LA COLUMNA DE HIERRO

Historia Militar 1936-1939.

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caracalla
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LA COLUMNA DE HIERRO

Mensaje por caracalla »

Fue esta columna reclutada en Valencia, en su mayoría entre los elementos más fieros del movimiento libertario y alcanzó la cifra de tres mil miembros según hace constar la publicación Fragua Social, del 14 de noviembre de 1936. Una de las características de esta columna era que estaba compuesta por varios centenares de reos convictos, libertados durante los primeros días del alzamiento, de la Penitenciaria de San Miguel de los Reyes.
Se le asignó como zona de operaciones el frente del noroeste, que comprendía la ciudad de Teruel, lugar en el que estuvo siete meses.
Fue esta Columna el mejor representante del espíritu del anarquismo, ninguna discrepó tan vehementemente de las claudicaciones teóricas y prácticas en que cayó el movimiento libertario ni manifestó una enemistad tan acusada contra el Estado, como la Columna de Hierro.
Pero estos ex penados a los que se intentaba redimir, llevaron pronto el oprobio a la Columna de Hierro. Algunos decidieron abrazar los ideales anarquistas, pero la inmensa mayoría no eran sino criminales empedernidos que no habían experimentado ningún cambio en sus sentimientos y si se habían alistado en la Columna, nos el animaba otro motivo que ver lo que podían conseguir alistados a ella, aceptando la etiqueta anarquista como camuflaje.
Uno de los convictos puestos en libertad (que tenía 34 años en el momento de la liberación, y llevaba once en la cárcel) describía cómo los compañeros «cambiaron el sistema de vida en los pueblos por donde pasaban, aniquilando a los caciques feroces que intranquilizaron la vida de los campesinos, después de robarles , y poniendo la riqueza en manos de los únicos que supieron crearla: en manos de los trabajadores... »Además había que añadir que el ingreso de estos malhechores en la Columna de Hierro creó fricciones entre su Comité de Guerra y el Comité Regional de la CNT de Valencia.
La razón más importante de la discordia era el hecho de que mientras el Comité Regional apoyaba la política adoptada por los líderes nacionales de la CNT y FAI, la Columna de Hierro criticaba la política que había promovido la entrada del movimiento libertario en el Gabinete, consecuencia que había ayudado a reavivar la autoridad del Estado y más peso a los decretos del Gobierno.
Tal censura -acompañada en ocasiones con la amenaza de la fuerza si los puntos de vista de la Columna sobre ciertas materias no eran adoptados- molestaba tanto al Comité Regional que explica, en gran medida, los pocos esfuerzos por no decir ninguno para ayudar a la Columna y asegurarle tanto hombres como suministros.
Este boicot fue un asunto grave para la Columna de Hierro. Aunque en los primeros meses de la guerra se bastó por si misma en sus campañas de reclutamiento ayudada por las confiscaciones llevadas a cabo con ayuda de los comités controlados por anarquistas en pueblos y ciudades de la retaguardia, sus llamadas de voluntarios, debido al descenso del fervor revolucionario y al descrédito en que había caído la Columna en los círculos libertarios, fueron disminuyendo siendo incapaces de proveerla del adecuado número de nuevos reclutas para el relevo de los soldados del frente.
Pero la Columna no se amilanó ante las dificultades y buscó sus propias vías de financiación, y como muestra de ello entresacamos este párrafo de Cultura Proletaria, de 7 de noviembre de 1936: “...Durante nuestra estancia en Valencia fuimos notificados que aunque nuestras negociaciones para la compra de armas habían fracasado por falta de dinero al contado, en muchas tiendas había gran cantidad de oro y otros metales preciosos, y fue esta consideración la que nos indujo a coger el oro, la plata y platino de varías joyerías».
El Gobierno por Largo Caballero, aprobó un decreto, publicado en la Gaceta de la República el 31 de diciembre de 1936. Aunque su lenguaje era discreto, sus propósitos estaban claros. Los comités estaban siendo sustituidos por los órganos regulares de la Administración, con lo que los elementos más revolucionarios fueron perdiendo la fuerza preponderante de un principio.
Merece la pena destacar la declaración que Martín Blázquez, oficial del Ministerio de la Guerra, hizo al general Asensio, Subsecretario del Departamento, ante la adopción de tal medida: “Ahora propongo se decrete que los que se nieguen a transformarse de milicianos en soldados no cobrarán ninguna paga.”
Además de que el Ministerio había decidido retirar las armas de todas las milicias que se negaran a reorganizarse de conformidad con las normas prescritas, había decretado, que la paga de todos los combatientes -que en el caso de las milicias, hasta entonces, había sido entregada anteriormente a cada Columna en su totalidad, sin supervisión posterior ni consideración previa a su estructura- sería en lo sucesivo distribuida mediante pagadores ordinarios y sólo en los batallones.
Como el decreto no hacía mención alguna de pagadores en las unidades que no habían adoptado el marco militar establecido, era evidente que la Columna de Hierro aferrada a su estructura miliciana, pronto le serían suspendidas las pagas.
A pesar de la primitiva intransigencia de la Columna, el Comité de Guerra, mejor informado que la tropa de la situación, se dio cuenta entonces de que no era conveniente por más tiempo una postura de inflexibilidad.
No podrían mantenerse contra la presión del Gobierno y la hostilidad de la jefatura de la CNT-FAI, y que tendrían que acceder a la forma limitada de militarización abogada por el Comité Nacional de la CNT o quedar sin el apoyo material esencial para su existencia. Pero ¿podría ser sometida la Columna? La inquietud y la desmoralización se estaban extendiendo y había ya murmuraciones y amenazas entre los espíritus más rebeldes, de que abandonarían el frente si se introducía la militarización, ni siquiera en la forma más suave. Estas amenazas se vieron confirmadas el 22 de diciembre, pues noventa y seis hombres abandonaron el frente y fueron denunciados como desertores por el Comité de Guerra.
Al final del informe el Comité de Guerra había expresado la esperanza de que la cuestión de la militarización se discutiría en una asamblea de la columna, entonces en marcha. Pero aunque se debatió la cuestión no se llegó a ninguna decisión. No fue, por tanto, incidental que Nosotros, portavoz de la Columna de Hierro, publicara por este tiempo la entrevista con el secretario del Comité Nacional de la CNT, en la que se esforzaba en demostrar que la transformación de las columnas milicianas en brigadas mixtas a lo largo de los frentes, acordada por el Comité Nacional, no envolvería ningún cambio fundamental. Pero ni siquiera esta afirmación modificó la intratabilidad de los más celosos oponentes a la militarización, que constituían la mayoría de los miembros de la columna.
A principios de marzo, sin embargo, las cosas llegaron súbitamente a un punto culminante.
En una Orden ministerial del 3 de marzo de 1937, encaminada particularmente a acelerar la militarización de la Columna de Hierro y que indudablemente había sido dictada después de consultar a los colegas de la CNT-FAI en el Gabinete, Largo Caballero anunció que las milicias del frente de Teruel quedarían subordinadas al Ministerio de la Guerra a partir de primero de abril, y destinaba a José Benedito, comandante de la columna anarcosindicalista Torres-Benedito, a la Sección de Organización del Estado Mayor Central con el fin de que colaborara en los cambios necesarios. Al mismo tiempo, la Columna de Hierro recibió la notificación de que según el Decreto de 30 de diciembre, se disponía la obligatoriedad en la distribución de los haberes mediante pagadores de batallón subordinados a la Pagaduría Central.
Al margen de la opinión particular del Comité de Guerra , la indignación recorrió la columna. En una asamblea general los hombres se negaron a someterse a la reorganización militar y a las nuevas regulaciones financieras, y un gran número de ellos decidió abandonar el frente en señal. de protesta. Temeroso de que este desafío diera al Ministerio de la Guerra un pretexto para el reclutamiento forzoso de los miembros de la columna en el servicio del ejército regular, a menos que la CNT de Valencia pudiera incorporarlos a otras unidades del movimiento libertario, el Comité de Guerra dictó una nota muy precavida: «La Columna de Hierro no ha sido disuelta ni piensa en la disolución. De acuerdo con la resolución aprobada por todos sus miembros, ha pedido ser relevada para descansar y reorganizarse. Esto es lo que ahora está sucediendo. En la actualidad sólo unas tres centurias quedan en espera de ser relevadas. Cuando esto haya sido efectuado se convocará una asamblea de toda la columna en la que, con nuestra seriedad de costumbre y sentido de la responsabilidad, se decidirá la postura a adoptar y el camino a seguir. Por tanto, hasta entonces, los camaradas no pueden alistarse en otras unidades organizadas..., puesto que como pertenecen a una columna que en la actualidad está descansando, nadie puede obligarles a hacerlo».
Sin embargo, la Columna de Hierro estaba entonces en un estado de desintegración virtual.
Los comunistas deseaban que Largo Caballero alistara inmediatamente a sus miembros en las unidades del ejército regular, pero no se decidieron a dar ningún paso que habría sido mirado por los líderes de la CNT-FAI como precedente peligroso para la independencia de las otras unidades libertarias, pero no se recataron de decirlo en un manifiesto del Comité Central del Partido Comunista, publicado en Frente Rojo, 19 de marzo de 1937, «Es necesario poner fin a lo que queda de milicias de partido, sindicatos y columnas autónomas y crear un ejército único».
Así las cosas, el Comité de Guerra tuvo un período de respiro en los días anteriores a la asamblea propuesta, que iba a determinar el futuro de la columna, en la que se ganaría el apoyo de los hombres para la forma de militarización restringida aprobada por el Comité Nacional de la CNT.
El 21 de marzo, domingo, día señalado para la celebración de la asamblea que iba a votar sobre el futuro de la Columna de Hierro, fue un día ominoso para todos sus miembros. En las semanas pasadas el Comité de Guerra, que había estado instando la militarización como única alternativa, comprendió que las pasiones ya habían perdido su fuerza y era evidente la desintegración que flotaba encima de la columna, y que los proponentes de la militarización tenían asegurado el triunfo.
Los argumentos utilizados por el Comité durante la asamblea en favor de convertir la columna en brigada fueron suficientemente poderosos como para asegurar el voto favorable de la asamblea.
Acordaron que los hombres que les correspondiera por la edad serían movilizados por el Gobierno; que aun cuando decidieran la desbandada, poco después serían alistados en unidades regulares organizadas por el Estado; que el Ministerio de la Guerra había acordado que cuatro batallones de la brigada propuesta serían formados con miembros de la columna y que sólo la artillería estaría en manos de oficiales profesionales.
Unos días después, el Comité de Guerra anunciaba a los miembros de la Columna de Hierro que la unidad se convertirla en la 83 Brigada del ejército popular.


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David L
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Mensaje por David L »

Creo recordar que en una de sus vuelltas a Valencia fueron tiroteados por guardias de Asaltao que los esperaban en plan emboscada, estaba claro que para reducirlos alfinal tendría que ser por la fuerza y con tiros de por medio. Confirmaré lo que he dicho ahora, estoy hablando de oídas, pero creo que ocurrió tal hecho.

Un saludo.
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Mensaje por caracalla »

David, no se si tu información será coincidente con la mía, pero te paso lo que encontré sobre los choques con las fuerzas del orden y que no añadí por no hacerme demasiado prolijo, como en tantas ocasiones.
Saludos

Merece recordarse que, camino de la retaguardia, varias centurias de la columna se enredaron en una lucha armada entre los Guardias de Asalto y los anarquistas en el pueblo de Vilanesa. “Cuando se arregló este pequeño incidente --decía un informe dictado unos días después por el ministro del Interior, socialista del ala izquierda, Ángel Galarza-, la policía, por una razón inexplicable... fue atacada y tuvo que ser reforzada. Sin instrucciones de los elementos responsables de la CNT y FAI, miembros de cierta organización ordenaron una especie de movilización general, que tuvo lugar en varios pueblos de la provincia, con objeto de cortar las comunicaciones e impedir la circulación del tráfico y la entrada en los pueblos de las fuerzas de policía”. Publicado en El Pueblo, 13 de marzo de 1937. Estos sucesos aparecen en el Boletín de Información y Orientación Orgánica del Comité Peninsular de la FAI, de 1 de mayo de 1937. Aunque ninguno de estos informes menciona el papel de la Columna de Hierro en los acontecimientos, sus miembros estuvieron, como todo el mundo sabía, entre los principales participantes. Después de una batalla que costó a ambos bandos cierto número de muertos y heridos, más de doscientos anarquistas fueron hechos prisioneros. Según Nosotros, 23 de marzo de 1937, noventa y dos de éstos eran miembros de la Columna de Hierro.
También se detectaron abusos tales como los que tienen lugar en la Columna de Hierro, que contando con sólo tres mil hombres y recibía la paga para seis mil todos los meses.
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David L
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Mensaje por David L »

Hola caracalla, tengo un libro escritor por el anarquista Abel Paz titulado: [b]Crónica de la Columna de Hierro[/b] y en él he encontrado lo que a mí me sonaba; los sucesos anteriormente mencionados por mí deben encuadrarse dentro de la pugna PCE-CNT, que acabó como todos sabemos en una lucha a muerte en mayo del 37 en Barcelona.

Te hago un pqueño resumen de los hechos tal y como los recuerda Abel Paz:

[i]Hacia finales de octubre del 36 fue asesinado a tiros en una calle de Valencia un tal Tiburcio Ariza Gonzalez, que resultó ser un delegado de centuria de la Columna de Hierro que se encontraba de servicio en la ciudad. La noticia llegó pronto al fernte y las columnas confederadas, la Columna de Hierro, la Torres-Benedito y la "13", acordaron enviar una nutrida representación al sepelio, fijado para el día 30 de ese mes, viernes. Al paso del avance de la comitiva se registraron algunos choques con la Policía Popular Antifascista, pero cuando se llegó a la Plaza de Tetuán, se cayó en la trampa. En esa céntrica plaza, cerca del río, se encontraba el cuartel general del Partido Comunista y la antigua residencia del Capitán General, que entonces se había convertido en la Delegación de Milicias. No está claro si la Columna de Hierro planeaba o no un ataque contra aquellos edificios, pero el hecho fue que se la tomó entra dos fuegos cruzados de ametralladoras, entre los dos edificios, y fue dispersada con muchas pérdidas, es decir, entre los 150 y 160 muertos.[/i]

Queda claro que la guerra entre los anarquistas y los comunistas está bien reflejada en la actitud de la Columna de Hierro y los comunistas por otra parte. No me extraña que los pequeños propietarios valencianos se afiliaran en masa al Partido Comunista en busca de protección y de orden.

Un saludo.
caracalla
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Mensaje por caracalla »

Amigo David, no conocía este libro de Abel Paz por lo que te agradezco hayas traído su texto aquí, ya que toda información enriquece los posts y los complementa. Si esta actitud cundiese, es posible que al final, reuniendolos todos, se podría montar un buen artículo colectivo por darle más trabajo a Fae.
Para apuntalar lo dicho por tu anterior envío permíteme que traslade parte texto de Bolloten:


... En el campo, los fanáticos impusieron su voluntad a los pequeños agricultores y, en nombre del comunismo libertario, establecieron dictaduras caciquiles en muchos pueblos. El comunismo libertario, afirmaban, elevaría el nivel de vida de los campesinos, destruiría "el odio, la envidia y el egoísmo" y establecería el "sentido de la solidaridad y el respeto mutuo".
Aterrorizadas ante estos acontecimientos, las clases medias rurales y urbanas quedaron sin dirección, pues los líderes de los partidos republicanos estaban sumidos en la apatía o habían huido. “... nuestro silencio y nuestro apartamiento ante los avances temerarios de los audaces, hicieron creer a muchas gentes que nosotros no existíamos", declaró el presidente de Izquierda Republicana (Política, 6 de diciembre de 1938). Desmoralizadas por la cobardía de sus dirigentes, las clases medias tendieron a gravitar hacia el Partido Comunista, el cual, de acuerdo con su línea frentepopulista, defendía sus intereses económicos: "... los pequeños comerciantes e industriales -dijo Mundo Obrero, órgano comunista en Madrid (27 de julio de 1936)- constituyen... una clase que tiene muchos puntos de contacto con el proletariado... Siendo esto así, es deber de todos respetar la propiedad de esos pequeños comerciantes e industriales".
En Valencia, efectivamente, 50.000 agricultores ingresaron en la Federación Campesina que el partido había formado para su protección. "Puede decirse que hemos pasado por momentos de verdadero peligro, estando a dos pasos de desencadenar otra guerra civil en la retaguardia entre los campesinos y los obreros agrícolas. Por fortuna, todo esto ha sido evitado aun a costa de destrozar nuestros pulmones por los pueblos, de realizar una intensa propaganda de esclarecimiento político para lograr el respeto a la pequeña propiedad.”
El Partido Comunista, dirigido durante toda la guerra por delegados del Comintern, definió los cambios políticos y sociales de la España republicana después de julio de 1936 como una "revolución democrática burguesa", atrayéndose de esta forma la opinión interior y extranjera. "[El] Partido Comunista de España -declaró el Partido Comunista francés- nos ha pedido que informemos a la opinión pública ... que el pueblo español ... sólo tiene un objetivo: la defensa del orden republicano y el respeto de la propiedad.
Gracias a esta línea política, los comunistas españoles entraron en colisión con la revolución social. Esto significaba violar doctrinas venerables, pero Stalin sabía que mientras las potencias democráticas reconociesen al gobierno español éste podía justificar su derecho a comprar armas. Sabía también que si Francia e Inglaterra abandonaban la política de no-intervención, la guerra civil española podría desencadenar un conflicto europeo del que él saldría como árbitro en todo el continente. Por esto era esencial que Azaña, receloso e impotente, siguiera ostentando la Presidencia de la República. "Es, absolutamente necesario -aconsejó Stalin en una carta a Largo Caballero, nuevo primer ministro y ministro de la Guerra en setiembre de 1936 (New York Times, de junio de 1939) que el gobierno se asegure el apoyo de Azaña y de su grupo...para evitar que los enemigos de España la consideren una república comunista."

Saludos
caracalla
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Mensaje por caracalla »

Amigo David, no conocía este libro de Abel Paz por lo que te agradezco hayas traído su texto aquí, ya que toda información enriquece los posts y los complementa. Si esta actitud cundiese, es posible que al final, reuniendolos todos, se podría montar un buen artículo colectivo por darle más trabajo a Fae.
Para apuntalar lo dicho por tu anterior envío permíteme que traslade parte texto de Bolloten:


... En el campo, los fanáticos impusieron su voluntad a los pequeños agricultores y, en nombre del comunismo libertario, establecieron dictaduras caciquiles en muchos pueblos. El comunismo libertario, afirmaban, elevaría el nivel de vida de los campesinos, destruiría "el odio, la envidia y el egoísmo" y establecería el "sentido de la solidaridad y el respeto mutuo".
Aterrorizadas ante estos acontecimientos, las clases medias rurales y urbanas quedaron sin dirección, pues los líderes de los partidos republicanos estaban sumidos en la apatía o habían huido. “... nuestro silencio y nuestro apartamiento ante los avances temerarios de los audaces, hicieron creer a muchas gentes que nosotros no existíamos", declaró el presidente de Izquierda Republicana (Política, 6 de diciembre de 1938). Desmoralizadas por la cobardía de sus dirigentes, las clases medias tendieron a gravitar hacia el Partido Comunista, el cual, de acuerdo con su línea frentepopulista, defendía sus intereses económicos: "... los pequeños comerciantes e industriales -dijo Mundo Obrero, órgano comunista en Madrid (27 de julio de 1936)- constituyen... una clase que tiene muchos puntos de contacto con el proletariado... Siendo esto así, es deber de todos respetar la propiedad de esos pequeños comerciantes e industriales".
En Valencia, efectivamente, 50.000 agricultores ingresaron en la Federación Campesina que el partido había formado para su protección. "Puede decirse que hemos pasado por momentos de verdadero peligro, estando a dos pasos de desencadenar otra guerra civil en la retaguardia entre los campesinos y los obreros agrícolas. Por fortuna, todo esto ha sido evitado aun a costa de destrozar nuestros pulmones por los pueblos, de realizar una intensa propaganda de esclarecimiento político para lograr el respeto a la pequeña propiedad.”
El Partido Comunista, dirigido durante toda la guerra por delegados del Comintern, definió los cambios políticos y sociales de la España republicana después de julio de 1936 como una "revolución democrática burguesa", atrayéndose de esta forma la opinión interior y extranjera. "[El] Partido Comunista de España -declaró el Partido Comunista francés- nos ha pedido que informemos a la opinión pública ... que el pueblo español ... sólo tiene un objetivo: la defensa del orden republicano y el respeto de la propiedad.
Gracias a esta línea política, los comunistas españoles entraron en colisión con la revolución social. Esto significaba violar doctrinas venerables, pero Stalin sabía que mientras las potencias democráticas reconociesen al gobierno español éste podía justificar su derecho a comprar armas. Sabía también que si Francia e Inglaterra abandonaban la política de no-intervención, la guerra civil española podría desencadenar un conflicto europeo del que él saldría como árbitro en todo el continente. Por esto era esencial que Azaña, receloso e impotente, siguiera ostentando la Presidencia de la República. "Es, absolutamente necesario -aconsejó Stalin en una carta a Largo Caballero, nuevo primer ministro y ministro de la Guerra en setiembre de 1936 (New York Times, de junio de 1939) que el gobierno se asegure el apoyo de Azaña y de su grupo...para evitar que los enemigos de España la consideren una república comunista."

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Lord Summerisle
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Re: LA COLUMNA DE HIERRO

Mensaje por Lord Summerisle »

Tratar la historia de la Columna de Hierro es abordar un tema muy polémico. Al problema habitual de analizar fuentes con información totalmente opuesta, se añade el hecho de que los columnistas llegaron a ser fuertemente criticados incluso por los grandes jerarcas de la CNT, de manera que resulta complicado conocer el verdadero alcance de su actuación. No obstante, desde un punto de vista de eficacia militar, la Columna tuvo los mismos problemas que el resto de columnas milicianas. Los únicos hechos de armas destacables que protagonizó fueron la defensa de Sarrión y la ocupación de casi todo el entorno de Puerto Escandón. Después se estancó en una guerra de posiciones que ya se mostró demasiado compleja para su capacidad de organización y combate.

Su cifra de efectivos ya supone un misterio. H. Thomas da la dudosa cifra de 24.000 miembros. Manzanera, el encargado de suministros de la Columna, cuenta que en agosto eran 15.000, pero después llegaron a los 30.000, guarismos también dudosos. Roque Santamaría, otro columnista, comenta que en el primer mes -agosto del 36- llegaron a alistarse en ella 12.000 hombres, pero que solo pudieron armarse a unos 3.000. Bolloten da la cifra de 3.000; las cuentas de Mainar rondan alrededor de esa cifra, a la que habría que añadir unos cuantos centenares de antiguos soldados regulares y miembros de las fuerzas de seguridad que fueron adscritos a esa columna. Porque, a pesar de la fama, no estaba compuesta solo por anarquistas y, con el tiempo, pasaron por ella carabineros, antiguos soldados del Regimiento Otumba, artilleros, ingenieros y sanitarios militares, que imagino que fliparían ante los usos y costumbres de los que formaban el grueso de la Columna, que estaba compuesto por lo mejor de cada casa. También incluyó un pequeño grupo de milicianas; por lo visto, las del Grupo "Artes gráficas" se distinguieron en la defensa de Sarrión. En ninguna parte he encontrado el número de presos que se sumaron a ella ni la ratio entre columnistas, presidiarios e "incontrolados". Estaría bien saberlo por aquello de ver la incidencia de la "bondad humana" en todo el asunto de excarcelación de presidiarios. En cualquier caso, las cifras fueron variando. El primer combate propiamente dicho, el de Sarrión del 13 de julio, fue sostenido por unos mil efectivos; en los combates en torno a Puerto Escandón de la segunda quincena de agosto ya superaban ampliamente los dos mil.

No es asunto baladí la cuestión de las cifras de efectivos porque uno de los aspectos más llamativos al estudiar esa Columna es que al parecer tenía el don de la ubicuidad. Igual estaba desmantelando secaderos de jamones por Teruel que asaltando la cárcel de Castellón, haciendo vino en Requena, matando derechistas por la Safor o inaugurando un centro de reclutamiento en Alcoy, cultivando cereales en el primer barbecho que trincaran, asaltando joyerías o en Francia comprando armamento por su cuenta y riesgo y todavía les sobraba tiempo para imponer el comunismo libertario en los pueblos de su zona de influencia, quemar iglesias, juzgados y bajarse a Valencia a amenazar a los comités ejecutivos de diversos pueblos, ciudades y comerse un "blanco y negro" en el Barrachina, uno de sus locales preferidos. Posiblemente la Columna de Hierro fuese chivo expiatorio de muchas burradas en las que nada tuvo que ver, pero lo cierto es que muchos de sus hombres estaban repartidos por zonas muy alejadas del sector turolense que en teoría estaba a cargo de esa columna. Algunos de sus miembros confiesan que eran tantos para tan pocas armas que muchos grupos sencillamente campaban a sus anchas por su zona sin dar grandes explicaciones.

Otro gran misterio es la fecha exacta de su fundación. Se supone que se organizó durante la primera semana de agosto, una vez ocupados los cuarteles de la Alameda. Del Parque de Artillería consiguieron centenares de fusiles -según Roque Santamaría armaron con ellos a unas doce o catorce Centurias- y parece que también consiguieron algunas armas en Barcelona. Con ese botín, se instalaron en el previamente requisado convento de Las Salesas -hoy inexistente-, el cual fue convertido en su cuartel general. Como curiosidad, el germen de lo que sería la Columna de Hierro tuvo como primer nombre "Grupos de Defensa de la CNT" y su jefe fue un alcoyano llamado Rafael Martí, quien por su vistosa indumentaria fue rápidamente apodado "Pancho Villa". Sus miembros eran muy jóvenes; la edad de los cabecillas oscilaba entre los 27 y 22 años, y, a pesar de que habían prohibido alistarse a los menores de 18, había algunos menores que se alistaron tras mentir sobre su edad. Todos los jefes y la mayoría de integrantes eran militantes de la CNT, FAI y Juventudes Libertarias.
Tras un fantástico entrenamiento de seis o siete días, el 7 o el 8 de agosto salió hacia Teruel como avanzadilla el primer contingente de 150 hombres prácticamente con lo puesto y con solo un fusil y cincuenta cartuchos en el bolsillo por persona. El itinerario es difícil de seguir. Para empezar, se encontraron con la huelga de ferroviarios y tampoco disponían de vehículos. Parece que por los pueblos que pasaban fueron "adquiriendo" suministros y pertrechos. Lo cierto es que de alguna manera llegaron a Sagunto , donde consiguieron que un tren -siguiendo la vía minera- les llevara a Barracas tras algunas "paradas estratégicas" en algunos pueblos de los que jalonan el recorrido ferroviario, como Segorbe. Desde Barracas, unos andando y otros con vehículos requisados, siguieron por carretera y ocuparon los pueblos de Albentosa y Sarrión -8 o 9 de agosto- sin combatir. Además, comenzaron a llegar otros centenares de efectivos. Como no llevaban tiendas ni nada, los columnistas se repartieron por las casas -muchas habían sido abandonadas- y otros edificios, como iglesias; algunos de sus elementos fueron usados para alimentar hogueras con las que calentarse, ya que por la noche refrescaba y solo llevaban ropa civil de verano. Una noche tuvieron un encontronazo con un camión de guardias civiles que llegó desde la zona rebelde, sin mayores consecuencias.
El 12 llegaron a Sarrión otros 500-600 hombres. Por lo visto también aparecieron a lo largo del día, desde Castellón, la milicia "La Desesperada" y la "patrulla" "Amanecer", las cuales estaban ligadas a Izquierda Republicana y se habían impuesto la misión de vengar al diputado Casas Sala, lo que en la práctica se basaba en "limpiar" de facciosos reales o imaginarios allá por donde pasaran. . Como curiosidad -o quizá no tanta- una de las versiones sobre el origen del nombre de la columna de milicianos anarquista mantiene que fue ese día en Sarrión donde se acordó por sus miembros autodenominarse "Columna de Hierro" por la copiosa presencia de obreros de la siderurgia de Puerto Sagunto en ella, aunque como señalaba arriba hay varias versiones al respecto. Según los datos que manejo, la primera mención oficial como "Columna de Hierro" aparece en los artículos de los periódicos La Correspondencia de Valencia y El Mercantil Valenciano del 14 de agosto de 1936 que hacen eco del combate de Sarrión del día anterior.

Finalmente, la mañana del 13 de agosto se produjo el primer combate más o menos auténtico, el bautismo de fuego. La cantidad exacta de efectivos de los bandos enfrentados resulta un nuevo enigma. Las cifras de los rebeldes oscilan entre los cuatrocientos y los ochocientos, cantidad ésta última que me parece exagerada porque en esas fechas todos los efectivos de los sublevados en Teruel ascendían a unos novecientos hombres -según Solano, aunque tampoco cita fuentes- y dudo mucho que dejaran poca reserva. Lo que sí que se sabe es que estaba formado por un conglomerado de soldados regulares de distintas armas, varios centenares de guardias civiles y voluntarios civiles y que se dividieron en dos columnas: la principal, dirigida por el comandante Aguado, seguía la carretera hacia Sagunto mientras otra mandada por el comandante picoleto Pérez del Hoyo marchó por Valbona para envolver Sarrión y copar a sus enemigos. Los facciosos contaban con una batería de cañones y varias ametralladoras. Frente a ellos, la Columna de Hierro contaba alrededor de unos mil efectivos más las milicias de Izquierda Republicana llegadas el día anterior, cuyo número desconozco, dotadas solo de fusiles y algunas armas cortas. Posiblemente el menor número de efectivos rebeldes respecto a los defensores de Sarrión se veía compensado por la presencia de gente mejor adiestrada -hay oficiales profesionales y guardias civiles- y su posesión de armamento pesado y automático. Además, parece que tampoco todos los llegados a Sarrión desde la zona "leal" estaban armados. Eso explicaría que el combate estuviera en tablas hasta la intervención de la aviación republicana.
Para variar, hay varias versiones sobre el desarrollo de la batalla:
- La canónica anarquista mantiene que a las 7 de la mañana vieron desde el campanario que se acercaba por la carretera de Teruel una caravana de vehículos. Teniendo claro que solo podían ser enemigos, se aprestaron al combate, percatándose de paso que también había otra columna enemiga situándose en el cementerio y alrededores. Sin más preámbulos se liaron a tiros varias horas; el momento culminante, según esta versión, llegó a las 12 de la mañana, cuando se llegó al cuerpo a cuerpo. En una de estas varios cabecillas rebeldes fueron muertos -concretamente Aguado y Luaces- o heridos, como del Hoyo, lo que supuso un duro golpe para la moral de combate de los facciosos; a la 1 apareció la aviación republicana -entre tres y cinco aviones, aunque algunos anarquistas ni siquiera mencionan la aparición de la "Gloriosa"- que acabó por hundir a los rebeldes, los cuales iniciaron una despendolada huida hacia Teruel y Mora de Rubielos. Los columnistas iniciaron una persecución pero a los pocos kilómetros los dejaron en paz. Pretextos: la falta de vehículos (cosa chocante porque se supone que como botín capturaron varios autobuses a los rebeldes así como diverso armamento) y de suministros.
- La versión "republicana" es la dada por varios periódicos valencianos y es similar, aunque dando papel decisivo a la aviación, que fue, según ellos, la que verdaderamente propició el triunfo al romper la balanza equilibrada a favor de los columnistas. Fueron dos aviadores -Reigosa y Fernández- los que avisaron a los anarquistas de lo que se les acercaba y los que dieron parte en Manises a su jefe, que ordenó que una escuadrilla compuesta por tres aviones de bombardeo (pilotos: Cristià, Franco, Naranjo, Ferrer, Azcona y Azcona) y dos "observadores" (¿cazas?: Casademús (sic) y Bengochea (sic)) participara en la batalla, lo que hizo brillantemente.
- ¿Y los filorebeldes qué cuentan? Pues, según lo leído, poca cosa. Un miembro de la columna rebelde, Marcial "El Corsetero", cuenta que:
[muchos de sus compañeros] se dejaron matar paralizados por el pánico, metidos en unos hoyos excavados a la orilla de la carretera para plantar chopos; mientras otros corríamos demasiado abandonando al jefe a su suerte.
Martínez Bande, como es habitual en él al tratar todo lo que no le interesa, pasa de puntillas sobre el tema y tras describir la división de fuerzas en dos columnas se limita a señalar que eran muy pocos para realizar con éxito una maniobra tan ambiciosa.

Respecto a las bajas en este primer combate, como suele pasar, hay cifras variadas:
- Manzanera: 93 facciosos muertos; los columnistas, 7 muertos y 37 heridos.
- El Mercantil Valenciano y La Correspondencia de Valencia (testimonio de José Benedito): los rebeldes, 43 muertos y varios heridos; los milicianos, 4 muertos y 27 heridos.
- El Heraldo de Castellón: 66 sediciosos muertos; 3 muertos y 15 heridos entre los columnistas.

Más importante que el número de bajas inflingidas a los rebeldes fue su valor cualitativo, ya que cayeron los principales jerarcas falangistas y el oficial que sublevó Teruel. La noticia de la derrota provocó el pánico en Teruel y los facciosos empezaron a volar puentes y cavar trincheras mientras parte de la población se marchaba hacia Zaragoza porque consideraba que la ciudad del torico estaba a punto de ser ocupada.
En cambio, la victoria supuso un subidón de moral para los columnistas que fue desaprovechado; en vez de perseguir a los rebeldes en fuga, algunos grupos integrantes de dicha columna se dedicaron a "conquistar" -sin pegar un solo tiro- los pueblos de los alrededores, a proclamar el comunismo libertario y a cazar derechistas y curas, dando un tiempo precioso a los sublevados para reorganizarse, traer refuerzos desde Zaragoza y fortificarse en puntos estratégicos. Las excusas que los anarquistas alegaron para el parón fueron las faltas de transporte y de suministros y que "había que esperar a la artillería", aunque esto último no sé si lo decían con sorna o si lo pensaban de verdad. Al menos fueron llegando más efectivos a la Columna y en la mañana del 14 ya sumaban casi dos mil miembros.

Días más tarde, el grueso de la Columna de Hierro prosiguió el avance por la carretera de Teruel. El 17 de agosto ocupó La Puebla de Valverde -de nuevo sin pegar un tiro- y hubo otro parón. Hay cierta confusión de fechas al respecto, pero parece que entre el 20 y el 22 se inició el combate por la conquista de Puerto Escandón, que los rebeldes habían fortificado. En esa especie de batalla los columnistas empezaron a tener bajas significativas, como la de "Pancho Villa", el primer jefe de la Columna de Hierro. El 29 de agosto cesó la lucha en ese sector. Los columnistas consiguieron conquistar Puerto Escandón y prácticamente todas las alturas que lo rodean, pero dejaron un pequeño saliente -peligroso para los rebeldes, ya que estaba dominado por altura por posiciones de la Columna- que se convirtió en leyenda y su posición obtuvo un doble nombre: "el parapeto de la muerte" para los sublevados, "posición Pancho Villa" para los columnistas, apelativo que superaría la existencia de la misma Columna. Pero, a pesar de conseguir el Puerto, la Columna no fue capaz de avanzar más, a pesar de que por aquellas fechas otras columnas amenazaban Teruel por casi todos sus flancos, dejando a esa ciudad en una situación delicada.
Ese estancamiento, que se suponía temporal, se convirtió en permanente y la línea de frente que alcanzó en esos días apenas sufrió cambios durante el resto de existencia de la Columna. La línea que guarnecía se extendía desde los montes de Aldehuela y Cubla (donde conecta con la Columna Eixea-Uribes) pasando por Puerto Escandón hasta los alrededores de Valdecebro y los dominios de la Columna Torres-Benedito.

Ese momento sirvió para definir la estructura de la Columna, aunque para variar es un asunto confuso. Se organizaba en Centurias que a su vez estaba formada por varias "décadas" y "grupos de treinta". Cada uno de esos grupos estaba dirigido por un delegado responsable que era su representante e intermediario con el delegado de Centuria y con el Comité de Guerra de la Columna, que en teoría era el encargado de dirigir las operaciones, administrar su abastecimiento y mediar con el resto de Columnas y el comités y Gobierno, si bien toda decisión de calado se tomaba tras diversas asambleas a diferentes niveles: década, Centuria, reunión de los delegados de éstas con el Comité de Guerra. Muy democrático y tal pero restaba mucha operatividad porque se debatía sobre todos los asuntos. Según un documento del 4 de diciembre del 36, la Centuria estaba compuesta por 81 combatientes, nueve delegados de a diez -cada "década" o decuria, grupos de diez hombres, tenía su delegado-, tres delegados de grupos de treinta hombres y un delegado de Centuria; sin constituir grupo combatiente debía haber un grupo responsable de los abastecimientos, agua, municionamiento, botín, practicante y elementos de enlace formado por seis camilleros, seis de abastecimiento, cuatro enlaces y un delegado. Total: 111 hombres.
Las diversas Centurias y subgrupos tenían cierta apariencia con los Pals battalions británicos de la Gran Guerra, ya que los columnistas tenían tendencia a integrarse según su rama de trabajo, fábrica, localidades de origen o con sus propias pandillas de amigos directamente; de hecho, algunas de las subunidades tenían su propio nombre, y desde luego algunos resultan bastante sintomáticos, como son los casos de "Los Vagos" o el "Grupo Star". La Columna de Hierro también elaboró su propio reglamento de comportamiento y su himno.
Tras ver el asunto, no me queda nada claro si hubo o no integración real de los militares en esa estructura de Centurias. Según Mainar, en octubre del 36 en la Columna había unos 600 militares; poco después, unos 800, contando 50 carabineros, 469 soldados del Regimiento Otumba, 142 artilleros, 36 zapadores y 19 de Sanidad. Como "consejeros" del Comité de Guerra estaban el teniente coronel Joaquín Pérez Salas y el capitán de artillería Atilano Sierra, pero fueron considerados como simples "técnicos militares" y los anarquistas apenas les hacían caso, a pesar de que el segundo, que por lo visto era el que dirigía la artillería "leal" en todo el sector de Teruel, se ganó el respeto de los columnistas por su puntería y llegaron hasta dedicarle coplas y todo, lo que parece que era la mayor muestra de afecto que esa gente te podía dar. El contingente militar fue desaprovechado dada la desorganización reinante y la falta de disciplina; además, como despertaban desconfianza, fueron situados en un segundo escalón del frente.
Además de su división en Centurias, también organizaron la "Guardia Móvil" como grupo de intervención rápida. En ninguna parte he encontrado su composición, pero, a tenor de los comentarios, más que una brigada de bomberos dispuesta para responder a cualquier ataque, parece que era una especie de patrulla itinerante compuesta por iluminados que vagaba por su territorio dedicándose a "reparar injusticias y orientar conciencias", expresión eufemística que encubría las tareas de represión, vigilancia e imposición del comunismo libertario, lo que conllevaba la eliminación de facciosos reales o imaginarios y la quema de registros de propiedad, fichas policiales y del material religioso del lugar.
Mucho más eficaz que en el combate se mostró la Columna a la hora de organizar sus propios sistemas de abastecimiento y red sanitaria ante el boicot que pronto empezó a sufrir desde el Estado y sus supuestos aliados "antifascistas". Organizó diversos hospitales en los principales pueblos de su sector -La Puebla de Valverde, Mora de Rubielos y Sarrión-, en otros de la retaguardia -Viver y Segorbe- y disponía de varios puestos de primeros auxilios repartidos a lo largo de su frente. Además, tenía varias ambulancias, un dentista, especialistas en enfermedades venéreas y hasta acceso a un tren hospital que subía de vez en cuando desde Valencia. La red sanitaria y la disciplina "relajada" de la Columna de Hierro eran envidiadas por el resto de las columnas que acechaban Teruel. También creó sus propios medios de comunicación. Para hacer frente a la mala prensa que tenía, llevaron una imprenta móvil a La Puebla de Valverde -la aparcaron al lado de la iglesia- en la que redactaban un fanzine diario de cuatro hojas -Línea de Fuego- en el que explicaban sus verdades, ideas y ocurrencias; también montaron una emisora de radio con una programación que incluía boletines de noticias en diversos idiomas.

El estancamiento en la línea Aldehuela-Puerto Escandón-Valdecebro fue un veneno para la existencia de la Columna. Si por una parte la paralización de los combates, que a partir de septiembre se limitaron a las típicas escaramuzas de una guerra de posiciones, permitió a los columnistas imponer tranquilamente el comunismo libertario en los pueblos de su zona de influencia, por otra produjo una relajación de costumbres que carcomía la moral de muchos de sus miembros, que veían que la "revolución" estaba siendo estrangulada hasta por algunos de sus propios camaradas; ese camino de frustración se vio agudizado con la entrada en el Gobierno de varias figuras ácratas. El creciente boicot por parte del Estado -que se endureció con el establecimiento del Gobierno en Valencia-, la llegada del frío y la realidad de la vida de campaña provocaron que bastantes efectivos voluntarios abandonaran la Columna y se marcharan a casa. Las mismas "búsquedas de financiación" -saqueos, robos de bancos y joyerías, etc.- y las "bajadas" de sus miembros a Valencia y a otros puntos de la retaguardia a menudo terminaban con auténticos choques con las fuerzas de seguridad republicanas, lo que a su vez retroalimentaba las críticas por parte de todos -hasta por figuras anarquistas como García Oliver, el flamante ministro de Justicia durante el gobierno de Largo Caballero- a la Columna. La presencia de partidas de "incontrolados" escudadas en su nombre también le hizo ganar desprestigio, aunque ese problema se fue solucionando directamente a tiros.

La puntilla llegó con el fracaso de la ofensiva de Navidad del 36 sobre Teruel, que dejó bien claros, por si había alguna duda, los problemas y defectos de las columnas milicianas para vencer a un ejército regular. Por lo que toca a la Columna de Hierro, se le "ofreció" participar y, tras la habitual asamblea y votación, unas cuantas centurias aceptaron colaborar -parece que no la Columna en bloque-. El plan era romper el frente entre Castralvo y las posiciones Pancho Villa y Venta del Puente para confluir con el resto de columnas en la ciudad de los Amantes siguiendo la carretera de Sagunto. Sin embargo, poco antes del ataque, una de las centurias -la 30- comprometidas en la maniobra cambió de idea y sencillamente abandonó el frente; se bajó a Valencia con la excusa de que llevaba cinco meses sin ser relevada, siendo expulsada inmediatamente de la Columna sin mayor condena, aunque teniendo en cuenta la forma de pensar de esos individuos seguro que les hacían el vacío cada vez que se los encontraran en algún ateneo y les retiraron el saludo. En cualquier caso, los miembros de la Columna de Hierro no consiguieron alcanzar ninguno de sus objetivos y el ataque solo supuso gasto de material, bajas y mayor decepción, hasta el punto de haber una escisión entre los miembros de la Columna partidarios de la militarización y los que no; los primeros, con Rufino al frente, la dejaron para irse a formar parte de la 82 BM, que a pesar de que sería calificada como "de Montaña", estaría igual de (mal)pertrechada que las demás.
Finalmente, tras varios meses dándole vueltas al asunto de la militarización en las tradicionales reuniones, prácticamente sin municiones, con el personal deprimido y la amenaza de quedarse sin sueldo -del que dependían no solo muchos milicianos, sino también sus familias- los irreductibles acabaron cediendo y aceptaron transformarse en la 83 BM dentro del Ejército Popular de la República.

De esa manera tan extraña, casi de sopetón, con la sorpresa que siempre da ver cómo los mismos cabecillas que se negaban tajantemente a aceptar la militarización pasaron a ser sus más firmes defensores en cuestión de unas pocas semanas, terminaba la andadura de la Columna posiblemente más radical -"coherente y honesta", dirán otros- de todas las fuerzas opuestas a los sublevados, incluso dentro de las adscritas al anarquismo español. A los problemas comunes de la falta de armamento y de adiestramiento, de ausencia de un mando centralizado y de disciplina, de rechazo a los militares profesionales y de dispersión orgánica y táctica tan habituales a casi todas las columnas que lucharon contra los insurgentes -las comunistas eran algo más disciplinadas- se sumaron los originados por la peculiar visión del mundo de los anarquistas y la imposición forzosa de sus ideas. Lejos de convencer y persuadir, algunos columnistas acabaron a menudo aplicando sistemáticamente un terror demasiado parecido al de la otra zona, por mucho que en el aspecto sanitario mejorara la situación de la población de su sector. Víctimas de sus ideas, los anarquistas no fueron capaces de asegurar un verdadero orden interno revolucionario y, a tenor de algunos testimonios, las "gestas" de algunos grupos adscritos a la Columna de Hierro durante las primeras semanas del conflicto en algunas localidades de Teruel y Castellón fueron brutales. Tampoco generó muchas simpatías entre la población y partidos políticos su peculiar "sistema de financiación". También hay que tener en cuenta que la Columna de Hierro, al igual que las otras columnas anarquistas, salió a combatir por la revolución social, no para defender una república que consideraban tan opresora como cualquier otro régimen político capitalista.
En fin. Mientras se enfrentó a columnas parecidas, la Columna respondió, pero cuando el bando insurrecto optó por pasar a la defensiva, mejoró su organización y estableció una simple red de fortificaciones bien emplazadas en puntos estratégicos -lo que considero más racional que la estrategia elegida las primeras semanas del conflicto basada en ataques preventivos en puntos alejados de sus bases- se mostró totalmente incapaz de superarla, al igual que el resto de columnas que operaban en la zona amenazando Teruel, a pesar de la superioridad numérica de que disponían en conjunto.

- Lord Summerisle -
Blandiri cum blandiendum; Tundere cum tundendum. Lema familiar
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