Las naciones de los Tercios

Historia Militar de todas las épocas en las que directamente ha intervenido dichos países. Hasta el 2006.

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Flavius Stilicho
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

7. Flamencos.
Valones y alemanes bajos.
Los flamencos, entendiendo como tales a todos los nativos de los Países Bajos hispánicos (y no sólo los del condado de Flandes), constituyeron sin duda una fuerza indispensable dentro el propio de Ejército de Flandes, aportando un gran número de tropas en su condición de “locales”. Su contribución no se limitó sólo a dicho frente, ya que -aunque de manera limitada-, nos los podemos encontrar en el siglo XVII en la propia Península Ibérica, luchando tanto contra franceses como contra portugueses.


A las tropas de los Países Bajos se las dividía genéricamente en valones y alemanes bajos.
Alemanes bajos eran los reclutados en territorios en los que teóricamente predominaban los dialectos bajogermánicos. Originalmente incluían lo que después serían las 7 provincias rebeldes (Holanda, Zelanda, Frisia, Overijsel, Utrecht, Güeldres y Groninga) mas Drente. La perdida de dichas provincias redujo el área de recluta de bajo-alemanes a Limburgo, norte de Brabante, este de Luxemburgo y una pequeña parte de Güeldres. A ellos había que añadir el enclave del principado-obispado de Lieja, que no formaba parte de los Países Bajos pero constituía un aliado/satélite español.
Valonas eran las tropas del resto de territorios Habsburgo en los Países Bajos: Flandes, Artois, Henao, Namur, Cambresis y sur de Brabante; aunque en la época de Carlos V, las del propio condado de Flandes y las del sector flamenco de Brabante no eran consideradas valonas sino flamencas (en sentido estricto) y brabantinas.

El uso del termino de “alemanes bajos” ha sido fuente constante de confusión. Hay que recordar que la familia de la lengua bajo-alemana se extendía por parte de los Países Bajos y por el norte de Alemania (Münster, Bremen, Hannover...).
Cuando Bernardino de Mendoza nos habla de las levas iniciales de Margarita de Parma para la guerra de Flandes menciona además de las reclutas de valones:
«Por lo cual se dio orden se hiciesen dos coronelías de alemanes bajos, que fueron la mayor parte de ellos de gente de los mismos Estados, nombrando por coroneles a Juan de Ligne, Conde de Aremberghe, que no levantó más de cinco banderas; y Carlos de Brimeu, Conde de Mega, el cual hizo las diez de su coronelía. También se proveyó se levantasen otros dos regimientos de alemanes altos, nombrando por coroneles de ellos al Conde Phelippe de Eberstein, y a Bernardo de Schomburg, coroneles de Su Majestad, los cuales las hicieron en el Condado de Ferrete y ribera del Rhin y tierra de Francaforte».
Como vemos dentro de las unidades de alemanes bajos podía llegar a haber gente que no era “de los mismos Estados”, aunque probablemente estos serían gentes de territorios circundantes que sin formar parte de los Países Bajos estaban en su órbita como el mencionado caso de Lieja.


La distinción entre valones y alemanes bajos tenía ciertas implicaciones en la organización militar. Aunque fueran también vasallos, su modelo de organización tradicional era parecido al de los mercenarios “alemanes altos”, basado en el antiguo sistema de los lansquenetes. En el lado neerlandés rebelde, territorio tradicional de recluta de bajo-alemanes, Guillermo de Orange liquidó el sistema bajo-alemán, entre 1573-1576, y reorganizó la infantería nativa inspirándose en el modelo valón y hugonote.
Por contra en el bando de los Austrias, se mantuvo el sistema de regimientos bajo-alemanes con sus privilegios sobre los valones. Incluso cuando los regimientos valones se transformaron en tercios, las unidades bajo-alemanas siguieron firmes en su modelo de regimiento. Diferencias de modelo que suponían un agravio comparativo, sobretodo en cuanto al sueldo.
El general Luis de Velasco se quejaba al rey en 1622, de que la existencia del pie de alemanes bajos daba lugar a que valones y otras gentes buscaran servir en ellos; algo sin duda favorecido porque los comandantes de las unidades tuvieran problemas para reclutar suficientes alemanes bajos en las provincias leales al Rey de dicha lengua. Velasco afirmaba:
«Y no es el menor abuso el permitir que en los regimientos de alemanes se asiente gente de estas provincias, que respecto de ser mayor el sueldo de los alemanes, los valones se asientan en las compañías de alemanes y los tercios de valones no hallan gente por esta causa y débese ordenar que los regimientos de alemanes sean de alemanes altos, que ahora hay muchos loreneses entre ellos y aun franceses».

Hubo que esperar un tiempo. En 1634 quedaban todavía 3 regimientos de alemanes bajos en Flandes, y desde Madrid se ordena que como parte de la reorganización del Ejército de Flandes:
«Conviene que de aquí adelante no haya en el ejército pie de alemanes bajos por los daños que se siguen a la Real Hacienda (...) siendo cierto que estos regimientos se forman de nación valona. Y así se formará uno de los que hubiere y éste será Tercio, poniéndose al pie de valones, del cual sea maestro de campo el Marqués de Leiden, que era uno de los coroneles de estos alemanes bajos y se reformarán los otros dos, incluyéndose la gente en el que queda y en 15 compañías».



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Mapa con las provincias de los Países Bajos durante la Guerra de los 80 Años.


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Denis van Alsloot, el Ommegang de Bruselas de 1615. El Ommegang era una gran procesión/parada que combinaba tintes religiosos con la celebración de un “Joyeuse entrée” (gozosa entrada) en honor del monarca/gobernante, en este caso de la archiduquesa Isabel Clara Eugenia. En este fragmento observamos tropas, que es de suponer corresponderán a las milicias burguesas de la ciudad.



El servicio de los valones.
A partir de aquí, hablaremos de valones en general para referirnos a todos los “flamencos”.
Las milicias de los Países Bajos: bandas “d´ordonnance” (caballería) y bandas “d´elus” (infantería), ya habían prestado servicio a Felipe II (al igual que a su padre) en las guerras con Francia. De hecho la caballería flamenca se había destacado en ocasiones como la de San Quintín. Ahora, la continua guerra de Flandes obligó a una presencia más permanente de las unidades valonas y una organización más moderna. Las tropas valonas estaban organizadas originalmente en regimientos, o coronelías como algún autor de la época ya hemos visto que las denominaba; pero a partir de 1602 pasan a estructurarse en tercios, a iniciativa del archiduque Alberto.

Como tropas del “país”, las unidades fluctuaban mucho, ya que eran de las primeras en desmovilizarse por falta de fondos y las primeras en movilizarse en caso de urgencia, hasta que se pudiera traer unidades de otros lugares. En cualquier caso, ya hemos visto que numéricamente tendían a ser la primera fuerza dentro del propio Ejército de Flandes.
En la época de Felipe IV era habitual reclutar de media unos 8.000 hombres anuales en los Países Bajos, con unas cifras de entorno a 10.000 en los primeros años. Aunque hacia el final de su reinado, también esta fuente de tropas se había ido secando, y eso a pesar que el conflicto con los neerlandeses había terminado en 1648.. Hacia 1658, Juan José de Austria reconocía que dudaba de conseguir reclutar 4.000 ese año y que ya en anteriores levas se había visto como se reclutaba sólo la mitad de lo esperado. Aun así en 1658 se ordenó un repartimiento extraordinario -tras la derrota de las Dunas en junio- con el objetivo teórico con el objetivo de que las villas y ciudades de Flandes proporcionaran 10-12.000 hombres.
La reanudación de las guerras con Francia en época de Luis XIV, supuso que los valones siguieran estando en primera línea por millares, ante la necesidad de defender Flandes de las agresiones francesas.



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Asedio y toma de Valenciennes en 1567 (Franz Hogemberg). El sitio fue llevado a cabo por las tropas valonas de Felipe de Noircarmes, uno de los principales nobles flamencos que se mantuvo fiel a Felipe II.


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Patrice Courcelle. Caballería flamenca de las bandas “d´ordonnance”, 1572.



De los valones se encomiaba que eran “bonísimos para expugnaciones de tierra, si tienen cabezas de valor”. Asimismo se elogiaba su arcabucería. Por contra se les criticaba que aunque “algunos han hecho en Flandes cosas muy señaladas” había cierta falta de disciplina. De los valones se decía que: «si como tienen el ánimo y osadía fueran tan obedientes como los españoles, las harían muy mayores».
Como curiosidad se puede señalar que se les tildaba de codiciosos en los saqueos por la supuesta meticulosidad con que registraban a todos los ciudadanos: «persuadiéndose que en cada pliegue de la saya o basquina han de hallar cantidad de escudos».

Combatiendo en el propio Flandes eran soldados que tenían ventajas e inconvenientes.
Por un lado combatían en territorio relativamente familiar: «borgoñones y valones son muy buenos soldados, y para la guerra que se hacen unas fronteras a otras son mejores y de más provecho que los españoles, por, demás de saber la tierra, con la lengua , que es casi francesa, tienen más inteligencia que las otras naciones».
Por otra parte tenían más facilidades para desertar, no sólo por estar cerca de casa sino por el buen recibimiento que podían esperar muchas veces de sus antiguos convecinos y ahora enemigos. En la batalla de Turnhout (1597) se relata: «que fueron muertos y presos en esta rota más de seiscientos italianos, y pocos de los valones, porque los rebeldes iban diciendo salva valón...»
A pesar de las facilidades para desertar, se puede hablar de que en general primaba la lealtad a la Corona. Lealtad mantenida gracias a un cierto favoritismo local, que provocaba las quejas de los españoles de que “los señores de los Estados favorecen a alemanes y valones”.

Una de las funciones principales de los valones era servir de guarnición en las numerosas plazas fuertes de la región, liberando de dicho servicio a otras tropas consideradas más aptas para el ejército de campaña. Al comienzo de la Guerra de Flandes, lo normal era que las guarniciones ordinarias de las fronteras con Francia se compusieran exclusivamente de valones; tropas de guarnición a las que no se les tenía en mucho estima y por ejemplo Luis de Requesens las acusaba de caer a menudo en la insubordinación, de falta de disciplina y “afán de rapiña”.
La diferencia de calidad de las tropas valonas podía ser grande, y había unidades que no desmerecían a la hora de salir a campear. Bernardino de Mendoza recoge la marcial apariencia de unas tropas valonas en 1567: «Pegado a este escuadrón, estaba el de los walones, que era el postrero, y una hermosísima banda de gente, por ser todos soldados viejos, y sus coroneles, personas de mucho valor y experiencia, y lo mismo sus capitanes».
En la derrota de Rocroi, señala Juan Antonio Vincart: «Los maestres de campo de los tercios valones pelearon con tal valor y se defendieron tan porfiadamente que del tercio del MdC Granjes quedaron muertos seis capitanes y los demás heridos; del tercio del conde de Bassigny quedaron cuatro capitanes; del tercio del conde de Meghem tres y el dicho conde herido y del tercio del príncipe de Ligne su sargento mayor muerto y del tercio del MdC Ribaucourt, un capitán con muchísimos soldados».



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Arcabucero, mosquetero y alabarderos valones, segunda mitad del siglo XVI.


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Alberto Laguna Luengo; Honnecourt, 1642. Durante la batalla varios tercios valones consiguieron ascender hasta el monte Saint Martin, aprovechando la cobertura de los bosques de la ladera sureste. El tercio valón del príncipe de Ligne, aquí representado, se enfrentó a la caballería francesa, cargando por dos o tres veces contra la posición enemiga sin ser apoyado por el resto de valones. Aunque los franceses resistieron el ataque, la acción del tercio valón permitió reorganizar a la infantería de las naciones que, apoyada por destacamentos españoles, cargó de nuevo, ahora con éxito.



Llevo bastante tiempo en tomar la iniciativa de aplicar también a los valones el sistema de “expatriación”, y trasladar, aunque fuera relativamente pocos, a otros frentes. En 1635, se planeó traer algunos valones a la Península para despacharlos a la defensa de Brasil, pero la entrada en guerra con Francia alteró los planes. Sería después del socorro de Fuenterrabía, cuando se emitieran nuevas ordenes y finalmente se desplazaran algunas tropas valonas a España.
En los sitios de Salses (1639) encontramos ya presente un tercio valón, distinguiéndose en alguno de los combates. Así se nos relata por parte de Francisco Desbachs, una acción conjunta con italianos (modeneses): «El tercio de los valones y modeneses, tenía ocupada la colina de al lado de los franceses... acometieron dichas fortificaciones con tanto ímpetu y ánimo, y con tan grandes cargas de mosquetería que, no obstante que los franceses se volvieron famosamente, les fue forzoso dejar los puestos y ponerse a huir, parte al castillo de Salces (que ganaron la puerta), y otros por la montaña».
En los siguientes años se seguirían enviado regularmente contingentes de valones para el frente catalán. En algún año excepcional se pudieron remitir 3.000 hombres, aunque lo normal es que rondaran el millar, además no todos los años se pudo cumplir con los envíos. Las tropas reclamadas desde España no eran sólo de infantería, sino que también se demandó caballería. Los 600 hombres remitidos en 1654 eran todos de caballería.

La intención era que los valones, constituyeran -junto a otras naciones como los italianos- una fuerza de choque en el Ejército de Cataluña. La valoración de su eficacia en este frente sería algo mixta. Los flamencos estaban acostumbrados a un territorio mucho más rico, en el que era más sencillo obtener suministros y un adecuado alojamiento. Las tasas de deserción parecen haber sido bastante elevadas para tratarse de soldados que estaban muy alejados de sus hogares; y de los valones se decía que se deshacían nada mas llegar a España.
El núcleo de tropas que quedaba después de esas deserciones iniciales sí parece haber respondido a las expectativas. En 1648, Francisco de Melo informaba que los valones eran “la gente más vieja y mejor que tenemos” y destacaba su pericia en labores de fortificación. Los valones se distinguirían en varias acciones, como los sitios de Lérida (1644 y 1646) y notablemente con ocasión de la derrota del intento de socorro francés de Berga (1655).

También se emplearían valones en la guerra con Portugal, sobre todo tras 1659. Como parte del Ejército de Extremadura, experimentarían los mismos problemas de operar en un territorio pobre de recursos, produciéndose deserciones y desmanes con la población civil. Si por un lado los soldados simplemente desertaban, por otro sus oficiales caían en el desencanto y la amargura, renunciando al mando para emprender el camino de vuelta a Flandes.

Las guerras con la Francia de Luis XIV en época de Carlos II, supondrían de nuevo la presencia de valones en el Ejército de Cataluña; aunque en escaso número. Para esa época estamos hablando ya únicamente de varios centenares de hombres; cifra que se iría reduciendo progresivamente hasta encontrarnos que en 1690, el único tercio valón se componía de 90 hombres y oficiales. La escasez de hombres de debía al tradicional alto desgaste de estas tropas y a las reticencias -o directas negativas- desde Flandes a mandar tropas a España, cuando la amenaza francesa era allí de primer orden. Aun así, en 1696, se dio el brazo a torcer desde Flandes y se enviaron dos tercios (1.200 hombres) a Cataluña; tercios que llegaron justo a tiempo para participar en la malograda defensa de Barcelona (1697).



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Pieter Snayers; Socorro de Lérida, 1646.


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Patrice Courcelle; soldados valones en la época de Carlos II, 1690.


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Flavius Stilicho
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

8. Borgoñones.
El leal Franco Condado.
Los conteses (comtoises) solían invocar que no había gente más leal que ellos a la Casa de los Austrias. Con ocasión del fallido sitio francés de Dole, el cardenal Richelieu escribía a Condé: «Quisiera Dios que los súbditos del rey le tuvieran tanto aprecio como lo tienen con España (los conteses)». No sólo la ciudad había presentado una heroica resistencia sino que además había sido previamente informado, por parte del general La Meilleraie, comandante de la artillería de sitio, que no había forma de encontrar un solo traidor para realizar labores de espionaje y que los conteses antes se dejarían desollar que traicionar a su patria.
Para los conteses de esa época la lealtad a los Austrias estaba íntimamente ligada con la defensa de sus libertades, cuyos garantes eran unos reyes que aunque lejanos siempre mostraron predilección por ese territorio. Por contra, a los reyes de Francia, se les veía como enemigos odiosos dispuestos a eliminar el carácter “franco” del Condado.


Aunque los Habsburgo reclamaran repetidamente que el ducado de Borgoña formaba parte de su herencia “borgoñona” (a través de María de Borgoña), lo cierto es que lo único que pudieron hacer es aferrarse al vecino Condado de Borgoña: el Franco Condado, a cuyos habitantes se seguían refiriendo genéricamente como borgoñones.
Mas allá de su valor simbólico para los monarcas de la dinastía Habsburgo, el Franco Condado era un enclave estratégico en el “camino español”, rodeado como estaba de Lorena, Alsacia, los cantones suizos y Francia.
A pesar de depender políticamente del gobierno de los Países Bajos españoles -englobados antiguamente en el denominado “estado borgoñón”, el Franco Condado gozaba de grandes libertades y una amplia autonomía; siendo reacio a mantener una fuerza permanente de guarnición. Dado que no había interés en utilizarlo como plataforma de invasión de Francia, y que en caso de invasión francesa dependía en principio de la propia milicia borgoñona -a la espera de la ayuda que se le pudiera enviar-, normalmente se intentaba negociar con Francia que el condado fuera considerado “neutral”.


Ya sufrió el Franco Condado una invasión en 1595 por parte de Enrique IV. Entre 1635 y 1644, la región volvería a ser un objetivo francés , en la llamada “Guerra de los Diez Años”. La decidida lucha de los conteses durante dicha guerra, quedó reflejada en hechos como la mencionada épica defensa de Dole -en la que el pueblo se sumo con ardor a la defensa de la plaza-, y la aparición de partidas guerrilleras borgoñonas como las de Claude Prost (Lacuzon) a partir de 1639 para combatir al ejército mercenario de Bernardo de Weimar que campaba a sus anchas por el Condado, saqueando las villas. De Lacuzon, se comenta que sus enemigos decían: «Librenos Dios, de la peste, del hambre y de Lacuzon».
Las cosas cambiarían en época de Carlos II. La invasión de 1668 supone una conquista fácil del Franco Condado. Los defensores eran escasos, a los 644 soldados regulares que guarnicionaban las plazas principales (Besançon, Dole, Grai y el castillo de Toux) se sumaban 1.000 reclutas recientemente levados. Se convocó a la milicia según el feudal “arrierè-ban” para reunir 7.000 milicianos. Sin embargo ni siquiera estos escasos medios fueron adecuadamente utilizados y los franceses tomaron el condado tras un paseo militar de dos/tres semanas, sin apenas tener que combatir.

Por el tratado de Aquisgrán, Luis XIV se retiró del condado -no sin antes demoler las principales fortificaciones-, pero los franceses regresarían de nuevo y de manera definitiva en 1674. En esta nueva ocasión, los conteses sí ofrecieron una decidida resistencia durante cerca de seis meses.
Besançon ofrece resistencia a pesar de estar mal fortificada, logrando que el sitio francés se prolongue mas de lo previsto. Por su parte Dole, carente de artillería pesada, cae tras poco mas de una semana. Aun así hay núcleos de resistencia en pequeñas plazas, como la de Arbois donde se relata que las mujeres saludaban cada tiro de cañón con un “Viva España”; o Faucogney, completamente arrasada tras causar 500 bajas a los asaltantes franceses. También vuelven a actuar los partisanos borgoñones como Lacuzon, acosando a las fuerzas invasoras y ganándose el apodo de los “loups des bois” (lobos de los bosques).
Esta vez ya no se recuperaría el territorio con un tratado de paz, y a los patriotas conteses no les quedaría mas que el exilio o ese desafío simbólico que se cuenta de que algunos pedían ser enterrados boca abajo “para no ver el sol de Luis XIV encima”.



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Marc Mosnier; alegoría de la defensa de Dole en 1636. El jurista Jean Boyvin, presidente del parlamento de Dole (cuyo hábito rojo se muestra en la ilustración) es considerado el alma de la defensa de la ciudad.


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Jean-Marie Woehrel. Representación (en plan comic) de una partida borgoñona, dirigida por el célebre capitán Lacuzon.


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Adams Fran van der Meulen, toma de Besançon (1674).



Los tercios borgoñones.
A pesar de sus “privilegios” se esperaba del Franco Condado que además de contribuir a su propia defensa, colaborara en las guerras de su conde-rey. Especialmente en el cercano Flandes, cuyos gobernadores solían reclamar ayuda financiera y humana a los conteses.
Ya en época de San Quintín, nos encontramos a 600 infantes y mas de 400 jinetes sirviendo en dicho frente. En dicha ocasión, las compañías de infantería borgoñonas lucharon agregadas a los propios tercios españoles.
Aunque nunca serían una fuerza muy numerosa, con el tiempo se sucederían las levas de borgoñones para el Ejército de Flandes. En 1567 se levaron cuatro compañías de caballería y en años siguientes habría nuevas levas (1573, 1577, 1578, 1579, 1582...) dando lugar a la presencia habitual de dos regimientos de infantería, regimientos que serían transformados en tercios en 1602. Para 1621 había tres tercios borgoñones sirviendo en Flandes.


En Flandes se ganarían fama de buenos soldados, tanto de infantería como de caballería. Giorgio Basta al hablar de los arcabuceros a caballo destacaba que los borgoñones (y valones) eran mejores que españoles e italianos, ya que se formaban compañías con “gente moza y muchos nobles entre ellos” al ser consideradas compañías prestigiosas para servir, mientras que en otras naciones se valoraba más el servicio en la infantería y en las susodichas compañías acababan a veces hombres “cansados de andar a pie”.

Entre las acciones más celebradas se puede mencionar la defensa de Kirchberg (1620) por parte de la compañía borgoñona del capitán Misiers, durante la guerra del Palatinado. Carecía la villa de valor estratégico y estaba defendida por tan poca gente que el ejército protestante (5.000 infantes, 14 compañías de caballos y 4 cañones) asumió que se rendiría o caería con facilidad.
Relata Francisco de Ibarra: «No dejaba de dar pena la compañía de borgoñones que estaba en Kirberg tan imposibilitada de poder sustentarse, y solo se sentía en este caso, que, considerado el punto y valor de aquella nación, querían mas defenderse, perdiéndose, que conservarse, aunque pudieran tan disculpadamente»
El intento de asalto, llevado a cabo por una parte del ejército protestante resultó un fiasco, y estos: «Se retiraron a la mañana con pérdida, a lo que pudo saberse, de casi 150 entre muertos y heridos, sin haber costado la vida a ninguno de los de dentro ni quedado heridos más que cosa de cinco o seis. Acción tan honrada para los defensores (a cuya nación nadie puede negar dos partes tan esenciales como son el valor y la fidelidad) cuanto de poca reputación para el enemigo».

Al igual que con los valones, de los borgoñones se valoraba su conocimiento de la lengua y costumbres del enemigo (francés). Un buen ejemplo fue la toma por sorpresa de Amiens (1597). Tras dejar los españoles una fuerza emboscada en una ermita cercana, varios soldados entre los que había algunos borgoñones y valones entraron en la ciudad en grupos y disfrazados de villanos portando “saquillos de nueces y manzanas”, y que se fueron situando cerca de la puerta arrimándose al fuego y “hacían con gran cuidado aquellos ademanes que suelen hacer los pobres villanos de aquella tierra”. Uno de ellos, un borgoñón, al oír que una anciana advertía a los guardias de la salida de españoles de la cercana guarnición de Doullens, se atrevió a interrogar a los guardias alegando su preocupación por que su vaca cayera en manos de la “mala gente” española, pero estos le afirmaron que no había razón de alarma y que no hacían caso de lo que decía la anciana. Reaseguarados de que contaban todavía con el factor sorpresa, se procedió al último acto de la mascarada que era hacer entrar un carro cargado con paja y tablones que se utilizaría para bloquear el rastrillo, carro que conducían dos borgoñones “valentísimos soldados, que aquel día lo mostraron bien, haciendo lo que se les ordenó con gran puntualidad“.
Los disfrazados soldados sorprendieron y acabaron con el cuerpo de guardia, pero la fuerza emboscada tuvo dificultades para entrar ya que el rastrillo aunque no había bajado por completo había atravesado el carro, por lo que los infantes se tenían que colar a través de un diente del rastrillo. Al final se consiguió levantarlo lo suficiente para que la compañía de caballería del capitán borgoñón Simon pudiera entrar, aunque tuvieran que apearse del caballo para ello y conducir los caballos al otro lado.

Los borgoñones siguieron desempeñando un pequeño pero importante papel. Como ejemplo tenemos al sargento mayor del tercio borgoñón en Flandes, el señor de Bressey. Este destacó en el mando del castillo de Brena, que recibió en 1667, importante puesto en la ruta entre Mons y Bruselas. Las tropas escoltaron numerosos convoyes, consiguiendo en una ocasión derrotar a 500 jinetes enemigos con solo 200 soldados a pie. Asimismo, los borgoñones de Bressey destacaron en el sitio de Trèves, participando con “celo, vigor y acierto” en la toma de la contraescarpa y medialuna.
La pérdida del Franco Condado en 1674 conllevó una sentencia de muerte para el tercio viejo de borgoñones en Flandes. Sentencia de muerte muchas veces aplazada por los autoridades. Todavía en 1682 se resistía el marqués de Grana afirmando: «No he querido reformar este tercio, como lo pedía la razón y buena economía, por no desconsolar y perder tantos beneméritos soldados que, con grande aprobación, han servido siempre a V. M...». En 1684 hubo que reducir el tercio a compañía, y al parecer esta todavía sobrevivía en 1699.
En cuanto a la caballería borgoñona esta se había integrado en compañías mixtas italiano-borgoñonas, que irían perdiendo progresivamente su carácter borgoñón.


Los servicios de los borgoñones no se limitaron a Flandes. Algunas unidades sirvieron en Cataluña y se cuenta que en una ocasión en 1652 Felipe IV, revistó a las tropas borgoñonas, rompió en lágrimas exclamando: «Mis Borgoñones, mis leales Borgoñones». El borgoñón Nicolas Bourrelier, presente en el sitio de Barcelona, elogió a sus compatriotas y en especial a los jinetes borgoñones que intervienen en alguna ocasión de mérito contra los escuadrones rivales.
También tuvieron alguna presencia limitada en Italia, y de hecho hacia allí se exiliaron muchos borgoñones tras 1674; incluido el partisano Lacuzon que acabaría sirviendo como capitán de infantería en el tercio borgoñón de Grammont. Aunque se beneficiara de dicha oleada de exiliados, lo cierto es que el cuerpo no fue especialmente nutrido, un par de cientos de hombres; pasando la unidad a ser desplegada en Sicilia con ocasión de la Guerra de Mesina. Hubo que recurrir a desertores franceses para mantener en pie la unidad. Al igual que en Flandes, para la década de los 90 lo que quedaba en Milán era una única compañía de borgoñones como simbólico testimonio de una esperanza que todavía anidaba de que algún día se pudiera recuperar el Franco Condado. Esperanza que se tornó en desilusión cuando un Borbón accedió al trono de España.



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Ángel García Pinto, batalla de San Quintín (1557). En medio de dos piqueros españoles vemos a un piquero borgoñón, que en este caso destaca por las largas defensas de sus piernas.


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La toma de la puerta de Amiens por los españoles (1597), acción en la que participaron varios borgoñones.


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Arcabuceros a caballo, del manual de Johann Jacobi von Wallhausen (segunda mitad del siglo XVII). Los arcabuceros a caballo borgoñones no serían muy diferentes.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Miguel Villalba »

Muchas gracias por el trabajo Flavius. Conocer a los demás miembros de los Tercios de Naciones ayuda mucho en la perspectiva militar de la monarquía hispánica de los Austrias.
Saludos gc96gc
«Se cuentan 16 presas inglesas conducidas a esta bahía, con 95 cañones y
293 prisioneros, en 26 meses de campaña que ha ejecutado la expresada cañonera
desde septiembre de 1799, en que se armó...»
Un Falucho, El Poderoso, con un cañón de 24 y dos menores, 43 hombres. Patrón D. Miguel Villalba, Corsario del Rey
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias a tí, por los ánimos para continuar. De momento ya se han repasado a los "súbditos", pero quedan otras naciones para repasar.
"Con más facilidad se les llama bravos a los audaces que seguros a los prudentes".
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Miguel Villalba »

El trabajo es considerable y la labor de divulgación que estas haciendo es impagable. Lo dicho gracias por tu trabajo, y por tu tiempo, para que el resto conozcamos algo mas de esta tan interesante como poco conocida época.
Te seguimos leyendo. Saludos gc96gc
«Se cuentan 16 presas inglesas conducidas a esta bahía, con 95 cañones y
293 prisioneros, en 26 meses de campaña que ha ejecutado la expresada cañonera
desde septiembre de 1799, en que se armó...»
Un Falucho, El Poderoso, con un cañón de 24 y dos menores, 43 hombres. Patrón D. Miguel Villalba, Corsario del Rey
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Lutzow »

Mucha información, la mayoría desconocida para mí, incluyendo alguna lámina, o la odisea de los conteses leales... :dpm: Solo una cuestión, cuándo empiezan las batallitas? :lol:

Saludos.
Delenda est Putinlandia

Es mejor permanecer con la boca cerrada y parecer un idiota, que abrirla y confirmarlo...
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por fco_mig »

Para lanzar veinte salvas en honor de semejante trabajo. Y aún no ha terminado. ¡Animo, Flavius!
A decir verdad, en esta lucha de cada instante, donde el resultado más corriente es que se petrifique todo lo que hay de más espontáneo y valioso en el mundo, no estoy seguro de que podamos ganar.
André Breton
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias, de nuevo a todos.
Lutzow escribió:Mucha información, la mayoría desconocida para mí, incluyendo alguna lámina, o la odisea de los conteses leales... :dpm: Solo una cuestión, cuándo empiezan las batallitas? :lol:

Saludos.
Me temo que no, no hay batallitas :-p~ :-p~
Pero me alegra de haberte descubierto alguna lámina :lol: :lol:
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Flavius Stilicho
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

9. Alemanes.
Alemanes altos.
Alemania era el gran mercado internacional de mercenarios de la época. Simplemente la pura necesidad de tropas en cantidad y de rápida leva ya habría atraído a la monarquía hispánica a dicho mercado, y ya en la época de los Reyes Católicos se habían empleado lansquenetes alemanes. Pero aparte, no se puede ignorar la especial vinculación de los monarcas de la casa de Austria con el Sacro Romano Imperio Germánico. A la abdicación de Carlos I, su herencia se dividiría dando lugar a las dos ramas de los Habsburgo: los Austrias españoles y sus parientes los Habsburgo austriacos. Por tanto era natural que los Austrias vieran como natural el reclutar en Alemania, ya que trataban sobre todo de hacerlo en los territorios patrimoniales de sus parientes austriacos.
Así, a lo largo del siglo XVI, el reclutamiento se concentró en las regiones al sur de Alemania: Austria, Bohemia, Moravia, Tirol, Carintia... ; regiones que hoy en día no consideraríamos parte de Alemania, tal como la conocemos. Aunque también se podía reclutar en el centro de Alemania, ya hemos vista como Bernardino de Mendoza habla de levas de alemanes altos en 1567 en el “condado de Ferrete (Alsacia) y ribera del Rin y tierra de Francaforte (Fráncfort)”.
Como vemos, a estos alemanes del sur y del centro se les denominaba “alemanes altos”, ya que en principio provenían de áreas lingüísticas englobadas en el alto-alemán. Avanzado el siglo XVII se reclutaron cada vez más alemanes septentrionales, pero para entonces lo mas común era hablar simplemente de regimientos alemanes en general. Y por supuesto estaba la denominación típica de los alemanes: “tudescos”, aunque algunos autores de la época establecían diferencias y hablaban tanto de “alemanes tudescos” como de “alemanes y tudescos”.


En 1557 ya Felipe II se había servido de gran número de alemanes para su campaña de San Quintín. Finalizada la guerra con Francia, las levas de alemanes se retomarían en 1564; un regimiento de 3.000 alemanes se formaría para participar en las campañas del Mediterráneo contra los corsarios berberiscos y los otomanos. En 1566, serían 4 los regimientos levados (12.000 hombres nominalmente) para el Mediterráneo. A continuación empezarían las regulares levas de alemanes para el servicio en Flandes, pero no por ello se dejaron también de reclutar alemanes para el servicio en Italia, al menos mientras duró el peligro otomano. Todavía en 1575, ante las noticias de armamentos realizados por los otomanos se tuvo que ordenar la leva de 9.000 alemanes para reforzar Italia.
Las necesidades puntuales de alemanes podían ser bastante altas, y por ejemplo en 1577 se estimó que se podían necesitar levas de hasta 18.000 hombres en algún año, por lo que se dieron pasos para conseguir los permisos necesarios.


Felipe II se encontró con que las dietas imperiales establecieron que para levar tropas en un territorio del Sacro Imperio, primero se debía obtener autorización del “general” del Círculo Imperial en el que estuviera incluido dicho territorio. Aunque Felipe insistía que como cabeza de la casa de Austria, él era un miembro del Sacro Imperio y no un “soberano extranjero” y no se le debían aplicar todas las restricciones que establecían las dietas al respecto, no por ello pudo evitar “negociar” cuando quería levar en Alemania.
Lo mas sencillo era reclutar en las propias tierras “austriacas” de los Habsburgo, donde era el emperador el que daba directamente la autorización y en principio solía ser mas receptivo a las petición de su pariente español. También se podía reclutar normalmente en el Círculo de Baviera, con la aquiescencia de su cabeza: el duque de Baviera. Adicionalmente se intentaba mantener buenas relaciones con las cabezas de otros círculos, incluso con aquellos que eran protestantes.
Además de la obligatoria “patente” del general del Círculo Imperial, la conveniencia política aconsejaba recabar patentes adicionales: por un lado la del propio emperador como cabeza de todo del Sacro Imperio y por otro era recomendable obtener la del príncipe imperial que en el fondo era el directamente afectado. En el siglo XVII, con la expansión del área de reclutamiento se llegó a acudir directamente a los príncipes alemanes, sin pasar previamente por una negociación con el emperador.
Los reclutamientos se hacían normalmente a través de capitulaciones con coroneles “emprendedores”, que en ocasiones ni siquiera eran alemanes. Hubo italianos y flamencos por ejemplo que reclutaron unidades alemanas; e incluso algún español como el coronel Pedro de la Puente que en 1635 reclutó un regimiento de dragones en Innsbruck. El contrato tipo en época de Felipe II era por seis meses



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Los círculos imperiales del Sacro Imperio, ca.1550.


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Conquista del peñón de Vélez de la Gomera (1564). En la parte central inferior, a la derecha, se ilustra a un contingente de alemanes. En la toma del peñón participó el regimiento alemán del conde de Altaemps; el conde se vanaglorió de la participación de su unidad, insinuando que sin ellos no habría sido posible, pues en dos ocasiones anteriores la plaza se había resistido a los españoles.


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Diferentes tipos de soldados y nobles alemanes, segunda mitad siglo XVI.



Valoraciones de los alemanes.
Ya hemos hablado de las diversas opiniones generales en cuanto a si era recomendable el uso o no de mercenarios por parte de un ejército. En el caso de la Monarquía Hispánica, la consideración general que se tenía de la utilidad de los alemanes era variable; probablemente debido en parte a las muy diversas circunstancias de su recluta a lo largo de estos dos siglos, lo que provocaría grandes picos en cuanto a la calidad de las unidades.

El duque de Alba había criticado la calidad de los alemanes, fruto de sus malas impresiones acerca de su rendimiento en la Guerra de Esmalcalda (1546-1547). La mala impresión del de Alba no deja de ser un reflejo de que los alemanes luchando en casa habían hecho buena esa impresión de que los “nativos” no son fiables para una guerra en casa; en el caso de la guerra de Esmalcalda porque se encontraban “parientes, deudos naturales y amigos” entre sus enemigos. Todavía en 1567 tenemos que el embajador francés informaba que el duque le había confesado que: «no tiene la menor confianza en los dichos alemanes en caso de que tengan que combatir contra los herejes, porque me dijo que llegada la ocasión hará como ha hecho en la guerra de Esmalcalda; llevar a cabo las acciones con los españoles y utilizar a los alemanes... sólo para ostentación y para hacer número».
Sin embargo, la opinión del duque algo iría cambiando, ya que hemos visto que con ocasión de la reunión de tropas para la invasión de Portugal (1580) solicitaba al rey la compra de alemanes “aunque se vendiese la capa”, en detrimento de recibir mas italianos.
La mala imagen de los alemanes era un tópico, hasta el punto de que Luis de Ávila y Zúñiga -durante la guerra de la Liga de Esmalcalda- se sorprendía reconociendo: «caminaron con tan buena diligencia que yo nunca tal pensé de alemanes, los cuales parecen gente perezosa y pesada, mas ellos han mostrado lo contrario».

Lo cierto es que los alemanes acabaron prestando mejores servicios de los que se esperaba en Flandes, y se las consideraba ligeramente superiores a las tropas locales valonas. Para ser mercenarios demostraron bastante lealtad, tenacidad y estoicismo; probablemente por proceder la mayoría de tierras Habsburgo y no ser mercenarios puros y duros.


Los alemanes eran tradicionalmente alabados por el alto nivel de sus piqueros. En contraposición a los fogosos españoles, eran considerados pacientes; lo que en ciertas circunstancias era una gran virtud. Así tenemos que españoles e italianos agradecían que los alemanes se ofrecieran al servicio de guardia y guía de la artillería, considerándola la nación más apta para una tarea peligrosa y fastidiosa. Aptitud que según Martín de Eguiluz (1592) se debía: «a la mucha piquería que tienen para la guardia de la pólvora» y «la mucha paciencia que tienen en su guardia, que haga sol, agua, viento y mal tiempo, marchan armados de todas piezas con sus celadas en las cabezas, y así hacen si centinela y muy vigilantes... y la tienen entre ellos por muy honrosa guardia».

Por contra, se criticaba de los alemanes “lo mal que suelen disponerse a dar asaltos”. Asimismo que solían ir algo “flojos” de tiradores. Ya hemos visto como Bernardino de Mendoza recoge como era práctica habitual del duque de Alba reforzar con arcabuceros y mosqueteros de otras naciones (como españoles y valones) “a las picas alemanas, que suelen ser tan buenas con nuestra arcabucería, de que los regimientos de aquella nación tienen de ordinario falta”. Aparte de necesitar apoyo de arcabucería, Mendoza reconoce que los escuadrones alemanes que tenía el duque de Alba ante Maastricht (1567): «eran los más soldados viejos, toda gente muy igual y bien armada, como lo acostumbran de ordinario los de la nación».
Estas carencias de potencia de fuego se irían subsanando en el siglo XVII, y especialmente la Guerra de los 30 Años llevaría a las unidades alemanas a una necesaria evolución de la que saldrían no sólo al día, sino incluso como modelos a imitar en algunos aspectos tácticos.

Además de la infantería no podemos olvidar la importante aportación de la caballería alemana. Famosos eran especialmente los herreruelos germanos: los “reitres” (reiters). Una caballería muy eficaz y especializada en el uso de pistolas. Inicialmente se reclutaba en compañías, pero los alemanes introdujeron el regimiento de caballería a principios del siglo XVII, bastante antes de que los españoles se decidieran a a crear tercios/regimientos de caballería propios.
Al respecto de la caballería alemana había cierta mala fama que se resumía en la opinión de que no había nada más duro “que el corazón de un reitre”. Se la tenía por una caballería codiciosa y despiadada.

Un reproche común, al menos en el siglo XVI, era que los alemanes era muy aficionados al alcohol, mas que españoles e italianos, y por tanto mas propensos a peleas y a cometer desordenes. En 1580, los alemanes concentrados en el Puerto de Santa María para la campaña de Portugal, descubrieron con indignación que el marqués de Santa Cruz había ordenado echar una tercera parte de agua a sus raciones de vino. La intención del marqués había sido por un lado ahorrar dinero pero principalmente evitar desordenes. Los alemanes se dieron cuenta del engaño y además comprobaron que españoles e italianos no recibían vino “aguado”.


Como tropas extranjeras, a los alemanes se les criticaba ser “acreedores mal sufridos de ordinario”. Ya no sólo en comparación con los propios españoles, sino con otras naciones de súbditos de la Monarquía. Así se decía de los herreruelos alemanes que “los italianos cuestan menos” y “pelean con dinero y sin ello, lo que no hacen los herreruelos”. No faltaba quien opinaba que “quien se pudiera excusar de ellos, y aún de la infantería tudesca, haría acertadamente, porque los unos y los otros son muy costosos, más que todas las naciones”.
La mala fama de mercenarios a veces llegaba a la exageración, considerando que necesitaban en todo momento de ser vigilados y recordarles sus juramentos.. Martín de Eguiluz afirmaba: «la nación alemana cuando sirve a quien le paga, que jura la fidelidad; y que cada noche que entran en guardia los soldados sus oficiales se lo acuerdan y les hacen parlamento de ello, para que se acuerden de cumplir el tal juramento y de no ser desobedientes, ni traidores al señor a quien sirven».
Contra esa imagen de mercenarios, a los que ni les va ni les viene y casi mejor si les asigna el puesto de menor peligro, tenemos muchos casos de regimientos alemanes que no solo eran profesionales sino que defendían esforzadamente su honor.
En Nördlingen batallaron los regimientos de los condes de Würmser y Salm. El regimiento del conde de Würmser se encontraba posicionado en la colina del Albruch, y antes de que empezara la batalla se estimó que era conveniente desplazar un tercio español (Idiaquez) allí por la importancia de la posición. Würmser vio como se le ordenaba pasar a retaguardia del tercio español, pero se negó y apeló a sus prolongados 30 años de servicios a los reyes de España para solicitar que fuera el propio cardenal-infante quien le ordenara el cambio de posición, afirmando que en dicho caso él se quedaría con los españoles para luchar con ellos pica en mano. Se atendió la suplica y el regimiento de Würmser permaneció en primera línea junto al regimiento de Salm. La primera carga del ejército sueco estuvo cerca de deshacer ambos regimientos pero los oficiales consiguieron rehacerlos; sin embargo ambas unidades se vinieron abajo ante la segunda carga. Los soldados alemanes demostraron la poca confianza que se tenía en ellos mientras que sus oficiales sí hicieron buena su palabra, tratando de contener la desbandada y pereciendo muchos; entre ellos los propios Würmser y Salm.
En Rocroi, los batallones alemanes situados junto a los valones, opusieron junto a estos una loable resistencia. Al ver que se aproximaba la carga de jinetes e infantes franceses, Francisco de Melo se acercó al conde de Ritberg y “le amonestó mostrase ese día el valor de los alemanes al servicio del rey, y el dicho conde y sus soldados le respondieron que todos querían morir por la fe de su juramento”. El propio Ritberg se mostró firme en su juramento; quedaría preso, pero solo después de ser “echado por tierra y herido de dos grandes cuchilladas en la cabeza”; asimismo perdió muertos 4 de sus capitanes, resultando heridos el resto. Del resto de las unidades alemanas se cuenta que también salieron bastante maltratados sus oficiales.



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Theodor de Bry; soldados escoltando el tren de bagaje, una tarea reservada habitualmente a los alemanes.


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Infantería mercenaria alemana, finales siglo XVI – principios siglo XVII.


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Caballería ligera alemana, finales del siglo XVI.


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Dariusz Bufnal; la “sorpresa” de Tuttlingen (1643). En dicha victoria imperial sobre los franceses, el componente hispánico fueron los regimientos alemanes del Ejército de Alsacia trasladados por Juan de Vivero: 2.000 infantes y 2.000 jinetes.



La evolución de los reclutamientos.
La Guerra de los Treinta Años complicó mucho el reclutamiento de alemanes en los territorios tradicionales de leva. Ahora dichos soldados eran necesarios para nutrir los ejércitos del Emperador y de otros potentados como el duque de Baviera. A ello se unió la gran devastación que la guerra desencadenó sobre la propia Alemania. En 1637, el marqués de Leganés, buscando alemanes para el ejército de Lombardía declaraba: «en Alemania hay muy poca gente y esta la va recogiendo el emperador en las levas que por su orden se van haciendo».
Aun así los españoles seguían insistiendo en rebañar al máximo posible los recursos militares alemanes. En 1642 se encontraron ante la negativa imperial a permitir la leva de 20.000 hombres. Hubo al final que ampliar las miras y fijarse en nuevos territorios alemanes menos explotados aunque fueran protestantes.

Infantería y caballería alemana eran comunes en Flandes e Italia, pero menos en la Península Ibérica. Desde 1635, fueron comunes las demandas de veteranos alemanes para los ejércitos peninsulares. Dichas demandas no tuvieron al principio mucho eco, ya que los ejércitos de Lombardía y Flandes preferían reservarse para sí a los alemanes. Las peticiones se multiplicaron tras el desastre de Montjuic (1641) y para 1644 ya tenemos a 4 regimientos alemanes, cuyos hombres se distinguirían en las operaciones en torno a Lérida, aunque para el final de año las unidades estaban deshechas por el enorme desgaste sufrido.
Las malas experiencias vividas en España por los primeros contingentes alemanes llegados en dicha época, llevaron a otros regimientos alemanes a modificar sus capitulaciones para imponer que no lucharían en la Península Ibérica. Dicha reluctancia se debía a las malas condiciones de servicio respecto a las campañas en Italia o los Países Bajos: los abastecimientos eran mas irregulares y los territorios en los que se combatía no aportaban el volumen de contribuciones (provisiones, forraje, alojamiento, utensilios...) que eran comunes en otros escenarios de guerra.
En 1651, el archiduque Leopoldo Guillermo, informaba a Felipe IV que no podía enviar a España 3000 veteranos alemanes del ejército de Flandes debido a que: «la mayor parte de las levas se ha hecho con acuerdo de venir a servir a estos estados a condición de no pasar en esos reinos». Ese mismo año, y el siguiente, se consiguió llevar a Cataluña tropas alemanas desde Italia recurriendo a ocultarles el destino final ya que pensaban que habían sido reclutadas para servir en la propia Italia.


A pesar de la resistencia hispánica al reclutamiento de protestantes, la Monarquía tuvo que ir dando su brazo a torcer en algunas ocasiones. En realidad no era exactamente una novedad, ya que en décadas anteriores ya se había dado el caso de alemanes protestantes sirviendo en Flandes. Pero ahora, a partir de los años 40, su presencia fue cada vez mas común. Se reclutaron tropas en los estados alemanes septentrionales como Hamburgo, Brandenburgo, Brunswick, Pomerania y Hesse.
Incluso se pasó a intentar aprovechar oportunidades y contratar alemanes directamente en otros estados/reinos, con ocasión de licenciamientos. En 1640 se negoció la leva de cerca de 3.000 mercenarios en territorio danés, destinados al ejército del cardenal-infante don Fernando; levas que se repetirían ocasionalmente en años siguientes; por ejemplo en 1645 con ocasión de la paz entre Dinamarca y Suecia y el consiguiente licenciamiento de tropas del ejército danés, se dieron instrucciones para reclutar alemanes con destino al frente catalán. Esto último se encontró con la oposición del Consejo de Estado, declarando el marqués de Santa Cruz: «traer acá los ingleses y gente de Dinamarca será meter otros tantos herejes».
Una cosa era emplear protestantes en Flandes y otra muy diferente en España. Sin embargo, en 1646, ante la precaria situación del frente catalán, se aceptó que se levaran regimientos de infantería y caballería en Hamburgo, que al verano siguiente llegarían a España a través de San Sebastián.
Si podían resultar curiosas las reclutas de alemanes en Dinamarca, en 1647 se daría un paso mas llamativo, ya que se planteó reclutar soldados alemanes recién licenciados por el ejército holandés. Ya en septiembre se juntaron dos regimientos, y eso que oficialmente la paz con las Provincias Unidas no se rubricaría hasta enero de 1648. En el propio 1648, y para compensar las perdidas sufridas en la derrota de Lens, se recurrió a reclutar otros 5.000 hombres procedentes de las fuerzas holandesas. Francia se quejó amargamente a Holanda, pero lo cierto es que en años siguientes el embajador español pudo seguir reclutando tropas entre los antiguos enemigos. Así en 1649, se pudo reclutar tropas en zonas como Limburgo y el norte de Brabante. Ya comentamos el caso de uno de estos regimientos “alemanes” reclutado en Holanda, cuya muestra daba 15 “grupos nacionales”, incluida una cuarta parte de neerlandeses. Dicha heterogeneidad sería probablemente la norma en todo esta nueva clase de regimientos alemanes.

Por su parte, el archiduque Leopoldo Guillermo, gobernador de Flandes (1647-1656) defendió la necesidad de evitar que los franceses se aprovecharan de todo el excedente de soldados alemanes protestantes. Así se negoció con Jorge de Hesse-Darmstadt para que pasara a servir a Flandes con sus tropas e incluso 2.000 de ellas serían despachadas a la Península. También se consiguió licencia del elector de Brandenburgo para hacer reclutas en su territorio.


A partir de 1648, el final de la Guerra de los Treinta Años, facilitó el reclutamiento en Alemania. Como todo mercado, al cambiar las fuerzas de demanda y oferta, hubo una disminución del precio y se podían obtener soldados veteranos alemanes a precio de saldo aprovechando las desmovilizaciones de los ejércitos. De 20 reales de a ocho por hombre se bajó hasta 8 e incluso menos.
En algunos casos lo que se hizo es contactar con coroneles que hasta ahora habían prestado servicio para el emperador o el duque de Baviera y convencerlos para pasarse con sus regimientos.
Los buenos tiempos duraron hasta 1653 cuando la escasez de solvencia crediticia hizo mella en las posibilidades de levar tropas en número adecuado, que aun así siguieron siendo numerosas. También perjudicó el que una Francia, recuperada de la Fronda, interviniera ante los príncipes alemanes, no solo como competencia a la hora de reclutar sino también indirectamente ejerciendo presión política para dificultar las levas hispanas.
Las autoridades de Flandes se encontraron con que las reclutas en el Norte protestante eran más sencillas que en la católico Sur. El propio Juan José de Austria reconocía oficialmente en 1657 la cuestión. E incluso el área de reclutamiento se expandió hasta llegar a zonas septentrionales alejadas como Lübeck, Brandenburgo y la región alemana de Curlandia (bajo dominio sueco). El recurso a Curlandia se volvería a repetir en alguna ocasión, ya que en 1683 y 1684 se habla de la recluta de 1.700 “suecos” y curlandeses.


Con la paz de 1659 con Francia, disminuiría temporalmente la presión para levar tropas alemanas, y parte de las existentes serían redirigidas al frente portugués. En 1662 llegaron a Galicia dos regimientos con destino a dicho frente y hasta el fin de la guerra se calcula que se emplearían mas de 12.000.
En la época de Carlos II hay un declinar de las levas de alemanes, aunque siguen siendo tropas valoradas. En 1674, el duque de San Germano, solicita que se le consigan alemanes para los 4 regimientos del ejército de Cataluña ya que son: «los oficiales excelentes y los pocos soldados que tienen de famosa calidad, que sirven con mucha puntualidad, y se puede esperar de ellos cualquier buen suceso»; siendo participes dichas unidades de acciones como la victoria de Morellás y la conquista de Bellaguarda, en ese mismo año de 1674.

Según se fue reduciendo el reclutamiento directo de alemanes, se fue haciendo mas común su presencia en forma de tropas auxiliares, y por tanto no siendo consideradas tropas propias. Esto último fue muy común en la época de la Guerra de los Nueve Años. Por ejemplo, con el duque de Württemberg se negoció en 1690 el servicio de 3 de sus regimientos en el Milanesado por un tiempo acordado que iría siendo renovado. En 1694 se negoció con el duque Maximiliano Manuel de Baviera el empleo de 6.000 hombres (3.500 infantes, 960 dragones y 1.600 jinetes). Ademas de pagar directamente al duque (que se comprometió a mantener el nivel de efectivos) se negociaron las condiciones no sólo de los suministros y pagos a recibir por las tropas, sino que estas se alojarían en los mismos cuarteles que las tropas del rey de España.
Las levas de alemanes eran ya tan escasas, que en 1693 se planteó el eliminar su pié; aunque dicha medida se retrasaría hasta 1702, ya con los Borbones.



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Darko Pavlovic. Infantería alemana, Guerra de los Treinta Años.


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Darko Pavlovic. Dragones alemanes, Guerra de los Treinta Años.


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Batalla de Morellás (1674). En esa época, el ejército de Cataluña contaba con 4 regimientos alemanes: príncipe de Chales, conde Alfonso di Porcia, barón Adam Christobal Hesse y de Cornelius Varhel; aunque con muy pocos hombres en sus filas.


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Mosquetero austriaco, década 1670/1680.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

10. Británicos.
Irlandeses.
Contingentes de los “Tres Reinos” de las Islas Británicas pelearían para la Monarquía Hispánica, pero sin duda sería la nación irlandesa la mas relevante y predilecta de las tres.

La primera unidad irlandesa al servicio hispano lo fue por deserción, no por leva directa. Se trataba del regimiento inglés de William Stanley (católico inglés), compuesto en su mayoría por irlandeses; regimiento que se pasó en 1587 entregando la fortaleza neerlandesa de Deventer, a los pocos días de hacerse cargo de su guarnición. Estos irlandeses en Flandes eran mayoritariamente lo que se denominaba como “civiles” (“old english”), descendientes de los ingleses emigrados a la isla desde el siglo XII. Era entre los “civiles” donde el gobierno inglés solía reclutar a sus tropas.
Por otro lado estaban los “salvajes” (“old irish”) de origen gaélico y abiertamente contrarios a Inglaterra, ya no sólo por una cuestión de religión. La primera impresión que se tenía de los irlandeses “salvajes” no era especialmente favorecedora: «de casta de silvestres y de fieras, cubierto el cuerpo de cintura abajo, lo demás desnudo, con zancos o pértigas de que, levantados en alto, usaban para desguazar los ríos, sobreponiéndose a los otros largamente, y amenazando con arcos y flechas». Algunos de esos “salvajes” habían acabado en España, sirviendo en Galicia y en la Armada, pero en 1591 el capitán Francisco de Toledo informaba de que eran de “poco servicio”.
En 1596, el jesuita Persons informaba al Rey de que entre los guerreros “salvajes” de la isla, los españoles se encontrarían a los famosos mercenarios “gallinglases” (Gallowglass), pero no recomendaba juntarse con ellos pues su estilo de guerra era ir “saltando por acá y por allá, sin orden ni disciplina”. Por entonces, España se encontraba apoyando a los rebeldes irlandeses, los clanes gaélicos, contra Inglaterra. La colaboración culminaría en la expedición de Juan de Águila y la campaña de Kinsale (1601-1602), dejando en los españoles una pobre impresión de los irlandeses, mas hechos a la guerra de guerrillas que a la guerra convencional.

Aun así, la intervención española en Irlanda reforzó la idea de que irlandeses católicos y españoles, eran no sólo aliados naturales sino que España debía velar por los exiliados católicos de Irlanda. Además se había detectado potencial militar en los irlandeses. El propio Persons, ya había indicado que si se sacaba a los irlandeses de su entorno podían ser adecuadamente adiestrados y servir con eficacia, como ya se había visto con los “civiles” en Flandes. Diego Brochero, recomendaba ya en 1598 a Felipe III: «Que todos los años Vuestra Majestad ordene reclutar en Irlanda algunos soldados irlandeses, que son gente dura y fuerte y ni el frío ni la mala comida matan fácilmente como harían con los españoles, ya que en su isla, que es mucho más fría que esta, están casi desnudos, duermen en el suelo y comen pan de avena, carne y agua sin beber nunca vino».
Al exilio voluntario de muchos irlandeses, importante a partir de 1602, se le unió el hecho de que las propias autoridades inglesas permitieron, tras la paz de 1604, algunas levas en la isla con intención de quitarse de encima a potenciales rebeldes o simplemente individuos problemáticos. Todo esto para malestar de los holandeses que no entendían como la Corona británica permitía que el ejército español de Flandes se reforzara. Se calcula que entre 1586 y 1611, cerca de 20.000 irlandeses serían reclutados por España.

Sería esta oleada de irlandeses durante la primera década del siglo XVII la que asentaría a los irlandeses como nación en el marco de los ejércitos hispánicos. Diego de Villalobos y Benavides (1612) comenta sobre su buena adaptación a la guerra de Flandes: «los irlandeses pasan en relativamente poco tiempo de hacer la guerra como los bandoleros de Cataluña y Calabria a mezclarse con los españoles». Además también comenta el privilegio conseguido por los irlandeses: «tienen los soldados irlandeses, por merced particular de mucho tiempo, que sus soldados son admitidos en las compañías de los españoles, y en los puestos y ocasiones se mezclan con ellos, como si todos fuesen una nación, y merécenlo por razón de muy gallardos soldados».
Estas nuevas unidades de irlandeses, se constituirían ya como tercios, a pesar de ser técnicamente tropas “foráneas”. Asimismo se procuró que ya no hubiera oficiales ingleses ni escoceses al mando de los irlandeses.
Ante la tregua de 1609 y dado que se planteaba en Flandes la necesidad de reformar el ejército (disolviendo unidades), desde Madrid se escribió al archiduque Alberto para que se preservara al tercio irlandés, debido a “las causas que obligan a tener cuenta con aquella nación”, tratándose ya mas de una cuestión política que militar, dándose tanto una cuestión de prestigio como de mantener y recompensar los servicios de unos oficiales irlandeses con buenos contactos en la Corte.

Incluso entre los irlandeses al servicio de España había cierto provincialismo. Así el coronel Maurice McSwiney se quejaba en 1640 que tras 25 años de servicios en Flandes se había quedado sin puesto ni pensión debido a «los malos servicios hechos contra él por parte de los hombres de su nación de la provincia de Ulster, que no permiten que otros, especialmente aquellos de la provincia de Munster, puedan obtener cualquier promoción en el ejército de nuestro Rey». En concreto el ataque iba dirigido a los O´Neill y su monopolio en el mando del Tercio Viejo de irlandeses.


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Javier Álvarez Barroso; sargento de infantería irlandesa, 1588.


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David Sque. Rebeldes irlandeses en la época de la campaña de Kinsale. Aunque sus armas tradicionales eran mas bien el arco, los dardos y los espadones; unos cuantos tenían armas de fuego y los españoles distribuyeron unos cientos de picas.


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Mosquetero irlandés, junto a dos piqueros; batalla de Nieuwpoort (1600).



Los irlandeses se fueron ganando en Flandes, fama de ser de las mejores tropas en Flandes, tras los propios españoles y junto a los italianos. Su número no era normalmente muy elevado, pero por ejemplo en 1623 se estima que podían ascender a unos teóricos 4.000, aunque las muestras que se pasaban avanzada la campaña solían dar una cifra notablemente inferior ya que la tasa de desgaste en esa época no era raro que fuera del 50% anual.
Entre sus acciones más distinguidas en Flandes se encuentra la defensa de Arras (1640), aunque finalmente cayera la plaza ante un nutrido ejército francés; así como la de Gennep (1641), culminada en una capitulación honrosa.

Por contra, su presencia en el ejército de Lombardía fue apenas testimonial, por ejemplo un pequeño tercio irlandés de 400 hombres en 1655. Durante la Guerra de los Nueve Años también había otro tercio irlandés en Milán, formado en esta ocasión con desertores entre los irlandeses al servicio de Francia.


A diferencia de otras tropas extranjeras, la presencia de irlandeses estaba bien vista en la Península. Con ocasión de la reanudación de la guerra con Francia en tiempos de Felipe IV, se ordenó traer irlandeses de Flandes. En 1638 arribaron a La Coruña los tercios de Tyrone y Tyrconnell, justo a tiempo para distinguirse en la defensa y socorro de Fuenterrabía (1638). Constituidos como una élite dentro del ejército peninsular, tuvieron un papel destacado en el sitio de Salses (1639) y la batalla de Monjuic (1641). Tras participar en numerosas ocasiones en primera línea, las unidades irlandesas quedaron bastante diezmadas, siendo además un parte enviada a servir en el conflicto de Portugal.

El estallido de la guerra en Irlanda en 1641 dificultó en extremo las levas de irlandeses; y no sólo eso sino que muchos veteranos, sobre todo oficiales regresaron a Irlanda. El fin del conflicto supuso de nuevo un aluvión de hombres disponibles, varias decenas de miles a partir de 1649, en especial en los años 1653 y 1654 en que llegaron el grueso: 12.000. La mayoría fueran trasladados hacia la Península para los frentes de Cataluña y Portugal, acabando algunos también en la Armada
Pero estos nuevos irlandeses carecían de la calidad y lealtad de los viejos voluntarios irlandeses de antaño. Muchos eran exiliados forzosos y su motivación escasa. Trasladados a los frentes peninsulares donde apenas había recursos para sostenerles, los irlandeses se pasaban en buen número a portugueses y franceses. En este último caso, había el añadido que desde 1635 Francia había empezado también a ser un destino atractivo para los irlandeses.

En 1653 Felipe IV escribía escandalizado sobre la traición del maestre de campo Ricardo Grass que se había pasado con su tercio de irlandeses a los franceses: «acción tan indigna de nación de quien yo me servía en mis ejércitos con la seguridad y confianza que se hace de la española». Los oficiales irlandeses que servían en Cataluña se apresuraron a hacer un manifiesto contra la “perfidia” de su antiguo camarada y la “injuria” causada a la nación irlandesa.
En ese mismo año de 1653, Miguel Parets describía la lastimosa apariencia de los soldados irlandeses del ejército de Juan José de Austria, alojados en Barcelona, y los problemas que acarreaba su desatención:
«Los irlandeses, gente que por su pobreza, muchedumbre y nada de policía, llevaban siempre consigo las enfermedades y la porquería, esparciéronse por la ciudad por no tener cuarteles, y por estar casi todos enfermizos ninguno los admitía por las casas; dormían y alojábanse por los cubiertos de las plazas y calles; en la Plaza Nueva, bajo un tejado que hay en el Palacio del Obispo, estaban más de trescientos cargados de mujeres e hijos, que vivían como brutos, y era lástima verlos: salíanse de día a buscar fajos de verde de se, y después de haber dormido sobre ellos los vendían; y por esta causa se fue extendiendo de nuevo el contagio por la ciudad, y también que a la misma sazón llegaron de la parte de Valencia, en barca, muchos irlandeses, soldados que traían consigo el contagio o enfermedades, porque al desembarcarse se veían todos enfermizos y perdidos, que los mas pasaron al Hospital General».
Incluso en Flandes también empezaron a dar problemas, produciéndose en 1655 el motín del tercio irlandés de O´Reilly, significativo por ser el primer amotinamiento desde 1607. En 1655 se terminaría con las levas masivas de irlandeses, aunque seguirían incorporándose hombres a título individual.

Durante la Guerra de los Nueve Años hubo interés en conseguir que Guillermo de Orange permitiría reclutar en la propia Irlanda, en 1694-95; intento infructuoso ya que Guillermo requería de todo el potencial humano posible para sus propias fuerzas. La campaña orangista en Irlanda provocó un nuevo exilio de irlandeses, pero lógicamente estos eligieron como destino Francia y no una España, aliada de Inglaterra. Para 1697, el tercio irlandés combatiendo en Cataluña estaba reducido a 30 hombres -combatía mezclado con la infantería española-, y fue finalmente reformado tras servir en la defensa de Barcelona ese mismo año.



Imagen
Zvonimir Grbasic; arcabucero irlandés, 1606.


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Sitio de Fuenterrabía, 1638. En la defensa de la plaza participaron los tercios irlandeses de Tyrone y Tyrconnell, recién llegados a la Península desde Flandes.


Imagen
Mosquetero irlandés durante las Guerras Civiles inglesas.



Ingleses y escoceses.
La presencia inglesa y escocesa en los tercios estuvo inicialmente ligada a la irlandesa, y por los mismos motivos, deserción de unidades al bando hispano o exilio de católicos. Ya hemos visto que la primera unidad irlandesa se creó gracias a la deserción del regimiento “inglés” de Stanley en 1587.
Las primeras unidades de ingleses y escoceses (al igual que el caso irlandés) no lo fueron por levas directas sino por deserciones, como el caso de las guarniciones escocesas de Lier (1582) y Gueldres (1588), y la inglesa de Aalst (1583), que permitieron la formación de un regimiento inglés y de un regimiento escocés, aunque sin continuidad.

Al igual que con el caso de los irlandeses, tras la paz de 1604 se abrieron las puertas a reclutar en la propia Inglaterra y Escocia. La “"Conspiración de la Pólvora" (1605), en la que participó algún que otro veterano de Flandes como Guy Fawkes -oficial inglés que había servido en el regimiento de Stanley/Bostock-, amenazó con cortar de raíz el reclutamiento de súbditos ingleses. Al final prevaleció el interés por librarse de sujetos problemáticos, aunque se declaró que todo inglés debía prestar juramento de lealtad al rey, antes de marchar a servir a otro príncipe.
Las levas no fueron significativas hasta los primeros años de la década de los 20, en que se pudo formar un tercio escocés (Argyll) y un tercio inglés (Vaux). Se había dado permiso para reclutar hasta 8.000 hombres pero el resultado final fue muy escaso, ya que los capitanes reclutadores encontraron problemas para reunir tanta gente. Aunque los escoceses eran habituales mercenarios en esa época, no parece que les atrajera mucho el servicio para España, y los que eran católicos preferían antes Francia que España.
A la llegada a Flandes, ambos tercios se encontraron combatiendo en Bergen-op-Zoom (1622) contra ingleses y escoceses que servían en el lado holandés. A los ingleses de Vaux se les engañó diciéndoles que sólo combatirían contra ingleses y no contra compatriotas; lo que contribuyó a una enorme tasa de deserciones. En cuanto a los escoceses, durante la leva inicial se había hecho circular la noticia de que marcharían a Sicilia para protegerla de los otomanos.
A pesar de estos problemas se seguirían reclutando infantes ingleses y escoceses, cuando las circunstancias políticas lo permitían. Lo que parece que nunca se planteó fue el reclutar jinetes de las islas, aunque por ejemplo en Holanda sí servían compañías de caballería inglesas y escocesas.


A ambas naciones se tenía en Flandes por “valerosísimas, y las veces que han servido allí nunca han hecho cosa mala”. En 1659, el marqués de Caracena, afirmaba que el tercio inglés del ejército de Flandes era de los mejores unidades.
Se les acogía al igual que irlandeses por católicos y perseguidos, pero se tenían sospechas de su lealtad y de que cobijaran “herejes”. En 1645 ante un ofrecimiento de permitir la recluta de 6.000 escoceses, se rechazó: «porque en este numero de escoceses cuando hubiere católicos serán muy pocos y no conviene traerlos a España siendo herejes».
Por eso, aun cuando se llevaba a cabo una recluta, se prefería usar ingleses y escoceses en Flandes ya que como declaraba Felipe IV en 1647 al respecto de donde usar 2.500 ingleses y 1.500 escoceses: «para el servicio de España sería más deseable que se quedasen en Flandes», porque los herejes era mejor dejarlos allí.
Sin embargo poco después, las necesidades de los frentes peninsulares, forzaron el cambio de opinión. En 1648 se incorporaría al Ejército de Extremadura una unidad, reclutada por el conde de Crawford, en la que convivían escoceses, ingleses e irlandeses.

En 1667, Carlos II de Inglaterra permitió que España reclutara 4.000 hombres en sus dominios, pero sólo se reclutó la mitad, y de estos la mayoría acabaría desertando rápidamente ante la falta de pago.
El pié británico languideció a finales del siglo XVII. Tal vez por cuestiones políticas, se hizo un esfuerzo por mantenerlo como tal. En 1678 se decretó que el ejército de Flandes conservara tres tercios, uno de cada nacionalidad: irlandesa, inglesa y escocesa; aunque sus fuerzas fueran muy reducidas como para justificar el tener tercios propios. Todavía en 1681 se pudo realizar alguna leva en Inglaterra. Pero en 1690, los tres sumaban 173 hombres, siendo reformados en meras compañías para 1692.



Imagen
Entrada de los españoles en Lier (1582), entregada por los escoceses de Sempill (o Semple).


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Stephen Walsh. Mosqueteros ingleses durante la era de los Estuardo, primera mitad del siglo XVII.


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Emilio Marín Ferrer. Tercios británicos, 1681; mosquetero del tercio inglés (de azul), piquero del tercio escocés (de amarillo) y sargento del Tercio Viejo de irlandeses (de rojo).
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Moi »

Impresionante, tenia conocimiento del uso de tropas extranjeras en los conflictos europeos, pero esto es otro nivel. Brillante!
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Rafa.Rodrigo (kappo) »

Publicada la cuarta entrega:
https://elgrancapitan.org/portal/index. ... -italianos
[...] y 100 millones de ducados [...]
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Lutzow »

Moi escribió:Impresionante, tenia conocimiento del uso de tropas extranjeras en los conflictos europeos, pero esto es otro nivel. Brillante!
Sí que lo es, podría ser una tesis doctoral... :dpm: Lástima la falta de batallitas... :-

Saludos.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Miguel Villalba »

El trabajo del compañero Flavius es simplemente espectacular :Bravo . Nos tiene mal acostumbrados.
Gracias y ánimos gc96gc
«Se cuentan 16 presas inglesas conducidas a esta bahía, con 95 cañones y
293 prisioneros, en 26 meses de campaña que ha ejecutado la expresada cañonera
desde septiembre de 1799, en que se armó...»
Un Falucho, El Poderoso, con un cañón de 24 y dos menores, 43 hombres. Patrón D. Miguel Villalba, Corsario del Rey
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias Moi, y bienvenido, aunque sea con un poco de retraso. :dpm:
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

11. Suizos.
En contraposición a su alto estatus y excelente consideración dentro de los ejércitos franceses, los suizos estaban bastante mal vistos en el marco de las fuerzas hispánicas. Sí se los empleó fue por pura necesidad de tropas, valorando en especial su cercanía al Milanesado, en el que se concentraría su presencia; y en ciertas ocasiones también se reclutó para evitar su empleo por los franceses.
Además hubo razones políticas ya que las levas y las negociaciones asociadas con las autoridades helvéticas contribuían a reforzar las alianzas y pactos con la clase dirigente de los cantones; alianzas que implicaban entre otras cosas el uso de corredores militares a través de los cantones, algo vital para el traslado de tropas entre Italia y el Imperio o Flandes.


De los infantes suizos, se seguía teniendo en cuenta su tradicional disciplina y valor en combate. Incluso los españoles podían alabar que, en su opinión, los soldados de los cantones católicos eran mejores que los de los protestantes. Así los soldados de Lucerna y Soleure eran calificados de “muy buenos soldados”: los de Schwyz eran calificados de “aventajados” y los de Uri eran considerados como “los más aventajados y valerosos”.
En el siglo XVI se les seguía reconociendo en general el que “mucho valen sus picas” pero “poco caso se debe hacer de sus arcabuces”. A pesar de su relativa falta de potencia de fuego, los regimientos suizos contaban normalmente con una compañía reforzada de veteranos: los “enfants perdus” como los denominaban los franceses, que se utilizaba como escaramuceadores y fuerza de vanguardia al entrar en contacto con el enemigo.

El problema, desde el punto de vista español, no estaba en sus cualidades combativas, ya fueran mejores o peores, sino en su carácter mercenario llevado al extremo que las hacía poco dispuestas a combatir. Se les tildaba de “milicia embarazosa” y de ser quisquillosos con su servicio. y las condiciones del contrato. Como ejemplo se ponía la negativa de los suizos al servicio del Papa (aliados de España) a entrar en Francia “contra rey declarado”, señalando que la proclamación de Enrique IV como rey alteraba su compromiso. Comparados con los alemanes eran considerados gente de más gasto que provecho: «no va a los asaltos ni a las escoltas; no abre trincheras, ni toma la zapa y la pala para más que fortificar su alojamiento».
Eran tropas muy caras, mas que los mercenarios alemanes y no sólo durante el siglo XVI. En 1638, el marqués de Leganés informaba que los suizos pedían cobrar el doble por soldado alistado que los alemanes. A ello había que añadir las “dádivas y premios” que los representantes suizos exigían antes de autorizar el contacto con los coroneles con los que se iban a establecer las capitulaciones.
Cuando en ocasiones de problemas financieros, otros mercenarios se avenían a no cobrar de golpe la soldada conformándose temporalmente con el “socorro y el pan de munición”, los suizos o bien amenazaban dejar el servicio o bien se negaban a pasar muestra. El negarse a pasar muestra puede parecer poca cosa pero en la practica era un chantaje a la Hacienda; la falta de muestra impedía conocer los efectivos reales de un regimiento y podía acabar pagando los sueldos de muertos y desertores ya que los suizos no deponían su actitud hasta que consideraban que se le habían pagado todos los atrasos debidos al regimiento.


Otras fuente de preocupación era que se les consideraba, en opinión del conde de Gelves (1610), poco predispuestos a luchar contra los franceses por la presencia de muchos compatriotas suizos entre sus filas.
La falta de confianza hizo declarar al marqués de Velada (1643) que no se podían dejar las fortalezas del Milanesado en manos de guarniciones suizas sin que a la vez fueran dotadas de “número considerable de españoles e italianos que las aseguren”. Con Velada, coincidía el conde de Monterrey (1643), señalando que “ni para sitiar ni para campear es esta soldadesca”.




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Mapa con la evolución de la confederación suiza.


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H.J. Plepp. Soldado suizo, década 1570-1580.


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Disposición de las tropas en la batalla de Ivry (1590) durante las Guerras Civiles francesas. En ambos bandos, observamos la presencia de suizos, muy valorados por los franceses y en cuyo servicio lograron muchos laureles, a diferencia de su servicio para España.



Esguízaros y grisones.
El primer contingente suizo relevante al servicio de España en esta época parece haber sido el regimiento de Walter Roll, en 1574, reclutado (en los cantones de Uri, Unterwalden y Zug) para servir en Flandes. No parece haber sido muy del agrado de Luis de Requesens, y se disolvió a fin de ese año sin renovar su contrato. En época de Alejandro Farnesio, este adelantó su opinión de que no merecía la pena reclutar para Flandes unidades con contratos tan complicados.

Aun así, había un interés político en mantener alianzas con los cantones católicos. En 1583 se elaboró un tratado de amistad y alianza con varios cantones católicos. Los tratados se irían renovando, culminando con la inclusión en 1589 de Felipe II en la denominada como “Liga de Oro”, alianza de cantones católicos formada por Lucerna, Uri, Unterwalden, Schwyz, Zug, Friburgo y Soleure. Además había que tener en cuenta a la parte católica del cantón de Appenzell y el territorio del príncipe-abad de San Gall. De todos estos territorios la principal fuente de mercenarios suizos, o “esguízaros” (derivado del alemán “swîzzer”) como comúnmente se les conocía, serían los cantones de Uri y Unterwalden, aunque las unidades no se limitaban a reclutar en su propio cantón e incluso acababan aceptando a “no suizos”, no siendo raro que hubiera alemanes en los regimientos.


Es con Felipe III, cuando las levas suizas van a coger forma. De nuevo las miras iniciales están en Flandes, reclutando el coronel Juan Gaspar Lussy de Unterwalden un regimiento en el 1600, disuelto en el 1604; y un nuevo regimiento en el 1607, disuelto en el 1609 a raíz de la Tregua de los Doce Años.
Esta vez parece que fueron los propios suizos los que se llevaron una mala impresión del servicio en Flandes, ya que en los años siguientes especificaron en sus capitulaciones que sólo servirían en el Milanesado. Entre 1610 y 1635, el coronel barón de Béroldinguen, del cantón de Uri, levantó hasta 5 veces un regimiento (teóricamente de 4.000 plazas) para un servicio anual en Italia.
A estos seguirían otros regimientos. En el tratado de 1634 se preveía la posibilidad de levar hasta 13.000 hombres, cifra que se podía sobrepasar en caso de invasión enemiga del Milanesado o del Franco Condado.
Aparte de los “grandes” regimientos ocasionales, lo normal era la presencia de compañías francas, al parecer de mucho mejor servicio y más baratas. En 1643, con ocasión del relevo en el gobierno del Milanesado, el conde de Siruela aconsejó a su sucesor, el marqués de Velada, que sólo se sirviera de estas. Además se satisfacía así el interés político en el mantenimiento de una presencia militar suiza, aunque fuera reducida a unas pocas compañías.

Tras Rocroi (1643), Francisco de Melo planteó la posibilidad de reclutar de urgencia 5-6.000 suizos para Flandes, el Consejo de Estado la rechazó y Felipe IV confirmó dicho rechazo afirmando: «no parece ser de consideración por que se ha observado de muchos años a esta parte que aquella infantería es la menos estimable de Europa y la que menos servicios ha hecho en mis ejércitos».



Aparte de los esguízaros, fue cobrando una creciente importancia la presencia de “grisones” en las filas hispánicas. Situados al este de Suiza, los grisones eran miembros de lo que se conocía como la unión de las Tres Ligas. A pesar de su condición de protestantes (calvinistas) fueron admitidos en el ejército de Lombardía del marqués de Leganés en 1637, por motivos políticos.
Estos primeros grisones eran soldados que al servicio francés controlaban el estratégico valle de la Valtelina. La falta de pagos de la soldada les llevó a amotinarse. El líder del motín era el coronel Jenatsch, un pastor protestante convertido al catolicismo, lo que probablemente facilitó un acercamiento inicial. La posibilidad de echar a los franceses del valle era demasiado tentadora y Leganés aceptó pagar la soldada de los grisones.
Las buenas relaciones entre los grisones calvinistas y España culminaron en una alianza en 1639. A los grisones se les permitió mantener el control del valle a cambio de que respetaran el catolicismo de sus habitantes. De paso, Leganés consolidó una fuente adicional de tropas y los grisones representaban en 1640 un séptimo de su ejército.
A pesar de que tradicionalmente se había visto a los suizos católicos como mejores soldados que los protestantes, lo cierto es que los grisones se ganaron cierta buena fama, y su servicio se prolongó a la época de Carlos II.


En el tramo final de la Guerra de Portugal, llegaría la novedad de la presencia suiza en España. Entre 1662 y 1664 se levaron dos regimientos suizos (6.000 hombres teóricamente) que fueron traslados a Portugal. La base de la recluta fueron los cantones de Uri y Lucerna. También en 1664 se negoció el reclutamiento de 2.000 grisones con el mismo destino. Como de costumbre, las tropas realmente llegadas a la Península parecen haber sido inferiores, 5.700 entre los dos grupos. Afectados no sólo por el combate sino en mucha medida por la disentería y las fiebres, se calcula que sólo la cuarta parte regresaría a Suiza tras la paz de 1668.
En 1673 otro regimiento suizo llegaría a Cataluña con motivo de la guerra contra Francia. Hasta cinco (dos de ellos de grisones), serían reclutados en las décadas de 1680 y 1690, sirviendo algunos en Cataluña y otros en Italia. Tras la paz de Rijswick (1697) se decidió licenciar por problemas financieros dos de los tres regimientos helvéticos que servían en Milán, quedando sólo el de grisones del coronel d´Albertin, que se mantuvo por el fuerte interés en mantener en servicio al menos una unidad de esta “nación”.



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Soldados suizos compartiendo la “Milchsuppe”. Esta ilustración de principios del siglo XVII narra un episodio supuestamente ocurrido durante la Primera Guerra de Kappel (1529). Mientras sus mandos negociaban, soldados católicos de Zug y protestantes de Zürich se reunieron; y aportando unos leche y otros pan, elaboraron una “sopa de leche” que compartieron en hermandad.


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Combate cerca de Chur (1622) entre tropas católicas y grisonas. La “agitación de los grisones” se prolongaría entre 1618 y 1639, involucrando al Imperio y España en apoyo de los católicos, y a Francia en apoyo de los grisones.


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Soldados suizos “al servicio extranjero”, finales siglo XVII.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Moi »

Lutzow escribió:
Moi escribió:Impresionante, tenia conocimiento del uso de tropas extranjeras en los conflictos europeos, pero esto es otro nivel. Brillante!
Sí que lo es, podría ser una tesis doctoral... :dpm: Lástima la falta de batallitas... :-

Saludos.
Compi, muchisimas gracias por la invitacion, estoy gozando como un enano con el contenido de esta pagina.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Lutzow »

Bueno, no es una página (esta juventud enganchada a FB... :) ), somos un Foro y ahora tú formas parte de él... No todos tenemos los conocimientos de Flavius y la habilidad de plasmarlos de forma tan amena, pero como ya te comenté dispones de 20.000 temas para leer y disfrutar, muchos de ellos de altísimo nivel, como no vas a poder encontrar en ninguna Red Social, te lo puedo asegurar... :dpm:

Saludos.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Rafa.Rodrigo (kappo) »

Perdón que se me olvidó la tercera parte:

Las naciones de los Tercios (III): Tamaño y distribución de los ejércitos. Los españoles.
https://elgrancapitan.org/portal/index. ... -espanoles
[...] y 100 millones de ducados [...]
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

12. Albaneses, croatas y polacos.
Dentro de los ejércitos de la Monarquía Hispánica encontramos a veces unidades de caballería ligera irregular. En los presidios de África, se utilizaban compañías de moros mogataces, además del auxilio de los “moros de paz”; mientras que en el continente se recurría a lo que en la primera mitad del siglo XVI se denominaba como estradiotes y mas tarde como “albaneses” o “croatas”.
A lo largo de la frontera militar entre los territorios Habsburgo y los territorios otomanos se había desarrollado un tipo de caballería ligera que traspasó fronteras étnicas influenciando entre otros a albaneses, croatas, húngaros, valacos y polacos.
Se trataba de una caballería excelente para reconocimientos (batidores) y escaramuzas, así como hostigadores. Estaban equipados de manera ligera, podían llevar casco y escudo, y sus armas eran lanzas ligeras, sables y mazas. Su táctica favorita era cargar y fingir la huida para atraer al enemigo.


Los estradiotes ya habían servido con los españoles en las campañas de Italia y cuando el duque de Alba parte para Flandes, en 1568, le acompañan dos compañías de jinetes albaneses (200 jinetes). Al comentar dicha campaña, Bernadino de Mendoza, alaba la valentía de los caballos ligeros albaneses: «La caballería, llegando al puente que los enemigos sobre su mano derecha tenían, hallándolo quemado y no viendo por dónde pasar el río hasta aderezar el puente, no es bien se olvide cosa tan de alabar como lo que algunos caballos ligeros albaneses hicieron por ir en seguimiento del enemigo: que fue apearse de los caballos, forzándoles a entrar en el río y, asiéndose de las colas con sus celadas en las cabezas, y lanzas colgadas de los ristres, pasaban de la otra parte del río a seguir el alcance, que duró hasta la noche, por mandar el Duque se retirase toda la gente que iba siguiéndole y se recogiese la caballería».

Los albaneses siguieron teniendo una importante presencia durante el gobierno de Alejandro Farnesio; e incluso el italo-albanés Giorgio Basta, “hijo de un capitán de caballos albaneses”, alcanzaría el cargo de teniente-general de la caballería de Farnesio. A los albaneses nos los encontramos a menudo mencionados junto a las compañías a caballo italianas, y a veces sirviendo de escolta al propio Farnesio.
.
Una de sus bazas fuertes era atacar convoyes de suministros. Incluso una pequeña acción de este tipo podía tener importantes efectos militares, ya que a veces lograban interceptar algún envío clave para una ciudad sitiada. Otras veces les tocaba defenderlos, no siempre con fortuna. En el 1586, nos encontramos al capitán albanés Cresiac, escoltando con jinetes albaneses e italianos, un convoy a Zutphen. La caballería de Cresiac fue emboscada y derrotada por la caballería inglesa, y él mismo capturado; aunque esta a su vez acabaría siendo derrotada por la infantería española y valona próxima, que consiguió salvaguardar el vital convoy.
Aunque su valía se demostraba en escaramuzas y correrías, a veces también los encontramos en encuentros formales. En la batalla de Hardenberg (1581) se nos relata que al comienzo de la batalla, un “ala” de albaneses resultó “movida de su puesto” (desbaratada) por la artillería enemiga. Acostumbrados a tácticas de ataque y retirada, probablemente no estaban muy por la labor de sostener una línea de batalla formal, aunque pudieron ser reagrupados junto al resto de la caballería



Imagen
Estradiote albanés, siglo XVI.


Imagen
Húsar croata, finales siglo XVI.



En el siglo XVII, los que cobran protagonismo son los “croatas”, aunque al igual que en el caso de los “albaneses” del siglo XVI, en sus filas militarían gentes de diversas etnias. Junto a ellos, encontramos a veces a los polacos, ofreciendo un tipo de caballería mercenaria irregular similar. En el caso de los polacos, aunque en alguna crónica se les tildara de cosacos, se trataba de los “lisowczycy”, jinetes mercenarios que surgieron a principios del siglo XVII.
Tanto croatas como polacos fueron incorporados a las tropas imperiales al comienzo de la Guerra de los Treinta Años, prestando un gran servicio, y poco después fueron pasando también al servicio hispánico.
Los croatas ni portaban armadura ni casco (en su lugar un gorro de piel) y se armaban con sables, mazas, carabinas y un par de pistolas. Eran especialistas en atacar en “zigzag”, disparando sucesivamente ambas pistolas y carabina, para retirarse velozmente y recargar sus armas.
Con fama de muy indisciplinados, su afición por el saqueo les hacía temibles para la población civil.


En 1625 nos encontramos una referencia a que la “feroz caballería polaca y croata” se distinguió en el combate de la Riva de Chiavenna, en el norte de Italia, durante el conflicto por el valle de la Valtelina.
En 1629 se destacan en Flandes, en la operación del cruce del río Ijssel. 300 croatas formaban parte de una vanguardia de caballería e infantería, al mando de Lucas Cairo. Al encontrarse por sorpresa un fuerte ocupado por el enemigo que les bloqueaba el paso, Cairo decidió buscar una zona de vadeo. Los croatas encabezaron con audacia la operación, teniendo que abandonar sus armas de fuego en la orilla. También dejaron atrás sus sillas de montar para que no se estropearan, prefiriendo vadear a pelo. Una vez en la otra orilla, con la única pérdida de un hombre ahogado, clavaron estacas previamente atadas a maromas, facilitando el transbordo de mosqueteros y herramientas de zapa de una orilla a otra, con los que se procedió a asegurar una cabeza de puente.

En 1635 como fruto de la cooperación entre los Habsburgo se transfirieron tropas del servicio imperial al servicio español en Flandes, combatiendo estas como fuerzas auxiliares. Entre ellas había “4.000 croatos (croatas) que son otros tantos demonios” y también jinetes polacos. Estos jinetes imperiales iban a prestar grandes servicios al Cardenal Infante durante los siguientes años.
Dichos jinetes se destacaron hostigando a los franceses y neerlandeses y cebándose especialmente con sus convoyes de suministros. Jerónimo Mascareñas relata como dicha caballería era utilizada diariamente para acometer a los forrajeadores enemigos y llevarse cualquier cosa que estuviera “con poco cuidado en sus cuarteles”. Asimismo destaca que para este tipo de acciones: «Son muy a propósito para esto la caballería crovata (croata), suelta al acometer; y porque nunca se retiran en orden, raras veces son ofendidos en grueso, salvo si dan en emboscada».

No sólo se utilizaban en operaciones de hostigamiento de los ejércitos enemigos, sino que se les permitía hacer correrías por Francia. Así en noviembre de 1635, 2.000 croatas se dedicaron a saquear la región de Picardía: «hicieron grandes entradas en Francia, quemaron los burgos de la Cápela y muchos casares, corriendo hasta Bolonia y cerca de Amiens, robando innumerable ganado mayor y menor, haciendo muchos prisioneros, y trayéndolo todo a nuestras fronteras».
De nuevo en 1636, junto a los polacos, al albur de la invasión del norte de Francia: «los polacos entraron hasta 13 leguas de París, juntamente con los croatas; quemaron 63 pueblos, cogieron grande cantidad de prisioneros utriusque sexus, mucha cantidad de ganado mayor y menor, y robaron a su satisfacción».


Aunque las tropas auxiliares imperiales retornaran al Imperio en torno a 1640, la presencia croata y polaca no se desvaneció. En Honnecourt (1642), nos encontramos a los croatas ejerciendo de batidores y escaramuceadores. En 1652 todavía quedaban algunas compañías polacas en Flandes, distinguiéndose en la lucha contra los franceses. De hecho de estos últimos se hicieron varios intentos por reclutar miles de jinetes; en 1636 se había obtenido permisos para reclutar hasta cerca de 10.000 polacos que estaban siendo licenciados por el ejército polaco. El Cardenal Infante esperaba la llegada de 6-8.000 jinetes, pero estos fueron retenidos por el emperador para su propio servicio, mientras que el resto de los efectivamente reclutados acabarían en Lombardía. En 1647 otro gran intento de reunir un nutrido contingente de tropas prestas a licenciar por los ejércitos polacos se frustró por el estallido de la rebelión cosaca de 1648.

Durante la Guerra de Devolución (1667-1668), seguía habiendo un regimiento de “croatas” presente en Flandes, aunque para entonces sus miembros era mas bien alemanes y “soldados del país”. Aun así su función era la tradicional, abrir la marcha y encargarse de frenar e incitar a los franceses.
Todavía en Italia en 1684 seguimos encontrando “croatas”, ya que cinco compañías sirvieron de base para la creación de un tercio de dragones (el de Calderani, antecesor del regimiento Pavía).


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Ángel García Pinto. Croatas al servicio español saqueando una población francesa en torno a 1635.


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Juliusz Kossak. Lisowczycy.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Bibliografía.
General.
  • Albi de la Cuesta, Julio. De Pavía a Rocroi. Los Tercios de infantería española en los siglos XVI y XVII.
  • Boeri, Giancarlo & De Mirecki Quintero, Jose Luis & Palau Cuñat, José. Los Tercios de Carlos II durante la Guerra de los Nueve Años.
  • De la Rocha, Carlos & Cañete, Hugo A. & González Martín, Javier. El Ejército de Alsacia; intervención española en el alto Rhin 1633/34.
  • Maffi, Davide. En defensa del Imperio. Los ejércitos de Felipe IV y la guerra por la hegemonía europea (1631-1659).
    Parker, Geoffrey. El ejército de Flandes y el Camino Español, 1567-1659.
  • Recio Morales, Oscar. La gente de naciones en los ejércitos de los Austrias hispanos: servicio, confianza y correspondencia; en Enrique García Hernán y Davide Maffi (coords.), Guerra y sociedad en la monarquía hispánica : política, estrategia y cultura en la Europa moderna (1500-1700).
  • Ribot, Luis. Las naciones en el ejército de los Austrias; en Antonio Álvarez Ossorio y Bernardo García (eds), La monarquía de las naciones: Patria, nación y naturaleza en la monarquía de España.
  • Ribot, Luis (coord.) Historia Militar de España. Edad Moderna II. Escenario europeo.
  • Sánchez Martín, Juan L. El último ejército de Flandes; en Researching & Dragona Nº 3.
  • Storss, Cristopher. La resistencia de la Monarquía Hispánica, 1665-1700.
  • VV.AA. Revista Historia Militar, Extra nº 1 2017 – Las ordenanzas militares de los Austrias. https://publicaciones.defensa.gob.es/me ... 1_2017.pdf
  • White, Lorraine. Los Tercios en España, el combate.

Webs/blogs.
Revista Desperta Ferro.
  • Especial Nº 7. Los Tercios (II). 1600-1660.
  • Especial Nº 19. Los Tercios (VI). 1660-1704.
  • Historia Moderna Nº 1. La Guerra de Flandes.
  • Historia Moderna Nº 9. Richelieu contra Olivares. Francia en la Guerra de los Treinta Años.
  • Historia Moderna Nº 27. Gustavo Adolfo y la Guerra de los Treinta Años.
  • Historia Moderna Nº 35. Spínola y la Guerra de Flandes.

Bibliografía por naciones.
Alemanes: Borgoñones:
  • Durnerin, James. Relaciones históricas entre el Franco-condado y España.
  • Elias de Tejada, Francisco. El Franco-Condado Hispánico.
  • Quiros, Rosado, Roberto. La fiel nación. Una aproximación al servicio militar borgoñónbajo los últimos Austrias españoles (1674-1714). Cuaderno Historia Militar Nº 7 – Presencia de flamencos y valones en la Milicia española. https://publicaciones.defensa.gob.es/pr ... ebook.html
Británicos:
  • Beatriz Alonso Acero, Beatriz. El siglo XVII. Cuaderno Historia Militar Nº 1 – Presencia irlandesa en la Milicia española. https://publicaciones.defensa.gob.es/pr ... a-n-1.html
  • García Hernán, Enrique. El siglo XVI. Cuaderno Historia Militar Nº 1 – Presencia irlandesa en la Milicia española. https://publicaciones.defensa.gob.es/pr ... a-n-1.html
  • Manning, Roger B. An Apprenticeship in Arms; The origins of the British Army, 1585-1702.
  • Sanchez Martín, Juan L. Las tropas británicas de la casa de Austria; Researching & Dragona Nº 8.
Croatas: Italianos: Flamencos:
  • Maffi, Davide. Una epopeya olvidada. Los flamencos/valones al servicio de la monarquía española (siglo XVII). Cuaderno Historia Militar Nº 7 – Presencia de flamencos y valones en la Milicia española. https://publicaciones.defensa.gob.es/pr ... ebook.html
  • Sanchez Martin, Juan L. La infantería valona y alemana del ejército de Flandes, 1657-1609; Researching & Dragona Nº 5.
Suizos: --------
Y como no:
https://elgrancapitan.org/foro/viewtopi ... =45&t=6150
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Schweijk »

:Bravo :Bravo
"No sé lo que hay que hacer, esto no es una guerra".

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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Prinzregent »

Excelente trabajo.
“¿No es extraño?; los mismos que se ríen de los adivinos se toman en serio a los economistas”. Anónimo

“Los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río”. Nikita Jruchev

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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Rafa.Rodrigo (kappo) »

Me reitero, merece hacerse un libro. :Bravo
[...] y 100 millones de ducados [...]
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Miguel Villalba »

Joder, realmente currado. :Bravo :Bravo :Bravo
Saludos y a la espera del siguiente trabajo gc96gc
«Se cuentan 16 presas inglesas conducidas a esta bahía, con 95 cañones y
293 prisioneros, en 26 meses de campaña que ha ejecutado la expresada cañonera
desde septiembre de 1799, en que se armó...»
Un Falucho, El Poderoso, con un cañón de 24 y dos menores, 43 hombres. Patrón D. Miguel Villalba, Corsario del Rey
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

Gracias; por fin terminó... :ok
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Lutzow »

Libro ya!... (00)

De verdad te has leído toda esa bibliografía... :shock El artículo de los croatas es del compañero Sir Weymar, lástima que ya no se prodigue mucho por aquí...

Saludos.
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Es mejor permanecer con la boca cerrada y parecer un idiota, que abrirla y confirmarlo...
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Flavius Stilicho »

El de los croatas de Sir Weymar recomiendo leerlo entero ya que no tiene desperdicio.

En realidad me ha dejado alguno que otro por ahí de poner...
No se trata de leer todo de "pe a pa", sino de ir encontrando los fragmentos relevantes. Por ejemplo encontrar la sección dedicada a las "naciones" en tal o cual libro. De hecho, varios de los libros principales tuve que consultarlos en la biblioteca, limitándome a tomar notas y hacer alguna que otra fotocopia.
En los pdf y en internet siempre puedes ir buscando palabras clave como "valones", "croatas", "alemanes bajos",... En los de la colección de cuadernos de Historia Militar de Defensa dedicada a las diversas naciones... pues evidentemente no me voy a leer los capitulos dedicados a otros siglos que no sean el XVI y XVII.
Aun así, es verdad que ha sido bastante más laborioso de lo que estoy acostumbrado.
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Rafa.Rodrigo (kappo) »

Publicada la 5ª parte:
https://elgrancapitan.org/portal/index. ... anes-bajos
[...] y 100 millones de ducados [...]
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Re: Las naciones de los Tercios

Mensaje por Fernando Martín »

No había visto este hilo. Después de leerlo de corrido solo puedo decir una cosa. Impresionante!
Bravo y... Muchas gracias.
a por ellos que son pocos y cobardes
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