Como mencionamos la tensión en torno al Vaticano como lugar físico y a la Iglesia Católica, en Italia, se fueron incrementado a medida que por una parte, recrudecía la persecución de todos aquellos considerados como indeseables por las leyes y políticas raciales alemanas e italianas, como por las consecuencias que la guerra estaba teniendo en la vida cotidiana de los italianos.
Aunque formalmente neutral, la Santa Sede no se cansaba de hacer continuos llamamientos a la Paz y criticar los abusos y persecuciones que sufrían millones en Europa y otras parte del mundo.
Pio XII, quien conocía muy bien a los nazis no se hacia ninguna ilusión respecto de ellos y su política ante el cristianismo católico y la Santa Sede en especial. Antes de su coronación y como medida preventiva, redactó ante notario una carta de renuncia en el caso de que fuera hecho prisionero por los nazis, de forma que no ocurriera lo mismo que había acontecido con el apresamiento de Pio VII por Napoleón.
Gracias a sus propias redes de inteligencia, la Curia sabia que en el entorno de Hitler rondaban continuamente ideas de invadir el Vaticano y tomar prisionero al Papa o incluso matarlo. No solo a él, tambien al Rey Victorio Emanuele de Italia, especial tras las derrotas sufridas por las tropas italo germanas en Africa en 1942 y principios de 1943 y la destrucción del 8º ejercito italiano en Stanligrado.
No ayudaba nada a ello lo que ya habían los nazis. Cuando se dispuso la deportación de los judíos holandeses, el arzobispo católico de Holanda protesto enérgicamente a través de una dura carta pastoral. La respuesta de las fuerzas alemanas de ocupación fueron arrestos masivos tanto de judíos como de católicos.
A partir de 1943, e Papado empezó a jugar un singular y peligroso juego.
Oficialmente se reforzó la idea de la neutralidad: se ordenó a los cuerpos de seguridad externa, es decir la Gendarmeria y la Guardia Suiza extremar la vigilancia, y prohibir el acceso a quienes no tenían la condición de ciudadanos "vaticanos" a la Santa Sede.
Pero bajo cuerda se llevaron a cabo otras medidas: se reforzó el reclutamiento de voluntarios para la Guardia Palatina, hasta triplicar sus efectivos. Y se dispuso que parte de ellos se acuartelaran en San Juan de Letras y Castel Gandolfo, la residencia de verano. Se compraron en el mercado negro armas y municiones, entre ellos a los menos un par de ametralladoras y granadas de mano, por si habia algún intento de entrada forzosa al Vaticano.
Por otro lado, el Papa auspicio contactos tanto con personas vinculadas con resistencia alemana como con miembros del gobierno italiano y de la casa real que ya complotaban contra Mussolini para sacarlo del poder y asi terminar la guerra, por lo menos para Italia.
Y aunque oficialmente el Papa y el Vaticano "ignoraba" las actividades que sacerdotes, religiosas y religiosos y laicos católicos, ya efectuaban en forma de los perseguidos por los nazis y los fascistas, extraoficialmente no solo las conocía, sino que las apoyaba, con dinero o con enlaces con las personas e instituciones adecuadas al caso. Una especie de política de las catacumbas.
Finalmente la guerra golpeo directa y violentamente a Roma el 19 de julio de 1943 cuando un ataque aéreo alcanzó, entre otros sectores, el barrio de San Lorenzo.
Mientras aun caían las bombas sobre la ciudad eterna, Pio XII salio sin escolta alguna, solo acompañado de su chófer, monseñor Giovanni Battista Montini, el futuro Pablo VI, y el conde Enrico Pietro Galeazzi, a consolar y animar a los atemorizados y dolidos habitantes de la ciudad, lo cual quedo inmortalizado en una serie de imágenes como la que acompaño abajo.
Los testigos recuerdan que las ropas albas del Papa estaban manchadas de sangre y que la multitud se agolpo a sus pies llorando y pidiendo ayuda. El Papa abrió entonces sus brazos en una imagen que es como un Cristo crucificado como el de un abrazo enorme que trataba de abrazarlos a todo.
