sino que también resolvían muchos otros problemas colaterales de la guerra de invierno. Se podía calentar la comida y derretir el agua para beber, reduciendo los casos de disentería que alargaban las listas de enfermos alemanes. Los soldados heridos podían recibir cuidado médico sin el miedo a una muerte inmediata debido a la gangrena o
congelación. Las aldeas tenían normalmente suministros de paja con la cual los soldados alemanes podían almidonar sus botas y uniformes contra el frío. Adentro, los soldados podían atender más fácilmente su higiene personal, una cuestión de alguna consecuencia si consideramos que las unidades alemanas informaron de más de 10.000 casos de tifus antes de la primavera. Por último, las armas pequeñas y otros artículos del equipo podían ser limpiados y calentados dentro de las chozas calientes. Esta última tarea tenía significado más allá del mantenimiento preventivo normal, pues el frío extremo podía quebrar los cañones y las armas que estaban fuera tendían a bloquearse o fallar debido a la rotura de pasadores y percutores.

Cuando los informes de combate caracterizaron la defensa de puntos fuertes como el precio de mantenerse firme bajo las condiciones existentes del campo de batalla, Hitler rápidamente emitió una nueva directiva dando su propia aprobación a esta oportuna técnica. Fechada el 26 de diciembre, esta orden secreta comenzó con la reiteración de Hitler de que ningún terreno debía ser abandonado voluntariamente. Resumiendo los problemas que habían obligado al sistema de puntos fuertes en los ejércitos alemanes, el Führer subrayaba las maneras en que estas técnicas podían volverse contra los rusos:

El sistema defensivo debe ser fortalecido al máximo, especialmente convirtiendo todos los pueblos y granjas en puntos fuertes y con el máximo escalonamiento en profundidad. Es deber de todo soldado, incluyendo a las tropas de apoyo, usar todos los medios para mantener estos refugios hasta el final. Al enemigo, por tanto, le será negado el uso de estas localidades. Estará de esta forma expuesto al frío congelador, y le será negado el uso de carreteras para propósitos de suministros, acelerando su colapso. Estos principios deben ser comunicados íntegramente a las tropas”.

No hacía mucha falta que el Führer les recordara a sus tropas cómo debían defenderse, dadas las circunstancias de pura supervivencia en que se encontraban. En la próxima intervención examinaremos la conducción de la defensa de puntos fuertes.

Saludos cordiales
José Luis
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PARTE XIII

Defensa de Punto Fuerte: Conducción.-

Abocados a los refugios de los pueblos y aldeas rusas como medida de emergencia, las tropas alemanas hicieron lo máximo para fortificar estas posiciones contra los inevitables ataques soviéticos. Las técnicas defensivas variaron de división a división de acuerdo con las experiencias y condiciones locales. Una dificultad mayor, ahora palpable por primera vez para los comandantes alemanes, fue que el previo entrenamiento defensivo había sido deficiente. Como escribió más tarde un oficial superior, las tropas alemanas “no tenían ninguna experiencia en este tipo de asuntos….Realmente es sorprendente cuán a menudo y hasta qué grado los oficiales veteranos, que ya habían participado en la IGM, habían olvidado sus experiencias de aquellos días. El hecho de que el entrenamiento alemán de tiempo de paz rehuyó cualquier actividad relacionada con operaciones defensivas bajo condiciones invernales difíciles se demostró ahora por primera vez perjudicial”.

Para compensar su inexperiencia, las unidades alemanas compartieron las experiencias de combate intercambiando apresuradamente los informes de batalla preparados. Un temprano memorando de este tipo, preparado por el Cuarto Ejército el 23 de enero de 1942, recogía las técnicas usadas eficazmente por la 10ª División Motorizada. Reducida en fuerza a un simple regimiento de infantería, la 10ª División Motorizada había utilizado durante tres semanas una defensa de puntos fuertes para defender un sector de 50 kilómetros contra lo que se estimó eran 7 divisiones del Ejército Rojo.

El informe de la 10ª División Motorizada explicaba cómo, preparándose para defender un punto fuerte de una aldea, los oficiales comenzaron por evaluar los edificios disponibles para identificar los que estaban mejor ubicados para uso defensivo. Las casas que no contribuían a la defensa fueron arrasadas, tanto para evitar que los rusos las pudieran utilizar en el futuro como refugio, como también para mejorar la observación alemana y los campos de tiro. Las casas seleccionadas como posiciones de combate fueron convertidas en pequeñas fortalezas capaces de una defensa circular: la nieve fue amontonada contra los muros exteriores, revestida con hielo, reforzada la cubierta superior, y las troneras fueron cortadas y camufladas con sábanas. Dependiendo de su disponibilidad, los cañones múltiples antiaéreos de 20 mm fueron integrados en la defensa en posiciones especiales, que consistían en casas con sus tejados arrancados a propósito, los suelos reforzados (para resistir el peso adicional de cañones y municiones) y los muros exteriores cubiertos con capas de nieve-hielo para posicionar los cañones. Estos “nidos antiaéreos” ayudaban a mantener a raya a la infantería y a la aviación soviéticas.

Las comunidades de granjas rusas estaban normalmente situadas en colinas y crestas, y los puntos fuertes defensivos que se introdujeron en ellas contaban normalmente con el dominio de observación y fuego sobre el terreno circundante. El combate defensivo desde tales posiciones era, nuevamente según la 10ª División Motorizada, principalmente “una cuestión de organización”, que requería un uso cuidadoso de todas las armas pesadas y artillería disponibles. Cuando los ataques enemigo parecían inminentes, el fuego de la artillería alemana y los ataques aéreos (cuando eran posibles) se concentraban contra las zonas conocidas o sospechosas de reunión de las fuerzas enemigas. A medida que las fuerzas soviéticas se aproximaban al punto fuerte, comenzaba el fuego de morteros pesados, cañones antitanque y ametralladoras pesadas. Ese fuego era cuidadosamente controlado, toda vez que la experiencia había demostrado que “es inapropiado combatir todos los objetivos con simples baterías y piezas de artillería. Es mucho más importante atacar los objetivos principales usando un fuego programado y concentrando para destruirlos”. Si las fuerzas enemigas eran capaces de acercarse lo suficiente como para lanzar un asalto cercano contra los edificios fortificados, las cuidadosas preparaciones de los defensores inclinarían la balanza fuertemente a su favor. Cualquier infantería enemiga que penetrase en la aldea era o eliminada por el fuego entrelazado de los edificios aledaños o exterminada por los contraataques de reservas especialmente designadas. Armados con ametralladoras y granadas, estos pelotones de reserva eran lanzados contra cualquier penetración enemiga antes de que tuvieran oportunidad de consolidarse.

Durante este combate invernal, las unidades alemanas pronto reconocieron que los puntos fuertes limitados a pequeñas aldeas tenían serios inconvenientes así como ventajas. En un aspecto el blindaje soviético representaba una amenaza mortal para la defensa basada en casas. Como el camuflaje no podía ocultar los edificios, los tanques rusos tenían pocas dificultades para identificar y entablar combate con las posiciones alemanas ocultas en su interior. Además, si conseguían desalojar a los alemanes de sus posiciones y empujarlos hacia campo abierto, los tanques rusos podían fácilmente eliminar a los alemanes en fuga, casi a placer.

Los puntos fuertes situados enteramente en el interior de las aldeas concedían virtualmente el control de las áreas circundantes al Ejército Rojo. Esto reducía el reconocimiento alemán y dejaba a los puntos fuertes susceptibles de ser cercados o asaltados mediante ataques nocturnos. (Incluso en su primer informe, la 10ª División Motorizada afirmaba que esos ataques nocturnos eran el mayor problema para los puntos fuertes de las aldeas. Observando que los rusos utilizaban frecuentemente los ataques nocturnos para interrumpir la cuidadosamente orquestada planificación de fuego alemana, los oficiales de la 10ª División Motorizada se vieron en la necesidad de mantener un mínimo de un 50% de guarniciones en completa alerta nocturna “con las armas en la mano” para guardarse contra la sorpresa de los asaltos rusos).

Finalmente, la mayoría de las aldeas rurales rusas ocupaban solamente con un área relativamente pequeña, con cabañas y casas muy agrupadas. De acuerdo con un informe post-acción de la 87ª División de Infantería, los puntos fuertes limitados a tales áreas congestionadas eran una auténtica trampa pues se convertían en objetivos ideales para la artillería soviética. El informe de la 35ª División de Infantería coincidía con esta valoración, declarando enfáticamente que “la defensa de semejantes puntos fuertes (de aldeas) debe ser realizada en el terreno circundante”. De igual forma, la 7ª División de Infantería aprendió a evitar excesivas concentraciones de tropas en las aldeas incluso cuando no había sido preparada ninguna otra posición defensiva.

Basadas en estas consideraciones, las unidades alemanas refinaron gradualmente la defensa de puntos fuertes al emplazar perímetros defensivos más allá de los límites de las aldeas. Esto ayudó a ocultar las posiciones alemanas incrementando la seguridad contra los ataques sorpresa, y concedió la dispersión necesaria para evitar una fácil aniquilación por la artillería soviética. Los perímetros extensivos también redujeron la distancia entre las unidades vecinas e hicieron más difícil para las patrullas rusas encontrar espacios entre los puntos fuertes. Aunque tácticamente seguros, los perímetros defensivos sólo eran aceptados con reluctancia por los cansados y ateridos soldados, y algunas veces se necesitaron medidas “rigurosas para convencer a las tropas de la necesidad de ocupar una línea de frente tan constante como fuese posible a pesar de las frías temperaturas”.

Dentro de estos extensos puntos fuertes, el mando y el apoyo personal, la artillería y los destacamentos de reserva estaban normalmente localizados alrededor mismo del área construida. Un perímetro defensivo exterior, consistente en posiciones de combate de infantería interconectadas, rodeaba el núcleo central. Aunque cada unidad desarrollaba su propia prioridad de trabajo, la construcción de los trabajos defensivos exteriores comenzaba normalmente con la construcción de precipitadas posiciones defensivas. Entonces continuaba en orden variado la construcción de pequeños búnkeres, la mejora de las posiciones de combate, la limpieza de los pasillos de comunicación a través de la nieve y el emplazamiento de minas y obstáculos.

Los búnkeres tenían cubiertas superiores, catres, cocinas y estufas de carbón, y fueron construidos en lugares de terreno abrigados y conectados con las posiciones de combate mediante cortas trincheras. Si sonaba la alarma de los centinelas exteriores, los soldados se precipitarían desde sus calientes cuarteles a sus posiciones de combate. Estos búnkeres para tropas de vanguardia eran lo suficientemente grandes para acomodar “las más pequeñas unidades de combate (pelotones, servicio de ametralladoras o equipos antitanque). Normalmente tenían unos seis hombres, pues de otra forma se convertirían en trampas (Menschenfallen) de los bombardeos pesados”. Las fuerzas de reserva dentro del perímetro del punto fuerte estaban comúnmente refugiadas en búnkeres del tamaño de una compañía.

El invierno ruso ocasionó especiales problemas para la preparación de campos de minas y la construcción de obstáculos. Las minas antipersonales activadas por presión demostraron ser singularmente inseguras. Las tropas de esquiadores enemigos se podían deslizar sobre los campos de minas de presión sin peligro, y las grandes acumulaciones de nieve acolchonaban las minas de tal manera que incluso la detonación por la marcha forzada de la infantería era incierta. La nieve también atenuaba los efectos de las minas que explotaban. Por tanto, las minas detonadas por cable eran más seguras y más efectivas que las minas de presión, constituyendo una amenaza incluso para las tropas de esquiadores soviéticos. La colocación de las minas antitanque estaba generalmente limitada a las carreteras y a otros lugares de aproximación de los blindados, pues ni minas ni ingenieros estaban disponibles en número suficiente para poner minas antitanque por todas partes. Como los alemanes utilizaban minas antitanque de detonación por presión, se aseguraban de que las minas fueran colocadas en superficies duras y que la nieve no amortiguara los efectos de la explosión. De hecho, después de que la explosión de minas enterradas no consiguiera dañar las orugas de los T-34, la 35ª División de Infantería pintó sus minas antitanque de blanco para poder dejarlas casi expuestas en las superficies de las carreteras.

La efectiva construcción de obstáculos requería un poco de ingenio. El grosor de la nieve era, por supuesto, un obstáculo natural para los movimientos de tropas que carecieran de esquís o calzado de nieve. (Un alemán atribuyó la supervivencia de las fuerzas alemanas cercadas en Demyansk al hecho de que “incluso la infantería rusa era incapaz de lanzar un ataque a través de aquella nieve”). Se añadieron alambradas junto con minas antipersonales, pero desafortunadamente las alambradas escaseaban por el deficiente sistema logístico de suministros. Para compensar esta escasez, las tropas alemanas se las ingeniaron de diferentes maneras. Algunas unidades reunieron grandes cantidades de herramientas de cosecha de las aldeas rusas y las amoldaron como soportes de cuchilla consistentes en afiladas hojas de guadaña en armazones de madera. Incluso enterrados por la nieve, esos obstáculos de cuchilla eran una buena trampa para los infantes que se acercaban a través de la profunda nieve hacia las posiciones alemanas. Y echando mano de los árboles adyacentes se construyeron importantes barreras. Los muros de nieve, de dos a tres metros de altura y espesor, fueron construidos, mayormente con trabajo civil, para obstaculizar a los tanques rusos. Mediante el incendio de las poblaciones próximas, los alemanes intentaban impedir a los rusos la ocupación de refugios para guarecerse de la noche, con lo cual tenían que refugiarse lejos de las líneas alemanas y sólo podían atacar tras una lenta marcha de aproximación.

No obstante, fortificados y protegidos por barricadas, los puntos fuertes de aldeas todavía ocupaban una pequeña fracción de la línea del frente alemán. Aunque los oficiales alemanes continuaban utilizando el término doctrinal de “HKL” (Hauptkampfline o línea principal de resistencia) para describir la línea delantera alemana, la línea existía solamente en un sentido general. Recordando los grandes espacios entre los puntos fuertes, el comandante de la 6ª División de Infantería se quejaba más tarde de que incluso el uso de “el término HKL era engañoso. La HKL era una línea dibujada en un mapa, mientras que sobre el terreno sólo había una débil zona de seguridad tipo puntos fuertes”. El diario de guerra del Sexto Ejército también observa esta discrepancia, describiendo las posiciones de invierno alemanas como una simple “línea de seguridad” de puntos fuertes que no se comparaba a una HKL en el sentido previsto en el Truppenführung.

Los espacios entre los puntos fuertes eran el talón de Aquiles del sistema defensivo alemán. Las fuerzas rusas parecían tener una asombrosa habilidad para localizar las zonas desocupadas del frente alemán. Si se las dejaba hacer, las tropas del Ejército Rojo maniobrarían a través de los espacios para cercar puntos fuertes individuales. Si se les aislaba del exterior y del reabastecimiento, los defensores alemanes asediados podían entonces verse obligados a capitular o a llevar a cabo una desesperada ruptura. Alternativamente, las unidades rusas podían forzar su camino entre los puntos fuertes y moverse directamente contra valiosos objetivos en la retaguardia alemana. Mientras que representaba una amenaza táctica menos inmediata para los regimientos y divisiones alemanes, esta opción ponía en peligro la frágil red logística alemana e, indirectamente, la supervivencia a largo plazo de ejércitos enteros.

A medida que la experiencia de los combates revelaba la gravedad de esos problemas, los alemanes comenzaron a realizar mayores esfuerzos para controlar los espacios vacíos entre los puntos fuertes. La 5ª División Panzer, discutiendo los problemas de la defensa de puntos fuertes en un informe post-acción, concluía que “el control constante del territorio entre los puntos fuertes es de importancia decisiva. Sólo así los intentos de envolvimiento enemigos pueden ser inmediatamente frustrados”.

El control completo de todo el frente estaba, por supuesto, inherentemente más allá de la capacidad de las guarniciones de los puntos fuertes. Donde los puntos fuertes adyacentes permitían observar el territorio abierto circundante, las unidades alemanas utilizaron fuego de mortero y artillería para desbaratar las infiltraciones a gran escala de los rusos. Sin embargo, la oscuridad, el terreno boscoso, el mal tiempo y la distancia reducían la capacidad alemana para detectar e impedir mediante el fuego los movimientos soviéticos. Por estas razones, como informó la 87ª División de Infantería, “el cierre sólo por fuego de los espacios no siempre era suficiente”. Las patrullas alemanas también acechaban los espacios entre puntos fuertes, intentando al menos detectar, si no impedir, la invasión rusa. Pero incluso estas patrullas limitadas agotaban los recursos alemanes, principalmente de noche; pocos contingentes de puntos fuertes podían destinar con seguridad muchos hombres de infantería para las patrullas nocturnas por temor a los ataques nocturnos de los rusos sobre los mismos puntos fuertes. Por tanto, los comandantes alemanes determinaron que ni el fuego artillero ni las patrullas terrestres podían frustrar los decididos esfuerzos rusos para pasar a través de los anchos espacios entre los puntos fuertes.

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“La autoridad del Estado no puede existir como un fin en sí mismo, ya que en tal caso todas las tiranías de la Tierra serían inatacables y quedarían consagradas. Si un Gobierno recurre a la fuerza para llevar a un pueblo a la ruina, la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada ciudadano de ese pueblo” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”).
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PARTE XIV

Solamente donde los puntos fuertes estaban muy cercanos, los alemanes confiaron en los métodos doctrinales tradicionales para rechazar las penetraciones rusas. Con el grueso de su modesta fuerza de infantería confinada en los puntos fuertes, las fuerzas alemanas no podían practicar las maniobras tipo pequeña-unidad descritas en el Truppenführung; sin embargo, los principios de la Defensa Elástica de profundidad, potencia de fuego y contraataque neutralizaron efectivamente todos menos los abrumadores ataques soviéticos.

Como la fuerza de infantería era tan limitada, la profundidad defensiva tenía que improvisarse. Una técnica consistió en disponer los puntos fuertes delanteros a la manera de un tablero de ajedrez para que los puntos fuertes traseros guardaran los espacios entre las posiciones avanzadas. La 331ª División de Infantería informó, de hecho, que una de las condiciones esenciales para una exitosa defensa de puntos fuertes era que los reductos fueran organizados uno detrás de otro para crear, si así se le podía llamar, cierta profundidad defensiva. En un memorando que reflejaba sus propias experiencias de invierno, la 98ª División describía cómo esta disposición enredaba las rupturas del enemigo en “una red de puntos fuertes”. Donde fuerzas suficientes permitían el lujo de esta técnica, el sistema de puntos fuertes era el que más se acercaba a la defensa en profundidad del Truppenführung.

Otro método oportuno de generar profundidad defensiva, y el método específicamente ordenado por la directiva de Hitler del 26 de diciembre, era convertir todas las instalaciones logísticas de retaguardia en puntos fuertes adicionales. Aunque manejados sólo por personal de servicio y suministros (ocasionalmente aumentados con unidades de seguridad Landeschutz compuestas por reservistas demasiado mayores), estos puntos fuertes impidieron a los soviéticos explotar libremente sus rupturas tácticas. Estos puntos fuertes protegían al mismo tiempo los valiosos emplazamientos logísticos de ataques sorpresa y servían como puntos de unión para el personal alemán separado de sus unidades en la confusión de la batalla.

Otra técnica para dar profundidad a las defensas alemanas era desplegar las armas pesadas (obuses de infantería “ligera”, cañones antitanque, cañones antiaéreos y piezas de artillería) y los observadores artilleros en profundidad detrás de los puntos fuertes delanteros. Las fuerzas enemigas que penetraban más allá de la línea de puntos fuertes podían, de esta forma, ser constantemente encaradas con fuego directo e indirecto de considerable profundidad (La 197ª División de Infantería recomendó graduar los puntos de artillería a una distancia de cinco kilómetros detrás de la línea principal de resistencia). Aunque debilitando de alguna manera las capacidades de fuego directo de los puntos fuertes de vanguardia, esta técnica no requería del desplazamiento de los cañones alemanes aislados por la nieve para disparar contra las fuerzas soviéticas de penetración. Además, las posiciones fortificadas de cañones también servían como bolsas adicionales de resistencia contra posteriores avances rusos. La 87ª DI vio en esto una confirmación de los métodos doctrinales de preguerra, observando que “la disposición de armas pesadas y su despliegue en profundidad de acuerdo con los manuales tácticos se demostró exitosa”. Pero aunque esta técnica cumplía con la doctrina, bajo estas circunstancias era un recurso desesperado porque arriesgaba con sacrificar la valiosa artillería alemana simplemente para contener asaltos terrestres.

Las armas pesadas alemanas eran mucho más valiosas por su capacidad de destruir a las formaciones atacantes soviéticas. Los comandantes alemanes usaban su potencia de fuego para aminorar, interrumpir y ocasionalmente incluso destruir totalmente las penetraciones soviéticas.

No obstante, todas estas técnicas por sí solas no eran suficientes contra los decididos ataques de penetración soviéticos. Más bien, la profundidad y la potencia de fuego eran meros complementos para el tercer ingrediente tradicional de las operaciones defensivas alemanas: el contraataque. Los informes de combate unitarios alemanes citaban unánimemente los contraataques inmediatos y agresivos (Gegenstösse), incluso ejecutados con medios limitados, como la mejor manera de derrotar las penetraciones rusas. Los contraataques deliberados (Gegenangriffe) –que doctrinalmente eran los contragolpes más cuidadosamente coordinados utilizando unidades frecas- fueron contemplados como menos efectivos debido a la escasez de adecuadas fuerzas no comprometidas y a la carencia alemana de movilidad invernal. El oficial de operaciones de la 78ª DI declaró que “un Gegenstoss lanzado inmediatamente contra un enemigo penetrando, incluso sólo con fuerza de pelotón, conseguía más que un contraataque deliberado al día siguiente en fuerza de compañía o batallón”. No obstante, había una fina línea que separaba la agresividad y la imprudencia, y pocas unidades alemanas podían permitirse el sufrir incluso moderadas pérdidas de personal por un contraataque mal concebido. En consecuencia, la 35ª DI aconsejaba que, donde los rusos habían conseguido consolidarse o donde la profundidad de la penetración enemiga hiciese improbable un éxito inmediato, las reservas alemanas debían ser usadas sólo para contener al enemigo más que para desperdiciarse en contraataques débiles o desordenados.

Los contraataques inmediatos eran llevados a cabo normalmente por pequeños contingentes de reserva posicionados en las aldeas detrás de los puntos fuertes delanteros. Según un comandante de división, estas fuerzas fueron reunidas a pesar de la consecuente debilidad de las posiciones de vanguardia. La fuerza de estos destacamentos de contraataque variaba en que algunas unidades se mantenían como mucho con un tercio de su fuerza de reserva total, mientras que otras lo hicieron con fuerzas menores. Invariablemente, sin embargo, a las fuerzas de contraataque se las dotó con tanta movilidad como fuera posible. Donde estaban disponibles, se entregaron esquís y calzado de nieve a las unidades de reserva; donde no los había, se puso a trabajar a los civiles rusos allanando pasos entre la nieve. Para asegurar el propio espíritu agresivo, algunas unidades desdeñaron su integridad y reunieron sus reservas de entre “hombres atrevidos y capaces especialmente seleccionados”. Estos forajidos fueron armados “para el combate cercano” con armas automáticas y granadas de mano. Para conseguir el máximo impacto, estas fuerzas de contraataque fueron lanzadas contra los flancos abiertos de las penetraciones enemigas, preferiblemente en conjunción con el fuego pesado de apoyo de todas las armas disponibles.

De esta forma, aunque el sistema defensivo de puntos fuertes no se correspondía exactamente con la doctrina del Truppenführung, los recursos alemanes llevaban la impronta inconfundible de los principios tradicionales en su uso de profundidad, potencia de fuego y especialmente contraataques. El general Maximiliam Fretter-Pico, que sirvió en las batallas de invierno de 1941-1942 con la 97ª División de Infantería Ligera, describió la improvisación alemana en palabras que recogen el espíritu esencial de la Defensa Elástica: “Estas batallas defensivas muestran que una defensa activa, bien organizada en la profundidad de la zona defensiva y utilizando todos los medios concebibles para improvisar el poder de combate, puede prevenir una completa ruptura enemiga. Una defensa debe ser conducida ofensivamente incluso en la profundidad de la zona defensiva para debilitar a las fuerzas enemigas hasta el máximo grado posible”.

En muchos casos, el estilo de defensa de punto fuerte alcanzó notables éxitos. La división de Fretter-Pico, por ejemplo, se defendió ella sola contra más de 300 diferentes ataques enemigos entre enero y marzo de 1942, con sus unidades subordinadas lanzando en algún momento más de 100 contraataques. Otras unidades fueron menos afortunadas, con algunas divisiones siendo casi completamente destruidas por las contraofensivas rusas. Por tanto, la efectividad variada de los recursos defensivos alemanes se comprende mejor en el contexto de la situación estratégica general.

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José Luis
“La autoridad del Estado no puede existir como un fin en sí mismo, ya que en tal caso todas las tiranías de la Tierra serían inatacables y quedarían consagradas. Si un Gobierno recurre a la fuerza para llevar a un pueblo a la ruina, la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada ciudadano de ese pueblo” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”).
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PARTE XV

La campaña de invierno: Análisis y perspectiva.-

La contraofensiva rusa de invierno se desplegó en dos etapas diferentes. La primera etapa, comenzada el 6 de diciembre y terminada aproximadamente un mes después, consistió en furiosos ataques rusos contra el GEC. Esos ataques buscaban expulsar a los alemanes de las puertas de Moscú y, al hacerlo, destruir si fuera posible a los grupos panzer alemanes avanzados. Estos ataques abrieron brecha en las débiles líneas alemanas en varios puntos y empujaron a los tambaleantes ejércitos de Hitler hacia el oeste hasta que la orden de mantenerse firme frenó su retirada. A finales de diciembre el frente se había estabilizado temporalmente, llevando a la mayoría de las unidades alemanas del sector central a una defensa de puntos fuertes.

Envalentonado por el éxito de estos primeros ataques, Stalin ordenó una contraofensiva mayor el 5 de enero de 1942. Esta segunda etapa dirigió los mayores esfuerzos soviéticos contra los tres grupos de ejércitos alemanes y buscaba nada menos que la completa aniquilación de los ejércitos de la Wehrmacht en Rusia. Abriendo grandes espacios en el frente alemán, los ejércitos soviéticos avanzaron profundamente en la retaguardia alemana y, a mediados de enero, crearon la mayor crisis. Finalmente sucedió la amarga realidad allí donde el consejo militar profesional previamente había fracasado, y Hitler autorizó al final una retirada a gran escala del frente central alemán el 15 de enero. Incluso con esta concesión, la posición alemana en Rusia permaneció en peligro hasta que los ataques soviéticos se extinguieron a finales de febrero.

Para apreciar la efectividad táctica de los métodos de defensa de invierno alemanes es importante comprender la naturaleza de las contraofensivas soviéticas. Las acciones defensivas alemanas no tuvieron lugar en un vacío táctico; más bien, su valor debe ser medido en relación a las peculiaridades de los métodos ofensivos rusos durante el invierno de 1941-1942.

Los desesperados esfuerzos defensivos alemanes se beneficiaron de la torpeza general de las operaciones ofensivas rusas. La táctica defensiva de punto fuerte adoptada por las unidades alemanas explotó ciertos defectos de los métodos de combate, liderazgo y organización rusos. Sin embargo, esta explotación no fue decidida, pues, como ya se trató, otros factores obligaron a los alemanes a utilizar los puntos fuertes. Además, muchos de los problemas internos rusos eran desconocidos por los alemanes. Sin embargo, la efectividad de las medidas alemanas de punto fuerte se vio realzada por la peculiar debilidad del Ejército Rojo.

Aunque lograron grandes éxitos en las contraofensivas de invierno, los ejércitos soviéticos poseían una fuerza asombrosa sólo en relación a sus debilitados oponentes alemanes. La campaña de Barbarroja había infligido pérdidas horrorosas al Ejército Rojo, y las fuerzas rusas que se reunieron para los ataques de diciembre eran una mezcla de frescas divisiones siberianas, unidades veteranas baqueteadas y milicia apresuradamente organizada. A casi todos los niveles, las fuerzas rusas estaban afectadas de medios inadecuados y un liderazgo inferior.

Los primeros ataques soviéticos contra el GEC fueron ejecutados por el Frente Occidental, bajo el mando del omnipresente general Zhukov. Los planes para el ataque se habían iniciado solamente a finales de noviembre, y las preparaciones estaban muy lejos de estar completadas cuando comenzó la contraofensiva. Aunque se concentraron nueve ejércitos nuevos alrededor de Moscú, las fuerzas asaltantes también incluían muchas divisiones a las que se les ordenó entrar directamente al ataque después de semanas de duros combates defensivos. Exceptuando a algunas unidades siberianas, las nuevas formaciones desplegadas estaban generalmente por debajo de su fuerza organizacional, deficientemente entrenadas, y con carencias de equipo. El reconstruido Décimo Ejército soviético, por ejemplo, no tenía tanques o artillería pesada y escaseaba en armas de infantería, equipo de comunicaciones, equipo de ingenieros y transporte. Aunque el Décimo Ejército nominalmente alineaba diez divisiones de fusileros, su fuerza en conjunto, incluyendo cuarteles generales y tropas de apoyo, apenas alcanzaba los 80.000 hombres. El mando de Zhukov también adolecía de escasez de municiones, con muchas unidades que sólo tenían el stock suficiente para suministrar a sus elementos de asalto de vanguardia. Virtualmente, no existían grandes formaciones móviles; por ejemplo, las fuerzas del Frente Occidental sólo incluían tres divisiones de tanques, dos de las cuales casi no tenían tanques. La mayoría de los tanques disponibles estaban dispersados entre 15 pequeñas brigadas de tanques, teniendo una fuerza total cada una de sólo 46 máquinas.

Estos problemas se vieron agravados por un liderazgo de aficionados y una doctrina defectuosa. En vez de concentrar las fuerzas en sectores de ruptura estrechos, los inexpertos comandantes y estados mayores soviéticos asignaron frentes de ataque anchos (de 10 a 14 kilómetros) a cada división de fusileros por el sencillo método de “distribuir las fuerzas y el equipo uniformemente por todo el frente”. El mariscal S. I. Bogdanov, recordando sus experiencias en la contraofensiva de Moscú, observó un defecto similar en la utilización de las pocas fuerzas de tanques soviéticas, principalmente “la tendencia a distribuir los tanques por igual entre las unidades de fusileros....que eliminaba la posibilidad de usarlos en masa en las principales rutas de avance”. Además, los tanques soviéticos se utilizaron casi exclusivamente como apoyo de la infantería. “Todos los tanques” continúa Bogdanov, “que estaban a disposición del mando, fueron asignados a fuerzas de fusileros y operaron directamente con ellas....o en una estrecha coordinación táctica con ellas”. Estos errores redujeron la capacidad de combate soviética y debilitaron la capacidad rusa para atacar velozmente en la retaguardia enemiga con fuerzas móviles de consideración.

Sin embargo, los ejércitos del Frente Occidental de Zhukov poseían fuerza bruta más que suficiente para superar a las débiles líneas alemanas frente a Moscú. Lo hicieron con una notable falta de finura, insistiendo en embestir a las fuerzas alemanas de frente cuando tenían grandes opciones de infiltrar y flanquear a los invasores. Tal como criticó un analista soviético: “Aunque el enemigo alemán estaba construyendo su defensa sobre centros de resistencia y a una ligera profundidad (3-5 kilómetros), y había buenas oportunidades para moverse alrededor de sus puntos fuertes, nuestras unidades llevaron a cabo frecuentemente ataques frontales contra el enemigo”. Cuando se conseguían las rupturas, le seguían tímidos ataques ya que los comandantes soviéticos miraban con temor a sus flancos por las respuestas alemanas finalmente inexistentes. Los zafios y torpes intentos del Ejército Rojo para cercar a las formaciones alemanas cayeron casi siempre en saco roto. Impaciente por estos errores, Zhukov emitió una tajante directiva a los comandantes del Frente Occidental el 9 de diciembre, condenando los despilfarradores ataques frontales como “medidas operacionales negativas que juegan a favor del enemigo”. Zhukov ordenó a sus subordinados evitar posteriores “ataques frontales contra centros de resistencia reforzados”, y, en cambio, apremiaba a sortear completamente los puntos fuertes. Para dar rapidez y profundidad a sus vanguardias, Zhukov también ordenó la formación de destacamentos especiales de persecución compuestos por tanques, caballería y esquiadores.

Aunque estas medidas aumentaron el ritmo del avance ruso, no consiguieron incrementar apreciablemente la bolsa de las unidades alemanas atrapadas, e incluso ayudaron a salvar de la destrucción a algunas fuerzas alemanas en retirada. La Directiva del Frente de Zhukov de 9 de diciembre prohibía a las divisiones rusas romper los centros de resistencia (los que se formaban por las unidades alemanas en retirada) con ataques directos, aunque las fuerzas soviéticas podrían haberlo conseguido en muchas ocasiones. De acuerdo con las instrucciones de Zhukov, las fuerzas rusas intentaron cortar la retirada alemana con maniobras de profundidad. Sin embargo, a estas alturas de la guerra el Ejército Rojo carecía de la habilidad, la experiencia y la movilidad (exceptuando algunos pequeños grupos de persecución) para conseguir esas operaciones de forma palpable y eficaz. Una y otra vez los alemanes siempre conseguían evadirse. Incluso los grupos de persecución de Zhukov no consiguieron cortar a las fuerzas alemanas. Estos destacamentos móviles, a menudo operando con fuerzas aerotransportadas soviéticas, causaron alarma en las áreas de la retaguardia alemana, pero la caballería rusa y los esquiadores estaban generalmente insuficientemente armados para hacer algo más que emboscar o acosar a las formaciones de combate alemanas.

La primera etapa de la contraofensiva rusa de invierno echó a los alemanes de Moscú pero fracasó a la hora de destruir sus fuerzas panzer avanzadas. Las divisiones del GEC, replegándose en un sistema defensivo de puntos fuertes, adoptaron por suerte una forma táctica que los atacantes rusos no estaban en disposición de sofocar de forma inmediata. Aunque muchas divisiones alemanas fueron vapuleadas al inicio de la contraofensiva del Ejército Rojo, otras unidades alemanas probablemente debieron su salvación posterior a la propuesta rusa de evitar los ataques frontales y a la torpeza de las maniobras rusas.

Cuando Hitler ordenó a los ejércitos alemanes mantenerse firme el 16 de diciembre, los avances iniciales soviéticos ya habían perdido buena parte de su energía ofensiva. Los ataques iniciales rusos habían sido planificados, como explicó más tarde Zhukov, simplemente como medidas locales para ganar espacio de maniobra en el frente de Moscú. La casi total disolución del frente del GEC superó las más optimistas esperanzas de la STAVKA. Habiendo planificado una batalla poco profunda, los rusos fueron incapaces de mantener sus largos avances con suministros, reemplazos y unidades de refresco. Por el contrario, la capacidad de la ofensiva rusa decayó drásticamente a medida que las divisiones del Ejército Rojo se iban alejando de sus bases de suministros alrededor de Moscú. En consecuencia, las dogmáticas directivas de Hitler de “ninguna retirada”, emitidas en un momento en que algunas unidades soviéticas estaban operando entre 50 y 100 millas de sus líneas de salida, ofreció una oportunidad mucho mayor de éxito (al menos temporalmente) de lo que hubiese supuesto en otro caso.

Durante la última parte de diciembre, ambos combatientes se esforzaron en reforzar sus fuerzas. Hitler ordenó el inmediato envío de trece divisiones frescas al Frente Oriental sacadas de otras partes de la Europa ocupada. La llegada de estas unidades se demoró por los mismos problemas de transporte que dificultaban la red logística alemana en Rusia. Para agilizar el envío de la necesitada infantería, la Luftwaffe transportó varios batallones de infantería directamente desde Prusia del Este a la zona de batalla, una medida de cuestionable mérito, tomada en perspectiva, toda vez que los refuerzos llegaron sin ropa de invierno y sin armas pesadas. La prisa desesperada para introducir esas nuevas unidades en el combate ocasionó extraños incidentes. En una ocasión, se lanzó parte de una división de refresco directamente sobre el campo de batalla, a pesar de que muchas de las tropas involucradas eran sólo músicos de la banda divisional. En otra ocasión, elementos de dos divisiones diferentes fueron combinados en un grupo ad hoc de batalla tan pronto pusieron pie en los apartaderos del ferrocarril, y se apresuraron a la refriega sin reparar en la integridad de la unidad ni en la estructura de mando.

En un curioso paralelismo con Hitler, Stalin asumió el control personal sobre la dirección estratégica de las operaciones rusas a finales de diciembre. En Moscú, Stalin vio en el sorpresivo éxito inicial del Ejército Rojo los mimbres para una más grande contraofensiva para derrotar a los invasores y ganar la guerra de un golpe. Lanzando refuerzos rusos hacia delante tan pronto como pudieran reunirse, Stalin esbozó su nueva visión para esta segunda etapa de la contraofensiva rusa. Los frentes Noroccidental, Volkhov y Leningrado romperían contra el frente del GEN y levantarían el sitio de Leningrado. Los frentes de Bryansk, Occidental y Kalinin aniquilarían al GEC mediante un colosal doble envolvimiento. En el sur, los frentes Meridional y Suroccidental arrasarían al GES mientras que el Frente del Cáucaso recuperaría Crimea mediante operaciones anfibias.

Esta gran avalancha del Ejército Rojo cayó sobre los alemanes durante las dos primeras semanas de enero, comenzando la segunda etapa de la campaña de invierno. Al igual que durante la primera etapa, las acciones defensivas alemanas se beneficiaron de los problemas ofensivos soviéticos.

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Mensaje por josé luis »

Bueno, con esta última parte voy a poner fin a esta primera entrega del trabajo de Wray. Más adelante ya veré si conitúo con esto.

PARTE XVI

Un defecto fundamental en la nueva operación soviética fue su propio concepto estratégico. Mientras que en la primera etapa los contraataques habían sido demasiado cautos, en la segunda etapa los objetivos eran demasiado ambiciosos y superaban las capacidades de lo que se podía hacer con los recursos del Ejército Rojo. Los ejércitos atacantes soviéticos lograron penetrar el cinturón de puntos fuertes alemanes en varias áreas, pero una vez en la retaguardia alemana, los soviéticos no retenían la suficiente fuerza o ímpetu para lograr una victoria decisiva. Stalin había ignorado por completo las sugerencias de Zhukov y de otros generales soviéticos de que el éxito operacional decisivo necesitaba objetivos menos grandes y una fuerza de combate mayor. En cambio, Stalin insistió en que la oportunidad había llegado para comenzar “la total destrucción de las fuerzas de Hitler en el año 1942”.

La ventaja de las operaciones defensivas alemanas bajo este defecto conceptual fue enorme. Careciendo de las reservas necesarias para asegurar la derrota de las mayores rupturas, los ejércitos alemanes fueron evitando los cercos decisivos y la posible aniquilación al dispersar la capacidad de combate soviético. Después de romper a través de los puntos fuertes alemanes, los ataques soviéticos se venían abajo por falta de sustentación. En varias ocasiones, grandes formaciones rusas se vieron inmovilizadas en la retaguardia alemana, decayendo lentamente hasta que eran reducidas por los refuerzos alemanes. Por ejemplo, el Segundo Ejército de Choque soviético, mandado por el general Vlasov, golpeó la retaguardia del XVIII Ejército alemán en enero sólo para inmovilizarse bosques y pantanos. Sin suministros y sin refuerzos, las nueve divisiones de Vlasov y varias brigadas independientes permanecieron inmovilizadas en la retaguardia alemana hasta su capitulación final en junio de 1942. De igual forma el 33º Ejército soviético y un grupo operacional móvil especial compuesto por el reforzado I Cuerpo de Caballería de Guardias del general Belov, atacaron profundamente en los puntos vitales de la retaguardia del GEC cerca de Vyazma solamente para encallarse allí cuando las tropas alemanas bloquearon la llegada de las fuerzas rusas de apoyo. Un destino similar corrió al 29ª Ejército ruso cerca de Rzhev. En estos y otros casos, la dispersión de la capacidad de combate soviética para la búsqueda de los grandiosos objetivos de Stalin impidió el refuerzo o el rescate de muchas tropas soviéticas estancadas.

Aunque fracasaron en conseguir un colapso general, estos profundos avances turbaron al liderazgo alemán. A medida que las fuerzas soviéticas avanzaban mal que bien hacia las bases de suministro y las líneas ferroviarias de comunicación del GEC a mediados de enero, la estrategia alemana de mantenerse firme se volvió más y más insostenible. Al borde de la desesperación, el general Halder escribió el 14 de enero que el liderazgo intransigente del Führer “sólo podía llevar a la aniquilación del Ejército”. Al día siguiente, Hitler consintió en autorizar una tardía retirada general del GEC a una “línea de invierno” desde Yukhnov a Rzhev. Sin embargo, Hitler impuso duras condiciones a la retirada alemana: todas las aldeas debían ser quemadas antes de la evacuación, no se podían abandonar armas o equipo, y –lo más desesperante para todos los comandantes alemanes que todavía se acordaban de las retiradas al detal de principios de diciembre- la retirada tenía que ser conducida en “pequeños pasos”.

La logística también entorpeció las operaciones soviéticas para beneficio alemán. Stalin había ordenado comenzar las ofensivas de enero antes de que estuvieran realizadas las adecuadas preparaciones logísticas. Más tarde, Zhukon se quejó sin rodeos de que como resultado “las necesidades logísticas de las fuerzas armadas no pudieron estar a la altura que demandaban las circunstancias”. Para enfatizar este punto, el comandante del Frente Occidental detalló sus propios problemas de suministros:

La situación de suministro de municiones era especialmente mala. Así, de la planificación de suministros para los primeros diez días de enero, el Frente recibió realmente: proyectiles de mortero de 82 mm, 1%; proyectiles de artillería, 20-30%. En todo el mes de enero: proyectiles de mortero de 50 mm, 2,7%; proyectiles de 120 mm, 36%; proyectiles de 82 mm, 55%; proyectiles de artillería, 44%. El plan de febrero no fue mejor. De los 316 vagones de municiones programados para los diez primeros días, no se recibió ninguno”.

La escasez general de municiones de artillería afectó directamente al fracaso del Ejército Rojo para aplastar el sistema de puntos fuertes alemán. Aunque los alemanes intentaron por todos los medios dispersar sus posiciones defensivas para reducir la efectividad del fuego ruso. Incluso así, la mayoría de los puntos fuertes alemanes no se convirtieron en verdaderas ratoneras gracias a la brevedad de la preparación artillera rusa por su escasez de municiones, que la hizo poco efectiva. Las unidades de Zhukov, por ejemplo, estaban limitadas a realizar una o dos rondas por tubo diarias durante sus renovados avances ofensivos. En un informe a Stalin el 14 de febrero, Zhukov se quejaba de que “como demuestra la experiencia de combate, la cortedad de municiones nos impide lanzar ataques artilleros. Como resultado, los sistemas de fuego enemigos no son suprimidos y nuestras unidades, atacando con insuficiencia para neutralizar las posiciones enemigas, sufren grandes pérdidas sin lograr los éxitos apropiados”.

Las tácticas equivocadas también redujeron la efectividad de la artillería soviética. De acuerdo con los fallidos manuales tácticos de preguerra, los cañoneros del Ejército Rojo distribuyeron uniformemente sus piezas a lo largo del frente, una práctica que imposibilitaba la concentración masiva de fuego contra puntos fuertes aislados. Además, las unidades de artillería rusas se colocaban demasiado lejos de la retaguardia para ser capaces de proveer un fuego continuo de apoyo de las unidades de ataque que batallaban a través de una serie de puntos fuertes alemanes.

Estos problemas de artillería eran sintomáticos de la falta general de coordinación de armas combinadas soviéticas durante este período. Los tanques rusos de vanguardia a menudo se distanciaban de su infantería de acompañamiento dejando a ésta impotente frente a los obstáculos y armas automáticas alemanes mientras que los tanques se abrían paso por los puntos fuertes. En concordancia, los blindados rusos, cortados de su protección de infantería, eran más vulnerables ante las medidas antitanques alemanas. Ocasionalmente, los tanques soviéticos se pararían a plena vista de los cañoneros alemanes esperando a que llegara su infantería o bien darían media vuelta a la búsqueda de sus tropas de apoyo de infantería. Ambas medidas eran favorables para los equipos antitanques alemanes. Como resultado de la confusión general y la falta de cooperación táctica entre la artillería, infantería y blindados, los comandantes soviéticos exponían la vulnerabilidad de sus propios atacantes al contraataque alemán.

En un intento de corregir estos errores, Stalin emitió una directiva a sus altos comandantes el 10 de enero que ordenaba un mejor apoyo artillero, una cooperación más estrecha entre tanques e infantería, y, como la directiva de Zhukov un mes antes al Frente Occidental, apremiaba a un uso mayor de la infiltración y las maniobras profundas. Como un diagnóstico, este documento mostraba una gran perspicacia sobre los errores tácticos del Ejército Rojo. Como medida correctiva, esta directiva (y medidas suplementarias que la siguieron) llegó demasiado tarde pues la mayoría de las fuerzas soviéticas ya estaban comprometidas en la segunda fase de las ofensivas cuando la directiva fue emitida. También, había muy pocas oportunidades para reorganizar y re-entrenar a las unidades soviéticas antes de la primavera.

A finales de febrero, la gran ofensiva de Stalin había llegado a su fin. Los ejércitos alemanes, reforzados al fin por unas pocas divisiones frescas que Hitler había solicitado para el Frente Oriental, restablecieron un frente defensivo continuo, liberaron algunas bolsas alemanas aisladas detrás de las líneas rusas, y aplastaron aquellas fuerzas rusas que todavía se mantenían en la retaguardia alemana.

Del lado alemán, lo mejor que se puede decir de la campaña de invierno es que la Wehrmacht sobrevivió. Sujeta a la rígida estrategia de Hitler, exhausta su fortaleza, y careciendo de un equipo propiamente de invierno, los ejércitos orientales alemanes habían resistido con éxito las dos etapas del ataque soviético utilizando un improvisado sistema defensivo de puntos fuertes. Aunque combatiendo tan bien como las circunstancias lo permitían e incluso incorporando algunos aspectos de su doctrina de la Defensa Elástica que podían encajar en la situación, los oficiales del Ejército alemán reconocieron que estuvieron muy cerca del desastre. Concordaron en que su supervivencia se debió en buena parte a la torpeza táctica soviética y a un cálculo estratégico errado así como a la tenacidad alemana.

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“La autoridad del Estado no puede existir como un fin en sí mismo, ya que en tal caso todas las tiranías de la Tierra serían inatacables y quedarían consagradas. Si un Gobierno recurre a la fuerza para llevar a un pueblo a la ruina, la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada ciudadano de ese pueblo” (Adolf Hitler, “Mi Lucha”).
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