Antigono Monoftalmos escribió:¿Pero les interesaría la carne de cañón española, o ya estaban contentos con la que suministraban los turcos y los piamonteses?
Tras leer el libro de Figes, parece que los ingleses buscaban carne de cañçon en cualquier sitio: suizos, alemanes, polacos,...
Lo interesante es que Palmerston estaba tan empeñado en destruir Rusia, que planteaba una guerra global revolucionaria que dividiría Rusia y se la repartirían redibujando el mapa de Europa, incluso tras Sebastopol:
—Finlandia y Aland para Suecia.
—Las provincias Bálticas para Prusia.
—Se restauraría el Reino Polaco.
—Lombardía y Venecia pasarían al Reino de Cerdeña.
—Austria a cambio de lo anterior obtendría los principados de Moldavia y Valaquia y la desembocadura del Danubio (curioso se podría crear un Imperio Austro-Húngaro-Rumano).
—Crimea para Turquía a cambio de los principados.
—Se crearía un estado circasiano vasallo de Turquía. Y se arrebataría los rusos el sureste del Caúcaso (Georgia para Turquia o para Circasia).
El problema es que la cuenta del carnicero no la estaban poniendo los ingleses, y había demasiados elementos en juego.
Así Francia que estaba sacrificando sus soldados no veía claro el rediseño en favor de Inglaterra, unas nuevas guerras napoleónicas, y sus intereses se limitaban a Italia y Polonia (además de que el 2ª Imperio aún era muy frágil).
Austria aunque presionaba a Rusia no quería nada de movimientos revolucionarios que desintegrasen su estado.
Suecia y Prusia veían también con recelo esos planes.
Rusia por su parte tenía miedo tras la caída de Sebastopol, no tanto por franceses e ingleses pues Sebastopol era la esquina de su mapa, un punto periférico, sino por si Austria se metía (aunque también consideraba periférico Ucrania) y por el estallido de revueltas serviles y nacionalistas.
Se puede decir que 1855-1856 fue una guerra de nervios a ver quien cedía, Inglaterra no podía proseguir la guerra sola, Francia no quería seguir más tiempo, Rusia dudaba de si podía seguir o si se vería ante una invasión.
Al final el gran ganador, dejando aparte el dominio británico, fue Prusia porque Rusia lo consideró el único de fíar, lo que dejaba a estas manos libres mientras sus rivales se peleaban.