Pero Suecia tenía poderosos vecinos, en la tierra y en el mar, que no contemplaban con satisfacción la hegemonía sueca. En tierra, la naciente Rusia, la emergente Prusia, la decadente Polonia y la desmenbrada Dinamarca, aspiraban a un reajuste de fronteras con Suecia. Por el mar, Inglaterra desconfiaba de la creciente potencia naval sueca en el Mar Báltico y en Mar del Norte. Los sucesores de Gustavo Adolfo, utilizando en su provecho las rivalidades entre católicos y protestantes, lograron mantener una posición de predominio indiscutible en el Báltico, en en Norte de Alemania, y en el Este, a osta de polacos y rusos. Incluso dirigieron expediciones navales a América y crearon asentamientos en Noteamérica y en algunas islas del Caribe. Pero la creación de la potencia rusa por Pedro el Grande (1672-1725), desequilibró la posición sueca.
Cuando Carlos XII (1682-1718) alcanzó el trono de Suecia, en 1697, tenía sólo 15 años. En esos momentos el gran asunto de la polítca europea era la repartición del Imperio Español, regido desde madrid por un agotado Rey Carlos II, cuya muerte era inminente desde hacía varios años, aunque no se llegó a producir hasta 1700. Una coyuntura en la que rusos, polacos y daneses entendieron que había llegado la hora de ajustar las fronteras con Suecia.
Rusia aspiraba a encontrar una salida al mar en el norte, por Ingria. Polonia buscaba recuperar las provincias de Livonia y Lituania y Dinamarca aspiraba a recuperar Noruega y las provincias danesas ocupadas por Suecia. Federico IV de Dinamarca, Augusto II de Polonia-Sajonia y el Zar Pedro I de Rusia formaron una alianza secreta y atacaron simultáneamente a Suecia en el año 1700, comenzando la llamada Gran Guerra del Norte (1700-1721).
Carlos XII, entre tanto, había organizado su gobierno sobre el modelo absolutista, imitando el modelo de Luis XIV de Francia. La corte sueca rivalizaba en esplendor con la francesa. Compañías francesas representaban en Estocolmo las comedias de Moliere, las tragedias de Racine y los dramas de Corneille. Y el joven rey parecía embebido en el el fasto y la diversión. Pero cuando recibió la noticia de que Suecia había sido atacada, cambió completamente sus costumbres y se dedicó con una gran determinación a la guerra.
En el mismo año de 1700 atacó a daneses y a rusos. Primero se dirigió con la escuadra a Copenhague, entró en el puerto y organizó la primera maniobra de desembarco moderna, al lanzarse las tropas suecas a las playas, con barcazas, para asaltar la capital danesa. El primero en lanzarse al agua y alcanzar la playa fue el Rey, al que seguían entusiasmados sus soldados. Derrotado, Federico IV pidió la paz, que le fue concedida por el Consejo sueco pese al parecer contrario de Carlos XII, que deseaba aplastar a su adversario.
A continuación, dentro del mismo año 1700, se dirigió con su ejérctio hacia el este, hacia Ingria, la región pantanosa y boscosa de la desembocadura del Río Neva, donde los rusos se habían propuesto fundar una ciudad en honor de su Zar, y un puerto militar. A marchas forzadas alcanzó Carlos XII a los rusos en Narva, plaza sueca asediada por el ejército del Zar. Pedro I tenía 40.000 hombres, y Carlos XII menos de 8.000, pero también contaba con el factor la sorpresa y con la mejor calidad de las armas y de los soldados suecos. Al amanecer, el propio Carlos dirigió el primer ataque desde la misma línea de fuego. Cuando los rusos se enteraron de que estaban siendo atacados, los suecos habían tomado las defensas exteriores del campamento del Zar. La confusión era tremenda y el mismo Pedro I tuvo grandes problemas para escapar ileso. Fue una gran victoria.
Pero, a diferencia de Dinamarca, Rusia no pidió la paz. El mismo Zar, una vez que se había puesto a salvo, mantuvo el ánimo ante los que le sugirieron pedir la paz y dijo: "Se muy bien que los suecos nos vencerán todavía más veces, pero al final nos enseñarán a vencerles". La guerra con Rusia continuaba pues.
En esta situación el Rey se vió enfrentado nuevamente con su Consejo. Los consejeros, especialmente los militares, comprendiendo que el mayor peligro para Suecia venía de los rusos, intentaron persuadir a carlos XII de que continuase la campaña para llegar a Moscú y derrocar a Pedro. Carlos XII entendía que el ejército ruso no era de temer y prefería lanzarse contra Polonia. No cabe duda que la decisión que Carlos impuso a su Consejo fue, estratégicamente hablando, la peor posible. Pero no estará de más revisar las razones del Rey sueco para supender la campaña rusa y lanzarse contra Augusto II de Polonia-Sajonia, pues no son despreciables.
Suecia había tenido que afirmar su independencia frente a Polonia, que era la principal potencia militar en el Este de Europa a comienzos del siglo XVI y, a finales del siglo XVII, había demostrado tener una potencia militar considerable, muy por encima de los rusos. Polonia era católica y Suecia protestante, lo que las había mantenido en campos opuestos durante las guerras de religión. Y, finalmente, había un motivo de orden personal, como la duplicidad de Augusto II de Polonia-Sajonia. Cuando sólo era el Elector de Sajonia, era protestante, pero se había hecho católico para acceder a la corona polaca, lo que le hacía parecer un renegado, a los ojos de Carlos XII. Más aún, hasta el mismo momento de empezar la guerra en 1700, Augusto II había mostrado una cordialidad extrema (y falsa) hacia Suecia, lo que le hacía aparecer como el más odioso de los enemigos.
Entre 1701 y 1706, Carlos XII se dedicó a destruir a Agusto II. Avanzó primero sobre Varsovia, y la tomó. Después siguió hacia Cracovia persiguiendo a Augusto II hasta obligarlo a bandonar Polonia y refugiarse en Sajonia. Carlos le siguió hasta Dresde. Entonces (1706) Augusto pidió la paz, aceptando la renuncia a la corona de Polonia. En Polonia se impuso un nuevo rey del gusto de Suecia.
Durante las campañas polaca y sajona, los rusos pusieron en pie un nuevo ejército que, desde 1703, atacó las Provincias Bálticas y Finlandia. Las escasas guarniciones suecas no pudieron resistir los embates del enorme jército del Zar Pedro quien, en ese mismo año de 1703, vió hecho realidad su sueño de disponer de una gran ciudad en la costa báltica de Ingria, Petrogrado. El Zar construyó también una poderosa fortaleza para defender la ciudad, el castillo de Kronstadt y llevó una escudra de buques modernos para fondearla en el puerto. Petrogrado se había convertido en la cfapital de Rusia, aunque Moscú siguió siendo el corazón del país.
En 1706, una de las razones de Carlos XII para aceder finalmente a la paz con Augusto II fue el creciente peligro que los rusos estaban representando en el este. Por ello, en 1707, el Rey salió de Polonia tomando el camino de Moscú. Trataba de realizar el plan que le habían sugerido sus consejeros en 1700, tras la victoria de Narva. Pero en 1707 las cosas habían cambiado mucho. El propio Zar Pedro pudo comentar con humor no exento de preocupación que "mi hermano Carlos quiere jugar a Alejandro Magno, pero en mí no hallará ningún Darío". Los rusos se retiraron sin presentar batalla, tras sus bosques, tras sus lagos, arrasando y destruyendo todo lo que pudiera servir de utilidad, alimento o cobijo al ejército sueco, que seguía avanzando hacia el este, como haría Napoleón un poco más de cien años después.
El sufrimiento del avance sueco en medio de las inmensidades desoladas de Rusia ha sido relatado por Voltaire en su obra "Carlos XII", donde se da un detalle estremecedror de las condicones de combate en el frente ruso. Un relato que evoca las campañas de otros que, después de Carlos XII, intentaron la invasión de Rusia y que podían haber aprendido en la campaña sueca algunas lecciones muy útiles. La fama militar de Carlos XII se extendió por Europa. Su genio para la guerra sólo era superado por su valor personal en la batalla.
Pero, al igual que Hitler, Carlos XII decidió suspender el avance hacia Moscú y girar hacia el sur, hacia Ucrania, donde los suecos esperaban que los cosacos se sublevasen contra el Zar. En el verano de 1709 los suecos alcanzaban la ciudad de Poltava (Ucrania). El ejército de Carlos XII no llegaba a 20.000 hombres, y el Zar Pedro los seguía con un ejército de más de 60.000 soldados. Poltava fue como el Beresina o como Stalingrado, pero para los suecos en 1709. El Rey, con un pequeño destacamento de su guardia, logró escapar hacia Tuqrquía, donde el Sultán dió a Carlos XII un asilo singular. El ejército sueco logró retirarse de Poltava pero, muy debilitado, sin casi municones, y en inferioridad numérica considerable, se rindió unos pocos días después.
Entre 1709 y 1714, estuvo en Turquía, realizando las más extravagantes hazañas e intentando conseguir que el Sultán atacase a los rusos. En ese tiempo, los daneses, los polacos y los rusos se habían rehecho completamente y la situación de Suecia empezaba a ser angustiosa. Por asi fuera poco, el año de 1714, Inglaterra, Prusia y Holanda, una vez finalizada la Guerra de Sucesión a la Corona de España, declararon también la guerra a Suecia.
En ese momento, acrecentó Carlos su fama de guerrero y de aventurero, al cabalgar en unos días (algo más de dos semanas) desde Turquía a Suecia para tomar directamente las riendas del gobierno y el mando del ejército. Una vez en Suecia, desplegó de nuevo todas sus energías, pero la capacidad sueca se estaba agotando. Los enemigos eran muchos y muy poderosos y los recursos suecos limitados. Suecia perdió en la Gran Guerra del Norte, el 30% de su población masculina. Pero Carlos era un maestro de la guerra y, si bien no pudo retomar ya la ofensiva, si logró establecer una sistemática de guerra defensiva que resultó muy eficaz.
En 1718, se propuso expulsar a los daneses de Noruega. Asedió la ciudad de Frediskshald, donde murió el 11 de diciembre. Se encontraba en un puesto de avanzada, contemplando las fortificaciones de la plaza sitiada, cuando el disparo de un francotirador le atavesó la cabeza. Con Carlos XII los suecos enterraron la potencia sueca. En 1721, los suecos ograron una paz realmente ventajosa, para el estado lamentable en que se encontaba el país, agotado tras más de veinte años de guerra.
Carlos XII de Suecia fue un Anibal de la modernidad y el anticipador de las desventuras rusas de Napoleón y Hitler.

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