Saludos.Miguel Villalba escribió:Conocía algo de esa Operación, por el Foro creo recordar y que leí algo después, estando dicha Operación activa hasta 1943 creo recordar. Pero que era mas de información y de ayuda a pilotos aliados derribados.Buscaglia escribió:Saludos.
En el foro se habló en su tiempo de la Operación... creo que era Azor, por la que el embajador Hoare contactó con excombatientes carlistas para que, en el caso de una invasión alemana, volasen carreteras y puentes en el Pirineo para retardarla. El embajador estuvo comiendo en Las pocholas y entabló contacto con los Baleztena y otras familias carlistas que estaban en contra del acercamiento de Franco a los nazis (el carlismo en esto se había roto: Sanz Orrio o Amadeo Marco estaban por impulsar el apoyo a Hitler, haciendo recluta para la División Azul, mientras que los más católicos-integristas estaban horrorizados con el apoyo a los "paganos nazis").
A través de antiguos capellanes requetés -que eran a los que los nazis les tiraban para atrás- se creó una organización que comenzó a pasar información a Londres y, en caso de invasión alemana, hubiera realizado acciones de demolición. Pero Hoare pensaba que, como mucho, se podía retardar la invasión por el Pirineo, no frenarla.
Las autoridades descubrieron la jugada y desarticularon la red. No hubo apenas castigo alguno para los encausados, aunque estrictamente con las prácticas judiciales del momento hubiera tocado ejecutarlos. Pero era sacerdotes excombatientes y civiles excombatientes y se cerró el caso sin sangre.
El Gobierno no se podía permitir dividirse de manera tan abrupta, cuando las diferentes corrientes ya les daban demasiados quebraderos de cabeza. Además el mismo Gobierno estaba dividido entre los pro aliados y pro nazis...aunque en caso de invadirnos Alemania todos la combatirían.
Un bonito what if sería que hubiese ocurrido.
Saludos Maese.
En efecto, finalmente se trató de una operación de información pero en origen fue una operación para obstaculizar un hipotético ataque alemán a través de la frontera navarra. Luego ya en 1942 esa posibilidad era remota y se convirtió en labor de información (con un par de emisoras funcionando) y propaganda proaliada.
Un resumen de la operación: Hoare, durante los Sanfermines de 1941 se desplazó cuatro días a Pamplona, hospedándose en la casa de Joaquín Baleztena, uno de los jefes carlistas más respetados. Por razones de discreción política, declinó asistir a la exhibición que los dantzaris de Muthiko Alaiak pretendían ofrecerle y al brindis de un toro. Quedó encantado con sus patilludos anfitriones, escribiendo: «Cuando salí de Pamplona, lo hice con la convicción de que los navarros se hallaban todavía dispuestos a morir por su fe y de que si en cualquier momento se extendía la guerra a la península, los tendríamos de nuestra parte».
El embajador puso en marcha la Operación Azor, la creación de una organización secreta que cerrase los pasos fronterizos en caso de invasión nazi. Su cónsul en Donostia enlazó con José Garmendia, miembro de la Junta Carlista de Guerra, quien confió la dirección de las milicias clandestinas a Fermín Erice, párroco de Añorbe. En el restaurante Las Pocholas de Iruñea se reunieron Erice, Garmendia y Bernard Malley, segundo de Hoare. Allí se produjo una semirruptura, pues Erice dijo que «hasta que devolviesen Gibraltar, no colaboraría con ellos». A lo largo de 1942, Malley montó su organización con Garmendia y Antonio Moscoso, de la Dirección General de Seguridad (DGS). Londres proporcionó dos radios con sus operadores, que se instalaron en Estella y Berriozar. Bajo la cobertura de la agencia de viajes Aralar, realizaron un completo informe sobre la red de comunicaciones y los posibles campos de aterrizaje de Nafarroa, Gipuzkoa, Araba y Burgos. Diez antiguos capellanes del requeté se mostraron dispuestos a dirigir las tropas si se producía una invasión alemana. Pero la Policía, que andaba tras la pista de uno de los operadores de radio, descubrió en 1943 la organización. Las autoridades no se atrevieron a dar un verdadero escarmiento y el juicio en la Capitanía de Burgos se saldó con una condena de unos pocos meses en sus parroquias a tres de los sacerdotes implicados.