Hecha una primera introducción acerca del panorama general de la influencia del arma atómica en la estabilidad estratégica del conflicto indo-pakistaní, en esta entrega ampliaré parte de lo señalado anteriormente. Por llevar un orden lógico, comenzaré con el esbozo de un marco teórico que nos permitirá comprender mejor el contexto y su esencia de esta rivalidad.
Antes de comenzar, conviene puntualizar que por "estabilidad estratégica" entiendo la probabilidad de que un conflicto convencional escale al nivel nuclear.
[Cita]
Una perspectiva común y extendida en los diversos análisis de este conflicto es la comparación con la conocida como «paradoja de la estabilidad-inestabilidad» (
stability/instability paradox) durante la Guerra Fría. Por aquel entonces, Estados Unidos se enfrentaba al problema de extender su cobertura de la disuasión nuclear a sus aliados en Europa Occidental y contener a la potencia revisionista, la Unión Soviética, la cual gozaba de una amplia superioridad sobre éstos en armamento convencional y número de tropas. La doctrina nuclear norteamericana inicial, basada en la represalia masiva (
massive retaliation), no resultaba creíble, pues no era muy probable que Estados Unidos estuviese dispuesto a desencadenar un intercambio estratégico a gran escala de armas nucleares que, a todas luces, provocaría más daños que los que trataba de evitar o contener. Así, como apunta Barry Buzan, «la seguridad de un aliado o un cliente, no importa su relevancia, siempre está por debajo de la seguridad propia del disuasor», de manera tal que «el problema que suscita la disuasión extendida no procede de la magnitud de la amenaza [costes], sino de las escasas probabilidades de que ésta se lleve a cabo» (Buzan, 1991, pp. 249, 251).
Un hipotético avance soviético sobre Europa Occidental no hubiese supuesto, pues, una amenaza existencial para Estados Unidos, dada su lejanía geográfica con respecto al escenario del conflicto. Por lo tanto, en aras de desincentivar una agresión convencional soviética, Estados Unidos adoptó varias medidas encaminadas a incrementar la probabilidad de que una agresión por parte de las fuerzas del Pacto de Varsovia implicaría irremediablemente a efectivos norteamericanos y, por ende, podría desencadenar una escalada al nivel nuclear (Kapur, 2005, pp. 132-135). De ahí nace la paradoja de la estabilidad-inestabilidad, formulada por teóricos como Glenn Snyder o Liddell-Hart, y con base a la cual se sostiene que «la baja probabilidad de una escalada nuclear reduce la capacidad de las armas nucleares para disuadir o evitar un conflicto convencional, otorgando así más posibilidades a la agresión de bajo nivel» (Kapur, 2005, p. 134). Por ello, Estados Unidos se vio obligado a disuadir a la Unión Soviética y a sus aliados de emprender aventuras militares contra los países de Europa Occidental manteniendo altas las probabilidades de dicha disuasión a través del establecimiento de las capacidades de negación apropiadas (Buzan, 1991, pp. 249-250).
Sin embargo, en el subcontinente indio no ocurre lo mismo. Ahí, por el contrario, los países contendientes son limítrofes, y el Estado revisionista (Pakistán) adolece de una seria inferioridad convencional y de una precaria situación geopolítica. Así pues, «un entorno estratégicamente muy estable, en el que una escalada nuclear fuese extremadamente improbable, socavaría los efectos disuasorios de las armas nucleares pakistaníes» (Kapur, 2005, p. 135). Esto conllevaría un mayor margen de maniobra para la India cuando desease emplear sus fuerzas convencionales para castigar a Pakistán por su apoyo a la insurgencia en Cachemira, eje central del antagonismo entre ambos países, y a los distintos grupos terroristas que emprender escaramuzas transfronterizas de forma regular para realizar atentados y emboscadas contra fuerzas militares y policiales indias. Para Pakistán, actor revisionista altamente motivado o reafirmado en sus pretensiones, el arma nuclear resulta esencial para defenderse de la nada desdeñable superioridad convencional de la India.
Por ello, si la disuasión no fuese creíble, lo que se traduce en un alto grado de estabilidad estratégica, Pakistán actuaría con mucha más cautela y moderación (Kapur, 2005, pp. 140-141). Sin embargo, Islamabad ha estado persiguiendo una estrategia de conflicto continuo y prolongado, aunque limitado en sus objetivos, a través del empleo de
proxies o fuerzas subsidiarias, cuando no de las propias, como en la Guerra de Kargil [nota 1] entre mayo y julio de 1999 (Kapur, 2005, pp. 144-146). Además, Pakistán se aprovecha de la inestabilidad estratégica para constreñir aún más la posible respuesta de la India atrayendo la mediación diplomática de terceros países preocupados ante la perspectiva de una escalada en la región, como ocurrió durante la Operación Parakram, entre diciembre de 2001 y junio de 2002 [nota 2]. A este elemento de chantaje se suma la agresiva retórica pakistaní, con sus amenazas y una demarcación de «líneas rojas» (o umbral nuclear) harto sensible.
Resumen de la situación estratégica según Paul Kapur
Por todo ello, la India necesitaba buscar una forma de infligir represalias mediante una guerra convencional limitada cuya ejecución no suponga una grave amenaza existencial susceptible de ser esgrimida por Islamabad a modo de justificación para el empleo de su arsenal nuclear. Asimismo, dicha doctrina tendría que basarse en una capacidad de respuesta lo suficientemente veloz como para que la India pueda obtener una posición negociadora ventajosa antes de que se produzca la mediación internacional en el conflicto, tan deseada y buscada por Pakistán (Kapur, 2005, p. 148).
Dicha doctrina se ha denominado
Cold Start, y apareció oficialmente mencionada por primera vez en abril de 2004 (Ladwig, 2008, p. 158; Krepon, 2003, p. 21). La doctrina militar tradicional de la India, bautizada como Sundarji, poseía un carácter eminentemente defensivo. El ejército indio mantenía siete cuerpos desplegados a lo largo de la frontera con Pakistán, cuya misión en caso de conflicto sería la de contener un ataque de fuerzas pakistaníes mientras tres cuerpos de choque, desplegados en el interior del país, eran movilizados y trasladados a la frontera para contraatacar e infligir una derrota aplastante al ejército pakistaní en combates de alta intensidad (Ladwig, 2008, p. 160).
Tras los atentados contra la Asamblea Legislativa de Jammu y Cachemira y el Parlamento de la India en Nueva Delhi a finales de 2001 perpetrados por miembros de Lashkar-e-Taiba y Jaish-e-Mohammed, esta doctrina se vio puesta a prueba con el lanzamiento de la Operación Parakram en un ejercicio de diplomacia coercitiva, el cual devino en un fracaso por varias razones: 1) los cuerpos de choque tardaron tres semanas en alcanzar las posiciones designadas para lanzar su ataque, echando a perder la sorpresa estratégica al otorgar a Pakistán un margen de tiempo suficiente para movilizar sus fuerzas; 2) la respuesta india carecía de ímpetu ofensivo; 3) la lenta movilización también permitió que Pakistán pudiera contar con la mediación diplomática, en aras de apaciguar a la India, de terceros países preocupados por las consecuencias de un posible conflicto (concretamente, Estados Unidos, pues se hallaba en plena Operación Libertad Duradera en Afganistán); y 4) los cuerpos de choque eran unidades de gran tamaño y poco maniobrables, que requerían un tren logístico considerable y representaban una respuesta desproporcionada ante una amenaza asimétrica y/o irregular (Ladwig, 2008, pp. 159-167).
Así pues, la doctrina
Cold Start nace para «responder a la continua provocación de Pakistán» mediante el establecimiento de «la capacidad para lanzar un ataque convencional de represalia contra Pakistán que provocaría un daño significativo al ejército pakistaní antes de que la comunidad internacional pudiese interceder y que, al mismo tiempo, perseguiría metas lo suficientemente limitadas como para negarle a Islamabad una justificación para escalar la lucha al nivel nuclear» (Ladwig, 2008, p. 164).
Por objetivos limitados se entiende una penetración limitada de no más de 50 u 80 kilómetros de profundidad en territorio pakistaní, atacando tan solo a objetivos militares, con la suficiente rapidez como para desbaratar su proceso de toma de decisiones, y manteniendo ulteriormente dichas ganancias (y todo ello tras una movilización que debería durar entre 72 y 96 horas). Se trata, en resumidas cuentas, de una propuesta mucho más flexible (
Blitzkrieg à la india) cuyos fines serían mucho menos susceptibles de predecir por parte de la inteligencia pakistaní (Ladwig, 2008, pp. 163-167; Ahmed, 1/05/2004).
No obstante, la India afronta varios problemas para la implementación exitosa de la doctrina
Cold Start, a saber: 1) una definición precisa de los objetivos políticos, agravada por la desconexión existente entre las autoridades civiles y militares del país; 2) las percepciones pakistaníes ante el desarrollo de los acontecimientos y las percepciones indias de la reacción enemiga, un obstáculo tradicional y prácticamente endémico que ambos países se han encontrado en épocas crisis, como durante las maniobas
Brasstacks de 1987 (Ganguly, 2008, pp. 50-51; Krepon, 2003, pp. 8-9); 3) la relación principal-agente entre los líderes civiles y militares de la India, pues son únicamente los segundos quienes se encargarían de ejecutar las medidas precisas en aras de lograr los objetivos fijados por los primeros; y 4) la precariedad geopolítica de Pakistán, pues su escasa profundidad estratégica (véase la Figura 1) le hace sensible a las pérdidas territoriales (Ladwig, 2008, pp. 170-175).
A esta lista podríamos añadir un quinto problema: el escaso nivel de desarrollo de las estructuras de mando y control de ambos países. El concepto de mando y control (C2,
Command and Control, por sus siglas en inglés) se define como «el ejercicio de la autoridad y la dirección por parte de un comandante debidamente designado sobre las fuerzas asignadas y adjuntas en el transcurso de la misión» (US Army, 2001, p. 5-17). Los analistas también destacan la ausencia de canales de comunicación entre las altas autoridades de ambos países, esto es, una suerte de «teléfono rojo» que permita el intercambio fiable de información en aras de evitar una escalada inintencionada a raíz de un accidente o un error de interpretación (Krepon, 2003, pp. 7-9, 13).
[Nota 1]: Tras los ensayos nucleares realizados por ambos países a mediados de 1998, la Guerra del Kargil puso de manifiesto al año siguiente la gran motivación de Pakistán, que siguió adelante pese a enfrentarse a sanciones y al aislamiento internacional, así como la premisa de que el arma nuclear refuerza su confianza y sus motivaciones (Kapur, 2005, p. 146; Krepon, 2003, p. 6).
[Nota 2]: Aunque un poco más adelante volveremos a mencionar este suceso, puede consultarse el artículo de Sumit Ganguly (2008, pp. 59-65) para un relato detallado de la crisis de 2001-2002.
Referencias bibliográficas de esta parte: (algunas ya citadas antes, pero vuelvo a recopilarlas)
AHMED, F. (1/05/2004). The calculus of «Cold start», India Together,
http://indiatogether.org/coldstart-op-ed.
BUZAN, B. (1991).
Introducción a los estudios estratégicos. Tecnología militar y relaciones internacionales. Madrid: Servicio de Publicaciones del EME.
GANGULY, S. (2008). Nuclear Stability in South Asia,
International Security, vol. 33, núm. 2, pp. 45-70.
KAPUR, S. P. (2005). India and Pakistan’s Unstable Peace: Why Nuclear South Asia Is Not Like Cold War Europe,
International Security, vol. 30, núm. 2, pp. 127-152.
KREPON, M. (2003). The Stability-Instability Paradox, Misperception, and Escalation Control in South Asia, The Stimson Center,
http://www.stimson.org/sites/default/fi ... h-asia.pdf.
LADWIG, W. C. (2008). A Cold Start for Hot Wars? The Indian Army’s New Limited War Doctrine,
International Security, vol. 32, núm. 3, pp. 158-190.
US ARMY (2001).
FM 3-0, Operations. Washington, D. C.: United States Government Printing Office.
[Fin de la cita]
Espero que os guste tanto o más que la introducción que hice ayer. Gracias anticipadas por las molestias de leer algo tan tocho
Un cordial saludo.
«No se habrían escrito tantas tonterías si todos los autores de relaciones internacionales de los últimos veinte años hubiesen tenido que asistir a un curso previo sobre estrategia elemental» - Edward Hallett Carr (1892-1982).