BERLÍN: LOS CINCO ÚLTIMOS DÍAS

La Unión Soviética y aliados vs Alemania y sus aliados

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Felipe82
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BERLÍN: LOS CINCO ÚLTIMOS DÍAS

Mensaje por Felipe82 »

Este es un relato que me encontre navegando por la red; trata sobre los últimos cinco días de Berlín cuyo autor es el General Helmuth Weidlingl. Esta extraido de sus memorias bajo el título "Lucha a muerte de la camarilla fascista en Berlín (de las Memorias del General Weidling)", y publicado en la Revista de Historia Militar soviética. El relato completo, que no está fechado, se inicia en la jornada del 23 de abril y termina con la capitulación de la ciudad. El general Weidling murió en Siberia en 1955.

Espero que les guste.

27 de abril: a las cinco de la tarde, después de un violento bombardeo, apoyado por una acción aérea en fuerza, los soviéticos atacaron a ambos lados de la Hohernzollerndamm. El mando de la zona de defensa se vio sometido a un intenso fuego. Había llegado el momento de rendir cuentas.
La Potsdamerplatz y la Leipzigerstrasse quedaron bajo el fuego potente de la artillería. El aire estaba tan saturado de polvo que formaba una espesa cortina de niebla a nuestro alrededor. A causa de ello, el automóvil en el que me dirigía a visitar al general Barenfanger avanzaba muy lentamente. Por todas partes estallaban las granadas y sus explosiones arrojaban sobre nosotros una lluvia de esquirlas. Dejamos el coche junto al castillo y recorrimos a pie el último trecho del camino, hasta alcanzar la Alexanderplatz. Las calles estaban llenas de cráteres abiertos por las bombas y por todas partes había montones de escombros; calles y plazas aparecían completamente desiertas. Tuvimos que cruzar la Alexanderplatz en breves carreras, de portal a portal, hasta alcanzar la estación del metro, para guarecernos allí del intenso fuego que lanzaban contra nosotros los morteros rusos. Casi toda la población se había refugiado en aquella amplia estación subterránea de dos pisos. Una multitud de personas aterrorizadas permanecía de pie, todos apretujados unos contra otros. Era un espectáculo escalofriante...
En el curso de aquella jornada perdimos el aeródromo de Tempelhof y luego el de Gatow, lo que puso fin, irremediablemente, a la esperanza de recibir abastecimientos por vía aérea, puesto que, en la pista de emergencia, apresuradamente preparada en el Zoo, sólo podían aterrizar aparatos pequeños. Y a partir del 28, ya no fue posible tampoco utilizar esta pista a causa de los profundos cráteres abiertos en ella por las bombas.
Por la tarde, en mi informe acerca de la situación, hablé de los sufrimientos a que se encontraba sometida la población civil y de los heridos, así como de todas las cosas que habla visto con mis propios ojos en el transcurso de toda la jornada...

28 de abril: al final de mí informe diario, subrayé que nuestras tropas ya no podrían resistir más de dos días, por cuanto al término de los mismos se encontrarían sin municiones. Por lo tanto, en mi condición de soldado, insinué la oportunidad de intentar una acción de ruptura a fin, de salir de la bolsa de Berlín. Hice hincapié, sobre todo, en el hecho de que sin duda la salida de las tropas pondría fin a los indecibles sufrimientos de la población civil. Luego expuse al Führer nuestro plan para la operación, explicándole todos los detalles sobre el mapa que había preparado con este propósito.
Durante unos momentos el Führer permaneció absorto en sus pensamientos. Él sabía muy bien que la situación era desesperada, y expresó claramente esta idea con consideraciones detalladas que pueden resumiese de la forma siguiente. Aunque la operación tuviera éxito, el único resultado que conseguiríamos sería salir de una bolsa para caer en otra. En este caso, él, Hitler, se vería obligado a vivir al descubierto, en espera de que llegase el fin, o bien tendría que refugiarse en una granja o en cualquier sitio análogo. Por lo tanto, a su juicio, creía que lo mejor era permanecer en la Cancillería.
Fue así como Hitler descartó la idea de intentar una salida. Y, una vez más, Goebbels se apresuró a inclinarse ante la voluntad del Führer. Y una vez más, también, yo tuve la impresión de que pretender convencer a aquellos dos individuos era perder el tiempo.

29 de abril: si el Führer se obstinaba en su idea de defender Berlín hasta el último hombre y si seguía insistiendo en sacrificar, por mantener una idea descabellada, a todos aquellos que todavía estaban vivos y defendían la ciudad, la catástrofe sería inevitable. Así, pues, nos esforzamos por encontrar una manera de escapar a tan absurdo destino.
Seguramente el Führer debía darse cuenta de que ni siquiera el soldado más valiente puede seguir combatiendo sin municiones. La lucha carecía ya de objetivo y desde luego no tenía ningún significado. El soldado alemán no veía salida a aquella desesperada situación. Con el corazón lleno de tristeza me dispuse a asistir a la inevitable reunión dedicada al informe diario sobre la situación.
Volví a mencionar la posibilidad de intentar una salida de la bolsa, haciendo hincapié en los términos generales de la situación. El Führer, con el ademán del hombre que ya está totalmente resignado a su destino, me respondió refiriéndose al mapa que tenía ante sus ojos. La dislocación de nuestras tropas podía deducirse aún de modo sumario por los informes transmitidos por las radios extranjeras, puesto que nuestros mandos ya no proporcionaban datos de importancia. Y desde el momento en que sus órdenes ya no se obedecían, era absurdo esperar que todavía sucediera algo favorable; por ejemplo, una ayuda de la 7ª Panzerdivision, que, según se le había ordenado, debería estar en camino hacia Berlín procedente de la zona de Nauen.
Con un visible esfuerzo, aquel hombre, que ya no era más que la sombra de lo que había sido, se levantó de su silla para indicarme que la entrevista había terminado. Solicité que tomara una decisión acerca de cuál debía ser nuestra actitud cuando se agotasen las municiones, lo que, indudablemente, ocurriría, en el mejor de los casos, al día siguiente por la noche. Tras una breve conversación con el general Krebs, el Führer replicó que, llegado ese momento, lo único que se podía hacer era abandonar Berlín en pequeños grupos, puesto que seguía rechazando la idea de que Berlín se rindiera...

30 de abril: tardamos más de una hora en llegar a la Cancillería a través de los túneles medio destruidos y de los grandes montones de ruinas y de escombros.
Una vez allí, fui conducido inmediatamente a la cámara del Führer, donde se encontraban el Reichsmínister Goebbels, el Reichleister Bormann y el general Krebs. Este último me dio las siguientes noticias:

aquel mismo día, 30 de abril, alrededor de las 15,15 horas el Führer se había suicidado;
-su cuerpo había sido incinerado en una fosa excavada en el jardín de la Cancillería;
-era preciso guardar el más absoluto silencio acerca del suicidio de Hitler; en espera de los próximos acontecimientos, se me hacía directamente responsable del mantenimiento de dicho secreto;
-solamente el mariscal Stalin había sido informado, por radio, del suicidio del Führer;
-el comandante del sector, teniente coronel Seifert, había recibido la orden de ponerse en contacto con los jefes soviéticos locales para solicitar un salvoconducto con el cual el general Krebs pudiera llegar hasta el Alto Mando soviético;
-el general Krebs era el encargado de informar al Mando soviético de los siguientes puntos: suicidio del Führer, contenido de su testamento, petición de armisticio y deseo de nuestro Gobierno de entablar negociaciones con la Unión Soviética para la capitulación de Alemania.
Quedé profundamente conmovido. Así, pues, había llegado el fin...
El general Krebs pudo abandonar nuestras líneas entre las dos y las tres de la tarde del día 1 de mayo. Pocas horas después se produjo un deplorable incidente, un incidente que tuvo consecuencias bastante desagradables. Cuando el coronel Dufving regresaba con el cable telefónico que debía establecer contacto directo con la Cancillería, el soldado soviético que le escoltaba y que andaba a su lado fue gravemente herido por un disparo aislado. Ya no había tropas organizadas que defendieran Berlín, tan sólo algunas bandas armadas...

1 de mayo: por la tarde la situación se agravó. Los defensores de Berlín estaban amontonados en una zona extremadamente reducida... No existía la menor esperanza de poder romper el cerco... Cualquier intento en este sentido habría significado nuevas y sensibles pérdidas de vidas, y, por lo demás, totalmente inútiles, pues ya no podían significar ninguna ventaja ni reportar mejora alguna de la situación. Yo, personalmente, no tenía la menor duda acerca de cual debía ser nuestra decisión. Sin embargo, independientemente de mi opinión particular, no tenía el menor deseo de tomar por mí mismo una iniciativa de semejante envergadura, y por ello solicité de mis más íntimos colaboradores que expresara cada uno, con toda franqueza, su opinión. Y todos estuvieron de acuerdo conmigo: sólo había una solución, rendirse...
Logramos establecer contacto por medio de la radio y casi en seguida con los jefes soviéticos del sector. A medianoche, el coronel von Dufving cruzó una vez más nuestras líneas para parlamentar con los soviéticos.
Aquella noche trabajamos incansablemente para conseguir informar de nuestras intenciones al mayor número posible de unidades; pero las líneas de enlace estaban tan deterioradas, que nuestros esfuerzos resultaron casi inútiles.
A las 5 de la mañana crucé una especie de puente colgante, tendido sobre el Landwehr Kanal, que se apoyaba sobre algunos pontones todavía intactos del viejo puente destruido. Desde el Mando de División soviético alcanzamos el Mando de Ejército; y en este lugar me dirigí, por última vez, a los pocos soldados alemanes que aún seguían combatiendo en algunos distritos de Berlín, ordenándoles que depusieran las armas. La orden fue comunicada personalmente por algunos de los oficiales de mi Estado Mayor, acompañados por intérpretes rusos.
Cuando llegamos al Mando de Ejército se presentó también una delegación del Ministerio de Propaganda alemán. El subsecretario permanente del citado Ministerio, doctor Fritzsche, lanzó asimismo un llamamiento a todos los soldados alemanes, diciéndoles que debían suspender inmediatamente toda acción en beneficio de la población civil de Berlín.
El jefe soviético hizo cuanto pudo para ayudamos a poner fin, del modo más rápido posible, a aquella lucha demencial e inútil.


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Erich_H

Mensaje por Erich_H »

Pues no se como seria en aquella epoca, pero " [...]cruzar la Alexanderplatz en breves carreras, de portal a portal[...]" tiene su merito, y mas si tienes que andar esquivando cascotes y metralla.
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Bruno Stachel
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Mensaje por Bruno Stachel »

Posible fuente de este artículo: http://us.geocities.com/zotrek/berlin.htm
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"Que no panda el cúnico, chicos", dijo ella.

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Felipe82
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Mensaje por Felipe82 »

Bruno Stachel escribió:Posible fuente de este artículo: http://us.geocities.com/zotrek/berlin.htm
esa es la fuente, que copie el texto hace tiempo para leerlo mas adelante y se me olvido de donde lo habia sacado :) , gracias por ponerlo que habia mas relatos que me apetecia leer
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Bruno Stachel
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Mensaje por Bruno Stachel »

Nada, aquí estamos para ayudar :dpm:

Y gracias a tí, porque me he encontrado con un relato que hacía tiempo que me leí y que merecía la pena recordar.
Palo Dixit: posible Anticristo, Cule y Salido que provoca manifas por donde pasa y vacalentacialano parlante.

"Que no panda el cúnico, chicos", dijo ella.

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Mensaje por Conde-Duque »

No está mal el texto, aunque corrobora lo dicho por otros mandos alemanes que vivieron los últimos dias de agonía de Berlín y del final de la contienda, mostrando el sufrimiento inútil de la población y de los restos del ejército que aún combatían y como hasta que no murió Hitler no se pudo poner fin al conflicto en Europa.

Saludoss :carapoker:
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