Petter Moen y su diario milagrosamente salvado

"Personajes" que han dejado o pretendido dejar huella en la Historia Militar Internacional.

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Petter Moen y su diario milagrosamente salvado

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Un documento asombroso

Francisco R. Pastoriza
La Opinion

El diario milagrosamente conservado de un periodista noruego torturado por la Gestapo. Noruega fue ocupada por los nazis en abril de 1940 durante el reinado de Haakon VII, de origen danés, que había aceptado el cargo después de que el pueblo noruego ratificara la monarquía en un referéndum.

Los alemanes nombraron ministro presidente del país a Vidkun Quisling, líder del NS (Nasjonal Samling), el partido nazi noruego, quien ejerció su cargo en el gabinete colaboracionista hasta el final de la guerra mientras el rey y los ministros del gobierno legítimo del Partido Socialista de los Trabajadores estaban exiliados en Londres.

Los nazis impusieron durante cinco años en toda Noruega un verdadero estado de terror. Una de las primeras medidas que tomaron fue prohibir todos los periódicos que se editaban en Noruega y requisar todos los aparatos de radio, bajo pena de muerte.

Muchas publicaciones siguieron editándose clandestinamente. Petter Moen, director de London Nytt, una de esas publicaciones, se convirtió en el coordinador de todos los periódicos clandestinos del país. Los nazis lo detuvieron en febrero de 1944 y lo sometieron a terribles torturas y malos tratos durante los siete interminables meses que pasó en los calabozos de la Gestapo, en el 19 de la calle Moller de Oslo. En septiembre de 1944, cuando los rusos atacaron la frontera con Noruega, fue embarcado hacia Alemania a bordo del Westfalen.

Durante la travesía el barco chocó con una mina y se hundió. Sólo hubo cinco supervivientes de los 400 prisioneros que viajaban en el barco. Durante su cautiverio Moen había conseguido escribir un diario que salvó milagrosamente de las manos de la Gestapo. Escribía perforando con un clavo hojas de papel higiénico que envolvía en pequeños rollos y que arrojaba a través de la rejilla de ventilación. Los envoltorios se fueron acumulando en el subsuelo de la celda.

Gracias al testimonio de uno de los supervivientes del Westfalen, a quien Moen había confiado su secreto, pudieron ser rescatados después de la liberación. Se publicaron en la revista Les Temps Modernes por indicación de Jean Paul Sartre, y fuera de Noruega apenas son conocidos. Ahora la editorial Veintisiete Letras los publica por primera vez en España.

Petter Moen no era periodista. Trabajaba como empleado en una compañía de seguros cuando los nazis invadieron Noruega. Su prosa, por lo tanto, no es literaria ni posee un estilo brillante y los registros de cada día son resúmenes de sus vivencias y pensamientos, breves a la fuerza por la dificultad de tener que escribir con un punzón perforando el papel en unas condiciones miserables. Tal vez por eso su diario transmite el tedio de los largos días vacíos y sin sentido. El suyo es el testimonio de una situación límite a la que es llevado un ser humano sometido a la más degradante de las iniquidades.

“Me han interrogado dos veces. Latigazos. Delaté a Vic. Soy débil. Merezco desprecio. Me aterroriza el dolor”. Así comienza el relato de los siete meses que Petter Moen pasó en el infierno de los calabozos de la Gestapo sometido a torturas, a soledad e incomunicación, al hambre y al frío del invierno noruego, al terror que lo lleva al borde de la locura y del suicidio.

La angustia por haber delatado a algunos de sus compañeros le perseguirá durante el tiempo que le queda de vida. “Cuando se ha pasado una noche de pie en el helador sótano de Victori Terrasse, con el escozor de la angustia en la frente, con la espalda despellejada por un látigo… con el cuerpo y la ropa embadurnados de sangre y de la suciedad del suelo y las botas que te dan patadas, te ablandas” (P.44).

Siente verdadero pavor ante cada nuevo interrogatorio, teme más a la tortura (“más inmoral que el asesinato”) que a la muerte (“Llevan cinco días interrogándome de la mañana a la noche”. P.31). El recuerdo de su esposa Bella (“nunca deberías haberme conocido”) y de su padre, de quienes nunca llegó a tener noticia durante su cautiverio, intensifican su sufrimiento.

Nacido en el seno de una familia profundamente cristiana, las torturas de la Gestapo le llevaron a perder la fe. Moen narra este proceso con la sinceridad de quien busca a Dios en la soledad de su aislamiento y no encuentra más que respuestas en las que está ausente toda razón. “Busqué pero no encontré... La luz de la fe no brilla para mí... Una barrera intelectual me separa de la fe”. Son algunas de las reflexiones que Peter Moen escribe a lo largo de su diario, mientras la desesperación se va adueñando de su persona.

Convencido de que el nazismo nunca llegaría a arraigar en Noruega, los rumores sobre el fin de la guerra le devuelven una mínima esperanza de volver a la libertad junto a los suyos. La decisión de deportarlo a Alemania interrumpe abruptamente la redacción del diario y, ahora lo sabemos, su propia vida.


Saludos
Suso

Las guerras no las gana nadie, simplemente unos, las pierden menos que otros -M.B.D.-
Los problemas de dinero, no son problemas; problemas, son los de salud -M.D.C.-
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