La Dinastía Argéada: Desde los orígenes a Alejandro

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Verdoy
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La Dinastía Argéada: Desde los orígenes a Alejandro

Mensaje por Verdoy »

Estimados foristas: Aldring y yo les proponemos debatir sobre una dinástía que ha dado dos de los más grandes hombres de la historia: Filipo y Alejandro.

Les dejo para abrir boca un comentario que abarca desde los orígenes hasta Filipo II. xxx3

LOS ORÍGENES: Entre el mitos y el logos.

Herodoto, griego de Asia nacido en Halicarnaso hacia 489 a.C., nos cuenta los orígenes entre el mitos y el logos de la dinastía macedónica de los Argéadas en el libro VIII de su Historias. La genealogía propuesta por Herodoto fue admitida posteriormente por Tucídides (II,99).

Cuenta Herodoto (VIII,36) que en el año 480 a.C., durante la segunda guerra Médica, mientras invernaba en Tesalia, el general persa Mardonio mandó un mensaje a Atenas por mediación de “Alejandro, hijo de Amintas, macedonio” y nos explica que este Alejandro era descendiente de un tal Perdicas que se convirtió en rey de los macedonios en unas circunstancias muy novelescas, más dignas de una serie de “Leyendas de Macedonia” que de la obra de un historiador:

Se dice que a principios del siglo VII a.C., en la ciudad aquea de Argos, que pasabas por ser la más antigua de Grecia, vivían tres hermanos de la estirpe de Témeno, descendiente a su vez de Heracles, el hijo de Zeus y de Alcmena, la bella mortal; se llamaban Gavanes, Aéropo y Pérdicas. Los tres jóvenes se habían visto obligados a huir de Argos y habían llegado a las regiones montañosas de Iliria, A Orillas del mar Adriático. Luego de Iliria habían pasado a esa parte de la Alta Macedonia que se extiende al norte del golfo de salónica y llegaron a una pequeña ciudad (no identificada) llamada Lebea. Se pusieron a servir al rey de esa ciudad: Gavanes guardaba sus caballos, Aéropo sus bueyes y el más joven, Perdicas, las cabras, los cerdos y el ganado menor.

En ese tiempo todo el mundo era pobre, incluso las familias reales, y se alimentaban de migas de pan. En Lebea, la mujer del rey se las hacía cocer ella misma, sin duda para evitar que un panadero falto de honradez le robase algunas. Un día se dio cuenta de que la bola de pan destinada al joven y seductor Perdicas, cuando salía del horno era dos veces mayor que la de sus hermanos y los restantes miembros de l gente de la casa real. La causa de este milagro era sin duda el amor que sentía por el bello Perdicas la panadera real, que le preparaba los mejores panes. A su marido el rey le explicó que se trataba de un prodigio, que anunciaba algo grande relacionado con el bello Perdicas.

Imagen
Herodoto
http://www.losenigmas.com.ar/images/herodoto.jpg

Los reyes celosos no creen en los prodigios: el de Lebea despidió a los tres hermanos, Prohibiéndoles volver a poner los pies en sus dominios;: los jóvenes le dijeron que aceptaban marcharse, pero que exigían recibir previamente su salario. Los reyes celosos son a menudo avaros y el nuestro no era una excepción: señalando la mancha de luz que sobre el suelo de su casa formaban los rayos del sol que caían desde el orificio por donde solía escapar el humo del horno, les dijo, con la mente perturbada sin duda por algún dios: “Aquí tenéis el salario que habéis merecido. ¡Cogedlo y marchaos!.

Los dos hermanos mayores, Gavanes y Aéropo, se quedaron cortados sin saber qué responder; pero el más joven replicó: “Aceptamos, Oh rey, este salario que nos ofreces, y te damos las gracias”. Y cogiendo un cuchillo que llevaba al cinto, dibujó sobre el suelo de tierra batida un círculo alrededor de la mancha luminosa; luego, inclinándose hacia ella, esbozó por tres veces el gesto de un hombre que sacase los rayos del sol en el hueco de su mano, e hizo ademán de introducirlos en un pliegue de su túnica. Finalmente, se retiró con sus hermanos después de haber lanzado una última mirada a la hermosa panadera.

Cuando se hubieron marchado, uno de los compañeros del rey le hizo observar la gravedad del gesto ritual de Perdicas: significaba, le dijo, que a partir de ese momento el joven y sus hermanos podían considerarse amos y señores del dominio real cuyo centro era el círculo luminoso. Como todos los celosos, al rey acababan de hacerle una jugarreta, y se enfureció. Envió a sus hombres de armas en persecución de los tres hermanos, con la orden de capturarlos y matarlos. Pero los tres descendientes de Témeno habían avanzado mucho: habían franqueado un río que, tras su paso, había crecido tanto que cuando los jinetes del rey llegaron no pudieron vadearlo. Los fugitivos, ahora fuera del alcance de sus perseguidores, se asentaron al pie de una montaña, en una región donde crecen rosas de sesenta pétalos y cuyo perfume supera al de las demás rosas. Allí prosperaron, se hicieron dueños de la comarca, luego de las regiones de los alrededores, más tarde de toda Macedonia, de las que Perdicas se convirtió en primer rey. Como Perdicas descendía de Témeno y Témeno de Heracles (Hércules), la dinastía que fundó fue llamada dinastía de los Heraclidas. Más a menudo se la llama dinastía de los Argéadas por alusión a la ciudad de Argos de donde era oriundo Perdicas, y como referencia al hijo de éste, Argeo, que sería el fundador histórico de la estirpe cuyo último representante fue Alejandro Magno.

Del joven Perdicas I a Filipo II, padre de Alejandro, transcurrieron poco más de tres siglos. Durante esos 300 años Macedonia tuvo muchas ocasiones de cambiar de aspecto. El “reino” de los primeros soberanos estaba cubierto en gran parte de montañas y bosques habitados por poblaciones sedentarias y feroces, que llevaban una vida de agricultores y pequeños ganaderos en unas poblaciones aisladas unas de otras. Desconocían todo de la vida urbana y estaban casi totalmente separados de Grecia. La primera capital de Macedonia, Aigai (Egas), de donde, con buen tiempo, se puede divisar la cima nevada del monte Olimpo, sólo estaba a 320 km de Atenas.

Los seis o siete primeros reyes macedónicos no son para nosotros más que nombres; indudablemente eran los jefes de una tribu montañesa que había conseguido imponerse a otras en las montañas de Macedonia. Para los griegos del siglo VI o del V a.C. parecían bárbaros rubios de ojos azules y tez clara, cuya lengua era incomprensible, y a los que a menudo confundían con los tracios salvajes, de cuerpo cubierto de tatuajes. Fue Herodoto el primero que llamó la atención de sus contemporáneos sobre la calidad de la civilización macedonia, con dos sutiles anécdotas:

La primera concierne a una embajada enviada por Megabazo, el almirante del Gran Rey Darío al Rey Amintas I de Macedonia (540-498 a.C.). Así pues, a Aigai, la capital, llegan siete embajadores persas y le piden, de parte de Darío, “la tierra y el agua”, es decir, unos territorios y espacios marítimos. Después de responder afirmativamente a la demanda de los legados, Amintas los invita a una comida de hospitalidad, y he aquí lo que acontece:

Una vez concluido el banquete, los persas, que estaban bebiendo a discreción, le dijeron lo siguiente: “Amigo macedonio, nosotros, los persas, cuando ofrecemos un gran banquete tenemos por costumbre, en tal ocasión, incluir entre los asistentes a nuestras concubinas, así como a nuestras legítimas esposas. En vista, pues, de que tú nos has acogido con verdadera afabilidad, de que nos agasajas espléndidamente y te avienes a entregarle al rey Darío la tierra y el agua, sigue nuestra costumbre”. “Persas, respondió Amintas, entre nosotros, concretamente, no rige esa costumbre, sino la de que los hombres estén separados de las mujeres. No obstante, puesto que vosotros , que sois quienes mandáis, solicitáis este nuevo favor, también veréis satisfecha esta petición.”

Amintas envía en busca de las mujeres, que se sientan frente a los persas sonriendo. Más éstos, animados por el generosos vino de Macedonia, según cuenta Herodoto, piden más. Al contemplar la hermosura de las mujeres, se dirigieron a Amintas diciéndole que semejante proceder carecía de toda lógica, pues mejor hubiera sido que, de buenas a primeras, las mujeres hubiesen excusado su asistencia, antes que acudir y, en vez de sentarse a su lado, hacerlo frente a ellos para tormento de sus ojos. Bien a su pesar, Amintas les mandó, pues, que se sentaran junto a ellos; y apenas las mujeres hubieron obedecido, los persas, como estaban borrachos, empezaron a toquetearles los pechos y hasta es posible que alguno intentara besarlas.

Alejandro, el hijo de Amintas (futuro Alejandro I), se indigna; ruega a su padre que se retire, pretextando su edad, y que le deje arreglar las cosas. El rey, después de haber aconsejado a su hijo que se tranquilice, abandona la sala y el príncipe se dirige a sus huéspedes: “Amigos, las mujeres aquí presentes están a vuestra entera disposición, tanto si queréis hacer el amor con todas o sólo con un determinado número de ellas. Pero como ya se acerca el momento de acostaros y veo que estáis bien borrachos, permitid, si os parece oportuno, que estas mujeres vayan ahora a darse un baño y, a su regreso, una vez bañadas, podéis haceros cargo de ellas”.

Los persas aceptan encantados y siguen bebiendo mientras las mujeres vuelven a sus aposentos. Entonces Alejandro hace venir a su lado algunos jóvenes, todavía imberbes, les hace ponerse vestidos de mujer, reparte entre ellos puñales, y cuando están preparados, maquillados y perfumados, los introduce en la sala donde los persas aguardan, impacientes, a las mujeres que les han prometido. Alejandro se dirige a ellos en estos términos: “ Persas, me parece que se os ha obsequiado con un completísimo banquete en el que nada ha faltado, ya que, además de todo cuanto poseíamos, tenéis asimismo a vuestra disposición todo aquello que hemos podido conseguir para agasajaros; y concretamente, cosa que excede a toda hospitalidad, os ofrecemos, con generosa prodigalidad, a nuestras propias madres y hermanas, con el fin de que comprobéis a la perfección que , por nuestra parte, recibís los honores a que verdaderamente sois acreedores, y para que, de paso, podáis explicar al rey que os ha enviado que un griego, un gobernador de Macedonia, os ha dispensado una buena acogida tanto en la mesa como en la cama”.

Los persas tienden enseguida los brazos hacia los jóvenes macedonios disfrazados de mujeres, los hacen sentarse a su lado y, apenas intentan ponerles la mano encima, éstos sacan sus puñales y los matan a todos. Los pretendidos bárbaros macedonias habían dado una terrible lección de moral a los enviados del Gran Rey. Cuando la noticia de la matanza llegó a Susa, Megabazo amenazó a los macedonios con una severa expedición de castigo y envió a su sobrino, Búbares, a Aigai, para hacer una investigación sobre lo que había pasado. Pero aunque todavía era muy joven, Alejandro conocía la venalidad de los orientales. Compró a buen precio el silencio de Búbares, le ofreció además su propia hermana como esposa y el asunto quedó ahí: la virtud de las macedonias había sido salvaguardada y los persas aprendieron la lección. Ningún heleno lo habría hecho mejor.

La segunda anécdota concierne a los orígenes étnicos de los macedonios, que los griegos de Atenas, de Tebas y Esparta considerarían bárbaros es decir, como no-griegos. El anciano rey Amintas había muerto de vejez en sus montañas, y su hijo, el que había dado una severa lección a los borrachos persas, se había convertido en rey con el nombre de Alejandro I, en 498 a.C. Dos años después de su advenimiento, se inauguraban los 71º Juegos Olímpicos de la Hélade, y el joven soberano decidió participar en ellos.

Así fue como por vez primera, en 496 a.C., un rey de Macedonia pisó el suelo de Grecia, más exactamente el del Peloponeso, en Olimpia, para participar en las carreras a pie de los Juegos, e hizo un discurso en este sentido ante las autoridades de Olimpia. La primera reacción de los concurrentes y los representantes de las distintas ciudades griegas es de extrañeza ante el hecho de que un bárbaro pudiera expresarse con elegancia en la lengua del Atica, y la segunda apartarle del concurso que, según decía, estaba estrictamente reservado a los griegos y prohibido a todo bárbaro, aunque fuese un rey. Pero Alejandro I siguió en sus trece: defendió su causa ante los helanódicos, los magistrados encargados de hacer respetar los reglamentos de los Juegos, les demostró que era argivo de origen, que sus antepasados eran de Argos y que descendían de Heracles, el creador de los Juegos y su primer ganador. Se le admitió entonces en pie de igualdad con los griegos, y llegó el primero ex aequo en la carrera del estadio: Píndaro celebró su victoria en una oda entusiasta.

El caso provocó gran revuelo en toda Grecia y cada cual le buscó su provecho, tanto los macedonios como los atenienses. Desde el reinado de Amintas, Macedonia se había desarrollado mucho y el joven rey que era Alejandro I no había hecho el viaje a Olimpia simplemente por el placer de ganar una carrera pedestre: al hacerse reconocer oficialmente como griego, y de alta estirpe, sentaba las bases de una alianza futura, en pie de igualdad, entre Macedonia y las grandes ciudades helénicas, como Atenas, esparta o Tebas. En cuanto a los griegos, en 496 a.C. vivían desde hacía tres años bajo la amenaza de los persas, y sus estrategas sabían que, para los ejércitos del Gran Rey, la ruta más directa de Susa a Atenas pasaba por el Bósforo, Tracia, Macedonia y Tesalia: entre sus intenciones figuraba la de hacer entrar a los macedonios en la coalición antipersa, pero que su interés era el mismo que el de los súbditos de Alejandro. ¡El envite bien valía una corona en los Juegos Olímpicos!

Imagen
Estrella Argéada: símbolo de la dinastía. Escudo en miniatura.
http://www.macedonian-heritage.gr/Helle ... al/a1a.jpg

En realidad, Alejandro I no era para los griegos una liado fiable, como el futuro iba a demostrar. En primer lugar, había ofrecido su hermana por esposa al sobrino del almirante de la flota persa, para acallar el asunto del asesinato de los embajadores; pero ¿merecía un regalo tan grande aquel despreciable asunto de costumbres? Además, a diferencia de los griegos, no tenía el sentido patriótico metido en el cuerpo, no tenía ninguna historia de Macedonia que respetar, carecía de modelos heroicos como los de la Ilíada, cuyos cantos habían acunado a todos los helenos y eran tomados como ejemplo. Dada la situación internacional en el Mediterráneo, su país podía elegir entre dos soluciones: o volverse una satrapía del Imperio persa y vivir en paz bajo su protección, o zambullirse en el caldo de cultivo nacionalista de los griegos, con todas las perspectivas de guerras y desgracias que eso suponía. Así pues, se decidió por el Gran Rey. Juró obediencia a Darío en 492 a.C., y la derrota de los persas en Maratón dos años después no le hizo cambiar de campo: acompañó a Jerjes en su expedición de 480 a.C. y sufrió con él la derrota de Salamina. No cambió de bando hasta agosto del año 479 a.C., en Platea, donde traicionó a los persas a favor de los helenos, que honraron esa traición concediéndole el título de “amigo de los griegos” (Philhellenos), lo que en última instancia no era demasiado glorioso.

Como los persas ya no eran de temer, Alejandro I helenizó su corte y su capital, atrayendo a la pequeña Aigai a políticos, sabios escritores, músicos y pintores griegos. Luego murió, satisfecho, tras cuarenta y tres años de reinado; dejaba la corona de Macedonia a su hijo mayor, Pérdicas II, que le sucedió hacia 455 a.C. Pérdicas imitó a su madre y, mientras los horrores de la guerra del Peloponeso ensangrentaban la Grecia continental, pacifistas, poetas, sabios y escritores se volvieron más numerosos que nunca en la colina de Aigai, adonde fue a vivir incluso Hipócrates, el famoso médico.

En 413 a.C. Perdicas II también murió. Le sucede su hijo, Arquéalo, nacido de una concubina y no de una mujer legítima. Fue, como suele decirse, un gran rey. Al no tener que preocuparse de política extranjera ni de disputas sucesorias, Arquéalo pudo sacar provecho a los catorce años de su reinado para hacer de Macedonia un país moderno y susceptible de defenderse frete a eventuales invasores. Trasladó la capital de Aigai a Pela, en la llanura, a unos treinta kilómetros de la costa, en un cerro que dominaba un lago, unido al mar por un río navegable; la ciudad imitaba a las hermosas ciudades comerciantes griegas, con un ágora, muelles, depósitos de almacenamiento y templos. Macedonia sólo tenía caminos: Arquéalo hizo construir un gran número de carreteras que irradiaban desde Pela, ciudad que así se unía a toas las regiones del reino, incluidas las más alejadas e inaccesibles. Construyó numerosas fortalezas, que transformaron Macedonia en un bastión formidable; para mantenerlas y, llegado el caso, defenderlas, Arquéalo puso en pie un poderoso ejército y envió a Pela a oficiales griegos, e hizo traer armas y armaduras en gran cantidad.

Como su padre a su abuelo, Arquéalo era un enamorado de la literatura y las artes liberales. Acogió con generosidad a los escritores y artistas que, huyendo de la inseguridad de Grecia –transformada entonces en campo de batalla por la guerra del Peloponeso., iban a refugiarse en aquella nueva Atenas: Eurípides, que no podía seguir soportando las infidelidades de su mujer, estableció allí su residencia y pasó los dos últimos años de su vida; el poeta Agatón, en cuya casa se había celebrado el memorable banquete al que asistió Platón; Zeuxis, el pintor más famoso de toda Grecia; el músico Timoteo, etc. Por desgracia, este rey, que tantas cosas hizo pos su país, desapareció muy ponto al ser asesinado el año 339 a.C.

Este crimen sumió a Macedonia en la anarquía durante dos años. Luego la corona recayó en un sobrino de Perdicas II, hijo de su hermano Filipo y primo hermano de Arquéalo, el rey Amintas II (398-369 a.C.). Este monarca presenta tres particularidades que merecen que se le haga un sitio aparte en este desfile: en primer lugar, sometió al turbulento pueblo montañés de los lincéstidas (en el oeste de Macedonia, hacia la actual Albania); en segundo lugar, se casó con la hija de uno de los jefes de ese pueblo, llamada Eurídice, que resultó ser una conspiradora sanguinaria; por último, de ese matrimonio nacieron cuatro hijos, una mujer cuyo nombre no conocemos, y tres varones, que reinaron uno tras otro: Alejandro II (369-367 a.C.); Pérdicas III (365-359 a.C.) tras dos años de anarquía debidos a las intrigas del usurpados Pausanias; y finalmente, Filipo II de Macedonia (nacido en 382 a.C. y rey desde 356 a 336 a.C.), padre de Alejandro Magno.

En cuanto a la hija de Perdicas II, se casó con un tal Ptolomeo, que también resultaba ser amante de su madre Eurídice; cuando el rey Amintas murió en 369 a.C., la corona recayó, como se ha dicho, en Alejandro II, y Eurídice proyectó matar a su hijo para recuperar el trono, en provecho de sus amante. Ptolomeo se encargó de hacer realidad este proyecto: invitó a Alejandro II a asistir a una danza guerrera, que debía realizar él mismo con los hombres de su guardia, y en el momento álgido de la danza, cuando Alejandro II sólo prestaba atención a los danzantes, Ptolomeo ase abalanzó sobre el joven rey y lo mató. Pero los bienes mal adquiridos nunca aprovechan: Ptolomeo no pudo apoderarse de la corona, que un tal Pausanias, apoyado por una camarilla militar, quería usurpar. Eurídice pidió el arbitraje de Atenas, que envío a Pela a un militar, el estratego Ifícrates; este zanjó la querella sucesoria: Perdicas III sucedería a su hermano (reinó de 365 a 359 a.C.) y, a su muerte, la corona correspondería a su hijo Amintas, tercero de ese nombre.................

Próximamente Filipo II


Bibliografía consultada

El relato de los orígenes está basado principalmente, debido a la escasez de fuentes sobre los antecesores de Filipo, en Alejandro Magno, Roger Caratini. Editorial Plaza y Janés. Capítulo I, pags 29 a 38.

Saludos :)
Última edición por Verdoy el 23 May 2004, editado 2 veces en total.


Alexandros el Argéada
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Urogallo
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Mensaje por Urogallo »

Ah, tema magnifico. Ladrones de sol, les podriamos llamar...algo que no les viene mal si recordamos la escena de alejandro ante el famoso filosofo y su barril... :lol: .

¿ verdaderamente griegos?. :wink: . ¿ No ayudan estas leyendas a integrarles en grecia, sin ser ellos helenos?. Filoheleno....si...pero bien que ayudaron a los persas.
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Ramius
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Mensaje por Ramius »

¿Pero porqué no has presentado este post como artículo? Merece la pena :roll:

Saludos.
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Mensaje por Aldring »

Magistral introducción a nuestros personajes, Verdoy. :roll: Yo por mi parte estoy desempolvando lo que sé sobre Filipo II para poder seguirte el paso en el topic.

¡Un saludo muy cordial!
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Mensaje por Verdoy »

Estimados foristas: Por diversos motivos, últimamente dispongo de muy poco tiempo. De ahí que el prometido relato de Filipo haya tenido que esperar más de lo oportuno. Les pido disculpas por el retraso, aunque, nunca es tarde si la dicha es buena. :D

FILIPO II

“Filipo no es un griego........Es un sucio canalla de Macedonia, un lugar donde es imposible comprar un esclavo decente.”

Demóstenes. Tercera Filípica. 341 a de C.

Filipo, tercer hijo del rey Amintas II y Eurídice, sería el artífice de la transformación de la Macedonia feudal y pastoril en fase de helenización, en el gran Estado y nuevo garante de la cultura griega frente a la amenaza de destrucción que suponía Oriente......y, por qué no, los propios griegos.

Pasó parte de su niñez en el exilio como consecuencia de las políticas llevadas a cabo por sus hermanos. Como era costumbre en la Antigüedad, cuando un Estado quería mantener relaciones de paz con otro Estado, se solía enviar a un miembro de la familia real en calidad de rehén. De esta manera, Filipo fue mandado por su hermano Alejandro II, en calidad de rehén, a los ilirios. Posteriormente, a la muerte de éste, Ptolomeo, amante de su madre Eurídice y Regente, lo trajo de vuelta a Pella y lo vuelve a enviar, ésta vez a Tebas.

Allí vivió con la familia del famoso general Epaminondas. Ya desde el primer momento, Filipo se metió en las malas compañías de los amigos y parientes del laureado general. No aprovechó mucho las lecciones de filosofía e historia. Pero siguió con atención las de estrategia que aquel gran capitán había enseñado a su ejército. Epaminondas había diseñado una nueva forma de operar en el campo de batalla que había probado con éxito en la batalla de Leuctra (371 a. de C.) contra los espartanos. Para esa ocasión, Epaminondas había empleado una nueva estrategia: había concentrado lo más fuerte de sus tropas en el ala izquierda, las había dispuesto en profundidad y, con esta formación, marchó contra el ala derecha adversaria, que fue aplastada por este ataque masivo. El ejército espartano se dio a la fuga dejando 400 muertos, entre ellos el rey de Esparta.

Pese a las muchas lagunas de su cultura, cuando volvió entre los pastores de Pella, fue considerado un sabio. De hecho, él sabía lo que aquellos, criados en la montaña y sin puntos de referencia, ignoraban: que Macedonia era una comarca semibárbara, que debía romper su aislamiento con el resto de Grecia y que el mejor modo de hacerlo era apoderarse de ella. Más esto sólo se podía conseguir después de haber unificado el mando de Macedonia, o sea, después de haber destruido o sometido a las fuerzas feudales y centrífugas de la nobleza local.

A fin de preparar a su hermano, destinado a sucederle algún día, Pérdicas III le confió el gobierno de una provincia, responsabilidad que ejerció entre los años 365-359 a. de C. a caballo entre ese territorio y Pella. Filipo era un pedazo de hombre listo y prepotente, guerrero intrépido, cazador infatigable, siempre dispuesto a enamorarse indistintamente de una hermosa mujer que de un guapo muchacho. Un trasfondo de astucia se encontraba en cada gesto suyo, hasta en el más espontáneo. Era de natural simpático, pero lo sabía y se aprovechaba. Pero también sabía adormecer la desconfianza de sus rivales y sus adversarios alabándolos, o colmándolos de regalos, sin dudar en emplear la corrupción cuando no bastaba al fuerza y en traicionar al más débil por el más fuerte cuando su interés le empujaba a ello.
Demóstenes, su irreductible adversario, después de haberle conocido exclamó: “¡Qué hombre! Por el poder y el éxito ha perdido un ojo, tiene un hombro roto y un brazo paralizado. ¡Y todavía no hay quien pueda hacerle poner de rodillas!”.

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Filipo II
http://thales.cica.es/rd/Recursos/rd98/ ... filipo.jpg


A la muerte de Perdicas III su hijo era demasiado joven para reinar, había que nombrar un regente o poner de oficio a otro rey en el trono. Los pretendientes eran numerosos y eran apoyados por las demás potencias de la época (Atenas, Tebas, Persia, etc.) Filipo actuó rápido y se dirigió con el ejército de su provincia hacia Pella. No tuvo necesidad de luchar porque los macedonios, despreciando a los demás pretendientes, le ofrecieron la Regencia.

Con la aceptación de la Regencia, Filipo llega al poder en el año 359 a. de C, cuando Macedonia tenía ante sí la amenaza de su disolución, debilitada por una década de luchas dinásticas y paralizada por la derrota militar a manos de los ilirios. Durante los siguientes treinta y tres años, Filipo hizo de su arruinada herencia una potencia mundial y creó la base política, militar y económica del Imperio.

Por primera vez desde su advenimiento al trono, los “compañeros del rey”, como se llamaban los ochocientos señores macedonios para afirmar su paridad con él, comenzaron a frecuentar Pella, adonde Filipo les atraía con fiestas, con los dados, las mujeres y los torneos. A menudo jugaba con ellos hasta avanzada la noche. Pero su objeto no era solamente divertirles. Entre una cacería y una borrachera, tejía la trama del mando único en la nueva organización militar copiada de Epaminondas, y contaba a aquellos indóciles barones sus sueños de gloria y de conquista.

Efectivamente, Filipo había quedado muy impresionado por el orden que reinaba en el estado tebano y que contrastaba con la indisciplina de las provincias macedonias. Había comprendido que en aquellos tiempos dominados por la guerra, la fuerza principal de un Estado era su ejército, y que la fuerza principal de los ejércitos era la disciplina. La novedad fundamental del ejército macedonio fue convertirse en un ejercito permanente y nacional, a diferencia de los ejércitos griegos que, salvo Esparta, no eran más que milicias convocadas en caso de guerra.

En el plano político, Macedonia pasó a ser una unidad que convergía en la persona del rey. Tras su temprana y decisiva victoria sobre los Ilirios (358), Filipo pudo dominar los revueltos cantones de la Alta Macedonia (Lincéstide, Oréstide, Elmiótide y Tinfea), situados a caballo de al cordillera del Pindo, entre el alto curso del Halacmón y el Epiro, que, tradicionalmente se habían mantenido independientes de la monarquía macedonia. La Corte de Pella absorbió a sus nobles y, al mismo tiempo, esos cantones ofrecían territorio abundante donde reclutar hombres: Dividió Macedonia en doce circunscripciones militares, cada una de las cuales debía suministrar una unidad de caballería, una unidad de infantería pesada (hoplitas) y una unidad de infantería ligera; las unidades llevaban el nombre de la región.

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Macedonia a la muerte de Filipo
http://www.uned.es/geo-1-historia-antig ... edonia.jpg

El ejército resultante, veinte mil infantes y cinco mil jinetes, era sometido a un entrenamiento incesante: gimnasia, marchas de hasta cincuenta kilómetros diarios. Las guerras para las que se preparaba Filipo eran guerras griegas, es decir, contra ciudades dotadas de murallas y fortificaciones. Así que en su ejército debía tener artilleros e ingenieros o constructores de máquinas de asedio. Por todo ello, en pocos años, Filipo puso en pie el más formidable instrumento de guerra que haya conocido al Antigüedad antes de las legiones romanas: La Falange, rígida muralla de dieciséis filas de infantes, protegido en los flancos por escuadrones de espantable caballería.

La unión política se cimentó mediante matrimonios. Filipo contrajo una serie de uniones: Fila de la región de Elmiótide, Audata de Iliria, Filina y Nicesípolis de Tesalia, y Meda de la región de los Getas. La más importante fue la de la formidable Olimpia, procedente de la casa real molosa, lo que provocó el control del reino de los molosos. A medida que se extendía la red de alianzas de Filipo, la influencia de su nobleza se reducía.

Para conseguir la corona, desde la Regencia, Filipo se libra de sus rivales, los demás pretendientes a la corona. Hizo matar a unos y compró a otros. Siguió con el título de Regente hasta 357 en que empieza a llamarse Rey, título que se hizo oficial en 356 a. de C.

Filipo reinó como un autócrata. Las instituciones políticas de macedonia eran sencillas y rudimentarias, y un rey fuerte tenía pocas restricciones en la práctica. Filipo probablemente consultaba a un consejo interno formado por amigos íntimos en relación con los temas de Estado más importantes, pero nada sugiere que el consejo tuviera otra función que la consultiva. El Procedimiento era aparentemente fluido e informal y, sin duda, en Macedonia no existía nada parecido al derecho escrito. El rey actuaba en el marco de la tradición. Ése es el lamento de Demóstenes: Las poleis griegas, que tenían procesos públicos de toma de decisiones, no podían competir con un autócrata inmensamente astuto que ocultaba sus actos y sus políticas. Quizá lo que mejor ilustra las ventajas de su posición es el destino de la desventurada embajada ateniense que viajó a Macedonia en el verano del año 346 para ratificar la Paz de Filócrates. La ratificación exigía la presencia física de Filipo, y los embajadores se vieron forzados a esperar con impaciencia en Pella mientras el rey terminaba sus campañas en tracia, incrementando las posesiones territoriales que al paz confirmaría. Finalmente, la paz se aceptó en Feras, la víspera de que Filipo atacara las Termópilas, cuando ya era demasiado tarde apara que los atenienses pudieran oponerse de manera eficaz.

Esta considerable libertad de acción estaba sostenida por los enormes recursos económicos de Macedonia. Las reservas minerales del reino se ampliaron considerablemente cuando Filipo ocupó el emplazamiento de Crenides en el año 356 y explotó las ricas vetas de oro del monte Pangeo. Igualmente importante era la intriga diplomática. Filipo atrajo a Pella a las figuras más destacadas del mundo griego, donde acogía magníficamente y gastaba enormes cantidades en regalos, siguiendo la tradicional hospitalidad Homérica. Filipo podía comprar voluntades e incluso financiar disidentes para que éstos se hicieran con el poder en sus ciudades de origen.

Imagen
Orden de batalla en Queronea
http://www.satrapa1.archez.com/articulo ... ronea1.jpg

A finales de los 340 a de C, Macedonia se había convertido en una gran potencia. Pocos se daban cuenta de ello y, desde luego, no lo hicieron los ciudadanos de las ciudades estado griegas que podrían haber sido consideradas las principales rivales de Filipo. Ya en el año 346, el orador ateniense Isócrates escribió una carta abierta al rey macedonio instándolo a unir los cuatro principales poderes de Grecia (Atenas, Argos, Esparta y Tebas) y ponerse al frente de ellos en una campaña contra Persia.

Sin embargo, ya en la época de Isócrates podía considerarse que dos de los cuatro grandes poderes mencionados por él habían pasado ya a la historia. Argos no podía considerarse una potencia militar significativa desde su catastrófica derrota a manos de Cleómenes de Espata en el año 494.

Algo parecido podría decirse de Esparta. La derrota de Lectura (371) y, más aún, la liberación de Mesenia (370/369) habían reducido las ambiciones de Esparta y los recursos espartanos. El número de ciudadanos varones no llegaba a mil y a nadie se le ocurría resolver la situación concediéndole más derechos a las clases subordinadas.

Los tebanos se encontraban en una posición similar. Su época gloriosa de al década de los 360 fue breve y terminó bruscamente con la desagradable y ruinosa Guerra Sagrada contra la Fócide.

Dónde quería llegar Filipo era claro, si los griegos hubieran tenido el valor de reconocerlo. Pero, otra vez más, en lugar de unirse contra la amenaza común, prefirieron pelear entre ellos. Por una cuestión de dinero, atenienses y espartanos se habían coligado contra la Liga anfictónica de Beocia y Tesalia, que, derrotada, llamó a Filipo. Este acudió, en Delfos fue aclamado protector del templo de Apolo, patrono de la Liga, y graciosamente aceptó la presidencia honoraria de las Olimpiadas siguientes, lo que era un poco la candidatura a la soberanía sobre toda Grecia.

Imagen
Urna de oro que contiene los restos de Filipo II. Procedente de la tumba, encontrada por los arqueólogos en 1977. Se conserva el cráneo, algunos huesos, la armadura, una corona de olivo hecha de oro y otros objetos.
http://skagon.teamfraud.com/images/hell ... pos_th.jpg


Finalmente Atenas despertó. Al final, la confrontación militar era casi inevitable. Llegó a finales del año 340, cuando Filipo atacó Bizancio y, en el curso del asedio, capturó todos los cereales embarcados en dirección a Atenas. La campaña final se retrasó un poco pero una vez iniciada, fue rápida y decisiva. Filipo no se proponía en serio acosar a la flota ateniense en la propóntide, porque su propia flota era rudimentaria e inexperta. En lugar de ello, dedicó la campaña del año 339 a asegurar sus fronteras septentrionales. A finales de año, se trasladó al sur dirigiendo, sin embargo, otras fuerzas anfictiónicas en teoría, para atacar la Lócride. Esto le trajo conflictos inmediatos con los tebanos, que habían empezado a sentirse molestos por el dominio de Filipo sobre la Beocia central, y aprovecharon su ausencia en el norte para expulsar a una guarnición macedonia en la entrada de las Termópilas. Frente a una amenaza común, Atenas y Tebas se aliaron y, a pesar de las propuestas de Filipo y de sus aliados, la alianza se mantuvo firme, En agosto del año 338 se produjo el desenlace. El ejército de Filipo, una parte de la totalidad de sus fuerzas, se enfrentó a una coalición integrada por un número similar de hombres: los soldados reclutados por los tebanos y los atenienses más unos pocos contingentes aliados, la mayor parte de los cuales procedían de Aquea. No era una formación impresionante. Los dos grupos principales tenían muy poco apoyo de los demás estados griegos, los cuales se conformaban con esperar el resultado (y aprovecharse de él).

Este fue catastrófico. En la llanura de Queronea, la falange macedónica demostró su superioridad sobre las fuerzas de hoplitas tradicionales. Sólo los atenienses tuvieron mil muertos y dos mil prisioneros, y los beocios o tebanos sufrieron grandes bajas, incluido la totalidad de su batallón sagrado.

El precio que se tuvo que pagar fue el de una alianza formal con Macedonia. Los espartanos se quedaron solos. Rechazaron cualquier tipo de sumisión, fueron invadidos y perdieron territorios a manos de sus rencorosos vecinos y antiguos ilotas (los mesenios). Las guarniciones macedonias ocuparon ciudadelas estratégicas por doquier. En el año 337, se convocó una reunión de aliados en Corinto y una paz común confirmó el sistema político que Filipo había creado. Sus pilares eran la libertad y la autonomía de todas las partes (bajo la hegemonía macedonia) y la prohibición del cambio político y la revolución social. La dirigía un synedrion de delegados de todos los estados aliados bajo el mando del propio Filipo.

El foro de aliados de Corinto también declaró la guerra a Persia. Éste fue el acto culminante del reinado y fue cuidadosamente preparado. El Imperio Persa había estado maduro para el ataque desde los primeros años del siglo. Atormentado por disputas sucesorias en la casa real y por revueltas endémicas en las satrapías, su propia estructura había llegado a estar amenazada de disolución.

Imagen
Otra imagen de la urna.
http://www.e-view.gr/images/photos/various/asteri.jpg


La declaración se hace con la franca intención de vengar el sacrilegio de Jerjes y liberar las ciudades griegas de Asia Menor. Se trataba de una renovación explícita de los objetivos de la Liga Delia, y el rey macedonio asumía el manto de Arístides. Expandiría su reino desquitándose por ofensas pasadas contra los helenos y, lejos de promover sus intereses privados, actuaría para todo el mundo griego. El comandante supremo de las fuerzas conjuntas era Filipo, simultáneamente Hegemon de la paz común y general en la guerra de venganza. La campaña se inició en serio en la primavera del año 336, cuando una fuerza expedicionaria macedonia de diez mil hombres cruzó el Helesponto e inició la liberación (y dominación) de la costa de Asia Menor. Filipo no llegó a tomar el mando. Fue asesinado en otoño de ese mismo año y el mando recayó en su sucesor el Gran Alejandro.

Filipo morirá asesinado por el joven Pausanias en la entrada del teatro a unos pasos de su hijo Alejandro en circunstancias oscuras. Las hipótesis más admitidas por la doctrina hablan, por una parte de la mano vengadora de Olimpia, y por otra, de la humillación a que había sido sometido Pausanias por orden de Átalo, suegro de Filipo, y por ende, indirectamente del propio rey.


BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Alejandro Magno, Roger Caratini. Capítulo I, pags 39-48. Capítulo II pags 51-56.

Alejandro Magno, A. B. Bosworth. Parte I, Capítulo I: Pags 5-24.

Historia de los Griegos, Indro Montanelli. Capítulo XLIII, pags 303-309.

Fuentes utilizadas Ad Hoc:

Alexandros (el hijo del sueño), Valero Massimo Manfredi. Editorial Grijalbo.

Alejandro Magno, La Leyenda de un Rey guerrero. Editorial sm.


Saludos
Última edición por Verdoy el 26 Nov 2005, editado 1 vez en total.
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Mensaje por Aldring »

Verdoy, inmejorable presentación de Filipo. :roll: Me imagino que ahora le tocará el turno al artículo sobre Alejandro o ¿podemos empezar con nuestros comentarios?.

Contendit...
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Mensaje por Verdoy »

Gracias Aldring. Creo que lo mejor es empezar con los comentarios, pues un relato sobre la vida de Alejandro llevaría una eternidad. Creo que lo mejor es confluir a la esencia del personaje através de la exposición y el debate de aspectos concretos de su vida. ¿Quien empieza? :D

Saludos :)
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Ramius
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Mensaje por Ramius »

Como he disfrutado, Verdoy, que gran exposición.

Que corto se me hace leerlo y como espero la lógica continuación.

Que gran artículo :roll: :roll: :roll:

Saludos.
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Mensaje por Verdoy »

Gracias Ramius :oops: Me he puesto colorado :lol: .

Como he dicho más arriba, creo que lo mejor es parcelar la vida del gran Alejandro y tocar los temas de manera aislada, pues una monografía sobre Alejandro pecaría de larga y aburrida o de corta e insuficiente.

Yo ya tengo algunas ideas :D Animaos!! :)

Saludos
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iskandar al mahdi

Mensaje por iskandar al mahdi »

concuerdo con vosotros ...
mangnifica exposición Verdoy...en verdad estuvo muy intersante
espero que sigas publicando como lo hiciste ahora
saludos
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Mensaje por Verdoy »

Estimados foristas: Comenzamos con el Gran Alejandro. Espero que les guste. :) Empezaremos por dos relatos cortos. Uno versa sobre los orígenes míticos de nuestro héroe. El otro hace un repaso de anécdotas curiosas de su infancia, juventud, vida e historia que estaré encantado de ampliar con vuestras impagables aportaciones.


ORÍGENES MÍTICOS DE ALEJANDRO

Alejandro nació en la residencia real de Pella, que desde fines del siglo V a. de C. era el centro de la movida actividad política, social e intelectual de Macedonia. Dos años después de su nacimiento, su padre subió al trono con el nombre de Filipo II.
La madre Olimpia, debió ser una joven de extraordinaria belleza. Filipo y Olimpia se conocieron, casi de niños, durante los misterios de Dionisos cuyos juegos se celebraban en la isla de Samotracia. Allí mismo tuvo lugar la fastuosa boda, algunos años después. Era la boda de un lobo y una leona. En un pasaje, Plutarco habla sin rodeos “del desagradable talante de Olimpia, mujer celosa e iracunda”. Pero la ira no es objeción de peso. Y los celos deben juzgarse con indulgencia cuando existe un motivo o, mejor dicho, una serie siempre renovada de motivos. Y en cuanto a esto, Filipo el lobo procuraba que no faltasen. No se daba cuenta de que era una leona aquella cuyo orgullo hería. Todos los indicios permiten suponer que Olimpia intervino en las intrigas que condujeron al asesinato de Filipo.

Olimpia no descubrió toda la barbarie de su terrible y diabólico carácter hasta después de la muerte de Alejandro. Con gran crueldad se vengó de todo aquel que la hubiese ofendido en alguna ocasión, hasta que finalmente fue lapidada por los parientes de quienes había hecho asesinar. En esta escena, ya anciana, dio una vez más muestras de su dignidad real; clavando una mirada ardiente en sus enemigos, se recogió el blanco cabello, se envolvió en su manto y murió sin proferir ninguna queja, alcanzada por las piedras..

Por su madre Olimpia, Alejandro descendía de Aquiles, cuya cólera cantó Homero en la Ilíada. Como la madre de Aquiles era Tetis, una diosa del mar y Hércules, que contaba entre los ascendientes de su padre, era hijo de Zeus, Alejandro podía afirmar que corría por sus venas algo de sangre divina. Tetis era una nereida que tenía cuarenta y nueve hermanas, criaturas alegres y parlanchinas, siempre jugando en las aguas y casi siempre enamoradas. Estas muchachas eran las hijas de Nereo un antiquísimo dios marino que quedó en segundo plano al triunfar el culto de Poseidón, originario de Creta, pero que nunca había sido del todo olvidado. El grupo de niñas jugando es un símbolo del juego de las olas del mar al acariciarlas una leve brisa veraniega. A veces, el niño Alejandro debió quedarse de pie en la playa, perdido en sus sueños, y deseando ardientemente que saliera de entre las olas alguna de sus divinas parientes, cabalgando un delfín, para traerle algún precioso regalo.

Alejandro no tenía motivos para poner en duda la autenticidad de su árbol genealógico; para aquella época, la guerra troyana no era más remota que lo son para nosotros las Cruzadas. En la Basílica del Santo Sepulcro, en Jerusalén, cuelga la espada de Godofredo de Bouillon, el conquistador de los Santos Lugares. Esta espada, incluso, es cien años más antigua con respecto a nosotros que lo era para Alejandro el escudo de Aquiles, que encontró en Troya, en el templo de Atenea, y que cambió por el suyo propio: era el escudo de su antepasado.

La herencia de Tetis era el elemento más luminoso y ligero del carácter de Alejandro. Junto a ella, había en su sangre muchos rasgos oscuros melancólicos, demoníacos, que durante su vida le asaltaron muchas veces y hasta su fin, cuando hubo realizado su gran misión, llegaron a dominarle totalmente. Alejandro heredó muchos rasgos de este carácter orgulloso, violento y terrible de su madre. El hecho de haber dominado durante casi toda su vida las profundidades demoníacas de su ego es uno de los menos notados, pero más admirables de este hombre extraordinario. Las escasas ocasiones en que la pasión rompió el dominio que el rey tenía de sí mismo se asemejan a erupciones de un volcán. .

ANECDOTARIO DE SU INFANCIA, JUVENTUD Y OTROS

Así refiere Plutarco, de qué modo consiguió Alejandro, a los doce años, su famoso caballo Bucéfalo: Por aquellos días Filónico de Tesalia presentó el caballo y se lo ofreció en venta a Filipo por el precio de trece talentos. Salieron al campo abierto para examinar el caballo. Pero parecía difícil de montar, o por mejor decir completamente inservible, porque no dejaba que le montasen ni obedecía voz alguna de los del séquito de Filipo, sino que a todos atacaba. Por último Filipo se impacientó y dio orden de que se llevaran el animal. En este instante dijo Alejandro, que también estaba presente:

- ¡Ah, qué caballo perdemos aquí! No saben montarlo porque son torpes y le tienen miedo.

De momento Filipo calló; pero como el muchacho seguía hablando en el mismo sentido, dando muestras de gran dolor, le dijo:

-¿Quieres censurar a personas de más edad, como si entendieras mejor de algo o supieras montar mejor?

- Sí –respondió el pequeño-. Puedo montar este animal mejor que cualquier otro que lo intente.

- Pero, si no eres capaz de montarlo, ¿qué castigo crees que merecerá tu insolencia?

- Pagaré el precio del caballo –dijo- ¡Palabra!

Todos se echaron a reír. Luego se pusieron de acuerdo en cuanto a la cantidad fijada. Al instante el joven se dirigió hacia el caballo, cogió las riendas y le hizo dar la vuelta hasta ponerlo de cara al sol. Hizo esto con toda seguridad porque había observado que el animal se encabritaba al ver su propia sombra alargada alzarse ante él y moverse vivamente a sus ojos. Luego corrió algunos pasos junto al animal, acariciándolo, y cuando vio que recuperaba la fogosidad y el valor, lo montó de un salto, asegurándose con firmeza. Al principio, sin golpearle ni dar tirones a las riendas, lo frenó un poco; luego, viendo que el caballo deponía aún lo espoleó con gritos y talonazos. Todo el séquito de Filipo estaba moralmente asustado. No se oía una sola palabra. Pero cuando Alejandro dio la vuelta según todas las reglas y volvió, orgulloso y contento, todos prorrumpieron en aclamaciones. Mas su padre derramó, según cuentan, una lágrima de alegría, le besó cuando bajó del caballo y le dijo únicamente:

- Muchacho, busca un reino más a tu medida. ¡Macedonia es demasiado pequeña para ti!.


Este chico soñador tenía ambiciones, porque en palacio no se hablaba más que de batallas ganadas o de provincias conquistadas, y cada vez que en Pela se anunciaba una nueva victoria de Filipo, decía a sus compañeros de juego: “Mi padre tomará todo, y no me dejará nada bello y magnífico que hacer y que conquistar con vosotros.”


Su primer preceptor Leonidas reprendía constantemente al chico por el derroche en la quema de incienso, material escaso y carísimo en aquella época. Años más tarde, cuando Alejandro era el dueño de Asia, hizo mandar a viejo Leonidas un gran cargamento de incienso con una carta que decía: A mi querido Leonidas. Para que en lo sucesivo no sea tan tacaño con los dioses.

Tenemos varias pruebas del aprecio y del orgullo paternal que Filipo sentía por su hijo, así como de su ilimitada confianza en las dotes políticas de éste. Cuando Alejandro contaba dieciséis años, el rey Filipo partió para sitiar Bizantino, dejándole la administración y el sello del Imperio. Filipo obraba con acierto al no confiar estas funciones a la enigmática Olimpia. Y ésta podía sentirse satisfecha en todos sus sueños, viendo cómo Alejandro se hacía cargo del poder. Y ¿qué hizo el joven durante el período de su administración? Aprovechó la rebelión de una tribu tracia para conducir su primera campaña, con la rapidez que más tarde le haría famoso. Terminada ésta por una victoria, envió a Filipo la noticia de la rebelión y al mismo tiempo le anunció que quedaba dominada.


Cuando por últimas, Filipo contrajo matrimonio con una aristócrata de la antigua nobleza macedonia, la discordia oculta entre padre e hijo se convirtió en abierta enemistad. Asusta ver de lo que era capaz Alejandro, que ya en aquel tiempo poseía todas las cualidades de gran estadista, frete a su padre, aquel padre cuya grandeza y poder conocía tan bien,. Durante la fiesta de la boda, Átalo, un tío de la novia (general macedonio a cuyo mando estaba un contingente de tropas macedonias al otro lado del Helesponto) propuso a los reunidos un brindis rogándoles que pidieran a los dioses un heredero legítimo del trono. Con esto quedaba en entredicho la legitimidad y al mismo tiempo l a sucesión de Alejandro. El príncipe, ofendido e irritado al máximo, arrojó una copa a la cabeza de Átalo, exclamando:

- ¡Canalla! ¿Soy yo acaso un bastardo?

Filipo, que en una de sus muchas batallas había perdido un ojo, para tapar la órbita vacía llevaba una corona de laurel dorada, muy inclinada. Con el ojo restante lanzando destellos de ira, se volvió hacia su hijo, se levantó, sacando la espada, y se abalanzó sobre Alejandro. Por fortuna para ambos Filipo resbaló por efecto del vino, cayó y quedó tendido. Entonces Alejandro dijo, refiriéndose al hombre que era su padre, un rey, y que siempre fue generoso con él:

-¡Miradle! Este es el que quería pasar de Europa a Asia. ¡Y cuando quiere pasar de una mesa a otra, da con sus huesos en el suelo!


Alejandro siempre tuvo conciencia de las diferencias que separaban a macedonios y helenos. Más tarde, siendo ya palpables los resultados de una larga colaboración entre griegos y macedonios, hallábase Alejandro en un banquete, en Marakanda; era una fiesta muy movida, y al ver el estado de embriaguez en que se hallaba uno de sus viejos y aguerridos generales macedonios, aquél preguntó a sus vecinos de mesa griegos si no les parecía a veces que los helenos destacaban sobre los macedonios como unos semidioses que se hubieran perdido entre bestias salvajes. Pero es que la cultura, aunque no un impedimento, no suele ser parte integrante de las virtudes del soldado.


A los cincuenta años, César lloró ante un busto de Alejandro, diciéndose que mientras éste a los treinta y tres años había conquistado ya el mundo, él con cincuenta ni siquiera era dueño de Roma.


La Iglesia cristiana de Etiopía hizo de Alejandro un santo, que es llevado al cielo por cuatro grifos.


La religiosidad bizantina veía en Alejandro un símbolo y una demostración de que todas las cosas terrenas son perecederas. En los monasterios griegos es frecuente hallar imágenes de la escena en que el patriarca de Alejandría está de pie ante el sarcófago abierto de Alejandro, dentro del cual sólo se ve un miserable esqueleto. Con actitud de suprema ironía, el ministro de la Iglesia señala lo que ha quedado de todas las glorias y el poder terrenales. Aunque, sin duda, no se detienen a pensar cuánto debe a Alejandro; por ejemplo, el simple hecho de que él haya llegado a conocer la manera de salvar su propia alma inmortal, es debido a los hechos que aquel miserable esqueleto del príncipe mundano realizó durante su tránsito por la tierra.


Alejandro se convirtió en el modelo imitado por los príncipes del mundo grecorromano (incluso por el hombre actual). Como Alejandro se afeitaba (pues pretendía ser eternamente joven como los dioses de los que descendía), durante 500 años todos los soberanos de Occidente hicieron lo mismo. Solo cuando los emperadores de Bizancio fueron adoptando cada vez más el ceremonial de los monarcas persas, volvió a estar de moda la barba, antiguo y orgulloso adorno de los soberanos de Oriente.


En sus campañas, Alejandro llevaba consigo un ejemplar de la Ilíada, comentado por Aristóteles (quién lo pillara......). Por la noche acostumbraba guardarlo debajo de su almohada. Mientras Homero le ayudaba a dormir, meditaba cómo podría evita la inflación que amenazaba a la moneda de su país, a causa de la presión del oro persa que conquistaba. Las hábiles manipulaciones que le permitieron lograrlo son dignas de un ministro de Hacienda de la actualidad.

Bibliografía consultada.

Alejandro el Magno o la Transformación del Mundo. Peter Bamm. Ed. Sagitario

Alejandro Magno. Roger Caratini. Ed. Plaza y Janes

Alejandro Magno. A. B. Bosworth. Ed. Cambridge.


Saludos :)
Última edición por Verdoy el 26 Nov 2005, editado 1 vez en total.
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Santiago Soulignac

Mensaje por Santiago Soulignac »

Saludos a todos...

Punto 1: Hace mucho que este foro, en particular, no recibia ningun mensaje. Pero lo he leido y he encontrado en ella un espiritu de rememorar a Macedonia.
Ahora bien, ciertamente tengo diferencias en lo relativo a algunos puntos, pero seria inutil abrir otro debate desde aqui ya que tenemos a los demas foros.

Punto 2: Urogallo tenia razon. Mas alla de las diferencias que hayan entre nosotros foristas, tenemos que reconocer el merito de trabajos destinados a develar, descubrir y dar a conocer los aspectos fundamentales, hasta los cotidianos porque forman parte de la cultura, de los pueblos y potencias que forjaron nuestro mundo. En otras palabras, felicitaciones por el post que espero se pueda sacar riquza de el. Se que yo lo hice.

Saludos....
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Re:

Mensaje por Ditirambo »

Verdoy escribió: 23 May 2004
“Filipo no es un griego........Es un sucio canalla de Macedonia, un lugar donde es imposible comprar un esclavo decente.”

Demóstenes. Tercera Filípica. 341 a de C.
Hay que tener muy en cuenta, la importancia que tuvo en la formación de Filipo II de Macedonia, su tiempo como rehén en Tebas, en donde recibió la influencia militar de los estrategas Epaminondas y Pelópidas, quienes ni mas ni menos terminarían derrotando a Esparta en la batalla de Leutra, ese aprendizaje le serviría en el futuro a Filipo para sus propios éxitos militares.
Normalmente la explicación más simple es la mejor. No hay que postular la existencia de entidades innecesarias para la explicación. Siempre tenemos que intentar explicar lo desconocido en términos de lo conocido.
Principios derivados de Guillermo de Ockham
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