Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Grabado que representa a la infantería española durante la batalla de los Castillejos.


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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Castillejos. Obra de Augusto Ferrer-Dalmau. Representa La Batalla de Castillejos. Guerra de África. Año 1860. Es portada del libro "Estampas".
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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El general Prim en la batalla de Los Castillejos. Mariano Fortuny. Actualmente en el Museo del Ejército en Toledo.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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"La carga del Farnesio" Pretende ser un homenaje a los heroicos Lanceros del Farnesio que combatieron y dieron su vida por España en la Campaña de África 1859-1860. Artista Augusto Ferrer Dalmau.
Los escuadrones 1º y 2º del Regimiento Lanceros de Farnesio, 5º de Caballería se integran en la Segunda Brigada de la División de Caballería que se forma dentro del Ejército Expedicionario de 35.000 hombres que toma parte en la Guerra de África, sostenida entre España y el Sultanato de Marruecos, a causa de un ataque marroquí a un destacamento español a las afueras de Ceuta en agosto de 1859. A mediados del mes de diciembre de 1859, todo el Ejército de Operaciones se encuentra ya desembarcado en Ceuta, aunque no será hasta el 23 de enero de 1860 cuando los escuadrones de Farnesio se enfrenten con el enemigo.

En dicha jornada, a las afueras del reducto llamado “La Estrella”, el Batallón de Cazadores de Cantabria, en un momento de la maniobra, avanza en exceso y se ve rápidamente rodeado por la Caballería mora. En su auxilio, el general O’Donnell envía a los dos escuadrones de Farnesio, quienes con una carga a fondo, derrotan a los marroquíes, poniéndolos en fuga. Un cabo del 1er Escuadrón, Pedro del Castillo Ramírez, consigue capturar un estandarte enemigo, tras derribar al jinete que lo llevaba. Por su valor, se le concede la Cruz Laureada de San Fernando y su ascenso a sargento.

El 31 de enero, los escuadrones de Farnesio se enfrentan de nuevo con la Caballería mora, en la batalla de Torre de Jeleli, en este caso para proteger el repliegue de la Brigada de Coraceros, cuya retaguardia venía presionada por la Guardia Negra del Sultán. El 4 de febrero, Farnesio protege el movimiento de la Infantería que toma parte en la batalla de Tetuán, sin que durante toda la jornada, se vea envuelto en combate alguno. Asiste, finalmente, a la última batalla de la campaña, la de Uad-Ras, dada el 23 de marzo de 1860.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Donde muere mi caballo, muero yo - Una historia que Ferrer Dalmau nos "contó" con sus pinceles de forma brillante.

Ante las belicosidad de las tribus rifeñas y la escalada de violencia sufrida en las cercanías de las plazas españolas en África, el Gobierno de la Regente —María Cristina—, decide reforzar las guarniciones. Con ese motivo, entre marzo y abril de 1848, traslada a Málaga el regimiento de caballería de Lanceros “Numancia” nº14.

El coronel del regimiento, Luis Bessieres, recibe orden del Capitán General de Granada de nombrar un escuadrón para reforzar la plaza de Melilla, que por sorteo, le corresponde al 1º. José Rufián, su capitán, recibe la orden de embarcar poco después para trasladarse allí. El 12 de abril llegarán al muelle, permaneciendo en el interior de la plaza.

Será en junio, en concreto el día 14, cuando reciben la orden de salir al campo exterior para cargar contra un harka que se acercaban cada vez más a la plaza violando las líneas fronterizas. El regimiento abandona el refugio de las murallas, forma y sale al paso. En cuanto establecen contacto visual con el grupo de indígenas, Rufián ordena el ataque. Como decían las ordenanzas prusianas:

“El rey prohíbe a los oficiales de su Caballería, bajo pena infamante de pérdida de empleo, que el enemigo les ataque; será la Caballería la que ataque al enemigo”

Una lluvia de balas cae sobre ellos, pero no evitan la brutal carga que se les viene encima. El choque es ensordecedor. Varios caballos del Regimiento son abatidos, entre ellos el del Sargento 2º Ignacio Fernández que cae ante los rifeños. Se levanta, y lejos de huir, saca su sable y se lanza contra el enemigo gritando:

¡Donde muere mi caballo, muero yo!”

Detengamos el tiempo justo ahí… es el momento que refleja esta obra de Dalmau: mientras aún sujeta las bridas de su caballo mira desafiante hacia los jinetes harkeños. El pañuelo con el que cubre su cabeza —muy típico del soldado español añadir elementos varios a la uniformidad reglamentaria—, su chacó (prenda de cabeza) por el suelo, el uniforme sucio del polvo, la manta, la tierra, la sangre… Y el sable reglamentario de caballería (el curvado) a punto de ser utilizado.

Fernández, a pie, fue capaz de causar cuatro bajas al enemigo; pero recibe un tiro en la cabeza y cae desplomado.

Según el parte de campaña, le fueron ocasianadas 80 bajas a sus oponentes y solamente cuatro propias, un cabo, dos soldados y la del Sargento 2º Ignacio Fernández.

El Historial Manuscrito del Cuerpo recoge este hecho de la siguiente forma:

“Siendo digno de notar la heroicidad y valor con que se portó el referido Sargento Ignacio Fernández que, por su mano, mató cuatro infieles, y habiéndole muerto su caballo, se expresó en los siguientes términos: “donde muere mi caballo muero yo” y, arrojándose sable en mano sobre el parapeto inmediato que ocupaban los moros fue víctima de un pistoletazo de sus adversarios”.

Por esta acción el Escuadrón, por R. O, de 21 de diciembre de 1.848, recibió diversas recompensas. El grito del Sargento Fernández se hizo famoso convirtiéndose en el lema del regimiento.

“Donde muere mi caballo , muero yo”

A su regreso a la Península el 4 de Enero de 1.849, desembarcando en Almuñecar (por causas meteorológicas), el escuadrón se dirigió hacia Algeciras, a fin de entregar sus caballos de dotación, que pasaban a formar parte del recién creado “Primero de Cazadores de África”.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Marruecos,Episodio de la guerra de África en 1860 (Palacio del Senado de España). Artista Alvarez Dumont.

El lienzo muestra un combate entre las tropas españolas y marroquíes durante la Guerra de África, que se desarrolló entre 1859 y 1860, durante el reinado de Isabel II de España.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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El general Prim en la Guerra de Africa. Artista Francesc Sanz i Cabot.

En octubre de 1859 España estaba en guerra con Marruecos. Las fuerzas de reserva estaban mandadas por el general Prim. Se le encargó que con sus tropas abrirse un nuevo camino al ejército para avanzar hasta Tetuán. Iba así a comenzar la conocida como Batalla de los Castillejos. Habían llegado al campamento los Voluntarios Catalanes, unos 500 hombres, vestidos al uso del país, con calzón y chaqueta de pana azul, barretina, botas amarillas, canana por cinturón, chaleco listado, pañuelo de colores anudado al cuello, manta a la bandolera, y fusil con bayoneta. Los mandaban D. Victoriano Sugrañes, un Comandante que a pesar de su juventud, ostentaba tres cruces de San Fernando, y con él algunos oficiales que habían hecho la guerra de Crimea. Prim, como su paisano, pidió que los agregasen a su cuerpo de ejército, y ellos solicitaron marchar en vanguardia en la batalla del día siguiente.

Prim, vestido como casi siempre, con ancho pantalón encarnado, levita azul, kepi de paño; con su sable curvo, montado en un caballo árabe, se presentó ante ellos y delante de miles de soldados les dirigió en catalán la siguiente arenga:

“Catalanes: Acabáis de ingresar en un ejército bravo y aguerrido, en el ejército de África, cuyo renombre llena ya el universo. Vuestra fortuna es grande, pues habéis llegado a tiempo de combatir al lado de estos valientes. Mañana mismo marchareis con ellos sobre Tetuán.

Catalanes: Vuestra responsabilidad es inmensa; estos bravos que os rodean y que os han recibido con tanto entusiasmo, son los vencedores en veinte combates, han sufrido todo género de fatigas y privaciones; han luchado contra el hombre y contra los elementos; han hecho penosas marchas, con el agua hasta la cintura; han dormido meses eternos sobre el fango y bajo la lluvia: han arrostrado la tremenda plaga del cólera; y todo lo han sufrido sin murmurar, con soberano valor, con intachable disciplina. Así lo habéis de soportar vosotros. No basta ser valientes: es menester ser humildes, pacientes, subordinados. Es menester sufrir y obedecer sin murmurar. Es necesario que correspondáis con vuestras virtudes al amor que yo os profeso, y que os hagáis dignos con vuestra conducta de los honores con que os ha recibido este glorioso ejército, de los himnos que han entonado las músicas en vuestro loor, del general en jefe a cuyas órdenes vais a tener la honra de combatir; del bravo general O´Donnel, que ha resucitado a España y reverdecido los laureles patrios…

Pensad en la tierra que os ha equipado y os ha enviado a esta campaña; pensad en que aquí representáis el honor y gloria de Cataluña; pensad en que sois depositarios de la bandera de vuestro país…y que todos vuestros paisanos tiene los ojos fijos en vosotros para ver como dais cuenta de la misión que os han confiado. Uno solo de vosotros que sea cobarde, labrará la deshonra de Cataluña…

Y si así no lo hacéis; si alguno de vosotros olvidase sus sagrados deberes y diese un día de luto a la tierra en que nacimos, yo os lo juro por el sol que nos está alumbrando: ni uno solo de vosotros volvería vivo a Cataluña…”

¡Adelante, catalanes! ¡Acordaos de lo que me habéis prometido! ¡Adelante!, les gritaba en catalán.

Los voluntarios catalanes se encaramaron por las murallas y penetraron por las troneras de los cañones, fieras más que hombres, vengando a sus hermanos asesinados en aquella laguna pantanosa y entre ellos a su intrépido comandante Sugrañes, muerto en los primeros momentos de empeñar la acción.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Farnesio en Africa. Artista Augusto Ferrer Dalmau.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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El general Prim y los Voluntarios Catalanes durante la batalla de Tetuán, óleo de Francesc Sans i Cabot (1828-1881), Salón Prim del Cuartel General del Ejército, Palacio de Buenavista, Madrid.

Cuando el sol despuntó el 3 de febrero sobre aquel cálido páramo, el aire ya transportaba vientos de guerra. Y es que, ya fuera por el ajetreo constante que llegaba desde los buques –de los cuales no paraban de bajar suministros destinados al Ejército de África- o por las constantes idas y venidas de los oficiales, lo cierto es que no había un solo individuo en el campamento español que no supiera que, en pocas horas, se tendría que jugar el bigote, la barba y las gónadas por su país.

Esa misma jornada, y a la par que los pertrechos, desembarcaron también los voluntarios procedentes de Cataluña. Concretamente, de los buques de transporte bajaron medio millar de hombres que, aunque carecían de experiencia en combate, se mostraron decididos a entregar su vida por la tierra española y, como no, por cada uno de sus compañeros pertenecientes al Ejército de África. Los refuerzos, al fin, habían llegado, y justo a tiempo para la lucha.

A la mañana siguiente, con la llegada del alba, los soldados iniciaron el desmantelamiento del campamento, pues no concebían volver allí esa noche. Por el contrario, pretendían encontrar cobijo en el campamento enemigo tras expulsar a sus actuales inquilinos a base de guantazos. No eran ni las nueve de la mañana cuando la infantería comenzó a formar en orden perfecto cerca del río Martín.

Tras unos pocos minutos, los casi 25.000 hombres (fusil al hombro –la infantería- y lanza o espada en alto –la caballería-) se situaron en sus respectivos batallones. A la izquierda, cubriendo su flanco con el cauce del Martín, se ubicó el Tercer Cuerpo de Ejército comandado por el general Antonio Ros de Olano (el cual disponía, entre otras cosas, de tres escuadros de artillería a caballo). En el centro se posicionaron los temibles cañones pesados españoles, varias baterías dispuestas a hacer volar por los aires las convicciones marroquíes. A la derecha dispuso el Segundo Cuerpo de Ejército el general Juan Prim con los voluntarios catalanes a la cabeza. Más a la derecha -si cabe- se colocó el Cuarto Cuerpo de Ejército a cargo del general Ríos con el objetivo de evitar que el enemigo envolviera al grueso del Ejército de África. Finalmente, la División de Caballería del general Alcalá Galiano espoleó a sus monturas para instalarse en medio del contingente en retaguardia.

Al mando de todos los Cuerpos de Ejército se situó O'Donnell como general en jefe, quien no pudo más que vislumbrar con orgullo a su imponente fuerza. Sin embargo, frente a todos ellos se disponían más de 35.000 enemigos que ya habían comenzado a preparar sus defensas para, a base de espingarda (un fusil extremadamente largo) y cimitarra, obligar a los cristianos a reunirse con aquel Dios que tanto mencionaban. Sus órdenes eran simples: evitar que aquellos herejes no tomaran el acuartelamiento, pues, en ese caso, nada evitaría que entraran casi sin oposición en la próxima Tetuán.

Con la mayoría de los cañones enemigos fuera de combate, los batallones siguieron avanzando -aunque esta vez sin oposición-, hacia los muros del campamento marroquí. Allí, los defensores se hallaban con el dedo sobre los gatillos de sus miles de espingardas, las cuales dispararían en cuanto las tropas españolas se encontrasen a una distancia recomendable. No obstante, la vista de estos fusiles no intimidó al Ejército de África y, cuando O'Donnell consideró que sus tropas se encontraban a una distancia de medio kilómetro, ordenó el asalto definitivo bayoneta en ristre.

«-¡Ahora!-¡Ya!-¡Viva la reina! ¡A la bayoneta! ¡A ellos!- grita de pronto el general O'Donnell, cuando calcula que nuestra infantería puede llegar de un solo aliento, de una sola carrera, a las trincheras moras, y saltarlas y penetrar en los campamentos. -¡A la bayoneta! ¡A ellos!- contestan veinte mil voces. Y todas las músicas, todas las cornetas, todos los tambores repiten la señal de ataque», señala Alarcón en su obra. Sin dudarlo, más de 15.000 hombres iniciaron a voz en grito el asedio bajo el fuego de los defensores que, ya sí, descargaron todas sus espingardas sobre los hispanos provocando multitud de muertos.

Mientras los flancos del campamento eran rodeados por el resto del contingente español, el Segundo Cuerpo de Ejército de Prim avanzó de frente contra los marroquíes. «Los voluntarios catalanes marchaban en primera línea como solicitaron y se les concedió. En su ímpetu, llegaron a menos de veinte metros de los parapetos enemigos y se precipitaron en una zanja pantanosa disimulada con hierbas y ramas. Los marroquíes fusilaron sin piedad a los catalanes que se esforzaban en seguir avanzado. Cayeron muchos», comenta, en este caso, Salvador Acaso.

La trampa cumplió su cometido, pues los soldados bisoños se quedaron absolutamente desconcertados y dudaron entre seguir avanzado o retirarse. Por suerte, Prim, que se hallaba dirigiendo las operaciones desde la retaguardia de sus hombres, se percató de lo sucedido y, al galope vivo, se dirigió hacia la zanja en la que, a bala y plomo, estaban muriendo sus paisanos. Al hacer su aparición parece que los Voluntarios recuperaron el ímpetu y, bajo sus órdenes, pasaron por encima de sus compañeros caídos continuando el asalto a bayoneta sobre el ya cercano campamento.

Prim los acompañó en vanguardia. De hecho, la leyenda cuenta que este general accedió a través de la tronera de una batería al interior del campamento marroquí, donde causó estragos con su espada. Por entonces había pasado ya media hora de cruento combate que, de esta forma, narra Alarcón: «¡Cómo caían nuestros jefes, nuestros oficiales, nuestros soldados! ¡Cuántos, cuántos, Dios mío! – Fueron treinta minutos de lucha; treinta minutos solamente… y más de mil españoles se bañaban ya en su sangre generosa».

A continuación, los soldados españoles cayeron en masa sobre los asustados defensores. «Los Batallones de León y Saboya asaltaron igualmente los parapetos sin importarles las bajas sufridas. Los de Saboya recibieron, a cortísima distancia, la descarga de un cañón cargado de metralla y sufrieron, sólo en ese instante, más de cincuenta bajas. El resto de los batallones –Alba de Tormes, los de la Princesa y los de Córdoba- llegaron también al parapeto y lo tomaron por asalto», destaca por su parte Acaso.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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La batalla de Tetuan. Artista Dionisio Fierros Álvarez.

La batalla de Tetuán fue una batalla que tuvo lugar en Tetuán, Marruecos, entre el Ejército Español de África y el Ejército de Marruecos por la posesión de la plaza. La batalla fue parte de la guerra hispano-marroquí de 1859-1860, que tuvo lugar durante el reinado de Isabel II en España y Mohámmed IV en Marru
El ejército expedicionario, que partió de Algeciras, estaba compuesto por treinta y seis mil hombres, sesenta y cinco piezas de artillería y cuarenta y un navíos entre buques de vapor, de vela y lanchas. O'Donnell dividió las fuerzas en tres cuerpos de ejército en los que puso al frente a los generales Juan Zabala de la Puente, Antonio Ros de Olano y Rafael Echagüe y Bermingham. El grupo de reserva estuvo bajo el mando del general Juan Prim. El almirante Segundo Díaz Herrero fue nombrado jefe de la flota.

El objetivo final era la toma de Tetuán. El 17 de diciembre empezaron las hostilidades por parte de la columna mandada por Zabala que ocupó la Sierra de Bullones. Dos días después Echagüe conquistó el Palacio del Serrallo y O'Donnell se puso al frente de la fuerza que desembarcó en Ceuta el 21. El día de Navidad los tres cuerpos de ejército habían consolidado sus posiciones y esperaban la orden de avanzar hacia Tetuán.

El 1 de enero de 1860, el general Prim avanzó en tromba hasta la desembocadura de Uad el Jelú con el apoyo al flanco del general Zabala y el de la flota que mantenía a las fuerzas enemigas alejadas de la costa. Las refriegas continuaron hasta el 31 de enero donde fue contenida una acción ofensiva marroquí, y O'Donnell comenzó la marcha hacia Tetuán, con el apoyo de los voluntarios catalanes. Recibía la cobertura del general Ros de Olano y de Prim en los flancos. La presión de la artillería española desbarató las filas marroquíes hasta el punto de que los restos de éste ejército tomaron refugio en Tetuán, que cayó el día 6 de febrero.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Episodio de la Batalla de Tetuán, 1860. Artista Eduardo Rosales Gallinas.

La pintura plasma un instante de la Batalla de Tetuán, ocurrida entre las tropas españolas y marroquíes dentro de la guerra que ambos países sostuvieron entre 1859 y 1860. Las tropas españolas atacan desde la derecha y las marroquíes están disparando junto a una tienda de campaña. Este episodio fue el más importante hecho de armas de la guerra hispanomarroquí, librado el 4 de febrero de 1860. Las tropas marroquies estaban mandadas por Muley-el-Abbas y Mulley Ahmed, hermanos del sultán, con 40.000 hombres y más caballería que la española. O´Donnell (1834-1903) era el general en jefe del ejército español. Combatieron en ella, con Juan Prim y sus voluntarios catalanes, Antonio Ros de Olano, Mackenna, Galiano y Ríos.

Rosales participó con esta pintura en el concurso de bocetos, ganado por Vicente Palmaroli, que convocó el duque de Fernán Núñez sobre el tema de la batalla de Tetuán. Abordó el cuadro utilizando una paleta muy quebrada, pero es precisamente este abocetamiento el que genera la sensación de inmediatez y movimiento, muy representativa de una parte de su producción.

Adquirido para el Museo de Arte Moderno el 31 de mayo de 1916 (Texto extractado de: Catálogo de las pinturas del Siglo XIX, Museo del Prado, 1985, p. 229).
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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"Orgull" Voluntarios catalanes en Africa. Artista Ferrer Dalmau.


El Cuerpo de Voluntarios Catalanes fue fundado el 24 de diciembre de 1859, cuando el Ejército Español avanzaba hacía Tetuán. Se trataba de 466 hombres al mando de D. Victoriano Sugrañés, ataviados con la clásica vestimenta de su región: calzón y chaqueta de pana azul, barretina y faja encarnada, polainas de cuero, canana por cinturón, chaleco listado, pañuelo de colores anudado al cuello, y manta a la bandolera.

El contingente llegó a Marruecos el 3 de febrero de 1860, a primera hora de la tarde. Al mando de su oficial superior, el teniente coronel Sugrañés, formaron ante la plana mayor de Prim. «Cataluña será en Marruecos la cabeza de España», afirmó en público uno de los presentes, según recoge el testimonio de Pedro Antonio de Alarcón. Se esperaba mucho de ellos, y así se lo hizo saber su general, que les arengó en su lengua natal, el catalán, exhortándoles a defender la honra de su bandera y de España.

Cuenta el historiador Alfredo Redondo que en su primer combate, los catalanes se encontraron con que no tenían escalas a mano para entrar en la Alcazaba de Tetuán. Entonces el general Prim, sabiendo que muchos de ellos eran de su comarca natal, Reus y el Campo de Tarragona, y en las fiestas populares había visto muchas veces a hombres levantando torres humanas, les grito: “Ala, minyons, feu la torre, i a dalt!”.

Entonces, los brazos de los voluntarios se aferraron para iniciar “la base de la columna humana que se alzó esforzadamente al pie de la muralla y unos sobre otros, hasta que, al final, el más ágil, el sargento primero Luis Baró i Roig, trepó sobre sus compañeros y ya en la cima, izó la bandera española en la torre más alta de la ciudad de Tetuán”. De esta forma los voluntarios catalanes consiguieron que la bandera española ondeara por primera vez en Tetuán.

Se labraron fama de tropa sufrida, aunque salvaje en sus ataques. En la batalla de Wad Ras, donde combatieron 250 de ellos, Prim los empleó para cerrar la brecha que se había abierto en las líneas españolas, una tarea para la que afirmó «eran pocos, pero suficientes». Mantuvieron la línea hasta que la caballería pudo ayudarles, y dejaron allí casi la mitad de sus efectivos, 111 soldados.

A su regreso a España, los Voluntarios Catalanes desfilaron entre multitud de ciudadanos, que los recibieron como a heroes, y Barcelona llenó los balcones de banderas españolas como nunca se había visto antes. De los 466 catalanes que salieron de Barcelona y lucharon en las batallas de Tetuán y Wad-Ras, solo regresarían a casa 237. .

Aún resuena la arenga del General Prim, poco antes de entrar en combate :

“Pensad en la tierra que os ha enviado a esta campaña; pensad en que representáis aquí el honor y la gloria de Cataluña. Uno solo de vosotros que sea cobarde labrará la desgracia y la mengua de Cataluña –

Ningún voluntario deshonró a Cataluña ni a España, ninguno… ¡¡ Orgull !!
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Guerra de Africa 1859 - 1860 reinado de Isabel II la batalla de Tetuán combate librado entre españoles y marroquies el 4 de febrero de 1859. Artista Vicente Pamaroli.

Los hombres de Prim marchaban enardecidos por una arenga de este, que el día 2 les había dicho, señalando al enemigo: «¡Yo quiero que aquellos cañones sean para los soldados que mando!», y estaban decididos a cumplir sus deseos, espoleados por una segunda orden, en pleno combate: «¡Adelante, que no se os anticipe el III [Cuerpo, del teniente general Ros de Olano; en la batalla de Tetuán, Prim mandaba el II Cuerpo]!».

Las bandas tocan al unísono la orden de ataque general y el ejército se lanza a la carrera decisiva, casi al mismo tiempo que, ya a alcance corto de fusil, los parapetos de los marroquíes, que habían observado una notable disciplina, se encienden con los disparos de las espingardas. Es entonces cuando los de Isabel II empiezan a sufrir bajas significativas, que no les arredran.

Los hombres de Ros no encuentran grandes dificultades. Han desbordado las fortificaciones del contrario por la izquierda, y no tienen otro obstáculo ante sí que los propios adversarios, a los que fácilmente ponen en fuga con una carga a la bayoneta, penetrando en su campo.

En el sector de Prim, en cambio, todo resulta más complicado. Primero, hay que vadear una zona pantanosa, «como un arrozal», cubierta de hierba y flores que existía allí, delante de los parapetos. Los soldados se hunden en ella hasta las rodillas, ofreciendo un fácil blanco a los marroquíes y a sus cañones, que «hicieron a quemarropa dos o tres disparos de metralla sobre los Voluntarios Catalanes, sobre los Cazadores de Alba de Tormes y sobre otro batallón que no recuerdo». Era el 1.º de Saboya, de la II Brigada de la 1.ª División, que se encuentra ya toda en primera línea. Solo un impacto en la compañía de granaderos dejó fuera de combate a un teniente, todos los sargentos y 35 hombres. Poco antes, su capitán había dicho a Prim: «mi general, quíteme de delante esta guerrilla», a fin de poder lanzarse al asalto, lo que hizo, a pesar de las bajas. La descarga espanta al caballo de Yriarte, que se encabrita y le hace caer en el «barro, espeso y blanquecino como la leche», de «olor fétido e inmundo», del que con dificultad, ayudándose unos a otros, se van extrayendo los soldados, para continuar el ataque; «varios, que iban cargando a la bayoneta, permanecieron algunos instantes de pie y como clavados en el fango, después de haber recibido balazos en el pecho y aun en la cabeza que eran mortales de necesidad». Alguien que pasó por allí después hablaría del «barro ensangrentado».

El historiador de la unidad asegura de los catalanes que «nuestros soldados no supieron reaccionar hasta que Prim, que estaba en la retaguardia, se puso al frente y les animó a continuar avanzando». Las cantineras del batallón, que lo habían acompañado, «tuvieron que reclamar ajeno auxilio» para poder salir del barrizal. En realidad, todos los que se encontraron en la angustiosa situación, necesitaron «ajeno auxilio», a la vez que lo prestaban a otros. Fue un sálvese el que pueda, pero para atacar, no para retroceder. Por lo que se refiere a los Voluntarios, lanzar a bisoños a aquel infierno, hacerles soportar en formación cerrada fuego de artillería, para luego entrar en una ciénaga y a continuación salir de ella para asaltar un campo atrincherado, es algo que desafía a toda lógica, excepto la política. Lo asombroso es que no echaran a correr.

O’Donnell, dejando de lado por primera vez su legendaria frialdad, grita en francés, «En avant!, en avant!». Los momentos son críticos, aún más porque, «ora por haberse anticipado Prim en su ataque a la trinchera, ora por haberse involuntariamente retrasado el general Ros en su marcha envolvente, no coincidieron ambos cuerpos como estaba prevenido en el instante mismo del asalto», lo que «hubiera ahorrado mucha sangre». Sea como fuere, en pequeños grupos rebozados de barro, los hombres se arrojan contra la línea de Muley Ahmed. Al parecer, Alba de Tormes y los catalanes lo hicieron de frente, mientras que Prim se corre a la izquierda, con Princesa, León y Córdoba, hasta que encuentra un hueco –una tronera, afirman muchos– y entra por ella en el campamento, matando, al hacerlo, de un tiro o de un sablazo, según las fuentes, a un artillero.

Se ha hablado de encarnizados combates cuerpo a cuerpo, pero más bien parece que los marroquíes, como lo reconocen sus propios cronistas, al ver superadas las defensas, a la vez que el III les atacaba por su flanco derecho, no tardaron en apelar a la fuga. Era lo mejor que podían hacer, en esas circunstancias. Borobio, que estaba con sus Cazadores de Llerena, pertenecientes a dicho cuerpo, lo cuenta todo en pocas palabras: «tan luego como asaltaron las trincheras nuestros soldados, empezamos con ellos a la bayoneta, huyendo todos los moros, llenos de terror y espanto».

Los artilleros fueron una excepción. Continuaron tirando hasta el último momento «con cuatro piezas desmontadas, sufriendo la voladura de un repuesto, y teniendo multitud de sirvientes hechos pedazos por los cascos de nuestros proyectiles». Luego, con los españoles ya dentro, siguieron defendiéndose, hasta que la intervención de López Domínguez, con los de su compañía de montaña del 5.º Regimiento, «impidió que los pocos artilleros marroquíes heridos […] que sin retroceder una pulgada, ya que no podían los cañones, disparaban las espingardas, fueran rematados a bayonetazos». Navarrete, al que pertenecen estas palabras, añade el mayor de los elogios: «no ambicionaría en mi hoja de servicios empresa más loable que haber mandado una batería» como lo hicieron aquel día los marroquíes.

Todo indica que, en efecto, no se dio cuartel, lo que nada tiene que extrañar en el curso de un asalto, cuando los atacantes, tras haber sufrido al descubierto el fuego enemigo, pueden por fin tomarse cumplida venganza. Prim era la viva imagen de la tensión por la que todos habían pasado: «su semblante está verde, los labios apretados por nerviosa contracción; la placa de Carlos III estaba rota; el sable lo tenía torcido, y secó en la mantilla del caballo la sangre que empapaba la hoja»; su montura estaba herida.

Parece que la primera bandera que se plantó fue la del 1.º de León, cuyo coronel dio el asalto seguido por solo 29 hombres, ya que los demás habían quedado empantanados. Dejaron en el barro un jefe con tres tiros, 12 oficiales heridos, 9 soldados muertos y 128 heridos.

Mientras caía el campamento de Muley Ahmed, Enrique O’Donnell, con su 2.ª División del II Cuerpo, marchaba contra el de Muley el-Abbás, que fue abandonado sin lucha.

Había sido un triunfo en toda la línea, «una brillante acción», en la que «los españoles se portaron muy bien». «La infantería española, tan famosa por su reputación en los siglos pasados, pero que tan poco había hecho en mantenerla en la primera mitad del actual, puede aún recobrar su elevado prestigio entre los ejércitos europeos», tras su celebrada actuación el 4 de febrero en la batalla de Tetuán.
Última edición por JACKSON el 09 Dic 2018, editado 1 vez en total.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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La batalla de Tetuán. Artista Mariano Fortuny.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Vista de la batalla de Tetuán en el Atlas histórico y topográfico de la Guerra de África (1861). Litografía incluida en el libro ¡Españoles, a Marruecos! La Guerra de África 1859-1860, de Julio Albi de la Cuesta.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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La batalla de Tetuán. Óleo. Francisco Sans y Cabot. Museo del Ejército.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Los defensores de Marruecos - las tropas del Sultán formadas en cuadro para la batalla.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Tercios vascongados en la Batalla de Wad-Rás, 23 de marzo de 1860.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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En la obra de Ferrer-Dalmau, un veterano voluntario catalán saluda al General Prim ante un jinete del regimiento Farnesio


El pintor de batallas Augusto Ferrer-Dalmau reivindica la españolidad catalana con el cuadro «El combat va ser molt fotut, meu General» (El combate fue muy duro, mi General). Ensalzando a los soldados catalanes que en nombre de España lucharon en la guerra de Marruecos, retrata a un veterano voluntario catalán tras el combate de Wad-Ras con el General Prim y un jinete del regimiento Farnesio. En primer plano, el viejo voluntario se apoya en su fusil con una espada que ha tomado al enemigo y la bandera española a modo de faja. Su barba cana refleja que bien podía ser veterano de la guerra contra «el francés». Un viejo conocido del general, al que saluda con respeto y afecto. Como en el cuadro de Fortuny, «La batalla de Tetuán», los catalanes luchan, y mueren, junto a sus compatriotas, recuerda el historiador David Nievas Muñoz.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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La batalla de Wad Rass. Mariano Fortuny.

La Batalla de Wad-Ras, también llamada de Vad-Ras o Gualdrás, fue un episodio bélico ocurrido el 23 de marzo de 1860 dentro de la primera guerra de África (1859–1860), que junto con la batalla de Castillejos y la batalla de Tetuán, completaron la actuación que llevó a cabo España en el norte de África para reducir las hostilidades entabladas por bandas rifeñas contra la plaza española de Ceuta.

Tras conquistar Tetuán el 6 de febrero de 1860, la fuerza expedicionaria española, al mando del general Leopoldo O'Donnell (presidente del gobierno y ministro de la Guerra español), decidió avanzar hacia Tánger. El 23 de marzo, las tropas dirigidas por los generales Rafael Echagüe, Antonio Ros de Olano y Juan Prim (cuya intervención fue decisiva para la victoria del ejército español) vencieron a las fuerzas marroquíes en el valle de Wad-Ras. La derrota militar desarboló a las irregulares fuerzas marroquíes y provocó la inmediata petición de conversaciones para concertar la paz.

Wad-Ras fue una batalla en toda regla. Los marroquíes, sabedores de lo que se jugaban en la misma, cerraron el paso a los españoles antes de lo que O´Donnell sospechaba.

La primera fase de la batalla se centró alrededor del puente sobre el Bu-Seja. Tomado a la bayoneta por los batallones de Cazadores de Cataluña y Madrid, los moros trataron de recobrarlo de nuevo a toda costa. Para ello organizaron un fuerte contingente que garantizase la reconquista del puente y lo lanzaron al ataque. Las tropas españolas aguantaron el primer asalto del enemigo, pero quedó claro que no podrían aguantar un segundo asalto y que tendrían que retirarse. El mando español, sorprendido por la reacción enemiga, mandó a los "Voluntarios Catalanes" en apoyo de los Cazadores. El cronista Charles Yriarte lo describe así:

"La llegada de los catalanes al lugar del combate fue señalada por una lucha horrible. Después de la Batalla de Tetuán, este batallón había adquirido una reputación de bravura que deseaba mantener, y adelantándose al grupo de los jefes, los voluntarios rebasaron la línea de tiradores y se lanzaron a un cuerpo a cuerpo con el enemigo. La lucha fue terrible, y los cadáveres se amontonaban unos sobre otros. Cuando los catalanes volvieron a las filas españolas habían perdido a la mitad de sus fuerzas".

El ataque de los Voluntarios Catalanes sirvió para consolidar el control del puente. Posteriormente el ejército español fue coronando, una tras otra, una serie de alturas que dominaban el valle de Wad-Ras. El general Prim tuvo a su cargo la tarea más penosa, teniendo que luchar contra un enemigo fanatizado, suicida (pues era tiempo de Ramadán), que surgía de cualquier sitió decidido a parar el avance español. Los batallones de Chiclana, Navarra, León y Toledo perdieron la mitad de sus efectivos.

Prim y Ros de Olano se adueñaron, por fin, de posiciones que aseguraban el paso del desfiladero de Fonduc, camino directo hacia Tanger. El cronista Yriarte refiere el final de la trágica jornada recogiendo, como resumen de la misma, las palabras de un miembro de los Voluntarios Catalanes al que se encontró agotado y vagando sin rumbo por lo que fue antes el campo de batalla: "Y vosotros ¿habéis tenido muchas bajas? - preguntó el reportero al soldado - Solo veo gorros rojos en las ambulancias (el escritor se refería a las barretinas, gorro típico catalán que adoptaron los Voluntarios Catalanes a su uniforme). El soldado respondió lo siguiente:

"Quedamos los suficientes para otra vez, señor. El día de la toma del campo perdimos un tercio de los efectivos; hoy ha caido el segundo tercio; antes de llegar a Tánger daremos otra batalla y moriremos el resto."

A pesar de la fatiga de las tropas hispanas, al día siguiente y muy temprano, el general O´Donnell dio orden de marcha; era preciso aprovechar la desmoralización y, sobre todo, el desconcierto de los moros y atravesar el paso de Fonduc para llegar a la ciudad de Tánger, lugar de importante valor estratégico y donde los españoles estaban seguros que se decidiría el conflicto. Cuando las tropas se preparaban para marchar un jinete enemigo apareció por el horizonte y se dirigió al mando español, pretendiendo parlamentar. Era el primero de los emisarios del Sultán que proponía a los españoles iniciar las tan ansiadas conversaciones de paz.

Las obligaciones del Ramadán impidieron que el hermano del Sultán se presentara hasta unas horas más tarde para reunirse con los delegados españoles. La entrevista fue corta. El Sultán no puso objeciones a las demandas españolas y cedió a sus exigencias. El general Ustádiz, secretario personal de O´Donnell, salió de la tienda donde se producían las conversaciones y resumió la reunión ante los cronistas del acto con una simple frase:

"Señores, nos hemos hecho amigos."

Como curiosidad, los cañones capturados a los marroquíes en la batalla de Wad-Ras (en uno de ellos parece que existía una leyenda que rezaba así: "Soy el terror de los cristianos") fueron fundidos y con su metal se construyeron los leones que hoy presiden el Congreso de los Diputados del Estado Español. Son obra del escultor Ponciano Ponzano Gascón; la fundición de los mismos se hizo en la Maestranza de Sevilla en el año 1865. El peso del conjunto supera los 4900 kilogramos, y la altura y longitud de cada uno rebasan en poco los 2 metros. Para las labores de cincelado se recurrió al francés Bergaret, y la dirección del fundido corrió a cuenta del maestro sevillano don José Muñoz.

La paz fue firmada en Tetuán el 26 de abril de 1860 mediante el Tratado de Wad-Ras entre España y el Sultanato de Marruecos, representados por O'Donnell y Muley-el-Abbas (hermano del sultán).
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Guerra en Marruecos. Artista Roman Navarro.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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La muerte del general Margallo, 18 de noviembre de 1893.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Una ilustración de la expedición a Madagascar, toma de un campamento hova.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Dawn at Gettysburg. Edward Hopper.

El gran Edward Hopper, no era un artista militar, pero sus obras siempre tienen un gran nivel.
"Cuando Stalin dice " bailen!! ", un hombre sensato baila."
Nikita S. Krushchev.

"Nadie respeta a un país con un mal ejército, pero todos respetan a un país con un buen ejército. Brindo a la salud del Ejército Finlandés !"
Josef Stalin. 1948.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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"Light Battery at Gettysburg". Edward Hopper.
"Cuando Stalin dice " bailen!! ", un hombre sensato baila."
Nikita S. Krushchev.

"Nadie respeta a un país con un mal ejército, pero todos respetan a un país con un buen ejército. Brindo a la salud del Ejército Finlandés !"
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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JACKSON escribió:Imagen
La muerte del general Margallo, 18 de noviembre de 1893.
Las malas lenguas dicen que fue tiroteado por sus propias tropas en un caso de pre-fragging :~i
El momento ideal para ser un héroe, es aquél en que se ha acabado la batalla y los otros tipos han muerto, que Dios los tenga en su gloria, y tú te llevas todo el mérito.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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José García Domínguez
La muerte del general Margallo
El primer Margallo que se hizo un hueco en la historia grande de España fue un muy ilustre bisabuelo del exministro.
Supe de la historia por un librito de mi racista de cabecera, Quim Torra, que la narra con el preceptivo regodeo en Els últims 100 metres, obra cumbre de ese faro del pensamiento comarcal gerundense. Porque resulta que los Margallo, al igual que nuestros sufridos separatas del lacito amarillo, también vienen de lejos y van mucho más lejos aún. Así, el primer Margallo que se hizo un hueco en la historia grande de España fue un muy ilustre bisabuelo del Margallo ahora aspirante a pastorear el destino de la derecha. Por más señas, el mismo general Margallo, gobernador militar de Melilla, que un aciago 28 de octubre de 1893 moriría de modo súbito tras recibir un disparo de pistola en el cráneo. El Margallo germinal, cuentan los historiadores de aquel crepuscular conflicto colonial nuestro, había tenido dos malas ideas unos meses antes de su triste destino último.

La primera fue, según parece, la de ordenar construir una muralla en torno a la ciudad de Melilla cuyo trazado profanaba la tumba de cierto imán local muy preciado por los devotos del Profeta. El segundo de sus yerros, este involuntario por lo aleatorio, fue tener la mala fortuna de ir a destruir casualmente una mezquita con los proyectiles de la artillería española en una reyerta con la morisma levantada en armas, asunto que enervó sobremanera a los rebeldes. Así las cosas, Margallo aún tuvo tiempo de incurrir en un tercer error fatal. Pues, también a decir de los cronistas del conflicto, confundió lo que en realidad era una maniobra militar envolvente por parte de la insurgencia bereber con una huida a campo través. El precio en vidas de su equivocación resultó en extremo elevado: la mayor parte de sus soldados morirían en el combate posterior. Hubo, sí, muchas bajas entre la tropa el 28 de octubre de 1893, pero solo un oficial, el propio general Margallo, perdió la vida en aquel remoto pedregal ingrato. ¿Casualidad? Tal vez sí. Pero tal vez no.

Según el informe oficial, se trató simplemente de una bala perdida. Una bala perdida. Punto. Algunos contemporáneos del general Margallo, sin embargo, nunca estuvieron tan convencidos del carácter anónimo y errático del proyectil en cuestión. Por ejemplo Ciges Aparicio, el que fuera gobernador civil de Ávila durante la República, luego fusilado sumariamente por los llamados nacionales en 1936. Contaba ese Ciges lo que sigue en un libro suyo titulado España bajo la monarquía de los Borbones: "A Margallo se le dio por muerto en acción de guerra. En realidad fue abatido por un joven teniente, Miguel Primo de Rivera, el mismo que más tarde sería dictador, indignado por el hecho de que los fusiles con que los moros estaban matando españoles hubiesen sido vendidos ocultamente por el general". Una versión, la de Ciges, que luego corroboraría el hispanista Gerald Brenan, quien sostuvo siempre que el fusilamiento del gobernador republicano de Ávila por los franquistas tuvo como verdadera causa el que hubiese aireado aquella sórdida historia africana, un episodio de corrupción en el que habrían estado implicados, siempre según Brenan, algunos otros altos mandos de la guarnición. En fin, sea como fuere, que nuestro Margallo, caballero siempre tan dialogante y comprensivo con los separatas, se lo agradezca ahora a Torra.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

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Maniobras de división. Artista Josep Cusachs y Cusachs.
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

Mensaje por Lutzow »

El HMS Captain el 6 de Septiembre de 1870, cuando una tormenta a la altura de Finisterre lo mandó a pique por culpa de su bajo francobordo, siendo uno de los buques peor diseñado de la Historia. En la tragedia se perdieron 482 hombres, solo 18 consiguieron llegar a tierras gallegas en un bote. Cortesía de Paul Wright.

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Saludos.
Delenda est Putinlandia

Es mejor permanecer con la boca cerrada y parecer un idiota, que abrirla y confirmarlo...
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Re: Pinturas y Grabados de los siglos XVIII y XIX

Mensaje por Prinzregent »

Uno de los que morirían en ese naufragio fue el capitán Cowper Phipps Coles, su diseñador.
“¿No es extraño?; los mismos que se ríen de los adivinos se toman en serio a los economistas”. Anónimo

“Los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río”. Nikita Jruchev

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Ab insomne non custita dracone
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