por Brasidas el Mié 23 Ene 2019 11:23
Resulta difícil decidir el grado de crueldad y psicopatía de un tipo basándose en cifras de campañas militares o represiones políticas, por varias razones:
1. Estos hechos suelen ser irremediablemente violentos (Truman sería seguramente uno de los mayores psicópatas por haber lanzado dos bombas nucleares al final de una guerra ya decidida).
2. Muchas veces no es el personaje sino la sociedad misma. Hitler no era ni mucho menos el único cerebro de las matanzas, y su labor habría sido imposible sin la colaboración, no sólo de su cúpula cercana, sino de miles de psicópatas que le apoyaron y a los que les pareció bien todo lo que hizo. Lo mismo probablemente podría decirse de Stalin.
3. Las cifras dependen del contexto. No causas las mismas muertes con un armamento de época de los romanos que con el de la SGM; no vas a causar las mismas víctimas en países enormes como China o Rusia que en uno más pequeño como Camboya.
Coincido con fco_mig en que si hablamos de la psicopatía misma del personaje, algunos de los emperadores romanos, como Calígula o Caracalla, probablemente se llevarían la palma. O quizás algunos líderes africanos del siglo XX, responsables de matanzas terribles e incluso de canibalismo.
Si valoramos las acciones como militares y políticos, está claro que las grandes pérdidas humanas del siglo XX, ya fuera en Alemania, China o Rusia, son las que más llaman la atención. Pero para ser justos, deberíamos acordarnos de otros líderes que han actuado de manera extremadamente cruel y, en principio, sin ninguna aparente "justificación" que mitigara la opinión negativa que nos provocan.
Por ejemplo, durante la guerra de la Triple Alianza, Paraguay fue literalmente devastado. No sólo se repartió su territorio entre los vencedores, sino que una enorme parte de su población fue aniquilada. En el caso de la población masculina, se habla incluso del 90%. Las cifras oscilan mucho alrededor de unos probables 500.000 vidas, lo que es mucho para la población de un país como el Paraguay de entonces. Sea cual sea el número exacto, se sabe que fue un verdadero genocidio lleno de episodios escabrosos como el vergonzoso saqueo de Asunción, ciudad en la que incluso el general argentino Mitre se negó a entrar para no manchar la bandera de su país con tal acción.
Es difícil señalar un culpable de tales matanzas, y seguramente el propio presidente paraguayo, Francisco Solano López, tuvo gran parte de la responsabilidad por haber llevado a su país a una guerra total. Pero principalmente fue el ejército brasileño el autor de los crímenes. Lo dirigía Luis Alves de Lima, un tipo que llegó a decir:
Cuántas vidas y recursos necesitaremos para terminar la Guerra, es decir, para convertir en humo y polvo a toda la nación paraguaya, para matar hasta en el feto en el vientre de la mujer paraguaya.
Y todo esto ocurre en un contexto que agrava aún más estos crímenes, porque:
- No había ninguna cuestión histórica previa que pidiera venganza. Eran países nuevos sin guerras anteriores. No había una Alsacia-Lorena que recuperar o un Versalles que vengar.
- No había razones ideológicas de por medio. Las luchas del fascismo, comunismo, etc., aún no existían.
- Todos eran países de un contexto cultural, racial y social parecido. Sociedades latinoamericanas, con parte de ascendencia indígena y parte europea (de dos países muy parecidos además, como España y Portugal) y con la misma religión.
Sin querer disculpar los crímenes de Hitler, o los de las diferentes guerras de religión (por ejemplo la lamentable matanza en Jerusalén en la Primera Cruzada), al menos estos tenían alguna motivación que podía mover a sociedades enteras al odio. En el caso de esta guerra sudamericana, salvo la avaricia de los terratenientes brasileños, no veo razón alguna para tanto odio y tanta violencia gratuita.
Ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι
Oh, extranjero, informa a Esparta que aquí yacemos todavía, obedientes a sus leyes.