Numantia escribió:Sir Nigel escribió:Lo de la férrea disciplina daría para mucho discutir, pero tampoco estoy de acuerdo. Los ejércitos del siglo III y II a.C. eran de hecho bastante difíciles de manejar. Parecen haber sido más disciplinados que los galos o hispanos (o al menos aplicaban castigos más atroces) pero el propio Polibio, que era partidario del sistema romano frente al griego (siendo él mismo griego) decía que los soldados griegos eran más disciplinados.
Quisiera comentar un par de cosas al respecto de lo de la disciplina del ejército romano de la época de las Guerras Púnicas. Luego ya dejaré este tema porque considero que nos estamos desviando mucho del principal, el equipamiento de los ejércitos de Cartago, imagino que por la desgracia de contar con pocas o ninguna fuentes cartaginesas.
Como decía sobre la disciplina romana, Goldsworthy escribe que los niveles disciplinarios a los que los ciudadanos de Roma estaban dispuestos a someterse eran, y cito textualmente, "extremadamente duros y muy parecidos a los de un ejército profesional", llegando los combatientes a perder ciertos derechos y protecciones legales de las que gozaban en la vida civil. Los castigos incluían la aplicación de la pena de muerte, entre otros casos, a los centinelas que se quedaban dormidos o a los hombres que robaban a sus compañeros. Ahí estaba también el castigo colectivo de la
decimatio de la que ya se habló en un post hace tiempo.
El mismo autor insiste en la gran cantidad de burocracia del ejército de la época y cómo los legionarios vivían una rutina diaria extremadamente rígida y reglada, estando ya predefinida hasta la ubicación de cada unidad en el campamento o las tareas a desarrollar por cada oficial o centinela.
Me atrevería a decir, y esto ya es una hipótesis mía, que el vivir en una sociedad con un cuerpo legislativo desarrollado permitía a los romanos aceptar esa mayor burocracia (entre otras cosas, para llevar al día los pagos estatales de un pequeño sueldo durante la campaña) y sometimiento a la disciplina. Cierto es que se tiene una visión errónea de los galos, que sin duda tendrían mayor organización de la que se suele pensar, y también que las tácticas e incluso los equipamientos no variarían en exceso de un ejército romano a uno celta o ibérico, incluso puede que las tropas no tuvieran una mayor experiencia en esta época y fueran de un nivel similar a las de los llamados bárbaros, pero creo que es indudable que el romano tenía una organización más desarrollada y compleja. No dispongo fuentes del lado celta, pero dudo que su vida militar estuviera tan reglada.
Y bueno, perdón por el off-topic pero esta parte me parecía importante para explicar muchos éxitos romanos.
Un saludo.
Y yo no le llevo la contraria a Goldsworthy. Todos esos castigos existían... otro asunto sería saber cuando se aplicaban. También sería interesante saber por qué hacían falta castigos tan severos cuando entre los ejércitos helenísticos no eran necesarios. Y también habría que explicar qué es disciplina, especialmente desde el punto de vista romano. Ya hable de eso más atrás en este hilo.
Independientemente de los castigos que se aplicaran (o no) tenemos ejemplos de sobra de generales intentando convencer (o suplicando, o engañando) a las tropas para que hicieran lo que les pedía. Y es que por mucho que estuvieran en el ejército, los soldados eran propietarios con poder político, nada que ver con los proletarii del siglo I a.C. Y eso lo sabían tanto ellos como los mandos, que habían sido elegidos por ellos. Por eso, entre otras cosas, digo que el ejército manipular no se puede considerar una institución separada de la sociedad como el ejército profesional posterior.
Y es que, aunque nos repitan una y otra vez la misma historia de la disciplina romana (y además hay que entenderla dentro de su propio contexto), los textos nos muestran cosas muy diferentes. Por ejemplo, en la narración de la batalla de Pidna Plutarco nos habla de un hecho de armas del hijo de Catón:
Grande era la contienda contra éstos; y en ella Marco, el hijo de Catón, yerno de Emilio, que había dado pruebas del mayor valor, perdió la espada. Como era propio de un joven instruido en muchas ciencias, y que a su gran padre era deudor de hechos correspondientes a una gran virtud, teniendo por la mayor afrenta que vivo él quedara una prenda suya en poder de los enemigos, corre la línea y donde ve algún amigo o deudo le refiere lo que le ha sucedido y le pide auxilio. Reúnensele muchos de los más esforzados, y rompiendo con ímpetu por entre los demás, bajo la guía del mismo Marco, se arrojan sobre los contrarios. Retirándolos con muchas heridas, y dejando el sitio desierto y despejado, se dedican a buscar la espada. Aunque con gran dificultad, halláronla por fin escondida bajo montones de armas y de cadáveres, con lo que alegres y triunfantes cargan con mayor denuedo sobre aquellos enemigos que aún resistían.
En este texto se habla de la valentía de Catón junior y sus amigos, pero lo que también cuenta (sin querer) es algo mucho más interesante: que un miembro importante de la sociedad recorrió la línea romana juntando amigos y clientes de la familia para formar un grupo ad hoc con el único fin de recuperar su espada. Toda esta gente abandonó su posición en sus manípulos para seguir los impulsos heroicos de un noble... y no hubo repercusiones. Ni siquiera críticas posteriores, ya que en el texto no las hay. Se narra todo con una enorme naturalidad. De hecho, nos dicen algo más, y es que Marco Catón actuó así impulsado por los hechos heroicos de su padre (la virtud [virtus] hace referencia aquí a valentía, hombría), que quería emular.
Y no es el único caso. El muy joven Escipión Emiliano también estaba presente en la batalla. Desapareció de la misma, y sólo pasadas varias horas lo vieron llegar de vuelta:
Era ya muy tarde, y casi se había perdido toda esperanza, cuando se le vio retirarse del alcance con dos o tres de sus amigos, lleno todavía de sangre de los contrarios, porque como cachorro de generosa raza se había ido muy adelante, entusiasmado desmedidamente con el gozo de la victoria.
Este tipo de actuaciones no eran la excepción, sino la norma. Como señala Lendon, en esta época los centuriones no estaban, como en la época de César, para impulsar a los soldados con el ejemplo, sino para refrenarlos. Había motivos.