Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Historia Militar de todas las épocas en las que directamente ha intervenido dichos países. Hasta el 2006.

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Sir Weymar Horren
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Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

Hace ya bastante tiempo que no contribuyo activamente en el foro con temas sustanciosos y es menester lavar esa mancha, de manera que a lo largo de las próximas semanas voy a relatar una de las campañas menos conocidas de la Guerra de los 30 Años, la que llevó a Francia a tratar de romper el cinturón defensivo del ducado de Milán, la principal posesión de la Monarquía Hispánica en el norte de la península itálica, con la conquista de Cremona entre 1647 y 48, campaña sazonada con batallas campales, asedios, asaltos a campamentos fortificados, cruces de ríos y una dosis razonable de la intrincada política italiana del siglo XVII. Se trata de un conjunto de operaciones y hechos de armas sobre el que no existe ningún estudio moderno, ni siquiera en italiano, pero sobre el cual disponemos varias relaciones y relatos de la época, tanto en italiano como en español.

El Milanesado y la Guerra de los 30 Años

Existe cierta polémica en torno de si conviene referirse a los conflictos que vivió el norte de Italia entre 1620 y 1659 como parte de la Guerra de los 30 Años, pero así puede considerarse por razones estratégicas de peso: Milán era el engranaje más importante del Camino Español, la puerta que abría a las tropas españolas el paso al centro de Europa, hacia Alemania, los estados de los Austrias de Viena (Bohemia, Hungría, Austria...) y los Países Bajos. A lo largo del conflicto, mientras allende de los Alpes el Sacro Emperador, los protestantes alemanes, Suecia, Dinamarca, Baviera, Francia y España luchaban por el control de la Europa central, al otro lado de la cordillera España, el Imperio, Francia, el Papa y la República de Venecia competían por el control del norte de Italia, unos para mantener abierta la vía que permitía a los Austrias de Madrid enlazar con sus primos de Viena y otros para cerrarla. De ahí las luchas intermitentes que entre 1618 y 1639 unos y otros libraron por el control de la Valtelina, el estrecho valle que unía el ducado de Milán con el Tirol austríaco y que se saldó con un tratado de alianza entre la Corona española y las Tres Ligas de los Grisones. A cambio de conservar su libertad religiosa, las Tres Ligas, mayoritariamente zuinglianas, permitieron a España contratar mercenarios en sus tierras y desplazar tropas por la Valtelina.

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Mapa político de Italia a finales del siglo XVI. Las fronteras, en la época de este relato, eran a grandes rasgos las mismas.

Otras campañas con protagonismo francés tuvieron como objetivo privar a España de uno de los eslabones cruciales del Camino Español en el norte italiano, el puerto de Génova. En 1625, la Francia de Richelieu se alió con el duque Carlos Manuel de Saboya, un antiguo aliado de España, para conquistar la República genovesa y de un plumazo bloquear la entrada marítima del Camino Español y dar a Saboya un acceso al Mediterráneo. La empresa, sin embargo, resultó un sonoro fracaso. Apenas un año después del fin del conflicto, en 1627, se desencadenó no obstante otro más extenso al morir sin descendientes el duque de Mantua, Vicenzo II Gonzaga. España y el Imperio, por un lado, y Francia por el otro, apoyaban a candidatos opuestos en la disputa sucesoria y pretendían reforzar su posición. Las dos potencias austríacas abogaban, además, por ceder el Monferrato, también soberanía del duque de Mantua, a Carlos Manuel de Saboya, de nuevo aliado de España. El conflicto se prolongó hasta 1631 y estuvo marcado por la actitud ambigua del duque de Saboya. Tras el fracaso de Ambrosio Spinola ante Casale de Monferrato, el ejército del emperador Fernando II ocupó y saqueó Mantua, pero la irrupción de los suecos en el norte de Alemania lo obligó a aceptar al candidato francés.

Encajonado entre Saboya, Mantua, los cantones suizos y Venecia, estados que observaban el poderío español desde una neutralidad desdeñosa, el Milanesado era una fortaleza sitiada. Según escribió en 1626 Carlos Coloma de Saa, uno de los militares más destacados de la Monarquía Católica y entonces gobernador de la caballería del Milanesado, en un memorial a Felipe IV: "El Estado de Milán puede justísimamente llamarse el corazón y el centro de la monarquía de V.M., por lo menos de todos los reinos y estados contenidos en este hemisferio; según esto visto está lo que conviene conservar y corroborar esta parte tan noble y de que al parecer se ha tenido tan poco cuidado por los ministros inferiores, que, como es notorio, apenas le queda movimiento, ni respiración". Sin embargo, aunque cercado, el Ducado de Milán no dejaba de ser una fortaleza: al norte los Alpes y al sur el río más ancho y caudaloso de Italia, el Po, le hacían de murallas naturales; al oeste, dos afluentes del Po, el Sesia y el Ticino; en el flanco oriental, frontero con la Serenísima república de Venecia, el río Adda. Y no menos imponentes eran las defensas erigidas por la mano del hombre: Novara, Valenza del Po, Alessandria, Tortona, Voghera, Pavía, Cremona... Richelieu sabía que para quebrar las defensas del ducado era necesario dar el golpe en varios lugares a la vez y obligar al ejército español de Lombardía a dividir sus efectivos.

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Mapa del ducado de Milán, obra del cartógrafo holandés Jan Janssonius, 1650.

En vísperas de la guerra general contra los Austrias, que estalló en 1635, Richelieu procuró formar una liga antiespañola para invadir el Milanesado por varios frentes y atrajo a su bando al ducado de Saboya, entonces regido por Víctor Amadeo I, y al ducado de Parma, a la sazón en manos de un joven de 24 años, Odoardo Farnesio, el nieto del célebre Alejandro Farnesio. Con ello, Richelieu se aseguraba una acometida por el oeste y el sur. Las cosas, sin embargo, no resultaron como esperaba el cardenal: el ejército franco-saboyano se estrelló ante los muros de Valenza del Po entre septiembre y octubre de 1635, y la invasión del año siguiente culminó en una retirada tras la sangrienta e inconclusa carnicería de la batalla de Tornavento (22 de junio, 1636) a orillas del Ticino. Peor aún, a principios de 1637 el joven Farnesio se plegaba a una rendición humillante ante el ejército español del entonces gobernador de Milán, el marqués de Leganés, y abandonaba la liga francesa. Aquel mismo año, Víctor Amadeo I murió en extrañas circunstancias, tal vez envenenado, en una cena organizada por el mariscal Créqui, el comandante de las tropas francesas en Italia, y estalló en Saboya una guerra civil entre la duquesa regente, Cristina de Francia, hermana de Luis XIII, y los hermanos del fallecido duque, el príncipe Tomás, general de los ejércitos de Felipe IV, y el príncipe Mauricio, cardenal y obispo de Vercelli. Entre 1638 y 1639, el ejército de Lombardía, apoyando a los dos hermanos, conquistó buena parte de Saboya, y en mayo de 1640 puso la capital, Turín, bajo asedio. Cuando la victoria parecía inminente, la llegada con refuerzos del conde de Harcourt, uno de los mejores generales de Francia, dio un vuelco a la situación y el ejército español tuvo que retroceder. En 1642, los príncipes firmaron la paz con la duquesa y se pasaron al bando francés. Con todo, las sucesivas campañas apenas vieron progresos franco-saboyanos en el Milanesado.


“Me han querido pagar con decir que soy hechicero, y que de noche ando dentro de sus cuarteles en figura de lobo, y esto con tal aprensión, que me dicen que los clérigos de Zaragoza preguntan si es verdad. La curiosidad me pudiera hacer desear otro sitio para ver el papel que me hacían hacer, porque el pasado fue de hereje; éste de brujo, el otro como no sea de puto, estos otros lo harán tolerable” - Gregorio Britto, gobernador de Lleida durante los sitios franceses de 1646 y 1647.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por APV »

La situación italiana en esas décadas fue un error para España, podía inspirarse en lo que ocurría en Alemania e ir liquidando los pequeños estados italianos para formar un estado propio.

Por ejemplo tras someter a Odoardo, anexionarse Parma.
Conoce al enemigo y conócete a ti mismo; y en cien batallas no estarás jamás en peligro Sun Tzu.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Lutzow »

Me alegra ver que has decidido volver a deleitarnos con un hilo del nivel al que nos tenías acostumbrados... :dpm:

Sólo lamento que no lo hayas hecho cuatro años antes, pues he visitado la zona donde se desarrollan los hechos, y seguro que la hubiese disfrutado aún más siendo conocedor de los actos que empiezas a narrarnos, de cuya existencia reconozco no tenía ni la más remota idea...

Saludos.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Schweijk »

Sir Weymar Horren escribió:es menester lavar esa mancha
No esperábamos menos de vuestra merced, y a fe mía que el tema nos deparará provechosa instrucción y sano esparcimiento.
"No sé lo que hay que hacer, esto no es una guerra".

Lord Kitchener

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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

El cambio de bando del duque de Módena

Al principio de la guerra contra Francia, Francesco I de Este (1610-1658), duque de Módena y Reggio desde 1629, había sido un firme aliado de la Corona española. Su pequeño ejército había ayudado a defender Milán y a subyugar a Odoardo Farnesio. Su tío, el príncipe Borso, era además coronel de infantería alemana en el ejército de Lombardía. Varias causas movieron, sin embargo, al duque a romper con España para aliarse con Francia. La primera piedra fue su disputa con el Estado de Milán por el señorío de Coreggio, cuyo propietario, Giovanni Siro, había sido desposeído por el emperador Fernando II, que lo consideraba uno de los mayores falsificadores de moneda de Italia. Los bienes de Siro fueron embargados en tanto no pagase la exorbitante suma de 230.000 florines. Franceso aspiraba a anexionarse Coreggio y consiguió la dignidad del señorío de las autoridades imperiales, pero la Corona española desembolsó la suma e instaló una guarnición. En 1638, el duque, mortificado, compró el señorío a España por la misma cantidad, pero no logró que la guarnición hispánica se retirase. Posteriormente, en 1641, Francesco se alió sin ambages con Odoardo Farnesio, que además era su cuñado, y con el duque de Toscana y Venecia para aumentar su territorio a expensas del clan Barberini, que bajo la égida de su más ilustre miembro, el Papa Urbano VII, controlaba los Estados pontificios. Se daba la circunstancia de que el grueso de las tropas del papa eran francesas, de modo que Francesco suponía ingenuamente que el gobernador del Milanesado, entonces al conde de Siruela, la proporcionaría tropas españolas. La hiriente negativa lo dejó sin otro remedio que endeudarse más todavía contratando mercenarios alemanes y recurriendo a un general imperial caído injustamente en desgracia, el más tarde famoso Raimondo Montecuccoli, oriundo precisamente de Módena.

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Franceso I de Este, retratado por el pincel de Diego Velázquez durante una visita a Madrid en 1638 con su Toisón de Oro bien visible.

Desencuentros al margen, lo que más contribuyó al cambio de capa del modenés fue el pésimo cariz que la guerra en Italia cobró para la Monarquía Hispánica en 1646 y el año siguiente. Primero, en octubre del 46, una escuadra francesa reforzada con varios buques portugueses se apoderó de Piombino y Porto Longone, dos puertos fortificados de gran valor estratégico en el Estado de los Presidios de Toscana, una dependencia del Reino de Nápoles que la Corona española se había anexionado en 1555, durante la guerra contra la República de Siena y Francia. Estos presidios eran un enclave estratégico en las comunicaciones marítimas entre Nápoles y Génova, y también en el desplazamiento de tropas por tierra desde Nápoles hasta Milán a través de las tierras del papa y la Toscana de los Médici. Las plazas citadas, además, doblaron su valor cuando en julio de 1647 se produjo una revuelta popular en Nápoles que culminó con la proclamación de una república independiente. Los sediciosos ofrecieron el cargo de dux a Enrique de Guisa, miembro de una de las casas nobiliarias francesas de más rancio abolengo y descendiente de Renato de Anjou. Así, de un plumazo, el entonces primer ministro francés, el cardenal Giulio Mazarino, se quitó de encima a un conspirador indeseable y tuvo la excusa perfecta para apoyar militarmente a los rebeldes napolitanos. Piombino y Porto Longone, en este sentido, eran puertos excelentes que la armada francesa de Levante, con base en Tolón, podía usar para enviar ayuda al duque de Guisa y sus napolitanos.

A finales de 1646 y comienzos de 1647, cuando la enemistad de Francesco de Módena hacia España quedó en evidencia a través de su embajador en Madrid, el poeta Fulvio Testi, todavía los imperiales hicieron un esfuerzo en aras de evitar que el duque se declarase por el bando francés. Durante la conferencia de paz que entonces se celebraba en Münster y que culminó en 1648 con la Paz de Westfalia, el escocés Walter Leslie, que había desempeñado misiones diplomáticas para Fernando III en Italia, y el duque de Terranova, embajador español en el Imperio, comunicaron al enviado de Módena, Alfonso Montecuccoli, la intención del emperador de nombrar a Francesco vicario general del Imperio en Italia, lo que lo convertiría en su representante en la península. Sin embargo, las negociaciones no llegaron a ninguna parte, cosa que Francesco atribuyó a los tejemanejes de la diplomacia española, y mientras tanto, el cardenal Mazarino movía sus propias fichas. Los mejores agentes del sucesor de Richelieu, a saber el cardenal Grimaldi y Bernard du Plessis-Besançon, negociaban en secreto con los ministros del duque. En verdad, hasta la revuelta de Nápoles, el de Este se mostró irresoluto y no ocultaba su miedo a verse abocado a una rendición humillante, igual que Parma en 1637. La aparente flaqueza española tras los disturbios napolitanos, sin embargo, desbloqueó las charlas.

Imagen
Plano del sitio de Piombino por los franceses en 1646, obra de Sébastien Pontault, señor de Beaulieu.

A principios de septiembre de 1647 se hizo público el tratado de alianza entre Francia y Módena, por el cual Francesco de Este y sus estados se ponían bajo el amparo del Cristianísimo Rey de Francia, entonces el pequeño Luis XIV, de tan sólo nueve años de edad. El acuerdo estipulaba que Francesco recibiría la comisión de general de los ejércitos del monarca francés y la posesión de la provincia milanesa de Cremona, limítrofe con sus estados, en cuanto fuese conquistada (lo que naturalmente hacía prever que ahí descargarían el primer golpe). Además, los coaligados formarían para la ofensiva un ejército de 8.000 infantes y 3.000 efectivos de caballería, la mitad suministrados y pagados por Francia y los restantes por Módena. Las cláusulas secretas del acuerdo dan a conocer, asimismo, que la mayor parte de los gastos que la campaña pudiese ocasionar correrían a cargo de Francia y que el cardenal Grimaldi se comprometía a velar por los intereses del duque ante la Santa Sede. El 13 de septiembre, para complementar el texto, Francesco mandó imprimir otro en el que justificaba la decisión de alinearse con Francia contra España. La invasión de la provincia de Cremona era inminente.

P.D.: Gracias por los comentarios. Espero que el hilo resulte interesante :D
“Me han querido pagar con decir que soy hechicero, y que de noche ando dentro de sus cuarteles en figura de lobo, y esto con tal aprensión, que me dicen que los clérigos de Zaragoza preguntan si es verdad. La curiosidad me pudiera hacer desear otro sitio para ver el papel que me hacían hacer, porque el pasado fue de hereje; éste de brujo, el otro como no sea de puto, estos otros lo harán tolerable” - Gregorio Britto, gobernador de Lleida durante los sitios franceses de 1646 y 1647.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por jmunrev »

Se echaba de menos tu calidad. :ok
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

El plan franco-modenés y la defensa española

La operación de Cremona comenzó a gestarse poco antes de la firma del tratado de alianza entre Francia y el ducado de Módena. El 30 de septiembre el alto mando de las fuerzas galas en Italia celebró un consejo de guerra en la ciudad piamontesa de Acqui al que asistió el marqués Mario Calcagnino, embajador de Módena. También estaban presentes el cardenal Grimaldi, el príncipe Tomás de Saboya, el mariscal de Plessis-Praslin y Bernard du Plessis-Besançon. El príncipe Tomás, que por su larga experiencia como general de Felipe IV conocía los dominios españoles en Italia y los entresijos de la política hispánica, abogó por el envío de una flota y un ejército a Nápoles para apoyar al duque de Guisa y a los rebeldes, pero el plan fue rechazado, dado que no se disponía de los medios para llevarlo a cabo antes de que acabase el año. El mariscal de Plessis-Praslin, por otra parte, deseaba centrar todos los esfuerzos en Tortona, plaza fuerte milanesa situada en la provincia de Alessandria, al sur del Po, para cruzar luego el río, tomar Cremona y abrir así la comunicación directa entre el Piamonte saboyano y Módena. El duque Francesco, sin embargo, no quería alejarse en exceso de sus estados, de modo que el marqués Calcagnino defendió vivamente la necesidad de tomar Cremona. La empresa era fácil, decía, y desde allí las tropas francesas, saboyanas y modenesas podían marchar sobre Lodi, cuya conquista abriría el camino directo hacia Milán. Du Plessis-Besançon, que gozaba de un gran prestigio como jefe de estado mayor, secundó el parecer de Calcagnino, y esa fue finalmente la resolución que se tomó.

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Los principales comandantes de las fuerzas francesas en Italia: el príncipe Tomás de Saboya y el mariscal de Plessis-Praslin.

En vistas de la campaña sobre Cremona, la primera dificultad que se presentó al mando francés fue el modo de hacer llegar a Módena las tropas que habían prometido al duque. Para ello era forzoso atravesar países neutrales. La opción más lógica era pedir permiso a la república de Génova para desembarcar el ejército francés en el puerto de La Spezzia y desde allí pasar por tierra a Módena. Los genoveses, sin embargo, mantenían buenas relaciones con España y se negaron. Otra opción, que fue desestimada desde el principio por el peligro que implicaba de un encuentro con el ejército de Lombardía, era atravesar la provincia milanesa de Alessandria y de allí transitar hasta Módena por tierras del duque de Parma. Gracias a las gestiones del cardenal Grimaldi, triunfó una tercera baza: que el grueso de las tropas que habían quedado acantonadas en Piombino tras su toma en 1646 atravesasen el Gran ducado de Toscana hasta territorio modenés. La fuerza gala que pudo reunirse sin dejar desguarnecidos los presidios toscanos y que a lo largo de septiembre transitó hacia el ducado de Módena sumaba 3.500 infantes y 800 caballos al mando del maréchal de camp Godefroi d'Estrades. Francesco de Este quería tener bajo sus órdenes a Plessis-Praslin, todo un mariscal de Francia, pero hubo de conformarse con Estrades. Para llegar al número de efectivos requerido por el duque, eso sí, el príncipe Tomás tuvo que desprenderse de 1.000 de sus mejores soldados de caballería y enviarlos desde el Piamonte por territorio enemigo, entre Voghera y Pontecuorno, y a través del ducado de Parma, cuya duquesa regente, María de Médicis (su marido Odoardo había muerto hacía un año, a los 34, a causa de una gordura extrema), les concedió el paso franco.

Imagen
Mapa del territorio de Cremona, ceñido por los ríos Po y Oglio, hacia mediados del siglo XVII (Henricus Hondius). Al norte estaba la república de Venecia, al este el ducado de Mantua, al sureste Módena y al sur Parma.

Los galos trataron de ejecutar sus maniobras con la máxima discreción, pero el rumor de que habían desguarnecido Piombino y enviaban tropas a Módena se propagó rápidamente, de forma que las autoridades españolas se tomaron en serio la amenaza: Bernardino Fernández de Velasco y Tovar, condestable de Castilla y gobernador de Milán, comenzó a preparar la defensa. La situación española no parecía muy halagüeña, puesto que la guerra en Cataluña había ido drenando tropas del ejército de Lombardía hasta dejarlo con poco más de 15.000 efectivos para defender un buen número de guarniciones y atender a ataques por dos frentes. El condestable dividió en dos sus fuerzas; el grueso, a las órdenes del marqués de Serra, maestre de campo general, lo envió hacia Cremona, mientras que un segundo cuerpo al mando del general de artillería Vicente Monsurio, lo apostó en la frontera del Piamonte para vigilar los movimientos del príncipe Tomás de Saboya, que estaba en los alrededores de Casale de Monferrato con 6.000 soldados de infantería y 5.000 de caballería. Entre tanto, el conde Giovanni Borromeo, comisario general, fortificaba Pizzighettone y Lodi, dos plazas situadas al oeste de Cremona en el curso del río Adda, por si los franco-modeneses lograban pasar adelante.
“Me han querido pagar con decir que soy hechicero, y que de noche ando dentro de sus cuarteles en figura de lobo, y esto con tal aprensión, que me dicen que los clérigos de Zaragoza preguntan si es verdad. La curiosidad me pudiera hacer desear otro sitio para ver el papel que me hacían hacer, porque el pasado fue de hereje; éste de brujo, el otro como no sea de puto, estos otros lo harán tolerable” - Gregorio Britto, gobernador de Lleida durante los sitios franceses de 1646 y 1647.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Flavius Stilicho »

Sir Weymar Horren escribió: Espero que el hilo resulte interesante :D
Mucho :dpm:
"Con más facilidad se les llama bravos a los audaces que seguros a los prudentes".
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

Los franceses cruzan el Po

La invasión del territorio de Cremona comenzó el 23 de septiembre de 1647, cuando las armas de Francia y de Módena estaban por fin congregadas en la frontera. Su primer objetivo era Casalmaggiore, una pequeña población indefensa a orillas del Po, a unos 40 kilómetros de Cremona, en un punto donde una isla fluvial facilitaba el cruce del río. Los españoles no estaban desprevenidos, pues en las dos semanas anteriores habían detectado concentraciones de barcones en el Po entre Gualtieri y Brescello, en la provincia modenesa de Reggio. Así pues, el Condestable de Castilla había acuartelado en Casalmaggiore el tercio de infantería milanesa de Francesco Arese y cinco compañías de caballos corazas y arcabuceros bajo el mando de los capitanes Pedro de Acuña y Daniele Ala. El gobernador, asimismo, había expedido un correo al castellano de Cremona, el veterano Álvaro de Quiñones (que había sido comisario general de la caballería de Nápoles en la batalla de Nördlingen) en el que le ordenaba movilizar a las milicias urbanas y rurales de la provincia. Los franceses, sin embargo, cruzaron el Po con una audaz maniobra antes de que los preparativos defensivos hispanos estuviesen completados. Un intento de desembarco en Pomponesco fue repelido por las tropas de Francesco Arese, pero el tramo que cubrían era demasiado amplio como para establecer una vigilancia efectiva. Así, la noche del 23 al 24 de septiembre, 1.000 mosqueteros franceses al mando del sargento general de batalla Jean de Seyron se embarcaron en Brescello a bordo de nueve barcones y al amparo de la oscuridad desembarcaron cerca de la desembocadura del Oglio. Al alba, la caballería española descubrió a los galos y formó en cinco escuadrones para tratar de destruirlos, pero Seyron había apostado a sus mosqueteros al amparo de una línea de setos, junto a una zona arboleda, de modo que los hispánicos se limitaron a caracolear hasta que el fuego de tres piezas ligeras que llevaban consigo los franceses los obligó a retirarse.

Imagen
Un piquero y un mosquetero franceses en el tratado Le mareschal de bataille, de Colbert de Lostelneau (París, 1647).

El plan francés salió a la perfección. Puesta en fuga la caballería española, los ingenieros galos tendieron un puente de barcas no lejos de Pomponesco y Francesco de Este envió la caballería en vanguardia para unir fuerzas con los mosqueteros de Seyron. Regimiento y compañías, hasta un total de 9.000 hombres, desfilaron de una orilla a otra del Po en barcas y sobre los pontones. Las escasas tropas que defendían Casalmaggiore, temiendo quedar aisladas en un lugar indefendible, se batieron en retirada hacia Cremona y dejaron a los franco-modeneses ocupar la población sin lucha. En términos defensivos, el valor de Casalmaggire era insignificante, pero su emplazamiento junto al Po en dirección a Cremona hacía de ella un punto a través del cual el ejército invasor podía recibir víveres y municiones por vía fluvial, de modo que los franco-modeneses comenzaron a construir un fuerte junto la población. Entre tanto, una oleada de pánico se extendía entre las autoridades milanesas, varias de las cuales llegaron a sugerir al Condestable el abandono de Cremona para organizar la defensa en la línea del Adda. Sin embargo, la decisión que se tomó en el consejo de guerra del 1 de octubre fue firme: defender la plaza a toda costa. Así abogaba el maestre de campo general del ejército, Giovanni Francesco Serra, uno de los mejores generales de la Monarquía Hispánica, excelente táctico en el campo de batalla y no peor estratega.

El condestable de Castilla siguió los consejos de Serra al pie de la letra y no escatimó en esfuerzos para asegurar Cremona: Juan Vázquez de Coronado, gobernador de la ciudadela de Milán, fue enviado a la plaza amenazada al frente de dos tercios españoles; el de Lombardía, al mando del maestre de campo Íñigo de Velandia, y el de Diego Quintana; uno italiano, el de Vicenzo Serzale, y algunas compañías alemanas, que se añadieron a guarnición regular de Cremona y a la milicia urbana. Además, se redoblaron los esfuerzos para poner Pizzighettone en defensa, ya que en caso de sitio era la vía más segura para el socorro. En Cremona, con todo, nadie excepto el marqués de Serra se hacía demasiadas ilusiones, pues las murallas carecían de elementos defensivos modernos como medias lunas y estradas encubiertas. Serra y el Matemático mayor del Estado de Milán, Alessandro Campione, hicieron todo lo posible para remediar la falta en poco tiempo. Todos los edificios situados fuera del perímetro defensivo fueron derruidos, y soldados y civiles comenzaron erigir nuevas fortificaciones a toda prisa.

Imagen
Este mapa de 1595 muestra el proyecto de ampliación de las defensas de Cremona del ingiero Tiburzio Spannocchi, que no llegó a realizarse. Las defensas existentes en 1647 eran las murallas y el castillo contorneados en rojo.

Por suerte para los defensores de Cremona, los franco-modeneses perdieron un tiempo muy valioso tras el cruce del Po fortificando Casalmaggiore y enzarzándose en disputas a tenor del plan. Francesco de Este creía que los 6.000 infantes que poseía eran insuficientes para sitiar una ciudad del perímetro de Cremona, de modo que escribió al príncipe Tomás de Saboya pidiéndole que acudiese a Casalmaggiore a través del ducado de Parma o que al menos le enviase refuerzos para sitiar Cremona con posibilidades de éxito. Sin embargo, el príncipe, que como general era francamente mediocre o hasta un incompetente, no estaba dispuesto a dejar el Piamonte sin un ejército de campaña numeroso y se limitó a enviar al campo modenés 750 soldados de caballería al mando del maréchal de camp Anne de Noailles. Este regalo era una manzana envenenada, ya que Noailles tenía la misma graduación que el general del contingente francés que asistía a Francesco de Este, Godefroi d'Estrades, al que no le hacía ninguna gracia tener que compartir el mando. Sintiéndose agraviado, pero tratando de conservar la profesionalidad, Estrades informó por carta al cardenal Grimaldi de que regresaría a Francia al término de la campaña. La mala relación, huelga decir, lastró en adelante las operaciones francesas.
“Me han querido pagar con decir que soy hechicero, y que de noche ando dentro de sus cuarteles en figura de lobo, y esto con tal aprensión, que me dicen que los clérigos de Zaragoza preguntan si es verdad. La curiosidad me pudiera hacer desear otro sitio para ver el papel que me hacían hacer, porque el pasado fue de hereje; éste de brujo, el otro como no sea de puto, estos otros lo harán tolerable” - Gregorio Britto, gobernador de Lleida durante los sitios franceses de 1646 y 1647.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Lutzow »

Los mandos compartidos rara vez dan buenos resultados, y para asediar un plaza no parece que un contingente de caballería fuese lo más apropiado...

Saludos.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por cañaytapa »

Sir Weymar Horren escribió: Los españoles no estaban desprevenidos, pues en las dos semanas anteriores habían detectado concentraciones de barcones en el Po entre Gualtieri y Brescello, en la provincia modenesa de Reggio.
Vaya, al parecer existe en la realidad el pueblo de Don Camillo y Peppone. :lol:
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

Lutzow escribió:Los mandos compartidos rara vez dan buenos resultados, y para asediar un plaza no parece que un contingente de caballería fuese lo más apropiado...

Saludos.
El mando francés era una combinación de egos interesante. Además, los comandantes en jefe en ambos frentes eran más bien mandos políticos; príncipes con escasa experiencia militar o con bastante, en el caso del príncipe Tomás, pero sin demasiadas luces. Sus nombramientos respondían a la necesidad de la Francia de Mazarino de fidelizar a ambos, tío y sobrino y emparentados con Felipe IV a través de la infanta Catalina Micaela. Del mismo modo, Richelieu también dio el mando de ejércitos a nobles tan importantes como levantiscos a los que convenía mantener complacidos, aunque a la postre resultasen unos auténticos ineptos (como el viejo príncipe de Condé en Fuenterrabía, que no sólo salió bien librado sino que además siguió en el mando).
“Me han querido pagar con decir que soy hechicero, y que de noche ando dentro de sus cuarteles en figura de lobo, y esto con tal aprensión, que me dicen que los clérigos de Zaragoza preguntan si es verdad. La curiosidad me pudiera hacer desear otro sitio para ver el papel que me hacían hacer, porque el pasado fue de hereje; éste de brujo, el otro como no sea de puto, estos otros lo harán tolerable” - Gregorio Britto, gobernador de Lleida durante los sitios franceses de 1646 y 1647.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

La invasión hace aguas: retirada de Cremona

El avance franco-modenés sobre Cremona fue mucho más lento de lo inicialmente previsto. La región situada entre el Po y el Oglio era pantanosa, y en plano octubre, con las lluvias otoñales, el nivel de las ciénagas y los riachuelos creció rápidamente. El ejército invasor sólo podía desplazarse a través de diques que los campesinos, por órdenes del marqués de Serra, habían cortado en varios puntos. La inteligencia gala, además, estaba resultando deficiente. Francesco de Este se veía incapaz de dar a Estrades y Noailles información detallada sobre las defensas de Cremona; ni siquiera sabía si el foso de la ciudad estaba seco o lleno de agua. El mal tiempo y la falta de vías seguras lastraron también el suministro del ejército, de modo que la soldadesca se dispersó para saquear los pueblos de la región. El cardenal Grimaldi a merced de las arcas francesas había logrado acopiar un decente depósito de harina y pan de munición en la frontera de Parma, pero los barqueros y los carreteros del país se negaban a trasladarlo hasta los cuarteles franco-modeneses, aún con salvoconducto, por el miedo a verse desvalijados por soldados merodeadores. El ejército siguió avanzando a pesar de todo y se acuarteló a una milla de Cremona, en el pueblo de San Sigismondo. Los suministros transitaban por el Po desde Brescello hasta Casalmaggiore, y de allí las tropas los convoyaban hasta el cuartel general. Para sorpresa de los galos, una pequeña guarnición española había quedado olvidada en su retaguardia: Sabbioneta, una plaza pequeña pero bien fortificada y rodeada de terreno anegado, situada a sólo siete kilómetros de Casalmaggiore. Sus defensores se convirtieron en una seria amenaza para los convoyes de suministros.

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Giovanni Francesco Serra, maestre de campo general del ejército de Lombardía. Era oriundo de Génova y había sido criado por su tío, embajador de la República en España, al quedar huérfano de niño. Fue uno de los mejores generales de Felipe IV.

Francesco de Este, a pesar del mal cariz que tomaban las operaciones y del parecer contrario de Estrades y Noailles, estaba resuelto a iniciar el asedio de Cremona. El mariscal de Plessis-Praslin, informado por carta de sus designios, juzgó necesario que el ejército francés del Piamonte acudiese al asedio para evitar un desastre y se puso en camino para tratar de cruzar el Po cerca de Piacenza. Sin embargo, un pequeño ejército hispánico al mando del cardenal Trivulzio dominaba la orilla opuesta y el francés tuvo que retirarse al Piamonte. Mientras tanto, Francesco de Este ordenó a sus tropas tomar el convento de San Rocco, una posición situada a algo más de medio kilómetro de las murallas de Cremona. Informado el marqués de Serra por los batidores, hizo salir de Cremona a sus cinco compañías de caballería flanqueadas por varias mangas de mosqueteros españoles. Los franceses no esperaban una reacción tan pronta y no tuvieron más remedio que batirse en retirada dejando tras de sí algunos muertos y prisioneros. A este pequeño revés para los franco-modeneses se sumó poco más tarde uno verdaderamente severo: la pérdida de un buen convoy de suministros en el que viajaba además todo el personal médico de su ejército.

Sucedió que los espías del gobernador de Sabbioneta, Giovanni Battista Orsino, descubrieron que iban a embarcarse en Brescello ocho cirujanos, barberos y ayudantes que el duque Francesco había contratado expresamente en Roma, y Orsino no pensaba dejar pasar la ocasión de privar a los franco-modeneses de sus servicios. Para ello, el gobernador envió a su sargento mayor, Paolo Giudici, con 40 mosqueteros y la compañía de caballería del capitán Francisco Velasco a interceptar a los médicos en Roncadello, donde supuestamente iban a desembarcar. Los franceses cayeron en la emboscada y cuando pusieron pie a tierra se vieron sorprendidos por las tropas hispánicas, que tomaron prisioneros a los ocho médicos y a toda la escolta. Sólo el capitán del barcón y cuatro marineros pudieron escapar. Amén de los cirujanos, los barberos y sus ayudantes, Giudici, Velasco y sus hombres privaron al ejército franco-modenés de 200 sacos de harina, una buena cantidad de telas, paños y vestidos, cuatro cajas de medicamentos, todos los enseres de los cirujanos y los barberos, cuatro caballos y algunos barriles de aceite y trementina. Este golpe convenció al de Módena de que había subestimado el peligro que suponía Sabbioneta. Junto con las lluvias que caían sin cesar, ello hizo que el propio Francesco de Este comenzase a albergar dudas sobre la empresa de Cremona.

Imagen
Dos mapas de Sabbioneta de los siglos XVII y XVIII. Parece increíble que el mando francés dejase semejante obstáculo en su retaguardia y a tiro de piedra de su base en Casalmaggiore, pero así fue.

Irresoluto, el duque de Módena resolvió celebrar un consejo de guerra para decidir si emprender el sitio de una vez por todas o si retirarse a los cuarteles de invierno. El sargento general de batalla, Jean de Seyron, abogó por asediar Cremona, pues creía que acuartelarse entre el Po y el Oglio equivalía a quedar cercado en una mala posición, con los suministros inseguros y un enemigo cada vez más fuerte. Estrades y Noailles, sin embargo, se opusieron a la idea. Antes de emprender el asedio de Cremona era forzoso expugnar Sabbioneta; además, la estación no era propicia, argumentaron, y Francesco de Este se mostró de acuerdo. Así, el seis de octubre, el ejército franco-modenés levantó su campamento y emprendió la retirada hacia Casalmaggiore. Al advertir el movimiento, el marqués de Serra se puso al frente de su caballería, en número de 1.000 efectivos, montó mosqueteros a la grupa de los caballos y picó la retaguardia enemiga, que comandaba el príncipe Borso, tío del duque de Módena. Acompañada por una lluvia tormentosa que convirtió el camino en un atolladero, la retirada franco-modenesa devino en un verdadero infierno. Acosados por la caballería hispánica, los invasores sufrieron 300 muertos, entre los cuales Vittorio Bigolotto, sargento mayor de batalla del duque de Módena. El conde Alfonso Montecuccoli, antiguo legado del duque en Münster, que se había unido al ejército, resultó herido de gravedad y perdió a su corneta en el choque. Por parte española no hubo ninguna muerte que lamentar; solamente ocho heridos. Con estos movimientos Cremona quedaba libre, pero nada hacía imaginar que los franco-modeneses estuviesen vencidos; su ejército seguía intacto y continuaban en poder de Casalmaggiore. Su objetivo, ahora, era Sabbioneta...
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

Se estrecha el cerco sobre Sabbioneta

Tras su retirada de las cercanías de Cremona, las tropas franco-modenesas tomaron fácilmente los castillos de San Giovanni in Croce y Castelponzone, situados entre Casalmaggiore y Cremona y guarnecidos cada uno por unos 60 infantes y 15 caballos, demasiada poca gente para inquietar seriamente al ejército invasor, pero sí una molestia para los forrajeadores. Seguidamente establecieron cinco cuarteles para pasar el invierno y bloquear Sabbioneta en Rivarolo, Commessaggio, los castillos de reciente conquista y Casalmaggiore, plaza que comenzaron a fortificar. La principal de las posiciones era San Giovanni in Croce, donde se acuarteló Noailles con 2.000 infantes y 800 caballos franceses y 1.000 infantes y 400 caballos modeneses. El estado del ejército era precario, pues la infantería pasaba hambre y frío, y no era fácil conseguir algo que llevarse a la boca en la comarca, dado que los campesinos habían optado por escapar con su ganado y cuanto pudieron llevarse al cercano territorio veneciano. Por orden del duque Francesco, Estrades partió al encuentro del cardenal Grimaldi para informarle del estado de la guerra y pedirle que solicitase refuerzos a Mazarino. Al mismo tiempo, el de Este, que no se fiaba del todo de los franceses, envió a París a su embajador, el marqués Mario Calcagnino, para hacer la petición directamente al primer ministro de Luis XIV.

Imagen
Giulio Mazarino, el digno sucesor de l'Eminence rouge (oséase, Richelieu), retratado por el pintor Pierre Mignard.

Mazarino, huelga decir, recibió con gran pesar las nuevas de la retirada del mismo modo que las noticias previas lo habían llenado de alborozo. A medida que llegaban a sus oídos los detalles de la frustrada empresa, el enfado del cardenal aumentaba. Al mal tiempo y la logística deficiente se sumaron para colmo la marcha del duque Francesco a Módena y un aumento de las deserciones provocado por los venecianos, que ofrecían diez escudos a todo soldado galo que entrase a su servicio. Nada los hacía sospechar de una invasión del ejército acampado en sus fronteras, pero tratándose de la Serenísima, las prevenciones eran lógicas. Tampoco agradó al cardenal que el príncipe Tomás hubiese permanecido inactivo con 11.000 hombres bajo su mando. En la primavera de 1648 la unión de ambos ejércitos debería efectuarse sin excusa. Lo cierto es que al tiempo de la retirada franco-modenesa de Cremona, Tomás de Saboya había marchado sobre Voghera y ordenado acopiar suministros para cruzar el Po. Sin embargo, al recibir noticias sobre el fracaso del duque de Módena había retirado su ejército al Piamonte. Sea como fuere, el mayor error estratégico francés había sido comenzar la campaña a finales de septiembre y a sabiendas (al menos en el caso de los modeneses) de los estragos que el otoño podía causar en la región. De todos modos, Mazarino insistió en que las tropas saboyanas debían concentrarse en la frontera del ducado de Parma para apoyar en la próxima campaña el esfuerzo sobre Cremona.

Las operaciones, con todo, no se interrumpieron totalmente a pesar del invierno, puesto que Noailles comenzó a preparar al asedio de Sabbioneta. Primero envió una tropa de caballería a reconocer la plaza. El gobernador español, Orisino, despachó 30 caballos a escaramuzar con los franceses, pero hubieron de retirarse a toda prisa dejando cinco muertos y siete prisioneros en manos galas. En la segunda semana de noviembre las lluvias llegaron a tal extremo que varios de los afluentes del Po se desbordaron y arruinaron por completo los trabajos franco-modeneses en Casalmaggiore y gran parte de los alojamientos, en especial los cuarteles de los regimientos de infantería de Languedoc y de la Marine. También se dejaron sentir los efectos en Sabbioneta, donde el acumulamiento de agua hundió los techos de algunas casas. Poco a poco, el cerco francés sobre la plaza fue estrechándose. Jean de Seyron ocupaba Commessaggio con un regimiento de caballería y 200 infantes; otros 200 de a pie y 50 de a caballo se apostaron en Casalbellotto. La primera posición bloqueaba la única vía a través de la cual los españoles podían introducir víveres y municiones en Sabbioneta, el río Oglio.

Imagen
Íñigo Melchor Fernández de Velasco, hijo del Condestable de Castilla y su breve sucesor como gobernador del Milanesado, retratado por Murillo en 1658.

En el campo español, la retirada francesa permitió al marqués de Serra y al matemático Alessandro Campione concluir la construcción de tres buenas medias lunas en el tramo de la muralla más expuesto a los ataques. Varias de las puertas fueron terraplenadas, y se mejoró en general el estado de las fortificaciones en previsión de un renovado avance enemigo al término del invierno. En noviembre se produjo, además, la renuncia del Condestable de Castilla como gobernador de Milán y su vuelta a España. Su hijo, el conde de Haro, de apenas 18 años de edad, quedó como gobernador provisional entre tanto Felipe IV no designaba a un sucesor. Habida cuenta, eso sí, la inexperiencia del conde, su padre encomendó la tarea de asesorarlo a Antonio Ronquillo, embajador español en la república de Génova, a Bartolomeo Arese, presidente del Senado de Milán, y al castellano de la ciudadela milanesa, Juan Vázquez de Coronado.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

Camino a la batalla: el ejército español marcha al socorro de Sabbioneta

La situación de Sabbioneta, a principios de diciembre, empezó a ser preocupante por la falta de víveres. Las tropas españolas no tenían modo alguno de introducir en la plaza asediada víveres ni municiones, dado que los franco-modeneses bloqueaban todas las vías de acceso desde el Milanesado. Sin embargo, el gobernador Orsino recibió una ayuda inesperada: la de la duquesa regente de Mantua, María Gonzaga, que no sentía por los franceses la menor simpatía a pesar de que su hijo Carlos II, que estaba a punto de cumplir la mayoría de edad, era nieto de Carlos de Gonzaga Nevers, el candidato francés vencedor, 16 años atrás, en la Guerra de Sucesión de Mantua. La duquesa temía que los galos se valiesen de Sabbioneta como base para forrajear en las regiones fronterizas del ducado, y por ello procuró enviar diversos convoyes de víveres a Sabbioneta desde sus tierras a través de caminos que los franco-modeneses no habían bloqueado. De todos modos, Orsino logró hacer pasar un mensajero entre las líneas enemigas que dio cuenta al marqués de Serra en Cremona de la acuciante necesidad de la guarnición. A su vez, Serra cabalgó hasta Pavía, donde a la sazón se encontraba el conde Haro. En aquella ciudad el gobernador de Milán celebró un consejo de guerra con su plana mayor para discutir si era preciso o no marchar con el ejército al socorro de Sabbioneta. Aunque algunas voces se mostraron en contra de tan osada resolución, el joven conde decidió hacerlo, inflamado por su deseo de lucirse y su confianza del marqués de Serra, que defendió vivamente la necesidad de aprovechar al mal estado del ejército invasor.

Imagen
Tropas españolas en movimiento según un grabado holandés (ca. 1632).

El 8 de diciembre el marqués de Serra regresó a Cremona y mandó publicar un bando que suspendía todas las licencias y ordenaba a todos los soldados que estuviesen bajo sus banderas antes de 24 horas. En dos días se llevaron a la ciudad desde las comarcas vecinas unos 200 pares de bueyes y un gran número de carros para cargar con las municiones y los víveres del ejército, a la vez que se acondicionaba un tren de artillería de 10 piezas. El 9 de diciembre Serra ordenó distribuir 40.000 escudos entre la tropa, consciente de que la marcha que les esperaba, en pleno diciembre, sería de una dureza considerable y no estaba de más satisfacer a la soldadesca con un anticipo de sus pagas. El 13 llegó a Cremona el conde de Haro, que decidió acompañar al ejército, ansioso de presenciar una batalla. Finalmente, el 17, una fuerza de 3.500 soldados de infantería y 3.000 de caballería, con 8 cañones y 200 carros de bastimentos, partió de la ciudad. Formalmente, el mando del ejército lo tenía el conde. En realidad, sin embargo, el marqués de Serra, que como maestre de campo general comandaba la infantería, ejercía de general en jefe. La caballería estaba a las órdenes de Vicenzo Gonzaga, y la artillería el mando de Vicente Monsurio, generales respectivamente de una y otra arma.

Los franceses, advertidos de la marcha por sus batidores, resolvieron abandonar varias de las posiciones que ocupaban para formar dos cuerpos de ejército, uno bajo el mando de Estrades en Rivarolo y otro a las órdenes de Noailles en Casalmaggiore. Francesco de Este, sin embargo, ordenó a Noailles unir fuerzas con su paisano en Rivarolo para afrontar una batalla en condiciones e introdujo un buen número de modeneses en Casalmaggiore. El mando francés sospechaba que el ejército hispánico marcharía junto al río Oglio para socorrer Sabbioneta desde el norte. Por ello Estrades envió el grueso de su caballería a batir la ruta prevista. Cerca de Calvatone se produjo una ligera escaramuza entre elementos de las caballerías de ambos ejércitos cuando los franceses atacaron a los españoles mientras tendían un puente sobre un afluente del Oglio. La llegada de Vicenzo de Gonzaga con refuerzos obligó a los galos a retirarse con algunas pérdidas, principalmente de las compañías de caballos ligeros de Mazarino y de Biron. Tras cruzar el riachuelo, en aras de confundir a los franceses, el marqués de Serra llevó el ejército hacia al sur, alejándose del Oglio, y marchó sobre San Giovanni in Croce. La madrugada del 21 de diciembre el grueso de la fuerza española bloqueó el castillo, donde había una guarnición de 50 infantes franceses que se rindieron rápidamente. Serra ordenó demoler las defensas de la pequeña fortificación para evitar, en un futuro, que los invasores la utilizasen como base para sus correrías.

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Anne de Noailles y Godefroi d'Estrades, los mal avenidos comandantes del cuerpo francés a las órdenes de Francesco de Este.

Tras la toma de San Giovanni in Croce se presentó al mando hispánico un dilema importante: marchar al socorro de Sabbioneta entre Rivarolo y Casalmaggiore o bien dar un rodeo por el norte, bordeando el Oglio, como sospechaba el mando francés. El marqués de Serra se decantó por la segunda opción, que le parecía más juiciosa, si bien no dudaba que tarde o temprano los franco-modeneses le barrarían el paso directamente y habría de presentar batalla. No se equivocaba; al mismo tiempo que él celebraba un consejo con el conde de Haro y sus generales, el alto mando francés hacía lo propio y Noailles y Jean de Seyron imponían su criterio de trabar combate llegado el momento, no sólo para impedir que el ejército español socorriese Sabbioneta, sino para evitar que cayese luego de improviso sobre Viadana y les cortase la retirada de vuelta a Módena. Estrades y el sargento de batalla Saint Agnan se opusieron, y no sin razón, dado que el ejército español estaba más fresco, mucho mejor provisto y, sobre todo, no se hallaba dividido. El duque de Módena, sin embargo, ostentaba el mando absoluto, y secundó el parecer de los oficiales más agresivos. El ejército español volvió pues sobre Calvatone y desde allí avanzó a lo largo del Oglio, mientras que los franco-modeneses sacaron el grueso de sus fuerzas de Rivarolo para seguir sus movimientos en paralelo.
“Me han querido pagar con decir que soy hechicero, y que de noche ando dentro de sus cuarteles en figura de lobo, y esto con tal aprensión, que me dicen que los clérigos de Zaragoza preguntan si es verdad. La curiosidad me pudiera hacer desear otro sitio para ver el papel que me hacían hacer, porque el pasado fue de hereje; éste de brujo, el otro como no sea de puto, estos otros lo harán tolerable” - Gregorio Britto, gobernador de Lleida durante los sitios franceses de 1646 y 1647.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Ormuz »

¡Genial, Sir weymar! :Bravo :Bravo :Bravo

Como de costumbre muy interesante y bien redactado. Siempre me ha llamado la atención lo bien documentado que lo llevas todo. Ya nos contarás algún día de donde sacas tanta información. ,-)

Varias questiones:
- ¿En aquella época no sería más adecuado hablar de savoya que del piemonte?
- ¿ya estaba en funciones Tolón en esos tiempos? Yo pensaba que su auge vino con la imposición de la navegación a vela y las reformas navales de Luis xiv, siendo Marsella la base de las galeras. Una condición, por cierto, que marcó el carácter de la ciudad.
- Me sorprendió la fecha en la que los españoles se hicieron con Piombino. Pensaba que los habrían adquirido en la época que conquistaron el reino de Nápoles. Pero ahora que lo pones me parece más lógico la fecha de 1555 parece más lógica. Antes las cosas estaban demasiado verdes para adentrarse tanto en italia. ¿Podrías contarnos algo más sobre la adquisición de dichas plazas?
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

Ormuz escribió:Como de costumbre muy interesante y bien redactado. Siempre me ha llamado la atención lo bien documentado que lo llevas todo. Ya nos contarás algún día de donde sacas tanta información. ,-)
Cuando acabe la narración pondré la bibliografía, descuida. Básicamente trabajo con crónicas italianas de la época y un par de libros sobre la campaña, también de la época; uno en italiano y otro traducido al español. Además está la Gazette de France, aunque sólo sirve para ciertas cosas, dada su escasa fiabilidad.
Ormuz escribió:- ¿En aquella época no sería más adecuado hablar de savoya que del piemonte?
Uso el término Piamonte en el sentido geográfico. Saboya tiene connotaciones políticas, igual que el posterior compuesto Piamonte-Cerdeña.
Ormuz escribió:- ¿ya estaba en funciones Tolón en esos tiempos? Yo pensaba que su auge vino con la imposición de la navegación a vela y las reformas navales de Luis xiv, siendo Marsella la base de las galeras. Una condición, por cierto, que marcó el carácter de la ciudad.
Muchos de los trabajos se realizaron durante el ministerio de Richelieu, un devoto de la armada después de sus experiencias en el sitio de La Rochelle. De hecho, a tal extremo llegaba su fijación en los asuntos navales que el ejército sufría una escasez alarmante de artillería porque los arsenales galos dedicaban la mayor parte de los esfuerzos a la fabricación de artillería naval y de piezas para las fortificaciones de los puertos atlánticos (Brest, Le Havre, Brouage). En la década de 1640 la flota gala estaba a la par con la española, castigada por la derrota de las Dunas y aún luchando contra los holandeses en América.
Ormuz escribió: - Me sorprendió la fecha en la que los españoles se hicieron con Piombino. Pensaba que los habrían adquirido en la época que conquistaron el reino de Nápoles. Pero ahora que lo pones me parece más lógico la fecha de 1555 parece más lógica. Antes las cosas estaban demasiado verdes para adentrarse tanto en italia. ¿Podrías contarnos algo más sobre la adquisición de dichas plazas?
Digamos que Carlos V decidió aliarse con los Médici y fortalecer su poder en Italia en beneficio propio. En 1530 tomó Florencia y acabó con la república, convirtiéndola en un ducado hereditario gobernado por los Médici. La vecina República de Siena, rival de Florencia y lugar de refugio de antiguos enemigos florentinos de los Médici, como los Strozzi, se alió con Francia. En 1554, durante la última Guerra de Italia, tropas españolas y toscanas (el nuevo estado de los Médici se llamó Gran Ducado de Toscana) invadieron y conquistaron Siena. La mayor parte del territorio fue anexionado al Gran Ducado, pero varias plazas costeras fueron puestas bajo soberanía del Reino de Nápoles. Así nació el Estado de los presidios de Toscana, con capital en Orbetello, sitiada en vano por los franceses en 1646.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por APV »

Sir Weymar Horren escribió:
Ormuz escribió:- ¿ya estaba en funciones Tolón en esos tiempos? Yo pensaba que su auge vino con la imposición de la navegación a vela y las reformas navales de Luis xiv, siendo Marsella la base de las galeras. Una condición, por cierto, que marcó el carácter de la ciudad.
Muchos de los trabajos se realizaron durante el ministerio de Richelieu, un devoto de la armada después de sus experiencias en el sitio de La Rochelle. De hecho, a tal extremo llegaba su fijación en los asuntos navales que el ejército sufría una escasez alarmante de artillería porque los arsenales galos dedicaban la mayor parte de los esfuerzos a la fabricación de artillería naval y de piezas para las fortificaciones de los puertos atlánticos (Brest, Le Havre, Brouage). En la década de 1640 la flota gala estaba a la par con la española, castigada por la derrota de las Dunas y aún luchando contra los holandeses en América.
La flota francesa era una gran amenaza en el Mediterráneo Occidental en ese momento, aunque en Orbetello había muerto el marqués de Breze.
Conoce al enemigo y conócete a ti mismo; y en cien batallas no estarás jamás en peligro Sun Tzu.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Fonsado »

Espero la continuación.

:ok :ok :ok
...pues no hay fuerza que prevalezca contra quien es leal y valiente, como los españoles lo son....

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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

La batalla de Bozzolo

El 27 de diciembre, tras varios días siguiendo de cerca los movimientos del ejército de Lombardía entre San Giovanni in Croce y el Oglio, Francesco de Este congregó sus tropas en San Martino Dall'Argine, una pequeña población por donde debían pasar los españoles para socorrer Sabbioneta. Allí decidió presentar batalla la mañana siguiente. El día amaneció con el ejército franco-modenés desplegado en dos alas en ambos lados del camino que unía San Martino con Bozzolo, localidad cercana que había servido de alojamiento a la plana mayor hispánica la noche previa. Noailles comandaba el ala derecha, Estrades la izquierda, Jean de Seyron las avanzadillas de caballería y mosqueteros que debían retrasar el avance español y el duque de Módena y el sargento de batalla Saint Agnan un pequeño cuerpo de reserva. Carezco por desgracia de datos fehacientes sobre la fuerza del ejército franco-modenés, pero probablemente oscilaba en torno a los 4.000 hombres. El orden de batalla, según la Gazette de France, era el siguiente: en el ala derecha, los escuadrones de caballos ligeros de Mazarino, Biron, Estrades, Boissac y Feuquières, con los regimientos de infantería de Languedoc y Chemerault, amén de varias piezas de artillería (desconozco el número exacto) en lo alto de una suave loma en la que se había apostado el ala del ejército. En la izquierda, bastante más fuerte, estaban los escuadrones de caballería de Feron, Ternes, Querieux y Chateaubriand junto con los regimientos de la Marine, de Levant, de Bethune, Ladouze, Calviéres, La Brangerie y Noailles. Esto nos indica que las tropas modenesas quedaron en reserva.

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Este cuadro de Adam Frans van der Meulen muestra una interesante formación. No tengo muy claro que tipo de escena representa, pero en cualquier caso sirve como muestra de que la guerra, a partir de la década de 1640, evolucionó hacia la linealidad propia de la segunda mitad del siglo.

El orden de batalla español me es desconocido, pero se hallaban presentes en el campo con total seguridad los tercios españoles de Lombardía y de Saboya, núcleo del ejército hispánico, así como el tercio de la Mar de Nápoles y un número desconocido de compañías de la caballería del Estado de Milán, al mando de Vicenzo Gonzaga, y la de Nápoles, comandada por Diego Ollauri. También tomaron parte en la batalla tropas de infantería alemana e italiana de regimientos y tercios ignotos. Lo que sí sabemos es que el 28 por la mañana españoles e italianos de desplegaron en el ala derecha, flanqueados por la caballería de Milán, y los italianos en la izquierda, con la caballería de Nápoles en el flanco. Si el estado de las tropas franco-modenesas, castigadas por los aguaceros, no era óptimo, tampoco las tropas españolas estaban en una buena situación, ya que los caballos llevaban tres días sin casi probar bocado y la tropa dos sin pan de munición. Para añadir complejidad a la lucha, el terreno, aunque llano, estaba cubierto de nieve y árboles dispersos. Tras una serie de escaramuzas el día 27 en las que la caballería francesa se impuso a la hispana, el duque de Módena, confiado, había planteado una batalla ofensiva, mientras que el marqués de Serra, más precavido, decidió esperar a que el enemigo moviese ficha antes de emprender maniobra alguna.

La batalla comenzó dos horas después de la salida del sol con el avance del ala derecha francesa, que el duque desplegó en un amplio movimiento envolvente dirigido a flanquear la izquierda española, que juzgó acertadamente más débil. Serra, sin embargo, lo advirtió rápidamente y reforzó su ala izquierda con varios escuadrones de caballería y mangas de mosqueteros. El avance galo se vio entorpecido por los árboles, que impidieron el éxito de la maniobra envolvente junto con las descargas de la mosquetería y el caracoleo de la caballería napolitana. Noailles, con todo, lanzó su infantería sin más preámbulos contra los batallones italianos con tal arrebato que consiguió dividir uno en dos en el choque de picas. Los restantes, sin embargo, aguantaron firmes la embestida e hicieron retroceder a los franceses, que de no ser por la situación en el ala opuesta hubieran terminado precipitándose a una fuga desordenada perseguidos por los italianos. Mientras todo esto sucedía, Francesco de Este había ordenado un avance general del ala de Estrades, que actuaba realmente como cuerpo de batalla, sobre el grueso del ejército español. Los escuadrones y batallones franceses sufrieron el fuego de la artillería española sin desordenarse, un fuego al no podían responder los galos por la ubicación de sus cañones. El duque, tras un intercambio de fuego de mosquetería, dio la orden de cerrar sobre los batallones españoles y alemanes. En la primera acometida el choque no llegó a darse por la intensidad del fuego español, que ocasionó terribles bajas en las primeras líneas galas. La caballería francesa entró entonces en acción y forzó a los mosqueteros a buscar el cobijo de las picas.

Imagen
Escena de batalla entre españoles y franceses, obra de Jacques Courtois, pintor que en su juventud combatió en el ejército francés en Italia.

Los batallones españoles y alemanes aguantaron a pie firme varios asaltos franceses durante sin sufrir demasiado pero ocasionando graves pérdidas al enemigo cada vez que retrocedía para restablecer sus filas y lanzar una nueva acometida. El duque comenzó a ver entonces la futilidad de sus envites y decidió empezar a retirar la maltrecha infantería francesa del campo de batalla. Temiendo un contraataque español, el modenés, al tiempo que hacía retroceder sus batallones en el mejor orden posible, dispuso la unión de la caballería de ambos flancos en el centro para cubrir la retirada. Entonces, el marqués de Serra, dudando si lanzar un asalto frontal, dio la orden de avanzar al extremo de su ala izquierda. Las mangas de mosqueteros, cubiertas por batallones de caballería, cogieron por el flanco a la infantería francesa y, al amparo del terreno arbolado, ligeramente ondulado, causaron elevadas pérdidas a los galos. Poco después, Serra ordenó el avance general de sus tropas. En esta ocasión, los franceses, ya de por sí castigados por el fuego de los cañones y la mosquetería, no se quedaron a esperar la embestida española y se batieron en retirada a toda prisa hacia Rivarolo. La mayor parte de la infantería y los cañones se salvaron gracias a la llegada de la noche y el sacrificio de Noailles, que cubrió la retirada con la caballería y resultó herido en la lucha. Aún así, las bajas franco-modenesas fueron elevadísimas: algunos días después, en Rivarolo, el duque Francesco mandó pasar revista y contabilizó 1.458 bajas, entre ellas 300 prisioneros. Por parte española, en cambio, sólo hubo 60 muertos y 100 heridos.
“Me han querido pagar con decir que soy hechicero, y que de noche ando dentro de sus cuarteles en figura de lobo, y esto con tal aprensión, que me dicen que los clérigos de Zaragoza preguntan si es verdad. La curiosidad me pudiera hacer desear otro sitio para ver el papel que me hacían hacer, porque el pasado fue de hereje; éste de brujo, el otro como no sea de puto, estos otros lo harán tolerable” - Gregorio Britto, gobernador de Lleida durante los sitios franceses de 1646 y 1647.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por jmunrev »

El orden de batalla español me es desconocido, pero se hallaban presentes en el campo con total seguridad los tercios españoles de Lombardía y de Saboya, núcleo del ejército hispánico, así como el tercio de la Mar de Nápoles
Según J.L. Sanchez Martín, eran 5 los tercios españoles que servían en Lombardia en 1646 ( http://tercios.org/personajes/velandia_inigo.html ): ...pero sabemos que en 1646 sucedió a Vicente Monsoriu como maestre
de campo del Tercio de Saboya, uno de los cinco de infantería española que a la sazón servían en Milan.

En Italia, en 1646, según su web del mismo autor, estaban:
  • Napoles
    Sicilia
    Lombardia
    Saboya
    Mar de Napoles
En Flandes existían otros 3 (Solis, Mercader y Deza)
"Yo soy un marino hijo de España, pero, desgraciadamente, hay muchos oficiales que son hijos de Drake".
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Sir Weymar Horren »

Tengo localizado un texto en una biblioteca italiana que probablemente contiene un orden de batalla detallado del ejército de Lombardía en Bozzolo, pero creo que no voy a conseguir que me lo escaneen. También he dado con un grabado de la batalla, pero a una resolución ridícula. ¡Hay que ver que poca atención que han suscitado estos hechos! Me imagino que en el siglo XIX estudiar el período español de la Lombardía, con la presencia austríaca fresquísima y la casa de Saboya reinando, no era algo bien visto, y más para llegar a la conclusión de que los súbditos milaneses de los Austrias fueron fidelísimos.

El antecesor de Velandia, Monsurio (oriundo de Valencia), era entonces general de la artillería.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por cañaytapa »

El siglo9 XIX era la época del ressorgimiento (o como se escriba) y, ya se sabe, nadie estaba para romper mitos. Y los nacionalismos están llenos de ellos.
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Re: Franceses sobre Cremona, 1647 y 48

Mensaje por Borhammer99 »

Hola!

Los regimientos de la marine, de levant, de bethune, ledouze... eran todos de caballeria o eran algunos de infantería?
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