Carlos Villarroel escribió:Solo cuando la tecnología de producción estuvo madura aparecieron los Garand o Tokarev, pero también en sociedades más industriales donde la tropa estaba acostumbrada a manejar maquinaria o útiles más complicados.
La tropa norteamericana, desde luego, pero los reclutas soviéticos eran más rurales que las patatas, y los sargentos rusos se hubiesen dado en los dientes por tener reclutas con la formación de los italianos... por muy rurales que fuesen. En los años treinta ya se estaba introduciendo la agricultura mecanizada y la gente empezaba a diferenciar entre tornillos y bombillas. Al menos, en España en las zonas más productivas, supongo que Italia no le iría a la zaga.
Pero lo cierto es que en el periodo de entreguerras se despreció el armamento de la infantería. Como escribía Hoggs en su obra (de la que creo que todos hemos disfrutado): "en 1939 no quedaba en servicio ningún avión, ningún tanque o ningún camión de la guerra anterior, pero la infantería seguía armada con los mismos fusiles" (pone eso más o menos, escribo de memoria).
Eso se podría entender en potencias que tenían un gran remanente de armas sobrantes almacenadas, como pudieran ser Inglaterra, Francia o, precisamente, Italia. No se entiende tanto en potencias que tuvieron que rearmarse casi partiendo de cero, como Alemania. Aunque los germanos pueden aducir, en su disculpa, que sus tácticas de infantería daban mucho más valor a las armas colectivas, y tenían la soberbia MG34. Pero Francia estaba sustituyendo su fusil de cerrojo por otro fusil de cerrojo (el MAS 36) e Italia se embarcó nada menos que en un cambio de calibre. Si vas a cambiar todo el "hardware" parece lógico hacerlo con un arma moderna ¿no? O al menos preguntarle a los diseñadores. Porque el 7,35 x 52 podría ser adecuado para un fusil de cerrojo, pero resulta excesivamente potente para un arma automática. Precisamente, como dice Hoggs, era en esas armas donde el cartucho de 6,5 x 52 tenía algo que decir, aunque fuese un diseño algo antiguo.
Saludos