Muret - Murèth, 1213.
Dominios teóricos de Pedro II en vísperas de Muret
(mapa de la wiki)
El encuentro fatídico tiene lugar el 13 de septiembre de 1213. A primera hora de la noche del 11 Simón de Montfort llegó con sus hombres a la ciudad de Muret y entró en la ciudad con todos los hombres disponibles que había encontrado por el camino, despojando a sus otras fortalezas de todo salvo de una guarnición mínima. En total reunía 800 caballeros y 1200 infantes y arqueros. Desde el castillo podía ver la masa de soldados que sitiaban Muret desde el 30 de agosto.
Tres kilómetros más lejos, hacia el noroeste, empezaba una ondulante extensión de oro, azul y rojo: los colores de los nobles aragoneses, vascos, gascones, occitanos y catalanes. A la llamada de Pedro habían acudido todos los nobles de ambos lados de los Pirineos. El sur se unía contra el norte, por fin. Los cruzados eran muy inferiores en número -20 a 1-. Simón sólo tenía dos opciones: arriesgarse a atacar a las muy superiores fuerzas enemigas o quedarse tras las murallas y ser derrotado tras un penoso asedio. De todos modos, se calcula que Simón no tiene suministros más que para un día.
Pedro, entre la leyenda y la historia.
Por la noche del 11 al 12 llegan refuerzos de la mano del vizconde de Corbeill a Muret. Consciente de su inferioridad, se prepara para la batalla con negros presagios. Pedro, por su parte, seguro de su victoria, se lo toma con calma. Como consta en la crónica de su hijo, pasó la noche con una mujer, que la leyenda llamó la dama Corba, de tal manera que al día siguiente le costaba estar de pie durante la misa. "
Es perdé per sa follia" (1), escribió su nieto Jaime II. Y por si no quedará claro, Pere el Ceremoniòs remató el asunto con el siguiente comentario: "
E volch-ho dir per lo rei en Pere, rei d'Aragó e senyor de Montepeller, qui per sa follia fou mort a Morell" (2). Me resulta dificil creer que un guerrero de su valía, experimentado en las luchas con los sarracenos, se lanzara a una noche de pasión antes de una batalla contra un hombre de la valía militar de Montfort, pero en fín...
Más leyenda... según la crónica de Guillem de Puylaurens, los soldados de Montfort interceptan un mensaje del rey Pedro a una misteriosa dama tolosana en el que el rey le manifiesta que por su amor piensa expulsar a los franceses de esas tierras. Algunos cronistas contemporáneos consideran que esta carta fue dirigida a la hermana de Pere, Leonor, esposa del conde de Tolosa, en un gesto típico de cualquier caballero honorable de la época.
En la mañana del 12 Pedro convoca un consejo en el que exhorta a sus camaradas aragoneses a mostrar la misma valentía que les había valido la gloria en las Navas de Tolosa. El conde Raimundo recomienda prudencia, fortificar el campamento y dejar que Simón ataque, pues entonces será pasto de los arqueros del sur y listo para ser contraatacado.
Por proponer esto el conde de Tolosa es objeto de mofas, pues la victoria sólo vale si se consigue con brillantez. Además, se recuerda la actitud vacilante del conde en la batalla de Castelnadaury y esto hará que un noble aragonés, Miguel de Luisian, le haga la siguiente observación: "
Es una lástima que vos, que teníais tierras para vivir de ellas, hayáis sido tan cobarde que las habéis perdido". Ofendido, Raimundo abandona la reunión. Con sus hombres formará la retaguardia, cuya misión será quedarse en el campamento en espera de que surja una emergencia.
La batalla.
Pere divide su hueste en dos cuerpos: uno, al mando del conde de Foix y su hijo, Roger Bernat, asediará con el grueso de la infantería el oeste de la ciudad de Muret, con seis máquina de guerra. El resto, al mando del mismo Pedro, esperará a Montfort. En la retaguardia, Raymond con el grueso de la caballería aliada. Pedro quiere enfrentarse de igual a igual con Simón. Sale a campo abierto y se sitúa entre el campamento aliado y el río, con lo que el enemigo tiene que atravesarlo para atacarle, y luego quedará a su espalda, imposibilitándole la retirada.
Simón divide sus fuerzas en tres cuerpos, el primero al mando de Guillaume de Countres, el segundo de Bochard de Marly y el tercero al mando del mismo Simón. El primer contingente, el de Foix, con numerosos catalanes y vascos entre sus filas, se lanza a su encuentro. Tras ellos marcha Pedro, que ha intercambiado su armadura con la de otro caballero para que no pudieran identificarlo durante la lucha y tomarlo como rehén. O, como dicen los cronistas, porque quería luchar como un caballero normal.
El choque es brutal, confuso, sangriento, con la delicadeza de un tren de mercancías marchando a todo vapor. La potente caballería carga con estrépito, con los gritos de los caballeros, con el sol resplandeciendo en banderas, pendones, escudos, yelmos, espadas y cotas de malla. El grupo de Countres cae como una bola de cañón entre los occitanos, y se produce una áspera y sangrienta confrontación, mientras los guerreros del norte aprovechan el ímpetu de su carga y los del sur son desorganizados.
Entonces golpea Marly y dispersn al enemigo. Ven los cruzados entonces las banderas del rey de Aragón que se aproximan. Los disciplinados cruzados se reúnen para cargar de nuevo. Pedro, por su parte, avanza sin orden, sin táctica, deseoso de librar a Foix de su derrota. La caballería aliada ataca aisladamente, sin orden ni concierto, frente el compacto y disciplinado grupo cruzado. La lucha es brutal nuevamente.
En la refriega, dos caballeros que han jurado matar a Pedro o morir en el empeño, Alain de Roucy y Florent de Ville, avanzan sobre el estandarte real y se abalanzan sobre el caballero que lleva la armadura real, derribándolo. De Roucy le hace caer fácilmente y exclama:
"¡Este no es el rey, el rey Pedro es mejor caballero!"
Efectivamente, el alto y fornido monarca está acompañado de una legendaria fuerza física. Pedro, que lo ha visto, grita enardecido "El rei, heu-el aquí!" (3) a la vez que se lanza a la lucha contra estos caballeros. Vuelan a trozos los yelmos y los escudos. Los caballeros franceses caen bajo la espada del rey, que prueba una vez más su fuerza y valentía. Pero Roucy y de Ville le rodean con sus hombres. Lucha encarnizadamente hasta que es herido mortalmente, rodeado de sus fieles caballeros y de los cadáveres de sus enemigos.
Entonces, Montfort da el golpe definitivo y carga con su cuerpo sobre el flanco izquierdo de la hueste real, que, confusa por la muerte del rey, se hunde. Los soldados huyen ante la noticia de la muerte. El conde de Tolosa ve impotente el desastre, mientras espera que se le ordene intervenir. Al conocer la muerte del rey, se retira y huye. El grueso del ejército aliado no ha llegado a entrar en combate.
Entre la soldadesca de Tolosa que asedia Muret corre un funesto rumor: el rey Pedro había derrotado a Montfort. Animados, los miles de sitiadores renuevan el asalto, cuando Montfort llega por detrás con la exuberante y feroz majestad de los hombres que salen de las sombras del valle de la muerte.
La carnicería es atroz. Los que no mueren despedazados se ahogan en el río. Montfort ha logrado otra victoria milagrosa.
El cadáver de aquel joven de treinta y cinco años, desnudo y ensangrentado que yace sobre el campo de batalla, constituye una lección que hará que su hijo escriba "
Així ho ha usat sempre el nostre llinatge, en les batalles que ells han fet i en les que nós farem, de vèncer o morir" (4).
(1) "Le perdió su locura".
(2) "Y quiero decirlo por el rey Pedro, rey de Aragón y señor de Montpellier, que por su locura fue muerto en Muret.
(3) "¡El rey, helo aquí!" Ok, esto lo pudo haber gritado en catalán, occitano, francés, aragonés o tibetano, pero me gusta como suena en la crónica.
(4) "Así se ha hecho siempre en mi linaje, en las batallas que ellos hicieron y en las que nosotros haremos, de vencer o morir".
Palo Dixit: posible Anticristo, Cule y Salido que provoca manifas por donde pasa y vacalentacialano parlante.
"Que no panda el cúnico, chicos", dijo ella.
Brunodamus de día, Nostrastachel de noche, Talibán onanista.
, buena historia Bruno 
