Barcelo escribió:Anda, anda, no seas desmitificador, que Oquendo era un gran marino y un gran jefe.
Como su padre Miguel.
Y como tantos otros.
Que se le pidió casi lo imposible, y casi lo consigue.
Con bastante peores materiales se han construido figurones de marinos en la historia, y luego lo investigas, lo analizas y se achican de una manera...
Y es curioso: solemos ser hipercríticos con los mejores, y de lo más tolerante y comprensivo con los peores.
Saludos.
Saludos.
No, si me parece un gran marino. A ver si mañana saco una foto a su estatua y la cuelgo. Pero cuando se encontró con la flota holandesa en Pernambuco y su segundo le pidió esperar al resto de su formación, le dijo -o es leyenda que le dijo- "Ataquemos, que es poca ropa" (aunque el volumen del velamen enemigo era muy superior al suyo). Y su muerte se atribuye a que no se había lavado ni mudado en 40 días.
Esto escribí de él en su faceta de caza-piratas para Historia 16:
"El donostiarra Antonio de Oquendo es un buen ejemplo de estos cazadores de piratas. Su familia había dado muchos capitanes y almirantes, que comandaron escuadras en el Mediterráneo, Atlántico, Mar del Norte, Caribe y hasta Filipinas. Su padre Miguel había aportado dos buques de su propiedad a la Armada Invencible. Él sirvió más de 40 años en la flota de Felipe III y Felipe IV. La situación bélica que le tocó vivir era mucho más complicada que durante el reinado de Felipe II. Desde que en 1569, los gueux, los pordioseros del mar calvinistas, iniciaron su campaña con 18 pequeños barcos desde puertos ingleses y la Rochelle, las cosas habían empeorado. En abril de 1572 el conde de La Mark, un corsario que operaba desde Inglaterra, había ocupado el puerto de Brielle. En Flesinga ahorcaron al jefe de la guarnición española y Holanda, Zelanda y Frisia se sublevaron. Desde entonces, la flota enemiga se había multiplicado.
En 1604 le confiaron dos navíos – el Delfín de Escocia de 600 toneladas y el Dobladilla de 500 – para que limpiase de piratas el occidente peninsular. Salió de Lisboa el 15 de julio a la caza de una pareja de navíos ingleses. El 7 de agosto los halló. Tras dos horas de lucha al arma blanca, rindió la capitana contraria, de 500 toneladas, mientras que el segundo buque logró huir. En septiembre persiguió a otro pirata inglés, que se refugió en el puerto portugués de Cascaes. También arribó el barco de Oquendo, que capturó al pirata. En septiembre de 1605 participó en la flota que zarpó de Lisboa hacia Cumaná. Un grupo de corsarios holandeses se había establecido en aquellas costas, simultaneando el saqueo de los puertos con el de los pescadores de perlas y la explotación de las salinas. La operación fue un éxito total: capturaron o hundieron 19 urcas holandesas. Los prisioneros de esta nacionalidad fueron conducidos a España y degollados, mientras que se perdonó la vida a franceses e ingleses por no existir estado de guerra con estas naciones.
El 6 de abril de 1608 se firmó una tregua de 12 años con Holanda en Bergh-op-Zoen. Esto permitió dirigir la flota contra los piratas berberiscos, en especial contra el temido Danzer, que había aprovechado la dispersión de las fuerzas hispanas para realizar sus correrías. Desde junio, Oquendo patrulló y destruyó piratas en aguas de Mazalquivir, Argel, Trípoli, La Goleta y Túnez, pero Danzer eludió siempre el combate. Participó en el cegamiento del puerto de Larache con buques cargados de piedra y mortero hidráulico, para inutilizarlo como base pirata. En noviembre de 1610 contribuyó con seis galeras a la conquista de esta ciudad.
Pacificado el frente sur, tocaba volver al norte, pues los piratas habían reiniciado sus incursiones. Las instrucciones de Medina-Sidonia eran colgar del palo de mesana al capitán y maestre y obrar con discreción con los demás prisioneros. En junio de 1611 logró la rendición sin condiciones de un barco pirata frente a las Berlingas. Ahorcó al capitán y al maestre, franceses, mientras que los ingleses fueron condenados a galeras. Se suspendió la sentencia sobre cinco franceses, que declararon haber sido enrolados por la fuerza, mientras se procedía a investigar su caso.
Estas acciones y sus antecedentes familiares lograron el ascenso de Oquendo. En la Corte decidieron que era el hombre adecuado para ocuparse del transporte del oro desde La Habana hasta Sevilla. Cometido que cumplió a la perfección, pues los piratas no capturaron ningún buque de los convoyes que protegió. Su última arenga, cercado por una flota holandesa muy superior, define al personaje: Quien no ve la hermosura que tiene el perder la vida por no perder la honra, no tiene ni honra ni vida. Si Dios fuese servido que en esta ocasión la perdamos, moriremos en defensa de la fe católica, por el crédito de nuestro príncipe y por la reputación de nuestra nación. Espero que habremos de salir bien de este empeño y así no os espante el número, que cuantos más fueren, tendremos más testigos de nuestra gloria. ¡Santiago y a ellos!".