Supervivientes de Stalingrado
Publicado: 12 Oct 2005
Hola a todos.
Antes que nada un saludo a todos los participantes del foro, ya que soy nuevo por estos lares. Veo algunos conocidos de otros foros... vamos, que somos una pequeña familia.
Como entusiasta del tema de Stalingrado, quería haceros llegar unas entrevistas a supervivientes de la batalla, que creo que son de gran interés, y que traduje de algunas páginas alemanas ya puse en otros foros.
Allá va. Que aproveche...
Supervivientes recuerdan la batalla de Stalingrado (I).
Erich Burkhardt de Oelsnitz
Vi a mis compañeros morir de sed
Texto original de Gerald Praschl
Desde el primer día, luchó Erich Burkhardt en la segunda guerra mundial. Cuando estalló la guerra en septiembre del 39, fue llamado a filas el por aquel entonces mecánico de 20 años. Primero luchó en Francia. En el verano de 1941 marchó al frente Este, hacia Rusia.
Erich Burkhardt: “Desde principios del verano del 42, marchamos con el VI ejército de la Wehrmacht desde Donezk-Becken hacia Stalingrado. El 24 de agosto, con muchas pérdidas, llegamos a Kalatsch. Cuanto más lejos estábamos de la ciudad, más fuerte era la resistencia. Como era uno de los pocos que tenía permiso de conducir, estaba de servicio en el coche del comandante. Hasta que se agotó la gasolina. Desde allí tuve que ir a pie. Nuestra división luchó en el sur de Stalingrado. Cuando a mediados de noviembre supimos, que habíamos sido cercados por los rusos, reímos al principio. Pronto debimos reconocer que nuestra situación era grave. En Navidades perdimos toda esperanza de salir del cerco. El 8 de enero los rusos lanzaron octavillas: ¡Rendíos! En el cautiverio os espera comida, un buen alojamiento, mujeres guapas, y un pronto regreso a casa. El general von Paulus, al mando del sexto ejército, nos ordenó luchar hasta el final. No pensamos en ello demasiado. Porque teníamos más miedo al cautiverio que al infierno del Kessel.”
La lucha por la supervivencia.
Cada día morían cientos de mis compañeros. No era ninguna muerte heroica por el Führer, el pueblo y la madre patria. Simplemente estiraban la pata. Aún tuvimos suerte, mientras estuvimos guarecidos en la ruinas de la ciudad. Lo más desafortunados eran los que les tocó resistir fuera, en la fría estepa. Yo mismo vi como a muchos se les congelaron las piernas, y se arrastraban con las rodillas, para buscar protección en las ruinas. Quien era herido, permanecía sencillamente tumbado. Nadie se ocupaba de ellos. Gritaban hasta que morían desangrados.
El fin.
Algunos de mis compañeros empezaron a suicidarse. Nuestro comandante de división, el general von Hartmann, permaneció de pie a descubierto sobre las vías del tren, esperando la bala que lo matara. El 31 de enero del 43, los rusos ya estaban frente a nuestro sótano. Les lanzamos nuestras armas. Nos sacaron afuera y nos llevaron a la Plaza Roja, en el centro de Stalingrado. Allí vi como los rusos evacuaban al general von Paulus. El hombre que nos había ordenado luchar hasta el final, había decidido rendirse.
En el tren de la muerte a Uzbekistán.
Lo que debí presenciar, fue más horrible que en el Kessel. Los rusos nos cargaron en un tren. 100 hombres por vagón. Apenas nos dieron de comer. Y lo más grave: nada de beber. A través de las tablas de la pared del vagón, que traqueteaba por Rusia, debimos ver como fuera, los rusos llenaban la caldera con agua. Y estábamos allí muriéndonos de sed. Las muertes empezaron. Amontonábamos a los muertos en una pila en el centro del vagón. Pronto no tuvimos fuerzas para mover sus cuerpos. Así que los moribundos, se arrastraban ellos mismos hasta la pila. Los cuerpos de más abajo, empezaron a descomponerse. Cuando después de 22 días llegamos a Uzbekistán y abrieron las puertas, en nuestro vagón solamente quedábamos 6 con vida. 94 habían fallecido. En algunos vagones no sobrevivió nadie.
El horror del campo.
En el campamento de prisioneros apenas había comida. La malaria, el tifus y la disentería se extendían. Desde febrero hasta mayo del 43, de los 6.000 supervivientes del tren, murieron todos menos 1200. A mediados de mayo, fui trasladado a un campo en los Urales. Allí también había trabajo duro y poca comida. Al final perdí 44 kilos. En agosto del 45 tuve por fin suerte. Una médico del campo, certificó que a causa de la desnutrición, estaba muy enfermo y se me permitió volver a casa.
Guardar silencio.
En mi casa de Sachsen se me dijo muy claro, que sería mejor que no dijera nada sobre mis experiencias en los campos soviéticos. El horror de los campos era un tema tabú en la DDR. Sólo a partir de 1990, puede hablar abiertamente del tema. Desde entonces, nos reunimos antiguos soldados que participamos en la batalla de Stalingrado. También invitamos a veteranos rusos. Cuando éramos jóvenes, tuvimos que matarnos unos a otros. Hoy, nos reunimos como amigos y compañeros.
El vagón de la muerte a Uzbekistán, sobre el que ha hablado Erich Burkhardt, fue uno de los excesos más graves cometidos contra los prisioneros de guerra alemanes. Miles de hombres murieron. También hay prisioneros que alegan buenos tratos. De 3,3 millones de prisioneros alemanes en la Unión Soviética, 1,3 millones no volvieron nunca.
Erich Burkhardt, jubilado de 83 años en el año 2003.
Burkhardt a los 17 años.
Erich Burkhardt en la guerra.
Saludos
Antes que nada un saludo a todos los participantes del foro, ya que soy nuevo por estos lares. Veo algunos conocidos de otros foros... vamos, que somos una pequeña familia.
Como entusiasta del tema de Stalingrado, quería haceros llegar unas entrevistas a supervivientes de la batalla, que creo que son de gran interés, y que traduje de algunas páginas alemanas ya puse en otros foros.
Allá va. Que aproveche...
Supervivientes recuerdan la batalla de Stalingrado (I).
Erich Burkhardt de Oelsnitz
Vi a mis compañeros morir de sed
Texto original de Gerald Praschl
Desde el primer día, luchó Erich Burkhardt en la segunda guerra mundial. Cuando estalló la guerra en septiembre del 39, fue llamado a filas el por aquel entonces mecánico de 20 años. Primero luchó en Francia. En el verano de 1941 marchó al frente Este, hacia Rusia.
Erich Burkhardt: “Desde principios del verano del 42, marchamos con el VI ejército de la Wehrmacht desde Donezk-Becken hacia Stalingrado. El 24 de agosto, con muchas pérdidas, llegamos a Kalatsch. Cuanto más lejos estábamos de la ciudad, más fuerte era la resistencia. Como era uno de los pocos que tenía permiso de conducir, estaba de servicio en el coche del comandante. Hasta que se agotó la gasolina. Desde allí tuve que ir a pie. Nuestra división luchó en el sur de Stalingrado. Cuando a mediados de noviembre supimos, que habíamos sido cercados por los rusos, reímos al principio. Pronto debimos reconocer que nuestra situación era grave. En Navidades perdimos toda esperanza de salir del cerco. El 8 de enero los rusos lanzaron octavillas: ¡Rendíos! En el cautiverio os espera comida, un buen alojamiento, mujeres guapas, y un pronto regreso a casa. El general von Paulus, al mando del sexto ejército, nos ordenó luchar hasta el final. No pensamos en ello demasiado. Porque teníamos más miedo al cautiverio que al infierno del Kessel.”
La lucha por la supervivencia.
Cada día morían cientos de mis compañeros. No era ninguna muerte heroica por el Führer, el pueblo y la madre patria. Simplemente estiraban la pata. Aún tuvimos suerte, mientras estuvimos guarecidos en la ruinas de la ciudad. Lo más desafortunados eran los que les tocó resistir fuera, en la fría estepa. Yo mismo vi como a muchos se les congelaron las piernas, y se arrastraban con las rodillas, para buscar protección en las ruinas. Quien era herido, permanecía sencillamente tumbado. Nadie se ocupaba de ellos. Gritaban hasta que morían desangrados.
El fin.
Algunos de mis compañeros empezaron a suicidarse. Nuestro comandante de división, el general von Hartmann, permaneció de pie a descubierto sobre las vías del tren, esperando la bala que lo matara. El 31 de enero del 43, los rusos ya estaban frente a nuestro sótano. Les lanzamos nuestras armas. Nos sacaron afuera y nos llevaron a la Plaza Roja, en el centro de Stalingrado. Allí vi como los rusos evacuaban al general von Paulus. El hombre que nos había ordenado luchar hasta el final, había decidido rendirse.
En el tren de la muerte a Uzbekistán.
Lo que debí presenciar, fue más horrible que en el Kessel. Los rusos nos cargaron en un tren. 100 hombres por vagón. Apenas nos dieron de comer. Y lo más grave: nada de beber. A través de las tablas de la pared del vagón, que traqueteaba por Rusia, debimos ver como fuera, los rusos llenaban la caldera con agua. Y estábamos allí muriéndonos de sed. Las muertes empezaron. Amontonábamos a los muertos en una pila en el centro del vagón. Pronto no tuvimos fuerzas para mover sus cuerpos. Así que los moribundos, se arrastraban ellos mismos hasta la pila. Los cuerpos de más abajo, empezaron a descomponerse. Cuando después de 22 días llegamos a Uzbekistán y abrieron las puertas, en nuestro vagón solamente quedábamos 6 con vida. 94 habían fallecido. En algunos vagones no sobrevivió nadie.
El horror del campo.
En el campamento de prisioneros apenas había comida. La malaria, el tifus y la disentería se extendían. Desde febrero hasta mayo del 43, de los 6.000 supervivientes del tren, murieron todos menos 1200. A mediados de mayo, fui trasladado a un campo en los Urales. Allí también había trabajo duro y poca comida. Al final perdí 44 kilos. En agosto del 45 tuve por fin suerte. Una médico del campo, certificó que a causa de la desnutrición, estaba muy enfermo y se me permitió volver a casa.
Guardar silencio.
En mi casa de Sachsen se me dijo muy claro, que sería mejor que no dijera nada sobre mis experiencias en los campos soviéticos. El horror de los campos era un tema tabú en la DDR. Sólo a partir de 1990, puede hablar abiertamente del tema. Desde entonces, nos reunimos antiguos soldados que participamos en la batalla de Stalingrado. También invitamos a veteranos rusos. Cuando éramos jóvenes, tuvimos que matarnos unos a otros. Hoy, nos reunimos como amigos y compañeros.
El vagón de la muerte a Uzbekistán, sobre el que ha hablado Erich Burkhardt, fue uno de los excesos más graves cometidos contra los prisioneros de guerra alemanes. Miles de hombres murieron. También hay prisioneros que alegan buenos tratos. De 3,3 millones de prisioneros alemanes en la Unión Soviética, 1,3 millones no volvieron nunca.
Erich Burkhardt, jubilado de 83 años en el año 2003.
Burkhardt a los 17 años.
Erich Burkhardt en la guerra.
Saludos