MENDIZABAL I

"Personajes" que han dejado o pretendido dejar huella en la Historia siempre dentro de un contexto militar.

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MENDIZABAL I

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JUAN ALVAREZ Y MÉNDEZ, MENDIZÁBAL (1790-1853)

Juan de Dios Álvarez y Méndez, quien usó en vida el pseudónimo de Mendizábal por el que ha pasado la historia, es uno de los estadistas más polémicos de la historia del siglo XIX español. Estadista lo fue, sin duda, y para los liberales Pater Patriae, porque su política nunca fue abandonada por sus sucesores; a lo sumo fue ampliada o reformada por los gobernantes, moderados o radicales, que lo sucedieron. Por el contrario, los carlistas y los clericales lo consideraron poco menos que un enviado de los poderes infernales, por causa de la famosa desamortización y por la inversión lograda en el signo de la guerra civil, en que se materializaron sus reformas; los socialistas, curiosamente, también lo consideran un hombre nefasto, un típico representante del capitalismo que desperdició las posibilidades de hacer una reforma agraria más “progresista”, mediante esa misma desamortización.

Pero, ¿quién fue realmente este ilustre gaditano que logró alcanzar las más altas magistraturas de la nación y el reconocimiento general, desde su ínfimo origen plebeyo?

UN VOLUNTARIO DE LA MILICIA NACIONAL

Según el relato contenido en el Libro V –titulado “Mendizábal”- del Tomo II, de la “Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y Carlista”, obra de Antonio Pirala, la familia de Mendizábal estaba asentada en Cádiz desde hacía no mucho tiempo y era de origen judío. Sus padres, Rafael y María, poseían una pequeña tienda de lonas, trapos e hilados. Su hijo Juan, nació el 25 de febrero de 1790 y, aunque no le pudieron costear estudios –de hecho no se le conocen estudios especiales-, si le orientaron por el camino del comercio. Hombre corpulento y de talla imponente, superaba el 1,90 m. de estatura, lo que le valió el sobrenombre de “Don Juan y Medio”. Su potente voz y su excelente oratoria le daban un presencia impresionante, capaz de imponerse en las mas arduas y complejas situaciones. Mendizábal, lector infatigable siempre, fue capaz de aprender varios idiomas y de llegar a conocer con profundidad los asuntos económicos y la ciencia de la economía, logrando ser él mismo un hábil financiero, con el tiempo.

En 1808, se presentó voluntario en Cádiz, para combatir contra los invasores en la Guerra de la Independencia (1808-1814). Capturado por los franceses, fue condenado a muerte. Previamente fue encarcelado en Granada, donde ganaría su primera popularidad entre los medios patriotas por la fuga que organizó (con éxito) de la prisión, junto con varios compañeros. Este rasgo lo acompañaría siempre: hombre generoso y que procuraba trabajar en equipo. Sus excelentes dotes como organizador y administrador, le condujeron rápidamente al desempeño de los puestos de la Administración Militar dedicados a la intendencia. Doceañista (partidario de la Constitución de 1812) convencido, durante la guerra había tomado contacto con elementos masónicos. Después de 1814, se integró en varias logias, entre las que se suele citar la de “El Taller Sublime”, en Cádiz, en la que coincidiría con Istúriz y con Alcalá Galiano. Istúriz, de orientación más pro-francesa, sería con el tiempo su rival en el jefatura del liberalismo radical.

De nuevo voluntario, ahora en la Milicia Nacional, con el Golpe de los coroneles Quiroga y Riego que, el 1 de enero de 1820, proclamaron el restablecimiento de la Constitución de Cádiz de 1812. Acudió con su uniforme de miliciano y su fusil, pero Riego le hizo responsable de la intendencia de la pequeña tropa alzada. Con el fusil en una mano y el libro de cuentas y anotaciones en la otra, acompañó al coronel constitucional durante los difíciles días de enero y febrero de 1820, cuando parecía que la Revolución quedaría en mera sedición. Los pronunciamientos de La Coruña, Barcelona, Zaragoza y Pamplona, decantaron inesperadamente la situación a favor de los insurgentes, y Riego pudo entrar en Madrid en triunfo. El mismo rey Fernando VII declaró solemnemente aquello de “marchemos todos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Unos tiempos en los que se compuso el Himno de Riego, que en su estrofa final podía todavía declarar:

Nuestro Rey amado
con mucho tesón
sabrá sostenernos
con Constitución

Pero de todos es sabido que el sistema definido por las Cortes de Cádiz, tal cual se estableció, requería del concurso leal del soberano para que pudiese funcionar de un modo mínimamente satisfactorio. Y Fernando VII, como también es de todos sabido, no fue leal a su compromiso constitucionalista.

Mendizábal permanecío alejado de la política activa, rechazando las proposiciones para incorporarse a la Administración que se le hacían, habida cuenta de su renombre de ”compañero de Riego en los tiempos difíciles”. Retornó a Cádiz, donde intentó abrirse camino como comerciante y financiero, que atendía con el uniforme de Miliciano Nacional puesto permanentemente, pues la defensa del régimen constitucional requería hacer frente a las fuerzas de los autodenominados “apostólicos” (los futuros carlistas). No tomó parte en los combates del 7 y 8 de julio de 1822, en Madrid, cuando la Guardia Real intentó dar un golpe de estado (con la complicidad del Rey) que devolviera al monarca el poder absoluto, pero si lo hizo en Cádiz, donde los revoltosos también intentaron alguna asonada. Las Jornadas del 7 y 8 de julio de 1822 probaron que el sentimiento constitucional de los españoles era lo suficientemente fuerte como para no poder ser batido sin el concurso de una intervención extranjera. No podemos analizar aquí la compleja crisis nacional e internacional, en Europa y América, que se desataría por causa de la intervención francesa en España de 1823. Baste recordar que la invasión de los llamados 100.000 Hijos de San Luis, derrocó al gobierno constitucional español, repuso en el poder absoluto a Fernando VII, y permaneció en España hasta bien entrado 1826, como fuerza de ocupación. Baste recordar que Mendizábal peleó en la defensa de Cádiz, la Isla y el fuerte del Trocadero, en los últimos combates de aquella desastrosa guerra.

FINANCIERO DE ÉXITO EN LA CITY DE LONDRES

Condenado a muerte por haber participado en el Golpe de 1820, escapó por muy poco a la captura, logrando embarcar en un buque que lo llevó a Inglaterra. Tras unos adversos comienzos, su genio y empuje personales se abrieron camino en Inglaterra, donde pudo al fin ver cumplido su sueño de disponer de un establecimiento financiero propio. Porque la secreta vocación de este miliciano nacional y ardiente patriota, eran las finanzas. Ya en su primera juventud, en Cádiz, había trabajado en una entidad bancaria. Pero en Londres pudo desplegar las inmensas potencias de su poderosa imaginación (Modesto Lafuente dixit), y logró alcanzar gran notoriedad en la City por sus excelentes capacidades para realizar, con éxito y con beneficio, las más complejas operaciones comerciales y de crédito. La participación de Mendizábal en cualquier clase de empresas, significaba la garantía financiera de un hombre respetado, en términos comerciales, por toda la banca europea. La colocación de capitales y la financiación de operaciones de comercio internacional constituyeron sus especialidades. Por razón de sus conocimientos sobre el comercio exterior británico, tuvo ocasión de informarse con detalle de las circunstancias de la política internacional en la época compleja que media entre 1814 y 1834, cuando surgieron de las nuevas naciones iberoamericanas, resultantes del Brasil y de la fragmentación de la América Continental Hispana.

A lo largo de ese periodo, consiguió reunir una colosal fortuna personal. En pocas palabras, se hizo rico, muy rico. Pero Mendizábal era hombre de principios, y arriesgó varias veces todos sus recursos por sus ideas. Su fortuna personal no ha sido cuantificada nunca por nadie, pero debía ser considerable, cuando se permitía decir que si algún gobierno no daba crédito a España, a él se lo daría cualquier financiero del país de ese mismo gobierno. La verdad es que cuando Mendizábal abandonó el Ministerio de Hacienda en agosto de 1837, se desplomó la bolsa, donde la Deuda Pública llegó a registrar caídas de hasta 10 puntos en su cotización.

DE LA ECONOMÍA A LA POLÍTICA

Pero en Mendizábal hubo siempre una genuina pasión de servicio a la nación. Su pertenencia a las sociedades filantrópicas de la masonería, le había permitido conocer en la emigración a casi todos los integrantes del exilio español en Londres, y en París, a los que podía ayudar, y mucho, a causa de su desahogada posición económica. De manera que Mendizábal, hombre de ideas además de financiero, fue ganando renombre en los círculos políticos españoles, liberales y conservadores. Su estancia en Inglaterra le había hecho concebir un ambicioso y atrevido plan: conseguir que España lograse la gloria, la grandeza y el poder que poseía Gran Bretaña a causa de los principios en que se fundamentaba su organización política. Una pasión que le llevaría a participar, con su propia fortuna, en la política iberoamericana con sus intervenciones en Brasil y Portugal, para afianzar en el trono al Emperador Pedro y a la reina Maria, respectivamente, entre 1832 y 1835. En ambos casos, su actuación se centró en la reorganización de las haciendas públicas de los dos países, que lograron equilibrar sus economías gracias a los apoyos financieros logrados a través de Mendizábal y sus reformas. La reina María de Portugal le nombró Secretario de Estado para Finanzas, cargo del que hubo de desprenderse para retornar a España en septiembre de 1835.

Los éxitos de Mendizábal en Portugal, le habían convertido en la principal referencia política de los liberales españoles. El joven voluntario de la Milicia Nacional era, a sus 45 años, el hombre del que todos los españoles esperaban un milagro. En Portugal, al servicio de la reina María, había conocido la realidad de una guerra civil como la carlista, ya que el Infante D. Miguel (tío de la reina), en ese mismo tiempo, pretendía el trono como monarca absoluto, con el apoyo de la Iglesia Católica, de Francia, y de otros sectores reaccionarios. La derrota de D. Miguel en Portugal y el afianzamiento en trono de la reina Maria (1834), elevaron a Mendizábal a las más altas cotas del prestigio entre el liberalismo nacional, al punto que D. José María Queipo de Llano (el Conde de Toreno), Presidente del Gobierno, en junio de 1835, lo nombró Ministro de Hacienda: si Mendizábal había sido capaz de resolver a favor de los liberales las contiendas sucesorias de Brasil y Portugal, ¿por qué no llamarlo de vuelta a España, para que hiciese otro tanto en su patria, tan necesitada entonces?

Desde su nombramiento hasta su efectiva llegada a España, dedicó el tiempo a poner en orden sus asuntos en Londres, terminar las reformas acometidas en Portugal y concitar el apoyo activo de Francia, Inglaterra y Portugal a la causa constitucional en España. Comprometió el envío de la Legión Inglesa y del Cuerpo Portugués de 6.000 hombres. Pero, sobre todo, cambió la orientación de la diplomacia francesa, que apoyaba a los carlistas por el no reconocimiento de España al rey Luis Felipe (el usurpador Orleáns). Mendizábal comprometió el reconocimiento español y Luis Felipe comprometió en envío de una Legión de voluntarios franceses, a semejanza de la británica. Unos refuerzos que comenzarían a llegar dentro del mismo año 1835.

EL MAS DESTACADO ESTADISTA LIBERAL ESPAÑOL DEL SIGLO XIX

La llegada de Mendizábal a Madrid se produjo en un momento terrible. La autoridad desprestigiada, la facción carlista fortaleciéndose en todas partes, desataba una terrible y destructiva guerra civil que consumía la riqueza nacional y las vidas de muchos españoles, sin que los sucesivos gobiernos moderados de Cea Bermúdez, Martínez de la Rosa o el mismo Toreno, lograsen atajar ni la guerra carlista, ni el profundo descontento popular por la escasez y por los avances carlistas, que en el verano de 1835 degeneró en numerosos motines y revueltas. En las provincias se formaron Juntas Revolucionarias que desafiaban al gobierno. El caos amenazaba.

La situación del país a la muerte de Fernando VII era desastrosa. El crédito público estaba arruinado, la hacienda pública vacía, la producción agrícola en baja, el comercio casi destruido, el fantasma del hambre amenazaba por todas partes, el carlismo progresaba en sus áreas naturales (Cataluña y Vascongadas) y en el Maestrazgo. Y para completar el cuadro, España se encontraba en el mayor aislamiento internacional conocido en nuestra historia. Fernando VII no sólo fue desleal con sus padres y con su pueblo, sino que también fue desleal en sus compromisos internacionales.

La tarea que había que realizar era gigantesca, pero Mendizábal la acogió como una recompensa providencial a sus esfuerzos y sacrificios por la libertad. Desde el primer momento tuvo claro el objetivo por el que había que luchar en su patria: la pacificación, base fundamental para la creación de la riqueza. Su primera medida, nada más llegar a Madrid el 14 de septiembre de 1835, fue proclamar su programa de gobierno, en un memorable Manifiesto a la Reina y a la Nación, en el que proponía:

“Terminar la vergonzosa guerra fratricida con sólo los recursos nacionales; fijar de una vez y sin vilipendio, la reforma de las órdenes religiosas que está propuesta por ellas mismas y planteada desde 1812; afianzar los derechos del trono con los derechos del pueblo; fomentar la creación de la riqueza, de las comunicaciones y del comercio; fijar en leyes los principios rectores del sistema representativo; y restablecimiento del orden público, único modo de que el país pueda recuperarse de sus heridas y pueda restablecerse el crédito público”.

Del talante con el alcanzó el gobierno, da buena prueba lo que le dijo al General Córdova:

“Habrá leído usted mis discursos en la Cámara: Orden, tranquilidad y legalidad son mis divisas: con ellas moriré”

Y se produjo el milagro. El país consiguió poner de nuevo en tensión sus fuerzas y Mendizábal puso en marcha su programa de gobierno. La Juntas Revolucionarias se disolvieron, el desorden cesó en las provincias y en la capital. Hombre de equipos, terminaría configurando el mejor grupo de dirigentes de que dispusieron los liberales en todo el siglo. Conoció al riojano Olózaga en el mismo septiembre de 1835, apreció sus cualidades y lo nombró Gobernador Civil de Madrid, en una acertadísima designación que le permitió controlar la capital. Salustiano Olózaga sería el alma del liberalismo radical español hasta su muerte, en 1873, y constituyó el principal apoyo civil de Mendizábal. En el Ejército Mendizábal combinó los mandos entre viejos liberales reconocidos y oficiales más jóvenes, que se habían destacado en campaña. En Espartero encontraría al comandante capaz de terminar la guerra, al tiempo que hacía nacer a la política, al más significado líder liberal español de todo el siglo. Con Argüelles, principal redactor de la Constitución de Cádiz, ocupando el cargo de Preceptor de la Reina, Mendizábal lograría el panorama institucional imprescindible para que sus reformas perdurasen, estuviese o no él mismo en el gobierno. Su último ministerio lo ejerció en Hacienda, en 1843, durante los dos meses del efímero último gobierno de Espartero.

Murió en Madrid, en1853, y su entierro constituyó un acto de duelo general de la nación. En la Plaza del Progreso (actualmente de Tirso de Molina) se erigió, por suscripción pública, una estatua en su memoria, que fue destruida en 1939.

NOTA.- Este texto se ha compuesto sobre la base de los datos consignados en la Historia General de España, de Modesto Lafuente, y el La Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y Carlista, de Antonio Pirala, quien también fue sacerdote católico, además de ferviente admirador de Mendizábal. También se ha consultado el Episodio Nacional Mendizabal, de la trecera serie de los Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós.

Reservo para una segunda parte la revisión de su obra de gobierno y el juicio de sus contemporáneos.

Muchos saludos (lo prometido es deuda)


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Mensaje por Verdoy »

Bravo Pla!! :roll: :roll: :roll: La espero con impaciencia.

Saludos :)
Alexandros el Argéada
Graecia capta ferum victorem cepit....
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Pla
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Mensaje por Pla »

Gracias, Verdoy, me alegro de que te haya gustado.

Estoy en la preparación, pero no es facil. Entre otras cosas, porque hay que intentar escaparse de la tentación de ponerse a explicar las tensiones y luchas políticas del momento, que son tan interesantes también. Pero estará en unos días.

Saludos
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Mensaje por Pla »

He encontrado estos días por casa un texto que me parece de interés. Un juicio sobre el personaje. Es de Segismundo Moret (Cádiz, 1838- Madrid, 1913), liberal, quien fuera Vicepresidente de las Cortes Constituyentes de 1869, Ministro en varias ocasiones y Presidente del Consejo de Ministros a comienzos del siglo XX. Y es que nunca te consigues leer todo lo que tienes.

Fue una conferencia sobre "La Historis de los Sitios de Bilbao", pronunciada en la invicta villa el día 29 de diciembre de 1908, en los locales de la sede de la Sociedad El Sitio, en la calle de Bidebarrieta.

Dijo así, refiriéndose al año 1835:

"... pero los civiles se dividieron y en sus peleas de camarilla luchaban unos contra otros, agotando las fuerzas de la nación e imposibilitando el mantenimiento del orden en el país.

Sólo una figura se destacó entre ellos, ante la que debemos inclinar nuestra frente y enviarle nuestro saludo.

Ese hombre fue D. Juan Álvarez Mendizábal, el cual, mientras todos los políticos se dividían en camarillas, mientras querían muchos de ellos obtener el favor del Palacio Real, mientras eran innumerables las intrigas, vino de Portugal para salvar la nación.

Ese hombre vino a España y fue el que comprendió lo que aquí pasaba. Encontró que la nación española no tenía punto de apoyo. Que la causa carlista tenía la propiedad amortizada, tenía los conventos, las universidades, todo, en fin, lo que no debía tener. Y Mendizábal no dio más que un golpe, pero fue un golpe supremo, el de la desamortización"

Pues para 1908 seguía teniendo un alto prestigio D. Juan y Medio.

Saludos
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