Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Gran Bretaña, EE.UU. y aliados vs Alemania y aliados

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Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Mensaje por Buscaglia »

Saludos.

El 10 de enero de 2009 murió José Mari Gamboa. Nacido en Bilbao en 1926, luchó en la 35 División norteamericana y fue herido gravemente en Bastogne. Como en "Hermanos de sangre", se escapó del hospital para volver con sus compañeros a primera línea.

Espero que dejase escritas sus experiencias de guerra (por su condición económica y cultural casi seguro que sí), porque se comió lo más duro de la campaña de 1944-45.

Cada vez quedan menos veteranos.


Según reza una antigua inscripción en la portada de la iglesia de Otxate, cuando el mundo era joven, solo habitaban la tierra y los océanos seres primordiales a los que no resultaba agradable contemplar. Extraños y deformes, procedentes del vacío y las estrellas. En una época aún arcana, estos seres primordiales se ocultaron más allá del tiempo, pero dejaron su semilla. Cthulhu engendró a los seres de la tierra; Dagón, a los marinos, y Derleta, a los lunares.

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Re: Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Mensaje por frates milites »

D.E.P.
como bien dices esperemos poder tener sus memorias...

saluten.,.
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Re: Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Mensaje por marine »

Descanse en paz ese valiente soldado, y como bien dices, cada vez son menos, desgraciadamente......
Dios ya existía antes que el Cuerpo de Marines, así que el corazón se lo podéis dar a Cristo, pero el culo pertenece al Cuerpo.

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Re: Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Mensaje por Numantia »

Vaya que curioso. ¿Qué hacía un vasco entre las tropas de Patton? ¿Era un exiliado de la Guerra Civil? Desde luego las memorias pueden ser muy interesantes.

Un saludo.
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Re: Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Mensaje por CASYD »

Aquí viene algo (poco) de sus andanzas por la WWII: http://www.euskonews.com/0284zbk/elkar_es.html

Un saludo.
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Re: Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Mensaje por Buscaglia »

Saludos.

Esa entrevista es buena para conocer su ideología, pero refleja poco de su experiencia bélica. Sin embargo, apareció una entrevista en El Correo por el 60 aniversario del final de la II Guerra Mundial que era estupenda para conocer la vida de un soldado de primera línea en el invierno de 1944-45. A ver si la encuentro y la cuelgo.
Según reza una antigua inscripción en la portada de la iglesia de Otxate, cuando el mundo era joven, solo habitaban la tierra y los océanos seres primordiales a los que no resultaba agradable contemplar. Extraños y deformes, procedentes del vacío y las estrellas. En una época aún arcana, estos seres primordiales se ocultaron más allá del tiempo, pero dejaron su semilla. Cthulhu engendró a los seres de la tierra; Dagón, a los marinos, y Derleta, a los lunares.

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Re: Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Mensaje por Pablorojo »

Descansa en paz, luchador antinazi.

Si nació en 1926 obviamente no luchó en la guerrea civil pero quizás fuera un hijo de exiliados o un niño de la guerra, pues los hubo en centros de Inglaterra, Francia y Bélgica.


Saludos.
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Re: Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Mensaje por Buscaglia »

Saludos.

Os pego la entrevista aparecida en el Diario Vasco y El Correo español el 2005, por el aniversario del final de la II Guerra Mundial.

Como decís, Gamboa no participó en la guerra civil, yo no lo definiría como "niño de la guerra", era hijo de millonarios y podría vivir en Filipinas, México o EEUU en las mejores condiciones. Entró en combate por consejo de Aguirre, el lehendakari exiliado que entonces daba clases en una Universidad americana. Se trataba de hacer un gesto simbólico para intentar mostrar que Euzkadi entraba en liza con los Aliados esperando obtener ventajas por ello al final de la guerra (Es un caso parecido al de De la Sota, otro millonario,que entró en los Marines o el de la formación del Batallón Gernika del que hemos hablado en el foro).

Pero, como Gamboa podía haberse pasado la guerra en la Universidad, seduciendo jovencitas, y escogió entrar en una unidad de primer línea, me quito el sombrero. Bueno, os dejo con sus palabras:

«¿Qué se puede decir de la guerra? Son una serie de flashes, de momentos únicos, irrepetibles y en cierto modo intransmisibles. Está el cansancio, la muerte, la soledad, el compañerismo... Detalles. En la infantería la veteranía llega pronto... o la herida y la muerte. A los quince días el soldado ya conoce todo lo que es fundamental para su supervivencia y durante un par de meses permanece en alerta constante. Transcurrido ese tiempo, comprende que la cuestión ya no es si le pasará algo o no, sino cuándo y qué es lo que le sucederá...».

Lo que le sucedió a José María de Gamboa es que la muerte pasó rozándole en el amanecer de un día de enero de 1945. Contaba sólo 18 años pero ya para entonces era un curtido suboficial del Ejército estadounidense. Cerca de Bastogne, en Bélgica, conducía a un prisionero alemán por un bosque entre nieve y cadáveres cuando un obús estalló a sus espaldas. El azar quiso que su vida no acabase ahí. Y su tenacidad hizo que aún asistiera al final de la guerra desde el frente, aquel 8 de mayo hace ahora sesenta años.


«Desde el día que llegué a los Estados Unidos, mi única idea era regresar a Europa como soldado». A la entrada de los alemanes en París, en junio de 1940, los Gamboa tuvieron que abandonar su casa de Biarritz, donde pasaban las vacaciones veraniegas, y embarcar con destino a Nueva York. Al exilio francés siguió el exilio americano: tierra y mar de por medio con su añorada Euskadi, pero un deseo cada día más intenso por vengar a sus mayores con ocasión de aquella guerra iniciada por Hitler a la que Franco pronto se sumaría, bien que discretamente.

Una vez terminado el Bachillerato, y con la mayoría de edad en perspectiva, Gamboa se dirigió al lehendakari José Antonio Aguirre, buen amigo de su familia y también residente en la Gran Manzana desde 1941: «Le dije que quería ponerme al servicio de Euskadi. José Antonio me escuchó con esa atención tan intensa que ponía en los demás, clavados sus ojos marrones sobre los míos: 'Ingresa en el Ejército americano, y cuando haga falta, te llamaré'. Para él estaba claro que aquella guerra era nuestra guerra, y que los vascos debíamos contribuir junto a los Estados Unidos a la derrota del nazismo».

Dicho y hecho. A principios de 1944, Gamboa juraba lealtad a la Constitución americana al mismo tiempo que a la ikurriña, una vez superado el rosario de controles administrativos y de pruebas médicas y sicológicas: «Éstas últimas fueron sumarias: «'¿Te gustan las chicas?'; 'Sí'; 'Aprobado'. En aquella época, los homosexuales no eran admitidos en el frente».

Para contar cómo fueron los cuatro meses de instrucción en el campo Mc Clellan de Alabama, Gamboa echa mano del séptimo arte: «Imagina una de esas películas ambientadas en los cuarteles de la US Army, con jóvenes e inexpertos reclutas a las órdenes de un sargento de hierro tiránico. Pues exactamente igual... ¿pero multiplicado por cien! La guerra no es un juego de niños y en aquel campo se nos preparó para la supervivencia».

Al llegar la primavera, a bordo de un viejo trasatlántico de nombre Aquitania (¿casualmente!), los nuevos soldados llegaban a Inglaterra y engrosaban las divisiones que participarían en el inminente desembarco norteamericano sobre las costas continentales. En un campo militar situado no lejos de Londres, el vasco Gamboa fue destinado al Regimiento de infantería 134 de la División 35, Guardia Nacional de Nebraska, integrado en el III Ejército a cuya cabeza muy pronto estaría el general Georges S. Patton, popularmente apodado Sangre y Agallas.

Días después del desembarco en Normandía, en junio de 1944, Gamboa ponía pie en las playas de Francia en una operación dirigida a ampliar las primeras zonas liberadas por el Ejército norteamericano. «Allí comenzó para mí la guerra de verdad...».

Miedo sin nota

Siempre que se habla con quienes han vivido una guerra desde la primera línea de fuego, inevitablemente surge el tema del miedo y del valor. Su jefe, el general Patton, definía al soldado valiente como «aquel que no toma nota de su miedo». Gamboa antes que de miedo prefiere hablar de un cierto estado de angustia, y de un discurrir de la propia existencia que por momentos le parecía ajena: «Te veías como un espectador de ti mismo».

Conoció situaciones difíciles como cuando, aprovechando su perfecto dominio del francés, era destinado a recorrer las casas para informarse sobre la presencia de tropas enemigas en las cercanías, entrando así en el punto de mira de la retaguardia alemana.

De aquellos primeros compases de la guerra conserva recuerdos y sensaciones deslavazados pero intensos. Por ejemplo, una casa en llamas con una pareja de ancianos en el exterior, acompañados por un perro, llorando y riendo a la vez sin parar de decir: «Merci, merci...». El ensordecedor ruido de porcelana rompiéndose en Sarreguemines, un pueblo especializado en la fabricación de vajilla. El paso por el sur de un París ya liberado donde nadie les salió a recibir -«Eso de que había chicas guapas subidas a los jeeps americanos sólo lo he llegado a ver en los documentales»-.

Y, por encima de todo, el baile continuo de rostros de compañeros que aparecían y desaparecían: «En mi regimiento, compuesto de forma estable por 2.700 soldados, hubo 6.412 muertos o heridos». Viendo así girar la ruleta, Gamboa empezó a preguntarse cuándo le tocaría a él. En la guerra, el destino no es una figura filosófica, sino algo real y palpable. Que huele a sangre.

En diciembre de 1944, Hitler inició un movimiento desesperado para cambiar el rumbo de la guerra. Su objetivo era lograr una espectacular victoria en el frente occidental y forzar así una paz separada con los aliados que le permitiese concentrar sus esfuerzos sobre el frente ruso. Esa operación desembocaría en la batalla de Las Ardenas, la mayor de la Segunda Guerra Mundial en Europa, en la que combatieron 600.000 alemanes, 500.000 norteamericanos y 55.000 ingleses.

Los blindados alemanes impactaron sobre las líneas americanas el día 16, abriendo en ellas una brecha por la que penetraron hasta la ciudad belga de Bastogne, que quedó asediada con unos 14.000 soldados norteamericanos en su interior. La reacción de Patton consistió en lanzarse contra el flanco izquierdo alemán, y en ese movimiento táctico entró en acción el Regimiento 134.

Quince bajo cero

Las condiciones eran extremas, con un frío de hasta 15 grados bajo cero, densa niebla y medio metro de nieve. El grupo de Gamboa lo componían teóricamente doce hombres, pero de hecho sólo eran siete, y él ocupaba el segundo puesto en el escalafón de mando. Enfrente, la infantería nazi y los panzer (blindados) del III Reich. Tras varios días de durísimos combates, en la tarde del 26 diciembre la IV División Blindada se abrió paso hacia Bastogne con el apoyo, desde la derecha de la carretera, de la infantería, que en esa labor sufrió un duro castigo. A las 04.50 el capitán Dwight, al mando de tres tanques, entraba en Bastogne y saludaba al general McAuliffe, jefe de las tropas cercadas: «¿Cómo está usted, general?»; «Encantado de verle, capitán».

Al comienzo del nuevo año todos sabían que la ofensiva de la Wehrmacht había fracasado, pero aún había que limpiar el territorio de los últimos focos de resistencia nazi. A esa labor estaba entregado el soldado Gamboa en la mañana del 10 de enero de 1945. Eran cerca de las ocho y aún no clareaba. «Recibí orden de avanzar en reconocimiento, con un explorador por delante, la compañía me seguiría. Caminábamos por un estrecho camino forestal, entre pinares, todo cubierto de nieve y de muertos, algunos nuestros, otros alemanes. Al llegar a un claro descubrimos una trinchera de la que, obedeciendo nuestras órdenes, salieron dos soldados con las manos levantadas, extenuados. Uno era un viejo teniente con barba; el otro, un joven. Decidí conducir al primero hasta el puesto del capitán de mi compañía para que lo interrogasen. Él iba delante, brazos en alto, yo detrás con mi fusil. De pronto, escuché la detonación de un mortero alemán; equivocadamente me pareció lejano: el obús cayó cerca de mí, alcanzándome en la espalda».

A orillas del Elba

Cuando recuperó el sentido, supo que sus heridas eran múltiples pero no de extrema gravedad y que presentaba síntomas de congelación en los pies. Tranquilizado, se quedó dormido. Al despertar nuevamente, viajaba en una ambulancia y estaba empapado de sangre. Sangre de un soldado alemán que le goteaba desde la litera superior, en la que yacía herido y susurraba «Mutter, mutter...» (madre, madre...).

Una vez curado de las heridas en un hospital de París, José Mari fue enviado a Inglaterra para su convalecencia. Pero al cabo de un mes afloró en él un sentimiento que, todavía hoy, le produce extrañeza: «Sentí nostalgia de mi compañía y de mis amigos. Así que le rogué al médico que me diera el alta para reincorporarme a mi regimiento lo antes posible». Sus camaradas le recibieron con alegría, pero le trataron de loco. El final de la guerra se adivinaba ya muy cerca, y todo el mundo temía morir en los últimos estertores del conflicto.

El 8 de mayo de 1945 Alemania firmaba su capitulación. Los boys del Regimiento 134 recibieron la noticia a orillas del Elba, con los rusos acampados al otro lado del río. El júbilo estalló como una traca festiva por ambas márgenes. La Segunda Guerra Mundial había terminado. Pero el vasco Gamboa soñaba con otro final: soñaba con una Euskadi también liberada. Por ella había combatido y por ella había estado cerca de morir.
Según reza una antigua inscripción en la portada de la iglesia de Otxate, cuando el mundo era joven, solo habitaban la tierra y los océanos seres primordiales a los que no resultaba agradable contemplar. Extraños y deformes, procedentes del vacío y las estrellas. En una época aún arcana, estos seres primordiales se ocultaron más allá del tiempo, pero dejaron su semilla. Cthulhu engendró a los seres de la tierra; Dagón, a los marinos, y Derleta, a los lunares.

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Re: Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Mensaje por Pablorojo »

Interesantísimo, Buscaglia, pero Gamboa no deja de ser un exiliado por lo que pones, si bien especial pero exiliado al fin.
Pudo cómodamente haber permanecido en retaguardia, por lo que su historial de guerra es más encomiable aún.


Saludos.
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Re: Fallece J. M. Gamboa, veterano de la 35 División (Patton)

Mensaje por Buscaglia »

Pablorojo escribió:Interesantísimo, Buscaglia, pero Gamboa no deja de ser un exiliado por lo que pones, si bien especial pero exiliado al fin.
Pudo cómodamente haber permanecido en retaguardia, por lo que su historial de guerra es más encomiable aún.


Saludos.
Saludos.

No, si yo le concedo de pleno la categoría de exiliado, pero creo que no concuerda con la de "niño de la guerra". Los "niños de la guerra" que conozco las pasaron canutas, algunos vieron a compañeros morir de hambre delante suyo (caso de la URSS), otros vivieron el desarraigo más absoluto (Gran Bretaña).

Gamboa, como nacionalista vasco y como rico, creo que hubiera vivido relativamente a gusto entre la colonia vasca de Argentina, Filipinas o México, incluso pudo quedarse en Francia, viendo partidos de pelota, comiendo en la Eusko-etxea y participando en fiestas con lo más granado de la alta sociedad de estos países. Precisamente por eso puse en mi post anterior que "me quito el sombrero" ante él y ante De la Sota o Paco Eizaguirre. Porque ellos fueron la excepción ya que la principales familias "aristocráticas" vinculadas al nacionalismo vasco "se escaquearon" de luchar (otra cosa es lo que ahora nos quieren hacer creer ciertos historiadores locales). ¡Cuidado! Aclaro que ellos se podían escaquear, tenían recursos para hacerlo. Muchos resistentes en Francia, por ejemplo, se vieron condenados a "hacer el maquis" porque los alemanes los hubiesen deportado. De haber podido elegir, seguro que muchos no hubieran subido al monte.
Según reza una antigua inscripción en la portada de la iglesia de Otxate, cuando el mundo era joven, solo habitaban la tierra y los océanos seres primordiales a los que no resultaba agradable contemplar. Extraños y deformes, procedentes del vacío y las estrellas. En una época aún arcana, estos seres primordiales se ocultaron más allá del tiempo, pero dejaron su semilla. Cthulhu engendró a los seres de la tierra; Dagón, a los marinos, y Derleta, a los lunares.

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