Vamos con las negociaciones, que te va a encantar.
Polibio relata los sucesos contra los Olcades y Althea, el verdadero detonante del malestar:
No bien Aníbal había tomado el mando, cuando se propuso sujetar a los olcades. Fue a acamparse delante de Althea, ciudad la más fuerte de esta nación, y después de un vigoroso y terrible ataque se apoderó de ella en un momento. Este accidente aterró a los demás pueblos y los sometió al poder de Cartago.
Polibio, III, 13, 5.
Aquí tenemos un asalto a una ciudad, la más fuerte de esa nación.
Vuelve a Cartagena a invernar y en el verano inicia la campaña de las mesetas, en teoría. Sólo Sagunto al sur del Ebro se resistía a someterse según Polibio. Vuelve a Cartagena. Es ahí, en este punto, cuando los romanos hacen caso a los saguntinos (cizañeros romanos), envían embajadores. Creo entender que primero a Sagunto y después a Aníbal en Cartagena.
Allí encontró los embajadores romanos, y admitiéndolos a audiencia, escuchó su comisión. Estos le declararon que no tocase a Sagunto, pues estaba bajo su amparo, ni pasase el Ebro, según el tratado concluido con Asdrúbal.
Polibio, III, 13, 5
Y de ahí, a Cartago, donde entronca con tu post anterior:
“Evidentemente, estaban seguros de que la guerra no se desarrollaría en Italia, sino en España, y de que utilizarían como base para esta guerra la ciudad de Sagunto.”
Polibio, III, 15, 13.
Este es el comienzo de la guerra, ahí se rompen los pactos, pues Aníbal debía tener ya muy claro que un aliado romano en su territorio, ni oír hablar de ello. Y lo dice Polibio acto seguido:
Pero Aníbal, por haber silenciado en esta ocasión el verdadero motivo y haber supuesto la injuria de los saguntinos, que no había, dio a entender que empezaba la guerra, no sólo sin fundamento, más aún, contra todo derecho.
Polibio, III, 15, 13.
Y esto es, ni más ni menos, lo que nos vuelve a contar tras el ataque a Sagunto. Embajadores que van a Sagunto, Aníbal los recibe y no deja entrar y a Cartago. Los pactos, al menos los respectivos a aliados, estaban ya rotos. Roma se tragaría su orgullo y esperaría a que cruzaran el Ebro, si es que lo hacía para declarar efectivamente la guerra. Es el asalto y toma de Althea y las negociaciones posteriores las que llevan a este punto de ruptura de tratados y negociaciones estériles con el senado cartaginés, al cual Aníbal ya había tenido en cuenta.
Y ese farol romano que salió mal, lo achaco a la campaña en Iliria y a Galia Cisalpina. Tenían que esperar al Ebro para acabar esas cuestiones y poder pasar a la ofensiva en Hispania y Africa.
Ya con los tratados rotos, pues el claro párrafo:
Esta ciudad se halla situada en la falda de una montaña que, uniendo los extremos de la Iberia y de la Celtiberia, se extiende hasta el mar. Dista de éste como siete estadios. Su territorio produce todo género de frutos, los más sazonados de la España. Aníbal, acampado frente a Sagunto, estrechaba con vigor el cerco Preveía que de la toma de esta plaza por fuerza le provendrían muchas ventajas para el futuro. Ante todo presumía que quitaría a los romanos la esperanza de hacer la guerra en España; después estaba persuadido a que el terror que esparciría este ejemplo haría más dóciles a los que ya eran sus súbditos, y más circunspectos a los que estaban aún independientes, y, sobre todo, que no dejando enemigos tras de él proseguiría su marcha sin peligro. Aparte de esto, creía que abundaría de dinero para la empresa, que el botín que cada uno conseguiría daría ánimo a sus soldados para seguirla, y que la remisión de despojos a Cartago le atraería el afecto de sus conciudadanos. Estas reflexiones le estimulaban a insistir en el sitio con brío. Unas veces, dando ejemplo al soldado, trabajaba él mismo en la construcción de las obras; otras, exhortando a la tropa, se exponía, arrojado, a los peligros, sin rehusar fatiga ni cuidado. Finalmente, a los ocho meses tomó la ciudad a viva fuerza. Dueño de muchos dineros, prisioneros y muebles, el dinero lo aplicó a sus propósitos particulares, como se había propuesto; los prisioneros los distribuyó entre los soldados, a cada uno según su mérito, y los muebles todos los remitió al instante a Cartago. En nada desmintió la acción a su idea; todo le salió como él había imaginado. La tropa vino a ser más intrépida para el peligro, los de Cartago más propensos a sus mandatos, y él, bien provisto de pertrechos, emprendió muchas acciones ventajosas.
Polibio, III, 15, 13.
La traducción, puede variar algo, en el sentido de acciones ventajosas o que los fondos le resultaron provechosos.
Polibio repite otra vez todas las negociaciones y todos los rollos de los tratados hasta que Roma declara la guerra al pasar el Ebro Aníbal.
Prometí también que no haré guerra ni paz ni pacto a no ser con el consejo de los obispos, nobles y hombres buenos, por cuyo consejo debo regirme.
IV Item. Decreta que Don Alfonso, Rey de León y de Galicia estableció en la Curia de León en 1.188
