Jonh Sandokan escribió:Buscaglia escribió:Saludos.
Estoy con Delta en que fue un afortunado porque recibió cierto reconocimiento y homenaje. Muy tarde, después del año 2000, cuando parecía ya imposible, pero los recibió, a diferencia de tantas personas que han desaparecido sin que nadie supiera de sus trayectorias.
En la foto, con el lehendakari_

Viendo el rostro de Urcullu denota que le interesaba el acto pero que Paco no era de su partido.
Saludos.
Pues yo no puedo leer tanto en las caras, de ser así me dedicaría al poker. Pero, en efecto, Paco no era del PNV, se definía a sí mismo simplemente como antifascista y se quejaba que otros le habían adjudicado militancia en partidos simplemente por sus amigos, no habiendo sido él "hombre de carnet".
En cualquier caso, he de decir algo positivo de Urkullu: creo que en los homenajes no ha medido nunca si a quienes se rendían honores eran de su partido o de otro. Lo cual es de agradecer porque siempre no ha sido así. Hace años, cuando se iba a recordar la batalla de Machichaco, donde bacaladeros se enfrentaron al Canarias en una lucha perdida de antemano, hubo problemas porque resultó que había muchos no vascos en las tripulaciones de la flota de Euskadi, incluyendo a un capitán que creo era de Murcia y gente vinculada al mundo de los gudaris quería taparlo.
Volviendo al tema de Paco, sus dos detenciones de posguerra cuando cruzaba clandestinamente la frontera con personas y material del Gobierno Vasco:
"Me detuvieron dos veces. Una vez en el puesto fronterizo de Dancharinea, con una mujer y su hija, que tenían el esposo en Francia. El brigada de la Guardia Civil empezó a sospechar y me dijo: «¿Usted quién es?». No le convencí y ya me soltó: «Yo me he especializado en perseguir bandoleros». Uy, la hostia. Enfrente estaba la Policía y les llamó: «Este sujeto me parece que no es trigo limpio, me parece un pájaro de cuenta». Me metieron en el cuartucho que hacía de comisaría. Me pidieron la documentación, les enseñé el pase y me dijeron: «Esto está falsificado. Quédese ahí, siéntese si quiere, que vamos a llamar a la Guardia Civil de Urdax». No me fiaba de los de Urdax, ésos me conocían bien y podían pegarme un tiro. Pensé: «Paco, tienes que salir de aquí como sea, como sea». Era una pareja de policías bastante enclenques y yo tenía mucha capacidad, tanto ofensiva como defensiva, para solucionar un problema fácil con dos personas, por las artes marciales que nos habían enseñado los americanos. Pero yo soy de los que piensan que, en cuestiones de sangre, sólo hay que llegar en última instancia. Les dije que, si tenía que esperar, que quería hacer pis. En el retrete había una ventana alta, pegué un salto que no hay gato que lo haga y caí sobre unas barricas. Un salto más y entré en una taberna de la parte francesa. Allí, con el corazón desbocado, me tomé una copa. Cerca había un grupo del Gobierno vasco, en Ainhoa, y decidí ir para allí. Pero al salir, en el puentecito, saqué un pañuelo y me despedí con cachondeo de la Policía española y seguí por la carretera".
(...)
"Cuando me cogieron la última vez, fue por un chivatazo. Era finales de 1948 y veníamos cinco por el monte. Yo llevaba también documentos que me dio Mediavilla. Al llegar un poco antes del pueblo de Lesaca, vimos la maniobra de un casero que iba por un sendero hacia el pueblo. Allí avisó que había cinco individuos que podían ser maquis. Movilizaron las fuerzas militares del alto de Ibardin. No solía utilizar ese paso, sólo lo hice tres veces, aunque normalmente hubiésemos pasado antes de que se desplegasen los soldados. Pero uno del grupo tenía asma, se quedaba descolgado y nos retrasaba. Cerca de Vera del Bidasoa nos salieron al paso encima de Endarlaza. Íbamos por el sendero, junto a unas viejas minas, y vi el apagallamas de un fusil ametrallador y un soldado que hacía el gesto de tirar una granada. Dije: «¡Alto, vamos desarmados, vamos a trabajar a Francia, no somos guerrilleros, no traemos armas ni intención de haceros nada!». Y pensando en el de la granada: «¡Cuidado con la granada, no vayamos a volar todos!». Nos salvó que eran cuatro soldados, porque la Guardia Civil habría disparado sin preguntar. Dos del grupo venían retrasados. El del asma llegó hasta la frontera y se sentó en el mojón. Allí lo encontró una patrulla. Le preguntaron qué hacía allí y les dijo que era pastor, que por allí tenía el rebaño. Era tan absurdo que se hubiera parado justo en la raya que lo creyeron y escapó.
Por la noche, fingiéndonos dormidos, consulté a los dos compañeros si tenían ánimo para escapar. Ellos se acobardaron y dijeron que no merecía la pena jugarse la piel. Para quitarme responsabilidades, hice un agujero con las uñas y enterré la cartera con los papeles de Mediavilla. Como eran soldados, no nos habían registrado. Primero me llevaron al barracón de los militares en Ibardin. Y luego a la comisaria de Vera. Después me llevaron a la comisaría de la avenida de Navarra de Irún y me metieron en una celda de un metro cuadrado, del tipo que utilizaba la Gestapo, llena de humedad. Me sacaban todas las noches y me interrogaban el comisario Manzanas (7), Bazán y un comisario en jefe que vino de San Sebastián. Yo me temía que, como sacasen todo lo que les había perjudicado, en el mejor de los casos me iba a pasar en la cárcel muchos años.
Estuvieron interrogándome quince días, preguntándome por las rutas por las que metía las armas y la propaganda. Todo el día en el cuartucho y me sacaban a la noche para interrogar. Manzanas me decía que era el individuo más cínico que había pasado por allí, que qué cara tenía. Me dijeron que si ellos alguna vez habían utilizado la violencia, había sido por culpa del prisionero, que les había intentado quitar la pistola. No me tocaron e incluso Manzanas me dijo: «¡Ya lo tendrás en cuenta, cuando salgas de aquí y hables con tus acólitos, el trato que te hemos dado!». Se comportaban así porque a finales del 48 el Régimen hacía agua y éstos no las tenían todas consigo. Les daba un miedo horroroso el futuro, veían que la gente pronto les iba a escupir en la cara o pegarles un tiro. Me cogen los mismos cinco años antes o cinco años después y no lo cuento. Después de los interrogatorios me tuvieron cuatro meses en Ondarreta”.