Una anécdota referida por Alexander Kluge. No he podido verificar si es cierta o falsa. Sea como sea, es reveladora
LLAMADME LEGULEYO
Miercoles, 12 de Julio de 1940. El coronel A. Reginal, del Cuerpo de Ingenieros en París manda llamar al teniente Guy Bohn, del Servicio Jurídico, éste es un abogado famoso en la vida civil que ha sido movilizado.
Coronel: -Tiene usted qie volar la antena de radio más alta y de mayor alcance de Francia, y la torre en cuya punta se alza. No podemos permitir que caiga en manos del enemigo.
Bohn: -¿Por qué yo?
-En su hoja de servicios consta que terminó el curso de artificiero.
Naturalmente la "antena de radio más alta y de mayor alcance de Francia" se alzaba en la Torre Eiffel, que era la "torre" que había que volar. París había sido declarada "ciudad abierta", lo cual prohibía acciones hostiles de cualquier tipo dentro de sus límites. Es decir, en caso que Bohn cumpliera la misión, tanto franceses como alemanes podrían acusarle con toda la razón de saboteador. Pero el abogado no dijo nada de eso:
Bohn: -Según el reglamento, solo un oficial en activo está autorizado a efectuar esa voladura. Yo soy un miembro del Departamento Jurídico con rango de suboficial. Lamento tener que rechazar la misión.
Coronel: -¡No es una misión, es una orden! Usted es el único hombre que dispongo con la capacidad necesaria.
-Cierto, pero sin las atribuciones requeridas.
-¡Las tiene usted con mi aprobación!
-Entonces, ¿me va a dar la orden por escrito y firmada, señor?
Aquí el coronel vaciló. Ambos sabían que, caso de existir semejante documento, el coronel Reginal pasaría a ser para la historia el hombre que mandó volar el Mayor Símbolo de Francia.
Coronel: -No.
Bohn: -Pues lo lamento pero no lo haré.-Aquí el coronel trató de decir algo, pero Guy se apresuró a añadir:- Para una voladura de ese calibre hace falta un equipo de zapadores de al menos quince hombres. También los planos de la torre. Y dos días para prepararlo.
-¿O sea que está dispuesto a hacerlo?
-¡No he dicho eso! No he dicho eso. Además, ¿tenemos dos días antes que lleguen los alemanes?
-Tenemos que hacer algunas suposiciones.
-Sería un acto de guerra dentro de la ciudad...
-Y esos actos no están permitidos.
-¡Usted lo ha dicho, mi coronel!
-¡Pero se trata de una situación extraordinaria!
-El derecho de guerra sólo se ocupa, por definición, de situaciones extraordinarias. Sino, se aplicaría el derecho común.
-¡Se lo ordeno en mi calidad de superior!
-No estoy obligado a obedecer ninguna orden contraria al reglamento, menos aún si contraviene la ley de guerra.
-¡Está usted rehuyendo una obligación!
-¡De ningún modo! Solo estoy planteando objeciones a su orden. No obstante, la ejecutaré si me la entrega por escrito y firmada, como le dije.
El coronel, ya muy nervioso, se fué mascullando algo de que el teniente quedara a la espera de nuevas órdenes.
Así seguía la cosa hasta que el 14 de Junio, los alemanes entraron en París.
Casi todos los que conozco que por una u otra razón no fueron a Vietnam y se quedaron en el país dicen lo mismo: Me perdí la gran experiencia de mi generación, se lamentan. No hablan de si la guerra estaba bien o mal, sencillamente parece que se hubieran perdido algo. Os habéis perdido que os explotaran las tripas y tener pesadillas el resto de vuestra vida. ¡Os habéis perdido el horror!, les digo. Suelen asentir con la cabeza, pero puedo ver que para sus adentros piensan otra cosa.
Tim O'Brien, soldado de infantería en la división "Americal".
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Ab insomne non custita dracone