El resultado de la batalla del Bagradas fue especialmente devastador. Los romanos sufrieron cerca de un 90% de bajas. Fue una debacle tan enorme que, por primera vez y durante los siguientes tres años de guerra los romanos perdieron la iniciativa en tierra y mostraron una saludable cautela ante los ejércitos púnicos en general y los elefantes en particular. Polibio nos narra las vísperas de la batalla de Palermo tres años después:
“Con estos infortunios mejoraron de aspecto los intereses de Cartago. Poseían ya sin disputa el imperio del mar por cesión de los romanos, y en las tropas de tierra tenían muy fundadas esperanzas. Y con razón, pues la fama extendida de la batalla de África, el haber destrozado los elefantes sus líneas, y haber muerto infinidad de soldados, habían hecho formar a los romanos una idea tan espantosa de estas fieras, que en los dos años siguientes acampados en distintas ocasiones en los territorios de Lilibea y Selinuncia, a cinco o seis estadios de los enemigos, no se atrevieron jamás a presentarse al combate sin descender absolutamente a la llanura, por temor al ímpetu de estas bestias. Pues aunque sitiaron durante este tiempo a Terma y Lipari, esto fue situándose en lugares escabrosos e inaccesibles. El temor y desaliento que los romanos advirtieron en sus ejércitos de tierra, les hizo mudar de resolución y volver sus pensamientos a la marina.”
¿Qué cambios tácticos había introducido Jantipo para lograr este resultado? Primero echemos un vistazo a la forma de actuar del ejército cartaginés antes de su llegada.
Como ya hemos comentado, el ejército púnico ya había incorporado ideas helenísticas en el ejército, como el uso de elefantes. Sin embargo, este arma era relativamente nueva en el arsenal cartaginés. La primera referencia que tenemos de elefantes en un ejército púnico es la de Agrigento, en el 261 a.C., es decir, tan solo seis años antes del Bagradas. Entre los años 278 y 276 a.C. los cartagineses habían luchado contra Pirro en Sicilia, lo que posiblemente fuese su primer contacto con elefantes de guerra. William Woodthorpe, en su libro “Hellenistic Military and Naval Developments”, fecha el comienzo del entrenamiento de elefantes africanos por parte de ptolemaicos y cartagineses poco después del 280 a.C. En ambos casos se importaron profesionales indios que sabían cómo entrenar a estos animales.
Muy pronto Cartago podía presumir de una gran cantidad de elefantes de guerra. En Agrigento había sesenta, y en el Bagradas unos cien. En las murallas de Cartago había espacio para albergar hasta trescientos animales. Pero una cosa es entrenar y acumular elefantes, y otra muy diferente usarlos en el campo de batalla. En Agrigento los usaron como habían visto hacer a Pirro, que sin duda era un método muy eficaz en el ejército epirota, pero no necesariamente la mejor opción para un ejército que no tenía una infantería tan sólida ni una caballería de choque tan contundente como las que se podían encontrar en la tradición macedonia. Especialmente si iban a tener que enfrentarse a las legiones romanas. Simplemente, la infantería mercenaria o aliada a la que podía tener acceso Cartago no era capaz de resistir a la triple aciex, ni mucho menos vencerla. No sin ayuda al menos, y eso, en líneas generales, sería un problema que persistiría a lo largo de las tres guerras contra Roma.
Cartago, además, había usado carros de guerra hasta el momento en que comenzó a usar elefantes. El carro era un arma obsoleta en la mayor parte del Mediterráneo desde hacía siglos, lo que nos puede dar una idea del relativo aislamiento militar de Cartago. Fue también en estas décadas cuando los púnicos comenzaron a reclutar intensivamente caballería númida. Parece claro que la irrupción de Pirro en primer lugar y la guerra contra Roma a continuación habían puesto en marcha una serie de cambios en la forma de entender la guerra en Cartago. Pero, tácticamente, el uso de la caballería era muy deficiente, como se demostró en Adis. No hay referencia alguna a ella en Agrigento, lo cual, en mi opinión, y teniendo en cuenta que era el punto fuerte púnico ante los romanos, es también una mala señal.
Rompiendo una lanza a favor de los púnicos hay que decir que, aunque las ideas helenísticas no fueron del todo bien asimiladas, en Roma, que tenía un contacto con ellas desde casi el mismo momento a través de Pirro, no se hizo intento alguno de aprovecharlas. Sólo lo harían mucho más tarde, cuando precisamente los cartagineses los pusieron contra las cuerdas más de treinta años después.
Cartago no iba a introducir nunca en su ejército la falange de picas tan característica de la guerra helenística. El motivo no está muy claro, ya que en la propia Grecia se pueden encontrar ejemplos en los que algunos ejércitos adoptaron la pica en un plazo bastante corto de tiempo. Quizá habría que fijarse en la forma cartaginesa de reclutar y mantener los ejércitos, que posiblemente no fomentase reformas a gran escala. Los diferentes contingentes de infantería cartaginesa lucharían siempre según su tradición de origen, y la milicia ciudadana seguiría combatiendo al estilo hoplita. En cualquier caso, Jantipo no iba a tener ni tiempo ni oportunidad para hacer una reforma de este tipo, si es que llegó a considerarla necesaria. Iba a combatir con los métodos autóctonos. Tácticamente, eso exigía cambios tanto con respecto a lo visto anteriormente en Cartago como a la guerra de Oriente. Jantipo iba a aplicar el sistema oriental con las herramientas disponibles. Esto tendría una importancia enorme, como veremos más adelante.
Y ahora, como diría Clitemnestra, vayamos por partes.
Primero, la caballería. En Oriente la caballería se situaba en ambas alas de forma asimétrica. El flanco derecho era mucho más fuerte que el izquierdo, y mientras que la función del primero era atacar y desbaratar la línea enemiga, la del segundo era contener el flanco fuerte del contrario. Durante la época de Filipo, Alejandro y sus sucesores al menos hasta las batallas de Paraitacene y Gabiene, la caballería del flanco derecho atacaba cualquier hueco que se pudiera producir en la línea del contrario, la rompía y luego, si podía y era necesario, se daba la vuelta ejerciendo de “martillo” con el que se aplastaba al enemigo contra el “yunque” de la infantería. Más adelante, por algún motivo, esta práctica fue quedando en desuso, o más bien modificándose, y se hizo cada vez más habitual, en lugar de romper la línea, simplemente atacar a la caballería enemiga que habría enfrente (es decir, su flanco más débil) para luego ejercer de yunque igual que antes.
Jantipo no tenía una caballería de choque al estilo macedonio, y menos del tipo pesado que llegó a desarrollarse en algunos reinos helenísticos, los catafractos totalmente cubiertos de armadura. El sistema ultraagresivo de Alejandro, por tanto, no era una opción. La caballería púnica era mucho más ligera y posiblemente mucho peor entrenada, al menos para tácticas de choque. La númida todavía menos ya que, aunque sus jinetes eran muy hábiles, se trataba de caballería ligera que luchaba con un estilo fluido que hostigaba al enemigo con jabalinas. Pero lo que sí tenía Jantipo era cantidad. Tanta que podía sobradamente ocuparse de la caballería romana no en un flanco, sino en ambos. En lugar de golpear, la caballería de Jantipo simplemente arrollaría a la caballería enemiga y luego rodearía al resto. Por primera vez, más allá de emboscadas o estratagemas puntuales, se estaba diseñando un
sistema táctico de doble envolvimiento. Jantipo llegó a él en parte por las circunstancias, en parte porque pudo solucionar los enormes problemas que esto conllevaba.
El doble envolvimiento se ha convertido en un paradigma de la victoria total. Si funciona correctamente las consecuencias son demoledoras para el derrotado, cuyas fuerzas no tienen la opción de la huida. Todo el ejército acabará muerto o prisionero. Sin embargo, las dificultades son muy grandes, ya que toda la línea debe aguantar por igual en una superficie superior a la que ocupa la línea enemiga, y el enemigo además puede concentrar sus fuerzas en algún punto. De hecho, Napoleón llegó a dejar que los contrarios intentasen envolverlo precisamente para debilitar su línea. El propio Aníbal realizó dobles envolvimientos que no salieron del todo bien, como la batalla de Trebia, debido a que algún punto de la línea acababa rompiendo. Esta concentración de esfuerzos del enemigo podía ocurrir incluso de forma inconsciente, como ocurrió en Cannas cuando las fuerzas romanas empezaron a confluir cada vez más hacia el centro, el punto donde se estaba debilitando la línea cartaginesa.
Jantipo se enfrentaba a una fuerza de romanos que puede que lo doblase en infantería pesada, y por mucha caballería que tuviera iba a ser necesario que su infantería aguantase. Si no lo hacía la caballería no podría más que molestar al enemigo y acabar retirándose. Además lo más probable es que también se perdiera el campamento con el bagaje, lo que haría la derrota aún más grave. Jantipo no tenía una falange de piqueros con dieciséis filas de profundidad, sino un cuerpo de mercenarios y a la milicia ciudadana de la ciudad. Incluso aunque los números fueran parejos, y no lo eran, no había ninguna duda de que los romanos los arrollarían. Para potenciar esta línea abandonó el sistema de Pirro y adoptó el método tan habitual en Oriente, que era situar a los elefantes delante de la infantería. Los elefantes desorganizarían y matarían lo bastante como para facilitarle el trabajo a la milicia, y con un poco de suerte ésta ni siquiera tendría que combatir. Dudo que Jantipo esperase que los hastati, a pesar de todo, decidiesen pasar entre los elefantes.
La infantería ligera, por su parte, ayudaría a la caballería a obtener una victoria rápida contra la caballería romana, aunque según Frontino estas tropas tuvieron tres funciones que llevaron a cabo en diferentes fases de la batalla: hostigar delante del ejército, ayudar a la caballería en los flancos y rodear a la línea principal romana (supongo que por los flancos).
“Jantipo, el espartano, en la campaña que condujo en África contra Marco Atilio Régulo, colocó sus tropas ligeras en la primera línea, sosteniendo la flor de su ejército en la reserva. Entonces ordenó a las tropas auxiliares que después de lanzar sus jabalinas, cedieran el paso ante el enemigo y, retirándose dentro de las filas de sus soldados, corrieran a los flancos, y desde allí otra vez precipitarse al ataque. Así cuando el enemigo se hubo encontrado con las tropas más fuertes, se vieron envueltos también por estas fuerzas provistas de armamento ligero.”
El sistema de Jantipo exigía una superioridad clara en caballería, y los generales púnicos posteriores intentaron siempre disfrutar de ella. Cuando no lo hicieron tuvieron la tarea mucho más difícil, si es que no perdían la batalla. No se trataba solo de vencer a la caballería enemiga, sino de hacerlo de la forma más rápida y contundente posible para que la caballería propia pudiera ocuparse del resto del ejército.
La combinación infantería pesada/elefantes iba a permitir no solo aguantar a los romanos, sino que el centro púnico actuase ofensivamente. En oriente la falange de piqueros presionaba al enemigo y podía incluso ser determinante en la batalla (en realidad, con el tiempo se esperaría de ella cada vez más este papel). La infantería cartaginesa no podía hacerlo contra los romanos por sí sola, pero sí con elefantes. De hecho, es en esta batalla cuando vemos el uso más agresivo de la infantería de todas las batallas de Cartago contra Roma, y no es casualidad que también sea la batalla en la que más elefantes había presentes. Viendo esto es mucho más comprensible el empeño que puso Aníbal en que esos 37 elefantes lograsen llegar a Italia. No como un arma accesoria, sino realmente necesaria dentro del engranaje de la táctica púnica.
Otro punto importante es cómo desaparecen las reservas de la táctica cartaginesa. En el ejército púnico de Agrigento estaban presentes en la segunda línea, pero ya no las volveremos a ver hasta que, en Zama, Aníbal intente plantear la batalla como un enfrentamiento de desgaste de infantería adoptando el sistema de tres líneas romano. Salvo casos muy excepcionales, las reservas no existían en la tradición militar helenística, y eso fue exactamente lo que hizo Jantipo. En el Bagradas todas las fuerzas estaban en el frente, actuando con agresividad.
Jantipo, por lo tanto, no estaba copiando un sistema ya conocido (el helenístico oriental), sino aplicando los principios que regían ese sistema. Es una diferencia importante, porque haciendo eso creó una táctica helenística diferente con sus propias características definitorias. Una táctica que buscaba ante todo envolver al contrario y destruir a todo el ejército, algo que era no sólo arriesgado y potencialmente demoledor, sino también completamente nuevo.
En la siguiente guerra contra Roma se podrán ver ejércitos cartagineses adoptando por defecto la misma disposición de tropas que la vista en el Bagradas. Un sistema que, aplicado en un ejército mucho más grande, veterano y profesional que el de Jantipo, como lo sería el de Aníbal, obligaría a Roma a cambiar completamente su forma de hacer la guerra, tanto a nivel estratégico como táctico. A nivel estratégico, Roma acabaría haciendo una guerra defensiva de desgaste dirigida por Fabio Máximo que evitaría cualquier enfrentamiento directo, llegando incluso a permitir al enemigo saquear y destruir las tierras de Roma y sus aliados. Esto iba tan en contra de la naturaleza militar romana que la presión sobre Fabio Máximo llegó al extremo de que se nombrara un segundo dictador, solo por ver si pasaba algo. Este tipo de estrategia sería necesaria, pero no iba a crear escuela en Roma. A nivel táctico, Escipión iba a poner en práctica en Hispania mucho de lo que había visto los cartagineses, hasta que por fin llegase a usar el doble envolvimiento contra el propio Aníbal en Zama.