La táctica ganadora: El ataque submarino.
Publicado: 15 Nov 2004
Buenas noches.
El 22 de septiembre de 1914 hace apenas dos meses que ha comenzado la gran guerra, la primera guerra mundial. Ese día un arma no nueva, las principales marinas del mundo poseían algunas unidades, pero si virgen, se puso de manifiesto de forma dramática en el escenario bélico mundial. El buque de ataque submarino.
Tres cruceros acorazados, pre-Dreadnought, patrullan en aguas peligrosas, en un área encajada entre la costa holandesa y un campo de minas alemán. Su misión es controlar la zona para evitar incursiones de minadores y torpederos alemanes. El propio almirantazgo, dirigido a la sazón por Sir Winston Churchill como primer lord, estaba pensando ya en retirar esos cruceros de la zona, en la “Navy” el 7º escuadrón era conocido con el sobrenombre de “live bait squadron” (el cebo vivo). Se trata de los cruceros HMS Aboukir, HMS Hogue y HMS Cressy, de la clase Bacchante. Navegan solos, pues una reciente tormenta ha obligado a su escolta de destructores a volver a Harwich.
Esa misma mañana el U-9, habiendo zarpado de Kiel con destino al “Flanders Bight”, se encuentra en superficie recargando sus baterías eléctricas. Acaba de amanecer y el Leutnant Weddingen se halla en la torre de su nave, escudriñando el horizonte. Hacia el sur distingue los mástiles de las tres naves. Inmediatamente ordena la inmersión, a pesar de no haber terminado la carga de sus baterías, principalmente para que el humo de su motor no lo delate. Una vez bajo el agua observa por el periscopio a los tres cruceros, sin escolta.
Confundiéndolos con cruceros ligeros de la clase Birmingham maniobra para ponerse en posición y a las 0620 lanza uno de los torpedos de proa. Sobre el HMS Aboukir desde una distancia de 500 yardas. Tocado, el crucero se hunde. Tras esto el submarino se sumerge en las profundidades.
El Capitán Campbell, del HMS Aboukir, considerando que el motivo de la explosión es una mina lo señaliza así a los otros dos cruceros para que se acerquen para recoger supervivientes. Estos se detienen y empiezan la recogida. .
Poco después el U-9 vuelve a profundidad de periscopio. Weddingen seguramente no pudo creerse su propia suerte. No se trata de cruceros ligeros, sino cruceros acorazados. Uno de ellos se hunde, y los otros dos están ¡Parados! A las 0655 lanza dos torpedos proeles contra el estacionario HMS Hogue, desde una distancia de 300 yardas, tan cerca que debe maniobrar para esquivar el crucero, que igualmente tocado de muerte por ambos peces, se hunde.
Weddingen observa de nuevo la escena, esta vez desde la superficie. Increíblemente el tercero de los barcos británicos no lo ha visto. No parece haberse dado cuenta de la amenaza y parece confiar en la teoría de las minas, pues sigue parado recogiendo supervivientes.
A pesar de tener sus baterías casi agotadas Weddingen sabe que una oportunidad como esta sólo se produce una vez en la vida. Le queda un torpedo a proa y dos a popa, y decide volver a sumergir su nave para un nuevo ataque. La maniobra del U-9 no es larga y pronto, en posición, dispara sus dos torpedos popeles.
En ese momento alguien, a bordo del HMS Cressy, se da cuenta por fin de la amenaza. Avistados los torpedos, se ordena dar avante a toda máquina, pero tarde. Uno de los dos torpedos hace blanco y el barco queda detenido. Con su último torpedo proel el U-9 lo hundirá definitivamente.
Aquel 22 de septiembre se inició el cambio drástico en la guerra naval que daría un protagonismo cada vez más importante al ataque submarino. Una pequeña nave había hundido ella sola tres potentes cruceros acorazados y abofeteado a la Royal Navy en aguas que había considerado suyas desde hacía más de cien años. Y era sólo el principio.
Un saludo.
Koenig.
El 22 de septiembre de 1914 hace apenas dos meses que ha comenzado la gran guerra, la primera guerra mundial. Ese día un arma no nueva, las principales marinas del mundo poseían algunas unidades, pero si virgen, se puso de manifiesto de forma dramática en el escenario bélico mundial. El buque de ataque submarino.
Tres cruceros acorazados, pre-Dreadnought, patrullan en aguas peligrosas, en un área encajada entre la costa holandesa y un campo de minas alemán. Su misión es controlar la zona para evitar incursiones de minadores y torpederos alemanes. El propio almirantazgo, dirigido a la sazón por Sir Winston Churchill como primer lord, estaba pensando ya en retirar esos cruceros de la zona, en la “Navy” el 7º escuadrón era conocido con el sobrenombre de “live bait squadron” (el cebo vivo). Se trata de los cruceros HMS Aboukir, HMS Hogue y HMS Cressy, de la clase Bacchante. Navegan solos, pues una reciente tormenta ha obligado a su escolta de destructores a volver a Harwich.
Esa misma mañana el U-9, habiendo zarpado de Kiel con destino al “Flanders Bight”, se encuentra en superficie recargando sus baterías eléctricas. Acaba de amanecer y el Leutnant Weddingen se halla en la torre de su nave, escudriñando el horizonte. Hacia el sur distingue los mástiles de las tres naves. Inmediatamente ordena la inmersión, a pesar de no haber terminado la carga de sus baterías, principalmente para que el humo de su motor no lo delate. Una vez bajo el agua observa por el periscopio a los tres cruceros, sin escolta.
Confundiéndolos con cruceros ligeros de la clase Birmingham maniobra para ponerse en posición y a las 0620 lanza uno de los torpedos de proa. Sobre el HMS Aboukir desde una distancia de 500 yardas. Tocado, el crucero se hunde. Tras esto el submarino se sumerge en las profundidades.
El Capitán Campbell, del HMS Aboukir, considerando que el motivo de la explosión es una mina lo señaliza así a los otros dos cruceros para que se acerquen para recoger supervivientes. Estos se detienen y empiezan la recogida. .
Poco después el U-9 vuelve a profundidad de periscopio. Weddingen seguramente no pudo creerse su propia suerte. No se trata de cruceros ligeros, sino cruceros acorazados. Uno de ellos se hunde, y los otros dos están ¡Parados! A las 0655 lanza dos torpedos proeles contra el estacionario HMS Hogue, desde una distancia de 300 yardas, tan cerca que debe maniobrar para esquivar el crucero, que igualmente tocado de muerte por ambos peces, se hunde.
Weddingen observa de nuevo la escena, esta vez desde la superficie. Increíblemente el tercero de los barcos británicos no lo ha visto. No parece haberse dado cuenta de la amenaza y parece confiar en la teoría de las minas, pues sigue parado recogiendo supervivientes.
A pesar de tener sus baterías casi agotadas Weddingen sabe que una oportunidad como esta sólo se produce una vez en la vida. Le queda un torpedo a proa y dos a popa, y decide volver a sumergir su nave para un nuevo ataque. La maniobra del U-9 no es larga y pronto, en posición, dispara sus dos torpedos popeles.
En ese momento alguien, a bordo del HMS Cressy, se da cuenta por fin de la amenaza. Avistados los torpedos, se ordena dar avante a toda máquina, pero tarde. Uno de los dos torpedos hace blanco y el barco queda detenido. Con su último torpedo proel el U-9 lo hundirá definitivamente.
Aquel 22 de septiembre se inició el cambio drástico en la guerra naval que daría un protagonismo cada vez más importante al ataque submarino. Una pequeña nave había hundido ella sola tres potentes cruceros acorazados y abofeteado a la Royal Navy en aguas que había considerado suyas desde hacía más de cien años. Y era sólo el principio.
Un saludo.
Koenig.