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Los Sitios de Zaragozaa  7.38 MB

Diario de Los Sitios de Zaragoza

INTRODUCCIÓN

El Diario del primer Sitio de Zaragoza. Año de 1808 y Diario del segundo Sitio de Zaragoza. Año de 1809, se custodian en la Biblioteca de la Diputación Provincial de Zaragoza y consisten en dos tomos escritos por Faustino Casamayor con la numeración Ms 4297 y Ms 4298.

Faustino Casamayor nació en Zaragoza el 15 de febrero de 1760, fue bautizado en la parroquia de San Miguel de los Navarros,  fruto del matrimonio de Juan Casamayor, casado en segundas nupcias con Josefa Ceballos. Durante cincuenta y un años, partiendo de 1782, elaboró Años políticos e históricos de las cosas particulares ocurridas en la Imperial y Augusta ciudad de Zaragoza y Los Dos Sitios de Zaragoza una crónica diaria de los hechos que acontecían en Zaragoza. Vivió momentos históricos tan relevantes como fueron la Ilustración, el absolutismo, la Guerra de la Independencia (con el añadido de los dos Sitios de Zaragoza, y la posterior ocupación francesa durante cuatro años), el regreso del absolutismo, el liberalismo… y todo esto ha quedado reflejado en su obra día a día.

   Personalmente, cursó estudios universitarios en Filosofía, Cánones y Leyes durante ocho años, entre 1774 y 1782, lo que hace de él un personaje más cerca del pensamiento ilustrado de su época de lo que se presumía hasta el momento. En el aspecto laboral, además de alguacil de la Real Audiencia obtuvo el cargo de Tesorero del Término de Regantes de Mamblas y también actuó como apoderado para los condes de Robres. En el ámbito privado se casó a los cuarenta y seis años con Antonia Sisamón, a la que llevaba veintiocho años y con quien tuvo ocho hijos. En el aspecto económico se sabe de su calidad de hacendado y de sus bienes inmuebles por las declaraciones catastrales que se conservan en el archivo municipal zaragozano. Salvo un breve viaje que realizó a Madrid en 1817 su vida se desarrolló dentro del entorno urbano de Zaragoza, cambiando su domicilio en algunas ocasiones pero manteniéndose la mayor parte de su vida, y muriendo, en la casa que le cedió el conde de Robres, situada en la calle de Don Juan de Aragón, esquina a la plaza de Santa Marta. También hay que resaltar la relación epistolar que mantuvo con el general Palafox durante los años veinte del siglo XIX, para enviarle información de la vida ciudadana.

     Su muerte, el 5 de octubre de 1834, se produjo a los setenta y cuatro años, en el contexto de una epidemia de peste que se había desatado en Zaragoza durante ese mismo verano y que en sus últimos coletazos alcanzó al cronista, por lo que su entierro se llevó a cabo sin ninguna ceremonia en el recién inaugurado cementerio de Torrero.

La obra de Casamayor no brilla por sus dotes literarias, su valor reside en su utilidad como crónica histórica de los Sitios de Zaragoza. No hace una crítica histórica, aunque por sus principios absolutistas primero y realistas después, va deslizando rasgos de sus ideas transcribiendo muchos acontecimientos religiosos que no tienen tanto interés, pero en conjunto sus noticias de la ciudad son muy útiles como fuente.
El primer Sitio esta tratado de una forma muy completa: hay proclamas, edictos, contenidos de las gacetas… mientras que en el segundo Sitio apenas aparecen documentos de apoyo. Esto no quiere decir que las crónicas referentes al segundo Sitio no sean fiables, suelen coincidir con otras fuentes, si acaso suele haber algún error en algunas fechas pero básicamente es una fuente fiable sobre los Sitios de Zaragoza.

Desde estas líneas agradecer a D. Manuel Baile, director de la Editorial Comuniter, toda la ayuda prestada y la autorización expresa de poder transcribiros el Diario de los Sitios de Zaragoza, dicha Editorial dedicada a los Sitios de Zaragoza posee entre sus libros editados, obras recomendadísimas como por ejemplo:
- Zaragoza, 1808 y 1809. Los Sitios vistos por un francés de J. Belmas, obra inédita en español hasta ahora y basada en “Journaux des sieges faits ou soutenus par les francaises de 1807 à 1814 dans la Pèninsule” que consta de cuatro volúmenes, el 2º volumen está dedicado al asedio de Zaragoza.
- La Condesa de Bureta de Nuria Marín Arruelo.
- Los Sitios de Zaragoza y la Capitanía General de Aragón de Jesús Alegría de Rioja.
- La nobleza altoaragonesa en los Sitios de Zaragoza de María Dolores Espierréz y Ciprés.
- Tres regimientos emblemáticos de los Sitios de Zaragoza: Extremadura, Wallonas y Guardias Españolas de Ramón Guirao Larrañaga entre otras obras, sin olvidarnos de los fabulosos tres tomos de Agustín Alcaide Ibieca, “Historia de los dos Sitios que pusieron a Zaragoza en los años 1808 y 1809 las tropas de Napoleón.” Obra que no debe de faltar a cualquier interesado en los Sitios de Zaragoza.

LEVANTAMIENTO DE ZARAGOZA EN 24 DE MAYO DE 1808

Muy  por la mañana acudieron varias gentes honradas del pueblo al palacio real donde habitaba el excelentísimo señor capitán general D. Jorge Juan de Guillelmí, pidiendo les entregasen las llaves del Castillo de la Aljafería, las armas y cañones que en él había por noticias que tenían que iban a venir los franceses que estaban en Madrid, y que de orden del lugarteniente de Napoleón  Joaquín Murat, su cuñado, se iban sacando de noche para apoderarse de Aragón como lo habían ya hecho en Madrid, Barcelona, Pamplona y otras plazas, y viendo que no podían lograr ver a S.E., empezaron a gritar y a subirse, y como no les abriesen las puertas de su habitación las rompieron, a cuya novedad salió S.E. el que, aunque quiso satisfacerles de no poder entregarles lo que pedían no hicieron caso antes lo obligaron a que fuera con ellos a la entrega, lo que no pudo evitar, siendo conducido a pie, llevándolo muy resguardado armados hasta el Castillo, donde después de muchos debates, saliendo el responsable de las armas el coronel D. Antonio Torres comandante de Fusileros del Reino y su hermano el teniente coronel D. Jerónimo, comandante del Resguardo, les dio palabra de hacerlas entregar. Retirándose a su palacio, al llegar a la plaza del Portillo le hizo retroceder uno de los paisanos obligándole a volver y diciéndole no saldría del Castillo mientras no se entregaran llaves, fusiles y cañones.
El Real Acuerdo que, convocado por S.E. en su palacio, le estaba esperando con noticia del arresto, se retiró acordando ir al Castillo a la tarde. A cosa de las tres se dejó ver por las calles un bando compuesto de algunos paisanos con los fusiles los que hicieron publicar al pregonero “que todo español acudiese al Castillo a tomar las armas pena de la vida”, con cuya noticia se enardeció todo el vecindario y marchó al Castillo, a cuya hora se juntó el Acuerdo con el teniente general D. Carlos Mori segundo comandante general y el ayuntamiento, los cuales reunidos con el general Guillelmi acordaron se entregasen las armas al pueblo y las llaves del Castillo el cual ocuparon inmediatamente haciendo sus guardias con el mayor celo y gritando: “Viva España y la religión”. Mas no contentos con esto pidieron también los cañones, balas y demás pertrechos de guerra, lo cual concedido, trajeron prontamente del cuartel de Convalecientes las cureñas y con ellas sacaron todos los cañones y morteros tirados por ellos mismos por estar los artilleros en su cuartel de orden de su comandante D. Rafael de Irazábal y Guillelmi (sobrino del general). Pero habiéndolo sabido fueron inmediatamente a sacarlos y con ellos adelantaron mucho. Llegada la noche se retiraron el Acuerdo y el ayuntamiento habiendo hecho publicar  un bando en que se encargaba la tranquilidad y sumisión a las órdenes reales que se fijó en las esquinas, quedándose el general en el Castillo custodiado de los honrados patricios.
Aquella misma noche sabiendo éstos que en el Castillo había un gran repuesto de balas y pólvora, solicitaron se les diese, pero no pudieron lograrlas, amenazaron al general con la vida y, negándoseles, rompieron las puertas del almacén y las sacaron, cuya novedad avisó S.E. al señor regente D. José de Villa, mandando pasasen allí inmediatamente el Acuerdo y ayuntamiento para deliberar sobre lo ocurrido, y que además pedían se les diese de comer y alpargatas. Y habiéndose reunido ambos cuerpos en casa de dicho regente, oído el dictamen del señor fiscal D. José Larrumbide fueron de parecer que no se debía ir al Castillo, porque ni las alpargatas ni el dinero estaban allí, ni debían exponerse a sufrir la misma suerte de no poder salir de él, en cuyo caso no quedaba quien diese las providencias necesarias, lo que se le contestó a S.E. y que el Acuerdo con el ayuntamiento estaría formado para cuanto ocurriese en la Real Audiencia lo que verificó a las 4 de la mañana trasladándose desde la casa del regente.
Aquella noche en lo restante de la ciudad no hubo ninguna novedad, antes bien mucha quietud.

Día 25

Por la mañana se dieron las armas a los alcaldes de barrio para que las distribuyesen a los vecinos honrados que quisieran tomarlas en defensa de la patria y religión, y se sacaron los cañones al campo por los mismos paisanos.  Las 5 de la mañana salió el correo de Castilla al que dejaron pasar. Esta misma mañana pasó un oficial al Real Acuerdo el general Guillelmi en que decía que en atención a estar indispuesto y sin acción pasaba el mando a su segundo el general Mori a quien inmediatamente se le avisó por el secretario de Acuerdo D. Juan Laborda, y habiendo acudido se mandó publicar un bando encargando a los cuerpos y personas pudientes ayudasen al alivio y socorro de la manutención de los honrados defensores de la patria, y el general Mori publicó un manifiesto de que por la indisposición del general Guillelmi había tomado el mando y que se encargaba de todos sus deberes, que ambos se fijaron aquella misma tarde en la que recibió dicho señor Mori las ofertas de las comunidades y gremios, y el Acuerdo en la Audiencia los de  los lumineros de las parroquias y particulares, y todos se ofrecieron muy gustosos.

En este día se aumentó notablemente el número de defensores, y teniendo noticias los del Arrabal (que fueron los primeros que levantaron la voz por la patria) de que en la torre de Alfranca, propia del señor marqués de Eyerbe, se hallaba el brigadier D. José Palafox y Melci, hermano del marqués de Lazán, exento de la compañía Italiana de Guardias de Corps, que estando en Bayona con nuestro soberano D. Fernando VII había logrado escaparse y venirse hasta Zaragoza su patria disfrazado de pastor a donde había llegado hacía como 15 días, y deseando tener una cabeza y jefe que fuese patricio y de los afectos del rey y a la religión, marcharon allá, y habiendo Jorge Ibor labrador uno de ellos, en nombre de todos ofrecídole sus vidas y no desampararlos jamás, lleno de amor al rey, a la patria y religión se vino con ellos y entró en Zaragoza al anochecer, cuya llegada fue notoria inmediatamente y vitoreado hasta casa del general Mori, a cuyos balcones se vio preciso salir para satisfacer el gran número de gentes que deseaban verlo, en cuyo acto ya fue aclamado por libertador de la patria.

Este día se juntó ya tanto número de paisanos con fusiles que se pusieron guardias en todos los parajes, y en la Real Audiencia una de honor de 20 hombres, no viéndose otro en las calles que escarapelas y gente armada.

Día 26

La admirable Ascensión del Señor, cuyo día fue para Zaragoza de un admirable consuelo y gozo universal a todo buen español. De temprano avisó el general Mori al Real Acuerdo la llegada del señor Palafox, y los deseos de los honrados patricios de nombrarle caudillo para la defensa de la patria. A las 10 se tuvo extraordinario al que fue llamado el señor Palafox. Luego que supo el pueblo que estaba en el Acuerdo acudió en mucho número y deseoso de saber el éxito de la llamada e impaciente de ponerse a sus órdenes y de reconocerlo por cabeza, quisieron entrar todos, pero comisionando a cuatro y concedida la licencia, pidieron: que se nombrase capitán general de Aragón al señor Palafox sin detención alguna, pues no obedecerían a otro, a cuya petición accedió gustoso el Acuerdo, cuya deseada noticia publicada desde los balcones de la Audiencia fue universalmente aplaudida. A breve rato se deshizo el Acuerdo y apenas se supo que iba a salir el nuevo general todo se conmovió y más cuando el pueblo le vio salir acompañado de todo el Tribunal, y llevado como triunfo a su casa nativa, haciéndole salvas y presentándole armas, siendo generalmente aplaudida la elección.

Día 27

Este día estuvo iluminada la Santa Capilla a devoción de los zaragozanos por la felicidad de nuestras armas y elección de nuestro general. Siguieron aumentándose los patricios y no quedó ni uno que no pusiese escarapela. Por la mañana salió S.E. a caballo acompañado de su compañía del Arrabal a visitar a Nuestra Señora del Pilar, subiendo a besar su mano, y de allí al Castillo donde fue reconocido por jefe de las tropas de paisanos, los que ofrecieron sus vidas a que S.E. satisfizo con lo mismo. Este mismo día se presentó en el Castillo el secretario de la Capitanía General D. Francisco Baca a quien detuvieron como a sospechoso del general Guillelmi. A la vuelta fue S.E. vitoreado del pueblo con los mismos aplausos.

Día 28

Este día estuvo igualmente iluminada la Santa Capilla a devoción de S.E. y se aumentaron notablemente las guardias. Fue buscado D. Rafael Irazábal, sobrino de Guillelmi, y conducido al Castillo por haber dado orden a sus artilleros se marchasen a Madrid, e igualmente fue llevado al Castillo el conde de Cabarrús que estaba en casa del comerciante francés D. Pedro Lapuyade, ocupándole un baúl con mucho dinero que estaba extrayendo para Francia. El mismo día llegó de Barcelona el famoso ministro D. Gaspar Jovellanos quien se presentó a S.E. y se hospedó en casa del ex camarista D. Benito Hermida, y al siguiente partió para Madrid. Antes de medio día salió ya el bando de nuestro general que empieza: ”Aragoneses”.
Ya se dejaron ver algunos Guardias de Corps y soldados venidos de Madrid, y también llegó un capitán del Principe de caballería herido de un balazo que le dieron los franceses al escaparse de Barcelona.” Hoy se pusieron ya corrientes todos los cañones en el Campo del Sepulcro y todos los paisanos se armaron continuando en hacer las guardias con el mayor orden.

Día 29

A las 7 de la mañana acudieron todos los mozos al cuartel de caballería y Convalecientes en virtud del bando anterior, pero habiéndose dudado si debían todos acudir, se suspendió la orden, y enterado S.E. salió a su nombre la segunda proclama que empieza: “Ya llegó el tiempo”, en la que manda alistarse de 16 a 40 años a todos los vecinos así mozos como casados y viudos sin distinción de clases. Con esta nueva orden se conmovió otra vez el pueblo presentándose de 100 en 100 para formar compañías. Antes de medio día recibió S.E. un posta de Valencia de haberse levantado por nuestro rey y armándose todo aquel reino, nombrando por su general al conde de Cervellón, cuya noticia se publicó impresa con lo que se volvió a inflamar el pueblo, viendo a los valencianos con los mismos sentimientos. Aquella tarde fue S.E.. con D. Manuel Girón y otros oficiales al Castillo y volvió por el paseo vitoreado como siempre.

Día 30

Por ser los felices días de nuestro monarca (día de San Fernando) hubo salva de artillería por disposición de S.E. quien recibió los cumplidos de los cuerpos principales de la ciudad, y queriendo dar una prueba de lo mucho que estima a sus paisanos los exoneró de la contribución extraordinaria del vino, con cuyo motivo se acaloró mucho más a la gente, y empezaron a formarse compañías de los gremios. Este día dieron principio las ofertas para la manutención de las tropas de paisanos y en virtud se publicó el siguiente decreto y otro sobre correos:

DECRETO

El excelentísimo señor capitán general del reino de Aragón ha visto con la mayor ternura y aprecio heroico el patriotismo con que algunos de los habitantes y cuerpos de esta noble ciudad han acudido ofreciendo socorros para sostener al ejército que se está organizando. Y en virtud de esta prueba de amor que añaden a la de disputarse todos la ventaja no solo de ser los primeros a defender su patria, su sagrada religión y sanas costumbres, sino también vengar los ultrajes de toda la nación, manda S.E. que por el diario se haga saber que para que conste y se transmita a la posteridad cuanto voluntariamente se ofreciese por cada cuerpo o persona se publique en dicho diario los nombres de los que concurren con donativos, exceptuando el de las personas que no quieran expresarlo, las cuales deberán acudir directamente a S.E. para formar de ellas lista separada.
Cuartel General de Zaragoza, 30 de mayo de 1808. Palafox.

AVISO SOBRE CORREOS

Al paso que quiero conservar sin interrupción la correspondencia de este reino con Madrid y demás pueblos de Castilla invadidos por las tropas francesas, para no causar el más leve perjuicio al tráfico y comercio de ambas provincias, exige el bien de la patria, que ninguno de sus moradores de noticia en las cartas que escriban de la formidable artillería, pertrechos, municiones, armas y gente dispuestas a defenderse o atacar a nuestros pérfidos enemigos. En consecuencia mando:
1º. Que ninguno habitante de nuestro reino pueda avisarlo en las cartas que escribieren por correo.
2º. Que al entregar estas en las postas o administraciones forme cada individuo una nota de todas ellas, expresando el día en que las entregan, y personas a quien van dirigidas, sin cuyo requisito no se les dará curso.
3º. Que las justicias de los pueblos y administradores de Correos puedan en caso de sospechosa, o cuando yo lo mande, abrir las cartas por si se contraviniere a lo que queda prescrito.
4º. Que los mismos jueces, tropas apostadas y, finalmente, todo ciudadano natural del reino pueda prender a quien lleve consigo cartas, ya sean cerradas o abiertas, siempre que en ellas resulte contravención a lo que queda prevenido.
5º. Toda la culpa de esta naturaleza se considerará como una traición, castigándose con el mayor rigor.
6º. Las justicias, administradores de Correos y tropas, quedan responsables de esta orden, y su negligencia o descuido se reputará como una falta grave, debiendo conservarse en las administraciones o estafetas las notas prevenidas en el artículo 2º, y remitirlas mensualmente a esta capitanía general.
Cuartel General de Zaragoza, 30 de mayo de 1808.
El gobernador y capitán general del reino de Aragón. Palafox.

Día 31

Al amanecer de este día se formaron la 1ª y 2ª compañía de paisanos en el Campo del Sepulcro compuestas de los mozos más robustos de la ciudad, todos menestrales, nombrando S.E. sus respectivos capitanes y oficiales, las cuales formadas y con una excelente música se presentaron al frente del palacio de S.E. que salió inmediatamente a recibirlas y a tomarles a todos la filiación. Este día se aumentó más el número de los soldados presentándose a S.E. 120 muchachos del lugar de Cadrete.

Día 1 de junio

El ilustrísimo Cabildo Eclesiástico cantó una misa muy solemne en la Santa Capilla, que estaba iluminada, y antes la letanía mayor con sus preces por la felicidad de la España con asistencia de ambas residencias y de mucho concurso. Se arreglaron los mozos al ejercicio de armas, y se formaron algunas compañías, y a la tarde se publicó el bando: “Para evitar la extracción”. Nuestro general dio las llaves del Castillo y  su gobierno a D. Mariano Cerezo, ciudadano labrador y hacendado de la parroquia de San Pablo, uno de los primeros que se alistaron, cuyo empleo tenía el coronel D. Vicente Bustamante.

BANDO

D. José Rebolledo de Palafox y Melci, caballero del Orden de San Juan, y de la militar de Calatrava, su Comendador en la de Montachuelos, brigadier de los Reales Ejércitos, gobernador y capitán general de Aragón.
Para evitar la extracción de fondos que hubiese en el reino pertenecientes a sus habitantes, o que provengan de rentas de cualquier especie, aunque sus dueños se hallen ausentes, mando:

1º. Que las justicias y comandantes de las tropas apostadas en la frontera impidan sacar y aprehendan, no llevando guía, toda cantidad de dinero que exceda de lo que se considere preciso para los gastos indispensables del viaje.
2º. Que las tales guías solo se den por los administradores y recaudadores de rentas, o la justicia, quienes pasarán mensualmente una nota de ellas a las cabezas de partido o Intendencia.
3º. Que cuando la cantidad fuese mayor que la prevenida en el artículo 1º haya de exigir una obligación del remitente que acredite que dicha cantidad pertenece a persona domiciliada en otra provincia o nación diferente, y que no procede de rentas, bienes o intereses que el propietario disfrute en Aragón.
4º. Que todo individuo de este reino, si tiene en su poder fondos o bienes pertenecientes a vasallos franceses lo declare, solo para noticia mía, en la inteligencia de que si resultare que los ha ocultado será multado en el duplo.
5º. Que se haga igualmente manifestación por cualquier habitante de esta provincia y reino que tuviere o supiere donde existan bienes pertenecientes a personas expatriadas.
6º.  Al que aprehendiese el dinero extraído sin las guías, se le adjudicará acto continuo la 3ª parte, y el resto se entregará en la Tesorería del Ejército.

Zaragoza, 30 de mayo de 1808. Palafox.

OTRO

Asimismo ocupado S.E. solo en proporcionar por todos medios a sus habitantes la seguridad y confianza que constituyen la verdadera fuerza de su Estado, mando:

1º. Que todos los pueblos del reino formen para los corregidores, alcaldes mayores, y demás justicias una matrícula de los forasteros hallados actualmente en Aragón, con razón individual del objeto que motivare su estancia, de las cualidades, profesión, y demás circunstancias que concurrieren en ellos.
2º. Que no se permita internar en este reino ningún habitante de otra provincia sin el correspondiente pasaporte de las justicias de los pueblos limítrofes.
3º. Que así mismo se impida por la justicia y tropas situadas en la frontera  la salida de Aragón a cuantos no lleven el correspondiente pasaporte.
4º. Que se pase semanalmente por los comandantes de las tropas y justicias una razón individual de todas las personas comprendidas en los artículos precedentes a las cabezas de partido de su distrito, quienes la trasladaron al alcalde mayor de esta capital.

Dado en el Cuartel General de Zaragoza a 30 de mayo de 1808. Palafox.

Día 2

En este día siguieron las compañías en hacer el ejercicio. Salió el manifiesto del general que empieza: “La Providencia”, que dio mucho gusto a las gentes con motivo del papel de Napoleón desde Bayona que mandó circular el Consejo de Castilla a todos los tribunales del reino. Nombró S.E. este día para Intendente de este ejército y reino a D. Lorenzo Calvo de Rozas, a quien hizo reconocer en todas las oficinas, en lugar del coronel D. Ignacio Garcini que lo estaba ejerciendo. Se nombraron los jefes para las compañías de los oficiales retirados, de los nobles, ciudadanos infanzones, y doctores, formando tercios de 10 compañías de a 100 hombres cada una, los que después se titularon tercios de Aragón. En la iglesia parroquial de San Miguel se cantó por su capítulo eclesiástico y parroquia una misa de rogativa por la salud y acierto en el gobierno del señor Palafox.

MANIFIESTO

La providencia ha conservado en Aragón una cantidad inmensa de fusiles, municiones y artillería de todos los calibres que no han sido vendidos ni entregados con perfidia a los enemigos de nuestro reposo. Vuestro patriotismo, vuestra lealtad y vuestro amor a las sanas costumbres que habéis heredado de nuestros mayores os decidieron a sacudir la vergonzosa esclavitud que os preparaban la sedición y las falsas promesas del gobierno francés que reglando su conducta por un maquiavelismo horroroso, solo aspira a engañarnos como a toda la España, para llenar de oprobio y vergüenza a la nación más generosa del orbe.

Os habéis fiado de mi, y esta honra que sin merecerla habéis querido dispensarme me obliga a descorrer el velo de la iniquidad mas execrable. Mi vida que solo puede serme apreciable en cuanto sea capaz de contribuir a vuestra felicidad, y a la de mi amada patria, es el menor sacrificio con que pudiera pagaros las pruebas de amor y confianza que os merezco. No lo dudéis, aragoneses, mi corazón no es capaz de abrigar delitos ni de confabularme con los que conciben o protegen. Algunos de los depositarios de la nación española, los que tienen en su mano la autoridad suprema, son los primeros a proporcionar vuestra ruina por cuantos medios sugiere la malicia y a aliarse descaradamente con nuestros enemigos. La sed del oro y la engañosa idea, que acaso han concebido de conservar unos destinos manchados con sus iniquidades, les hace mirar con una fría indiferencia al exterminio de su patria. Aunque tengo fundados motivos para creerlo así omitiré el manifestarlos para excusaros nuevas penas. Tal vez en esta época sabiendo vuestra resolución, la de los esforzados valencianos vuestros vecinos, y la de todas las provincias de España, que piensan del mismo modo, algunos de sus jefes se habrían decidido por lo justo, y tratando de sacudir el yugo, que valiéndose de su misma iniquidad se pretendía imponernos. Si yo me engaño en creerlo así, que tiemblen los malvados solo de pensar que el tiempo puede desenvolver estas verdades. No temáis aragoneses, defendemos la causa mas justa que jamás pudo presentarse, y somos invencibles.

Las tropas enemigas que hay en España nada son para nuestros esfuerzos, e infelices de ellos si se atreven a repetir en cualesquiera pueblo español, lo que hicieron el 2 de mayo en Madrid, sacrificando sin piedad, y llamando sediciosos y asesinos a aquellos mismos de quienes tan solo recibían honores y beneficios que no merecen. Bayona es buen testigo y sabe originalmente la violencia que después de una serie de perfidia y engaños que han cometido allí, violencia que aparecen de las groseras contradicciones que resultan de las fechas de acusar Carlos IV de conspirador a un ministro y de confirmar después su nombramiento con el de los demás de la Junta de Gobierno, y de hablar al rey su hijo de la primera mujer, no habiendo sido casado dos veces. En consecuencia debo declarar y declaro lo siguiente:

1º. Que el Emperador y todos los individuos de su familia y finalmente todo general y oficial francés son personalmente responsables de la seguridad del rey, de su hermano y tío.
2º. Que en caso de atentado contra vidas tan preciosas para la España y que no carezca de monarca usará la nación de su derecho electivo a favor del archiduque Carlos como nieto de Carlos III, siempre que el príncipe de Sicilia y el infante D. Pedro, y demás herederos no puedan concurrir.
3º, Que si el ejército francés hiciese en menor robo, saqueo o muerte en Madrid u otro pueblo de los que han invadido, se considerará como delito de alta traición y no se dará cuartel a nadie.
4º. Que se repute como ilegal y nulo como obra de la violencia todo lo actuado en Bayona y Madrid hasta ahora por la fuerza que domina en ambas partes.
5º. Que se tenga igualmente por nulo cuanto se hiciere sucesivamente en Bayona, y por rebeldes a la patria, cuantos no habiendo pasado la raya lo hiciesen después de esta publicación.
6º. Que se admita en Aragón y se trate con la generosidad propia del carácter español a todos los desertores del ejército francés que se presenten, conduciéndolos desarmados a esta capital donde se les dará partido entre nuestras tropas.
7º. Que se convide a las demás provincias y reinos de España no invadidos a concurrir a Teruel u otro paraje adecuado con sus diputados para nombrar un lugarteniente general a quien obedezcan todos los jefes particulares de los reinos.
8º. Que el manifiesto anterior se imprima y publique en todo el reino de Aragón para su inteligencia, circulándose además a las capitales y cabezas de partido de todas las provincias y reinos de España.

Dado en el Cuartel General de Zaragoza a 31 de mayo de 1808. Palafox.

DECRETO DEL CONSEJO REAL

Con fecha del 29 de este mes ha comunicado el excelentísimo señor D. Sebastián Piñuela al ilustrísimo señor D. Arias Mon, decano del Consejo y Cámara las reales órdenes siguientes.

Ilustrísimo señor: El serenísimo señor Gran Duque de Berg, lugarteniente general del reino quiere que mañana día 30 del corriente esté junto al Consejo a las 8 en punto, lo que es la voluntad  real de S.A.I. que yo asista para que se de cumplimiento a un decreto y proclama de S.M.I y R. el Emperador de los franceses. Lo que participo a V.I. de real orden para su inteligencia y puntual cumplimiento, quedando en estar pronto a dicha hora.

Ilustrísimo señor: En decreto del Emperador de los franceses, rey de Italia, y Protector de la Confederación del Rhin, expedido en Bayona a 25 de este mes a quien se han cedido todos los derechos de la corona de España, se ha servido S.M.I. y R. manifestar al Consejo de Castilla las providencias que ha tomado para poder fundar las bases de la nueva constitución que debe gobernar la monarquía. Mandó al mismo tiempo entre otras cosas que el Gran Duque de Berg, Joaquín Murat, continúe ejerciendo las funciones de lugarteniente general del reino, y en una proclama de la misma fecha previene S.M.I. y R. al mencionado Consejo que haga publicar y circular el referido decreto para que nadie pueda alegar ignorancia. Con este motivo de orden del citado lugarteniente general del reino ha prevenido a V.I. esta noche que mañana temprano se junte dicho Consejo del que quiere S.A.I. y R. que yo lleve y publique el decreto y la proclama. Todo lo cual participo ahora a V.I. para su inteligencia y cumplimiento. Y el tenor literal del Real Decreto que se cita en las anteriores reales órdenes  es como sigue.

EXTRACTO DE LAS MINUTAS DEL CONSEJO DE ESTADO

Napoleón, Emperador de los franceses, rey de Italia, Protector de la Confederación del Rhin, etcétera.

Habiéndonos cedido el rey y los príncipes de la Casa de España sus derechos a la corona como consta de los tratados de 5 y de 10 de mayo, y de las proclamas dirigidas y circuladas por la Junta y Consejo de Castilla, hemos decretado y decretamos los siguientes artículos:

1º. La asamblea de nobles que está ya convocada por el lugarteniente general del reino se reunirá en Bayona el 15 de junio. Los diputados irán encargados de los votos, demandas, necesidades y quejas, para poder fijar las bases de la nueva constitución de la monarquía.
2º. Nuestro muy caro cuñado el Gran Duque de Berg continuará ejerciendo las funciones de lugarteniente general del reino.
3º. Los ministros, el Consejo de Estado, el de Castilla y todas las autoridades religiosas, civiles y militares quedan confirmadas en cuanto sea necesario. Se seguirá administrando la justicia del mismo modo, y observando los mismos trámites que hasta aquí.
4º. El Consejo de Castilla hará circular este decreto, publicarlo en los parajes que sea necesario para que nadie alegue ignorancia.

Dado en nuestro palacio imperial y real de Bayona, a 25 de mayo de 1808. Napoleón.
Por el Emperador, el ministro secretario. Hugo B. Manet.

EXTRACTO DE LAS MINUTAS DE LA SECRETARÍA DE ESTADO

Napoleón, Emperador de los franceses. Españoles: después de una larga apatía vuestra nación iba a perderse. He visto vuestros males, y voy a remediarlos. Vuestra grandeza y vuestro poder están garantes del mío. Vuestros príncipes me han cedido todos sus derechos a la Corona de las Españas. Yo no quiero reinar en vuestras provincias, pero quiero adquirir derechos eternos al amor y reconocimiento de vuestra posteridad. Vuestra monarquía es vieja, mi misión se reduce a renovarla, mejorarla con instituciones y os haré gozar de los beneficios de una reforma, sin que experimentéis quebrantos, desordenes ni convulsiones.

Españoles: He hecho convocar una asamblea general de las diputaciones de las provincias y de las ciudades. Yo mismo quiero saber vuestros deseos y vuestras necesidades, entonces depondré todos mis derechos colocaré vuestra gloriosa corona de otro yo mismo, asegurándoos al mismo tiempo una constitución que concilie la justa y saludable autoridad del soberano con las libertades y privilegios del pueblo.

Españoles: Acordaos de lo que han sido vuestros padres y mirad a lo que habéis llegado. No es vuestra culpa sino del mal gobierno que os regla. Tened suma esperanza y confianza en las circunstancias actuales; pues yo mismo quiero que mi memoria llegue hasta vuestros últimos nietos, y que exclamen: “es el regenerador de nuestra patria”.

Dado en nuestro palacio imperial y real de Bayona, a 25 de mayo de 1808. Napoleón.
Por el Emperador, el ministro secretario de Estado. Hugo B. Manet.

Publicada en el Consejo pleno y oído los señores fiscales ha acordado se imprima y circule todo inmediatamente en la forma acostumbrada en cumplimiento de dichas reales órdenes. Y en consecuencia lo participo a usted de orden del Consejo para su observancia en la parte que le toque, y que al propio fin lo circule a las justicias de los pueblos de su partido, dándome aviso del recibo.

Dios guarde a usted muchos años. Madrid, 31 de mayo de 1808.
D. Bartolomé Muñoz.

Día 3

Se siguió sin novedad en la formación de las compañías, y se supo que la noche anterior, a las 11, había llegado el excelentísimo señor marqués de Lazán escapado de Madrid, huyendo de los franceses. A las 9 se presentó al capitán D. José Obispo con su compañía de 400 hombres, compuestos la mayor parte de soldados veteranos, cumplidos, y los demás mozos recogidos con su música; y habiendo salido S.E. a los balcones, les dijo si reconocían a Fernando VII como rey de España, y la respuesta un alboroto de lealtad y vivas, en cuya contestación les dijo S.E.: “O vencer, o morir, hijos”. Estos días han llegado algunos Guardias de Corps. En la iglesia de San Pablo el tribunal del Santo Oficio cantó una misa por el acierto en el gobierno del señor Palafox. Esta tarde llegaron a verse algunos desertores españoles de Madrid por los puertos de Daroca según aviso que tuvo S.E. Hoy se hizo el embargo en la casa del conde de Fuentes a instancia del público.

Día 4

Este día salieron dos compañías del primer tercio a La Almunia, las que acompañó S.E. hasta el Castillo. Aquella noche presentaron a S.E. al general francés que enviaba Murat para mandar en Aragón, el cual venía escoltado del regimiento de Dragones del Rey, el que cuando supo del levantamiento de Zaragoza, se quiso volver pero fue cogido por los paisanos y conducido a esta capital, a quien mandó S.E. tener en su palacio a vista de todos. En este día se supo del levantamiento del Principado de Asturias, y llegaron diputados de Tudela a S.E. ofreciendo todas sus armas y vecindario.

Día 5

Marcharon dos compañías del primer tercio para Daroca con dos cañones, y otras dos para Calatayud. Se supo el levantamiento de Castilla la Vieja cuyas proclamas son: “Nobles Aragoneses”. Se trasladaron del Castillo a la cárcel de corte los reos de Estado y al general francés, y vino la noticia de haber preso el marqués de Hugarte en Pamplona al conde de Fuentes.

CASTILLA LA VIEJA, 30 DE MAYO

Nobles aragoneses: El cielo se declara a favor vuestro, vuestra Madre del Pilar es vuestra capitana, y estos pobres castellanos os acompañan a sus pies pidiendo su amparo y protección. Ocho meses hace que nos vemos bajo el cruel yugo de los franceses que han inundado nuestras Castillas, nuestros pueblos, y nuestras mismas casas. Dios os libre a vosotros nobles aragoneses de tamaño trabajo, no nos han dejado ni cama, ni bienes; nuestros hermanos han tenido que abandonar sus campos para surtirles y conducirles víveres. Sus yuntas y todos sus sudores se han empleado en servirles con abandono de todas sus obligaciones. ¡ Pero que dolor ! No es esto nada para la cruel conducta que con nosotros tienen; sabe que a todos nos han atropellado, amenazado, y maltratado. El pobrecito pueblo que ha hecho alguna señal de quejarse de su opresión ha sido víctima de su diabólico terror. Son muchos y muchísimos los hermanos que nos han muerto, y los atropellos han causado mil desastres (que ya habrán llegado a vuestra noticia). Estamos tan cargados de su intolerable yugo que nos amenazan con incendiarnos los pueblos ya que no tienen más que sacar de ellos.

En este conflicto, acudimos nosotros, nobles aragoneses, para que nos hagáis participantes de vuestras victorias contra ellos, nosotros no podemos tan a las claras como vosotros levantarnos, porque está la nube sobre nuestra cabeza, pero esperamos no nos abandonareis; pues la causa es de Dios y del pueblo. Contad con todos nosotros, disponed que podamos reunirnos y realizar nuestros deseos, Todos somos vasallos del inocente rey Fernando VII y todos os rogamos viváis seguros que por nuestra parte contribuiremos al bien de la religión y de la España hasta la muerte.

Día 6

Este día marchó la 1ª compañía de Obispo para Zaragoza. Al mediodía fue traído 100 hombres de Navarra y algunos aragoneses el conde de Fuentes y encerrado en el Castillo de La Aljafería, entregado por el marqués de Hugarte. Para ese día ya se habían congregado algunos diputados de las ciudades para las Cortes mandadas convocar, y prelados eclesiásticos, entre ellos el obispo de Huesca que vino a su parroquia de Santa Engracia, los abades de Santa Fe, Rueda y Veruela, y Montearagón, y prior del Sepulcro de Calatayud.

Día 7

Muy por la mañana se juntaron cuatro compañías en la Plaza del Pilar, las que tomaron su viaje para Tarazona con D. José Obispo habiendo salido ya el primer tercio de 1.000 hombres. A las 5 de la mañana entró el regimiento Dragones del Rey y se aposentó en el cuartel del Tinglado, y se presentaron a competencia muchos mozos de lugares inmediatos, los que fueron destinados a las compañías. Este día salió el señor marqués de Lazán a Tudela por el bocal con el 2º tercio y cuatro piezas de artillería para incorporarse con aquellos naturales y armados a la defensa por haberse sabido haber entrado los franceses en Logroño y cometido los atentados que acostumbran. Esta noche fue trasladado el conde de Fuentes a la cárcel de corte en un coche escoltado de los honrados paisanos.

Día 8

Salieron otras dos compañías para Tarazona. Vinieron 300 hombres con bandera de la villa de Tauste, y otros muchos de los lugares inmediatos. Salió el papel que empieza: “Mi amor al Rey”. Este día llegaron muchos oficiales escapados en Madrid, entre ellos D. Francisco Palafox, hermano de nuestro general, con mucha satisfacción por haberse podido salir disfrazado de Bayona.

Esta noche volvió el marqués de Lazán de Tudela, en cuya ciudad mandó ahorcar dos de los principales de aquella ciudad, y colgarlos en el puente del Ebro por amigos de los franceses, pero se volvió inmediatamente a la expresada ciudad reforzado con 400 hombres, cuatro cañones y los Fusileros del Reino.

BANDO

Mi amor al Rey, y el deseo de salvar mi amada patria de las cadenas que le preparaban la perfidia y el engaño, me hicieron corresponder a la honrosa confianza que os merecí, nombrándome vuestro jefe. Vuestro valor y vuestro patriotismo me aseguran la victoria, no menos que los votos de las demás provincias, que se han unido con nosotros, y que han jurado como toda la nación preferir la muerte a una vergonzosa esclavitud. No hay un solo español, cuyo corazón no esté despedazado al pensar que la dignidad de su patria, de su santa religión, sus costumbres y sus propiedades serían presa de un ejército de mercenarios, que han aprendido solo el robo y la perfidia, pero que no están animados de aquel valor y grandeza de ánimo que acompaña el alma de las acciones nobles.

No lo ignoráis, aragoneses, es preciso defender con una admirable energía la patria, o toda la juventud, después de experimentar desprecio y violencia de un enemigo, tendría que ir encadenada al norte a pelear en defensa del opresor de la Europa. Todo lo he previsto para inutilizar los proyectos del ejército francés, que no sean otros que el intentar apoderarse con el corto número de tropas, que no puede aumentar. He enviado fusiles y municiones a las provincias vecinas, que pueden ser atacadas, y que las han reclamado, uniéndose a Aragón, y es preciso ya correr presurosos a las armas, y salvar la patria. Por tanto, y para facilitarlo mejor mando:
1º. Que todos los habitantes de Zaragoza (sin excepción de clase) que tuvieren escopetas, trabucos, espadas, o cualesquiera  otras armas que puedan ser útiles para el ejército, las lleven en los dos días primeros siguientes a la casa de ayuntamiento con una nota de nombre de sus dueños. El comisario de guerra D. Pedro Aranda cuidará de recibirlas y formará diariamente estado de ellas, dando un recibo a los propietarios, para que puedan recogerlas luego que cese la guerra. Igual presentación se hará en todo Aragón dentro de 15 días, y las justicias cuidarán de su ejecución, remitiendo la nota de todas ellas al Intendente de ejército.
2º. Que todos los que tengan caballos útiles para el ejército los presenten dentro de 8 días a las justicias de sus pueblos quienes los harán venir inmediatamente a esta capital para que puedan arreglarse los regimientos de caballería. En Zaragoza se presentarán dentro del segundo día en el cuartel de caballería del Campo del Toro, exceptuándose solo los de las postas, y los empleados en el servicio público. Se pagará el justo valor que tengan, a excepción de aquellos que sus dueños quisieren dejar voluntariamente por el tiempo de la guerra.
3º. Se formará matrícula en todo el reino de los carros y acémilas, por si se necesitare emplearlos en el ejército, cuidando las justicias de remitir su nota al Intendente dentro de 15 días.
4º. Igual nota se remitirá a la Intendencia de los granos que hubiere en cada pueblo del reino en el mismo término.
5º. Todos los fabricantes y mercaderes de esta capital presentaran en la secretaria de la Intendencia dentro del 2º día, una nota firmada de todos los lienzos, paños azules, blancos o pardos que tuvieren, para vestir al ejército, expresando sus calidades y precios, y los de las demás ciudades y pueblos del reino la remitirán dentro de 15 días, en inteligencia que se satisfará su importe con puntualidad.
6º. Todos los comerciantes y demás personas de esta ciudad que tuvieren fondos o bienes pertenecientes a franceses, que según mi bando de 30 de mayo deben de embargarse, darán razón de ello en dicha secretaría dentro de segundo día, para que inmediatamente se trasladen los fondos y efectos a la Casa de la Ciudad, entregándolos a los depositarios nombrados: D. Nicolás Barta y D. Isidro Ezquerra. En los demás pueblos se hará igual manifestación a las justicias dentro de 15 días. El que los ocultare por medio de una traslación de crédito, o los hubiere extraído del reino, sea en letras de cambio o de otra manera, será castigado con el mayor rigor.
7º. Todos los depósitos de fondos públicos o particulares cualquiera que sea el motivo del depósito, manifestáranlos al Intendente en los 15 primeros días. Los reverendos arzobispos, obispos, dignidades, curas párrocos, alcaldes, priores y demás jefes eclesiásticos o religiosos, y los ilustrísimos ayuntamientos, corregidores, alcaldes mayores y demás individuos de justicia, especialmente aquellos ante quien se hubiesen hecho los depósitos, cuidarán de que se verifique puntualmente su manifestación, en inteligencia de que se mirará como una cosa sagrada todo lo destinado a objetos de común utilidad, y que en caso de usar de ellos se reintegrarán con la mayor puntualidad. Si como no es de esperar se dejare de manifestar alguno, se considerará al encubridor como hombre indiferente a la prosperidad de la patria.
8º. Que se suspenda por ahora la venta de todos los bienes eclesiásticos.
9º. Que cualquiera persona que alterase la tranquilidad pública, injuriando a otro, o cometiese el menor robo, sea arrestada por la justicia y tropas, dándome cuenta para su castigo, y que si hubiese fundado motivo de sospechas de traición en algún individuo, se me haga saber para castigarlo con el mayor rigor para que no pueda turbarse la feliz unión y patriotismo que anima a todos los leales y esforzados aragoneses.

Cuartel General de Zaragoza, 7 de junio de 1808.
El gobernador y Capitán General del reino de Aragón. Palafox.

Día 9

Muy por la mañana vinieron dos postas de Cataluña con la noticia de haber batido los de Cervera a los franceses, haberles muerto muchísimos, y cogídoles los demás prisioneros.

LAS CORTES

Este día se celebran las Cortes en la sala consistorial del ayuntamiento en la que se colocó el retrato de nuestro católico monarca Fernando VII asistiendo a ella todos los vocales de las ciudades del reino, obispos, abades y priores, con la nobleza. A las 10 vino S.E. a caballo acompañado de sus edecanes, precedidos de los Dragones del Rey a pie, y sus oficiales a caballo, los que hicieron los honores a S.E. como a la persona real. Fue recibido de todos los vocales fuera de la sala, y la sesión duró hasta las 3 y media de la tarde; a la salida fue al Pilar acompañado de la tropa y edecanes, subió a besar la mano a Nuestra Señora y se retiró a su palacio.

ASISTENCIA A LAS CORTES CELEBRADA EL 9 DE JUNIO

Por el brazo eclesiástico:
Señor obispo de Huesca.
Señor arcipreste de Tarazona.
Señor deán de Zaragoza.
Señor arcediano de Santa María de Zaragoza.
Señor arcipreste de Santa maría de Zaragoza.
Señor prior del Sepulcro de Calatayud.
Señores abades de Montearagón, Santa Fe, Rueda y Veruela.

Por el Estado de Nobles:
Señor conde de Sástago.
Señor marqués de Santa Coloma.
Señor marqués de Fuenteolivar.
Señor marqués de Zafra.
Señor marqués de Ariño.
Señor conde de Sobradiel.
Señor conde de Torresecas.

Ciudadanos de voto en Cortes:
Por Zaragoza, D. Vicente Lisa.
Por Tarazona, D. Bartolomé la Iglesia.
Por Jaca, D. Francisco Pequera.
Por Calatayud, D. Joaquín Arias de Ciria Beteta.
Por Borja, D. José Cuartero.
Por Teruel, D, el conde de la Florida.
Por Fraga, D. Domingo Arquer.
Por las Cinco Villas, D. Juan Pérez de Artieda.

Por el Estado de Hijosdalgos:
Por el partido de Huesca, el barón de Alcalá, D. Joaquín María Palacios.
Por el de Barbastro, D. Antonio Soldevilla, D. Francisco Romero.
Por el de Alcañiz, D. Manuel Ulzurrun de Asanza, conde de Samitier.
Por el de Albarracín, D. Juan Navarro.
Por el de Daroca, D. Tomás Castillón, D. Pedro de Oseñalde.

D. Lorenzo Calvo de Rozas. Intendente general del ejército y reino de Aragón, secretario de la Suprema Junta de las Cortes del mismo, celebradas en su capital Zaragoza a 9 de junio de 1808.

Certifico: Que reunidos en la sala consistorial de la ciudad los diputados de las de voto en Cortes, y de los cuatro brazos del reino cuyos nombres son los anteriormente nombrados, y habiéndose presentado el excelentísimo señor D. José de Palafox y Melci gobernador y capitán general del mismo y su presidente, fui llamado y se me hizo entrar en la asamblea, para que ejerciese las funciones de tal secretario, y habiéndolo verificado así, se me entrego el papel de S.E. el cual original existe en la secretaría, se leyó y dice:

Excelentísimo señor:
Consta ya a V.E. que por voto unánime de los habitantes de esta capital fui nombrado y reconocido de todas las autoridades establecidas como gobernador y capitán general del reino. Que cualesquiera excusa hubiera producido infinitos males a nuestra patria, y ha sido demasiado funesta para mi.
Mi corazón agitado ya largo tiempo, combatido de penas y aflicciones lloraba la pérdida de la patrian sin columbrar aquel fuego sagrado que la vivifica. Lloraba la pérdida de nuestro adorado rey Fernando VII esclavizado por la tiranía, y conducido a Francia con engaños y perfidias. Lloraba los ultrajes de nuestra santa religión atacada  por el ateísmo, sus templos violentados sacrílegamente por los traidores el 2 de mayo, y manchados con sangre de los inocentes españoles. Lloraba la existencia precaria que amenazaba a toda la nación si admitía el yugo de un extranjero orgulloso, cuya insaciable codicia excede su perversidad, y por fin la pérdida de nuestras posesiones en América, y el desconsuelo de muchas familias, unas porque verían convertida la deuda nacional en un crédito malo, otras que se verían despojadas de sus empleos y dignidades, y reducidas a la indigencia o mendicidad; otras que gemirían en la soledad, la ausencia o exterminio de sus hijos y hermanos conducidos al norte para sacrificarse no por su honor, su religión, su rey ni por la patria, sino por un verdugo nacido para azote de la humanidad, cuyo nombre tan solo dejará a la posteridad el triste ejemplo de los horrores, engaños y perfidias que ha cometido, y de la sangre inocente que su proterva ambición ha hecho derramar..
Llegó el 24 de mayo, día de gloria para toda España, y los habitantes de Aragón siempre leales, esforzados y virtuosos rompieron los grillos que les preparaba el artificio y juraron morir o vencer. En tal estado lleno mi corazón de aquel noble calor que a todos nos alienta, renace y se enajena de pensar que puedo participar con mis conciudadanos de la gloria de salvar nuestra patria. Las ciudades de Tortosa, Lérida invitadas por mi como puntos muy esenciales, se han unido a Aragón, he nombrado a un gobernador en Lérida a petición de su ilustrísimo ayuntamiento, les he auxiliado con algunas armas, gente, y puedo esperar que aquellas ciudades se sostendrán, y no serán ocupadas por nuestros enemigos.
La ciudad de Tortosa quiere participar de nuestros triunfos; ha conferenciado conmigo y con los ingleses, les ha comunicado el manifiesto de 31 de mayo para que lo circulen por toda Europa y trata de hacer venir nuestras tropas de Mallorca y Menorca. Siguiendo mis instrucciones; ha enviado un diputado, y yo he enviado otro con órdenes secretas dirigidas al mismo fin, y  entablar correspondencia con Austria.
La merindad de Tudela y ciudad de Logroño me han pedido un jefe y auxilios, quieren defenderse e impedir la entrada en Aragón a nuestros enemigos. He nombrado con toda la plenitud de poderes por mi teniente y por general del ejército destinado para ello al excelentísimo señor marqués de Lazán y Cañizar, mariscal de campo de los Reales Ejércitos, que marchó el 6 a las 12 de la noche con algunas tropas y competentes armas y municiones. No puedo dudar de su actividad, patriotismo y celo, ni lo dudará V.E.
Otros muchos pueblos de Navarra han enviado  a sus representantes y la ciudad y provincia de Soria sus diputados. He dispuesto comunicaciones con Santander, establecido postas en el camino de Valencia, y pedido armas y artilleros, dirigiendo por aquella vía todos los manifiestos y órdenes publicadas, con encargo de que se circulen a la Andalucía, Mancha, Extremadura, Galicia y Asturias, invitándolos a proceder de acuerdo. He enviado al coronel barón de Warsage y al teniente coronel D. Andrés Boggiero, gobernador que ha sido en América, a organizar y mandar la vanguardia del ejército destinado hacia las fronteras de la Alcarria y Castilla la Nueva.
Para dirigir el ramo de hacienda con la rectitud, energía y acierto que exige tan digna causa, y velar sobre las rentas y fondos públicos, he nombrado por Intendente a D. Lorenzo Calvo de Rozas, cuyos conocimientos en este ramo y probidad incorruptible me son notorios, y me hacen esperar los más felices resultados.
La casualidad de haber enviado aquí a principios de mayo su familia para librarla del peligro, y el temor de permanecer en Madrid en circunstancias tan críticas lo trajo a Zaragoza el 28 del pasado; lo hice detener, y lo he precisado a admitirlo a pesar de que sus negocios y patrimonio reclamaban su vuelta a Madrid. Fiado este importante ramo a un sujeto de sus circunstancias presentaré  a su tiempo a la nación el estado de rentas, su procedencia e inversión, y en ellas un testimonio público de la pureza con que se manejarán.
Resta pues el sacrificio que es más grato a nuestros corazones: que reunamos nuestras voluntades y aspiremos al fin que nos hemos propuesto. Salvemos la patria aunque sea a costa de nuestras vidas, y velemos por su conservación. Para ello propongo a V.E. los puntos siguientes:
1º. Que los diputados de Cortes queden aquí en junta permanente, o nombrar otro que se reunirá todos los días para proponerme y deliberar todo lo concerniente al bien de la patria y del rey.
2º. Que V.E. nombre entre sus ilustres individuos un secretario para extender sus resoluciones en las que debe haber una reserva inviolable extendiendo por hoy el acuerdo uno de los presentes o el Intendente.
3º. Que cada diputado se corresponda con su provincia comunicando las disposiciones ya generales ya particulares que tomaré como jefe militar y político del reino y de los que acordaremos para mayor bien de la España.
4º. Que la Junta medite y me proponga sucesivamente los medios de hacer compatible con la energía y rapidez que se requiere, la organización del ejército, el cuidado de la recolección de granos que se aproxima y no debe desatenderse.
5º. Que me proponga los medios de sostener el ejército que presentará su Intendente y del reino D. Lorenzo Calvo.
6º. Que me proponga todas las disposiciones que crea convenientes tomar para conservar la policía, el buen orden, y la fuerza militar en cada departamento del reino.
7º. Que cuide de mantener relaciones con los demás reinos y provincias de España que deben formar con nosotros una misma y sola familia.
8º. Que se cuide de circular en todo el reino, impresas o manuscritas, las órdenes mías o las que expidiere la Junta de diputados.
9º. Que acuerden si deben o no concurrir los diputados que vinieren de las provincias o merindades de fuera de Aragón, mediante que la reunión de sus luces puede ser muy interesante.
10º. Que decida desde luego la proclamación e nuestro rey Fernando VII determinando el día que haya de verificarse.
11º. Que resuelvan si deben reunirse en un solo punto las diputaciones de las demás provincias de España, conforme a lo anunciado en el manifiesto de 31 de mayo último.
12º. Que declare desde luego la urgencia del día, y que la primera atención debe ser la defensa de la patria.

Zaragoza, 9 de junio de 1808. José Palafox y Melci.

ACUERDOS

Resolvió la asamblea por aclamación que se proclamase a nuestro soberano Fernando VII, dejando al arbitrio de S.E. señalar el día de verificarse apenas las circunstancias lo permitiesen.
La misma asamblea enterada de la exposición antecedente, después de manifestar a S.E. su satisfacción o gratitud por todo cuanto había ejecutado, aprobándolo unánimemente, lo reconoció por aclamación como capitán general y gobernador político y militar del reino de Aragón, y los mismo al Intendente.
El señor D. José Antonio Franquet, regidor de Tortosa, que hallándose comisionado en esta capital concurrió a la asamblea, hizo lo mismo a nombre de dicha ciudad a quien ofreció dar parte de ello.
Acto continuo se leyeron los avisos de convocatoria a todos los individuos que debían concurrir, y resultó se habían convocado a todos, y que sólo había dejado de concurrir el señor marqués de Tosos que avisó estar enfermo, y señor conde Torresecas que igualmente manifestó su imposibilidad de concurrir.
Se trató si debía queda permanente la Junta de diputados o nombrar otra presidida por S.E.  con todas facultades, y después de un detenido examen se acordó unánimemente nombrar una Junta Suprema se sólo seis individuos y de S.E. como presidente con todas las facultades.
Se nombró enseguida una comisión de 12 de los señores vocales tomados de los cuatro brazos del reino, que lo fueron por lo eclesiástico el señor abad de Montearagón, el señor deán de esta santa iglesia, el señor arcipreste de Santa María. Por la nobleza, el excelentísimo señor conde de Sástago, y los señores marqueses de Fuenteolivar y Zafra. Por el de hijosdalgo, los señores barón de Alcalá, D. Joaquín María Palacios, D. Antonio Soldevilla, D. Vicente Lisa, al conde de la Florida, y D.Antonio Francisco Pequera. Por las ciudades de voto en Cortes, para que propusiesen 12 candidatos, y elegir de ellos 6 que con S.E. habían de formar la Junta Suprema, y habiéndose reunido en una pieza separada los 12 señores proponentes volvieron a entrar con la propuesta siguiente:
Al ilustrísimo señor obispo de Huesca, al señor prior del Sepulcro de Calatayud, al excelentísimo señor conde de Vástago, al señor regente de la Real Audiencia, al caballero regidor D. Valentín Solanot, al abad de Veruela, al arcipreste del Salvador D. Miguel del Puedo, al barón de Alcalá, al marqués de Fuenteolivar, al barón de Castiel, al oidor D. Pedro María Ric. Se procedió enseguida a la votación, y los propuestos tuvieron los votos siguientes:
El obispo de Huesca, 32.
El prior del sepulcro, 11.
El conde de Sástago, 27.
El teniente general D. Antonio Cornel, 33.
El Regente de la Real audiencia, 29.
D. Valentín Solanot 11.
El abad de Veruela, 2.
El arcipreste del Salvador, 12.
El barón de Alcalá, 2.
El marqués de Fuenteolivar, 17.
El barón de Castiel, 10.
D. Pedro María Ric, 18.
Resultando electos D. Antonio Cornel, el obispo de Huesca, el regente de la Audiencia, el conde de Sástago, D. Pedro María Ric y el marqués de Fuenteolivar. Y por muerte o causa legítima según costumbre los que le siguen los votos.
Se trató de nombramiento de secretario y la Junta indicó que S.E. lo eligiese y condescendiendo con dichos deseos propuso para primero a D. Vicente de Lisa y segundo al barón de Castiel que quedaron electos inmediatamente.
La Junta meditó las proposiciones y acordó tomarlas en consideración, para lo cual se reunirían el próximo martes 14 y que por el secretario se remitiesen una copia de ellas a cada individuo, con lo que concluyó la sesión, y se rubricó el acuerdo por S.E., el obispo de Huesca, y conde de Sástago que certifico y firmo en Zaragoza a 9 de junio de 1808.
Lorenzo Calvo de Rozas. Secretario.
Vº Bº. Palafox.

Nota. Todos los señores vocales manifestaron enseguida su voluntad de nombrar a S.E. por capitán general efectivo de ejército. Mas S.E. dio las gracias, y lo resistió absolutamente expresando que era brigadier de los Reales Ejércitos nombrado por Su Majestad y que no admitiría, ni deseaba, otros grados, satisfacción ni ascensos que ser útil a la patria. La Junta no insistió vista la delicadeza de S.E. y se reservó nombrarlo en la primera sesión a que no asistiese por considerarlo de justicia. Todo lo cual certifico ut supra. Calvo.

Sigue el día 9

Aquella tarde y noche se mandaron recoger a todos los franceses de la ciudad así radicados como sirvientes, y se condujeron al Castillo y a la cárcel para evitar que el pueblo los ultrajase. Salieron tres compañías hacia Navarra, y al medio día llegó un posta con la noticia de haberse introducido 1.200 franceses en Tudela por consentimientos de los que allí mandaban, y que había habido un choque muy reñido entre aquellos paisanos y nuestra tropa, en el que hubo bastantes desgracias, pero que habiendo llegado el coronel D. Antonio Torres con sus Fusileros del Reino y paisanos los habían hecho retirar hasta dentro de la ciudad, a quienes se habían unido los de las Cinco Villas esperando sólo municiones para atacarlos; cuya noticia hizo alguna novedad en los ánimos. Pero habiendo tenido noticia de que el marqués de Lazán pasaba de Mallén a darles guerra se sosegó el pueblo. De orden de S.E. estuvieron los Dominicos, Franciscos, y Capuchinos haciendo cartuchos todo el día en la Casa de Misericordia, pasando de 3.000 los que hicieron en todo él.

Día 10

Llegaron a esta ciudad de las Tierras bajas de 9 a 10.000 hombres casados y solteros recogidos por el comandante D. Jerónimo de Torres, los que se encaminaron al Campo del Sepulcro, donde les dieron fusiles de un repuesto de 25.000 que se hallaron emparedados en el Castillo, y con ellos entraron en fila de tres en tres por la puerta del Carmen, Coso, plaza de la Magdalena, a casa del general. Este día salieron dos compañías más y se mandó que dentro de 24 horas se incorporasen todos los oficiales de los tercios, pena de ser tenidos por ingratos a la patria. Y atendiendo a S.E. al abandono en que quedaban las casas, dispuso por ahora licenciar a los casados, obligándolos a venir en caso necesario. Por la noche llegó un posta de Navarra con la noticia de haber encerrado a los franceses en Tudela, a quienes tenían cercados los Fusileros, paisanos y los de las Cinco Villas. Llegando también esta tarde muchos soldados escapados de Barcelona.

Día 11

Por la mañana salió un bando de S.E. en que mandaba, que en atención a que los franceses estaban en la cárcel sin orden suya y no ser justo que unos vasallos útiles,  contribuido al socorro del reino se les tuviese por enemigos, que desde luego saliesen de sus casas, prestando ante la justicia el juramento de fidelidad a nuestro católico monarca. Pero apenas se supo esto por los paisanos, se alteraron sobremanera, acudiendo a S.E. para que sirviese moderar dicho bando, el que luego revocó, y para sosegarlos salió su hermano D. Francisco a caballo con dos edecanes al Mercado, que estaba todo lleno de gentes los que se apaciguaron inmediatamente. Este día vinieron los de Maella, Albalate y otros pueblos que se destinaron a las compañías, y se tuvo noticia de haber asesinado a un capitán de Marina que mandaba las tropas en Borja, por no haber permitido fuesen a la defensa de los nuestros a Tudela. Hoy fue reconocido por las tropas y todo el pueblo el excelentísimo señor marqués de lazán por gobernador de la plaza militar de Zaragoza.

Día 12

Llegó la gente de Belchite y otros lugares, y se tuvieron noticias favorables del campamento de Tudela, e igualmente se aseguró la derrota del enemigo en Cataluña. Prosiguieron en darse fusiles, y salieron varias compañías hacia Tarazona. Se llevaron a la cárcel algunos franceses domiciliados y personas sospechosas, entre ellos a D. José Viga, italiano, director de máquinas hidráulicas del Canal Imperial. Este día llegaron 200 ingenieros zapadores de Alcalá y algunos Guardias de Corps escapados de Madrid, la mayor parte sin caballos ni armas.

Día 13

Aquella mañana se llevó preso por los paisanos a casa de S.E. al coronel de Dragones del Rey D. Juan Mª Barrios por sospechoso con el lugarteniente general Murat, a quien mandó S.E. conducir al Castillo por los soldados patriotas, quienes , como hubiesen hecho cerrar las puertas de la ciudad para evitar se marchase, y con este motivo no pudiesen salir los trabajadores al campo, hubo algún alboroto, pero luego que fue puesto en el Castillo y se mandaron abrir, cesó todo, trasladándose al mismo tiempo a todos los franceses presos al cuartel de Convalecientes. A las 10 entraron 250 Voluntarios del 1º de Aragón escapados de Madrid con cuatro tambores los que se presentaron a S.E. y de allí fueron a visitar a Nuestra Señora del Pilar, recibiendo muchos vivas de todo el pueblo.
Este día llegó a Zaragoza la siguiente carta de Bayona que de orden de S.E. se mandó circular impresa.

A LOS HABITANTES DE LA CIUDAD DE ZARAGOZA, Y A TODOS LOS VECINOS DEL REINO DE ARAGÓN.

Los grandes de España, los ministros de todos los tribunales, y todas las personas que se hallan en Bayona, destinados la mayor parte a acompañar a la Junta o Congreso que deberá tener lugar el día 15 del corriente, reunidos en el palacio llamado del gobierno de dicha ciudad, en virtud de las órdenes de S.M.I. y R. el emperador de los franceses y rey de Italia.
Exponen: como han sabido con el mayor dolor y sentimiento que algunos habitantes de la ciudad de Zaragoza, mal aconsejados y desconociendo su propio bien e interés han sacudido el yugo de la obediencia hacia las autoridades conocidas, arrestando a su capitán general tratando de formar cuerpos de tropas y, últimamente, constituyéndose en un estado de insurrección sin haberlo aclarado ni explicado en el edicto que han publicado a favor de su patria, e incurrido en este desorden en el mismo tiempo, en que bajo la protección del sabio y grande emperador se van a cimentar las bases sólidas de la felicidad de la España. Noticiosos también de que el lugarteniente general del reino ha resuelto nombrar capitán general de Aragón y ha hecho marchar tropas y que igualmente el emperador de los franceses ha mandado reunir diferentes cuerpos a los puntos más oportunos para poder dirigirse a Zaragoza, reprimir a los amotinados y obrar contra ellos, caso de obstinarse en su insubordinación. Animados, por lo tanto, del más verdadero patriotismo que ante todas las cosas les hace desear la paz, la independencia, el bien y prosperidad de toda la nación, y hallándose convencidos de los sentimientos de humanidad y beneficencia de Su Majestad el emperador, se creen obligados a manifestar a los habitantes de Aragón que si se obstinan en seguir los imprudentes pasos que han dado, acarrearán sobre su país, y sobre toda la España, los mayores males y desastres, sin esperanza de poder conseguir la mas mínima ventaja. En este sentido se ven obligado a exhortarlos que desistan de su locura y se restituyan a su deber reconociendo que sólo el emperador de los franceses puede cooperar a su tranquilidad, buen orden y a la regeneración de la España.
Es igualmente importantísimo que se conformen con la orden que les ha sido comunicada para enviar a Bayona diputados instruidos de sus males y necesidades, y que sepan poner remedio a ellos, aprovechándose de la ocasión que les ofrecen las benignas intenciones y sabias miras del grande Napoleón.

Bayona, 4 de junio de 1808.
El conde de Orgaz. Manuel de Lardizábal. Vicente Alcalá Galiano. Sebastián de Torres. Antonio Romanillos. Luis Marcelino Pereira. El duque del Infantado. El marqués de Santa Cruz. El conde de Fernannuñez. Duque de Montellano. El duque de Osuna. D. José Colón de Larreategui. El conde de Santa Coloma. Raimundo Eterhand y Salinas. Cenón Alonso. Francisco Amorós. Pedro de Torres. Ignacio Martínez de Villela. Ignacio Sánchez de Tejada. Pedro de Porras. Andrés de Herrasti. Domingo Cerviño. El duque de Parque. Pedro de Ceballos. El Príncipe de Maserano. Miguel José de Azanza.

Aquella noche a las 10 se tuvo noticia de la derrota de nuestro ejército en la batalla de Mallén en la que 7.000 franceses con su general Lefebvre desbarataron los 4.000 que llevaba el marqués de Lazán y su hermano, de tropa indisciplinada; los cuales llegaron a Zaragoza aquella misma noche con algunos pocos oficiales, pues la demás tropa se dispersó desordenadamente, por cuya causa hubo muchas desgracias. Y teniendo aviso  de que los franceses venían hacia acá se empezó a alborotar la ciudad, y de orden de S.E. se mandaron tocar las campanas a rebato, y que todos los vecinos a las 2 de la mañana estuvieran en el Campo del Sepulcro, a cuya hora llegó a juntarse de 8 a 9.000 hombres de toda clase de gentes.

Día 14

A las dos de la mañana salió la vanguardia al mando del teniente coronel D. Benito Piedrafita, compuesta por 160 Voluntarios del 1º de Aragón, con el capitán D. Pedro Gasca, una compañía de Extremadura y 200 paisanos con sus respectivos oficiales, la que llegó a Alagón a las 7, y al entrar hicieron prisioneros 1 sargento y 10 soldados franceses que habían llegado a hacer la descubierta.
Reunido el pueblo en las eras del Sepulcro, y cargados los carros con víveres, el capitán general y sus oficiales ejecutaron una división de cuerpos nombrando los jefes, pero no subsistió porque se acuadrillaron según sus oficiales. Al romper el alba partieron todos hacia Alagón a donde llegaron entre las 10 y 11, y dadas las disposiciones para colocar la artillería rompió el fuego de las avanzadas, y los que ocupaban la izquierda todavía sostuvieron algún rato hasta que comenzó a obrar la artillería enemiga. Los franceses dispusieron su ataque, enviando una porción de tropa para que los flanqueasen por el paso de Figueruelas, y cuando nuestra gente estaba sin saber que partido tomar, se extendió la noticia que venían por dicho paso y que iban a entrar en el pueblo. A seguida se esparció el desorden y todo fue confusión; los franceses, al ver desvanecida aquella muchedumbre entrar en el pueblo, y la sed y el cansancio produjo infínitas desgracias en los infelices que no estaban acostumbrados a semejantes fatigas, por ser la mayor parte de poco ánimo como menestrales y muchachos, especialmente los de la Tierra Baja que estuvieron muy flojos, cuya causa fue el motivo principal del general desconcierto. El general regresó aquella noche y mandó poner en mayor defensa la ciudad, alarmar las tropas y que el vecindario tomase las armas, siendo muchos los que murieron en esta desgraciada acción, y la mayor parte faltos de agua.
El ilustrísimo Cabildo tuvo expuesto al Señor en sus dos templos con horario hasta las 10 de la noche. Este día estaba señalado para la segunda sesión de las Cortes, pero se suspendió por la salida del general.

Día 15

Muy por la mañana se dio aviso de que los franceses, ufanos con la victoria, se iban acercando a Zaragoza, con cuya noticia se alarmó todo el vecindario para esperarlos y oponer todos los obstáculos para incomodarlos tocándose la generala. En las dos iglesias se cantaron misas rogativas por sus respectivas residencias, y en la parroquia de Santiago al glorioso patrón de las Españas por su capítulo eclesiásticos. Temerosas las religiosas de Santa Inés, se trasladaron a Santa Fe, las de Santa Lucía a la Enseñanza, y las de las Facetas al Colegio de las Vírgenes. Nuestro general, con una bandera blanca en la mano con la Virgen del Pilar bordada como generalísima de nuestras tropas, fue a su santo templo y subió a besar su mano, y a las 11 partió a la villa de Belchite a poner el cuartel general con el Intendente y plana mayor, quedando al mando el teniente rey D. Vicente Bustamante. Y estando cerca del medio día se tuvo noticia de la proximidad del enemigo.

ACCIÓN DE LAS PUERTAS DE ZARAGOZA EN LA TARDE DEL 15 DE JUNIO

Antes de la una del día se acercaron las tropas francesas a las puertas de esta ciudad, bajando por Torrero y Santa Bárbara con todo su ejército a las órdenes del general Lefebvre, e inmediatamente se les hizo fuego con el mayor ardor por nuestra parte con los cañones colocados en las puertas del Portillo, Carmen y Santa Engracia.
En el largo rato que duró la batalla fueron muchas las vicisitudes, llegando a rompernos a cañonazos la puerta del Carmen e introducirse por ella, pero fueron rechazados, muertos y cogidos prisioneros cuantos entraron; lo mismo sucedió en la del Portillo, hasta llegar a introducirse en la plaza, donde la artillería colocada junto a las tapias de Santa Inés los hizo arrinconar hacia el cuartel de caballería y allí fueron muertos por los nuestros desde la Casa de Misericordia. Y habiendo hecho en esta ocasión nuestros paisanos un esfuerzo de valor del que hay pocos ejemplares, al ver que se introducían, se tiraron a ellos, sin más defensa que sus nobles pechos, y lograron irlos retirando a fuego vivo, alcanzando la más brillante victoria en unos hombres no hechos a las balas, y sin tener jefe ni timón, sino el verdadero amor a la religión y a la patria.
El triunfo fue grande, y las circunstancias de la victoria las mas heroicas, como lo acredita el impreso que sigue. La confusión de las gentes la mayor, pero al mismo tiempo sin igual heroísmo, así la confianza en Dios y su Madre Santísima del Pilar, como en socorrer a nuestros defensores, especialmente en las mujeres, que desde que dio principio el ataque fueron a darles agua, vino y aguardiente, introduciéndolo hasta las mismas filas, y conduciéndoles cuanto los demás vecinos le iban suministrando balas, pólvora, trapos para tacos y cuanto podía serles útil, lo que en mucha parte afianzó la victoria, logrando reanimar nuestros vencedores, y vencer a unos hombres feroces y temerarios. El destrozo que sufrimos fue grande así en la hermosa arboleda, como en los edificios de los conventos de Agustinos y Trinitarios descalzos, Casa de Misericordia y cuartel de Caballería, cuyos dos edificios incendiaron, como también la torre llamada de Descartín después de saquearla.
Todos los vecinos se distinguieron así de la ciudad como del Arrabal y Tenerías, pero sobre todo los de las parroquias de San Pablo, San Miguel y la Magdalena que como leones se tiraban a los enemigos logrando cogerles muchos caballos, armas y dinero, y encontrando en las mochilas muchas jocalias sagradas de cálices, patenas y otras reliquias que habían robado en las iglesias por donde habían pasado e igualmente mucha plata labrada y ropa.
Los muertos franceses pasaron de 700, y de nuestra parte hubo bastantes, pues los enemigos tiraban con los violentos que hacían mucho daño, y al mismo tiempo la poca destreza de nuestros paisanos nos causó algunas desgracias. Los Fusileros del Reino o Miñones mandados por su comandante el coronel D. Antonio Torres, ayudado de su hermano D. Jerónimo, fueron los que más se distinguieron, y las compañías mandadas por su jefe D. José Obispo, pues los Dragones estuvieron muy flojos. Duró la acción hasta más de las 7 de la tarde, que conociendo los franceses la gran pérdida que habían sufrido, se fueron retirando, llevándose algunos prisioneros hasta más allá de la Casablanca y ermita de Santa Bárbara, donde pasaron la noche, robando cuanto encontraban, quemando y cometiendo cuantas hostilidades se pueden imaginar.
Nuestros paisanos llenos de gloria con la victoria entraron en la ciudad, triunfantes con sus despojos y banderas que llevaron a presentar a nuestra patrona del Pilar, una de ellas cogida por un muchacho de 11 a 12 años, las que acompañaron las gentes llenas de la mayor devoción, y de allí trasladándose a casa del general. Aquella noche se mandó poner luces a todos los vecinos y que tuviesen abiertas las puertas de las casas para ocurrir a cualquier novedad, pero no la hubo. Se entraron los cañones cogidos a los enemigos, y se pusieron avanzadas fuera de la ciudad, e igualmente se mandó alarmar a todo el vecindario, y que estuviesen en vela en caso necesario, habiendo estado formado el ayuntamiento toda la noche en su sala consistorial, con cuyas providencias estuvo tranquila la ciudad.

DIARIO DE ZARAGOZA, 16 DE JUNIO

Aragoneses: Vuestro heroico valor en la defensa de la causa más justa que puede presentar la historia se ha acreditado en el día de ayer con los triunfos que hemos conseguido.
El  15 de junio hará conocer a toda Europa vuestras hazañas, y la historia las recordará con admiración. Habéis sido testigos oculares de nuestros triunfos, y de la derrota completa de los orgullosos franceses que osaron atacar nuestra capital. 700 muertos, un número considerable de heridos, 30 prisioneros y muchos desertores que se han pasado a nuestras banderas, son el fruto de su temeridad. Hemos tomado 6 cañones de batallón, 6 banderas, 1 caja de guerra, varios caballos, fornituras, armas, y no debemos dudar que todo el ejército que ha entrado en Aragón expiará sus crímenes y quedará deshecho. Continuad, pues, valerosos aragoneses con el ardor y el noble espíritu de que estáis animados. Ved la heroica conducta de las zaragozanas que inflamadas todas del amor a su patria, a su rey y su religión, corren presurosas a prestaros todo genero de auxilios. En breve se os agregarán un sin número de tropas veteranas, que envidiosas de vuestras glorias, y deseosas de tener parte en ellas, vienen caminando a marchas dobles. Mientras tanto, vosotros todos, clero, comunidades, madres de familia y demás ciudadanos que ya concurriendo personalmente en combate, y ya proveyendo de todo a vuestros conciudadanos habéis contribuido tan eficazmente a conservar la capital de vuestro reino y la dignidad de la nación, seguid fervorosos vuestras oraciones al Todopoderoso, e interponed la mediación de vuestra augusta y Santísima Madre del Pilar, vuestra protectora, para que bendiga nuestras armas y afiance nuestras victorias, exterminando del todo al ejército francés.
Cuartel General de Aragón, 16 de junio de 1808. Palafox.

Día 16

La festividad del Santísimo Sacramento. No hubo campaneo ni demostración alguna pública. En la Seo se puso el altar mayor como 40 horas solamente, y se cerró la puerta concluidos los oficios mañana y tarde. En el Pilar se puso el adorno pero sin dosel, y todo fue corrido. En las parroquias, en las más, no hubo expuesto, y antes de las 11 ya estaban cerradas las puertas de todas las iglesias a excepción del Pilar, pero en ninguna, dadas las 8 de la mañana, dejaron entrar a ningún hombre, sino sólo a las mujeres. Aquella mañana se supo que los franceses habían pasado la noche junto a la Casablanca y perdido mucha gente en la batalla, y que habían marchado al monasterio de Santa Fe, donde cometieron cuantos sacrilegios, robos y desórdenes caben en un ejército abandonado a toda clase de maldades, matando al abad, tres monjes y cuatro criados, únicas personas que habían quedado en él, robando los ornamentos sagrados, cálices, copón, plata, ropa blanca y demás jocalías de la sacristía, y de lo particular de los monjes cuanto quisieron e igualmente las parideras inmediatas, matando reses e incendiándolas, como también el monasterio, segando los trigos para los caballos e inutilizando las viñas, y últimamente se situaron entre los dos caminos de Zaragoza y Calatayud donde permanecieron todo el día.
Aquí se tomó la providencia de mandar llevar los cadáveres de los muertos en la defensa de la patria al fosal del Santo Hospital conducidos con carros y con la decencia correspondiente, y para los franceses se destinó el hoyo grande que había entre el camino de Capuchinos y el Campo del Sepulcro. Se tomaron cuantas providencias parecieron oportunas para la seguridad de la ciudad, se coronó de armas toda la muralla, haciendo viseras para los fusiles, se pusieron cañones en todos los parajes que pudieran ofender al enemigo, se inutilizaron todos los caminos de alrededor de la ciudad con árboles y ramas para impedir obrar la caballería enemiga. En las calles igualmente se pusieron estorbos, colocando a tránsitos los bancos de las iglesias cerrando las bocacalles, especialmente las próximas a las puertas, de suerte que era imposible obrar el enemigo. Se proporcionó todo armamento militar y se surtió pólvora y balas todo el vecindario, depositándola en el edificio de las escuelas públicas. Los vecinos honrados se ofrecieron a guardar las calles, plazas, cárceles reales, Real Audiencia y oficinas, y deseosos además de manifestar su agradecimiento y contribuir a la manutención de sus defensores, tuvieron comidas y caldos a todas horas, brindando con ellos, y llevándolos a los puntos, y lo mismo ejecutaron las comunidades, conduciéndolas los mismos religiosos, con lo que se logró que todos tuvieran qué comer, habiendo los curas párrocos socorrido con limosnas a las mujeres y familias cuyos maridos y padres estaban defendiendo la patria.

Día 17

Este día en el Pilar se puso el dosel de 40 horas y en ambas iglesias se cantó la nona a seguida de los oficios durando el expuesto hasta las 12 y media y por la tarde se exponía a vísperas hasta concluidos los maitines que se cantaban a continuación.
Los franceses se mantuvieron en el mismo sitio, entre Santa Fe y subida de la Muela, causando mucho daño en los campos y viñas; aquella tarde envió el general Lefebvre un dragón de los del Rey cogido prisionero el día 15 con un pliego a los señores administradores de la ciudad de Zaragoza, el cual se presentó al teniente rey, quien inmediatamente hizo reunir al Real Acuerdo y ayuntamiento, los que determinaron remitirlo a S.E. como se ejecutó sin abrirlo. Y por cuanto se le encontraron al referido dragón algunas proclamas impresas de Murat y Bonaparte a los españoles para repartirlas a los vecinos de esta ciudad se le mandó prender. Se siguieron las guardias con el mismo cuidado, viniendo muchos mozos del partido de Cinco Villas, a quienes se les mandó hacer fosos en las inmediaciones a las puertas de la ciudad, y no se perdonó diligencia alguna para nuestro resguardo.

Día 18

Muy de mañana se presentó el señor marqués de Lazán con poderes amplios de su hermano, en que le nombraba general en sus ausencias, con ambos mandos militar y político, y habiéndose celebrado Acuerdo junto con el ayuntamiento, fue reconocido por ambos cuerpos. Los franceses se mantuvieron en el mismo sitio, esperando la contestación del pliego. Este día entraron unos 80 soldados portugueses huidos de Bayona; igualmente algunas partidas de varios regimientos de infantería venidos de Madrid y Barcelona que se van reuniendo a esta capital. Se custodiaron los puntos, reforzándose más y más, y se les administró comidas abundantes de los conventos y parroquias y todo se puso en el mejor orden.


Día 19

Domingo de la octava del Corpus. Siguió el culto con sermón en ambas catedrales y por cuanto los artilleros y demás soldados y paisanos no podían desamparar sus puntos para ir a oír la misa, se dispuso decirles en las plazas públicos, una en la de la Seo para los de la puerta del Angel y puente de Piedra, la que se dijo en un altar que se colocó en una esquina de dicha plaza, donde se fijan los papeles públicos, de cuyo ejemplar no había noticia haber ocurrido. Siguió el mismo orden en las guardias y en lo demás, y por la tarde entró un batallón bastante falto del regimiento de Extremadura con su música que se alojó en el convento de San Francisco y a la noche ya hubo retreta. Este día se fijó un papel de S.E. cuyo tenor es el siguiente:

MANIFIESTO DE NUESTRO GENERAL

El ejército francés, acostumbrado al robo y la perfidia, ha empezado a ejercer en nuestro territorio su perversidad en todos los lugares por donde ha transitado, con el designo de atacar la capital de Aragón; y no hay genero de infamia que no haya cometido; ha batido con artillería los templos, ha profanado sus altares, robado los vasos sagrados, y cuanto ha encontrado en los pueblos, ha fusilado algunos de sus habitantes por solo inspirar terror. Viene sembrando proclamas hechas en Bayona o inventadas en España, y aun tiene valor de pretender seducirnos con engaños. La falsedad y la perfidia son sus armas, las conozco y conozco también a los traidores, tengo documentos originales que comprueban sus crímenes, y los anunciaré a su tiempo para vergüenza suya y desengaño de todos. Estamos pues, en el caso de vengar a nuestros ciudadanos, de conservar nuestra santa religión, la vida de nuestro rey y la existencia de nuestra patria, pero hagámoslo como hombres y no imitemos la vil conducta de estos pérfidos, tiñendo con sangre de inocentes nuestras espadas. Para ello, y para disponer lo conveniente a la defensa de la ciudad, reunir y organizar fuerzas y atacar a tan viles enemigos, me he situado a corta distancia en donde , menos distraído, me ocupo en trabajar noche y día; y para que mis tareas, y combinaciones tengan todo su efecto se logre el triunfo a que todos aspiramos y que asegura vuestro valor, consiguiente al manifiesto que publiqué el 31 de mayo próximo, mando:
1º. Que mediante los excesos cometidos por el ejército francés en Aragón, si se repitiere uno solo, cualquiera de sus soldados que no rinda las armas sea degollado, entendiéndose lo mismo con los oficiales que los mandan, luego que tengan noticia de este artículo que se comunicará al general Lefebvre junto con los 1º, 2º y 3º del mismo manifiesto.
2º. Que todos los oficiales y soldados de tropas españolas que haya en Zaragoza se presentan al cuartel de Convalecientes al comisario de guerra D. Pedro Aranda dentro de 24 horas. Los que estuvieren de guardia o empleados, dirigirán a dicho comisario una lista de todos los individuos, firmada de sus respectivos jefes, extendiéndose esta orden a todos los licenciados y cumplidos que hubieren servido en el ejército y se hallen en la ciudad y sus arrabales.
3º. Que por el inspector, jefes de estado mayor y de ingenieros se fije la fuerza de hombres que se necesita en cada puerta o punto de la ciudad para su defensa, y para las descubiertas y avanzadas, reconociendo su localidad.
4º. Los oficiales militares y los nombrados entre los paisanos para las compañías de los tercios formados en la capital darán razón, de acuerdo con los alcaldes de barrio, de todos los individuos de sus compañías y se presentaron con ellos y sus armas ante el mismo comisario para hacer el servicio en las 24 horas siguientes a la publicación de este bando. El que nos e presentare sin causa legítima, se procederá contra su persona y bienes.
5º. Todos los vecinos de los demás pueblos del reino que se hallan en Zaragoza, habiendo venido a tomar las armas, se restituirán a sus casas, presentándose a las justicias para cuando se les llame y sea menester, hayan de estar pronto, ocupándose entre tanto en la recolección de cosecha o en la que ordenaren los comandantes honrados, nombrados por mi en sus respectivos departamentos.
6º. Todo el que abandonase la guardia a que esté destinado sin licencia de sus inmediatos jefes, faltase al respeto de estos, alterase el buen orden, cometiese robo o injuriase a otro, será conducido a prisión y castigado con todo rigor.
7º. Conforme a lo publicado por bando, los alcaldes de cuartel y de barrio rondarán día y noche con los vecinos honrados sin distinción de clase, y cuidarán de mantener la tranquilidad interior de la ciudad y que se lleve a efecto lo dispuesto en el articulo precedente.
8º. La Junta Militar fijará los sueldos a la oficialidad del ejército y me propondrá el número de jefes que haya de haber en cada punto, para que se verifique el pago de las tropas con todo el orden y puntualidad que se requiere, y sean responsables de la conservación de los puestos que defiendan.

Cuartel General de Aragón, 18 de junio de 1808. Palafox.


Día 20

Por la mañana partió el teniente coronel D. Manuel de Ena, edecán de S.E. al campo del enemigo a llevar la contestación del pliego que había remitido el general Lefebvre, y antes del medio día volvió con la respuesta que no querían entregarse, ni marchar, con cuyo motivo se trató de arreglar las compañías al orden de guerra, mandando juntarse todos, y que los demás se fueran a su tierra con pasaportes. Se supo que nuestro general estaba en Longares con algún número de tropa con ánimo de perseguir al enemigo, el cual se mantuvo en el mismo sitio, dando sus correrías hacia el Ebro, vadeándolo para pasarse en caso necesario al Castellar, porno tener en esta parte pueblo alguno que saquear, pues Utebo, Monzalbarba e inmediatos están ya del todo saqueados. En la ciudad se fueron fortificando más las puertas y puntos más principales.

RESPUESTA DE NUESTRO GENERAL AL PLIEGO DEL GENERAL LEFEBVRE

Excelentísimo señor: si Su Majestad el Emperador envía a usted a restablecer la tranquilidad, que nunca ha perdido este país, es bien inútil se tome Su Majestad estos cuidados. Si debo responder a la confianza que me ha hecho este valeroso pueblo de Aragón, sacándome del retiro en que estaba para poner en mi mano su custodia, es claro no llenaría mi deber, abandonándole a la apariencia de una amistad tan poco verdadera. Mi espada guarda las puertas de la capital, y mi honor responde de su seguridad. No deben tomarse, pues, este trabajo esas tropas que aún estarán cansadas de los días 15 y 16. Sean enhorabuena infatigables en sus lides, yo lo seré en mis empeños. Lejos de haberse apagado el incendio que levantó la indignación española a vista de tantas alevosías, se eleva por puntos.
Se conoce que los espías que usted paga son infieles: gran parte de Cataluña se ha puesto bajo mi mando, y lo mismo no menor de Castilla. Los capitanes generales de ésta y de Valencia están unidos conmigo. Galicia, Extremadura, Asturias y los cuatro reinos de Andalucía están resueltos a vengar sus agravios. Las tropas francesas cometen atrocidades indignas de hombres: saquean, insultan y matan impunemente a los justos que ningún mal les han hecho, ultrajan la religión y queman las sagradas imágenes de un modo inaudito. Ni esto, ni el tono que usted observa aun después de los días 15 y 16, son propios para satisfacer a un pueblo valiente. Usted hará lo que quiera, y yo lo que deba. B.L.M. de usted.
El general de las tropas de Aragón. José Palafox y Melci.

P.D. Son demasiado notorios los robos que han cometido y comete en España el ejército francés, y cada día se comprueba más al ver que todos sus soldados muertos llevan consigo plata de las iglesias, corporales, alhajas de plata y oro hurtadas a los vecinos de los pueblos por donde han transitado. En consecuencia ha declarado el excelentísimo señor capitán general de este ejército y reino que, a excepción de las armas y caballos. Todo cuanto haya en el ejército francés se repartirá entre las tropas españolas que entraren en acción y se apoderen de ello.

Día 21

Siguió el enemigo el mismo sitio, habiendo bajado sus avanzadas hasta muy cerca de la ciudad, con cuyo motivo hubo algunas escaramuzas con nuestras partidas de guerrilla en las inmediaciones del Castillo, donde cogimos algunos prisioneros. Esta noche se prendió al albañil Gironza por sospechas de tener correspondencia con el general Lefebvre, encontrándoles planos de Zaragoza y actual situación, de cuyas resultas se prendió a su madre, hermanos y demás familia. Este día se dio principio a las rondas cívicas de noche y día, alternando de orden de S.E.; los ministros del Crimen con algunos prebendados, eclesiásticos, y los dependientes de justicia formaban una que salía mañana y tarde, y otras formadas de un eclesiástico, dos religiosos y algunos ciudadanos, salían de 4 en 4 horas día y noche. Este día entró alguna tropa de línea, entre ellos 100 polacos venidos de Barcelona que con los que había en la ciudad componían los siguientes:

RAZÓN DE LA FUERZA DE HOMBRES Y CABALLOS DE QUE SE COMPONÍA EL EJÉRCITO QUE DEFENDÍA ZARAGOZA EL 21 DE JUNIO.

-    Guardias Españolas y Valonas, 360 hombres.
-    Fernando VII, 5 tenientes, 201 hombres.
-    Voluntarios Aragoneses, 1 capitán, 1 teniente, 2 subtenientes y 63 hombres.
-    Capuchino, 1 capitán, 1 teniente, 2 subtenientes y 79 hombres.
-    Tercio de Torres, 2 tenientes, 3 subtenientes y 95 hombres.
-    Compañía de Ricla, 1 capitán, 1 teniente, 2 subtenientes y 79 hombres.
-    Miñones, 1 capitán y 83 hombres.
-    Artilleros, 1 capitán y 34 hombres.
-    María Luisa, 36 hombres.
-    Tarragona, 1 hombre.
-    Barbastro, 2 hombres.
-    Alistados, 8 hombres.
-    Suizos de Reus, 1 capitán, 1 teniente y 79 hombres.
-    2ª División del Reino, 12 capitanes, 10 tenientes, 12 subtenientes, 11 alféreces y 778 hombres.
-    Dragones del Rey, 36 tenientes, 251 hombres y 287 caballos.
-    Compañía de Calatayud, 1 capitán, 1 teniente, 1 subteniente, 52 hombres y 43 caballos.
-    Compañía de partidas sueltas, 1 teniente, 22 soldados y 21 caballos.
-    Contrabandistas, 12 soldados y 12 caballos.
Total: 19 capitanes, 59 tenientes, 15 subtenientes, 18 alféreces, 2.335 soldados y 363 caballos.

Día 22

Esta noche nuestras avanzadas con las partidas de guerrilla estuvieron en el campo del enemigo logrando traerse cuatro cañones de seis que tenían. Permanecieron siempre en el mismo sitio, intentando pasar el Ebro hacia el Castellar, pero inúltimente por no haber podido coger ninguna barca. Por la mañana salieron 250 Voluntarios del 1º de Aragón, con 200 paisanos ya diestros a ocupar las alturas de Santa Bárbara con dos cañones. A las 10 llegó un posta remitido de nuestro general a su hermano el marqués en que le avisaba estaba en Épila con sus tropas.
En la ciudad siguieron las rondas y guardias. Esta tarde sucedió una desgracia por descuido de los artilleros, incendiándose un cajón de pólvora que estaba junto a un cañón dentro de la huerta de los Agustinos del Portillo, y mató a seis de ellos. Los franceses en número de 10 hombres se dejaron ver de atalaya en la horca tapiada, a tiro de cañón de la ciudad.

Día 23

No hubo función pública en las iglesias, por ser octava del Corpus, y en catedrales se concluyó con procesión como de 40 horas, sin la custodia, música ni asistencia del ayuntamiento. Y esta tarde se trasladó la imagen de Jesús Nazareno de los Trinitarios Descalzos a San Cayetano por haberlo desamparado dichos religiosos en vista del daño causado por los franceses en la acción del 15 del corriente. Esta noche pasada lograron los nuestros desalojar los enemigos de los puntos de la Casablanca e inmediaciones, matándoles algunos y haciéndoles retirar hacia Alagón. A esta villa habían pedido muchas raciones, lo que se le participó a nuestro general para que saliera a encontrarlos desde Epila. Se habilitó el convento de la Victoria y colegio del Carmen para cuarteles y se mandaron abrir zanjas muy hondas junto a las puertas, dándose orden nuevamente para que todo oficial y soldado se presentasen en los cuarteles a las 6 de la tarde a tomar las armas. A la noche vinieron algunos franceses a ocupar las inmediaciones de la ciudad, cuyas hogueras se veían desde las torres y miradores.

Día 24

Muy de mañana se vieron los enemigos en las inmediaciones de la ciudad, especialmente hacia el Castillo; pero donde más nos incomodaron fue en la torre llamada la Bernardorna, en la que pusieron dos cañones, con los cuales introdujeron algunas balas dentro de la ciudad, pero fueron echados de ella por nuestros cañones del Castillo, haciéndoles huir. A las 10 volvieron hacernos fuego por las inmediaciones de la puerta de Sancho, y habiendo salido contra ellos nuestros paisanos, se hicieron fuertes en la torre de Santo Domingo en el término de Almozara, donde estuvieron haciendo fuego hasta más de la una, de donde logramos por fin desalojarlos y hacerlos huir, matándoles hasta 60, en cuya refriega salieron algunos paisanos heridos. Por la tarde hubo un choque muy reñido en Torrero de donde se logró desalojarlos con el fuego de dos cañones, haciéndoles retirar hacia la Casablanca e inmediaciones. Este día se concluyó de hacer la defensa de las puertas con empalizadas de sacos a tierra y lana, salchichones, fosos y excavaciones, poniendo en cada una ocho cañones. En el Pilar, concluidos los oficios de mañana y tarde, se cantó la letanía mayor por todo su clero, concluyéndola en la Santa Capilla, a cuyo acto asistió mucha gente suplicando a Nuestra Señora su poderoso auxilio.

Día 25

Se cantó la letanía mayor en el Pilar. En el palacio se celebró una junta compuesta de los lumineros de las parroquias y mayordomos de los colegios y oficiales  que presidió el señor marqués de Lazán para formar compañías de hombres esforzados que salgan a intercepta la comunicación del enemigo, ofreciéndoles varios premios con el diario de 10 reales vellón y, caso de morir en la acción, 5 reales a sus viudas mientras vivan. Fueron igualmente llamados a dicha junta a las 6 de la tarde todos los alistados en los tercios de las compañías y los que quisieron alistarse de nuevo para prestar el juramento de servir a la religión y a la patria, a cuya sesión asistieron el gobernador eclesiástico, los curas párrocos de la Seo y San Felipe, el regente y decano de la Real Audiencia, el teniente rey, el corregidor y decano de ayuntamiento. Se publicó la victoria conseguida por nuestro general entre el camino de Alagón y Epila en el día de ayer en Gaceta extraordinaria cuyo tenor es el siguiente.

BATALLA DE ÉPILA

Avisado el general en jefe de este reino de que ayer a las 6 de la tarde algunas columnas francesas desde el camino de Alagón se dirigían hacia Epila, y cerciorado por las patrullas avanzadas de la exactitud de la noticia, formó el ejército, lo revistó y, marchando a su frente a pesar de la oscuridad, rompió el fuego contra los franceses a las 9 y media de la noche, disponiendo que no empezase este hasta tener cerca al enemigo. Es imponderable el valor y bizarría con que se han portado las tropas de línea reunidas allí, sosteniendo el fuego 11 horas sin perder terreno. La artillería arrollaba las divisiones enemigas con un valor digno de todo elogio. Los Voluntarios de Aragón y los Dragones del Rey han hecho prodigios y si los paisanos alistados hubiesen conocido mejor el manejo del arma para defender las alturas y permanecer en ellas sin abandonar a sus jefes, habría el ejército francés sido derrotado completamente. No obstante su pérdida es considerable. La nuestra, aunque muy corta, es muy sensible por recaer en españoles llenos de valor. Dos oficiales de los que peleaban al lado del general han sido heridos gravemente y S.E. se proponer anunciar los nombres de todos los oficiales y tropas que se han batido con tanto ardor y firmeza.
Se ha trasladado el cuartel general a un punto ventajoso y se está organizando y aumentando el ejército, dispuesto todo a derramar su sangre en defensa de la patria.
El enemigo ha vuelto a cometer violencias sin respetar a las mujeres, ha profanado los templos, robado los vasos sagrados, pisado las sagradas formas y sacrificado a un venerable sacerdote (quiso impedirlo el cura de Epila que murió a bayonetazos dentro de la iglesia con el copón en la mano). Ayer se interceptó por el comandante de la compañía de los Pardos de Aragón la correspondencia que venía de Bayona para el general Lefebvre, y para que la Europa entera sepa de la conducta de aquel gobierno, se extracta una parte de lo que ella contiene y son los puntos siguientes:
1º. El general Bertier, Príncipe de Neufchatel, Condestable de Francia, a nombre de su Emperador remite a Lefebvre para que los haga circular en Aragón varios papeles impresos en España. En ellos cuenta que los franceses se han apoderado y son dueños de Andalucía, sin haber perdido gente, cuanto se ha publicado ya y es notorio, y consta de oficio, que han sido enteramente derrotados.
2º. Al mismo tiempo le encarga que para intimidar y engañar nos diga que por todas partes vienen ejércitos formidables, por cuyo medio la apariencia suplirá la fala de tropas que hay en Francia y logrará seducir a los españoles.
3º. El general francés que manda en Pamplona y el que está en Tudela escriben también a Lefebvre que no se atreven a salir de aquellas ciudades, y que el ejército francés, según toda apariencia, perecerá en España, si la intriga, el terror y los traidores que abundan, no los libertan.
A la misma hora se presentaron muy cerca del Castillo 150 franceses los que sacaron pañuelos en ademán de paz, pero no queriendo dejar las armas, no se les permitió pasar adelante. Y diciendo querían parlamentar, hallándose allí el señor Intendente se acercó a ellos y les hablo largamente, en cuya sesión, en la que se halló el general Lefebvre se conoció no venían con semejante intención, sino todo lo contrario: entregando al Intendente una porción de proclamas de Bayona iguales a las ya referidas; el cual se retiró a las 4 de la mañana siguiente y enseguida pasó el teniente coronel D. Emeterio Barredo edecán de S.E. con la respuesta que sigue y se publicó en Gaceta extraordinaria, cuyo tenor es el siguiente:
En esta tarde, habiéndose presentado a la vista del Castillo y hecho señales de parlamentar algunos franceses, creyendo desde luego que su objeto era el pasarse al servicio de la España, como lo hacen diariamente acudimos algunos de los que se hallaban custodiando la puerta del Portillo, y conferenciando con ellos particularmente el doctor D. Santiago Sas, beneficiado de Luco. Se reconoció que eran polacos y, como indicaron que quería venirse a Zaragoza una compañía entera, salió el Intendente acompañado del edecán de S.E. y teniente coronel D. Emeterio Barredo y otros para asegurarle que dejando las armas podían entrar sin el menor recelo. Las expresiones de “viva España” que proferían los supuestos desertores y decir ser polacos o italianos no dejaron duda al Intendente de que deseaban pasar a nuestras banderas, y les contenía el temor de ser muertos. En consecuencia, convenida la seguridad recíproca de sus personas, se reunió con los oficiales para convenir en los medios; luego que estuvieron juntos, se le dijo por otros que no era su objeto la deserción, sino que tratase con el general Lefebvre, de lo cual no podía prescindir, a lo cual se prestó el Intendente conferenciando con dicho general y demás jefes que acudieron al camino frente a la puerta del Portillo. Y concluida la sesión, se retiró a esta ciudad con el presente que le hizo el general francés de una porción de proclamas impresas en Bayona.
La contestación dada al general francés a las 4 de la mañana de este día aclara las dos proposiciones que se hicieron y es la siguiente.
General: el Intendente de este ejército y reino me ha dado las proposiciones que usted le ha hecho, reducidas a que yo permita la entrada en esta capital de las tropas francesas que están bajo su mando y que vienen con la idea de desarmar al pueblo, restablecer la quietud, respetar las propiedades y hacernos felices, conduciéndose como amigos, según lo han hecho en los demás pueblos de España que han ocupado. O bien, si no me conformase a esto, que se rinda la ciudad a discreción. Los medios que ha empleado el gobierno francés para ocupar las plazas que le quedan en España y la conducta que ha observado su ejército han podido a usted persuadir la respuesta que yo daría a sus proposiciones. El Austria, la Italia, la Holanda, Polonia, Suecia, Dinamarca y Portugal presentan no menos que este país un cuadro muy exacto de la confianza que debe inspirar el ejército francés.
Esta ciudad y las valientes tropas que la guardan han jurado morir antes que sujetarse al yugo de la Francia, y la España toda en donde solo quedan ya reliquias del ejército francés está resuelta a lo mismo.
Tenga usted muy presente la contestación que le di ocho días ha, y los manifiestos de 31 de mayo y 18 de este que le incluía, y no olvide usted que una nación poderosa y valiente decidida a sostener la justa causa que defiende, es invencible y no perdonará los delitos que usted o su ejército cometan.
Cuartel General de Zaragoza, 26 de junio de 1808. Por el gobernador y capitán general de Aragón. El marqués de Lazán.

Día 26

Este día estuvieron los franceses muy quietos sin acercarse ni incomodarnos, y nosotros colocamos una batería de 9 cañones y 2 morteros en el valle de las Ontinas, encima de los olivares de la Huerva, dominando la Casablanca. Salió mucha gente a interceptar los convoyes del enemigo, habiendo logrado coger un espía con cartas en que avisaban al general Lefebvre que, caso de no poder entrar en Zaragoza, se retirase a Madrid o Pamplona.
Este día hubo Junta que duró todo él, en la que se determinaban algunos puntos interesantes, entre ellos un bando en el que se mandaba la subordinación a los oficiales y se concluyó de hacer el juramento a la tropa. Se trató en ella de empalizar las salidas de la ciudad, poniendo mas cañones y organizar todos los puntos de defensa. Cuya Junta se compuso, además de los oficiales militares, los curas de la Seo y San Felipe, el doctoral D. Joaquín Pascual, de los ministros de la Real Audiencia D. Francisco Cocón y D. Santiago Piñuela, del comerciante D. Felipe Sanclemente y por secretario el teniente coronel D. Francisco Marcó del Pont.

Día 27

Se supo muy por la mañana que los enemigos habían traído un repuesto grande de bombas y granadas por el Canal Imperial del castillo de Pamplona para batir y bombardear a Zaragoza, con cuya noticia la Junta tomó las más oportunas providencias para evitarlo, y cuando esto se trataba, sucedió la grande catástrofe de la explosión del almacén de la pólvora de las aulas públicas con las miras tan fatales, que de solo imaginarlo estremece, causando los mayores estragos en los edificios de dichas aulas, y del Seminario Conciliar, que era de la mayor consistencia, y la mayor parte de las casas del frente del Coso y calles inmediatas, en cuyas ruinas perecieron casi todos sus habitantes, entre ellos varios directores del Seminario, el comisario de guerra D. Pedro Aranda con toda su familia, ocurrida a las dos tocadas de la tarde, de resultas de haberse caído una chispa de cigarro en la pólvora que en carros trasladaban al convento de San Agustín, pereciendo los carreteros y cuantos hombres los cargaban y sus caballerías, cuyos trozos deshechos fueron a parar con la violencia de la pólvora a distancia muy apartada de la ciudad quedando tan maltratadas las casas inmediatas que poco a poco se fueron cayendo, siendo tan grande el ruido que hizo la explosión que se oyó de mas de 10 leguas y en la ciudad apenas dejó vidrio sano, atemorizando tanto que a todos puso en la mayor consternación al ver la pérdida de tantas almas envueltas bajo las ruinas de tantos edificios, acudiendo inmediatamente sacerdotes y religiosos a ayudar a morir, y los vecinos a sacar los cadáveres de los infelices a quienes había tocado la desgracia. Procurando la Junta tomar las providencias más oportunas para remediar cuanto estuviera de su parte, dando todos los auxilios y mandando custodiar todos los enseres de las casas arruinadas, en el Hospitalico de la Magdalena, y que las comunidades acudiesen a cuidarlas y animar a los infelices, como lo hicieron todo aquella noche, esperando cuando se concluía el fuego, que estaba cebando en los vestigios de dichas ruinas, y que el pueblo se alarmase por si intentaban acometer los enemigos.
Con motivo de la explosión salió el siguiente papel.
Zaragozanos: vuestro celo por la causa de la religión, de la patria y el rey de que habéis dado pruebas tan repetidas, ha podido exaltarse en los primeros momentos de los incidentes de esta tarde, inseparables de las ocurrencias de la guerra, pero despreciables por sus resultas, supuesta la abundancia de pólvora de que estamos surtidos. La Junta Suprema cuánto se complace e interesa en vuestros patrióticos sentimientos y tranquilidad pública; otro tanto espera de vuestra sumisión a las leyes y autoridades constituidas que penetrados todos del ardor y vigilancia de estos magistrados, depositarios de vuestra confianza y en cuyas manos habéis puesto la salud de la patria, oiréis dóciles sus voces paternales, entrareis tranquilos en el seno de vuestras familias, acudiréis puntuales a vuestros talleres y ocupaciones diarias, persuadidos de que esta Junta ha tomado las más vivas y enérgicas providencias para que el enemigo aun cuando atrevido e inhumado quisiera aprovecharse de esta catástrofe, no logre el fruto de sus bárbaras tentativas, asegurandoos que el momento en que sea necesario vuestro valeroso esfuerzo, os llamaré a nombre de la patria a que tengáis parte en los laureles que la justicia de nuestra causa, la protección de Dios y  de María Santísima del Pilar y vuestro valor prepara a los aragoneses en acción tan gloriosa. El orden de la subordinación, la fraternidad, y una unión íntima de sentimientos, nos ha de producir y proporcionar incalculables ventajas. La posteridad admirará el valor que desplegasteis en la crítica circunstancia del día 15 y mirará con respeto la serenidad de ánimo que la Junta os encarga y exige en las tristes circunstancias del 27 de junio. Corresponded a tan lisonjeras esperanzas y no temáis a los enemigos. El ciudadano virtuoso viva tranquilo en medio de su familia, y el culpable tiemble a vista de la espada de la justicia, que sin remedio va a descargar sobre su cabeza.
Zaragoza, 27 de junio de 1808. El marqués de Lazán.

Día 28

Muy por la mañana acudió el enemigo acometiendo con el mayor ardor a nuestras puertas creyendo encontrarnos descuidados y atemorizados con las desgracias del día anterior, y aunque hicieron cuanto pudieron para lograr alguna ventaja, no lograron vencer ningún punto, no obstante haberse situado una batería en las alturas inmediatas al Castillo de donde nos hicieron mucho daño, y aunque hicimos una matanza terrible en los puntos del Castillo y puertas de Santa Engracia y Carmen, no pudimos evitar el que por la parte de Torrero no se apoderasen del puente de América y de las baterías puestas en aquel punto, que estaban a cargo del teniente coronel D. Vicente Falcó, quien apenas vio venir la caballería enemiga desamparó dichas baterías, con cuyo beneficio bajaron hasta muy cerca de la ciudad, causándonos muchos daños apoyados en las arboledas y torres.
Entre las ruinas de la explosión se encontró a las 6 de la tarde el copón con las sagradas formas del Seminario Conciliar, el cual fue inmediatamente reverenciado y conducido por el doctor D. Manuel Berné a la iglesia de la Magdalena con una devota procesión que en un instante se formó muy concurrida de los trabajadores, todos con luces. Se prosiguió en las escombras y en sacar muchos cadáveres de los cuales algunos se enterraron en las cisternas de la Magdalena y los más en el cementerio del Hospitalico.
Este día llegó del castillo de Lérida un destacamento de artillería de grueso calibre, compuesto por dos cañones de a 24, dos obuses, y dos morteros, con abundantes bombas y balas los que se colocaron en la puerta del Portillo. Por la tarde se ahorcó a un maragato del obispado de Astorga que dijo ser tramoyista del Teatro del Príncipe de Madrid, de donde acababa de venir, por extender varias noticias favorables a los franceses dentro del palacio de S.E. y a presencia del teniente rey, con cuyo motivo la Junta Suprema habiendo examinado varios testigos y tomado su declaración, le condenó a la pena ordinaria de horca, la que se verificó en el termino de 6 horas. A las 9 de la noche, sacándolo a pie de cárcel asistido de un religioso franciscano con quien se confesó, haciendo muy buena muerte.

Día 29

Este día estuvieron los franceses muy quietos, construyendo baterías en Torrero y en las inmediaciones del Castillo, donde colocaron los morteros y obuses para el bombardeo, con cuya novedad la Junta Suprema determinó dar cuenta a nuestro general para que adelantase su venida e hiciese conducir la tropa de línea para sostenernos, e igualmente se comisionó a D. Cristóbal López de Ucenda, su vocal,  para que saliese al encuentro de la tropa valenciana que acababa de llegar a Valdealgorfa y los hiciese venir con la mayor actividad, avisándoles de nuestra crítica situación, y al mismo fin se tomaron nuevas providencias para la mejor defensa.
El mismo día llegaron dos obuses del castillo de Monzón y 200 hombres armados que se destinaron a la puerta del Portillo, y se sacó la pólvora que estaba en el colegio de San Diego y la Mantería y se trasladó a San Juan de los Panetes, colocándola en el panteón de su iglesia, dándose además orden de traer inmediatamente a esta ciudad la de las fábricas de Villafeliche. Al mismo tiempo salió el siguiente bando del señor Intendente para en caso de invadirnos los franceses.

BANDO

Hago saber a todos los vecinos y habitantes de Zaragoza que, aunque el enemigo nunca ha estado más imposibilitado que ahora para invadir esta ciudad, siendo conveniente se les instruya del modo  con que debe evitarse toda desgracia por pequeña que sea, y ocurrir todo inconveniente y accidente que pueda haber aun en el caso muy remoto de que algún soldado enemigo llegue a penetrar dentro de ella, deberán para lograr su exterminio sin el menor perjuicio por nuestra parte observar las disposiciones siguientes:
1º. Todas las mujeres, ancianos y niños se retiren a sus casas cuando hubiera fuego o se toque la generala, y no se presenten por las calles, en inteligencia de que si por no hacerlo así resultare el menor daño, serán responsables de él los padres de familia y los amos que están en su lugar.
2º. Que en caso de entrar un solo soldado francés (lo que no harán) los vecinos cuiden de tener abiertos los zaguanes de sus casas para refugiarse en ellos los que transiten por las calles, debiendo tener la puerta defendida con armas, con lo que se asegura la defensa sin perjuicio de sus habitantes, pues si cerrasen las puertas, quedarían expuestos a sufrir daños por no poder entrar en sus casas.
3º. Que desde las ventanas ofendan al enemigo con armas de fuego, piedras o cualquiera otra defensa, por cuyo medio  se logrará su total exterminio, que son los deseos de S.E. y de todo español.
4º. Habiendo entendido que algunos, tal vez con el fin de intimidar, ha esparcido la voz de que los franceses en Madrid señalaron algunas casas que hicieron fuego contra ellos desde los balcones, debo aclarar que no es cierto y que para una operación semejante en esta capital, que trata de defenderse, no serian bastantes las tropas francesas que hay en España.
5º. Mediante que van a llegar por momentos a esta capital un crecido número de tropas españolas para escarmiento del ejército francés, cuidaran los vecinos todos de guardar entre tanto el mayor orden, contribuyendo por este medio a que se verifique el buen servicio en las puertas y puntos de defensa, y darán parte de cualquiera que estando de guardia en el momento de un ataque o salida abandone su puesto o se retire a su casa.
Y para que llegue a noticia de todos estas prevenciones dirigidas a la defensa de sus personas y bienes y a la mayor ofensa del enemigo, he mandado fijar este edicto.
Zaragoza, 29 de junio de 1808. El Intendente Lorenzo Calvo de Rozas.

Día 30

Este día acabaron de construir los enemigos sus baterías para dar principio a bombardear la ciudad, y todo él nos estuvieron haciendo un fuego vivo por todos los puntos, intentando con todo ahínco pasar el Ebro, lo que no pudieron conseguir por la defensa tan terrible que se les opuso por los que estaban en el termino de Ranillas desde donde les matamos muchos dentro del río. Pero por la parte del Canal Imperial pasaron por el barranco de la Muerte y desde allí se dirigieron al monasterio de la Cartuja de la Concepción, cuyos religiosos lo habían desamparado de antemano, temerosos de lo sucedido en el de Santa Fe, de donde pasaron al lugar de El Burgo. En las escaramuzas de estos días tuvieron bastantes muertos y heridos en las que logramos desalojarlos de la torre de la Bernardona e inmediatas.
La Junta Suprema, viendo lo expuesta que estaba la ciudad a una catástrofe con la proximidad del bombardeo, estuvo formada toda la noche en el palacio de S.E. e igualmente el ayuntamiento en su sala consistorial para ocurrir a cualquiera novedad.

Día 1 de julio

A las 12 en punto de la noche empezaron los franceses el más horrible cañoneo, y al mismo tiempo bombardeo, contra esta ciudad  lo que anunció la campana de la Torre Nueva, como de antemano estaba prevenido por S.E. mediante el siguiente aviso.

La Suprema Junta, siempre ocupada en la salud de la patria, ha tomado las más activas providencias para evitar, o suspender al menos, la llegada de artillería gruesa que se sabía esperaba el enemigo. Una combinación desgraciada de circunstancias la ha hecho abortar sus bien combinados proyectos, pero siempre atenta a evitar a este pueblo todas las desgracias posibles en el caso de que nuestro enemigo tratara de arrojar sobre esta ciudad granadas o bombas, ha dispuesto poner blindajes en los parajes públicos en que puedan guarecerse los vecinos y moradores, los que serán avisados por la campana de la Torre Nueva, que dará dos toques siempre que salga una bomba de la batería colocada a espaldas, aunque lejos del Castillo, y por un golpe solo siempre que salga una granada de la batería del Monte Torrero. La Junta, que en estas circunstancias se ha declarado permanente, toma todas las medidas imaginables para que este pueblo padezca lo menos posible, y que la tropa que la defiende esté igualmente a cubierto de sus golpes.
Zaragoza, 1 de julio de 1808. El marqués de Lazán.

A todos los vecinos causó este nuevo accidente de la guerra, jamás conocido en Zaragoza, el mayor cuidado y consternación al ver el fuego tan vivo que caminaba por el aire, saliéndose todas las gentes a las calles, encomendándose a Nuestra Señora del Pilar en cuyo solo amparo esperaban salir de riesgo tan inminente, lo que se verificó en tanto grado que, a pesar de haber arrojado tantas aquella noche, no hubo sino muy pocas desgracias, incendiándose solo los cuartos altos que estaban con paja de casa de D. Angelo Elizondo en el Coso, pero luego se logró apagarse. Donde más acudió la gente fue a la plaza del Pilar viendo como la mayor parte de las bombas pasaban por encima del santo templo a caer al Ebro, y aunque lograron introducir algunas dentro de dicha iglesia, cuyos vestigios están bien patentes en sus bóvedas de junto a su Santa Capilla, cerca del coro, y capilla de San Joaquín, no causaron daño alguno a las gentes, antes les alentaron el ánimo considerando a Nuestra Señora tan a nuestro favor.
Llegada la mañana prosiguió el bombardeo con el mayor furor, acometiendo a todos nuestros puntos pero habiendo acudido los paisanos defensores, se trabó una furiosa batalla que fue muy cruel y sangrienta, a causa de que los franceses tenían sus baterías muy inmediatas a la ciudad, siendo este uno de los días mas aciagos que habíamos padecido porque, temeroso el vecindario de algún otro desplomo, se salieron de la ciudad, concediendo la Junta licencia a todas las mujeres, niños y ancianos, y practicando cuanto estuvo de su parte para nuestro alivio y beneficio. El fuego llegó a ser tan activo y continuado que se desconfió del feliz éxito, mayormente cuando a las 4 de la tarde, habiendo caído unas bombas o granadas en el reducto de nuestras baterías de la puerta del Portillo, y desbaratando todas sus posiciones, mató a 6 artilleros, y haciendo huir a los paisanos que las custodiaban se vio aquel punto del todo desamparado. Pero noticioso de ello el señor marqués montó a caballo y, puesto en aquel punto, hizo venir nuevos artilleros y volviendo a hacerles fuego, los desbarataron enteramente, haciendo un destrozo terrible en los franceses que se creían ya próximos a entrar en la ciudad, cubriendo el suelo de cadáveres y logrando hacerlos huir ignominiosamente hasta sus puntos, en cuya gloriosa acción tuvimos bastantes muertos y heridos pero muy pocos en comparación del vivo fuego de cañón y fusilería que sufrimos hasta más de las 7 de la tarde, siguiendo al mismo tiempo el bombardeo sin cesar.
A las 6 de la tarde se supo que nuestro general llegaba a Zaragoza y que traía consigo algún número de tropas de línea, cuya agradable noticia fue de la mayor satisfacción a todo el vecindario, como lo celebró a su llegada con muchos vítores, entrando por la puerta del Angel escoltado de 60 caballos y unos 1.300 hombres que había podido reunir para el auxilio de esta ciudad, dirigiéndose a su casa, donde fue recibido de la Junta con mucha alegría. Y tomando desde luego noticia del estado de las cosas dio las más activas providencias para contener al enemigo. El ardor de nuestros defensores esta tarde, las acciones tan brillantes que hicieron y el empeño que tomó todo ciudadano en patrocinar y animar a nuestros paisanos como el amparo de Nuestra Santa merecen los mayores aplausos y exigen el reconocimiento más sincero de nuestro agradecimiento porque todos a porfía hicieron cuanto cabe en el ánimo mas valiente, habiendo acudido a su defensa toda clase de ciudadanos, eclesiásticos, regulares y hasta las mujeres, a todas las puertas y puntos inmediatos que eran el blanco del enemigo. Aquella noche siguió el fuego de bombas y granadas hasta las 12.

Día 2

A la una de la noche empezó el enemigo por las dos baterías de Torrero y la Bernardona a hacernos tanto fuego que es imponderable el estrago que causaron, especialmente en la parroquia de San Pablo, pero sin ninguna desgracia personal, antes las gentes tan animosas que no cesaban de dar gracias a su patrona del Pilar.
Apenas dio principio el día, cuando acometieron los franceses con el mayor vigor a nuestras trincheras y puertas por cinco puntos principales a un mismo tiempo, que seguramente dieron mucho que entender a los nuestros, especialmente en la del Portillo, donde llegaron casi a entrarse en la ciudad, pero habiendo dado aviso la campana de la Torre Nueva, y tocándose la generala, se alarmó en un instante todo el pueblo y se encendió la más fuerte de las acciones ocurridas hasta el día, siendo tanto el fuego de cañón y fusilería que no parecía sino un infierno, acometiendo los nuestros con tal valor que hicieron huir al enemigo desde la puerta del Portillo a la del Carmen y aun a la Quemada, sin intimidarles el vivo fuego que sin cesar les estaban haciendo desde sus baterías de la torre de Cuellar y puente de San José, logrando por fin ganar ésta y encerrarlos en su convento, desde cuyas ventanas y torres inmediatas nos hicieron un fuego muy vivo, pero el ardor de nuestros defensores fue tan grande que no cesaron hacer que arrollando imposibles, logrando que desamparando dicho convento y torres subieron huyendo a Torrero, dejando el campo cubierto de cadáveres y heridos, y quedando bien escarmentados del valor de nuestros paisanos que en esta ocasión echó el resto su valentía. En los primeros momentos estuvo sobre manera expuesto el reducto del Portillo, por que fue tal la mortandad y destrozo que,  percibiendo el enemigo callaban nuestros fuegos, avanzó para apoderarse, pero felizmente la mujer de un artillero llamada Agustina Aragón, auxiliada de algunos pocos suplió esta falta y causó a los franceses un daño terrible.
El general, a una con su hermano el marqués, dieron aquella mañana las órdenes más oportunas con respecto a las circunstancias y mejor defensa, y éste desplegó una serenidad y energía digna del mayor elogio. A ellas y al valor de los defensores se debió que no entrasen los franceses en Zaragoza a pesar de los extraordinarios esfuerzos que hicieron para conseguir su empeño.
El general reconoció los puntos atacados y, en el molino del aceite que está junto a la puerta Quemada, hizo también fuego al enemigo por un rasgo de popularidad. Tuvimos algunos muertos y bastantes heridos, entre estos el teniente coronel de Extremadura D. Domingo Larripa, pero el enemigo sufrió en los tres puntos principales que escogió para su ataque un descalabro completo. De resultas del daño recibido desde el convento de San José y torres inmediatas, se mandaron batir estas y sus tapias, y la llamada de Yoldi, y cortar los olivares inmediatos a la Huerba. Esta gloriosa acción se publicó en Gaceta extraordinaria.
Al medio día llegó la justicia de Ejea de los Caballeros trayendo 26 franceses prisioneros que habían ido a dicha villa por 40 vacas con D. José Bordois, comerciante francés de Tudela, que fue el que entregó dicha ciudad a los franceses con el marqués de Montesa, los cuales fueron conducidos a la cárcel, menos dicho Bordois, a quien inmediatamente que le vio el pueblo quiso matarlo y lo hubieran verificado a no haberlo puesto en la cárcel del arzobispo al paso que lo conducían a casa del general, cuya Junta Suprema viendo su atroz delito le condenó a pena de horca, la que se ejecutó aquella misma tarde, llevándole a pie desde dicha cárcel al patíbulo (con levita y botas, como se hallaba), asistido de un religioso dominico navarro con quien se confesó y declarando moría bien sentenciado, pues había mirad siempre por la Francia, y fue enterrado en San Pablo. Se tomó providencia de desempedrar las calles para evitar el daño que podían causar las bombas, y que las torres inmediatas a la ciudad se demoliesen, lo que inmediatamente se ejecutó.
Estos dos días 1º y 2º de julio fueron muy melancólicos para las almas piadosas de este vecindario por ver cerrados sus templos, y ni aun haberse celebrado los divinos oficios en la catedral pues solamente en la Santa Capilla hubo misas sucesivas.

GACETA EXTRAORDINARIA

Ayer 1º del corriente a media noche empezó el ejército francés, acampado en las inmediaciones de esta capital, a bombardear la ciudad, siguió hasta la tarde del día siguiente y arrojó unas 1.400, entre granadas y bombas. Atacó algunas de sus puertas su caballería e infantería, pero el valor heroico de las tropas y vecindario que las guardaban, resistiendo un fuego encarnizado, logró destrozar a los que se presentaron, sembrando el campo de cadáveres franceses, y sostuvo su puesto en medio de las granadas que caían en las baterías.
En la tarde del mismo día 1º continuó su ataque con la artillería e infantería y fue igualmente rechazado con pérdida considerable. En la madrugada del 2 atacó de nuevo por todos los puntos y después de sufrir mucha pérdida y de convencerse del valor y obstinación de esta capital y de sus tropas, se retiró bien escarmentado después de 12 horas de fuego. Las bombas, granadas y balas del enemigo sobre no haber hecho daño alguno de consideración, solo han servido para excitar más el odio contra ellos y recordarnos los deberes sagrados de la religión, la patria, el rey y el honor.
Es imponderable el valor de los oficiales y soldados, artilleros y de los comandantes y tropas de las baterías y puestos atacados. El excelentísimo señor gobernador y capitán general, para dar una prueba de cuanto interesa en que el mérito de todos ellos quede recompensado, ha dispuesto que los comandantes respectivos den nota de cuantos oficiales y soldados, ya de tropa reglada, ya de paisanos han sobresalido para distinguir a nombre del rey y transmitir a la posteridad la memoria de tan dignos defensores. Mientras viene esta noticia exacta, ha conferido el grado de brigadier al coronel D. Antonio Torres, de coroneles a los tenientes coroneles D. Francisco Marcó del Pont, que lo era de Voluntarios de Tarragona, y a D. Domingo Larripa que lo era de Extremadura, que mandaban las puertas del Portillo y del Carmen. Grado de sargento mayor de artillería al capitán D. J. Osta y de tenientes del mismo real cuerpo a los subtenientes D. Jerónimo Piñeiro y D. Francisco Bosete, estos dos últimos acabando de llegar en posta de Barcelona en la mañana del día 1º fueron sin descansar a mandar las baterías del Portillo y del Carmen, donde han llenado su deber con la mayor bizarría. Han caído en nuestro poder muchas armas, y entre los enemigos muertos se han hallado algunas de las alhajas robadas en los templos y casas particulares y se han hecho muchos prisioneros de guerra.

Día 3

Por la mañana hubo bastante fuego de las partidas de guerrilla y descubierta, logrando no pudiesen aproximarse los enemigos ni pasar el Ebro, como intentaron diferentes veces por frente la puerta de Sancho, matándoles cuantos querían vadearlo. Se repararon las baterías del Portillo y del Carmen que con el fuego vivo estaban algo deterioradas. A cosa de las 11 llegaron por la puerta del Angel 500 Voluntarios del 1º de Aragón con algunos paisanos a quienes salió a recibir la música de Extremadura, los que se presentaron a S.E. quien los recibió con el mayor regocijo como todo el pueblo, entregándoles una bandera de las que ha mandado bordar nuestro general con la imagen de Nuestra Señora del Pilar, patrona de dicho batallón, con las armas de Zaragoza y con ella pasaron a visitar su soberana imagen donde oyeron misa. En este tiempo habiéndose pasado siete soldados portugueses y advertido que una columna de 200 daba muestras de querer hacer lo mismo se nombró una diputación para parlamentar mandando se tocase la generala y la campana del reloj mayor para que estuviese toda la gente prevenida por si era falsa, como en efecto lo fue, pues no quisieron entregar las armas, sino que estarían para guardar las puertas y para que los trabajadores pudiesen ir a recoger las cosechas, amenazando que eran 20.000 hombres para bombardear la ciudad, a que respondió el señor marqués no les temía pues éramos 40.000, con lo que se retiraron.
Los Voluntarios siguieron hasta la puerta del Portillo, retrocediendo con toda la música hasta casa del general y de allí al palacio del arzobispo donde pusieron su cuartel, y habiéndoles dado licencia S.E. para ir a quitar las baterías enemigas, salieron como leones y a poco rato, a pesar de la resistencia de los contrarios, lograron clavar los cañones de la colocada cerca de la torre del conde de Sástago en la Huerba, volviendo victoriosos sin más pérdida que la de un solo voluntario.

Día 4

Se mantuvieron los enemigos en la misma situación, sin atreverse a tirar una bomba porque desde la batería que se colocó dentro del Jardín Botánico de espaldas del convento de Santa Catalina les inutilizaban todas sus ideas, y más que todo fue el haberles cortado el agua del Canal Imperial por los de Tauste, capitaneados de D. Ginés Marco Palacín, capellán de aquella villa. Este día se tuvo noticia de estar ya en Tortosa el 2º batallón de Voluntarios compuesto por 1.200 hombres que viene de Mahón y que en breve llegaría a esta ciudad, y también llegaron 900 arrobas de pólvora de Villafeliche, las que se llevaron a San Juan de los Panetes.
A las 4 de la tarde fue una compañía completa del regimiento de Extremadura con bandera a presentar la guardia a S.E., la que hasta entonces había sido de paisanos. En esta tarde y noche repitieron los enemigos su tiroteo desde la batería del Castillo, pero sin hacer daño alguno, y por el que podían hacer si se aproximaban se mandó batir las torres inmediatas al paseo de Santa Engracia y arrasar los olivares, cuyo daño fue muy grande para sus dueños, como lo fue también la falta de riego del Canal Imperial, sin cuyo beneficio no se puede coger cosecha alguna.
Igualmente, por si llegaba el caso de tirar camisas embreadas, como ya se habían probado, se mandaron cerrar todas las puertas de las casas que dan fuera del pueblo, y entre otras se cerraron las dos del Pilar y de los infantes. Se publicó un bando de la Juna Suprema mandando no se tirasen voladores ni cohetes, ni se disparasen tiros dentro de la ciudad, pena de la vida, para evitar las desgracias con los repuestos de pólvora. Y por si volvían los enemigos a tirar bombas y granadas, se mandó que todo vecino tuviese tinajas, cuencos, bacías u otras vasijas llenas de agua a las puertas de sus casas para ocurrir a cualquier incendio. Otro bando salió del señor Intendente pidiendo camisas, cuyo tenor es el siguiente.

A los generosos habitantes de Zaragoza. Las gravísimas ocurrencias que han sobrevenido en estos días y a las que me ha sido indispensable atender con absoluta preferencia, no han dado lugar a que me ocupase del acopio de lienzos para camisas a las tropas ni aun habría sido posible que, a pesar del heroico o imponderable celo que han mostrado las mujeres, hubieran podido coserlas. Las tropas que con tanto ardor y fatiga han hecho y hacen la defensa de esta capital, se hallan muchas de ellas desprovistas de camisas, y como es muy justo que los que no excusan sacrificio alguno para defender la patria tengan cuantos alivios puedan dárseles, ruego a todos los habitantes de esta ciudad que entreguen las camisas que puedan repartir a los soldados en la casa de ayuntamiento, donde habrá para recibirlas a toda hora uno de sus individuos que tomará nota de los nombres.
Zaragoza, 4 de julio de 1808. Lorenzo Calvo de Rozas.


Día 5

Muy de mañana salieron nuestros Voluntarios a la descubierta por ambas baterías, logrando desbaratarlas y cogerles 29 prisioneros que condujeron en una cuerda a la ciudad, y presentados a S.E. mandó que con los traídos de Ejea se llevasen al castillo de Monzón como se verificó inmediatamente. Vinieron de la villa de Cantavieja y su baília 200 hombres escogidos que se destinaron al cuerpo de Voluntarios, y se tuvo noticia de oficio de que el señor D. Francisco Palafox estaba en Almonacid de la Sierra con bastantes tropas de línea y paisanos con el barón de Warsage, a quienes comunicó S.E. las órdenes correspondientes. Los enemigos se mantuvieron todo el día en las inmediaciones de la ciudad cuyas puertas se fortalecieron nuevamente con salchichones, ramales, fosos, y otros preparativos de defensa. Se colocaron algunos obuses y morteros con los que se tiraron bastantes bombas y granadas que les causaron bastante daño y se prosiguió el derribo de torres y olivares inmediatos al paseo de Santa Engracia y Torrero. Este día se tuvo la agradable noticia de la Paz con Inglaterra. Así mismo este día salió el siguiente papel de S.E.

Zaragozanos. El día 1º de julio os hará inmortales en los fastos de vuestra historia, y de todas las naciones admirarán con envidia vuestro heroísmo. Cuando vuestros sensibles corazones lloraban con el más amargo dolor la lamentable catástrofe ocurrida en la funesta tarde del 27 de junio en que una considerable porción de vuestros valientes ciudadanos fue víctima horrorosa de la horrible explosión que causó el incendio de uno de los bien provistos almacenes de pólvora destinada para la defensa de la ciudad y, cuando consternados todos vosotros con los espantosos efectos de este imprevisto suceso, atendíais únicamente al socorro de los infelices que conservando su vida entre las ruinas imploraban el vuestro. Este lastimoso y terrible momento, fue el que aprovechó el cruel e inhumano enemigo que os rodea para conseguir su pérfido y desnaturalizado proyecto, confiado no tanto en sus propias fuerzas, cuanto en la desolación y críticas circunstancias en que os hallabais. Atacó en la mañana del 28 el punto interesante de Torrero y colocado en él no pensó sino en la ejecución de los horribles medios de aniquilaros y de reducir a cenizas vuestras casas y vuestro pueblo. Enfurecido al ver la energía, valor y constancia con que hacíais inútiles los repetidos ataques y con que burlabais sus astucias o, por mejor decir, irritados del heroísmo con que rechazabais las que se dicen invencibles columnas francesas hasta precipitarlas en la más vergonzosa fuga, hizo llover sobre vuestras cabezas y la de vuestras amadas familias un diluvio de bombas y granadas reales en el espacio de 27 horas, hasta 1.400 según lo partes dados por los vigías, pero sin más fruto que arruinar parte de algunos edificios, y de proporcionaros el inmortal laurel de vuestro inimitable heroísmo. Vosotros habéis sabido despreciar gravísimos riesgos con invencible constancia, y vuestro patriotismo ha llegado en esta ocasión a tan alto punto de valor que lejos de intimidaros la crueldad inaudita de vuestro enemigo, no se ha oído de vuestras bocas ni de las de vuestras mujeres, ni habéis permitido el triste consuelo, o el alivio, d pronunciar un ¡ay!. Los valerosos jefes y soldados toman parte a competencia en vuestros triunfos. Ellos se han paseado con tanto honor, entusiasmo y bizarría en el ataque que comenzó en aquella mañana y redobló el enemigo con la mayor actividad en la del siguiente, acometiendo vuestra ciudad por cinco puntos principales a un mismo tiempo, que se han hecho acreedores de vuestra admiración y a vuestro reconocimiento, habiendo rechazado al enemigo completamente en todos los puntos, y cubierto de cadáveres el campo en justo castigo de su osadía.
Zaragozanos, habéis visto por experiencia que los esclavos del monstruo que ocupa el trono de Francia y que ha concebido el temerario y orgulloso proyecto de despojar de sus legítimos derechos a nuestro amado soberano son cobardes, que huyen de los que no les temen, y que solo son héroes cuando se ocupan en el robo y la rapiña. Vosotros peleáis por la justa causa, defendéis vuestra religión y vuestra patria y la de vuestro rey; seréis invencibles y triunfareis siempre de un enemigo que funda todo su derecho en la seducción, en la mentira y en el engaño.
El cielo protege visiblemente vuestras operaciones. El Dios de los ejércitos pelea a vuestra frente, vuestra amantísima patrona ha fijado sus piadosísimos ojos sobre vosotros; vuestras esforzadas tropas solo aspiran al honor de dividir con vosotros la corona de laurel con el cielo ceñirá sus sienes en premio de sus brillantes acciones militares. Que pues debéis esperar con tan favorables auspicios el triunfo más completo sobre vuestros enemigos, la prosperidad y la deseada paz que disfrutareis llenos de gloria en el dulce seno de vuestras familias después de haber cumplido vuestros sagrados deberes en beneficio de la religión, del rey y de la patria.
José de Palafox y Melci.

Día 6

Los Voluntarios de Aragón con su comandante D. Bartolomé Cucalón salieron a la descubierta para inutilizar la batería de encima del Castillo, pero aunque les hicieron mucho daño, y les tiraron muchos cañonazos desde las baterías del Portillo y de los obuses y morteros de la Misericordia, no pudieron lograrlo por faltarles tropas a retaguardia para sostenerlos y haber acudido mucha caballería francesa, pero se les hizo retirar y que aquella noche no tirasen bomba ni granada alguna. Nuestro general, acompañado de sus edecanes y oficialidad pasó al otro lado del Ebro, a la parte que desahoga el Gállego a reconocer aquel paso, por cuanto la noche anterior intentaron vadearlo y pasarse a los lugares de Villamayor y Pastriz a ejecutar sus acostumbradas rapiñas, y para frustrarlas, mandó destacar una partida de Voluntarios con algunos paisanos, y de vuelta reconoció todas las puertas y trincheras.
Esta mañana no nos hicieron fuego alguno por cuya causa se descansó de tanta fatiga y se prosiguió el desmonte de torres y olivares. Las religiosas Franciscas del convento de Altabás y las de Alagón, que estaban juntas, se pasaron al convento de San Lázaro, y las Carmelitas Descalzas a casa del conde de Sástago.

ORDEN DE LA JUNTA SUPREMA

El gobernador y capitán general de este ejército y reino, de acuerdo con la Junta Suprema de gobierno del mismo hace saber a todas las justicias que algunos soldados, tanto tropa veterana como paisanos alistados en los tercios, olvidados del juramento que presentaron de defender la justa causa de la religión, la patria y el rey, han abandonado laxamente sus banderas con frívolos y falaces pretextos, y para ocurrir a los graves daños que de esta deserción pudieran resultar a la salud pública, manda a todas las justicias del reino que detengan a todos los soldados y paisanos alistados que sin licencia o pasaporte firmado de S.E., o de algún individuo, o del secretario de la Junta, transite, o se cojan en algunos de los pueblos del reino, y que con las armas que se les ocupen los conduzcan inmediatamente y con toda la seguridad posible a esta capital bajo la inteligencia de que al paso que será premiado el celo y actividad de las mismas justicias, será castigada su omisión o malicia con las penas más rigurosas.
Igualmente, teniendo noticia de que circulan algunas cartas de Madrid que pudieran poner en duda la fidelidad, celo e interés patriótico, tan recomendable de los generales y Juntas Supremas de las provincias que han tomado las armas contra la Francia, suponiendo maliciosamente que obran de acuerdo con aquel gobierno intruso, manda:
Que si se ocupase algún papel relativo a este objeto u otro que pueda turbar la tranquilidad pública, el que lo tuviere sea juzgado inmediatamente, y que sufra la pena establecida para los cómplices de alta traición.
Cuartel General de Zaragoza, 6 de julio de 1808. José Palafox y Melci.
Por la Junta Suprema de gobierno. D. Liborio Miralles, Vicesecretario.

Día 7

Por la mañana hubo una refriega furiosa con los franceses de Torrero en las inmediaciones del puente de San José, en la que matamos más de 40 hombres, no teniendo por nuestra parte mas que dos muertos y algunos heridos. Al medio día, habiendo intentado pasar el Ebro por el vado frente la puerta de Sancho se trabó un choque furioso con las tropas de dicha puerta y las que estaban en la otra orilla, que duró algunas horas, y aunque se hizo una defensa bárbara y se les mató mucha gente, entre ellos los que pasaban el Ebro en cueros, tuvimos no obstante cuatro muertos y catorce heridos de la compañía de Tauste, llevándose a casa del general los despojos de armas, gorras y vestidos de los franceses, y entre ellos de algunos oficiales, y además se pasaron algunos prisioneros que se condujeron a la cárcel.
Este día nos tiraron, aunque pocas, algunas bombas y granadas pero sin causar daño mayor. Se reforzaron mucho las puertas y avanzadas y se recibieron noticias de la próxima llegada de nuestras tropas. Se trasladaron los 160 franceses avecindados de Zaragoza que estaban en el cuartel de Convalecientes a las salas de la Real Academia de San Luis y se prosiguió en rozar los olivares inmediatos a la ciudad por haberse situado el enemigo tan próximo a ella que ocupaba todas las torres que hay desde la Descartin hasta el convento de San José, especialmente la del canónigo Cuartero, junto al puente de la Huerba, la de la Estepa, donde tenían su batería, la de Pablo Aranda, la de D. Ignacio de Aso y siguientes hasta San José, teniendo su cuartel general en la de Sástago y la de la Vallabriga, cuyos terrenos salió a visitar nuestro general con sus edecanes, plana mayor de ingenieros y artillería para disponer lo correspondiente a nuestro resguardo.

Día 8

Siguieron los enemigos en la misma situación sin hacernos fuego en casi todo el día, pero a cosa de las 12 intentaron otra vez pasar el río por frente a San Lamberto, y aunque siete de ellos llegaron a verificarlo, fueron luego muertos por los nuestros que estaban al otro lado. Se pasaron a nuestro ejército un teniente coronel y un oficial quienes dijeron no tenían sino de 15 a 16 mil bombas y granadas, medio carro de pólvora, pero sí muchas balas de fusil y de cañón , y que la oficialidad estaba muy descontenta con el general Lefebvre, quien en el consejo de guerra que tuvieron para tratar de retirarse no quiso convenir en ello mientras no perdiese las dos terceras partes de sus tropas, a cuyos oficiales se les condujo al Castillo.
Este día salió un bando del señor Intendente en que mandaba que todo vecino si no era militar llevase las armas que tuviere a la casa de la ciudad para armar a la mucha tropa que se estaba esperando. Se formaron blindajes en las plazas y calles anchas para el resguardo de las gentes, y se colocaron cañones en algunos parajes nuevamente.

Día 9

Este día estuvieron los enemigos muy quietos, no habiendo tirado más que los que tiran a la diana.
Cerca de las 10 llegaron a Ejea 40 franceses que habiendo ido en busca de vacas a dicha villa los hicieron prisioneros, los cuales, unidos a los siete que se habían pasado, fueron conducidos al Castillo de Monzón. A las 2 de la tarde acometieron por las cuatro puertas: Sancho, Portillo, Carmen y Santa Engracia con mucho ardor y, habiéndose tocado la campana del reloj mayor y acudido los paisanos, se trabó en una acción que duró hasta las 7, no pudiendo lograr los enemigos sino herirnos algunos, y nosotros al desalojarlos de sus puntos, donde les matamos bastantes, y cogido muchas mochilas y armas, y el arrojarlos de las tapias del cementerio del Castillo las que echaron los paisanos a tierra a pesar de la artillería enemiga.
Nuestro general acudió muy pronto apenas tocó el reloj mayor, y no desamparó sus tropas hasta el fin.
A las 10 de la noche llegaron 900 hombres de infantería y alguna caballería de la que estaba en Calatayud con el señor D. Francisco Palafox, los que se alojaron en el Arrabal.

Día 10

Esta noche pasada tiraron los enemigos granadas, pero sin causar daño, y por la mañana hubo algún tiroteo, habiéndose introducido algunos en el convento de Capuchinos en donde ejecutaron sus acostumbradas piraterías. El alcalde de Cadrete, N. Campillos, presentó a nuestro general tres franceses y un caballo que había hecho prisioneros en dicho lugar de 20 que habían ido a robar, los que se condujeron a la cárcel. Se publicaron dos bandos, el 1º de la Junta Suprema mandando no se prendiese a nadie por solo sospecha de traición para evitar el desorden que hasta entonces había habido tanto preso, castigando a todo el que llevase a la cárcel y no probase el delito, dejando obrar a la justicia. El 2º mandato secuestrar lo perteneciente a franceses que no están en España, y de los españoles huidos a Francia, no viniendo antes del 20 del corriente, concediendo premios a los delatores. Por la tarde incendiaron el convento de Capuchinos cuyos religiosos sacaron el Santísimo y ornamentos, y se vinieron al colegio de San Pedro Nolasco, causando lástima ver trasladar las santas imágenes en hombros de los pobres religiosos.
Este día se formó la Junta Militar y Fortificación de esta plaza compuesta de los individuos siguientes:
-    El excelentísimo señor capitán general, presidente.
-    El teniente general D. Antonio Cornel, vicepresidente.
-    El excelentísimo señor marqués de Lazán como gobernador de la plaza.
-    El brigadier Raimundo Andrés y el capitán D. José Butrón como inspector de infantería y caballería.
-    Los coroneles D. José Mateo y D. José Obispo como mayores generales.
-    El coronel D. Antonio Sangenís como comandante de artillería.
-    D. Diego Badillos y D. Juan Miguel Serrano como auditores de guerra.
-    El capitán D. José Pascual de Céspedes, fiscal militar.
-    Los capitanes D. Joaquín García y D. Justo San Martín, secretarios.

Día 11

Por la noche se introdujo el enemigo en el convento de Capuchinos y dio fuego a la iglesia, haciéndolo toda la mañana con mucho ardor contra nuestros puntos, y al medio día pusieron en ejecución pasar el Ebro por frente a Juslibol, y aunque se opusieren los nuestros, con los Voluntarios y matándoles muchos, con todo lograron pasar al otro lado y meterse en el Soto de Mezquita y torres inmediatas, incendiando la salitrería de la arboleda de Macanaz y la torre de Bosque junto a las balsas de Ebro viejo. De resultas de haber pasado los franceses se intimidaron las gentes del Arrabal por la mucha pérdida que tuvieron las huertas y hortalizas, pero mucho más las religiosas y religiosos.
El general salió inmediatamente al Arrabal a animar a las gentes y mandó conducir artillería a la torre llamada de Izmir, desde cuya altura podía incomodar mucho a los enemigos y dio otras providencias para el resguardo de dichos terrenos, haciendo ir tropa a Juslibol para en caso necesario.

Día 12

Los franceses en esta noche habilitaron el paso del Ebro con un puente interino por el que fueron pasando y ocupando hasta las inmediaciones del Arrabal, con cuya novedad los religiosos de Jesús desampararon su convento, trasladándose son sus enseres al de San Francisco, y los Capuchinos de Cogullada conduciendo a Nuestra Señora la que depositaron en la iglesia de la Magdalena.
Al medio día y a las 5 de la tarde se tocó la campana del reloj mayor por haberse internado los franceses por toda la huerta, a cuya novedad se alarmó toda la tropa y labradores hacendados de San Pablo, San Miguel, Magdalena y Arrabal, y como tan interesados se presentaron a S.E. ofreciéndole, si les daba armas, sacarlos de la huerta, lo que estimó mucho, dándoles armas y animándolos a la pelea. Aquella noche se internaron hasta Juslibol el que saquearon, como las torres inmediatas y molinos, llevándose las caballerías y todo el comestible, tirándose desde allí al camino de la Cartuja alta, cuyo monasterio desampararon los monjes, llegando a tal grado el desorden que los Dragones, creyéndose perdidos, huyeron precipitadamente hasta Alfajarín donde fueron detenidos por su justicia.
Por la tarde salieron los honrados labradores y en breve rato lograron huir tan rápidamente que al amanecer ya no se hallaba un francés en toda la huerta del Arrabal.

Día 13

Vista la deserción que habían hecho las tropas francesas de todo el Arrabal se animaron los labradores a internarse por todo el camino inmediato de los molinos, de donde trasladaron a la ciudad mucho trigo de particulares que estaba para moler, como también gran porción de comestibles de las torres, de San Juan de Mozarrifar y Cartuja alta conduciendo de ésta cuatro carros de aceite y otros tantos de judías que aquella comunidad dio para el consumo del ejército, se cogieron algunos prisioneros y además una mujer que iba a los enemigos a llevarles cartuchos, contra la que se irritaron tanto las mujeres del Mercado, que al llevarla a la cárcel la maltrataron de modo que murió allí mismo, a quienes quisieron colgar en la horca.
Para animar a los heroicos defensores de la patria de orden de S.E. y de la Junta Suprema salió el siguiente papel.

A LOS LEALES HABITANTES DE ZARAGOZA Y TROPAS QUE LA DEFIENDEN

Nada es referible a la defensa de nuestra religión, del rey y de la patria, y nada es más acreedor a los beneficios de esta patria que aquellos en circunstancias críticas como las presentes se prestan voluntariamente a salir a su defensa. En su consecuencia, el excelentísimo señor capitán general y la Junta Suprema de gobierno ha resuelto que si algunos de los que hicieron una salida para derrotar a los franceses y salvar la patria muriese en acción, se socorra a sus viudas o hijos con una suma de dinero para que no queden desamparados, y que se tenga toda consideración y premie a los oficiales y soldados que se distingan, al paso que degradará y castigará a los que no hagan su deber. El general y la Junta esperan que, unidos a la tropa los valerosos habitantes de esta capital y procediendo con toda armonía, se logrará un completo triunfo contra el enemigo.
Zaragoza, 13 de julio de 1808. El gobernador y capitán general José Palafox y Melci.
El teniente general Antonio Cornel.
El vicesecretario de la Junta Liborio Miralles.

Por la tarde del mismo día intentaron los paisanos hacer retroceder a los franceses de sus situaciones en el paseo de Santa Engracia y baterías de Torrero, y aunque que costó algunas vidas, se logró últimamente hacerlos retroceder de todas las inmediaciones de la ciudad hasta Torrero, matándoles e hiriéndoles muchos, como ellos mismos lo confesaron, los cuales se volvieron a situar por la noche en el convento de Capuchinos, a pesar del fuego lento que lo iba todo consumiendo. La acción del Arrabal fue muy sangrienta, como también la de la Huerba en la que tuvimos bastantes muertos, pero especialmente todos los presos que habían salido a pelear a petición de los mismos y con licencia de la Real Sala del Crimen con su comandante Parias, llamado el Cordobés que más quiso morir que rendirse, y algunos oficiales del regimiento de Extremadura.
Este día se formó la Junta de Hacienda, compuesta de los vocales siguientes:
-    Señor D. Lorenzo Calvo, Intendente.
-    Señor D. Elías Lanza, canónigo.
-    El padre fray Felipe Andrés, trinitario calzado.
-    Señor D. Ventura Elorduy, contador de ejército.
-    Señor D. Tomás de la Madrid, tesorero de ejército.
-    Señor D. Pedro Cornel, administrador general.
-    Señor D. Juan Marticorena, del comercio.
-    Señor D. Eusebio Ximenéz, secretario.

Día 14

Muy de mañana pasaron los franceses el Ebro con intención de proseguir sus pillajes en el Arrabal, pero nuestros cañones y fusilería los hicieron retroceder de sus ideas, por cuya causa se pasaron al camino de Barcelona y torre del Arzobispo, donde tuvieron un choque con los Dragones que mandaba el coronel D. Bernardo Acuña, al que hirieron de un balazo en el cuello; hubo bastantes heridos y muertos de los enemigos de los cuales después de muchas horas tuvieron que retirarse a Juslibol, el que incendiaron después de haber robado todo cuanto había.
Otra porción de enemigos que tiró hacia el Gállego fue también rechazada por nuestras tropas, y ya que no pudieron contrarrestarnos incendiaron el puente de dicho río, el que ardió todo el día, inutilizando de esta suerte el paso al camino de Barcelona y el extraer de la Cartuja alta los efectos de comestibles y otros géneros que dejaron los monjes cuando la desampararon. Con esta retirada quedó todo el ejército francés otra vez en su situación primera de Torrero y camino de la Muela, pero todo el campo que habían ocupado enteramente ha quedado del todo perdido a causa de incendiar, al paso que se iban retirando, todas las torres y llevándose todas las caballerías.
Estos tres días últimos ha estado quieta la artillería enemiga, tirándonos muy pocas granadas las que no hicieron daño alguno, antes de nuestra parte se les echaron algunas que les incomodaron bastante, y se les han cogido algunos prisioneros. Por nuestra parte también habemos tenido prisioneros, entre ellos a dos capuchinos de Cogullada los que fueron conducidos al convento de San Lamberto donde tienen su cuartel general, y los remitieron con pasaporte del general Verdier con unas proclamas de Bonaparte a los españoles, especialmente a los zaragozanos, exhortándolos a la amistad con ellos, proporcionándoles todas las decantadas felicidades que siempre los que se presentaron a S.E. quien rompió dichas proclamas, y notándose que entre paisanos y tropa había alguna desunión salió un decreto de S.E. y de la Junta Suprema para contenerlos, pasándose oficio al clero y comunidades para que por su parte coadyuvasen así en las pláticas como en conversaciones y otros actos, lo que S.E. practicó con a tropa para unirlos a la defensa de la patria.

DECRETO

El gobernador y capitán general del reino, y la Junta Suprema que incesantemente se afanan por el bien de la patria, han visto con el mayor sentimiento la desunión que algunos espíritus perturbadores han intentado sembrar entre la tropa y paisanos. Están persuadidos que unos y otros caminan a un mismo fin y desean sacrificar su vida por la causa más justa. Para precaver, pues, las funestas consecuencias que necesariamente debían resultar de esta desunión, mando: que todo oficial y soldado que insulte a cualquier paisano con alguna voz odiosa, inmediatamente verificado el hecho, será castigado con todo rigor de la ley militar. Que todo paisano de cualquiera estado o sexo que insulte a todo militar con expresiones indecorosas o no correspondientes a tan honrada profesión, inmediatamente sea preso y castigado militarmente con el mayor rigor. Se espera del noble carácter de los aragoneses y de las exhortaciones pacíficas y poderosas del clero y personas de influjo que se logrará conservar reunido el ánimo de todos los defensores de la patria, y se privará al enemigo del recurso que de lo contrario podría resultarle.
Zaragoza, 14 de julio de 1808. José Palafox y Melci.
Por la Junta Suprema de gobierno. Doctor Liborio Miralles, vicesecretario.

Día 15

Prosiguieron los enemigos sus correrías al otro lado del Ebro aunque sin adelantar cosa alguna por la oposición que se les hizo, y mucho más a los que estaban en las ruinas de los Capuchinos desde nos hicieron n fuego muy vivo al que correspondimos. Y habiendo tenido noticia de que intentaban hacer una mina desde dicho convento para volar la ciudad, hubo junta de ingenieros los que determinaron abrir una zanja hasta el agua que corriese por todo su frente a cuyo fin se mandó por bando que acudiesen todos los albañiles, carpinteros, cuberos y canteros. Se habilitaron molinos interinos para harina en caso de ocuparlos otra vez. Este día entraron 200 soldados catalanes escapados de Pamplona, y se acabaron de quemar algunas torres y caseríos de los incendiados por ellos, a quienes se les tiró desde nuestras baterías algunas bombas y granadas que les causaron bastantes daños, y aunque también tiraron bastante, no nos incomodaron cosa alguna.

Día 16

Muy por la mañana los franceses del otro lado del Ebro, y los que habían pasado aquella noche marcharon a Villamayor donde, habiendo robado al cura su dinero y el que había en la arca de tres llaves, sin causar daño alguno a los vecinos, y sido obsequiados en la casa de D. Vicente Goser y Casellas, partieron a la Cartuja alta donde saquearon cuanto encontraron, cargando muchos carros de menestra y de allí se encaminaron a Barbastro.
En esta plaza hubo algunas escaramuzas así en el Arrabal como en las demás baterías, causándonos algunos heridos, aunque hubo más de los franceses, de cuyo ejército se pasaron muchos, especialmente polacos. Se prosiguió en arreglar las baterías del Arrabal y se evacuó todo el convento de Jesús. Vinieron muchísimos de las compañías de Calatayud, 200 catalanes de Tarragona, 100 labradores de San Pablo con su capitán D. Santiago Sas, beneficiado de Luco. Se cogieron unas mujeres con pólvora y cartuchos que llevaban a los enemigos, y por la tarde se dieron 200 azotes a un hombre que pedía limosna apuntando a quien no le daba como le sucedió al abogado D. Pedro Silves. Este día se publicó el siguiente bando.

BANDO

El gobernador y capitán general y la Junta Suprema del reino, después de un deliberado examen en la sesión de ayer 15 han acordado: que los vecinos y habitantes de esta ciudad que hayan salido de ella después del 31 de mayo con cualquiera motivo, a excepción del servicio a la patria, y no regresaren a ella en el preciso termino de ocho días contados desde la fecha, queden sujetos por el mero hecho de su ausencia a las providencias que la Junta tiene acordadas y exigen las circunstancias de esta ciudad, y que sus bienes sean destinados a los gastos públicos. Y para que llegue a noticia de todos se manda fijar este edicto.
Zaragoza, 16 de julio de 1808. José Palafox y Melci.
El teniente general D. Antonio Cornel.
El vicesecretario de la Junta Suprema. Liborio Miralles.

Día 17

Antes de las 5 de la mañana llegó el convoy de pólvora de Villafeliche y otras municiones y se supo que los franceses iban caminando hacia Leciñena. Llegaron otros tantos catalanes de Tarragona y más Voluntarios del 1º de Aragón. Hoy salió Gaceta extraordinaria donde se dan noticias de las intrigas de los franceses contra nuestro general y la Paz de Mahon con los ingleses. Se nos pasaron dos rusos  se cogieron seis mujeres que les llevaban pólvora y cartas, las que se llevaron a la cárcel. Se tomaron providencias para hacer tahonas en caso de inutilizar los molinos, y se ofició a la Junta de Abastos para que no faltase el del público, e igualmente al Cabildo y ciudad, los que se ofrecieron muy gustosos. Prosiguiendo sus iniquidades llamaron por el punto del Arrabal, a cosa de las 9 de la noche, a parlamentar como unos 200, y habiendo avisado a Su Excelencia mandó ir a D. Manuel Ena y, estando tratando, acometieron de recio por todas las puertas del otro lado de la ciudad tan repentinamente como furiosamente. Pero apenas se oyó la campana del reloj mayor, inmediatamente se les embistió con tanto tesón, que logramos después de un vivo fuego de tres horas hacerlos huir, matándoles más de 300, habiendo obrado prodigios de valor los paisanos de las avanzadas y tenido mucha subordinación a los jefes, dejando obrar a la artillería que les hizo mucho daño, cuya fuerza mayor fue hacia el fosal de San Miguel y puerta Quemada y molino de aceite de la ciudad, creyendo sin duda los franceses que estos puntos estarían mas flojos. Ayudaron mucho los vecinos de todas aquellas casas que miran al Muro, desde cuyas ventanas les hicieron fuego muy vivo, no teniendo por nuestra parte más que dos heridos y los enemigos muchísimos muertos y mutilados a los cuales, concluido el fuego, se les vio iban recogiendo con linternas por todo el campo.

Día 18

Poco escarmentados de la noche anterior acometieron nuevamente al amanecer con el mismo ardor, pero puestos los nuestros en movimiento dieron tan fuertemente contra ellos que en breve les hicieron retirar a su campo, habiéndoles tirado muchos cañonazos y muertos bastantes. Los que habían pasado al otro lado del Ebro hicieron sus correrías hacia Pastriz, intentando por dos veces pasar dicho río pero fueron rechazados y se internaron hacia el monte de Leciñena. Prosiguieron en pasarse a nuestro campamento de 12 en 12 y a todos se les acogió de orden del gobierno. Se mandó proseguir en hacer tahonas y arrasar los olivares inmediatos a la ciudad, y aquel día amanecieron dos hombres en la horca, a los que se les había dado garrote en la cárcel aquella noche por haber dado muerte alevosa, el uno en Torrero  y el otro en la plaza de San Miguel, a quienes les pusieron en el pecho una cédula con la causa de la sentencia. Por la tarde se supo que los franceses habían retrocedido a Juslibol donde tenían su pequeño cuartel. Este día, de orden de S.E. salió el siguiente bando.

BANDO

El excelentísimo señor gobernador y capitán general de este ejército y reino que incesantemente vela sobre cuantos objetos pueden contribuir a la defensa de esta capital, seguridad de las vidas y propiedades de su vecindario, ha tenido noticia por los vigías y por varios espías de que algunos soldados del ejército enemigo se visten de paisanos, y como bajo este disfraz u otro pudieran introducirse cautelosamente en la ciudad, o confundirse en una acción con los valerosos defensores de la patria, que no han dejado todavía el traje de paisanos, a fin de evitar las funestas consecuencias que pudieran resultar de ignorarse semejante astucia de nuestros pérfidos enemigos, se hace saber al público para que, advertidos todos los vecinos, vivan con la precaución conveniente.
Los comandantes de las puertas celarán sobre ello y dispondrán cuando se hicieren salidas el tomar todas las medidas de precaución que fueren necesarias, y el Intendente corregidor de que, tanto en las posadas públicas como en las casas particulares, no puedan acogerse bajo ningún disfraz ni pretexto.
Cuartel General de Zaragoza, 18 de julio de 1808.
 El gobernador y capitán general de Aragón. José Palafox y Melci.

Día 19

Este fue el día que menos nos incomodaron los franceses pues en todo él no hicieron fuego, habiéndose internado hacia los términos de la Puebla, Pastriz y Cerdán, cuyos pueblos, aunque no los ocuparon, se quedaron sin gente. En la ciudad se prosiguieron las baterías y refuerzos, se mandó dar fuego al convento de San José y torres inmediatas para evitar no las ocupase el enemigo. Se condujo de la Cartuja alta muchos víveres de aquella comunidad en 16 carros escoltados de nuestra tropa, la que de antemano hizo huir a los franceses que estaban dentro del monasterio. Igualmente la justicia de Pina trasladó a esta ciudad en dos carros 16 Dragones del Rey de los muchos que habían huido en la acción del 12 y estaban cometiendo crímenes por los pueblos de la ribera del Ebro.
También se prendió a un sacerdote natural de Maella llamado mosén Francisco García, racionero de Epila que, hallándose de comandante de las baterías colocadas e el convento de Santa Mónica, mandó a los soldados y paisanos que las custodiaban y a los de la puerta Quemada dejasen sus puntos y fuesen con él a degollar a los franceses que estaban en la cárcel, pues tenía orden para esto del capitán general, pero habiendo tenido noticia D. Francisco Oñate, labrador propietario, comandante del punto de San Miguel, le reconvino y conociendo ser falsa dicha orden le hizo preso y lo presentó a la Junta, la que dispuso fuese llevado a la cárcel pública.
Al anochecer nos hicieron algún fuego pero sin incomodarnos, aunque nos cortaron el agua de la acequia del Rabal y, por consiguiente, se quedaron sin agua huertas y molinos, lo que fue muy perjudicial, y se trató de disponer los molinos de aceite para moler el trigo, sin embargo de que se logró restituir el agua a dicha acequia. Este día llegó un propio de Tortosa con la agradable noticia de haber desembarcado el 2º batallón de Voluntarios de Aragón con más de 1.200 hombres y su tren de artillería lo que alegró mucho a S.E. y a todo el pueblo.

Día 20

Toda la mañana nos estuvieron haciendo fuego, aunque muy leve y desde el otro lado del Ebro nos incomodaron bastante, ocupando nuestros caminos y no dejando salir a los correos del reino. Esta mañana se trasladó al clérigo de Epila a la cárcel del arzobispo donde se le forma su causa, y de orden de S.E. y de la Junta Suprema se prendió al señor regente D. José Villa y Torre, vocal de la misma, dejándolo en su casa por estar enfermo con centinela vista y sin comunicación ni aun de su señora a la que también se le mandó no comunicase con nadie llevando sus criados a la cárcel; pero habiendo S.E. mandado lo visitasen dos médicos y certificado estos que bien podía trasladarse sin riesgo de su salud, fue conducido a la sala de audiencia de la Inquisición entregándolo a los señores inquisidores, cuya prisión hizo mucho eco en las gentes, tanto por ser la segunda dignidad del reino, como por haber asistido hasta las 11 de aquella misma noche en la Junta.
Los franceses se mantuvieron todo el día en la misma situación y sin dejar salir al señor D. Francisco Palafox que debía pasar a Gelsa a recibir los Voluntarios de Aragón. Se presentaron este día algunos desertores franceses y además llegó el mariscal de campo D. Juan Butler, gobernador de la plaza militar de Cartagena con varios oficiales a servir en este ejército.
Este día se acabó con el fuego mas vivo, pues no contentos con acometernos por las puertas del Portillo, Carmen y Santa Engracia, Quemada y molino de aceite donde nos tiraron muchos cañonazos desde las 9 de la noche a las 3 de la mañana, pareciendo noche de juicio por el alboroto de fuego, ruidos de la campana del reloj mayor y de las cajas que incesantemente tocaron generala, nos lo aumentaron más con las granadas reales que por todo este largo espacio nos estuvieron tirando cayendo la mayor parte en las cercanías del Carmen y una de ellas en la celda del procurador del colegio de la Mantería fray José Soto, de cuyas resultas murió prontamente. Pero estas desgracias fueron nada para el daño que recibieron los franceses por que fue tan grande y vigorosa nuestra defensa y el fuego de artillería tan acertado que pasaron de 500 los muertos y heridos que tuvieron, y nosotros tan solo dos heridos. Prodigios sin duda de nuestra patrona del Pilar.

Día 21

Los enemigos, escarmentados del golpe anterior, no hicieron fuego en todo este día, pero los del otro lado del Ebro estuvieron robando las torres de junto al Gállego, causando mucho daño a los labradores retirándose luego a Juslibol donde estaba acuartelada su caballería. Se pasaron muchos desertores a nuestro campo, y vinieron algunos oficiales a incorporarse con nuestro ejército, escapados de Pamplona.
Hoy salieron dos bandos del señor Intendente pidiendo telas para la defensa de la ciudad, trigo y harina. En la función del día anterior obró tanto nuestra artillería de la puerta del Carmen que destruyó la casa y torre de Atarés, en cuyas ruinas perecieron muchos franceses que estaban dentro.

Día 22

Por la mañana acometieron los franceses con mucho ahinco hacia los puntos de todas las puertas, tirando muchos cañonazos desde las baterías inmediatas a la ciudad, pero todos inútiles, pues se les hizo retirar dejando bastantes muertos y heridos en el campo. Por la otra parte del Ebro no hubo más novedad que apoderarse del molino del Mosnillo, con cuya pérdida no quedaron más que el de las Almas y puente de Tablas. Por la tarde hubo un tiroteo muy grande hacia San Gregorio donde ahora tienen su campamento, lo que tuvieron que abandonar por el valor de nuestras tropas. Se pasaron muchos franceses a los que se les hizo servir con los portugueses y polacos.

Día 23

Habiendo salido una partida de 100 hombres a la descubierta al mando del coronel D. Manuel Viana con otra de Dragones del Rey y un cañón de campaña, antes de llegar al partidero de Cogullada fueron acometidos de los franceses que estaban emboscados detrás de unos matorrales y aunque la acción fue muy reñida, tuvimos bastantes muertos y heridos, y lo más sensible, la pérdida de dicho comandante Viana que gloriosamente acabó sus días lleno de heridas de sablazos y golpes de lanza por no quererse rendir, cuya pérdida la causó el haber avanzado demasiado y el abandono de los Dragones que en lo más reñido de la acción dieron a huir, impidiendo que la artillería pudiese hacer fuego, y se apoderaron los enemigos, y lo colocaron al otro lado del puente de Gállego junto al Batán. Esta desgraciada acción fue muy sentida por toda la guarnición y vecindario y exasperó los ánimos contra los Dragones quienes en todas las ocasiones han mostrado un temor y pánico que les hace muy poco honor y odiosos a los demás soldados y paisanos y además la pérdida del digno comandante D. Manuel Viana, cuyo cadáver fue enterrado en San Lázaro con todos los honores militares.
En la puerta del Carmen hubo también varias escaramuzas y cañoneo toda la mañana, perdiendo en ellas al capitán D. Pedro Romeo, oficial anciano y de gran mérito con algunos soldados a causa del grande esfuerzo que hicieron los franceses para ganar el punto del convento de Trinitarios Descalzos que se defendió soberbiamente. Este día arrestaron a D. Santiago Piñuela oidor de la Real Audiencia y al teniente general D. Antonio Cornel, con ocupación de todos sus papeles de orden de la Junta Suprema como vocales de ella, y se paso un oficio a los curas de la Seo, San Felipe y Santa Cruz, sus individuos, para que se abstuvieran de concurrir.
Este día se trasladaron a las 7 de la tarde las monjas de la Encarnación que estaban en Jerusalén al monasterio del Sepulcro.

Día 24

Por ser sin duda víspera del apóstol Santiago hicieron los franceses el mayor empeño en ver si podían entrar en Zaragoza, pero a pesar de su obstinado tesón no pudieron verificarlo. Empezaron el fuego a las 12 en punto de la noche con tal osadía por todas las puertas, especialmente por la del Portillo, Carmen, Santa Engracia, Quemada y del Sol, que fue preciso hacer la mayor resistencia y tocar la generala y reloj mayor, con cuyos avisos, alarmados todos los vecinos, lograron hacerlos huir ignominiosamente y, lo que más sintieron, sin poder ocupar el convento de los Trinitarios habiendo dejado muchos muertos y tenido muchísimos heridos, y por nuestra parte muy pocos.
En la parte del río también hubo escaramuzas y aunque no se les pudo hacer huir, se les contuvo para que no pasasen adelante. Se trabajó mucho en la construcción de tahonas y se tomó la providencia de hacer sacar el pan a vender en las plazas para evitar el alboroto de los hornos; y a pesar de eso no dejó de inquietarse la gente por parecerles que faltaría, habiéndose dado orden de no vender sino en ciertos parajes y horas para la mejor comodidad del público. También providenció el señor Intendente corregidor sobre comestibles, mediante un bando para que no se alterasen los precios.
Este día se pasaron 70 soldados franceses a nuestro campo los que se destinaron al hospital de Convalecientes donde estaban los demás prisioneros.

Día 25

Este día del glorioso patrón Santiago fue uno de los que menos nos incomodaron, y solo causaron algún daño metiéndose en Cogullada y torres inmediatas donde se comieron todo lo que encontraron. En el Pilar se celebró su fiesta con la solemnidad acostumbrada excepto el sermón, y fue muchísimo el concurso. Este día fue muy escaso el pan a causa de que las tahonas no estaban del todo corrientes, señalando los hornos para el amasijo de la tropa pues sólo para ésta se necesitaban diariamente 25.000 raciones.

Día 26

Este día por la mañana fue pasado por las armas junto a la puerta de Sancho el coronel D. Rafael Pesino, del Real cuerpo de Artillería, gobernador político y militar de Cinco Villas, el que estaba preso desde el 13 de junio por convencido de correspondencia con Napoleón y Murat  para entregar dicho partido y por dar noticias de cuantas providencias se tomaban en esta ciudad contra los franceses, cuya sentencia se leía a las 10 de la noche y se ejecutó a las 4 de la mañana, llevando su cadáver a la iglesia de las Fecetas. Esta noche quemaron todas las fajinas que tenían los labradores hacinadas en sus campos, habiendo entrado en el molino de las Almas y hallados nuestros centinelas dormidas las mataron, pero dando luego contra ellos los hicieron huir, volviendo a recobrar dicho molino, el que fue quemado, no quedando ya otro que el del Pilar. Y habiendo sido la causa haber abandonado los comandantes y tropa sus puntos salió aquel mismo día un bando de S.E. dando licencia para matar a todo oficial y soldado que volviese la cara al enemigo. En los demás puntos no hubo novedad alguna, prosiguiendo en hacer los estragos acostumbrados.

Día 27

Los franceses este día hicieron muy poco fuego, pero nos causaron mucho daño en los campos quemando los trigos así en los campos como en las eras, prendiendo a los pobres labradores que se atrevían a salir a recoger sus cosechas, como sucedió a doce de las parroquias de San Miguel y Magdalena que, habiendo salido al término de las Fuentes, fueron acometidos y cogidos prisioneros, y a dos que les hicieron fuego los degollaron, que fueron Ambrosio y José Correas, hermanos, llevándose las caballerías a las eras del Rey donde trillaban las mieses robadas.
La escasez de pan fue grande y el alboroto de las gentes mayor y para acallarlas salió un bando de la Junta de Abastos con las providencias más ejecutivas para el más abundante acopio de granos y su venta más beneficiosa al público.
El excelentísimo señor capitán general mudó su domicilio de su casa al palacio arzobispal para estar allí con más comodidad y poder tener dentrote él todas las oficinas, pues en la suya, aunque grande, estaban esparcidas por todo el vecindario.

Día 28

Tampoco este día hicieron fuego los enemigos, pero muy grande el daño en los campos y mieses, sin dejar salir a recoger las cosechas. Se pusieron unas baterías en el convento del Sepulcro mirando al Ebro en los muros que son del tiempo del emperador Cesaraugusto. Se mandó por la Junta de Abastos que hubiese pan abundante en las plazas del Mercado, San Pablo y Santa Marta y Santa Magdalena con lo que se apaciguó todo el alboroto del día anterior y se facilitaron tahonas dentro de la ciudad con lo que se surtió al vecindario.
En palacio se arreglaron las oficinas y así S.E. como sus hermanos salieron a revisar las puertas y demás puntos, habiendo dado orden de que todo oficial militar que no estuviese incorporado en alguno de los cuerpos del ejército lo verificase dentro del 2º día, pena de quedarse sin destino.

Día 29

Esta mañana hizo publicar el señor Intendente un manifiesto relativo a caudales o créditos a favor del Real Erario, y un bando señalando los precios a los comestibles de primera necesidad. Los franceses estuvieron toda la mañana haciendo sus acostumbradas correrías por la dilatada huerta del Arrabal, contra los cuales salió el señor D. Francisco Palafox con bastante tropa de línea y paisanos y alguna caballería, y se trabó un combate hacia los molinos de las Almas y Pilar, y después de un reñido lance que fue anunciado al público con la campana del reloj mayor y toque de generala, se pudo lograr a las 6 horas hacerlos huir precipitadamente matándoles mucha gente, entre ellos a un coronel, cogiéndoles muchas mochilas, equipajes, caballerías, lanzas y otros efectos, retirándose los restantes a Juslibol y más allá de Cogullada hasta donde fueron perseguidos, habiendo acreditado más que otras veces su valor los paisanos, matando a muchos con las culatas de los fusiles, y la caballería con sus lanzas hizo asimismo prodigios de valor. Esta famosa acción fue publicada en Gaceta extraordinaria con su elogio a los paisanos. S.E. determinó en vista de la poca moneda que hay para tantos gastos labrarla en nuestra ciudad con el busto de nuestro soberano Fernando VII destinando para esto la casa de Fuenclara.
Esta acción fue igualmente dirigida por el coronel D. Fernando Butrón con un escuadrón de Cazadores de Fernando VII de 50 plazas al mando de su capitán D. Francisco Dufau, otro igual número del cuerpo de Reserva del General a las órdenes de su capitán D. Manuel Juano y 30 Voluntarios de Aragón a la de D. Gerónimo Laceras, sostenidos de una compañía de Suizos, mandada por el teniente coronel D. Adriano Walquer, y de 400 paisanos armados contra dos columnas bastante numerosas, en la que el coronel D. José Obispo y todos los oficiales habiendo acometido con ardor y espíritu animoso y dirigido los paisanos su fuego con el más acalorado brío a derecha e izquierda fueron batidos, desalojados y perseguidos a bastante distancia, abandonando algunos bagajes cargados de municiones de boca y guerra, fusiles, mochilas y algunos cajones sueltos de cartuchos. Y en su vista nuestro general hizo una exposición de la valentía con que los paisanos animados del amor patriótico habían acreditado en esta acción gloria en el 13º ataque del enemigo contra esta valiente ciudad el más decidido amor a su patria y religión, señalando este día por uno de los más dignos de anotarse en la historia de las glorias de esta imperial ciudad, que dará envidia a las más celebradas de la antigüedad.

Día 30

Toda la noche nos estuvieron haciendo fuego de todos los puntos y, noticiosos de choque del día anterior, retrocediendo todos los acampados por el camino de Barcelona y antes de las 5 de la mañana se presentaron contra nuestras avanzadas de la torre del Arzobispo y se trabó otra acción que también fue anunciada por la campana del reloj mayor y generala en la que se les hizo mucho daño, aunque los nuestros padecieron muchísimo porque los enemigos hicieron una defensa bárbara, pero a su pesar logró nuestra tropa igual derrota que la tarde antecedente matándoles muchos y cogiéndoles bastantes prisioneros, caballerías, mochilas y equipajes.
Nosotros tuvimos ocho muertos y algunos heridos, pero se les hizo huir hasta más allá del río Gállego, con cuyas dos acciones quedaron muy escarmentados y no solamente en esta parte sino también en las puertas de Santa Engracia, Sancho y Portillo, donde todos estos días hubo acciones de valor.
Esta acción fue igualmente dirigida por el coronel D. Fernando Butrón y se hallaron las mismas tropas que en la anterior; acometidos por tres columnas que todas juntas los atacaron, habiendo sido la acción como a medio tiro de fusil, a cuya sazón se hallaban en las inmediaciones de la torre del Arzobispo cuando, llegando una compañía de refuerzo de Extremadura y la de los paisanos, cargaron con tanto denuedo contra los enemigos que no estuvo dudosa la victoria un solo momento, mayormente luego que D. Gerónimo  Piñeiro, comandante de nuestra artillería volante rompió el fuego con un violento; consistiendo su pérdida en más de 100 muertos, muchos heridos, cinco prisioneros, 150 fusiles y muchísimas mochilas, sables y otros efectos, dejando al enemigo lleno de temor y completamente desengañados. S.E. quedó completamente satisfecho de lo bien que se habían portado las tropas y valientes paisanos.

Día 31

Toda la mañana desde muy temprano estuvieron los enemigos incomodándonos desde sus trincheras pero igualmente los nuestros les hicieron mucho daño, no permitiéndoles aproximarse a la ciudad como repetidas veces lo intentaron, especialmente antes del medio día que se vio pasar una gruesa columna por el camino de Barcelona; pero habiendo tocado el reloj mayor se alarmaron los nuestros inmediatamente y los enemigos se retiraron a los puntos de Pastriz y San Gregorio, con cuyo motivo se trajeron del molino del Mosnillo donde ellos habían estado más de 40 talegas de harina, haciendo el acarreo con quietud, pero no fue así en las hortalizas pues todos los campos los inutilizaron de manera que apenas se vio en las plazas y la poca tan cara, que no se podía comprar. Unido esto a la escasez de carne, hicieron sufrir unos días muy tristes, y la falta de huevos por no venir forasteros hizo escasear los bizcochos para los enfermos, lo que también aumentó el desconsuelo de las gentes.
Nuestro general salió todos los días al campo a reconocer todos los puntos, y de su orden se empezaron a batir las tapias y torres del camino de Cogullada y del Arrabal. Los labradores se vieron precisados a entrar en la ciudad las mieses sin trillar y dentro de sus casas deshacerlas con mazas y otros instrumentos para poder comer, por cuya causa les siguió mucho daño y, por lo tanto, no pagaron los arriendos de campos ni casas, pues lo poco que cogieron lo necesitaban para su manutención por no ganar ningún jornal, ni tampoco los menestrales pues todos los oficios pararon a excepción de los que trabajaban en el vestuario y demás maniobras del ejército así de boca como de guerra en que se trabajaba día y noche.
Estos acontecimientos tan poco vistos no alteraron el ánimo de nuestros ciudadanos, esperanzados en Nuestra Madre Santísima del Pilar, a cuya capilla acudía mucha gente a la hora del rosario a implorar su amparo.
Desde el 13 del pasado no hubo escuela para los chicos, enseñanza para las niñas, ni Audiencia, Curia Eclesiástica, ni ningún otro establecimiento.

Día 1 de agosto

A las 4 de la mañana empezaron los franceses a tirar granadas reales y algunas bombas desde las baterías de Torrero y la Bernardona que causaron algún daño en las casas, pero ninguna desgracia personal, el que duró hasta las 7 habiendo tirado mas de 50. Bajando al mismo tiempo en bastante número de Torrero hacia el convento de San José, cuyo punto, aunque lo defendieron los nuestros muy bien desde el molino de aceite, no se pudo evitar el que se introdujeran dentro de sus ruinas, desde las cuales estuvieron todo el día haciendo fuego tan vivo que no dejaban tirar a nuestros artilleros, hiriendo a uno de ellos y causando mucho daño, como igualmente en los campos del término de las Fuentes, trillando las mieses en la era del Rey y siendo dueños de todas las huertas y torres de aquel término.
También nos incomodaron por el lado del Ebro, haciendo mucho perjuicio a los labradores en las hortalizas, quemando los trigos y cometiendo muchas extorsiones contra ellos. Este día fue tan grande la escasez de carne y de pan, que se quedó mucha gente sin comer uno ni otro, y tal la gritería que era un clamor, pues la carne a las 8 de la mañana ya no se vendía, y el pan a lanzadas, pues en cada sitio donde se daba lo custodiaban unos hombres con sus lanzas, y aún así costaba mucho trabajo el llegar a la reja por donde se suministraba.

Día 2

Este día estuvieron los franceses haciendo fuego muy vivo desde el convento de San José y la torre del conde Belchite incomodando muchísimo, como igualmente en todos los puntos del Gállego y Rabal, llegando a ponerse en las torres inmediatas a la del Arzobispo, aunque en partidas pequeñas, habiendo ocupado otra vez el convento de Capuchinos donde colocaron una batería de obuses y otra en el paseo de Torrero, en la torre de D. Félix Vicente. Nuestras guerrillas tuvieron algunas escaramuzas con los enemigos y solo se pudo lograr el traer preso a un teniente coronel francés y hacer huir a su tropa hasta más allá de Cogullada. Se supo que habían robado los pueblos de Pastriz y la Puebla hasta lo sumo, cuyos habitantes huyeron para no ser víctimas del más sangriento furor. Prosiguió la escasez de pan y carne con mucho exceso a los días anteriores de modo que mucha gente del pueblo carecía de ambas cosas, y aprovechándose los labradores de la retirada de los enemigos pudieron entrar en sus casas las fajinas en caballerías para libertarlas del incendio, como acostumbran hacer.

Día 3

A la misma hora que el día 1º empezó el enemigo su fuego desde las baterías puestas a las inmediaciones de la ciudad, causándonos el daño más terrible con tanta bomba y granada que no cesaron todo el día, y con tanta furia y acierto que nos trastornaron por caer casi todas dentro de la ciudad, pero con tan pocas desgracias, milagro sin duda de nuestra patrona María Santísima del Pilar a la que todo el pueblo se encomendaba muy de veras. Los edificios que más padecieron, además de las casas particulares, fue el convento de San Francisco donde cayeron más de 14, obligando a los religiosos a salirse precipitadamente a casas particulares. Pero donde fue mayor el daño en el santo hospital de Nuestra Señora de Gracia donde estuvieron cayendo casi continuamente, habiendo causado algunos muertos entre ellos a D. Mateo Lagunas, e igualmente tanto daño en las salas de los enfermos que antes del medio día fue preciso tomar providencia de sacarlos, dando licencia a todos los que quisieran irse y para los que quedaron se destinó la Real Audiencia a donde fueron conducidos por algunos religiosos en brazos, y de varios paisanos en carros y parihuelas y al mismo tiempo en las camas, espectáculo que causaba la mayor compasión, que aumentaba el lamento de los pobres enfermos, ayudados de los señores regidores, que con sus activas providencias lograron verificar con la caridad de los fieles trasladarlos muy en breve y sin ninguna desgracia a pesar de las muchas bombas y granadas que continuamente estaban cayendo, colocando los enfermos de calenturas en el corredor alto, a los militares en la sala de San Jorge, a los de cirugía en el corredor de abajo y a las mujeres en la Lonja de la ciudad. Pero no habiendo bastante habitación para los hombres los colocaron en la luna anterior de dicha Audiencia destinando las escribanías para los cirujanos, y la sala baja de Acuerdo para las demás precisas oficinas de tanto empleado.
Este melancólico trastorno consternó los ánimos de todos, y la caridad tan natural de los zaragozanos tuvo mucho que merecer al ver tal catástrofe. El fuego siguió vivamente arruinando casas y edificios, por cuyo motivo todo el pueblo estuvo en vela, llenándose la Santa Capilla del vecindario a suplicar devotamente su poderoso amparo en tal conflicto.

Día 4

Este día es el que siempre será memorable para la ínclita Zaragoza en todas las posteridades.
No contento el enemigo con haber arrojado tantas bombas y causado tantos daños el día anterior prosiguió en este con tanto empeño que empezando su fuego al amanecer con el mayor furor, especialmente por la parte de la puerta de Santa Engracia antes de las 6 de la mañana ya había inutilizado mucha parte de las casas y conventos, especialmente los inmediatos a la parte de donde venían los fuegos, como fue el de Jerusalén cuyas religiosas se vieron obligadas a desampararlo, como verificaron con las de Altabás a cuya ministra la madre N. Campos, natural de Zaragoza, mataron los franceses muy cerca de la plaza de San Felipe, y las demás estuvieron escondidas en los zaguanes hasta que pudieron encaminarse a casa de D. Joaquín Virto de Vera. El de Santa Catalina quedó también casi arruinado, y las religiosas con las de Tauste y Alagón se fueron a nuestra Señora del Pilar, y desde allí a casa de Martinez causando mucha compasión a todo el pueblo. En el resto de la ciudad hubo mucho destrozo, estando todas las calles llenas de ruinas.
El enemigo empezó su ataque general por todos los puntos con un tesón el más furioso, acometiendo por todas las baterías, haciendo los nuestros prodigios de valor, pero a pesar de la defensa tan bárbara, antes de las 12 entraron como unos diez por la brecha que abrieron en el Jardín Botánico, los que fueron muertos inmediatamente. Mas a poco rato entraron muchísimos los que se encaminaron a los callizos de Santa Catalina, y flanqueando las puertas del fosal del Hospital General se introdujeron en él, haciendo mil estragos y matando a cuantos encontraban, por donde salieron al Coso, cuya primera diligencia fue acometer la Tesorería General robando todo el dinero, que pasaba de dos millones de reales, y al tesorero D. Tomás de la Madrid cuanto tenía (que era mucho) como a todos cuantos habitaban en dicha casa, y matando a un fusilero que estaba de ordenanza. Enseguida se encaminaron a las casas de Casellas, Santa Coloma, Tosos, Torresecas, Coleta y otros vecinos robándoles cuanto pudieron. Se apoderaron de la casa del conde de Fuentes donde se hicieron fuertes y, al mismo tiempo, habiendo roto otra porción de franceses por la tapias de la torre del Pino, se encaminaron hacia la plaza del Carmen infundiendo unos y otros  tanto terror a las gentes que empezaron a desalojar la ciudad, saliéndose por la puerta del Angel al Arrabal mujeres, clérigos y muchísimos otros vecinos. Inflamados los paisanos no obstante la dominación que ya tenían en el Coso, y entre todas las acciones más brillantes y que darán lustre y honor a Zaragoza las ejecutadas por los dichos paisanos de la plaza de la Magdalena, y los de la calle del Carmen, pues los primeros se arrollaron tanto al ver a los franceses llegar hasta aquella plaza, y que venían formados tocando a degüello , que más quisieron morir gloriosamente peleando que ser pábulo de su furor, defendiendo la patria acometiendo contra ellos con tanto tesón que, matando a muchos e hiriendo a otros, los hicieron retroceder desde dicha plaza infundiéndoles un terror pánico como ellos mismos lo confesaron, habiéndoles salido al encuentro desde la misma esquina de la calle de Palomar, y n o muchos sino muy pocos, aunque los más esforzados paisanos de la patria capitaneados por el famoso religioso lego del convento de San Agustín llamado fray Ignacio Santarromana, hijo de la parroquia de San Pablo; pues aunque los que habían entrado en las casas y por la calle de San Lorenzo fueron muertos en ellas, y los que huyendo se pasaron a la calle del Salvaje igualmente perecieron a sus manos, ayudando mucho el haberles quitado un cañón que pusieron en la calle de la Parra con el que hicieron un fuego muy vivo, matando al artillero francés, con cuyas arriesgadas acciones lograron hacerlos retirar antes de las 6 de la tarde de todo el espacio que habían ocupado hasta San Francisco y Hospital General.
Lo mismo hicieron los otros defensores en la calle del Carmen junto al convento de Santa Fe que, despreciando balas y el fuego, no les permitieron pasar de aquellas inmediaciones matando tanto francés que solo en una hoguera quemaron más de 24 cadáveres, siendo gloria singular de Zaragoza no haberse hallado en ninguna de estas dos acciones inauditas sino muy pocos oficiales y soldados siendo casi todos los verdaderos defensores zaragozanos. El saqueo que hicieron fue bárbaro y general, robando aquella noche cuantas casas pudieron, cometiendo cuantos desacatos pueden imaginarse, pues solamente con decir que degollaron nueve religiosos franciscanos que se habían pasado a una casa inmediata se dice todo. Donde fue mayor el saqueo fue en el barrio del Carmen y calles inmediatas, saliéndose las religiosas de Santa Fe y Santa Inés de su convento al de San Ildefonso, metiéndose los franceses en las casas, haciéndose fuertes en ellas y tirando bárbaramente desde sus ventanas, pero a pesar de todo su furor no pudieron pasar de dichas calles por la gran resistencia que por nuestra parte se les opuso, como también en la puerta del Portillo, donde los del Castillo les mataron más de 400, de manera que, de los 1.200 franceses que se supone entrarían dentro de la ciudad, morirían más de las dos terceras partes. Las religiosas Carmelitas Descalzas que estaban en casa de Sástago salieron antes del medio día huyendo del fuego con S.E. y se fueron al Pilar donde permanecieron en la sala de oración y, apenas salieron de dicha casa, fue ocupada y saqueada.
La ferocidad de esta gente contra nuestra ciudad y vecindario en esta acción fue de las más sangrientas e inauditas, cometiendo los mayores sacrilegios, no solamente en los conventos e iglesias que ocuparon donde ejecutaron los mayores desacatos indignos de escribirse y otros insultos y homicidios que solamente unas gentes bárbaras cometerían pues, además del robo, hicieron muchísimas muertes que más parecían Nerones que franceses, quedando dueños de los conventos del Carmen, su Colegio, del de la Encarnación, de Santa Rosa, cuyas religiosas y sus inocentes educandas trasladaron a casa de D. Mariano Sardania donde habitaba el general Lefebvre; del de San Diego en el que había un pequeño parque de artillería, del de San Francisco y del Hospital en el que, habiendo cometido cuanto malo pueda imaginarse, nos hicieron desde estos dos puntos tanto fuego que apenas se podía respirar, pues apoderados de la torre y vistillas de San Francisco, cuadras e iglesia del Hospital donde formaron viseras, no dejaban pasar a persona alguna sin tirarle, y a pesar de tanta furia de fuego, no faltaron valientes patricios que despreciando sus vidas, hicieron frente al enemigo, causándole mucho daño y muertos.
No todo cuanto pasó aquella tarde se puede escribir, y solo cabe en la imaginación poder pintar una escena tan lastimosa, causando en sus vecinos la mayor consternación al verse acometidos de unos bárbaros que no atendían sino a su avaricia y tiranía, que ni aun con darles todo se contentaban como sucedió a D. Pedro Ximenez Bagüés que después de haberles entregado su dinero lo mataron, a D. Dionisio Trallero y a D. Manuel Aguilar, a unos soldados que desde la Tesorería se habían introducido, y algunos otros; no solo siendo estos los atentados inhumanos, como se manifestó en un papel que firmado de S.E. y de su orden se fijó en los parajes públicos.
Llegada la noche siguió el desconsuelo porque todo estaba en la mayor confusión, pues las gentes de las casas ocupadas por los enemigos habían huido de ellas no sabían dónde irse.
Desde muy por la mañana estuvo el señor marqués de Lazán a las inmediaciones de la puerta de Santa Engracia dando sus disposiciones, hasta que viendo habían conseguido destruir enteramente dicha puerta y que iban a cortarle, tuvo que retirarse hacia el Coso, siendo testigo de la mortandad y desolación más horrorosa, en la que perecrieron muchos valientes y entre ellos su comandante el coronel D. Antonio de Cuadros, corregidor que era de Teruel que se defendió hasta el último trance con la mayor bizarría.
El general en jefe al amanecer recorrió todos los puntos con la mayor entereza pero, viendo la crítica situación de Zaragoza que llegaba ya al último apuro y extremo, junto con haberle dado parte que los enemigos habían entrado por el Jardín Botánico, se pasó al convento de Jesús en donde, meditando la determinación que debía tomar, fue la de marcharse con sus hermanos, Intendente, plana mayor y mucha oficialidad por el camino del vado del río Gállego en busca de los refuerzos que se esperaban, y que sabía se hallaban en Pina, sin poder atinar la causa de su tardanza (lo que verdaderamente sorprendió al pueblo en circunstancias tan críticas, y aún tuvo que murmurar pues ignoraban el justo motivo de su ida) quedando con el mando el brigadier D. Antonio Torres quien animando a los paisanos logró rehacerlos para la lucha de aquella tarde que seguramente fue de las más obstinadas y sangrientas defendiéndose con ánimo de perecer antes que rendirse y ejecutando prodigios de valor tomando parte en ella todos los demás habitantes.

Día 5

Amaneció el día y prosiguió el bombardeo como el día anterior, y los robos y asesinatos en los barrios ocupados por ellos con el mayor furor, destrozando el santo Hospital, quemando el granero y matando a los hermanos dementes que lo guardaban y cometiendo cuanto su indignidad les sugería, como también el convento de San Francisco en cuyas gradas al Coso estaban tendidos los cuerpos de los nueve religiosos muertos el día anterior, sin poder acercarse nadie a darles sepultura por el vivo fuego de la puerta, torre y alturas del mismo y del hospital continuamente estaban haciendo a cuantos se presentaban.. Siguió el robo, saqueo y atrocidades pero sin poder internarse en lo demás de la ciudad, por la grande defensa que hicieron nuestros vecinos, auxiliados de la tropa en defender las bocacalles, para que no se introdujesen en lo restante de la ciudad. Y habiendo enviado el general Lefebvre un pliego con uno de los paisanos que habían cogido prisioneros, el brigadier Torres juntó a los militares para celebrar un consejo en las casas de su habitación, y lo mismo hizo el ayuntamiento, y todos unánimes resolvieron debía ganarse tiempo y a todo trace perecer entre las ruinas. En dicho pliego nos amenazaban con la bandera negra para la rendición, y pidiendo al convento de San Ildefonso para cuartel, lo que se les negó. En esto se tuvo noticia de que iban a llegar refuerzos, y ya no se trató sino de continuar la defensa; y durante toda la noche se trabajó incesantemente en hacer vallas y cortaduras en las bocacalles, en la que fue igual el bombeo no cabiendo poder pintar en su verdadero punto lo mucho que se hizo por todos los habitantes en aquellos momentos tan críticos.

Día 6

Este día a pesar de la ocupación que conservan los enemigos, no mostraron tanto brío en su defensa, pues más animosos los nuestros los fueron estrechando y matando muchísimos, de manera que fue preciso mandar traer carros para sacarlos de la ciudad, y los nuestros tuvieron lugar para enterrar los religiosos y demás que habían muerto en la gloriosa defensa. Se les obligó a meterse en las casas y habiendo logrado intimidarlos les fueron ocupando algunos puntos que les dañaron mucho. Se encontró algunos en los caños de las casas robadas a los que inmediatamente se mataban, encontrándoles regularmente dinero y alhajas muy ricas. Al medio día entraron en esta ciudad 200 Voluntarios de Aragón, los que inmediatamente fueron a dar al enemigo, desde cuya hora empezó el ánimo a cobrar nuevo aliento, y a la tarde entraron otros 200 de Guardias Valonas, que fueron a ocupar el punto del molino de aceite al que atacaba vivamente la caballería enemiga, la que luego que los divisó se retiró. Se logró igualmente por la parte del Arrabal con la tropa que vino del batallón de D. Felipe Perena de Huesca hacerlos huir de todo aquel término, con lo que consiguió tener aquel paso expedito y poder echar el agua a los molinos para el abasto público.
Nuestro general con sus hermanos, jefes y plana mayor llegó hasta Osera donde, reunido con las tropas que veían de Cataluña, retrocedió tomando el camino de Villamayor para situarse allí, al mismo tiempo que el señor marqués con el 3º Batallón de Guardias Españolas se dirigió por el camino de Pastriz a Zaragoza donde entró a la una con su escolta, dejando al batallón al vado del Gállego y, desde luego, empezó a subsanar el desorden general en que todo se hallaba con lo ocurrido el día anterior, animando a nuestros defensores los que lograron desalojarlos de una porción de casas que ocupaban de las inmediatas al Hospital (antiguamente teatro de comedias).
Estos dos día pasaron tantas aflicciones los pobres enfermos del Hospital que no tomaron sino caldo de especias por falta de carne, ni la hubo en ninguna tabla de la ciudad, lo que afligió mucho al pueblo con las demás cosas que a cada paso se presentaban, como era ver las iglesias cerradas, andar las religiosas por las calles acompañadas de eclesiásticos, tantas desconsoladas viudas y madres de tantos que habían muerto y sido víctimas del furor enemigo, el abandono de las casas arruinadas, buscando otras en las calles donde no habían experimentado este trabajo y, finalmente, otras sin más consuelo ni auxilio que irse al templo de nuestra señora del Pilar que era el refugio de todos, lo que seguramente así se experimentaba.
Los enemigos se mantuvieron causando los mismos daños y desacatos, hiriendo y matando, bien que de ellos murieron muchísimos más, pasándose algunos a nuestro campo. El señor marqués hizo manifiesto a todos de su llegada, con cuya noticia se tuvo algún reposo en tan críticas circunstancias, mandando entrar aquella misma noche el batallón de Guardias Españolas, y notificó a la plaza la siguiente orden del día.

ORDEN DEL DÍA

Por el desorden que irremediablemente trajo consigo el terrible bombardeo empezado por los enemigos el 4 a la noche y seguido sin intermisión entrar por las calles de la ciudad hasta el Coso, por cuya razón se ha hecho la guerra de hombre a hombre en los que se han visto tantos prodigios de valor, y los enemigos confundidos que ni aun quieren dar lugar a que recojan sus cadáveres (asunto para ellos tan sagrado, no por decencia, sino por ocultar sus pérdidas), se halla la tropa y oficiales en puntos que ni se puede por sus cuerpos, ni por el gobierno atender a su subsistencia, ni tal vez al relevo. Se destina pues para el regimiento de Extremadura, como cuartel la plaza del Mercado, para el batallón de Fusileros del Reino la plaza de San Antón y la de San Felipe, para que sin confusión se reunan y acudan los demás individuos de otros cuerpos o compañías sueltas, a cuyos sitios acudirá un ayudante con el objeto de alistar los que se le presenten; asimismo los jefes tomaron la providencia de mandar por los puntos que están atacando a los sargentos y cabos, con el objeto de tomar razón y de reunirlos todos a su punto, tanto de defensa, como el de disponer ranchos. Por último todos a porfía, así como a porfía acudimos a rechazar al enemigo, deben contribuir a establecer el buen orden con el que se consigue la asistencia de la tropa, el rechazar al enemigo y que los trabajos, si cabe alivio en tan terrible defensa, en una ciudad abierta que se halla sufriendo un sitio que confundirá al causador de tantos males, donde hace un siglo no había resonado el cañón, y será la admiración de los venideros. Soldados, vecinos honrados, mirad los religiosos, las monjas, niños, mujeres asesinadas delante de sus maridos, y por la inversa los oficiales que han creído su perfidia fueron cruelmente víctima del proceder más inicuo, como un religioso del convento de San Ildefonso, el teniente coronel D. Pedro Hernández, y el ayudante D. N. Ximeno a quien mataron en la Cruz del Coso con una pica en la mano y en su lanza un pañuelo blanco. Estos horrorosos atentados son correspondidos por la generosidad española, recibiendo sus prisioneros, como lo exige, no la guerra que nos hacen, sino la humanidad.
Zaragoza, 6 de agosto de 1808. Lazán.

Día 7

Amaneció este día incendiado el centro del santo Hospital y algunas de las casas inmediatas de la calle de Santa Engracia, no cesando el fuego de las bombas y granadas, ni las amenazas de los enemigos, haciendo el más terrible tiroteo, en términos que se llegó a creer que iban a entrar en lo restante de la ciudad, lo que aumentó en parte irlo diciendo los Dragones a quienes se les prendió y, llevados a casa del general, se mandó se arcabucease inmediatamente a uno de ellos, y fue tanto el miedo que infundió esta noticia en las mujeres y niños y gente débil que empezó a salirse por la puerta del Angel tanta que en breve hubiera quedado desierta sino se hubiese hecho ver lo contrario (de cuya aflicción murió repentinamente D. Joaquín Mazod, vicario de la Seo) y la superioridad de nuestros defensores, los cuales hicieron prodigios de valor, obligando al enemigo encerrarse nuevamente en las casas y conventos referidos para librarse de la muerte, no obstante que ellos siempre estaban cometiendo cuantas atrocidades pueden imaginarse. Esta tarde entraron 300 Guardias Españolas que, desde luego, se fueron a presentar al enemigo, con lo que se empezó nuevamente a respirar, y con las señales colocadas en la Torre Nueva y de la Seo, de una cruz con cuatro banderas que señalaban ciertas notas para noticiar a las tropas que venían a nuestra defensa, lo que animó sobremanera a todo el pueblo, que ya no tenía otro consuelo sino a su Madre y protectora a quien continuamente se estaba pidiendo su socorro y patrocinio, habiendo familias enteras de casas honradas que no salían de su santo templo ni de día ni de noche. Los enfermos del santo Hospital pasaron igual suerte que el día anterior, aumentándose los heridos notablemente, ocupando las casas de D. Joaquín Gómez, de D. Manuel Izmir, de la viuda de Antón, y de todos los cuartos bajos de la Casa de la ciudad.
Hasta el fin del día duró el espantoso fuego de bombas y granadas, y en el mismo día quedó corriente el uso de los molinos de harina del Arrabal con lo que se pudo proporcionar pan tanto para el vecindario como para la mucha gente que habían venido de los pueblos ocupados por los franceses. Llegada la noche se aquietó algo el pueblo al ver que en estos cuatro días que estaban dentro de la ciudad, y con las puertas de Santa Engracia y Carmen a su disposición, no habían penetrado ni adelantado un paso, lo que les hizo concebir la más alta confianza del buen éxito, a cuyo fin acudió como las demás noches muchísima gente a la Santa Capilla.

ORDEN DEL DÍA

En la plaza de San Pedro se pondrá inmediatamente un aparato de cirugía con sus facultativos, otro en las Vírgenes, otro en San Pedro Nolasco, otro en la plaza de San Felipe, otro en el Mercado y otro en las Piedras del Coso. Para esto el cirujano mayor D. Salvador Bonor, a quien se le encarga esta ejecución, podrá emplear cuantos facultativos hay en la ciudad.

Día 8

Esta noche pasada no hubo bombeo ni tiroteo de parte del enemigo, el pueblo estuvo tranquilo y amanecimos igualmente animosos, no obstante de que siempre estaban en el mismo sitio y cometiendo robos e iniquidades acostumbradas. Este día padecimos mucho en las casas de los barrios del Azoque y del Carmen pues casi todas las saquearon.
Antes de las 6 de la mañana vino nuestro general de Villamayor acompañado del Intendente y demás con el 2º Batallón de Voluntarios de Aragón, presentándose seguidamente a Nuestra Señora y en donde oyeron misa, y de allí fueron a ocupar los puntos que les mandó S.E.; trajeron cuatro cañones y 20 carros de municiones con 200 catalanes. El enemigo siguió todo el día haciéndonos fuego y amenazándonos con el degüello como acostumbra desde las baterías de las puertas de Santa Engracia y Carmen, con cuyo motivo estuvo algo indeciso nuestro éxito, pero a pesar de eso nuestros valerosos paisanos y tropa sostuvieron de tal manera el fuego que no pudieron adelantar un paso, y solo lograron incendiar cuanto ocupaban, robando casas, pasando de unas a otras rompiendo los tabiques y causando el daño más terrible. En este día tuvimos algunos muertos y bastantes heridos por la mucha valentía de los nuestros, pero el enemigo tuvo muchos más pasándose algunos y encontrándose muchos en las bodegas escondidos, los que iban cargados de dinero, alhajas y ropas, todo lo que se depositaba en casa del general, como todo lo demás robado, a cuyo fin salió el siguiente bando de orden del señor marqués como gobernador de la plaza.

BANDO

1º. Sobre lidiar con un enemigo que no conoce el más pequeño sentimiento de honor, que ha asesinado a hombres, mujeres y niños que clamaban por la misericordia, que les daban el caudal y cuanto en su casa tenían, testigos de esta verdad cuantos por felicidad se han escapado de sufrir lo que no se lee de ninguna nación bárbara, lo que mas aflige mi corazón y el de todos los vecinos de carácter y honradez de esta valerosa e inmortal ciudad, es el abuso que ha hecho la tropa y algunos paisanos mal intencionados que, habiendo dispuesto los jefes entrasen en varias casas en el Coso para ofender al enemigo, se han dedicado algunos individuos perversos a robar y destrozar sus efectos de modo que siéndoles de poca utilidad se han llenado de infamia. Y siendo preciso castigar delitos tan enormes, mando: que a todo individuo que se le aprehenda encima cosa alguna robada por pequeña que sea, y que se justifique no por de su uso, sufrirá la pena de ser pasado por las armas irremisiblemente dentro de seis horas de ser aprehendido.
2º. Todo oficial, sargento y cabo que esté de comandante de puesto y no vigile la conducta de la tropa de su mando a fin de evitar los desórdenes, será castigado según las circunstancias del delito.
Encargo a los vecinos honrados, oficial, sargento o cabo, que vigilen y observen a todo soldado o paisano que lleve bulto o cosa que les haga sospechoso y registrándolo, acudan a la guardia mas inmediata a fin de asegurar al malhechor.

Dado en el Cuartel General de Zaragoza, a 8 de agosto de 1808. Lazán.

Día 9

Muy de mañana se empezó el fuego del enemigo, procurando ganar el convento de la Victoria, el cual sufrió un vivo ataque de bombas y granadas que arruinaron muchísimo, pero fue tal el ardor de nuestros paisanos y el tesón con que los Voluntarios y tropa catalana defendieron sus puntos, que a pesar de habernos muerto y herido varios artilleros, se logró hacer inútiles todos sus esfuerzos, apoderándonos de la puerta del Carmen con el cuchillo en mano, matando a todos los que estaban en la batería de dicha puerta, quitándoles el cañón de a 16 y un obús que tenían con los que habían hecho mucho daño en cuya ocasión acreditaron su valor y patriotismo tirándose a ellos a gatas, evadiendo con esta estratagema el fuego del cañón. Desde esta hora, que era antes del medio día, ya no pudieron los franceses hacer ningún progreso sino ir perdiendo mucha gente.
S.E. estuvo todo el día a la vista de sus tropas, y habiendo advertido que había en el pueblo quien daba aviso a los franceses con voladores del sitio a donde se debían dirigir sus bombas y granadas, como sucedió con una que cayó en la plaza del Pilar, donde habían disparado hacía poco rato un volador que, por desgracia, había muerto al golpe a un artillero. Mandó publicar un bando en que condenaba a pena de muerte ejecutiva a todo aquel que tirase alguno de ellos, sin darle más lugar que para morir como cristiano, e igual pena a todo aquel que con sus voces alarmase al pueblo o lo incitase a la deserción, no concediendo cuartel a ningún francés y dando licencia para quemar las casas ocupadas por ellos, por el daño que de ellas nos estaban haciendo y concediendo grandes gratificaciones a todo aquel que se adelantase en estos servicios. Cuyo bando se publicó firmado de S.E. a voz de pregonero. Toda la tarde y noche siguió el fuego con el mismo tesón sin adelantar los enemigos nada, y salió la Gaceta extraordinaria con muy buenas noticias de la evacuación de Madrid y la venida de tropas a nuestra defensa, las que inundaron de gozo a todos los habitantes de esta ciudad en la que no cesaba un instante el tiroteo, y en todos los puntos se trataban continuas escaramuzas, no pudiéndose dar en una narración la multitud de acciones parciales que hubo en estos días ni menos una idea del cuadro que ofrecía esta capital de edificios ardiendo, de hogueras que se hacían para quemar los cadáveres enemigos, al mismo tiempo que se continuaban las obras de fortificación, de parapetos, cortaduras, alarmas y agitaciones, finalmente todo lo que puede presentar de más terrible el teatro de la guerra.

Día 10

Los franceses muy de mañana empezaron su fuego contra la Casa de Misericordia y convento de la Victoria a donde arrojaron tanta bala rasa, granadas y bombas que lo inutilizaron, pero a pesar de esto la defensa fue tan bárbara que no pudieron aprovecharse de ninguno de los dos puntos, habiendo durado el fuego todo el día sin poder adelantar un paso, antes se les ganó la acción de arrinconarlos hacia los barrios del Carmen, sin dejarlos salir del Hospital, ni de San Francisco cuyos edificios han inutilizado mucho más para formar sus defensas en tales términos que para poderse librar de sus fuegos mandó S.E. se diese fuego al Hospital, como se verificó desde muy de mañana, ardiendo todo el día, para saber si de ese modo lo desamparaban. Fue tan grande el ardor de nuestras tropas en estas acciones que se logró quitarles un cañón y un obús con los que después se les hizo mucho daño, retirándose hacia Torrero con lo mucho que habían robado en el discurso de estos días sin haber perdonado casa, convento rico, pobre, causando los mayores perjuicios.
Un trozo de caballería enemiga intentó pasar el Ebro por el término de Ranillas, pero luego que fue vista por las tropas del coronel D. Felipe Perena, comandante de la ciudad y partido de Huesca que constataban de 2.000 hombres que estaban apostados en las alturas de San Gregorio, y que les acometían, desistieron de su intento, retrocediendo inmediatamente sin esperarlos hasta el camino de Alagón.
Nuestro general con su plana mayor se trasladó al convento de San Lázaro para estar más desembarazado y poder acudir a las tropas apostadas en las inmediaciones de la ciudad, el que tuvo noticia de la proximidad de las que venían de Cartagena y Valencia que estaban dentro de Aragón, como también las del partido de Calatayud. Estos días no se vendió sino oveja y macho en las tablas con lo que se socorrió al pueblo, el que se ha disminuido notablemente por los muchos que han marchado hacia Huesca, Alcañiz y otros pueblos, especialmente los que vivían en las casas que tuvieron la desgracia de ser ocupadas por los enemigos.

Día 11

Siguieron los enemigos con el mismo furor en hacernos todos los daños posibles, no cesando un instante en procurar arruinar cuantas casas podían, dándoles fuego de manera que todo el tránsito de la ciudad que ocuparon quedó todo ya en este día hecho ruinas, y los barrios inmediatos poco menos que desiertos como sucedió en la iglesia de San Miguel  que fue preciso trasladar el Santísimo a la Magdalena; igualmente la imagen de Nuestra Señora de Zaragoza la Vieja. Pero lo que más lastimó el corazón de toda Zaragoza fue arruinar el magnífico y hermoso obelisco, pasmo y asombro del arte y el triunfo más completo de la fe cesaraugustana, la Santa Cruz del Coso que a impulsos de un cañón que colocaron a su frente lo arruinaron, solo para mostrar su rabia y herético furor, lo que fue muy sensible a nuestro general y a todo el vecindario por haber perdido un recuerdo el más constante de la fe de nuestros mayores.
Una columna francesa pasó el Gállego por el vado con el ánimo de interceptar unos carros de municiones de boca que venían de Cataluña, pero las tropas que guarnecían el puente lograron hacerlos huir y poder introducir dichos carros y 50 más que llegaron de las Cinco Villas, y 150 de la Tierra Baja con abundantes comestibles.
El general estuvo esta tarde en las casas del Coso a reconocer la situación del enemigo y ver los horrorosos daños que están haciendo, y se retiró a su cuartel general en San Lázaro. La gente prosiguió en pasarse al Arrabal, donde es tanto el gentío, que abruma aquel vecindario. Esta tarde salió al público Gaceta extraordinaria donde se confirman de oficio la salida de los franceses de Madrid, y se insertan dos cartas del gobernadordel Consejo a nuestro general y su respuesta, la que ha llenado de gozo a este pueblo.

GACETA EXTRAORDINARIA DE ZARAGOZA DEL 9 DE AGOSTO DE 1808.

Por las valijas que estaban detenidas y han llegado ayer, ha recibido el Intendente de este ejército dos cartas de su hermano D. Ramón Calvo de Rozas, ministro del la Real Audiencia de Valencia y auditor general de dicho ejército, en que le participa la agradable noticia de haber obtenido de la Junta Suprema de aquel reino que, conforme a los oficios pasados por el excelentísimo señor capitán general de Aragón, había dispuesto enviar al socorro de esta capital una división de aquel ejército, compuesta de las tropas de Cartagena y Valencia, que vendrá mandando el brigadier Saint-Marq y el excelentísimo señor conde de Montijo y otros oficiales.

GACETA EXTRAORDINARIA DE ZARAGOZA DEL 10 DE AGOSTO DE 1808.

El excelentísimo señor capitán general tiene la satisfacción de anunciar a los valerosos habitantes de esta ilustre capital que tantas pruebas de heroísmo y constancia han mostrado, que el ejército de Valencia con fuerzas muy numerosas y una artillería respetable está ya en Aragón, va a llegar por momentos, y lograremos el deseado exterminio de nuestros viles enemigos.
Por orden de S.E. se ponen a continuación los oficios que recibió ayer del ilustrísimo señor D. Arias Mon de Velarde, decano gobernador del Consejo de Castilla a nombre de este tribunal, como también la respuesta de S.E. dirigida por extraordinario a Madrid.

OFICIO DEL CONSEJO DE CASTILLA

Excelentísimo señor: después de cuatro meses de opresión y de trabajos, ha logrado por fin la Corte verse libre de las numerosas tropas francesas que se habían apoderado de su recinto e inmediaciones. El Consejo, que ha gemido bajo este pesado yugo, creería faltar a su deber si reconociendo en V.E. y sus compañeros de armas los esclarecidos libertadores de la patria, no se apresurase a manifestarles esta satisfacción y los sentimientos de que constantemente ha estado animado y tiene ya la fortuna de poder explicar. Desde los primeros momentos de su libertad ha tomado las providencias que le han permitido las circunstancias para dirigir a la causa común la lealtad y ardientes votos de esta fidelísima Corte y toda su tierra, pero no pueden ser por ahora cuales desearían el celo del Consejo y de esta villa, ni considerarse suficientes para ponerles a cubierto de una nueva opresión. El Consejo no puede dudar que V.E. lo reconocerá así, y cuán importante es para la causa común el salvar la Corte y sus tribunales. Espera contribuir a este fin eficazmente quien ha hecho ya tantos esfuerzos gloriosos por el bien general y que V.E. se servirá de tomar las providencias más activas que le permita su situación, a fin de que aproximándose fuerzas suficientes a esta provincia puedan ser eficaces los medios de defensa adoptados ya, y que adelantaran el Consejo y esta villa.
Dios guarde a V.E. muchos años.
Madrid, 4 de agosto de 1808. Arias Mon.
Excelentísimo señor D. José Palafox y Melci capitán general del reino de Aragón.

OTRO OFICIO DEL CONSEJO DE CASTILLA

Excelentísimo señor: Madrid que ha gemido de más de cuatro meses a esta parte bajo el yugo y poderío irresistible de los ejércitos franceses, empieza por fin a respirar por un efecto especialísimo de la divina providencia y el Consejo a quien no podía menos de caber la mayor parte en esta terrible opresión aprovecha los primeros momentos de su libertad para explicar a V.E. sus sentimientos. No podían estos ser ciertamente otros los que corresponden a su inalterable lealtad, al amor a la justicia y a la razón, que formaron siempre su carácter, y le han conciliado siempre y en todos tiempos la confianza de la nación. Los ha sostenido aún en medio de los mayores riesgos, llevando su constancia en no reconocer el rey que le designaba la perfidia monstruosa, aun más allá de lo que tal vez permitían las circunstancias. No duda este supremo tribunal que V.E. estará asegurado de esta verdad, como de la sinceridad, y franqueza con que le manifiesta la resolución constante en que ha permanecido siempre, y tiene la dicha de poder explicar en el día de sostener con todas sus fuerzas a su legítimo soberano los derechos de los demás llamados por la ley y los de la nación. Los sentimientos y deseos de esta Corte fidelísima son los mismos, y el Consejo ha empezado a dirigirlos al voto general de la nación, acordando de pronto todas las providencias que le permiten las actuales críticas circunstancias. Formará por ellas el plan y medios de defensa que le sean posibles, aunque débiles e insuficientes ciertamente sin los prontos y eficaces auxilios que se promete de V.E. Por lo que respecta a medidas de otra clase, que sin duda serán necesarias para el grande objeto de salvar la patria y aún elevarla al grado de consideración que logró en sus tiempos felices, solo toca al Consejo excitar la autoridad de la nación y cooperar con su influjo, luces, y representación al bien general de ésta. Como no sea posible adoptar de pronto en circunstancias tan extraordinarias los medios que designan las leyes y las costumbres nacionales, no se detendrá el Consejo en trazar el plan que podría tal vez ser oportuno, para fijar la representación y voto de la nación, y se ciñe por ahora a indicar solamente que le serviría de la mayor satisfacción el que V.E. se sirviese diputar a la mayor brevedad personas de su mayor confianza que, reuniéndose a las nombradas por las juntas establecidas en las demás provincias y al Consejo, pudiesen conferenciar acerca de este importante objeto y arreglarlo de conformidad de manera que, partiendo todas las providencias y disposiciones de este centro común, fuese tan expedito como conviene a su efecto. V.E. ha dado ya testimonios tan relevantes de su constante adhesión al rey que nos deparó la providencia y de su ardiente celo por el honor y felicidad de la nación, que el Consejo no puede menos de esperar con toda seguridad admitirá sus sentimientos, igualmente que las demás juntas provinciales, a las cuales hace con esta fecha la misma manifestación; y que concurriendo todos al bien general con el imponderable esmero que hasta ahora se prestarán gustosas, tanto a proporcionar al Consejo y a la Corte prontos auxilios de tropas, que les pongan a cubierto de una nueva opresión, como a reunir las luces y autoridad de este Supremo Tribunal a los medios de defensa de toda la nación.
Dios guarde a V.E. muchos años.
Madrid 4 de agosto de 1808. Arias Mon.
Excelentísimo señor presidente de la Junta de Zaragoza.

RESPUESTA DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR D. JOSÉ PALAFOX

La noticia que con fecha de 4 del presente mes me ha comunicado V.S.I. a nombre del Consejo, y de que ya tenía avisos anteriores, ha sido para mi una de las mayores satisfacciones que pudiera recibir, considerando libres de la bárbara opresión francesa a los habitantes de esa capital que tantas vejaciones han sufrido, y cuyo patriotismo y amor a su soberano les hará siempre honor. Mi corazón se llena de alegría, y el júbilo de todos los habitantes de este reino ha sido general e inexplicable.
La integridad inalterable del Consejo, la dignidad de sus ministros y el acierto con que en otros tiempos se ha conducido, ha hecho respetable ese tribunal, aún en los reinos extranjeros. En las circunstancias tan tristes en que la España se ha visto comprometida por la perfidia más enorme que puede ofrecer la historia del mundo, ese tribunal no ha llenado sus deberes; muchos de los individuos de que se compone han dado pruebas de una justificación sin igual, mas otros, tal vez dejándose seducir de las promesas lisonjeras de la Francia o arrastrados acaso de la perversidad de su corazón, no se han contentado con quedar indecisos sino que han sido los enemigos más crueles de la patria. Yo mismo he comprobado y sufrido las penas más amargas de ver algunos de ellos dirigir las operaciones mismas de nuestros enemigos y tener la osadía de presentarse con ellos delante de Zaragoza y de escribir papeles sediciosos y propagar especies que deshonran el nombre español.
Conozco bien que el Consejo no ha tenido libertad para obrar y se ha visto reducido desde la entrada de los franceses en Madrid a ser un mero ejecutor de las disposiciones de aquel execrable gobierno. Mas, una vez expresada la voluntad general de la nación, hubiera sido muy importante que se hubiese transferido a las provincias y unídose a ellas, aún cuando no fuese más que por no autorizar la circulación de papeles denigrativos, engañosos y falsos, y para esto ningún obstáculo invencible se presenta a mi vista, y aun cuando los hubiese habido, el bien de todos y la felicidad de una nación es preferible al sistema particular de cada uno.
Hace cerca de dos meses que esta ciudad se halla sitiado por los enemigos, cuya vil conducta demuestra que han estudiado todos los delitos: al robo, a la violencia, la escandalosa torpeza, al desprecio y horrores con que han batido las imágenes y los templos para saquearlos, han añadido la bárbara impiedad de sacrificar los niños enfermos, heridos, y aun a sus mismos bienhechores. Han bombardeado con crueldad a este pueblo heroico, y aunque les cuesta bien cara su entrada en Aragón y estar en posición de ser atacado por la frontera, por la parte de Cataluña, de Castilla y de Navarra, mas a pesar de todo, el amor a mi amado rey Fernando VII, a la religión y a la patria, me hizo preferir todos los riesgos que eran consiguientes al estado de indiferencia que miraba como un delito. Presté algunos auxilios a Cataluña, a Navarra y otras provincias que se unieron gustosas conmigo, que en breve espero obligar a que huya si es que puede salvar las reliquias de su ejército. Entonces volaré al socorro de esa capital si fuera necesario, y así puede V.S.I. hacerlo presente al Consejo, y publicarlo.
Las luces y la experiencia de ese tribunal podrán servir para adelantar en los ramos de la administración de justicia y prestar ideas importantes para el bien general de la España. Luego que me desembarace de mis enemigos que de noche y día afligen esta ciudad y me ocupan todo el tiempo, privándome del descanso más preciso, acordaré con las demás provincias el sitio y la reunión de diputados de todas ellas, y nombraré los que hayan de serlo en Aragón, siguiendo el plan que me propuse y resulta del manifiesto adjunto de 31 de mayo, en cuyos principios estoy ya de acuerdo con los demás generales y juntas supremas del reino, y aun con las provincias extranjeras.
Dios guarde a V.S.I. muchos años.
Cuartel General de Zaragoza, 10 de agosto de 1808. José de Palafox y Melci.
Ilustrísimo señor D. Arias Mon y Velarde.

Día 12

Siguió el fuego de granadas todo el día, causando el mayor trastorno especialmente en las casas inmediatas a la Seo, y algunos dentro de su iglesia, y la mayor parte en el Arrabal y en el Ebro en tanta abundancia que se vieron muchos peces muertos sobre el  agua. Los franceses estuvieron todo el día haciéndonos fuego, quemando y talando las casas del Coso que el día anterior no habían incendiado, y los catalanes lograron a fuerza de brazos introducirse en el convento de Santa Catalina del que arrojaron a los enemigos, cuya noticia se anunció al público por el pregonero, para que las gentes que vivían en aquellas inmediaciones pudiesen ir con seguridad a sacar sus ropas, y cuanto tuviesen. Continuó en salirse la gente al Arrabal y pueblos de Huesca. Siguió el incendio del interior del Hospital donde tan sólo quedaron algunos pocos franceses e igualmente del convento de San Francisco en cuya iglesia y junto a la capilla de los Ángeles tenían colocado un cañón. También se pudo lograr apagar por dos veces la casa de Sástago  a la que daban fuego por la parte del jardín y San Diego. Este día amaneció ahorcado el cocinero del general Guillelmi por ser uno de los que tiraban voladores. Se dieron ya cartas de todo el reino que estaban detenidas en la administración, puesta interinamente inmediata a la Aduana en la que había mas de cuatro mil cartas. El pueblo fue tomando ánimo con la noticia de la proximidad de las tropas de Valencia, y que los franceses de Torrero habían llevado hacia Torrero parte de su artillería como así lo aseguraron varios prisioneros, a quienes habían dado libertad bajo palabra de honor.
Con motivo de haber caído bastantes granadas en el colegio de las Vírgenes, se trasladaron sus colegialas al Pilar donde permanecieron con las de Santa Catalina, y Capuchinas. Esta noche vinieron de Torrero donde estaba el general Bertier, y de otras partes los prisioneros en número de más de 300, entre ellos las religiosas de Santa Rosa y Recogidas, habiendo estado 9 días en dicho estado, todo seguramente efecto del temor que les causaron las noticias de la venida de las tropas auxiliares.

Día 13

Todo el día nos estuvieron haciendo fuego por todos los puntos y mucho daño, así por las calles como en los edificios, pegando fuego a cuantas casas pudieron, inutilizándolo todo, especialmente el convento de San Francisco, en el Hospital, casas inmediatas, y además tirando tantas granadas que parecía un infierno, no obstante el vivo fuego que de las casas del Coso y de todos los puntos se les hacía, hasta lograr desalojarlos del Hospital y Santa Catalina e inmediaciones. Esta tarde salió impreso del general cuyo tenor es el siguiente.

ARAGONESES Y SOLDADOS QUE DEFENDÉIS A ZARAGOZA

Dos meses ha que los llamados invencibles ejércitos franceses tienen sitiada esta capital y han usado cuantos medios pueden sugerir la crueldad y la vileza para afligirlos, No contentos de ejercer el robo de las cosas más sagradas, de incendiar los campos, de degollar a los rendidos e inocentes, y de violar sin pudor a las infelices que la casualidad y la desgracia han hecho caer en sus manos, han arrojado en la ciudad más de cinco mil bombas y granadas, han atacado con furor y a un tiempo mismo repetidas veces todos los puntos y baterías, y por fin no os han permitido un solo día y noche para el descanso. A todo habéis sabido resistir; vuestro valor, vuestra constancia y el fuego sagrado de la religión y la patria han hecho olvidar el descanso y preferir la muerte a la humillación y abatimiento del nombre español. Vuestras mujeres las zaragozanas, cuyo valor admirable las hace superiores a cuantas la historia nos recuerda, han desplegado su extraordinario espíritu y esfuerzo, presentándose en medio de los peligros para animaros y suministraros generosamente, durante los combates, los alimentos y auxilios necesarios. La Europa admirará la defensa ha hecho Zaragoza. Toda la nación española la dirige sus votos al Altísimo en favor nuestro y cuando llegue a saber que la vista misma de tantas desgracias como han sobrevenido, la ruina de muchas casas y los robos cometidos por los viles esclavos de Bonaparte no han podido arrancar una sola lágrima ni queja, y que tan solo respiráis armas y venganza; la posteridad llegará a dudar de tanto heroísmo, más no podrá dejar de venerar la memoria de tanto oficial de mérito y tantos héroes ya paisanos, ya militares, como se han distinguido, y cuyos nombres se publicarán en días de más quietud.
Soldados, ya la suerte está decidida, nuestro triunfo es seguro; completad la obra que tan dignamente habéis sabido sostener, que no se salve ni uno solo de estos pérfidos destructores de la paz del género humano. Ya corren presurosos a vuestro favor los valerosos ejércitos españoles acostumbrados a vencer siempre. Estad  preparados, y cuando llegue el momento de llamaros, que será en breve, acudid, obedeced a vuestros jefes, y acábese de exterminar el ejército francés, que tan mal se ha conducido en España.
Cuartel General de Zaragoza, 13 de agosto de 1808. José de Palafox y Melci.

Al anochecer era tanto el fuego que había en el Coso, que todo él parecía una hoguera, pues ardían las casas inmediatas al Hospital, este por todo el convento de San Francisco y edificios de frente e inmediatos. Este día se pudo entrar en los barrios de Santa Catalina y parte de los del Azoque por haberlos hecho los nuestros salir de ellos, encontrándolos muy maltratados y sin mueble alguno. Las gentes este día tuvieron más miedo que nunca y se salieron muchísimas a pueblos inmediatos y Arrabal. El fuego duró sin cesar afligiendo más y más. Hasta media noche, en que volando la suntuosa iglesia del Real Monasterio de Santa Engracia, desalojó el enemigo todos los puntos que ocupaba dentro y fuera de la ciudad, dejándonos libres después de dos meses cabales que nos estaban sitiando, sin haberse podido internar, ni pasar adelante en los 11 días que han estado dentro de ella.

Día 14

Amanecimos libres de franceses viendo desamparados todos los puntos, pero con tal precipitación que no tuvieron tiempo para llevarse muchos efectos de cartuchos, armas y un cañón de a 8 que tenían colocado en el Coso frente al santo Hospital, hallándose asimismo en Torrero el amasijo del pan y muchos carros, que todo se ocupó por nuestras tropas, Las calles quedaron llenas de minas, de cadáveres suyos y de sus caballos, que todo daba un hedor insufrible, pero todo lo sufrió este valeroso pueblo con la mayor bizarría de ánimo al verse libre de tales enemigos,  que María del Pilar había triunfado sin detrimento de su santo templo, al que concurrió todo él lleno del más expresivo agradecimiento a tributarle las debidas gracias.
El ayuntamiento llevado de la más sincera devoción votó en los primeros instantes una fiesta a nuestra Señora con la mayor solemnidad, pasando comisionados al Cabildo Eclesiástico para el Te Deum, como lo acordaron para las 6 de la tarde del siguiente, convidando la ciudad a S.E. a dicha función.
A las 12 en punto se anunció al público la evacuación de los franceses con las campanas de las catedrales, y si alguna vez excedió en regocijo y demostración fue en la ocasión presente, pues todo el pueblo se enardeció de nuevo en la devoción a María y en manifestarle justo reconocimiento. A la tarde se cantaron en ambas iglesias las vísperas, pero en el Pilar fue con la mayor solemnidad, y con todo el magnífico aparato de primera clase por ser la titular, habiendo ido S.E. con su comitiva a dar las gracias a nuestra Señora el que fue sumamente vitoreado. Con estas lisonjeras felicidades se pasó este día que será memorable en los anales de Zaragoza, y que perpetuará su gloria inmortal por haberse defendido de un ejército que, habiendo empleado 48 días para entrar en la ciudad destituida de muros, tropa, y que en 11 días que han pisado su suelo no han podido trepar sus calles, teniendo baterías en ellas, lo que acredita el gran valor de sus vecinos y el amor de nuestra patrona; cuyo borrón no podrá jamás cubrir la nación francesa, ni su inicuo Emperador.
Este día se evacuaron las casas que habían ocupado sacando de ellas lo poco que habían dejado. En los campos se hallaron muchos cadáveres y caballerías muertas, especialmente hacia la torre de Escarpín, y en el convento de San Lamberto donde tenían los heridos, de manera que de los 16.000 que vinieron a la conquista habrían quedado mas de las dos terceras partes.
Este día salieron las gacetas y papeles siguientes.

ZARAGOZA, 14 DE AGOSTO DE 1808.

Según los partes que el excelentísimo señor capitán general recibe sucesivamente de todos los puntos de defensa consta, que el enemigo entre las 12 y 1 de la noche ha desalojado todos los parajes que ocupaba dentro y fuera de esta ciudad; y habiendo salido nuestras tropas a hacer la descubierta han recogido algunos efectos, como son cartuchos de todas clases y algunas armas entre ellas un cañón de a 8 colocado frente al Hospital.

GACETA EXTRAORDINARIA DE ZARAGOZA DEL 14 DE AGOSTO

El excelentísimo señor conde de Montijo, general en jefe de las tropas combinadas de Valencia y Aragón ha pedido se ponga en esta Gaceta la siguiente carta que ha escrito a nuestro general.
Querido amigo: sabes cuántos y cuán sagrados vínculos nos unen, y cuán ardientemente te amo desde antes que hubieses dado tantas pruebas de héroe. Pero la intriga o la casualidad han puesto tantos obstáculos a la venida del ejército de Valencia que he traído a tu socorro, que a pesar de mis esfuerzos y del digno D. Felipe de Saint-Marq, su general, se ha retardado. Soy deudor de la opinión pública de mi conducta, y son demasiados apreciables los zaragozanos para que yo no desee tengan de mí la que procuro merecer. Así te ruego hagas saber a los habitantes de esa ciudad, que no solo no he tenido parte en la demora del ejército, sino que de no haber sido por el patriotismo de Saint-Marq y mi resolución, aún no estaría aquí el ejército y. finalmente, que hemos sido detenidos doce días; todo lo que te haré ver por los documentos originales en permitiéndolo las circunstancias, esto es, antes de 4 días, si Dios y la Virgen bendicen nuestros proyectos.
Paniza 9 de agosto de 1808.
Tu Eugenio.

Los enemigos que últimamente nos intimaban con rendiciones y amenazaban con nuestra ruina, nos han dejado libres cuantos puntos ocupaban delante de la ciudad. El general Lefebvre alojado en la fonda de Torrero con el sobrino de la emperatriz que estaba únicamente con el objeto de llevar al emperador la noticia de la toma de Zaragoza, partieron a media noche, y hoy a la mañana se vio pasar por las Casetas la última división del ejército francés. Por otra parte, los males con que por último quisieron afligirnos no producirán el efecto que su perfidia se propuso, pues a toda prisa se están atajando los incendios excitados en la parte de la ciudad que tuvo la desventura de ser ocupada, y apenas ha tenido seguida el fuego de las casas de Torrero. Ya no resta sino que fuera de la ciudad nuestro valor les sea tan funesto como dentro de ella y acabemos de vindicar los males y agravios que hemos recibido.

Día 15

Este día de la gloriosa Asunción ya se cantaron las alabanzas divinas en todos los templos de esta ciudad no arruinados, y en el Pilar se celebró con toda la solemnidad acostumbrada.
Salió mucha parte de nuestras tropas a alcanzar al enemigo, y habiendo cogido a cuatro franceses en el puente de la Muela con cartas de su general fueron traídos al nuestro, quien los mandó arcabucear, pero el pueblo los hizo ahorcar en el Mercado. Inmediatamente también trajeron en una pica la cabeza de un teniente coronel francés muy joven muerto por los nuestros en Pedrola, la que presentaron a S.E. con caballo y armas. Se continuó en evacuar las casas incendiadas y arruinadas, sacando de ellas lo poco que habían dejado, que ciertamente era muy poco, y en muy mal estado.

FUNCIÓN DEL TE DEUM

Al medio día se repitió el campaneo para anunciar la función del Te Deum para las 6 de la tarde a cuya hora estaba ya el Pilar muy iluminado y con un gentío extraordinario. El regimiento de Suizos de Winfen estaba tendido desde palacio a la iglesia. A la hora señalada pasó la Ciudad (Ayuntamiento) desde sus casas consistoriales a incorporarse con S.E. quien de antemano había convocado toda la oficialidad, en seguida los timbales y clarines, y detrás el ayuntamiento, llevando en su cuerpo a los jefes del ejército (y entre ellos al conde de Montijo que acababa de llegar de Paniza donde había dejado su ejército valenciano), escoltado todo este lucido acompañamiento del batallón de Nuestra Señora del Pilar, y del capitán de la nombrada de Palafox, D. Jorge Ibor, vecino del Arrabal, que desde el día 23 de mayo ni de día ni de noche ha desamparado a su general.
Habiendo llegado al santo templo, y colocado S.E. en la presidencia, se cantó el Te Deum con la mayor magnificencia y con las oraciones de rúbrica. Finalizado, acompañado del ayuntamiento y oficiales generales, pasó a la Santa Capilla en donde después de haber hecho una breve oración subió a besar la mano a Nuestra Señora con la mayor devoción, y la confianza que le merecía su soberano patrocinio acordándose del tiempo que le sirvió de infantillo.
Vuelto a hacer otra breve oración se restituyó a su palacio con el mismo orden y en medio de las mayores aclamaciones del numeroso concurso, y recibiendo nuevamente los obsequios del ayuntamiento, se despidió cortésmente, manifestando su agradecimiento a todo el pueblo, y dando a los infantillos una onza de oro. Todo el rato de la función estuvo la artillería haciendo salvas a Nuestra Señora y muchísimos vecinos.
Este fue el primer acto de reconocimiento que se ha dado a Dios a Nuestra Señora del Pilar por los beneficios recibidos en habernos librado de la opresión francesa y de los oprobios que han sufrido los que han tenido la desgracia de caer en sus manos, lo que hizo ver a S.E. en el manifiesto que hoy día se publicó firmado de su mano.

MANIFIESTO

Después de tantos días de penalidad y de aflicciones llegó por fin la deseada época que podía prometerse de la constancia y del valor con que habéis defendido esta ilustre capital. Testigos ya de la vergonzosa huída de los esclavos franceses, que han abandonado la artillería, municiones, y los víveres que su detestable rapiña había amontonado, llenemos nuestra primera obligación que es dar gracias al Todopoderoso que ha dado el bien merecido castigo a esos miserables soldados que profanan templos, ultrajan las imágenes sagradas de la divinidad y no conocen la moral ni son dignos de alternar con los demás hombres. Dejemos a su Emperador entre los remordimientos y aflicciones, único patrimonio de todos los malvados, y roguemos al Altísimo que bendiga de nuevo nuestras armas para que los ejércitos que marchan en seguimiento de la fugitiva canalla logren su completa derrota.
Los campos de Zaragoza, sus puertas y algunas de sus plazas y calles manchadas con la sangre de más de 8.000 franceses que han pagado con la vida la temeridad de su jefe es el fruto que ha cogido hasta ahora de su entrada en Aragón. Toda la Europa y aun el Universo todo oirá con admiración el detestable nombre de Lefebvre y de Verdier, sus gobernadores que, olvidados del buen tratamiento que se ha dado en Aragón a los prisioneros franceses y demás naturales de aquel país, han cometido las mayores iniquidades, y verán justamente la diferencia que hay de un sistema de gobierno vergonzoso y falaz al de una nación que cimienta su felicidad en principios de equidad y que no considera como enemigos verdaderos a los que no tienen parte en los delirios de su gobierno. La Francia llorará muchos siglos el mal que la ha preparado la guerra con España, y no podrá sin vergüenza pensar en los medios que se han empleado para hacerla.
Labradores, artesanos, huérfanos, religiosos, viudas y ancianos que habéis quedado reducidos a la indigencia y a la miseria por haber incendiado vuestros campos, destruido vuestras haciendas y casas, y robado los franceses una propiedad que, aunque limitada, constituía vuestra fortuna y era vuestro único consuelo, tranquilizaros. Tenéis la fortuna de vivir en España y la gloria de haber defendido la capital de Aragón, impidiendo que nuestros enemigos asolasen el resto de esta hermosa provincia. Habéis sufrido con resignación vuestros quebrantos, disimulando vuestras penas, desestimado vuestra fortuna, y aun despreciándola por atender solo al bien general. Mi corazón no puede ser indiferente a tantos rasgos de heroísmo, no sosegaré hasta proporcionaros algún alivio.
He encargado muy particularmente al Intendente general del reino D. Lorenzo Calvo de Rozas que cuando las graves y urgentísimas ocupaciones del día se lo permitan, piense los medios de acudir a vuestro socorro, y cuanto en la generosidad de todos los corazones sensibles de los españoles y la de nuestro amado rey, cuya causa habemos defendido, que harán un esfuerzo capaz de indemnizaros.
Cuartel General de Zaragoza, 15 de agosto de 1808.
José de Palafox y Melci.

Los días 14, 15 y 16 estuvieron ya las 40 horas en el colegio de Escuelas Pías.

Día 16

Este día se fueron trayendo a la ciudad muchos repuestos de artillería y bombas que habían dejado los enemigos. Salió S.E. con su acostumbrada comitiva a reconocer los campamentos y ver las ruinas de los edificios, tomando aquellas disposiciones más favorables. Tuvo noticias del ejército valenciano, que había pasado desde Paniza a Cariñena donde estuvieron el 14 en número de diez mil hombres de paso hacia el camino de Navarra a interceptarlos, y de aquí salieron cuantos batallones pudieron para alcanzarlos.
La Real Audiencia cantó su Te Deum y misa en acción de gracias en San Cayetano. Se empezó ya en este día a comer mejor pan, por estar corrientes los molinos, aunque siguen las tahonas de la Junta de Abastos. Esta tarde se bajaron de Torrero un cañón de a 16 y un obús que habían dejado los franceses cuando marcharon huyendo en el estanque del Canal, los que se colocaron en la plaza del Pilar.
Noticia de la fuerza que tienen los cuerpos de que se componía el ejército de Zaragoza en el día que la desampararon los franceses.
CUERPOS                                         FUERZA

Batallón 3º de Guardias Españolas            470
Batallón de Fusileros de Aragón                588
Batallón de Reserva del General                379
Batallón 1º de Zaragoza                             577
Batallón 2º de Zaragoza                             640
1º Tercio Voluntarios Aragoneses             191
2º Tercio Voluntarios Aragoneses             195
3º Tercio Voluntarios Aragoneses             782
4º Tercio Voluntarios Aragoneses             878
5º Tercio Voluntarios Aragoneses             634
Tercio de Torres                                         327
Tercio de Barbastro                                  1112
Fernando VII                                              808
Extremadura                                               925
1º Voluntarios de Aragón                           666
2º Voluntarios de Aragón                         1043
Tercio de Huesca                                      1865
Suizos de Winfen                                         87
Cazadores Portugueses                                 62
Compañías de extranjeros de Casamayor     90
1ª Compañía Migueletes de Lérida             100
2ª Compañía Migueletes de Lérida             100
Compañías de Monzón                               156
Compañías de Cerezo                                 298
Compañías civiles de San Pablo                 154
Compañías de Tauste                                  106
Lanceros de La Almunia                             190
Compañía de Benavente                               36
TOTAL                                                   13278

Cuartel General de Zaragoza a 14 de agosto de 1808.
El Coronel D. José Obispo. Mayor general de Infantería.

Día 17

Se prosiguió en traer a la ciudad provisiones del campamento enemigo y en quitar algunos de los muchos embarazos de las calles, y en sacar las enronas de las casas para habilitarlas, aunque la mayor parte quedó enteramente inhabitables.
La ciudad tuvo ayuntamiento extraordinario en virtud de una carta de nuestro católico monarca Fernando VII de 9 de abril, remitida por el Supremo Consejo de Castilla en que mandaba que se proclamase, cuya carta ha detenido el Consejo mientras han estado los franceses en Madrid, y en su vista determinó la proclama, para el sábado 20 sin más demora, a cuyo fin se tomaron las providencias necesarias.
Salió la Gaceta con lo ocurrido por los franceses en Zaragoza hasta su fuga con dos cartas de S.E. a los generales de los ejércitos de España, y noticias de nuestro ejército de Aragón.

GACETA EXTRAORDINARIA DE ZARAGOZA 17 DE AGOSTO

Cartas escritas por nuestro general a las Juntas Superiores de Valencia, Cataluña, Asturias, Galicia, Andalucía, Castilla y Extremadura.
Habiendo recibido dos oficios de D. Arias Mon y Velarde gobernador interino del Consejo de Castilla en que me comunicaba la agradable noticia de haber evacuado los franceses aquella capital, le he dado contestación que advertirá a V.E. del adjunto impreso.
Me ha parecido conveniente y muy justo el contar con V.E. antes de designar el lugar y época de la Junta de Diputados, que me parece podría celebrarse en Teruel, Guadalajara o Cuenca, cuya situación es aparente al caso, y en donde libre de las distracciones que ofrece una población muy numerosa podrán resolver los asuntos con prontitud y acierto.
Los enemigos después de estar tan obstinados en los repetidos ataques contra esta ciudad, repitieron el bombardeo de ella, en los días 3 y 4 del presente, arrojando un sinnúmero de bombas y causando bastante daño. El mismo día 4, sin dejar el bombardeo, atacaron con 12 piezas de cañón una de las baterías y después de una defensa la más gloriosa que puede hacerse y que duró ocho horas, derribaron las tapias de las inmediaciones a las baterías y se internaron en la ciudad, aunque sin apoderarse de la artillería, que salvamos. Internados ya, se les opuso tal resistencia en las calles inmediatas, y fue tan enorme su mortandad, que los franceses se acordarán con no poca pena de este suceso. En el día se hallan limitados a un corto recinto que ocupan de la ciudad y si las tropas que V.E. me ha destinado, y que agradezco extraordinariamente, llegan presto, me lisonjeo de que podré acabar con ellos, con lo cual estos habitantes, cuya constancia admira, quedarán consolados, olvidarán los males que han sufrido, y sufren, y yo tendré el mayor consuelo.
Zaragoza, 9 de agosto de 1808.
José de Palafox y Melci.

OTRA DE 14 DIRIGIDA POR EXTRAORDINARIO

Excelentísimo señor: Tengo la satisfacción de participar a V.E. que el ejército francés que durante dos meses ha afligido esta ciudad, ejerciendo la conducta más abominable que se ha visto jamás, se ha huido en la madrugada de este día, abandonando una infinidad de artillería, municiones, víveres y otros efectos. Intentó por la noche un nuevo ataque dentro de la ciudad por el pequeño recinto que ocupaba, pero fue acometido por las valerosas tropas que la defienden con tal denuedo que hubo de huir precipitadamente.
En esta misma noche sale una división de cuatro mil hombres de excelentes tropas a cortarles el paso por Navarra donde se les reunirá otras y paisanos armados de aquel país, y las tropas que en número de seis mil hombres me llegarán mañana de Valencia, unidas a otros cuatro mil del ejército formado en Calatayud, seguirán el alcance de su retaguardia para castigarles y evitar que (según acostumbran) cometan en el tránsito nuevos robos, vejaciones y perfidias en los pueblos.
Se ha celebrado hoy con general descarga y repique de campanas este feliz suceso, y mañana se cantará un solemne Te Deum en acción de gracias al Altísimo. Conviene mucho acelerar la reunión de diputados de todas las provincias de España, y creo conveniente para ellos fijar un día, que podría ser el 10 de próximo septiembre. Así lo aviso a los demás generales y Juntas Supremas de todo el reino, y espero que V.E., si lo estimase conveniente, me avisará su conformidad. Dios guarde a V.E. muchos años.
Cuartel General de Zaragoza, 14 de agosto de 1808.
José de Palafox y Melci.

Con fecha del 14 se ha escrito en el mismo sentido al gobernador interino del Consejo de Castilla para noticia de aquel tribunal.

NOTICIAS PARTICULARES DEL REINO

Una columna de fugitivos franceses en número de 700 a 800 hombres se presentó en las inmediaciones de Sos la mañana del día 13, atacó con una obstinación terrible, mas los paisanos armados allí, unidos a las compañías de Navarra al mando de D. Andrés Eguaguirre sostuvieron el ataque por espacio de cinco horas con tal vigor y denuedo que, el enemigo después de haber perdido mas de 100 hombres muertos y heridos, entre ellos el comandante, abandonó el campo y fue perseguido por los nuestros más de una legua.

Día 18

Se siguió haciendo lo mismo que los días anteriores y se supo haber pasado el ejército valenciano en número de diez mil hombres a Navarra, a cortar el paso a los franceses, y se trajeron de Pedrola tres oficiales prisioneros portugueses y como unos 50 soldados que, sin duda, habían ido a robar alguno y como no supieron la marcha del ejército se hallaron cortados. Se han descubierto más ruinas entre otras el convento de las Capuchinas cuyas religiosas se marcharon a Huesca.
Hoy se ha enterrado de limosna en la Seo una religiosa de las recogidas que ha muerto de resultas de las heridas que le dieron cuando entraron en su convento.
Se publicaron dos bandos, el 1º de S.E. relativo a recoger las escopetas y armas que habían dado los vecinos y estaban en la Casa de la ciudad; y el otro del señor Intendente mandando se cerrasen las zanjas de las calles por los vecinos inmediatos a ellas, desocupando las sacas que servían de baterías para emplear las telas.

Día 19

Este día fue ya más alegre que los anteriores, por ser uno de los tres señalados para las iluminaciones y regocijos por la proclamación de nuestro católico monarca Fernando VII, lo que se anunció mediante un bando impreso y Gaceta extraordinaria. Se encontraron nuevamente en las casas y barrios ocupados por los franceses, y se fueron arreglando otros al estilo antiguo, removiendo los enfermos de la Audiencia a la Casa de Misericordia, donde por ahora se trasladó el Hospital General. Las religiosas de Santa Lucía se restituyeron asimismo a su convento.
A las 12 en punto echaron a bando las campanas de toda la ciudad para anunciar la proclamación, y lo mismo se repitió a la noche, a cuya hora empezaron las luminarias que fueron muy vistosas así en la Casa de la ciudad, como en el palacio de S.E., portadas de las metropolitanas, casa de Sástago , que se colgó de damascos con el retrato de nuestro monarca, y en casa del comerciante D. Felipe San Clemente. Se dispuso otro balcón en la Casa de la ciudad encima de la puerta del Ángel donde siempre se acostumbraba colocar el real pendón, y se levantaron cuatro tablados, uno frente al palacio de S.E., y los otros en la plaza del Pilar, Mercado y Coso, y todos los vecinos se esmeraron en componer su frontera a pesar del poco tiempo y circunstancias pasadas.

BANDO

El corregidor, regidores, ayuntamiento de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Zaragoza, capital del reino de Aragón.
Hacemos saber: que habiendo manifestado el excelentísimo señor D. José Rebolledo de Palafox, capitán general de este ejército y reino los vivos deseos de proclamar al rey nuestro señor D. Fernando VII (cuyo acto ya se determinó el 9 de junio próximo y no ha podido realizarse por haberse presentado el enemigo a la vista de esta capital, y teniendo que atender a su defensa) resolvió en la tarde de ayer lo verificásemos en el modo posible el sábado próximo 20 de los corrientes. A su consecuencia se previene al público que se ejecutará a pie dicha proclamación, dando principio a ella a las 9 de la mañana, para cuyo fin se han mandado colocar cuatro tablados: el 1º en la plaza de la Seo, frente al palacio arzobispal en que al presenta habita S.E. El 2º en la plaza del Pilar, 3º en el Mercado, y el 4º en el Coso. Se ha resuelto igualmente conducir el real pendón por las calles y plaza del Pilar, Sombrerería, Mercado, Alabardería, Coso, San Gil y Cuchillería hasta las Casas de la ciudad en la que se colocará sobre el balcón de la puerta del Ángel en conformidad de los que se practica en estos casos. Nos prometemos la conocida fidelidad de los diputados, de los cuerpo, de los ciudadanos, militares y demás personas de distinción de esta capital que considerando la premura de tiempo no ha permitido que se hiciera el convite personal con las solemnidades de estilo, se servirán disimular esta falta de obsequio y concurrirán gustosos dicho día a las Casas de la ciudad a los 9 cuartos para las 9, a fin de acompañarnos en un acto de tanto regocijo.
Igualmente se previene se adorne la citada carrera y que por ella no transiten coches ni carros desde las 8 de la referida mañana, que durante ella no se disparen voladores, tiros ni otra ninguna invención de pólvora. Que ninguna mujer ni hombre lleve a sus hijos menores de 7 años y, finalmente, que en las noches de los días 19, 20 y 21 haya iluminación general en toda la ciudad y repique general de campanas.
Todo lo que mandamos publicar por el presente edicto, y que se fije en los parajes acostumbrados para un más exacto cumplimiento.
Zaragoza, 18 de agosto de 1808.
Lorenzo Calvo de Rozas, corregidor.
Por Zaragoza, Pablo Fernández Treviño. Secretario.

GACETA EXTRAORDINARIA DE ZARAGOZA DEL 18 DE AGOSTO

El día 15 del presente mes se cantó un solemne Te Deum en la santa iglesia metropolitana de Nuestra Señora del Pilar en acción de gracias al Altísimo por haber quedado libres de nuestros enemigos. Esta función causó un regocijo extraordinario a todos los habitantes de la ciudad que concurrieron a este acto religioso lleno de fervor por su digna y milagrosa patrona, y mostrando en sus semblantes los sentimientos de religión, mezclados con las lágrimas de sinceridad y de alegría que abrigaban sus corazones. Dispuso la función el ilustrísimo ayuntamiento y se ejecutó en la forma siguiente. A las 6 de la tarde se formó éste en las Casas de la ciudad y, precedido aviso por uno de los secretarios del excelentísimo señor conde de Montijo, general de división de las tropas combinadas de Valencia y Aragón que acababa de llegar, concurrió junto con los demás jefes de los regimientos y tercios de ejército de este reino, y varios oficiales interpolados con los caballeros regidores. Presidió la comitiva el excelentísimo señor capitán general llevando a su lado al Intendente regidor y regidor decano, y detrás todos los edecanes y ayudantes de campo de S.E. En las calles de tránsito estaba tendida la tropa, y las repetidas salvas de artillería, descargas de fusilería, y repique general de campanas solemnizaron más y más tan respetable demostración. Concluido se retiró con igual formación acompañando a S.E. el ayuntamiento hasta su casa.
Consiguiente a lo dispuesto a propuesta de S.E. en la Junta Suprema de diputados del reino del 9 de junio, ha resuelto que proclame el próximo día 20 a nuestro amado monarca, supuesto que los enemigos incomodándonos día y noche nos han retardado esta satisfacción. En tan augusta ceremonia no resultarán la brillantez y lujo que en tales casos se acostumbra por haberse arruinado muchas casas y perdido en ellas sus vestidos varios de los que han de asistir al acto, y por que hace dos meses y medio que en esta capital todas las labores y costuras se han reducido privativamente a uniformes y camisas para los soldados, y a sacos de tierra para las baterías y trincheras. A la ostentación, pues,  sustituirán la pureza y candor de los corazones aragoneses, y la comitiva y concurrencia se compondrá de un gran número de los ilustres y esforzados militares y paisanos que han defendido esta capital, a la religión, a su rey, y a la grandeza del nombre español.
Habiendo manifestado el caballero Intendente D. Lorenzo Calvo de Rozas a S.E. sus deseos de restituirse a su casa, respecto de no ser ya necesario por haber cesado en algún modo los motivos que le obligaron a servirlo, y pedido que después de haber  dado cuenta de los ramos que han estado a su cargo, tuviese bien a darle una certificación de su buen desempeño, ofreciendo S.E. en todo tiempo estaría pronto a sacrificarse, en cuanto pudiese a favor del reino de Aragón, donde tantas distinciones y muestras de aprecio le habían dispensado, le ha pasado a S.E, el siguiente oficio, no pudiendo prescindir de los servicios tan importantes que ha hecho al reino el referido Intendente así en el desempeño de sus ministerios, como en acudir a cualesquiera hora a todos los ataques que han ocurrido, despreciando todos los peligros, y animando con su ejemplo a todos.

COPIA DEL OFICIO

He depuesto del empleo de Intendente de este ejército y reino al coronel D. Ignacio Garcini, y de todos los demás cargos que ejercía en Aragón. En consecuencia, dispondrá V.S. formar inventario de todos los bienes y efectos existentes en su casa, o que puedan pertenecerle, dándome parte de los que fueren trasladando a la casa que habitaba el mismo la oficina de Intendencia y pasando V.S. a ocuparla con su familia si hubiere bastante capacidad.
El nombramiento que hice en V.S. el día 3 de junio para Intendente interino de este ejército y reino, y para corregidor de esta capital precisando a V.S. a que sirviese a ambos destinos, lo confirmo ahora a nombre de Su Majestad, está reconocido y aprobado por las Cortes. Deberá V.S. continuar sin excusa desempeñando uno y otro empleo con el celo extraordinario y patriotismo que hasta ahora ha demostrado, y me prometo de su honor y eficacia.
Dios guarde a V.S. muchos años.
Cuartel General de Zaragoza, 15 de agosto de 1808.
José de Palafox y Melci.
Señor D. Lorenzo Calvo de Rozas.

A fin de no excusar medio alguno de cuantos puedan influir en la defensa del reino, y para que todo se haga con la prontitud conveniente y que reclama el bien general de la España siguiendo el plan publicado, reunió S.E. a los individuos del ilustrísimo ayuntamiento, a un individuo del ilustrísimo Cabildo eclesiástico, a un diputado del comercio en representación de todos los gremios, y después de expresar a todos los deseos que animan a S.E. de acelerar el bien y reunión de las provincias y la conformidad de algunas de ellas, manifestó había nombrado como diputados del reino de Aragón al excelentísimo señor conde de Sástago, grande de España de 1ª clase, caballero gran cruz de Carlos III como Gran Contestable de la Corona de Aragón. Al excelentísimo señor D. Francisco de Palafox y Melci, brigadier de los ejércitos, caballero del hábito de San Juan, comendador de Aceuche en la de Alcántara, primer Caballerizo y gentilhombre de cámara de Su Majestad, con ejercicio; y al referido D. Lorenzo Calvo de Rozas. Y habiendo aprobado todos los señores concurrentes esta elección, les manifestó S.E. se pondría inmediatamente en camino para Guadalajara, y que la Suprema Junta de Valencia había destinado nuevas tropas al socorro de Aragón, que vienen mandadas por el general D. Juan O´neille, que se halla ya en Teruel, y que el supremo Consejo de Castilla en medio de los cortos recursos por haber robado los franceses el dinero y preciosidades de Madrid, había remitido a Calatayud 300.000 reales vellón para atender a los inmediatos gastos indispensables de nuestro ejército, ofreciendo hacer cuanto esté de su parte para socorrer a este reino que con tanto honor y gloria se ha defendido de los enemigos.
Todos estos esfuerzos, los que hasta ahora ha hecho el reino de Aragón y en adelante hará toda la España serían inútiles si no se completase la grande obra que tan felizmente hemos sostenido hasta aquí; en consecuencia S.E. declara y manda que todos los solteros que han sido alistados para los tercios del reino agregados a regimientos de línea para su completo, hayan de continuar el servicio sin la menor excusa excepto solo los que por dolencias habituales, o corta talla o constitución, hayan sido o puedan ser desechados, y que solo los casados puedan exceptuarse del servicio, mediante que hacen falta para el cuidado de sus haciendas y familia. Que una vez arreglado el número de tropas que necesita Aragón para arrojar a los franceses y defender todas sus fronteras se cuidará de sacarlas de los pueblos en proporción de los solteros útiles que hubiese en cada uno, y que este alistamiento no cesará mientras hubiese enemigos a quienes rechazar y hasta que esté asegurado en el trono nuestro legítimo monarca.
Entre la infinidad de cañones, municiones y víveres que los enemigos abandonaron en su vergonzosa fuga, se ha cogido en San Lamberto una fragua, cantidad de esposas que tenían dispuestas e iban fabricando para llevar encadenados a Francia o al norte los soldados y jóvenes aragoneses, del mismo modo que lo han practicado en Italia, Alemania, Portugal y otros países que han tenido la desgracia de ser dominados por el detestable gobierno francés.

Día 20

Antes de darse principio a la real función se vio Zaragoza llena de gozo en los semblantes de todos sus habitantes. A las 9 ya estaba toda la tropa de la guarnición formada en las inmediaciones de palacio. La Real Audiencia erigió un tablado inmediato a la misma donde acudieron todos sus ministros de ceremonia. Las calles estaban todas limpias y los tablados con sus alfombras, y a poco mas de las 9 acudió un número considerable de oficiales militares, de nobles, caballeros y ciudadanos que, deseosos todos de asistir a un acto de tanta satisfacción, acudieron a las Casas Consistoriales e incorporándose con la Ciudad, llevando el real pendón el teniente coronel D. Rafael Franco, regidor decano, a la derecha del caballero Intendente corregidor se encaminaron al primer tablado, y habiendo subido a él los señores Intendente, alférez mayor, los reyes de armas y los secretarios de ayuntamiento, y hechos los anuncios acostumbrados, levantó el real pendón dicho señor decano y proclamó en alta voz por tres veces a nuestro católico monarca Fernando VII por rey de España, de Castilla, de Aragón y de Zaragoza, prorrumpiendo todo el concurso en vivas de la mayor expresión, y habiendo salido S.E. al balcón tuvo la satisfacción de ver al pueblo lleno de un gozo general que se excedía a si mismo.
Concluido este primer acto se formó la comitiva en el orden siguiente: rompían la marcha algunos soldados de caballería, a quien seguían dos compañías de Voluntarios de Aragón, interpolados de paisanos; luego los timbales y clarines de la ciudad a quien precedía el alguacil mayor con seis de sus dependientes de formalidad, los maceros y los capitulares interpolados con toda la oficialidad y ciudadanos, y a lo último los nobles, títulos, jefes militares, cerrándola el caballero Intendente corregidor que llevaba al regidor decano como alférez mayor a la derecha, y delante los cuatro reyes de armas, a saber, D. Mariano Monzón, D. Pedro Enfedaque, D. Joaquín García Fulla y D. Joaquín Loscertales, y por escolta otra compañía de paisanos armados y 200 caballos. Con este orden llegaron a la plaza del Pilar donde se celebró el 2º acto, el 3º en el Mercado, y de allí al Coso donde se hizo la última proclama y habiendo llegado a la plaza de la Seo y colocado el real pendón a los pies del real retrato que estaba iluminado, se dio fin a la función a las 11 dadas.
Inmediatamente pasó la Ciudad a cumplimentar a S.E. al que convidó a comer a los principales jefes, nobleza, títulos, ministros y prebendados hasta el número de 80, en cuya mesa reinó la mayor armonía y abundancia, brindando a la salud de Su Majestad cuyo real retrato y pendón fue guardado por los Guardias de Corps con espada en mano alternativamente día y noche sin intermisión. Siguieron las luminarias por la noche, campaneo y tiros, estando muy concurrida la plaza de la Seo a presentarse al real retrato.
Este día se supo que los franceses habían huido precipitadamente de Tudela, temerosos de que nuestros ejércitos los cogiesen, y que en Sos habían entrado el 17 donde por espacio de 8 horas habían robado y ejecutado muchas muertes y atrocidades.

ARTICULO DE LA GACETA DE ZARAGOZA

Las grandes y heroicas hazañas ejecutadas por nuestros ciudadanos en la defensa de esta capital, al paso que han merecido y merecen la gratitud del gobierno, manifestada en Gaceta extraordinaria, ocupa igualmente su atención para transmitir a la posteridad la memoria de tan estupendos sucesos, a cuyo efecto se están recogiendo los partes, oficios y otros documentos para dar al público con la posible brevedad un resumen de lo acaecido en el memorable asedio de esta ciudad, que atendidas las circunstancias no tiene semejante en la historia.

Día 21

Día señalado para la función que el ilustrísimo Cabildo había determinado hacer a Nuestra Señora del Pilar en acción de gracias por la protección que nos había dispensado. El Cabildo convidó a S.E. al ayuntamiento, jefes militares y oficialidad, al que recibió el Cabildo acompañándole al coro, dándole silla inmediata al deán; enseguida se cantó el Te Deum según costumbre, y oración de rúbrica, y la misa del rezo nuevo a nuestra patrona, en la que predicó el reverendo padre M. Fray Faustino Garroberea del orden de los Mínimos. Concluida la función, acompañado S.E. del Cabildo y Ciudad, se despidió en la puerta de la iglesia, repitiendo gracias a ambos cuerpos.
Se tuvo noticia que los enemigos estaban en Tudela, a donde en breve debían llegar las tropas valencianas con su general el conde de Montijo.

Día 22

Hoy volvió el tribunal de la Real Audiencia al curso de todos sus negocios civiles y criminales, en la casa de Plasencia, por estar aún la Audiencia con los enfermos del Hospital, aunque ya se iban llevando a la Misericordia. Se supo que había mandado S.E. ir al castillo de Jaca al regente de la misma D. José Villa y Torre preso desde el 20 del pasado en la Inquisición, privándole de todos sus empleos y honores e inhibiéndole de pretender cosa alguna, e igualmente el general D. Jorge Juan de Guillelmi al castillo de Monzón. A las 5 de la mañana fue arcabuceado, junto al árbol grande de Convalecientes el teniente coronel D. Vicente Falcó, comandante del punto de Torrero desamparado por su tropa como ya queda dicho. Este mismo día se enterró en la iglesia del Pilar el teniente coronel D. Rafael Estrada, comandante del 3º de Aragón  que fue herido de un balazo en la rodilla, estando mandando la batería de Santa Catalina cuando entraron los franceses.
Ayer salieron para la ciudad de Sangüesa los regimientos de Extremadura y Suizos con el mariscal de campo D. Juan O´Neille, donde le esperaban los Voluntarios de Castilla, Aragón, con otras tropas, con quien remitía S.E. la siguiente proclama.

TUDELANOS

Ya habéis  conocido las cadenas que oprimen la razón, y podéis estar convencidos de que éstas sólo son el premio de la debilidad. Con el ejemplo de Aragón y el cuadro que os presenta Zaragoza está demostrada esta verdad. El ejército vencido del emperador de los franceses, ¿Qué podrá hacer en vuestro daño si Aragón os protege? Si sois fieles a éste, si os defendéis, ¿los navarros cómo han de ser vencidos? Tomad las armas, disfrutad del sólo, del único bien de los felices españoles, que es pelear por nuestro rey, por nuestra patria y por nuestra santa religión. Disfrutad también de nuestros consuelos, haceos dignos de la victoria que nuestras banderas que saben sujetar las águilas altaneras os la procurarán. Nada hay mas agradable que el bélico sonido de las armas, y si creéis que es difícil el vencer, preguntárselo a los habitantes de Zaragoza y sabréis que sólo es la victoria de quien la quiere, solo el triunfo el del valor. Vuestro rey os llama, la Navarra culpa vuestra tardanza, no hay un solo español que no empuñe el fulminante rayo contra el tirano, y no seáis los de Tudela los postreros.
Dado en mi Cuartel General de Zaragoza, a 22 de agosto de 1808.
Palafox

NOTICIAS DE OFICIO HOY 22

El ejército enemigo después de su retirada de los campos de Zaragoza y reino de Aragón, hizo alto en Tudela, donde dio muestras de querer fortificarse. Nuestras tropas combinadas tomaron las posiciones de Borja, Tarazona y sus cercanías al mismo tiempo que la división de la derecha al mando del señor marqués de Lazán, que conservaba la posición de Sádaba, desalojó una corta división de franceses que ocupó Sos por algunas horas, y dejando allí un pequeño destacamento de su vanguardia ejecutó una contramarcha, dirigiéndose por Ejea a Tauste, para pasar el Ebro y cargar sobre Tudela, lo que observado por los enemigos les obligó a abandonar aquel punto, saliendo precipitadamente con dirección a Valtierra y Catarroso. Se ignora el objeto pero su marcha parece ser la plaza de Pamplona, donde reúnen mayor número de tropas que estos días anteriores. Ha salido de esta plaza y de la villa de Mallén una división de tres mil hombres al mando del mariscal de campo D. Juan O´Neille con destino a Cinco Villas.

Día 23

Este día no ocurrió cosa especial en esta plaza, sólo se cogieron tres franceses por espías que se presentaron a S.E., y le dieron 200 azotes al molinero de Villamayor por no haber querido moler la harina del pósito, por moler la del enemigo. Las Carmelitas Descalzas se trasladaron a su convento. Se fueron habilitando más las calles, quitando fosos y las baterías, y quedó la Audiencia sin ningún enfermo. Los religiosos del Carmen se volvieron a su convento, no pudiendo oficiar en su iglesia por estar del todo arruinada, pero tenían el coro en la de su colegio. Salió la Gaceta con la carta de los tudelanos a S.E. y la respuesta, con la huída de los franceses a Valtierra y Catarroso, y que nuestras tropas habían entrado ya en Tudela, y además la derrota del enemigo en Gerona.

CARTA DE LA JUNTA DE GERONA

Excelentísimo señor: a las 12 de este día acaba de llegar la plausible noticia de la derrota del enemigo común en Gerona por un  oficio del tenor siguiente:
Campo de batalla, 16 de agosto a la una del día. Queda derrotado enteramente el ejército francés de Gerona, y esta ciudad libre de sus angustias. Todos los cañones y bagajes en nuestro poder y una batería ardiendo. En otro parte detallaré la acción. Ha creído esta Junta no deber retardar un momento participar a V.E. tan feliz acontecimiento, el que reunido a los gloriosos laureles de V.E. que se ha coronado con la restauración de su capital y reino, ha puesto el colmo al inexplicable júbilo de estos ciudadanos, haciendo en celebridad de ambos sucesos, las demostraciones de alegría más extraordinarias a favor de nuestro amado monarca Fernando VII y de sus esclarecidos y heroicos defensores.
Dios guarde a V.E muchos años. Lérida y agosto 19 de 1808.
Excelentísimo señor. Atanasio Pinós. Ignacio Foncillas. De acuerdo de la Junta. Manuel Funter, secretario.
Excelentísimo señor capitán general del ejército y reino de Aragón.

LA CIUDAD DE TUDELA AL CAPITÁN GENERAL DE ARAGÓN

Excelentísimo señor: muy señor nuestro y de toda nuestra atención. En este momento en que los enemigos acaban de desalojar esta ciudad, que ha tenido la desgracia de existir la más terrible tiranía desde el 8 de junio en que la subyugaron. En este momento, señor, en que podemos respirar con libertad aquellos agradables sentimientos de felicidad hacia nuestro legítimo soberano, nos dirigimos a V.E. con aquel agradecimiento con que un esclavo libertado se dirige a su libertador.
Reconocemos firmemente que solo el ánimo constante y generoso de V.E. es quien ha podido abatir el orgullo del ejército enemigo, haciéndole retirar con ignominia. Damos a V.E. la enhorabuena; nosotros nos la tomamos como tan interesados, y ya desde este momento se reputa este pueblo por el más feliz en medio de sus fatigas y trabajos, cuando mira la causa de haberlos padecido, que continuamente se nos ha estado repitiendo como pretexto para hacer más tirana nuestra servidumbre. En fin, señor, aquí tiene V.E. la ciudad fiel, la ciudad libertada y un pueblo agradecido, que en medio de su cautiverio ha despreciado los alivios que las súplicas pudieran proporcionarle; y que como siempre sólo esperan sus habitadores el momento de sacrificarse por el rey, la religión y la patria bajo los auspicios de V.E. si tenemos la satisfacción, como esperamos, de ser merecedores de su amparo. Dios guarde a V.E. muchos años.
Tudela y agosto a las 7 de la mañana de hoy 20 de 1808.
Excelentísimo señor. B.L.M. de V.E. sus atentos servidores. José Amescua y Cortés. Antonio Miranda y Bravo. Joaquín Borja. Ramón Pérez. Telesforo Iturralde.
Alcalde y ayuntamiento de la ciudad de Tudela, cabeza de su merindad. Con su acuerdo, José de Yanguas y Miranda, secretario.
Excelentísimo señor D. José Rebolledo de Palafox y Melci.

CONTESTACIÓN

Nunca creí, señores, cuando en primeros de junio envié a petición de vuestras señorías a Tudela armas, municiones y una división de tres mil hombres al mando de mi hermano para su defensa, ver el resultado tan poco digno de las vivísimas expresiones con que esa cabeza de merindad, y toda ella me manifestaban sus deseos de lograr el amparo de Aragón, decidido desde un principio por nuestro amado soberano Fernando VII con el objeto de defenderse e impedir la entrada de las tropas francesas que tanto han desbaratado esta provincia, por no haberse sostenido esta ciudad.
No dudo del verdadero afecto de este pueblo noble y generosos a nuestro soberano, pero recelo de algunos cuyas traiciones han manchado el nombre español, y cuyos intereses particulares arrastraron quizá a la violencia y opresión del enemigo causando daños positivos a los honrados aragoneses, en cuya defensa tomo yo la mayor parte. Sea en buena hora recibido por mi el homenaje que nuevamente tributa a nuestro amado soberano esa ciudad y merindad. El reino de Aragón la abrigará en su seno y la sabrá conservar limpia y libre de enemigos encubiertos, tomando a su cargo la grande obra de extinguirlos y darles el justo castigo que merecen los traidores.
Enviaré un gobernador y comandante militar que bajo mis principios y detalle que observa este reino invencible restituya el buen orden y disciplina, forme los alistamientos y exija la justa y moderada contribución que ha acordado, en cambio del crecido número de fusiles y demás municiones de guerra que no ha sabido conservar.
El augusto rey Fernando sabrá conciliar la situación en que se ha visto esta ciudad con la debilidad que dio causa a ella en los principios, y sabrá perdonar errores que tanto han costado a esta nobilísima ciudad por la generosidad con que lo ha sufrido. Envíenme vuestras señorías un detalle de lo ocurrido en esta época, y espero que en adelante acreditarán en adelante su amor y lealtad a nuestro soberano, cuya causa, si como Aragón la defendiese esa ciudad noble y valerosa hasta que no quede piedra sobre piedra, podrá esperar entonces todo auxilio. Tal es el modo con que respondo a su apreciable carta que me ha sido lisonjera, tanto como amargo el recuerdo de su error; entretanto, procuro los medios más oportunos para su felicidad, bajo las reglas que constituyen la nuestra. Dios guarde a vuestras señorías muchos años.
Zaragoza 22 de agosto de 1808. José de Palafox y Melci. Señores alcalde y ayuntamiento de Tudela, cabeza de merindad.

Día 24

Este día se trasladaron a su convento las religiosas de Jerusalén desde Zuera, no obstante lo muy derrotado que había quedado. Siguieron las buenas noticias de nuestras tropas en Navarra, y de estar ya próximas al enemigo, el que por dos ocasiones había rehusado llegar a las armas huyendo precipitadamente.
El ilustrísimo señor obispo de Sigüenza D. Pedro Inocencio Vejerano quien estaba por huir de los franceses en uno de los lugares de su mitra en Aragón, dijo misa en la Santa Capilla.

FUNCIÓN DE EXEQUIAS POR LOS DEFENSORES DEL PRIMER SITIO

A las 12 dieron principio las campanas de las dos catedrales a la función de exequias que la piedad del ilustrísimo Cabildo había determinado consagrar a la buena memoria de los valerosos defensores de Zaragoza muertos en las heroicas acciones de su sitio, y a las 5, con asistencia del ayuntamiento convidado del Cabildo y el excelentísimo señor D. Francisco Palafox con varios oficiales de graduación incorporados en los bancos de la ciudad, se cantó un solemne oficio por todo el clero, y capillas de ambas iglesias que duró hasta las 7, finalizándose con el responso de rúbrica. El presbiterio, sillas, púlpitos y bancos, todo estaba enlutado y en su centro se colocó el magnífico capelardente que solo usa el Cabildo para sus prelados, donde había un túmulo sepulcral cubierto con el rico paño capitular, bordado de oro con las armas de la Iglesia, en el que ardían mas de 300 luces, y en los ángulos de su remate estaban colocadas al aire las cuatro banderas que el Real Cuerpo de Carabineros ofreció a Nuestra Señora concluida la guerra de Francia año 1795, y se ven sobre la repisa de su tabernáculo al frente del coreto, a cuya función asistió numeroso concurso.

Día 25

A las 10 se principió la función habiendo pasado antes el ayuntamiento y luego S.E. a quien recibió el Cabildo, colocándolo en el coro junto al señor deán se dio principio a los laudes y enseguida la misa con la mayor solemnidad. Concluida ésta, dijo su oración fúnebre el padre Basilio Boggiero de Santiago, de las Escuelas Pías, en la que nos hizo ver los prodigios de valor de nuestros conciudadanos, especialmente en el memorable día 15 de junio. Concluida se cantó el último responso saliendo todo el clero alrededor del túmulo, entre ellos S.E., dándose fin con un patético lúgubre Requiescant in pace.
Hubo guardia a la funerala junto al túmulo y en la plaza del tercer batallón del Pilar que hizo las tres descargas de ordenanza, habiendo en la orilla del Ebro frente al santo templo colocados cuatro cañones cuyo estrepitoso sonido hizo más plausible la función. El Cabildo pasó a dar las gracias a la Ciudad y jefes militares por su asistencia y enseguida salió a acompañar a S.E. hasta la puerta en la que le esperaba la tropa y paisanos que le hicieron una descarga, llenándole el innumerable concurso de vivas y aclamaciones hasta su palacio, a quién siguió el ayuntamiento formado.
El ilustrísimo señor obispo de Sigüenza asistió a ambas funciones en la tribuna del coro junto al órgano, donde se le puso su almohada, como acostumbra esta iglesia con las personas de su carácter.
Se dio principio a hacer algunas baterías en las inmediaciones de la ciudad, siendo la primera en el puente de la Huerba. Se publicaron dos cartas de S.E. al general de las tropas de Castilla D. Gregorio de la Cuesta, y al gobernador interino del Consejo D. Arias Mon, e igualmente otra que recibió S.E. del conde de Montijo, general de las combinadas de Aragón y Valencia con algunas noticias de Madrid. Las religiosas Catalinas, por haber padecido tanto su convento, se trasladaron al de Jerusalén. Hoy se castiga a una mujer por llevar cartuchos a los enemigos con 200 azotes y magnífica coroza.
Estos días hubo mucho concurso de gentes forasteras y muchísimos a pies descalzos a visitar a nuestra Señora del Pilar.

CARTAS DE S.E. AL GENERAL DE LAS TROPAS DE CASTILLA

Excelentísimo señor: por la apreciable carta de V.E. del 14 me he enterado de las ocurrencias que han sobrevenido en el ejército de V.E., y me es del mayor aprecio la enhorabuena que se sirve darme.
He visto que ha instancias del Consejo ha socorrido V.E. a Madrid con lo más escogido de sus tropas, y que se ocupa de arreglar las demás para ponerse en breve en estado de arrojar de nuestra patria los execrables enemigos que a la sombra del engaño y la perfidia, protegidos por algunos traidores y enemigos de nuestro reposo, van huyendo. Los sentimientos que me manifiesta V.E. y que son tan conformes a los de un militar que reúne a los talentos de su profesión el patriotismo más acendrado, me han llenado de satisfacción, y son conformes en todo a mi modo de pensar. En Madrid no se necesita tropa alguna; sus habitantes solos estando armados bastan para defenderse, y harán gustosos todo sacrificio en honor de la justa causa que defendemos, y para vengarse de los viles asesinos del 2 de mayo, y de los ultrajes que han cometido después.
El ejército francés que ha sitiado esta plaza y huido precipitadamente de ella perseguido por las tropas de este reino, y al paso que esto me proporciona un punto de seguridad para restablecer el cuartel general en el centro, no debo prescindir de la reunión del ejército español, para evitar que la Navarra, Rioja, Castilla y Aragón mismo sean la víctima de sus fuerzas, que creo se reunirán en la orilla izquierda del Ebro, ya que no han podido dominar esta otra parte. En consecuencia, ruego a V.E. que destine su ejercito situado en Madrid hacia Soria o Logroño, para que obrando de concierto con el mío, combinado ya con el de Valencia y las tropas que he podido alistar en Navarra, logremos el digno y honroso fin de nuestros deseos, que es salvar la patria, la religión y los derechos de nuestro legítimo rey.
Escribo hoy en el mismo sentido al general D. Pedro de Llamas que se halla en Madrid y al gobernador interino del Consejo manifestándoles la inutilidad de que permanezcan las tropas en Madrid, cuando allí no hay enemigos y estos destruyen las provincias mas hermosas de la España, y pueden sacrificar a los valientes defensores de ellas que han acudido a su socorro y que han sabido resistirle con tan pocas fuerzas y a tanta costa.
Tengo noticia de que el 19 debían entrar en Logroño una división de cinco mil hombres del ejército de Bessières, que sin duda tendrá el objeto de penetrar en Soria, destruir y robar cuanto encuentre donde quiera que llegue y aun volver a Aragón combinando sus fuerzas con las de los sitiadores de esta capital, y de su pretendido rey José. Me lisonjero de que V.E. enterado de todo concurrirá por su parte a impedir tan perniciosas consecuencias. Dios guarde a V.E. muchos años.
Cuartel General de Zaragoza, 21 de agosto de 1808. José de Palafox.
Excelentísimo señor D. Gregorio de la Cuesta.

OTRA AL DECANO DEL CONSEJO

Ilustrísimo señor: cuando creía que el Consejo, noticioso de haber alejado los franceses hasta Burgos y Vitoria, hubiese contribuido a que el ejército de Valencia y el del general Cuesta se situasen en sus intermedios y en posición de poder auxiliar este reino y sus provincias limítrofes, observo con el mayor sentimiento que ha reunido en Madrid ambos ejércitos. Esa capital, armados sus habitantes, sabrá hacer una defensa digna del celo y patriotismo que siempre ha demostrado, y defender su religión, los derechos de su monarca y la integridad y decoro español, y situadas además las fuerzas que  inútilmente tiene en las inmediaciones del enemigo, sabrán estas formar una barrera impenetrable para impedir todo retroceso.
No podré mirar con indiferencia que el Consejo se desentienda de este principio, y que se olvide que los enemigos reuniendo sus fuerzas, después de devastar las provincias de Castilla, Vizcaya, Rioja y Navarra formen el designio de hacerse fuerte en ellas y ocupar toda la orilla izquierda del Ebro. En vano serían mis fatigas y los esfuerzos nunca bien ponderados de los zaragozanos y aragoneses, si las fuerzas combinadas de todo el reino, teniendo en sus manos el laurel del triunfo, no se apresuren a merecerlo y aspirasen sólo a defender limitadamente su territorio.
Puesto en el caso de poder ser útil a mi patria, desde luego consideré por tal la España toda, y aunque no he tenido poco quehacer para sostener la capital de Aragón, considerándola como una plaza que había de influir esencialmente en la defensa del resto de la nación, he auxiliado a Navarra, Rioja y Cataluña, y hallado después en estas provincias la recíproca. Me propuse sacrificar mi vida en defensa de mi legítimo rey, de mi religión y mis conciudadanos, y así lo manifesté a la Europa toda en 31 de mayo. Fiel a mis principios, seré invariable en mi plan, y si las consideraciones que preceden fueren fundadas, el Consejo, si no hubiere otras razones más poderosas que ellas, será responsable para mí de las consecuencias que puedan y deban resultar de la permanencia de los ejércitos en Madrid.
El ejército de Valencia al mando del general D. Pedro Llamas tiene orden de la Junta Suprema de aquel reino para venirse a situar cerca del mío, y aunque días que se me ha participado así, no tengo noticia aún de que haya salido de Madrid. Dios guarde a vuestras señorías muchos años.
Cuartel General de Zaragoza, 21 de agosto de 1808. José Palafox y Melci.
Ilustrísimo señor D. Arias Mon y Velarde.

EL CONDE DE MONTIJO A NUESTRO GENERAL

Excelentísimo señor: después de haber entrado ayer en esta ciudad por medio de las aclamaciones de un inmenso pueblo que se había reunido para ver pasar las tropas de mi mando, vino a cumplimentarme a mi casa con toda ceremonia el ilustrísimo ayuntamiento; recibí sus cordiales afectos en obsequio de la justa causa que defendemos y me pidió quedarse persuadido que, a pesar de haber sufrido por más de dos meses el pesado gobierno de los franceses que por todos los medios habían intentado destruir esta ciudad y pueblos circunvecinos, con todo echaría mano de todos los restos de sus facultades para defender el trono del rey, la causa de la religión y los fueros y privilegios de toda la nación. Contesté en los mismos términos al ilustrísimo ayuntamiento, le aseguré que además de los sentimientos de toda la nación, relaciones personales me unían particularmente a la Navarra; mandé, conforme a las ordenes de V.E. e instrucciones reservadas, que en esta tarde se proclamase (como se ha hecho) a nuestro augusto soberano D. Fernando VII, cuyo acto verificado con la mayor solemnidad presidido por mi, y autorizado por los generales y oficiales y alguna parte de las tropas de mi mando que asistieron formadas a tan solemne proclamación, obliga de nuevo a los tudelanos en la defensa de la causa más justa. Yo tengo la satisfacción de ponerlo todo en noticia de V.E. asegurándole que emplearé con gusto todos los momentos para dar una verdadera dirección a las tropas que se levanten en este reino, y le ruego al mismo tiempo se digne de permitirme pueda dispensarles yo la protección de los ejércitos combinados que V.E. se ha servido de a mi mando. Dios guarde a V.E. muchos años.
Tudela, 22 de agosto de 1808. Excelentísimo señor. El conde de Montijo.
Excelentísimo señor capitán general del ejército y reino de Aragón.

En el Diario se insertó la paz con Inglaterra recibida de oficio por S.E. fecha en Londres, en el palacio de la reina, a 4 de julio, con un discurso de los ingleses contra Francia.

Día 26

Salió S.E. a caballo acompañado de su acostumbrada comitiva a reconocer el campo del enemigo, y habiendo llegado hasta San Lamberto, donde tenían los enemigos su hospital, lo hallaron todo derrotado, habiendo practicado en él los mayores desacatos así en las imágenes como en los vasos sagrados, hallándolo todo lleno de despojos de ropas, reses muertas, y otras cosas robadas de la ciudad y pueblos inmediatos, y una zanja que cruzaba desde dicho convento hasta el Ebro, que habían hecho para llevar cubiertas sus tropas y libertarlas de nuestras balas. Este día salió el bando y manifiesto de S.E. relativo a varias providencias sobre la administración de las rentas del reino, contribuciones, confiscación de bienes a los expatriados y expulsión de los franceses no naturalizados, el que se circuló a todo el reino y se pone a continuación.

MANIFIESTO Y BANDO

La subsistencia del ejército que tan gloriosamente ha defendido esta capital ha llamado con preferencia toda mi atención, y para que nada faltase a tan digno objeto di las órdenes convenientes, que se circularon en 30 de mayo, 7 y 22 de julio, dirigidas a reunir y cobrar todos los frutos públicos, teniéndolos a disposición del Intendente a fin de que pudiese ocurrir a los indispensables gastos que se han originado en la fortificación de esta capital, compra de caballos, vestuario, armamento y provisión de las tropas que la han defendido. Todo se ha hecho con una prontitud admirable y muchos individuos de la ciudad de Zaragoza han franqueado cuanto se les ha pedido y su situación les permitía para ocurrir a las necesidades. Es inútil ponderar los esfuerzos extraordinarios que ha sido preciso hacer para sostener este ejército, y es menester confesar que a los valerosos defensores de Zaragoza se debe la conservación de nuestra fe, el patrimonio de la Iglesia, la subsistencia y aún la vida de todos sus ministros, la fortuna de los pudientes del reino y la integridad de la nación. Aquellos que ya porque se ausentaron de Zaragoza, temiendo los estragos que hemos experimentado en ella, y todos los que han tenido la ventaja de que los enemigos no penetren en sus pueblos es preciso se convenzan de que la salvedad de sus personas y de sus bienes la deben al ejército y a los valerosos zaragozanos que han presentado sus heroicos pechos para contener al enemigo y rechazarlo. Es menester que consideren que lloran algunos la pérdida de sus parientes y amigos, que han muerto llenos de gloria en los ataques, y otros se ven privados de sus casas, del dinero que tenían en ellas, de todo su menaje y hasta de sus ropas que han sido víctima del fuego, de las ruinas o rapiña del ejército francés, mientras que ellos  tranquilamente están posesión y goce de sus tesoros. Es menester que se persuadan de que el apronto de una parte considerable de sus fondos y rentas es un deber sagrado que no podré menos de exigir a los pudientes ya sea en donativo o bien en calidad de contribución o préstamo. Que todos los que disfrutan empleos ya eclesiásticos y seculares de alguna consideración no podrán exceptuarse, ni dejar de experimentar los efectos de esta regla general que imperiosamente reclaman la seguridad de la patria y la puntualidad del pago, y buena asistencia de unas tropas tan dignas de aprecio y del reconocimiento de toda la España. Y en fin es preciso que sin esperar que llegue el caso de que sus fortunas sean formalmente demostradas, y hayan de prestar o contribuir en razón de la que se les gradue prudentemente por la Junta de Hacienda, se apresuren a aprontar desde luego en la tesorería de este ejército lo que puedan, sea por donativo o por préstamo, dando parte al Intendente de lo que fuere para que, constándole, pueda tomar sus disposiciones y aplicarlo a los pagos más urgentes.
Ha llegado a mi noticia que en algunos pueblos del reino, contraviniendo a lo que he mandado, y sin menor noticia del Intendente que debe inspeccionar todas las rentas y cuidar de su legítima inversión, se ha dispuesto de los fondos pertenecientes a diferentes ramos y distribuídose  a los alistados para el servicio por los comandantes que han recibido el dinero. Que algunos de estos, suponiendo órdenes mías, y que otros aumentando el número de alistados les han pagado su prestación no obstante que permanecían en sus hogares sin armas y sin hacer servicio alguno, y resultando de estos abusos consecuencias graves, contrarias a mis sentimientos y modo de pensar y a la conservación del orden tan necesario para el bien general, y a la rectitud y pureza del algunos comandantes, que no deben confundirse con los demás. Para cortar de raíz todo exceso y lapidación y castigar a los que habían incurrido en ellos, se llevarán a efecto con el mayor rigor las disposiciones prescritas en los artículos siguientes, y se circularán por todo el reino de Aragón para que nadie pueda alegar ignorancia.
1º. Todos los administradores, tesoreros, depositarios y recaudadores de las rentas reales, contribuciones, sal, bulas, papel sellado, subsidio, excusado, noveno, primicias, encomiendas, vacantes y rentas de los sujetos comprendidos en el artículo 2º del bando de 7 de julio, inclusas las del excelentísimo señor arzobispo y las de los demás ramos sin excepción alguna, aun cuando determinadamente no se expresen aquí, presentarán dentro de un mes sus cuentas hasta el 31 de mayo último, remitiendo a esta tesorería de ejército todos los fondos que por dichas cuentas resultaren sobrantes, y aprobando en el momento las existencias para el mismo fin, dando aviso al Intendente de este ejército y reino.
2º. Que cualquier habitante de Aragón que supiere que hay detenidos fondos del real erario o de algún otro de los ramos que comprende el artículo antecedente, o que en su manejo se cometan abusos, lo ponga reservadamente en noticia del Intendente, en inteligencia de que no se sabrán sus nombres.
3º. Que se apremie con todo rigor a los que resultaren deudores del real erario por atrasos en todos los ramos indicados haciendo de ello responsables a los mismos administradores y demás empleados, y a las justicias y tropa cuyo auxilio reclamaren su ejecución.
4º. Que las juntas de cabeza de partido de todo el reino, los corregidores y justicias de los demás pueblos remitirán dentro de 15 días al Intendente general una razón circunstanciada de todas las cantidades entregadas en dinero o en efectos a los comandantes de los tercios o a otra persona, expresando la procedencia del dinero, si es por donativo, o a qué ramo pertenece, para que con este conocimiento pueda hacerse el cargo correspondiente por la Contaduría principal a los que lo hayan percibido, y estos acreditan su inversión.
5º. Que en todos las cabezas de partido, los corregidores y juntas de gobierno y en los pueblos, los curas, alcaldes, regidores y dos vecinos honrados formen lista de las personas que tuvieren caudales, y se abra una suscripción formal, en la cual exprese cada uno la cantidad que quiera aprontar para los gastos de la presente guerra, por donativo, o por préstamo, en inteligencia de que nadie podrá excusarse, y que conforme a la graduación de sus rentas o fondos se exigirá como una contribución, pues a todos debe estimular a hacer cuantos esfuerzos sean imaginables como me lo prometo.
6º. Habiendo acordado la Junta del reino que se solicitase de las personas pudientes de Zaragoza el apronto de caudales por donativo o préstamo, se verificó uno invitación en 20 de julio. Muchos, excitados de un laudable celo y franqueza han correspondido a las esperanzas de la Junta, y otros por sus pérdidas no podrán concurrir, pero quedan muchos que deberán hacerlo. En consecuencia, la Junta de Hacienda cuidará de que así se verifique con arreglo a este manifiesto en su principio, en lo respectivo a los ausentes, y acaudalados procediendo a invitarlos.
7º. Que se confisque a beneficio del reino todos los bienes de los franceses existentes en Aragón y no han adquirido domicilio ni permanecido en él perennemente los 10 años para naturalizarse, conduciéndolos a las fronteras de Francia, advertidos de no volver más a España, pena de la vida.
8º. Que se confisquen igualmente los de los franceses residentes en Aragón sin naturalizarse, ni haberse establecido, aun cuando haya muchos años que vivan aquí, obligándolos a salir del reino en los mismos términos ya expresados.
9º. Todo español que desde el 31 de mayo último hubiese comprado fincas de franceses, tuviese en su poder fondos o créditos suyos para guardar, lo manifestará dentro de 15 días a la justicia, pena de ser considerado como ocultador y de la confiscación de sus bienes, y de ser desterrado de Aragón.
10º. Que los corregidores y demás justicias donde hubieren residido franceses formen el inventario de todos sus caudales, créditos y bienes, y los remitan al Intendente, quien dispondrá de su venta, pasando su noticia al Juez de Secuestros para que conste.
11º. Que los demás franceses nacidos en Francia que han residido más de los 10 años en España y que tienen familia y establecimientos en Aragón formen un inventario de todos sus bienes con intervención de la Junta de Hacienda de Zaragoza, y se les requiere bajo juramento que no extraigan de España ni un maravedí de sus fondos ni enajenen sus propiedades, permaneciendo por ahora arrestados en sus casas, en el Castillo y Academia, contribuyendo los naturalizados en Aragón con la 4ª parte de sus bienes aplicados a los gastos de la guerra, cuya disposición se toma por estar algunos casados con españolas, hace muchos años que residen aquí y tienen familia, y que otros, aunque casados con francesas, han contribuido para esta y la anterior guerra contra la Francia, habiendo todos al naturalizarse renunciado a su patria, y adoptado bajo juramento la España; pero que si a pesar de esto, algunos de ellos, o todos, se condujeren mal, diesen muestras de sospechosos, o se los probare alguna traición, sobre lo que velarán los vecinos honrados, se les confiscará sus bienes y serán castigados, imponiéndoles hasta la pena de muerte, debiendo entre tanto ser respetadas sus personas.
12º. Que todos los que debieren a los franceses lo manifiesten dentro de 15 días, pena de que si lo ocultaren, se les considerará como encubridores y se confiscarán sus bienes, desterrándolos de Aragón.
13º. Que todos los empleados, corregidores, alcaldes y demás personas de justicia de todo Aragón, a quienes toca que tengan efecto estas disposiciones dirigidas al bien de la patria y al sostenimiento de nuestra santa religión y los derechos de nuestro rey, serán responsables de su ejecución, depuestos de sus empleos y castigados en caso de omisión o confabulación, que no espero de ninguno de ellos.

Cuartel General de Zaragoza, 23 de agosto de 1808.
José de Palafox y Melci.

Día 27

No hubo ninguna novedad especial, se prosiguieron las baterías del paseo de Santa Engracia, y se practicaron algunas diligencias de justicia para encontrar las alhajas y dineros perdidos con motivo de la entrada y saqueo de los franceses. Esta noche se fijaron papeles viendo no se sacaban los franceses estén o no matriculados, pero siempre con el respeto a S.E., amenazándoles que se fueran, pues de lo contrario estaban expuestos a perder la vida, firmados de varios parroquianos de San Pablo y la Magdalena, lo que se verificó muy prontamente, pues habiendo salido cuatro de los que estaban en el Castillo a comprar vino fueron insultados del pueblo en términos que dos de ellos fueron muertos a pedradas en la calle Predicadores, con cuya novedad se dio orden para que no saliera ninguno de la reclusión. A las 6 de la tarde fueron arcabuceados cuatro franceses que habiendo sido cogido prisioneros resultaron ser espías y que iban sembrando discordias entre nuestras tropas. Hoy salió la Gaceta con noticias favorables de la Inglaterra y del grande interés que tomó el pueblo de Madrid a nuestro favor cuando supo de la huída de los enemigos.
Copia de una carta del Lord Martín Almirante de Inglaterra desde Puerto Mahón a nuestro general.

Excelentísimo señor: tengo el honor y sincero placer de comunicar a V.E. la adjunta copia de la proclama de paz con la nación española, ajustada con Su Majestad Británica y el Consejo de 4 de julio último. Es de V.E. su más obediente humilde servidor.
Lord Martín, Gran Almirante.
A.S.E. el presidente del reino de Aragón.

MANIFIESTO DEL REY EN EL CONGRESO

Su Majestad Británica habiendo puesto en su alta consideración las gloriosas ejecuciones de la nación española por la libertad de la tiranía y usurpación de la Francia, y las pruebas de seguridad que tiene recibidas de muchas de las provincias de España, de sus hermanadísimas disposiciones acerca de este reino. Su Majestad está satisfecho, y por ello con la determinación de su Consejo, ordena y manda.
1º. Que todas las hostilidades contra España por parte de Su Majestad cesen inmediatamente.
2º. Que el bloqueo de todos los puertos de España, a excepción de aquellos que puedan estar al presente bajo el cautiverio de Francia, deberán dejarse libres.
3º. Que todos los navíos y barcos vinientes de España serán admitidos dentro de los puertos y dominios de Su Majestad como lo eran antes de las presentes hostilidades.
4º. Que todos los mismos que estarán juntos con los de Su Majestad en el mar serán tratados del mismo modo que los de los demás estados que tienen amistad con los de Su Majestad, y no deberán tener valor otro tratado que éste, considerado por Su Majestad y estimado por llena ley por sus neutrales navíos.
5º. Que todos los barcos y bergantines dirigidos a sujetos residentes en colonias españolas de ningún modo deberán apresarse por corsarios de Su Majestad después de esta fecha, antes serán alegremente recibidos dentro del puerto, cuidados sumamente, preservados de averías, custodiados y dispuestos como los de Su Majestad apenas sean conocidos, en cuyo caso tales navíos y bergantines harán precisamente una causa común con España, contra el poder de la Francia.
Los Lores comisionados de Su Majestad Británica, los secretarios principales de Estado del mismo. Los Lores del Almiraztango, y Jueces de la Corte del Vicealmiraztango han tomado las mismas providencias que aquí se expresan, por lo que a cada uno de ellos puede respectivamente pertenecerles.
Firmado José Contrell. Es copia a la letra. Lord Martin, Gran Almirante.

GACETA DE MADRID 10 DE AGOSTO

En todo ha sido desgraciada la invencible ciudad de Zaragoza, honor y gloria de España, asombro y terror de los orgullosos franceses, porque de otras ciudades y provincias atacadas y oprimidas por aquellas tropas de bandidos hemos recibido algunos papeles impresos, cartas y noticias de sus gloriosas victorias, pero de Zaragoza han sido tan pocas que no podían llenar una página de la Gaceta. Es llegado el día en que sus continuas y señaladas victorias necesitan de un gran libro y de un Zurita para escribirlas dignamente. No era de admirar la extraordinaria falta de noticias, habiendo estado aquella ciudad rodeada por espacio de dos meses del ejército enemigo y teniendo algunas de sus tropas dentro de ella. Sabíamos sin embargo que los valerosos y esforzados aragoneses, llenos de intrepidez y bizarría derrotaban a los fieros franceses en todos los choques y encuentros que tenían, y contaban con tantas victorias como batallas, y tantas batallas como días.
Se recibió por fin el 17 la destacada y gustosa noticia de haber evacuado los franceses aquella ciudad en los términos que expresa el parte del excelentísimo señor D. José de Palafox, que se publicó en Gaceta extraordinaria de ayer, sin embargo de que el vencedor, el héroe de la Europa, el soberbio Napoleón había tomado a su cuenta rendir la capital de Aragón, pero el joven, el intrépido e ilustre Palafox ha desengañado a aquel vano y presuntuoso emperador de que el valor, lealtad y constancia de un general aragonés son muy superiores a la osadía y astucias de un pérfido corso, y que los insurgentes y rebeldes de Aragón son héroes defensores de la patria que saben vencer, derrotar y ahuyentar a los coraceros y polacos que nos pintaban como invencibles.
Esperamos noticias circunstanciadas de los gloriosos sucesos de Zaragoza para publicarlos y satisfacer la impaciente curiosidad del público que tan justamente se ha interesado por la suerte de aquella noble ciudad que con sus glorias ha oscurecido las de Numancia y Sagunto.
Sin embargo de ser las 10 de la noche cuando se recibió en la imprenta real la copia del parte del señor Palafox para publicarle en  Gaceta extraordinaria y en edictos, fue tan grande el júbilo de los jefes y dependientes de aquella casa que inmediatamente iluminaron su fachada, acudió el pueblo a la novedad y enterado del motivo gritaba: viva la Virgen del Pilar, viva Palafox, viva Aragón, viva Zaragoza. Vivirán eternamente en la historia.
El excelentísimo señor D. José de Palafox y Melci, capitán general del ejército y reino de Aragón se sirvió comunicar al Consejo por medio del señor decano gobernador, la plausible noticia de la evacuación y huída de las tropas francesas de las inmediaciones de Zaragoza. Con este motivo tan digno de la consideración del Consejo y de todo el reino, ha resuelto este supremo tribunal que el día de hoy, 19, se tributen las más rendidas gracias a Dios Nuestro Señor por tan señalado beneficio con un Te Deum a que asistirá el Consejo, en la iglesia de Santa María, y se ha dado el correspondiente aviso a los demás tribunales y villa de Madrid.

Día 28

Este día se celebró en todas las iglesias parroquiales de orden del señor provisor la festividad del Santísimo Corpus Chisti, cantando además el Te Deum en acción de gracias por los beneficios recibidos. Hoy marcharon a Madrid los tres comisionados de Aragón para la Junta central de todas las provincias. Se continuaban las fortificaciones.

Día 29

Con motivo de haberse sabido que los franceses habían arrojado al Canal Imperial muchos pertrechos de guerra, mandó S.E. se hiciese una visura, y habiendo sacado dos morteros, se trasladó con su plana mayor y gente llegando a sacar hasta 40 piezas, a saber: ocho morteros, ocho obuses reales, cinco culebrinas y, los restantes, cañones de diferentes calibres, permaneciendo allí S.E. la mayor parte del día animando a los trabajadores. A su retirada a palacio le esperaba una posta del excelentísimo señor marqués del Palacio, general de las tropas de Cataluña, con la noticia de estar ya con su ejército en Villafranca del Penedés, lo que alegró mucho al pueblo.

Día 30

Se continuó en sacar mas artillería del Canal Imperial cuyas piezas se llevaron al parque de artillería, las que todas son de la ciudadela de Pamplona. A las 4 de la tarde de les reventó una granada real a los artilleros que la estaban cargando en su almacén de San Juan de los Panetes y mató a cuatro e hirió a otro muy malamente, cuyos cadáveres se condujeron inmediatamente a la cisterna del Pilar, por cuyas almas dio la gente mucha limosna. La Junta de Hacienda puso un manifiesto para que todos los que deben contribuciones y demás rentas reales satisfagan inmediatamente, ofreciendo perdonar a aquellos que en los bombeos y entrada de los franceses hubiesen padecido menoscabo, resarciéndose dichas cantidades de aquellos que hubiesen abandonado la ciudad.
Se creó la Junta de Sanidad, cuyo objeto fue el cuidado de la salud pública, para lo cual se mandó sacar las enronas, llenar los hoyos, desecar las aguas, rociar las calles con vinagre para evitar la putrefacción de los muchos cadáveres franceses que quedaron en los edificios y calles que ocuparon.
De los ejércitos no hubo ninguna novedad, y solo vino un propio de Benasque con el aviso de haberse asomado por aquel puerto algunos franceses.

Día 31

Se saco mas artillería del Canal Imperial, hasta 53 piezas entre ellas tres culebrinas del tiempo de Felipe V y doña Isabel Farnesio, cuyos nombres estaban esculpidos, y tres morteros grandísimos. Este día entraron 2.500 hombres del partido de Teruel sin armas, los que inmediatamente se destinaron al cuerpo de ejército.
Salió una circular de orden de S.E. dirigida por el Intendente a los arzobispos y obispos de España e Indias pidiendo socorros para esta ciudad, y unos artículos sobre la magnanimidad de los zaragozanos, que llenarán de gloria a sus vecinos, y son los siguientes.
1º. Nadie ignoraba la desprevención de esta ciudad para resistir el ataque del 15 de junio, ni que moralmente fuese posible su defensa, no se echó de ver el menor temor en los que se presentaron al combate ni turbación alguna en sus habitantes, habiéndose celebrado en las iglesias metropolitanas y demás de la ciudad los divinos oficios con la solemnidad correspondiente aquel día víspera del Corpus, de manera que el espantoso ruido de la artillería y fusiles más bien parecía gustosa salva que espantoso estrépito.
2º. Jamás decayó su ánimo a pesar de ser casi continuos los ataques del enemigo y hallarse la ciudad por muy largos días sin auxilio de tropas de línea y con escaso número de artilleros.
3º. Siete mil bombas y granadas disparadas contra sus edificios no bastaron a infundir la menor cobardía, no solo en los hombres, pero ni en las mujeres ni niños que incesantemente andaban por sus calles, concurriendo a sus respectivos destinos, llevando en sus semblantes el majestuoso semblante de la serenidad.
4º. Se veían día y noche sin cesar ruinas de edificios, asolación de campiñas, incendios de mieses, de casas de campo, de conventos y haciendas pingües y, sobre todo, padres, hijos, hermanos y parientes, ya heridos, ya muertos, sin que nada de esto llegase a perturbar al más pusilánime.
5º. Las mujeres han atestiguado constantemente estas verdades presentándose desde el primer día en las baterías y demás puntos de ataque con varonil espíritu para suministrar entre enjambres de balas a los artilleros y combatientes el pan, vino, aguardiente, cartuchos, metrallas y demás subsidios para su vigor y defensa.
6º. El asedio verificado por los franceses en Zaragoza traspasando el Ebro y produciendo el necesario efecto de quedar enteramente interceptadas sus comunicaciones, fue mirado con la indiferencia que sería el asunto de menos importancia. A sus resultas faltaron los abastos. Estuvo el pueblo varios días sin carne, cortadas las aguas de sus molinos, en escasez suma de pan, y comiendo finalmente toda clase de personas el de munición, en cuyo estado (de aflicción por su naturaleza) aconteció al parecer el último golpe con la destrucción de las baterías de Santa Engracia y tapias de San Miguel que franqueó paso al enemigo para entrar en Zaragoza apoderándose de una hermosa porción que su perfidia iba reduciendo a cenizas después de saquearlas. Pero bien lejos de perturbarse sus habitantes en sus operaciones, parece  que engrandecían sus ánimos los mismos daños y peligros, según dispusieron con indecible agilidad y constancia nuevos fosos y baterías en las bocacalles inmediatas al terreno ocupado para impedir al enemigo sus progresos, manteniéndole en esta forma como encarcelado, por 9 días con sus noches, sin dejar al mismo tiempo de destruirle, matando en sus continuos combates a la mejor tropa del enemigo que recogió de esta suerte el debido fruto a su despecho en arrestarse a entrar en la Ciudad.
En suma ha sido tan cruel esta guerra, como sostenida con serenidad. Hemos tenido unos sobresaltos de puro nombre, y unas pérdidas de que se ha hecho gala. Finalmente un testimonio prolongado por espacio de dos meses de que Zaragoza es propiamente el centro donde tiene su asiento la magnanimidad.

CIRCULAR DEL INTENDENTE DE ARAGÓN A LOS ARZOBISPOS Y OBISPOS DE ESPAÑA E INDIAS.

Entre los acontecimientos humanos que la historia puede presentar no hay uno más heroico y más digno de excitar la gratitud de las almas sensibles que el sitio de Zaragoza, combinadas todas circunstancias ocurridas en él, no hay elogio que baste a describirlas. Los paseos e inmediaciones destruidos, cortados sus árboles, arruinadas o quemadas todas sus casas de campo, huertas y olivares que servían para el recreo y gran beneficio de sus dueños, batidas y destrozadas por las bombas, granadas y balas de cañón todas las casas exteriores de la mitad de la circunferencia de la ciudad, volados los templos y las tapias que le servían de muros, incendiadas y arruinadas muchas de sus casas.
Esta sola vista presenta a todos los estragos y horrores de la guerra y las circunstancias y valor de los zaragozanos. Si se atiende a los sucesos particulares sobrevenidos antes y durante el Sitio sólo a los que hemos sido testigos presenciales pueden hacerse creíbles. A la explosión lamentable del almacén de pólvora que sobrevino después de muchos días de ataques y que arruinó una infinidad de edificios, consternando a la ciudad siguió el bombardeo de 1 y 2 de julio que duró días con sus noches; comenzó al propio tiempo el enemigo por todas partes, y atacó formalmente con furor y grandes fuerzas el Castillo y algunas de las puertas de la ciudad, mas sus habitantes, en vez de desmayarse sin descanso, y sin haber podido dormir un solo momento a vista de los heridos y muertos solo pensaban en vencer o morir.
Las mujeres corrían presurosas a dar socorro a los pocos artilleros y soldados que había, y a  animar a los paisanos; algunas de ellas fueron víctimas de su ardiente celo. Los padres de familia veían expirar sus hijos en sus casas por las bombas, y a su mismo lado en el combate y, en vez de llorar su pérdida, seguían tranquilos en la defensa, consolándose sólo con pensar y decir que habían muerto por salvar la patria. Los propietarios miraban con desprecio la pérdida de sus bienes, y aun pedían arruinasen sus olivares y casas de campo, cuando podían servir de asilo al enemigo o de estorbo para nuestra defensa. Desde el más pobre hasta los más acomodados, todos franqueaban gustosos sus toldos para sacos de tierra, sus camisas para la tropa y, en fin, cuanto tenían, se necesitaba y podía desearse.
Llegaron los días 3 de agosto y sucesivos, llovían bombas sobre bombas en el Hospital General donde estaban los heridos y enfermos y nuestros expósitos, y a donde el enemigo dirigía sus tiros; todos corrían presurosos a salvarlos con igual constancia, valor y patriotismo, veían muchos arder sus casas y ser saqueadas por los enemigos. Se veían todos faltos de víveres y aún de pólvora, toda privación les era llevadera, jamás perdieron sus esperanzas, ni su corazón anhelaba otra cosa que la muerte o la victoria. Los que siendo ricos se miraban ya reducidos al solo vestido que tenían puesto y el fusil con que defendían su patria se vanagloriaban de ello. Los menos acomodados se olvidaban de si mismos y de la subsistencia futura de sus hijos, y sólo pensaban en la venganza. Pocos ejemplos presenta ni presentará el mundo de este maravilloso heroísmo.
Ya pasaron aquellos días tan aciagos para Zaragoza, ya la Providencia ha dispensado a sus habitantes el laurel que merecían su constancia y valor, ya el enemigo hubo de huir vergonzosamente, dejando entre nosotros una memoria de odio eterno que, hasta los niños que apenas pueden hablar, pronuncian a gritos, pero a los que hemos podido sobrevivir en medio de tantos males y prodigios, no nos es posible mirar sin verter lágrimas el desamparo a que quedan reducidas tantas familias dignas de mejor suerte. El excelentísimo señor capitán general, cuya alma sensible y grande llora tantas desgracias, me ha encargado de ocurrir y proponer el remedio, cuando otras atenciones me lo permitieran; mas S.E. no sosiega, ni yo que veo la urgencia de socorrer a tantos infelices, que tienen hasta la prudencia de disimular los quebrantos y necesidades, porque se hacen cargo de las muchas y urgentes atenciones a que es preciso ocurrir.
He creído, pues, que abriendo una subscripción en toda España y América hasta sacarse una cantidad bastante considerable para mejorar su suerte y darles el consuelo que se merecen. Para ello, con aprobación de S.E. y conforme a ella me dirijo a todos los muy reverendos arzobispos y reverendos obispos de ambos reinos de cuya caridad, cristianismo y amor a las virtudes, esperando que dando por si el ejemplo, y excitando la caridad de todas las corporaciones e individuos particulares pudientes de sus respectivas diócesis lograrán auxilios pecuniarios suficientes para indemnizar a los desgraciados habitantes de Zaragoza que han quedado reducidos a la indigencia por libertar a toda España del yugo opresor de la Europa.
Espero del acreditado celo de V.S.I. que contribuirá a que se realice en breve esta subscripción en su diócesis, anotando las personas que contribuyan para un objeto tan importante, tan grato a los ojos de nuestro Dios, y que mirará con el debido aprecio nuestro amado rey.
El dinero que V.S.I. recogiere para este fin, se servirá tenerlo a disposición del ilustrísimo Cabildo eclesiástico de esta santa iglesia metropolitana que cuidará de reunirlo para, de acuerdo con los curas párrocos distribuirlo a las personas más necesitadas y subsanar hasta donde alcance las pérdidas que han experimentado, y serán eternas.
Dios guarde a V.S.I. muchos años. Zaragoza y agosto 26 de 1808.
Lorenzo Calvo de Rozas.

Esto es cuanto hasta el día último de agosto ocurrió en el memorable primer sitio, relativo a las heroicas acciones ejecutadas en la imperial Zaragoza, escritas el mismo día que sucedieron, y aunque no todo lo que pasó se incluye en este Diario (pues esto es imposible a un sujeto solo) cuando menos podrá formarse una razón exacta del día fijo de sus acontecimientos que debe ser el alma de esta clase de escritos, como lo fue su autor, para perpetuar las brillantes empresas de sus compatriotas, y eternizar su memoria.

DIARIO DEL SEGUNDO SITIO DE ZARAGOZA
                         AÑO 1808-1809


Cuando los habitantes de la inmortal ciudad de Zaragoza, coronados de laureles, adquiridos por su inaudito valor en su primer Sitio (Sitio que no sólo dará honor a toda España, si es al mundo entero en los fastos de la historia)  descansaban en el seno de sus familias de sus inmensos trabajos, con la dulce satisfacción de haber vencido  los valerosos y conquistadores ejércitos del emperador Napoleón, y conservado los legítimos derechos de Su Majestad el señor D. Fernando VII, por cuyas razones olvidaban de sus buenos maridos, queridos hijos e intereses, acreditando en esto su heroico patriotismo y decidido amor a su soberano, firmemente persuadidos de que sus victorias conseguidas debían seguramente atribuirse a la singular protección de su patrona Nuestra Señora del Pilar, más que a su valor, he aquí que por las noticias positivas que recibió el excelentísimo señor capitán general de las tropas llegadas en dispersión el 27 de noviembre de que los franceses se hallaban en bastante número en Tudela y pueblos inmediatos, con cuya noticia se continuó trabajando con la mayor actividad con toda clase de personas en las baterías y fortificaciones, colocando asimismo sus avanzadas para observar al enemigo, manteniéndose en dicha ciudad hasta el 28 del mismo, que se supo estaba en los pueblos de Utebo y Monzalbarba, con cuyo aviso se dieron las mas rigurosas órdenes para activar los trabajos de fortificación noche y día, colocando artillería en las baterías, cortando los olivares y derribando las torres que pudieran estar al alcance del cañón. Dicho día entró más tropa, llegando ya a componer mas de 35.000 hombres de tropa arreglada. Asimismo al medio día recibió S.E. una posta de la villa de Sos, en que avisaban haber pedido raciones los franceses, cometiendo muchos robos en todos los pueblos; con esta noticia se mandó estuviese la tropa sobre las armas.

Día 29 de noviembre de 1808

Estaban los franceses en la misma situación, habiendo ejecutado muchos robos en los pueblos pequeños, y que habían pegado con nuestras avanzadas de San Lamberto con las que se tirotearon. S.E. dio el mando económico para las tropas que debían estar en la ciudad al teniente general D. Juan O´Neille, y para las que ocupaban los puntos de afuera al mariscal de campo D. Felipe Saint-Marq; al mismo tiempo salió orden de S.E. habilitando la entrada y salida de todos los forasteros que traigan víveres con sus carros y caballerías, sin emplearlos en ningún trabajo, por haber notado que por el riesgo de embargarlos, no querían venir a traer géneros de primera necesidad. Esta misma tarde pasó por las inmediaciones de esta ciudad una división de infantería y caballería compuesta de 5.000 hombres que estaban en Sos, y de orden de S.E. salieron tropas a acuartelarse a Juslibol, para estar al frente del enemigo que, aunque en pequeño número, se dejaban ver por los pueblos de la ribera, teniendo su mayor fuerza en la villa de Epila. Se continuó con el mayor ardor en el trabajo de las baterías y desmonte de torres, habiéndose volado el convento de San Lamberto que estaba a media legua de la ciudad. Se dio orden de trasladar a la villa de Monzón todos los presos que había en las reales cárceles, no quedando más en ellas que el conde de Fuentes y dos más.

Día 30

Las noticias de este día fueron el estar muy próximos los enemigos, como que se habían situado en Utebo, puente del camino de la Huerba y sus inmediaciones, por cuya causa se dio orden de pasar a Torrero mas de 2.000 hombres, otros a la Casablanca y al convento de San Lamberto. A las 3 de la tarde se presentaron junto a la ciudad un número considerable de caballería francesa, que tiró desde Valdespartera por debajo de Santa Bárbara hacia la Casablanca, de donde fueron repelidos a vivo fuego, precisándolos a retirarse hacia el paso del ganado donde permanecieron toda la noche. Nuestra tropa que guardaba el punto de San Lamberto ocupó parte del equipaje del general Lefebvre que venía a aposentarse en dicho convento donde había estado el primer asedio. Toda la noche estuvo la tropa en vela, como el paisanaje, con orden de acudir al primer aviso a donde fuera conveniente. S.E mandó asimismo salir cuatro mil hombres por si se acercaban a la ciudad, y además tuvo junta de generales compuesta por su hermano D. Francisco, O´Neille, Butler, Sant-Marq, Villava y Perena, acordando las providencias más oportunas.

Día 1º de diciembre

Desde muy por la mañana empezaron nuestras tropas de Torrero hacer fuego a los franceses, y aunque estuvieron muy fuertes hasta el mediodía, no pudieron adelantar, perdiendo bastante gente, cogiéndoles cuatro prisioneros con sus armas los Voluntarios del 2º batallón que se tiraron a ellos, y la artillería de la batería de Vistabella hizo prodigios, matando bastantes. En la Casablanca hubo también otro choque en el que perdieron gente, haciéndoles huir precipitadamente, y lo mismo sucedió en las inmediaciones de San Lamberto, de cuyas resultas se retiraron a las alturas con intento de pasarse hacia la Cartuja de la Concepción, cuyo monasterio habían desamparado ya los monjes. S.E. dio orden y eficaces providencias para habilitar las tropas que estaban aun dispersas, mandó asimismo tocar generala para que a las 2 de la tarde se formara toda la tropa, destinándola a los puntos interiores de la ciudad. Se prosiguió en el destrozo de las torres inmediatas al Canal, y también a cortar los olivares desde Casablanca hasta la ciudad. Este día salieron para la villa de Calanda las oficinas de Contaduría y Rentas y parte de la Tesorería por el riesgo que podían tener los papeles, saliendo además muchísima gente.

Día 2

Escarmentados los enemigos con el golpe que se les dio por la Casablanca, Torrero y San Lamberto, se retiraron hasta Alagón, pasando algunos de ellos por la barca de Torres al Castellar, y de allí a Zuera, con cuya noticia se mandó salir hacia aquella parte bastante tropa de infantería y caballería, y poner en defensa toda la parte que mira al camino de los Molinos y Cogullada, haciendo derruir varias torres, tapias y todos los árboles inmediatos a la ciudad. Este día se recibió otra remesa de fusiles ingleses enviados por el general Doyle desde Tarragona, los que inmediatamente se repartieron a la tropa desarmada.

Día 3

Este día amanecimos libres de franceses por la parte de Navarra pues desampararon todos los lugares que hay desde Alagón acá, en los que, además de robar cuanto pudieron, habían ejecutado cuantas maldades acostumbraban, siendo su marcha precipitada a causa de haberse encontrado los ranchos hechos y puestas las mesas, encontrándose en la Casablanca y demás parajes ocupados por ellos muchas ropas, alhajas de plata, y aún dinero. Salieron en su busca nuestras tropas pero no dieron con ellos, aunque algunos se dejaron ver en la villa de Zuera y Villanueva de Gállego. Por la tarde hubo revista de todas las tropas de la guarnición que se ejecutó en el camino de Barcelona por el teniente general D. Juan O´Neille, comandante de las armas de la plaza, saliendo formadas con sus respectivas músicas y banderas, durando más de dos horas su salida, y concluído salió S.E. a quien toda la tropa le hizo los honores como a capitán general de ejército.

Día 4

Se tuvo noticia de que los enemigos habían ejecutado muchas maldades en Zuera y pueblos inmediatos, y al mismo tiempo se supo que una partida de ellos habían hecho noche en el pueblo de María, por cuyo motivo se destacaron varias partidas hacia Torrero, almacenes, camino de Cuarte y Santa Fe. Se hizo además una cortadura junto al puente de América hacia la ciudad, colocando a su altura un cañón de a 24; se hizo también una nueva batería en lo alto de la subida de Torrero. Se pasaron algunos soldados polacos los que fueron conducidos al Castillo.

Día 5

Siguieron las malas noticias de las maldades y robos cometidos por los enemigos en todos los pueblos a 8 leguas al contorno de esta ciudad, y al mismo tiempo se condujeron algunos prisioneros franceses cogidos por los mismos vecinos que estaban guardando sus haciendas. Se trabajó mucho en las baterías, fortificaciones y corte de árboles. Se publicó un bando por el general y Real Acuerdo para que todos los que hubieran traído a sus casas madera de dichos cortes que pudieran servir para construcción de cureñas las que llevasen inmediatamente a la plaza del Pilar.

Día 6

Muy por la mañana se tuvo noticia de haberse ausentado los enemigos hasta más allá de Epila, y puesto su cuartel general en Gallur, aunque algunos se habían retirado hacia las Cinco Villas por Tauste hasta Ejea, la que habían saqueado y aún querían exigirles dinero, y en su visita se tomaron las disposiciones para ir a contenerlos. Con motivo de haberse venido algunas tropas del ejército del Centro a esta plaza, salió a nombre del reino de Aragón una proclama animándolos a tomar partido en nuestra defensa. Por la tarde recibió S.E. un posta de haber preso de orden de la Junta Central al general Castaños en Sigüenza, con su obispo y otros personajes, por sospechosos en la desgraciada acción de nuestras tropas en Tudela. No se cesó día y noche en adelantar las baterías y fortificación para la mayor defensa. Diéronse asimismo órdenes para que no faltase el pan a la tropa y vecindario.

Día 7

Se supo que los enemigos habían hecho mil maldades en Alagón y pueblos inmediatos, quemándolo todo, y sin perdonar las iglesias, ejecutando lo mismo en varios lugares de las Cinco Villas. Se dio orden de que para el mejor cuidado de las baterías inmediatas a la ciudad asistieran día y noche un eclesiástico y un religioso, lo que se verificó desde este día. Se cogieron algunos prisioneros de las avanzadas que tenían los enemigos en Utebo y las Casetas. Se colocó una nueva batería encima del puente del camino de Madrid pasado la Casablanca, haciendo cortar todos los olivares que miran desde dicha batería a Zaragoza a derecha e izquierda, e igualmente el Canal Imperial vertiendo toda el agua al Jalón por más arriba de las obras de Grisén, para impedir el traer por dicho cauce artillería y municiones, como sucedió en el primer sitio.

Día 8

No hubo novedad en esta plaza, más de las acostumbradas tropelías y excesos en los pueblos inmediatos. En San Lamberto sucedieron algunas desgracias con motivo de haber echado un barreno de pólvora para destruirlo; prosiguiéndose en cortar los olivares que hay más allá de la Casablanca para facilitar el tiro de la nueva batería.

Día 9

Los enemigos continuaron haciendo sus acostumbradas correrías en todos los pueblos de la ribera, llegando hasta Monzalbarba; sin embargo se pudieron sacar de las Casetas dos carros cargados de trigo para esta ciudad, a cuyo resguardo fueron 200 Voluntarios del 1º de Aragón, quienes los defendieron, sosteniendo el fuego del enemigo hasta ponerlos en salvo, logrando matar algunos franceses, y por nuestra parte no más de dos heridos. Llegó a esta ciudad un oficial español venido de Francia, que se aseguró traía noticias muy interesantes que comunicó a S.E.; también se cogió por los montañeses de las Cinco Villas un correo francés con pliegos para su ejército los que se entregaron a nuestro general.

Día 10

Los enemigos continuaron manteniéndose en la misma situación que el día anterior en las inmediaciones del Ebro. Llegaron 1.000 fusiles más, sobre los ocho mil que se habían recibido de los ingleses. Se continuó trabajando en las baterías y reductos, no cesando en derruir cuanto pueda oponerse al alcance del cañón.

Día 11

Se supo que los enemigos estaban en los mismo términos, se mandaron salir mil hombres a la batería del puente del camino de Madrid, junto a la Casablanca, en donde se tocó generala al mediodía, por decirse venían dos columnas por el puente de la Muela, pero no se verificó, que se fueron hacia Utebo y otros lugares, en donde cometieron sus acostumbrados excesos, marchándose de modo que aunque de la plaza salió mucha tropa, no los encontraron. Se activaron muchísimo los trabajos de las baterías en los parques de artillería e igualmente en la fábrica de pólvora en la que se hacían 24 arrobas cada día.

Día 12

Siguió el enemigo incomodando los pueblos de la ribera como los días anteriores, saliendo tropa así para dichos sitios como hacia el camino de Huesca, por noticias que se tuvieron de si querían venir por el río Aragón. Se prosiguió los trabajos de las baterías, especialmente en la que se estaba construyendo en la subida de Torrero y en Buenavista, habiéndose construido otra en las Tañerías junto al corral llamado de Marigaita, desde la cual se domina mucha parte de la orilla del Ebro.

Día 13

Aún se mantuvieron los enemigos en los mismos sitios haciendo sus rotos y tropelías. Se pasaron algunos franceses a nuestro ejército, los que fueron conducidos al Castillo. Se publicó un manifiesto de S.E. sobre hacer salir de Zaragoza en el término de 24 horas a todos los franceses, a quienes los nuevos apuros habían reunido en ella.

Día 14

Se tuvo noticia de haberse dejado ver el enemigo hacia las fronteras de Jaca por lo que se dio orden para que pasasen allí algunas tropas. Se cogieron tres prisioneros en las inmediaciones del puente del camino de la Muela y se prosiguió con los trabajos de fortificación.

Día 15

Se cogieron por nuestras avanzadas algunos prisioneros, entre ellos un teniente coronel prusiano, conduciéndolos al Castillo. Se mandó ir a trabajar por barrios a todo el vecindario a las baterías para su más pronto adelanto.

Día 16

Se recibieron noticias de que los enemigos se iban alejando de los pueblos inmediatos a Zaragoza, dejándolos en muy mal estado. Este día murió el marqués de Ugarte de Tudela, el que prendió y trajo al conde de Fuentes. También se trajeron varios prisioneros de los dispersos de Alagón y pueblos inmediatos.

Día 17

Se supo por las ordenanzas que vinieron de Alagón y la Muela, que nuestras tropas habían ocupado aquellos puntos, los que habían dejado tan deteriorados en términos de estar inútiles las casas y posesiones. Se prosiguieron con mayor ardor las baterías y fortificaciones y se publicó el bando de policía al estilo militar, en el que en nombre de Su Majestad nombró S.E. por juez de Policía al oidor D. Santiago Piñuela.

Día 18

Llegó un correo francés cogido en Navarra por unos paisanos de aquel país, el que fue presentado a nuestro general, el cual llevaba cartas para el Emperador y su hermano José dirigidas de París para Valladolid; además se le ocuparon varias cartas y planes muy individuales de toda España, y particularmente de Zaragoza, con expresión de los nombres de las casas y sujetos, sus circunstancias, adhesiones, y parentescos. Se cogieron seis franceses de los que de este Castillo se habían llevado a Alcañíz, de donde se habían fugado y al mismo tiempo se apresaron algunos franceses por nuestras avanzadas del camino de Alagón. Se supo también que los franceses habían vuelto a ocupar el pueblo de Alagón, donde colocaban su artillería, e igualmente habían pedido raciones al pueblo de San Mateo para los que estaban en las Cinco Villas.

Día 19

Se tuvo noticia por varios sujetos venidos de Epila que los franceses habían replegado toda su tropa en Alagón con ánimo de venir a Zaragoza, con cuyo aviso se dio orden que saliese tropa a observar los movimientos, como así se verificó, y sabiendo de positivo iban a ocupar los pueblos más inmediatos, redoblando las guardias y avanzadas nuestras, mandó que toda la tropa estuviese sobre las armas para la menor novedad atrincherarse en las baterías y fuertes; pero no se acercaron ni con mucho a nuestras inmediaciones. Por la tarde se presentó a S.E.N de N. vecino de esta ciudad y comerciante de chocolate 96 franceses, una francesa y un cirujano, a los que con 30 hombres del vecindario de esta ciudad había hecho prisioneros en Calatayud, en cuya digna recompensa le confirió inmediatamente el empleo de teniente, poniéndole S.E. la charretera por su mano, y haciéndolo comer en su mesa por tan digna acción. Aquella misma tarde recibió S.E. aviso de Zuera haber pedido los franceses cinco mil raciones para su ejército de Tauste y Castejón de Valdejasa, y se dio orden de enviar allá un competente número de tropas, teniendo esta noche el mayor cuidado  las avanzadas.

Día 20

Muy por la mañana se supo que los enemigos habían llegado a las inmediaciones de Santa Bárbara y que intentaban pasar a Torrero para ocupar aquellas alturas, con cuya novedad se mandó alarmar a las tropas y que salieran a defender dichos puntos, y antes del medio día ya iban los enemigos formados en dos columnas de infantería y una de caballería pasando por dichos parajes , encaminándose hacia la Casablanca, y juzgando el comandante que la custodiaba que la defensa que tenía en ella de cuatro cañones en el mismo puente del camino de Madrid no era suficiente para tanta gente enemiga como a ella venían, la desamparó sin hacer fuego, clavando antes los cañones, la que inmediatamente ocuparon los enemigos. Aquella noche todo fue dar providencias en esta ciudad, mandado que todas las comunidades fueran a hacer cartuchos; se dio igualmente orden para que todos los vecinos se armasen, y se sacaron todos los cañones a las baterías, colocándose también en las puertas y parajes que pareció mas conveniente.

Día 21

Fue uno de los mas grandes que ha tenido nuestro ejército y en que más humilló el orgullo francés pues aunque los enemigos que habían apoderádose de la Casablanca lograron por la superioridad de su número, pues eran más de 15.000 hombres, tomar las alturas de Torrero a pesar del fuego que les hicieron los nuestros desde las baterías y casas, habiendo visto el general Saint-Marq que habían echado algunas granadas y cebado el repuesto de pólvora de la batería que se estaba construyendo en las alturas de Buenavista, y que su estrago había causado la muerte de los artilleros, por cuya causa la habían abandonado, mandó que la tropa desamparase dichos puentos, haciendo bajar lod dos cañones que había en dicha batería y volar el puente de América, lo que se ejecutó inmediatamente con el mayor orden, con cuya operación quedaron los enemigos dueños del Torrero y todas sus inmediaciones, subiendo a él todos los que estaban en el camino de Madrid y replegándose por el barranco de la Muerte hasta el camino de la Cartuja baja, todo lo cual se verificó antes de las 10 de la mañana. Al mismo tiempo se dejaron ver por el lado opuesto más de 10.000 franceses los cuales, habiendo llegado a las inmediaciones de las baterías del Arrabal, acometieron con tanta furia contra ellas, tirándose con fusiles a la espalda y bayoneta en mano, que lograron matar bastante gente, y ponerlos en el mayor cuidado, mas, habiendo dado cuenta a S.E., mandó tocar inmediatamente generala, saliendo a dicho sitio con toda la tropa, y dando las más eficaces órdenes, entre otras la de hacer arcabucear a un soldado por no querer obedecer las órdenes de un jefe, y afrentar la caballería que iba a volver la espalda al enemigo. Con estas providencias, el ánimo que tomaron las tropas con la presencia del general y el buen éxito de nuestra artillería, se logró una derrota mayor que se ha hecho en esta guerra, pues la artillería, tropas y paisanos se portaron con tanto valor que se llegaron a ver, según se calculaba, en el campo mas de 4.500 entre muertos y heridos, obligándolos a huir vergonzosamente hacia los olivares de Cascajo y Pasaderas, cuya acción duró desde las 11 hasta la noche. Se perdieron muchos valerosos oficiales y soldados, pero se logró una victoria completa, atendiendo al denuedo con que acometieron, y en tanto número. Las Guardias Españolas y Walonas llegaron a clavarles tres cañones los que no pudieron arrastrar por no haberles asistido la caballería que, en lugar de embestir, se dispersó. Entre los oficiales muertos lo fueron dos comandantes de artillería, a los que reemplazó el coronel D. Manuel Velasco el que hizo una matanza sin igual, por cuyo servicio le graduó S.E. de brigadier. Hubo asimismo algunas desgracias con motivo de las apreturas de la gente y fuego de los enemigos en el puente de Piedra. Los heridos fueron traídos a la Casa de la ciudad donde los curaron, y de allí los trasladaron al hospital de Misericordia, los que pasaban de 120. S.E. mandó seguirles la retirada, la que hicieron muy desordenada por los muchos cadáveres que impedían el paso, lo que, verificado, se retiraron las tropas a sus cuarteles, continuando la ciudad en toda aquella noche en la mayor quietud, quedando de este día Zaragoza enteramente sitiada.

Día 22

Muy por la mañana se vio todo el campo cubierto de cadáveres franceses, los que el vecindario y tropa reconoció y despojó llenándose de dinero y alhajas. Nuestra tropa y paisano salieron fuera de las baterías, aproximándose a los olivares donde estaban los enemigos, los que todo el día estuvieron tiroteándose recíprocamente, logrando los nuestros hacerlos retroceder sin atreverse a salir al raso. Por la mañana salió S.E. a visitar las baterías del Arrabal, y después pasó a las puertas de Santa Engracia y Portillo, y estando en ellas le dieron aviso de haber bajado un oficial francés con dos trompetas y un intérprete desde Torrero, enviado por su general Moncey, el que luego que llegó a nuestras baterías hizo señal de bajar de paz con el pañuelo blanco, y habiendo hablado con el comandante del reducto del Pilar, fue conducido con los ojos vendados a S.E., a quien dio su pliego, que contenía la arrogante propuesta de que una vez que Madrid era ya de Francia, y que Zaragoza había capitulado la otra vez, hiciese lo mismo en el término de tres horas, pues de los contrario no se tendría conmiseración con la ciudad ni sus habitantes. S.E. se irritó justamente y mandó conducir al oficial al cuerpo de guardia, donde estuvo hasta las seis de la tarde que lo despidió con la contestación, acompañándolo hasta nuestras baterías. Todo este día estuvo la tropa de reserva formada en el Coso, se cogieron algunos prisioneros de la pelea del Arrabal la que, aunque no fue como la del día anterior, fue muy ruidosa, hubo algunos heridos, llegando con los del día anterior a más de 200. Los franceses de Torrero bajaron a escopetearse con nuestras tropas de la puerta de Santa Engracia y Carmen desde donde se les respondió y cargó bastante. Se les vio poner baterías en Torrero y también en el alto de la torre de la Bernardona, y desde las baterías del Portillo, San José y Jardín Botánico se les hizo un fuego tan vivo y acertado que cuanto hacían se les deshacía. Los vecinos del Arrabal trasladaron todos sus muebles a la ciudad con bastante precipitación. Se publicó un bando de orden de S.E. de que todo vecino sin distinción fuese a ayudar a las baterías y defender sus puntos. Al fin de la tarde hubo un tiroteo por la parte de San José por haberse aproximado los enemigos, los que apenas fueron vistos, fueron acometidos, haciéndolos retirar precipitadamente, tirándoles algunas granadas y bombas, de las cuales habiendo caído una en un repuesto de pólvora de Torrero se les voló, haciéndoles un estrago considerable. Se trajeron a la ciudad más de dos mil fusiles y cosas muy ricas. Sin más novedad.

Día 23

Amanecimos en la misma situación por una y otra parte. Se mandó estar toda la tropa de reserva formada en el Coso y que se trabajase en la fortificación y  baterías. Se les vio a los enemigos trabajar en las suyas de Torrero, las que inutilizaban muy bastante las de San José y Jardín Botánico. El tiroteo del Arrabal fue siempre igual todo el día, haciéndoles retirar hacia los olivares de donde se pasaban a los lugares inmediatos, cogiéndoles algunos prisioneros y otros que se pasaban por falta de alimento y no poder subsistir de frío. Se colocaron algunos morteros en la puerta de Santa Engracia y en el reducto del puente de la Huerba, hacia Torrero, y en la puerta del Portillo hacia la Bernardona. En todo este día hubo algunos heridos, pero de los enemigos fueron bastantes por el continuo fuego de nuestras tropas y paisanos estuvieron haciendo. S.E. mandó repartir una contribución de medio millón de reales entre ricos y pudientes, mediante membretes, con destino a la construcción de las baterías.

Día 24

Toda la noche estuvieron muy quietos los enemigos por ambas posiciones, de manera que nuestra tropa pudo descansar. Nuestras guerrillas y avanzadas de Torrero y Rabal tuvieron su tiroteo, sin poder estorbar a los enemigos continuar sus baterías y empezar a fabricar un puente de tablas sobre el Ebro frente de San Lamberto, en el mismo sitio que el primer sitio. Las baterías de San José lograron impedirles las operaciones de Torrero causándoles mucho daño. Al medio día se echó bando de S.E. para que los labradores, albañiles y carpinteros saliesen al puente de San José a cortar los olivares que había hacia las Fuentes, lo que ejecutaron auxiliados de 200 Voluntarios del 2º de Aragón, pero apenas lo notaron los enemigos, bajaron de Torrero y a vivo fuego, resguardados de los mismo árboles, imposibilitaron dicho corte, en cuya operación mataron al capitán del mismo cuerpo D. Nicolás Maldonado, y algunos soldados, con bastantes heridos, aunque los nuestros hicieron mayor destrozo en ellos, haciéndolos retirar hacia la Cartuja baja, donde tenía su cuartel general Moncey. En el Arrabal duró el tiroteo toda la tarde causándoles bastante daño, no teniendo por nuestra parte sino algún herido, haciéndolos retirar hasta más allá de San Gregorio, y nuestros morteros continuaron en tirar algunas bombas que tuvieron buen efecto.

Día 25

Todo este día se pasó en continua guerra. Los franceses continuaron su plan del puente que concluyeron, y aunque S.E. mandó salir mucha tropa con dos violentos a impedir los trabajos, no pudieron evitarlo, y solo se pudo conseguir el que no se internasen, quedándose dueños del Soto de Mezquita y torres del término de la Ortilla y Ranillas, habiendo ido a los lugares de Villamayor y la Puebla a saquearlos. Se trabajó muchísimo en las baterías mandando fueran todos indistintamente, lográndose hacer espaldones y mayores defensas. Se supo habían inutilizado la batería de Buenavista, y que continuaban haciendo acopios de municiones y demás. S.E. estuvo desde la torreta de su palacio observando los movimientos del enemigo, y dando las providencias más oportunas para nuestra defensa y de la tropa, a cuyo fin entre otras mandó al conde de Sobradiel estuviese pidiendo en la puerta del Pilar, al que ayudaron los beneficiados de la misma en la otra, con tan buen éxito que recogieron más de 24 onzas, las que presentaron a S.E., que se emplearon en beneficio de nuestros defensores.

Día 26

Se tiraron muchas bombas desde nuestras baterías con tan feliz éxito, que habiendo caído una en la fonda de Torrero mató un coronel y siete oficiales, haciendo salir de ella al general Moncey, retirándose a la iglesia donde, habiendo caído otra, le obligó a mudar su cuartel general a la Cartuja de la Concepción. Se pasaron algunos soldados los que aseguraban la mucha falta de víveres y municiones. Las baterías se adelantaron mucho este día por la mucha gente acudió a ellas; asimismo se hicieron fosos y trincheras dentro de la ciudad junto a las puertas, cerrando algunas calles y poniendo parapetos como la vez primera. Se dio orden de que no se amasen en los hornos otro pan que de munición para todo el vecindario, lo que así se ejecutó, dando dos libras de pan por seis cuartos. Las tropas estuvieron todo el día sobre las armas, y se prosiguió igualmente en el corte de olivos y derribo de casas inmediatas a las Tañerías y Arrabal a fin de evitar muchas desgracias.

Día 27

Muy por la mañana se supo que los enemigos habían estado en la Puebla de Alfindén donde robaron y maltrataron muchísimo las casas. Se formó igualmente la tropa como los días anteriores; se advirtió que a cosa de las 11 de la mañana se les había volado un gran repuesto de pólvora. Por la parte del Arrabal estuvo todo muy quieto, dando lugar a que se pudieran echar a tierra todas las torres inmediatas a las baterías, y se vio también que los enemigos se habían marchado hacia el interior. Por la tarde hubo tiroteo con nuestras tropas, ellos desde las torres inmediatas al molino de Cuellar, y los nuestros desde otras, el que duró hasta el anochecer, habiendo ocurrido algunas desgracias de los que estaban en las baterías por la proximidad de los enemigos, disparándoles desde San José, Jardín Botánico, reducto del Pilar y del Castillo, por dejarse ver también en la torre de la Bernardona y sitios inmediatos, habiéndose observado que una porción de ellos se habían introducido en el Soto de Mezquita, mas no obstante el fuego tan activo del enemigo y su proximidad, pudieron los nuestros cortar varios olivares con lo que se pudo hacer mejor defensa. Se continuó trabajando en las baterías con el mayor tesón. En este día se pasó un muchacho de 11 años el que fue presentado a S.E., y examinado dijo era alemán, declarando además dónde se hallarían cinco cañones y un obús junto al Ebro, que los franceses habían enronado en la tarde del ataque del Arrabal, lo que habiendo salido cierto, lo premió S.E. señalándole un duro diario y el escudo de patricio honrado. Se pasó también un polaco, trayéndose 10 prisioneros nuestros, al que S.E. dio una buena gratificación. Salió este día un bando de la Ciudad concediendo licencia a todo vecino pudiera matar carne en atención a la poca que tenía el abasto público.

Día 28

No hubo novedad esencial a causa de que los enemigos se fueron apartando, por cuya causa pudieron los nuestros cortar los cañares y árboles inmediatos al Arrabal y camino de Barcelona; mandóse también derruir las torres próximas al Ebro y camino del pontón del Gállego. Por el camino de San José se adelantó poco, por haber siempre franceses de Torrero, en términos que no pudieron salir los trabajadores al corte de los olivares de las Fuentes, a pesar del mucho fuego que sufrieron de nuestras baterías, el que les causó bastante daño en sus obras; sin embargo las adelantaron hasta construir un camino cubierto próximo al de las torres de San José, de donde llegaban sus balas de fusil a nuestras baterías. Dentro de la ciudad se continuó en hacer fosos, aumentar baterías y parapetos, y cerrando algunas calles. Se pasaron algunos franceses y polacos y todos contestaron de tener muchos enfermos, y falta de cañones y municiones.

Día 29

Siguió en los mismos términos, saliendo como unos 2.000 hombres de infantería y un regimiento de caballería al corte de árboles y cañares de todos los términos de esta ciudad, a fin de evitarse que los enemigos pudieran ocultarse en ellos, en cuyo espacio de tiempo les tiraron muchos cañonazos, bombas y granadas. Nuestro ejército se mantuvo en observación empezando a enfermar y aun muriendo muchos de la tropa valenciana y murciana, pasando ya más de 6.000 los que había en el Hospital de Misericordia, sin contar los heridos, que éstos se pasaron al convento de San Ildefonso, separándolos a fin de evitar alguna epidemia, a consulta del colegio médico que, de orden S.E. y de la Junta de Sanidad, se tuvo para la seguridad pública. El excelentísimo señor D. Francisco Palafox salió, no obstante el riesgo de los enemigos, a la ciudad de Cuenca a solicitar del duque del Infantado remitiese alguna tropa de las de su mando para el socorro de esta plaza. Se pasaron diez artilleros y algunos polacos contestando todos la misma falta de víveres y municiones.

Día 30

Siguieron los enemigos sus obras de defensa, adelantándolos tanto que llegaron a ponerse sus trabajos muy próximos a nuestras baterías, esto es, hasta las torres de San José, construyendo en todo él un camino cubierto que les resguardaba del fuego de nuestras baterías y aún de las avanzadas. Se dejaron ver todo el día trabajando por todo el camino de San Lamberto hasta el convento de San José; nuestras baterías les estuvieron haciendo fuego continuo, al que no correspondieron, y esto causó el poder trabajar en nuestras fortificaciones; así fuera de la ciudad como dentro, poniéndose todo en estado de la mayor defensa, en que se interesaba muchísimo todo el vecindario, como también en el corte de árboles y caseríos, no dejando ninguno a la orilla del Ebro, cuya situación desampararon los enemigos internándose a los pueblos inmediatos y pasando al otro lado por el puente construido por ellos mismos, el cual, aunque se intentó ir a cortarlo con barcos, cañones y tropa, no pudo verificarse por haber crecido mucho el Ebro. Este día se dio sentencia de horca a las 9 de la mañana a uno de Ablitas llamado N. Huici hijo de francés, por haber declarado a los franceses haber muerto a dos soldados los de su lugar que habían ido a buscar raciones, y los franceses con este aviso pasaron a muchos a cuchillo, y robaron todo el pueblo, cuya sentencia fue dada por el Juez de Policía D. Santiago Piñuela, consultándola primero con S.E. Se repitió la orden de no amasar otro pan que de munición, y en atención a no haber carne para todo el vecindario se mandó no se vendiese sino a los enfermos que presentasen certificación de médico.

Día 31

Viendo nuestro general que los franceses en tantos días que estaban en las inmediaciones de la ciudad se iban acercando y maniobrando demasiado según la construcción de sus obras, determinó que saliesen nuestras tropas a medir sus fuerzas con los enemigos, a cuyo fin mandó esta arriesgada acción al brigadier D. Fernando Butrón, el que, dando las más activas providencias, logró una excelente derrota que dio mucho honor a nuestras tropas y horror al enemigo. La acción fue con los que estaban hacia el Castillo, a los cuales saludaron los nuestros con una descarga que no hay muchos ejemplares, y habiéndola sufrido con la mayor serenidad, hicieron prodigios de valor, pues lograron que los valientes soldados del norte fuesen batidos completamente en el Campo del Sepulcro, pidiendo pasarse a nuestras armas muchos soldados que, viéndose perdidos, no tuvieron otro recurso que rendirse prisioneros, pero conociendo los nuestros que eran muchos para irlos recogiendo, y que vendrían otras columnas a su socorro, la caballería nuestra que salió a la ocasión acabó con ellos, dejando muchos muertos en el campo y recogiendo los caballos que quedaron para nuestro ejército. Este día fue uno de los mas gloriosos de la campaña, en la que se distinguieron muchísimo todas las tropas así de infantería como de caballería, en cuya honrosa memoria mandó S.E. llevasen cuantos se hallaron en ella una cinta encarnada al pecho, lo que se hizo saber mediante proclama. La ciudad de llenó de alegría al ver la bizarría y denuedo de nuestra tropa, y se enardeció nuevamente a favor de la justa causa, teniendo la satisfacción de haber finalizado el año con una acción tan gloriosa, esperando de nuestro Dios por medio de nuestra patrona María Santísima del Pilar, aniquilar en breve a nuestros enemigos, y poner en su trono a nuestro católico monarca Fernando VII.

Dia 1º de enero de 1809

Siguiendo lo furioso del sitio, se hizo este día un fuego tan vivo que se pudo conseguir no tirasen en todo él ni una bomba, ni granada. Todo el Campo del Sepulcro y sus inmediaciones al Castillo, se vieron llenos de los cadáveres de los enemigos, de la acción del día anterior, siendo preciso hacinarlos para darles sepultura, y de los que se sacó buen botín. Se continuó trabajando muchísimo en la fortificación, en el corte de árboles, batir torres y tapias de la frontera del Ebro. De orden de S.E. se pusieron serenos para mayor comodidad y sosiego del vecindario.

Día 2

Se hizo la abertura de la Real Audiencia a la que tan solo pudieron asistir los señores regente, D. Pedro Ric, los oidores D. Juan Garrido y D. Serafín Chavier, el ministro del Crimen supernumerario D. Manuel Villava y el fiscal D. Pedro Ruiz, por estar los demás enfermos, leyéndose en ella la oración acostumbrada por el excelentísimo señor capitán general.
Los enemigos incomodaron muchísimo construyendo su camino cubierto, y de orden de S.E. salieron por la mañana los Voluntarios de Aragón, los de Perena y de Valencia, con las Guardias Españolas y dos cañones a hacer un reconocimiento hacia la parte del Gállego, cuidando al mismo tiempo los vecinos de las trincheras y puertas de la ciudad, mas no correspondieron los efectos como se esperaba, a causa de la mejor situación de los enemigos y haber de atacarlos al descubierto, en que peligraron algunos. Todo el día hubo un fuego vivísimo de todos nuestros reductos y puertas, habiéndoles incendiado la fonda de Torrero. Se prosiguió en los cortes y trabajo de las baterías, y hubo ya este día mayor escasez de víveres, especialmente de carnero, pues no se mataron en el rastro sino vacas, y el pan solo se amasaba de munición, siendo escasísima la verdura y a precio muy alto, llegándose a vender las gallinas a más de 8 pesetas, a que se agregaba la mortandad de muchísimos vecinos, pero mayormente de tropa, especialmente los valencianos y murcianos.

Día 3

Este día fue muy grande el fuego de nuestras baterías, y el de los enemigos, por cuya causa tuvimos bastantes heridos, llegándose a aproximarse a 200 toesas* del convento de San José, a cuyo punto salió S.E. y mandó se colocasen los cañones gruesos en la batería llamada de Palafox, frente a dicho convento, con lo que se lograron muchas ventajas. E igualmente, viendo el mal pan que se amasaba para la tropa y vecinos, salió en persona a registrarlo así a las plazas, como a los hornos, y mandó bajo graves penas se mejorase. Siguió aunque con el mayor riesgo el derribo de los edificios del Arrabal, camino de Cogullada, Molinos y del pontón de Gállego sin dejar ninguno.
•    Antigua medida francesa de longitud, equivalente a 1 metro y 946 milimetros.



Día 4

Siguió el fuego con el mismo tesón por ambas partes, y hubo bastantes heridos; adelantándose las fortificaciones con el mayor tesón por parte del vecindario. Y en lo demás no ocurrió novedad particular.

Día 5

El fuego de los enemigos fue muy grande, por cuya causa nos acarrearon algunas desgracias y, a pesar de eso, nuestras avanzadas, así de tropa como de paisanos, cogieron algunos prisioneros con los cuales dirigió S.E. una elegante proclama en seis idiomas, a saber: español, francés, latín, alemán, polaco y ruso, convidándolos a venirse a nuestro ejército, que corrió impresa a gusto de todos. Se empezó a construir un espaldón con sus boquetes para cañones en el perfil frente al palacio de S.E. y se continuó en el derribo de algunas torres del Arrabal. Se mandaron llevar al hospital militar todos los muebles útiles para el mejor estar de los enfermos de todas las casas de los que se hubiesen fugado de la ciudad en atención a la escasez que había de ellos, cuya orden salió del mariscal de campo barón de Warsage, Cuartelmaestre General del ejército, y al mismo tiempo de orden de S.E. se mandaron conducir a la Lonja de la ciudad todas las judías, arroz, garbanzos y bacalao que se hallasen en las lonjas de los comerciantes, para alimentar las tropas, pues empezaba la escasez.

Día 6

Este día fue muy quieto de fuego y estuvo todo tranquilo, en términos que las músicas de los 13 cuerpos de tropas fueron a dar las Pascuas a S.E., no ocurriendo en lo demás novedad alguna de la mayor consideración.

Día 7

Hubo un fuego muy vivo por ambas partes, por cuya causa resultaron bastantes heridos, aunque se les cogieron algunos prisioneros. Se metieron en el Soto de Mezquita de donde incomodaron muy bastante. Los enfermos siguieron muriéndose cada día más, y para su mayor comodidad se mandaron abrir algunas casas que estaban cerradas por ausencia de sus dueños a donde se colocaron, y se tuvo colegio de médicos para tratar el medio mas útil, pues cada día se notaban irse cayendo muertos por las calles por falta de hospitales y facultativos, especialmente los valencianos y murcianos.

Día 8

Toda la noche hubo un fuego muy vivo por nuestra parte, lo que obligó al general Moncey a hacer salir todos sus heridos a la villa de Alagón, siguiendo igualmente vivo el fuego del Soto de Mezquita, el que incomodábalo muy bastante.

Día 9

Siguió el fuego con igual ardor y daño de los enemigos, los cuales contestaron en los mismos términos, y sin embargo de eso se iban aproximando demasiado a nuestros puntos, por cuya causa dispuso S.E. alarmar a las tropas y reforzarlas. Se trató también de dividir los enfermos, por haberse aumentado sobremanera, y para su mayor comodidad y mejor asistencia.

Día 10

Este día empezó el enemigo su bombardeo con el mayor tesón contra esta ciudad, por las dos baterías colocadas a la falda del Torrero, tirando una infinidad de bombas y granadas que causaron muchas ruinas en los edificios y bastantes desgracias personales, a que se les contestó por nuestras baterías con tanto acierto que, habiendo intentado venir a tomar el punto de San José, fueron rechazados con una pérdida muy considerable, sucediendo lo mismo en el reducto del Pilar. Se dio orden permaneciese formado el ayuntamiento y que hubiese agua en la puerta de las casas para acudir prontamente a los incendios. Varias comunidades religiosas, temerosas de tanta bomba y de la proximidad del enemigo, salieron de sus conventos y se fueron a la iglesia del Pilar. El bombardeo duró todo el día y noche, y a las 12 empezó un ataque con la mayor furia hacia el fuerte de San José a tiro de fusil, el que sostuvieron más de dos horas en el que perdieron mucha gente, y por nuestra parte, entre los heridos y muertos, la del benemérito coronel del 1º de Voluntarios de Aragón D. Pedro Gasca, que murió a las dos horas, habiéndose hecho un fuego de los más furiosos por ambas partes.

Día 11

El fuego de cañones, obuses y morteros siguió con el mismo tesón, muriendo este día desgraciadamente en la batería del Palafox el comandante de ingenieros D. Antonio Sangenis, cuya pérdida fue sentida de todos por sus recomendables circunstancias. Por causa del mucho fuego, este día no hubo coro ni rezo en ninguna iglesia, si solo misas continuas en la Santa Capilla donde de continuo había un inmenso gentío. Acometió asimismo el enemigo contra los puntos de Trinitarios Descalzos, puerta del Carmen y reducto del Pilar con la mayor furia, siendo el fuego de los mayores que ha sufrido nuestra tropa. Al medio día bajaron dos columnas de Torrero para ganar el fuerte de San José, pero habiéndose tocado generala y acudido toda la tropa y vecindario, se empezó una acción que hizo mucho honor a nuestros defensores, pues aunque pudieron ocupar dicho fuerte, les costó muy caro, habiendo retirado la artillería y clavado los obuses. Este día fue continuo el fuego y tantas las bombas que caían sobre los edificios que no se podía subsistir seguro en parte alguna, cayendo una bomba en la iglesia del Pilar y capilla de San Juan; a pesar de estar llena de gente no hizo daño alguno.

Día 12

No cesó un instante el fuego enemigo derribando los edificios y causando desgracias personales, por cuya causa se acordaron cuantas providencias parecieron más oportunas en tan críticas circunstancias, mas con todo no adelantaron los enemigos por la oposición que se les hizo, despreciando con valor así el fuego, como las haciendas. Hoy murió de enfermedad D. José de Suelves, marqués de Artasona.

Día 13

Siguió el bombeo con el mismo tesón haciendo los mayores estragos en varias iglesias y edificios. Hubo un reñido combate por todos los puntos, en que nuestras tropas hicieron una matanza terrible. El vecindario salió no obstante a ocupar las baterías y repararlas y construir poyos. El tiroteo duró todo el día, pero por la noche cesó, aunque no del todo, y se pudo trasladar pólvora, aunque con el mayor riesgo, desde el convento de San Agustín a la iglesia parroquial de la Seo, pasando la reserva a la capilla de San Valero.

Día 14

Este día, habiendo mudado el enemigo el giro de su artillería, cayeron todas las bombas hacia el centro de la ciudad, el cual siguió hasta la noche haciendo los acostumbrados estragos. Hubo algún ataque en el reducto del Pilar, en el que se logró hacerlos retirar con bastante pérdida. A pesar del mucho fuego, aun se derribaron torres y arboledas del lado del Ebro, en cuya acción no dejó de haber algunos heridos, y encima de la puerta del Ángel se colocaron dos cañones, para lo cual fue preciso quitar la estatua del Santo Ángel.

Día 15

Este fue uno de los más terribles de fuego, pues habiendo colocado sus baterías tan próximas a la ciudad, lograron hacernos más daño, de manera que parecía un infierno, pues se cree que tirarían mas de 500 haciendo tal estrago que a cada paso se veían casas en tierra y heridos. Desde este día ya no hubo Audiencia, ni ninguna corporación, pues todo se abandonó por la defensa de la patria.

Día 16

Siguió el fuego con el mismo tesón de bombas y granadas, con infinitas balas rasas, cuyos continuos silbidos atemorizaban, y de que resultaron bastantes heridos. Se colocaron algunos cañones en la iglesia de San Agustín, detrás de su altar mayor, frente el convento de San José, en lo alto de las Mónicas, y se les hizo un fuego muy vivo, no siendo lo menor el suyo, causando muchas ruinas en las casas, por cuya razón, los vecinos empezaron unos a desamparar las suyas, y otros a situarse en los caños y bodegas, con las precauciones más posibles. Se divulgó a la noche que S.E. había recibido noticias muy favorables, y apenas se notició por Gaceta extraordinaria, cuando toda la ciudad se llenó de una general alegría, se echaron las campanas a bando, hubo salvas de artillería y todas las músicas fueron a la puerta del Pilar a acompañar al pueblo, que todo en masa fue a dar las gracias a Nuestra Señora pareciendo una noche de la más completa victoria; cuya novedad hizo tanto eco a los enemigos, que por espacio de tres horas suspendieron sus fuegos, pero dadas las 10 lo empezaron con tanta furia que no hay memoria de igual. Los enfermos siguieron en el mayor aumento, y no hubo carne ni aun para ellos, ni pan blanco. La pólvora se llevó de la bodega de la parroquia de la Seo al convento de Santa Lucía con el mayor riesgo.

Día 17

Este fue uno de los más terribles pues, irritados los enemigos con lo ocurrido en la noche anterior, no cesaron un instante hasta el anochecer, causando muchas ruinas e los edificios, aunque no en las personas, habiendo tenido que retirar los cañones de la batería de Palafox, por haber aproximado tanto las suyas y habernos muerto y herido algunos artilleros.

Día 18

Hoy el fuego fue el más corto de estos 9 días, en los que han tirado pasadas de 6.000 entre bombas y granadas, pero adelantaron las baterías y fortificaciones, poniendo una en el mismo puente de San José de cuatro cañones, y otra en la torre de Belchite, pasándose hacia Torrero por el Ebro y aproximándose los que estaban en Villamayor, poniendo también otra detrás de la torre de la Bernardona, por cuyo motivo se mandó por S.E. hacer cortaduras en las calles y fosos a la entrada de la ciudad para ponerla en el estado de la más completa defensa.

Día 19

También hoy fue corto el fuego de los enemigos, sin embargo causó algunas ruinas en los edificios, trabajando siempre en sus obras y adelantándolas. Por nuestra parte se prosiguió en las cortaduras y fosos, y dentro de la iglesia de San Miguel se colocaron dos cañones con dirección al puente de San José, y con motivo de estar ocupados ya los molinos del camino de Huesca se hizo uno interino a la orilla del Ebro, encaminando a él las aguas de las balsas, que molía seis caíces de trigo. Este día se creó un cuerpo de caballería de Infanzones Aragoneses, vestidos a la antigua española, del cual fue nombrado jefe el excelentísimo señor duque de Villahermosa.

Día 20

Siguió el descanso, pues apenas se oyó un tiro, pero prosiguiendo en sus trabajos y preparativos. Con este motivo se pudo hacer otro molino de harina, también a la orilla del río, con las mismas aguas de las balsas. Se mandó que todos los cuerpos, con sus jefes y oficiales, desde el anochecer estuviesen en sus cuarteles sobre las armas, y los paisanos igualmente prontos con sus armas.

Día 21

Estuvo la tropa formada en sus cuarteles y los paisanos, en número de 20.000, se mandaron salir a formar a la orilla del Ebro, a donde bajó S.E. el que por espacio de dos horas estuvo revisando y animándolos a la defensa, a que se ofrecieron muy gustosos, dirigiéndoles una proclama que los llenó de gloria. Los enemigos continuaron sus trabajos con la mayor actividad. Estos días no hubo carnero ni aun para los enfermos, pasándose ya mucha necesidad en los hospitales, donde morían muchísimos por la carestía, hasta de camas y ropa, especialmente de la tropa, lo que llama la atención de S.E. y mandó que la Junta de Sanidad declarase si eran epidémicas las enfermedades que se padecían, la que contestó, no eran sino causadas de la miseria, poco aseo y falta de alimentos y camas, lo que se le notició para tomar las providencias oportunas.

Día 22

El enemigo continuó sus trabajos con ahínco, pero no hizo mayor fuego, aunque no dejó de causar algunas ruinas en las casas, inutilizándose en parte con nuestras baterías sus obras, con cuyo beneficio pudieron salir las caballerías a pacer a los campos más inmediatos un pequeño rato. S.E. salió a reconocer los hospitales para dar las providencias más oportunas el mayor beneficio de los enfermos, así militares como paisanos.

Día 23

Mandó S.E. dar una sorpresa por los puntos de San José, puertas de Santa Engracia, Carmen y Portillo, lo que verificaron nuestras tropas en todas sus partes, haciéndoles muchos muertos y heridos, lográndose la acción completamente, y al mismo tiempo mandó desalojarlos de las baterías junto a la torre de Sástago y molino de Cuellar, cuya arriesgada empresa se fió a los Voluntarios de Aragón y Guardias Walonas a cargo del brigadier barón de Erruz, la que desempeñaron tan completamente que, habiendo pasado al campo enemigo, mataron todos cuantos hallaron en las zanjas y clavaron cuatro cañones y dos obuses, hasta que , noticiosos, bajaron en dos columnas y les fue preciso retirarse, de cuya acción hubo algunos muertos y heridos, e igualmente del cuerpo de Fusileros en la acción de la Puerta del Carmen, a las que asistió S.E. hasta el fín. Hoy hubo mucho fuego de cañón, y muchas ruinas, en especial por los barrios de la Seo, en cuyo día no se vendió más pan que de munición, muriéndose muchos enfermos, y desde este día ya se empezó a padecer el más riguroso sitio, por haber llegado a poner las baterías enemigas cerca de la torre del Arzobispo, en el brazal llamado del Burro, a corto tiro de fusil del Camino Real.

Día 24

Vino un oficial francés a parlamentar por la parte del Ebro, el que fue conducido con los ojos vendados al palacio de S.E. a quien entregó su carta, a la que fue contestada por la negativa y en los mismo términos fue acompañado hasta sus avanzadas, hacia el camino de Huesca, donde estaba su campamento, cuyas tropas habían acometido a las del coronel D. Felipe Perena que con las suyas estaba en los altos de Leciñena. Esta tarde nos hicieron algún fuego desde la batería del Arrabal al brazal del Burro, no dejando salir la gente, sucediéndole lo mismo a S.E. que iba a pie por dicho camino con una compañía de Suizos. En los demás puntos no hubo novedad, siguiendo los enfermos con tanto aumento que, para evitar el hedor de los muertos, se mandó llevarlos a enterrar de noche, y para aliviar a los vecinos tanta amargura y tristeza, pues llegó a ser el número de muertos a 100 por día.

Día 25

Colocaron los franceses dos baterías nuevas de ocho cañones frente al Ebro, y otra frente al Jardín Botánico, con las que hicieron muchísimo daño. De orden del Acuerdo se mandó, para evitar el hedor de tanto muerto, pues estaban hacinados en algunos atrios de las iglesias y otros parajes, se enterrasen prontamente sin caja y en sepulturas de nueve palmos de hondas. Todo el día hubo mucho tiroteo, y a las 10 de la noche intentaron entrar en la ciudad por dicho Jardín Botánico, metiéndose ayudados de la noche dentro de la huerta de Santa Engracia, a los que hicieron retroceder las Guardias Walonas, en cuya acción murió D. José Sánchez Muñoz, segundo teniente de dicho real cuerpo, ayudando mucho nuestros Voluntarios y paisanos, jugando asimismo la artillería hasta muy entrado el día.

Día 26

Este día vencieron nuestros enemigos la huerta del marqués de Campo Real, introduciéndose en ella aunque les costó muchísima gente, habiéndonos hecho un fuego tan atroz, que solo es comparable con el de 4 de agosto del primer Sitio, siendo muchísimas las ruinas de los edificios, así en la plaza de la Magdalena como en la iglesia de la Seo donde cayeron varias en las capillas de Santo Dominguito y Santa Elena; y tantas las granadas de mano que continuamente estaban tirando que no se podía resistir, y viendo tal obstinación y que no se podía contrarrestar, por haber muerto los artilleros de las baterías de Palafox, se tuvo que desamparar el molino de Goicoechea, volando a continuación y prosiguiendo el terrible fuego de tanta bomba y granada mandó S.E. poner un cañón de a 24 junto al puente de Tablas, y un obús a San Lázaro, desde donde se les hizo un fuego muy vivo toda la noche, causándoles muchas desgracias, a cuyas operaciones no faltó un punto S.E.

Día 27

Este día nos vimos ya muy amenazados con el fuego tan furioso como seguido de nuestros enemigos, no cesando un instante de caer bombas, granadas y balas rasas con el mayor daño de los edificios, y antes de las 8 de la mañana acometieron por todos los puntos desde la puerta Quemada a la del Portillo con tan terrible empeño que fue preciso tocar la generala, a cuyo sonido acudieron los paisanos y, aunque se hizo la defensa más vigorosa, pasaron la Huerba y se introdujeron en la huerta de Santa Engracia al mismo tiempo que los de San José se metieron en el molino de la ciudad en número de 40, que estos todos fueron muertos; pero fue tan grande el alboroto en aquellos barrios, que así los vecinos como las religiosas Mónicas y religiosos de San Agustín todos desampararon sus casas y conventos, no parando hasta la iglesia del Pilar; lo que se repitió con mayor fuerza a la una del día, volviéndose a tocar la generala, trabándose otra reñidísima acción en todas las puertas que duró hasta la noche, en cuyo día sucedió la desgracia lamentable del incendio de la Real Audiencia quemándose los dos archivos, y con ellos lo más precioso de los privilegios aragoneses, pérdida que jamás podrá ser resarcida. La noche toda fue de un fuego el más vivo, logrando apoderarse de la batería de la puerta del Carmen y de todos los cañones hasta los Trinitarios, introduciéndose en el molino del Carmen y su convento, plaza de Santa Engracia, convento de Capuchinas, y casas inmediatas, y lo mismo sucedió en el molino de aceite de la ciudad, y de allí a las casas de la calle Pabostre, no obstante la gran matanza que se hizo, pues todo lo ganaron a costa de mucha sangre; habiendo acometido cuando menos más de 3.000 hombres en cuyos puntos se volvió a tocar la generala por tercera vez, y se trabó un fuego el más furioso y vivo, pasando de 1.200 las granadas y bombas que tiraron, asistiendo toda ella S.E. de ronda por todos los puntos. El vecindario la pasó toda en la iglesia del Pilar por no hallar otro recurso en tan melancólica situación habiendo estado este día todas las iglesias cerradas, no hallándose gente por las calles, sino los precisos. Este día amaneció ahorcado el polaco que mató al provisor D. Manuel Aguilar y a la ministra de Altabás el 4 de agosto cuando entraron los franceses.

Día 28

Fue el fuego más horroroso que pueda imaginarse, excediendo a los días anteriores, cayendo muchas bombas en las casas de la parroquia de San Pablo, por las que tiraban de la batería de la Bernardona. Los enemigos se mantuvieron en el molino de aceite y convento del Carmen, donde perecieron muchos por el vivo fuego de nuestra tropa y paisanos, no cesando un instante de acometernos y nosotros en castigarlos, quedando muchos en los muros. Zaragoza presentó hoy el cuadro más melancólico, con tanto fuego en el aire, tanta ruina, tanto enfermo y tanto muerto en carros que de todos los hospitales y casas se sacaban a la sepultura, aumentándolo la gran carestía de alimentos; pero jamás más gloriosa y más llena de laureles por los muchos que adquiría con tan bizarra defensa. S.E. mandó hacer en su casa ranchos abundantes, los que se distribuyeron a los puntos y baterías. Es imposible escribir cuanto ocurrió este día en tan críticas circunstancias, pues solo el cuadro que presentaba la Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar hubiera hecho la mayor impresión a los ánimos más valientes, viendo allí refugiado todo el vecindario, llegando a poner sus camas junto a su tabernáculo, no creyéndose seguros sino a la presencia de quien era todo su alivio y consuelo. El incendio de la Audiencia fue tan voraz que continuó hasta consumirla, por cuyas razones será este día uno de los más melancólicos de esta desastrosa guerra.

Día 29

Hoy fue todo el día y noche un continuo ataque en todos los puntos y a todas horas, y tan grandes los apuros que sólo nuestro valor y el amparo de nuestra patrona pudieron evitar no hubiésemos perecido habiendo sido atacados tan vivamente a las 11 de la noche, a las 9 de la mañana, a las 12 del día, a las 3 de la tarde, y últimamente a las 11 de la noche, siempre con escalas y picos para asaltar, echándolos abajo del muro a bayonetazos , en cuyas acciones murieron muchísimos cuyos triunfos llenaron de gloria al teniente general D. Felipe Sant-Marq, comandante de todas las tropas y paisanos que, obedeciendo ciegamente sus órdenes, alcanzaron unas victorias que nunca serán bastante aplaudidas ni premiadas, siendo tan activo el fuego de cañón, granadas de mano, reales y carcasas, y las ruinas que ocasionaron, que ellas solo serán el monumento más autentico. Hoy todo fue melancólico y mayor que nunca el número de los enfermos, habiendo llegado a morirse cerca de 300, lo que tenía a todos en la mayor consternación, huyendo unos a las casas de los otros por el temor de las bombas, y llegando a ser tan considerable el de los enfermos, que todo el circuito inmediato a la Santa Capilla estaba lleno de camas, y aun por las capillas inmediatas, lo que llamó la atención de S.E. el que mandó se retirase y que se purificase, lo que verificó el señor arcediano de Santa María D. Mariano Sostre, poniéndolo a cargo de las muchas religiosas que habitaban dicho santo templo, su aseo y limpieza, no siendo menor la carestía del pan a pesar de que no se cocía otro que de munición; tampoco hubo carne ni aun para los enfermos, lo que todo ciertamente hacía una vista de la más melancólica y triste que pueda imaginarse.

Día 30

No cesó el toque de generala desde muy de mañana por el ataque general que acometieron los enemigos, especialmente por las Mónicas y San Agustín, y aunque todo el día fue grande el fuego, el que empezó a las 4 de la tarde llegó a ser mayor pues, habiendo abierto brecha en la pared detrás del altar mayor e introduciéndose en la iglesia el comandante francés con su tropa, fue muerto con todos los de su séquito por los que estaban en el coro y tribunas, siendo esta una de las acciones mas reñidas, logrando echarlos a bayonetazos, llevando a palacio las escalas con que asaltaban el convento, sin contar los prisioneros, y entre ellos dos coroneles. Esta victoria fue dos veces proclamada por S.E. en dos diferentes decretos en que llenaba de lauros a sus defensores. La noche siguió con la misma actividad, y la derrota de los edificios excedió a las anteriores, aumentando la aflicción tanto escombro y bullicio de campaneo y toque  de generala, con el cansancio y mudanza de casas, sin contar los muchísimos enfermos y tanto muerto así de las enfermedades, como de los lances de la guerra tan lastimosa.

Día 31

No fueron menores los estragos, fuegos, bombas y demás trabajos de este día que el de los anteriores, pues a las 8 de la mañana ya se tocó generala, la que se repitió hasta cuarta vez, acometiendo los enemigos por toda la calle del Pabostre al mismo tiempo que por los barrios de Santa Engracia, Carmen y calle de Santa Fe, sufriendo en ambas partes unas pérdidas considerables, teniéndolas también por nuestra parte bastante grandes, pues habiendo hecho ellos una retirada falsa y ocupado los nuestros las casas que habían desamparado, les dieron fuego, en cuyo estrago perecieron muchísimos, sucediendo lo mismo en otros puntos, lo que sirvió de acalorarse más y más, y comboyados del general Sant-Marq hicieron prodigios de valor, matando tanto francés que parecía un cementerio cada trozo de ataque. S.E. salió a animar a nuestros paisanos, haciendo llevar las comidas, y después a visitar a nuestra patrona y pedirle auxilio en tan apuradas circunstancias, y además pasó un oficio al señor presidente del Cabildo, para que expusiesen al Señor de manifiesto en ambos templos, lo que se verificó poniéndolo en el Pilar en la capilla de la parroquia con el copón, y en la Seo en la parroquia en la forma acostumbrada. En lo demás todo fue como el día anterior, muchos enfermos y muchísimos muertos. El trabajo a las baterías, de las calles y fosos se siguieron, y lo mismo el de los cartuchos, que estaba a cargo de los religiosos, continuándose también en el Pilar la limpieza y aseo que hacían las monjas con el mayor celo. En la Audiencia ocurrió caer una granada, y habiéndose vuelto a cebar el fuego se quemaron muchos papeles de la secretaría de Acuerdo que se habían podido salvar bastante interesantes.

Día 1º de febrero

Después de una noche la más terrible de fuego, amaneció este día que será uno de los más brillantes de nuestra defensa, en el que todo él se estuvo sobre las armas por acometer los enemigos repetidas veces, pero más especialmente a la del día que habiendo bajado de Torrero dos columnas de 6.000 hombres e introducidos por los puntos de las Mónicas y San Agustín, apoderándose de ellos y casas inmediatas, entraron con tambor batiente por las dos calles de San Agustín y de Palomar hasta la plaza de la Magdalena; en cuyos apuros salió S.E. a reclutar gente, la que apenas lo supo se reunieron mas de 8.000 paisanos, y esperándolos en la plaza expresada y atacándolos a fino fusilazo por todas sus bocacalles no les dejaron pasar adelante, haciéndolos retroceder y perder la vida, llegando a tanto su valor, que les cogieron dos cañones que ellos mismos a brazo llevaron a la presencia de S.E. y apoderarse del convento de San Agustín, en el que se aposentó el general Sant-Marq, su comandante, quien admirado del valor y fortaleza de los paisanos, además de elogiarlos en público, pidió a S.E. les diese las gracias a su nombre, lo que verificó yendo a los mismos puntos, donde todo fue vivas y aclamaciones, y enseguida de varias mujeres que con sus fusiles habrán estado en la acción, fue a ponerse a los pies de Nuestra Señora, ante cuyas aras ofreció la victoria, y enseguida dirigió una proclama a los habitantes de Zaragoza animándolos a la defensa, dando las gracias por sus brillantes acciones, habiéndose interesado en esta toda clase de gentes, y no pocos eclesiásticos y religiosos, que con sus fusiles acometieron al enemigo. La matanza enemiga fue grande, pero por nuestra parte hubo 131 muertos de tropa y paisanos, más de 250 heridos, siendo interesante el botín que se hizo en los muertos franceses. Todo el barrio de las Mónicas y  San Agustín fue antes saqueado por los enemigos a causa de haberlos desamparado sus habitantes. En las dos iglesias hubo letanía general, en la Seo ante el santísimo expuesto, y en el Pilar en la Santa Capilla con asistencia de muchísima gente.

Día 2

Este día fue un volcán continuado el fuego enemigo, acometiendo al mismo tiempo por todos los puntos, pero fueron rechazados con bastante pérdida, acudiendo muy prontos los paisanos al toque de la campana. Así se pasó el día hasta las 10 de la noche, que habiendo acometido por las Tañerías un número considerable de infantería y caballería se tocó la generala y se trabó una acción muy reñida que duró más de dos horas, logrando hacerlos retirar con mucha pérdida, habiendo tenido alguna por nuestra parte y la de muchos edificios, que al ver los enemigos en ellos se incendiaban, y lo mismo hacían ellos cuando los desamparaban. Hoy se hicieron algunas justicias, amaneciendo ahorcado el administrador de utensilios por haber ocultado 20.000 camas cuando los enfermos se morían en el suelo, por cuya causa habían muerto muchos miles de soldados; y además dos hombres por espías, habiéndoles hallado llevando cartas al campo enemigo. Se tomó providencia por S.E., para que no se alterasen los precios de los comestibles, porque se habían aumentado, considerablemente.

Día 3

El fuego siguió con el mismo tesón, y aun mayor si puede decirse desde muy por la mañana, intentando abrirse camino por las casas desocupadas hasta muy cerca del Hospitalico de los niños de la Magdalena, pero habiendo tocado la generala y campanas, acudió nuevamente todo el paisanaje y se estuvieron tiroteándose, resultando algunos muertos y heridos de una y otra parte; lo que se repitió a las dos de la tarde en cuya acción se logró rechazarlos y ocupar parte del convento de San Agustín, de donde se pudo sacar mucha porción de vino. En los demás puntos hubo un fuego seguido, sin dejar adelantarles un paso, y de orden de S.E. se mandó dar fuego al convento de Jerusalén y la casa del Canal que estaba a su frente para que no se introdujesen en ellas los enemigos, saliendo asimismo a visitar las baterías, y dar una vuelta por el pueblo. Siguieron las preces en el Pilar y en la Seo, con expuesto de 9 a 12, y de 4 a 7 a cuyos actos acudía un devoto concurso.

Día 4

Habiendo logrado los enemigos introducirse a la casa llamada del Arco o de Suelves en la plaza de la Magdalena, a la que fueron picando y taladrando las casas de la calle de Palomar y San Agustín, y querer pasar al otro lado, inmediatamente que se notó esta novedad, se tocó la generala y campanas, con cuyo aviso acudieron tantos paisanos que lejos de salir con su intento los enemigos, tuvieron que retroceder, perdiendo mucha gente y dejando despojos de armas y vestuario, a cuya acción, que fue bastante larga, asistió S.E. animando a sus paisanos y en reconocimiento mandó publicar una proclama, señalando varios premios a los doce paisanos que más se distinguiesen en acciones brillantes. Se mandaron cortar todas las calles próximas al Coso con fosos, colocando en ellas cañones. En el Pilar se cantó una misa de rogativa a Nuestra Señora y la letanía mayor, y en la Seo siguió el expuesto mañana y tarde, y los enfermos llegaron a tanto número, y muertos, que se fue disminuyendo notablemente la tropa.

Día 5

Estuvo el fuego enemigo más quieto por los puntos de la Magdalena, por haber amanecido ardiendo la casa de Suelves por disposición de S.E. el que también salió a dar ánimo y sus disposiciones a los paisanos, exhortándolos a la pelea. Hoy tiraron muchas granadas y bombas, cayendo algunas en el templo del Pilar pero sin hacer daño personal, cuya Santa Capilla estaba iluminada e inundada de gente todo el día y noche; también cayeron otras en el Hospital de Misericordia y convento de San Ildefonso de donde fue preciso trasladar a los Voluntarios de Aragón que estaban allí enfermos de los claustros altos a la iglesia, advirtiéndose que así este, como en todos los conventos de la ciudad estaban inundados de enfermos pues enfermó toda o la mayor parte de la tropa, que seguramente fue una de las mayores fatalidades que sobrevinieron, por cuya razón casi todo el trabajo recayó en los paisanos, que tuvieron que cubrir todos los puntos, y hacer una segunda línea de defensa por el Coso.

Día 6

Con las noticias recibidas hoy por dos correos de gabinete (que con muchísimo riesgo pudieron entrar) de varias acciones contra los franceses en diferentes partes de nuestra península, especialmente la batalla dada el 2 del corriente cerca de Astorga, las cartas del excelentísimo señor D. Francisco Palafox y el general inglés Sir Carlos Guillermo Doyle, e igualmente del excelentísimo señor marqués de Lazán desde el Ampurdán, de todo lo que por la tarde salió Gaceta. Hubo una alegría general y se alentaron mucho más nuestros paisanos, alistándose voluntariamente a S.E. los que se repartieron a los puntos.
Este día nos empezaron a minar algunas casas de las ocupadas, que después de haberlas saqueado, les daban fuego, como sucedió en la calle de Santa Engracia, donde a las dos de la tarde se oyó un gran ruido de haber volado algunas casas de las inmediatas al convento de Jerusalén, con cuya novedad desampararon sus vecinos y se temió iban a llegar al Coso; pero habiendo acudido gente, se les hizo retirar, y se apaciguó todo. En el Arrabal siguió el fuego, y colocaron dos baterías, la una de dos cañones, y la otra de cuatro frente al palacio del arzobispo, donde habitaba S.E. La Santa Capilla continuó iluminada rezándose la letanía mayor, y en la Seo estuvo el Señor expuesto. Asimismo los enfermos y muertos fueron siempre en el mayor aumento.

Día 7

Después de una noche de un fuego espantoso, vino el día el que siguió con gran tesón, habiendo colocado un cañón de a 24 frente al muro de la puerta de Valencia, con el cual abrieron una grande brecha, minando al mismo tiempo parte de la parroquia de San Miguel; pero nuestros ingenieros les salieron al encuentro, matándoles bastantes y haciéndoles retirar de sus proyectos, y todo el día nos estuvieron tirando muchas bombas y granadas desde las baterías del otro lado del Ebro. Se fue aumentando el número de paisanos a los que S.E. iba animando a la defensa. Siguieron las preces en ambas iglesias y estos días se careció de carne aun para los enfermos, y de orden de S.E. se mandó no se vendieran las gallinas más que a cuatro pesetas, pues las llegaron a vender a 8 reales, siendo para los enfermos, los que se aumentaron tanto y se morían tanto de la tropa como del vecindario, la que causaba el mayor desconsuelo, llegando ya hasta faltarles el alimento y asistencia aun de sus mismos interesados.

Día 8

A las 8 de la mañana empezaron las baterías enemigas del otro lado del Ebro a vomitar granadas y balas contra el palacio de S.E., acometiendo al mismo tiempo el convento de Jesús y molino de Torner, el que ocuparon, de donde se pasaron al de San Lázaro; pero habiendo tocado la generala y alarmándose el vecindario se empezó una acción que duró todo el día, logrando desalojarlos de San Lázaro y molino de Torner, cogiéndoles dentro cinco prisioneros, y encerrarlos en el de Jesús, matándoles muchos, cuyas gorras y pantalones se trajeron como trofeos de la victoria. Al anochecer volaron un trozo de casas inmediatas al Santo Hospital y enseguida se dio principio a un grande tiroteo desde las dichas ruinas, y aunque lo intentaron no pudieron lograr internarse en el Coso, antes murieron muchos y huyeron los restantes, lo que se debió a la tropa y paisanos que había en San Francisco. Hoy todo fue fuego y Zaragoza padeció lo que no será creíble sino a los que lo han visto, causando tantas ruinas en los edificios que parecía iban todos abajo; en este día se vieron, como en otros ataques, a toda clase de gentes así eclesiásticos como regulares atacar al enemigo, acreditando un acendrado patriotismo. La iglesia del Pilar se llenó de enronas por el daño que hicieron las bombas que taladraron las bóvedas y pinturas de los óvalos de encima de la sacristía y de la capilla de Santa Ana, cuyo destrozo causó tanto estruendo que parecía se iba todo abajo, rompiendo los confesionarios, hundiendo el suelo, y llenando la iglesia de un humo tan denso que la obscureció toda, apagando sus lámparas, desquiciando sus paredes y aun los mármoles de sus zócalos que todo será un monumento perenne de esta catástrofe, pero no fue bastante riesgo para separar la gente de los pies de nuestra patrona ante cuya santa imagen se cantó la letanía mayor y demás preces pidiéndole su patrocinio y amparo, y lo mismo se hizo en la Seo con el Señor expuesto.

Día 9

Toda la noche anterior siguió el fuego de las bombas y granadas sin cuento, y aunque no hubo en este día ataque formal, no dejó de ser continuo el tiroteo, así en las ruinas de la plaza de la Magdalena como en las casas voladas detrás del santo Hospital de Gracia. Continuando siempre los muchos enfermos y muertos, siendo hoy entre ellos el señor D. Juan Pablo Azlor de Aragón, hermano del señor duque de Villahermosa y edecán de S.E.

Día 10

El fuego siguió sin la furia anterior, no oyéndose sino la fusilería de una y otra parte, pero a pesar de eso, de las pocas bombas que nos tiraron, cayó una dentro de la iglesia del Pilar que sin reventar se introdujo por la capilla de San Antonio que pesaba mas de 9 arrobas, cuya iglesia estaba acribillada de estas carretas de la muerte. Antes del medio día repitieron el fuego de obuses y morteros contra el palacio del general con tanta furia que no se podía pasar, y volaron la casa llamada del cuadro de la Soledad y la inmediata, que habiendo quedado de las anteriores voladuras, cuyo desplomo mató al presbítero D. Antonio Gil, comandante de 30 paisanos que estaban en aquel punto, a cuyo tiempo nos hicieron un vivo fuego desde las ventanas de las casas que duró toda la tarde y noche sin intermisión, tirando al mismo tiempo infinidad de bombas y granadas de cuyo beneficio hace hoy un mes se está disfrutando. Fue este día muy triste y melancólico al ver lo mucho que se internaban, y los infinitos muertos que por todas las calles se encontraban como abandonados, especialmente en las puertas de algunos templos, y también ver el templo del Pilar tan lleno de escombros por los estragos de tanta bomba que caían en el, pero no por eso cesó el concurso ni las preces acostumbradas.

Día 11

Hoy los enemigos no hicieron mucho fuego contentándose con robarnos todas las casas de los barrios de San Agustín y demás que habían desamparado los pobres labradores, sacándoles el trigo, vino y demás granos, llevándoseles las caballerías, carros y cuantos muebles habían dejado. Se volaron hoy muchas casas pues en eso y robar cuanto pudieron emplearon todo el día. Salió S.E. a visitar los puntos y animar a sus paisanos que en estos días eran casi los únicos que se veían en ellos, pues la tropa estaba la mayor parte enferma, prosiguiendo los muertos con mucho aumento, y entre los del día de hoy lo fue el señor D. Joaquín Cavero, conde de Sobradiel.

Día 12

Repitieron los enemigos el fuego más vivo toda la noche y mañana con obuses y morteros, tirando continuamente bombas y granadas con cañones de a 24 que colocaron junto al convento de Jesús, dirigiéndolas contra el palacio de S.E., Real Audiencia y templo del Pilar que parecía que iba todo a caer en tierra, y a las 3 de la tarde, habiendo volado dos casas de la puerta del Sol y calle de Aljeceros entraron a bayoneta calada y tocando a degüello por las calles de las Arcadas y San Agustín, pero al salir a la puerta del Sol fueron batidos por los paisanos que en breve quedaron muertos más de 50 y muchos más heridos, y habiendo acudido más paisanos a la novedad, se ensangrentaron contra ellos con tanto furor que los hicieron huir precipitadamente y con mucha ignominia, durando la acción más de dos horas, habiéndoles sido las voladuras muy perjudiciales por haber reventado hacia dentro, y causándoles la muerte de los minadores y de muchos que estaban prevenidos para acometer. Siguieron las preces y letanías en la Santa Capilla, las que hizo uno de los capellanes de Nuestra Señora por no haber ya ningún canónigo que no estuviera enfermo, y el expuesto en la parroquia de la Seo.

Día 13

La noche fue muy quieta, y aún toda la mañana, hasta cosa de las 10 que, habiendo dado fuego a una mina desde las casas derruidas detrás del Hospital, fue a reventar junto a la casa de Tarazona, esquina a la calle de San Andrés, pero sin llegar al edificio, por lo que no se atrevieron a salir a acometernos, ni tampoco a recoger los muertos de junto a la puerta del Sol; entre ellos había un comandante y el tambor que entró tocando a degüello. Al medio día se echó un pregón de orden de S.E. mandando que dentro de una hora se reuniese toda la tropa y paisanos en el puente de Piedra, y aunque acudió bastante gente se mandó suspender hasta la mañana siguiente. Los muertos se aumentaron, siendo preciso mandarlos enterrar por no verlos en las calles y puertas de las iglesias hacinados, la mayor parte desnudos, sacándolos de los hospitales y casas, por lo que se mandó llevarlos en carros a los cementerios de los conventos y parroquias, por no poder salir ya de la ciudad. Las preces siguieron en ambos templos.

Día 14

Muy por la mañana acudió la tropa y gran número de paisanos al puente de Piedra, y a cosa de las 10 avisó el mariscal de campo barón de Warsage podían retirarse por haber pasado al otro lado del Ebro los enemigos; pero habiendo intentado acometer hacia la Universidad, se les mandó pasar allá, pero luego que los vieron se retiraron precipitadamente. En el Coso hubo fuego todo el día logrando apoderarse del convento de San Francisco desde cuya torre estuvieron continuamente tirando. En el Jesús colocaron una batería de 6 cañones de batir contra el palacio de S.E. y en el Arrabal hubo una guerrilla en la que nos mataron al capitán D. Mariano Lucas Aced, labrador de la compañía del famoso Tío Jorge Ibor, que desde el primer día de la revolución había sido de los más briosos y que era de toda la confianza del general, cuya pérdida le fue muy sensible. Este día llegaron las cosas a tal extremo y apuro que no se hallaba para comer ni para sanos y enfermos, y el pan tan escaso que fue preciso poner guardia en los hornos para no dar sino un sueldo a cada uno, y comiendo el soldado galleta; habiéndose aumentado tanto el número de enfermos y muertos, que pasaban de 300 al día sin poder administrárseles el santo viático por el riesgo de las bombas, siendo igualmente escasísimo el número de médicos, aunque las enfermedades no eran epidémicas, pues la mayor parte morían de poquedad de ánimo, porquería y miseria. En la Santa Capilla siguieron las preces, y a devoción de algunos particulares se limpió de las enronas.

Día 15

La noche anterior siguieron los enemigos sus malditas intenciones, volando la casa inmediata a la de Tarazona llamada de Asín a las 12 dadas, a que se siguió un tiroteo desde las casas de frente y San Francisco al que se les correspondió, como igualmente de bombas y granadas, abriendo una brecha en la pared de la Universidad, pero sin atreverse a pasar a ocuparla. Nuestro amado general se sintió algo indispuesto, lo que ya fue anuncio de nuestras desgracias, siguiendo las enfermedades, muertos  las carestías de todas las cosas hasta lo sumo, con una aflicción general.

Día 16

Amanecimos sin novedad más que la acostumbrada de granadas, balas y bombas que sin cesar un instante estaban tirando contra el palacio de S.E., con la particularidad de haber una bala rasa quebrado la cadena que servía de cuerda al reloj de la torre de la Seo, lo que después hizo mucha falta. Volaron también unas casas de las inmediatas a la puerta del Sol, y aunque intentaron pasar a este lado, no lo consintió el valor de nuestros paisanos. En el Coso fue grande todo el día el tiroteo, y tantas las bombas, y granadas que no se podían contar. El rumbo de enfermos y muertos siguió como siempre, y nada se adelantó en beneficio de la humanidad, a pesar de la vigilancia de los jefes y de nuestro amado general que en medio de su indisposición no perdonaba cuidado ninguno en nuestro favor.

Día 17

Nuestro amado general continuó hoy bastante indispuesto, siéndole preciso hacer cama y tomar un vomitivo, remedio el más usado en las actuales enfermedades, de las cuales solo en su palacio había 21 enfermos en sala separada, y al cuidado de cinco religiosos cartujos que se ofrecieron en tan caritativo ejercicio. El fuego enemigo siguió como siempre, y hubo muchas voladuras de casas en el Coso, y mucha parte del convento de San Francisco; atreviéndose no obstante una mujer a entrar hasta la capilla de la Sangre de Cristo y, tomando una bandera de las cuatro que figuraban las partes del Mundo, avisó a unos hombres y pudieron sacar la efigie de Nuestro Señor en la Cama que servía para las funciones de Semana Santa, y con ella y dos hachas marcharon a palacio, la que reverenció y adoró, aunque en cama, y mandó se llevase con hachas y se colocase dentro de la Santa Capilla, lo que se verificó colocando la misma cama junto al rejado, frente al altar de los Santos Convertidos, en disposición que pudieran los fieles besar su mano por el rejado. Este día acabó el enemigo de organizar las baterías contra esta ciudad, y todas de grueso calibre, no cesando de causar mil estragos con tanta bala rasa, bombas y granadas, continuando los enfermos y muertos en mucho aumento, lo que nos tenía en un continuo sentimiento y amargura.

Día 18

Este fue un día grande de fuego que padeció Zaragoza y de que no hay memoria, acometiéndonos con toda la furia de su ejército por la parte del convento de Jesús, y habiendo salido el barón de Warsage, Cuartelmaestre General, a breve rato fue herido gravemente, de cuyas resultas murió al día siguiente, siendo la acción decidida a favor de los franceses, los que se posesionaron del convento de San Lázaro y de todo el Arrabal, ocupando toda nuestra artillería la que seguidamente jugaron terriblemente por toda la ribera del Ebro, lo que obligó a hacer salir a S.E. de su palacio y conducirlo como estaba enfermo a una casa particular calle de Predicadores por lo mucho que el fuego atemorizaba lo que, unido a lo que los minadores trabajaron volando la mayor parte del palacio del conde de Aranda, y otras muchas casas, pusieron a esta ciudad en el último apuro de consternación; por lo que aquella noche se tuvo junta de generales y de varios vocales del Real Acuerdo para tratar de acomodamiento al paso que los enfermos, muertos y demás tristes y apretadas circunstancias, no daban resquicio alguno de mejorar nuestra suerte desgraciada, determinaron en ella convocar para el día siguiente a los curas y lumineros de las parroquias para conferenciar sobre un asunto tan interesante.

Día 19

Desde muy de mañana no se oía otra cosa que ruidos y desgracias de casas voladas y arruinadas, que con la tan grande furia de granadas y bombas nos estaban continuamente tirando; y en este apuro vino un oficial francés a intimar la entrega de la ciudad, pues ya se veía su fatal estado, pero aunque se reunieron los cuerpos generales y autoridades, no se convinieron, esperando aun poder hacer más defensa, con cuya contestación, irritados los enemigos, aumentaron el fuego tan vivamente, que desde luego se convino tratar de la entrega para el día siguiente si no se proporcionaba casualmente algún nuevo recurso, cuya junta presidió el señor regente Ric por haberse agravado bastante nuestro general; y habiendo ocupado el enemigo el colegio de San Vicente y el de la Trinidad, se atemorizó tanto aquel vecindario que todo él quedó desamparado, no viéndose por las calles sino carros y caballerías cargadas de ropas que trasladaban a lo interior, llevándose asimismo sus enfermos en camas y sillas, lo que causaba la mayor tristeza, aumentándola sobremanera los muertos que en carros sacaban desnudos, y la mayor escasez de víveres no solo para enfermos, sino para los sanos, todo lo que llegó a apurar la cosa en términos de no quedar ya ningún arbitrio.

Día 20

Hoy llegó a Zaragoza al alto grado de heroicidad y sufrimiento, pues habiendo sufrido con el ánimo más constante un diluvio de bombas, granadas y balas rasas y no teniendo ya otro recurso, reunidos sus vocales, mandaron un parlamentario pidiendo 24 horas de tregua al general francés, cuya respuesta fue de que, no capitulando dentro de dos horas, iba a entrar atacando y a discreción, y como no se le contestó empezó el más terrible bombardeo y cañoneo que se había oído en todo el sitio, pues en ese corto espacio de tiempo que fue de 3 a 5 de la tarde arruinaron muchísimas casas y causaron infinitas muertes, con tal exceso, que la campana del reloj mayor no podía dar todos los avisos; por lo que al ver la cosa en tan último apuro, no poder sufrir tantas desgracias como a cada paso se veían y oían, estar toda la tropa amilanada y casi muerta, acudieron los vocales a S.E. el que siguiendo en su indisposición con bastante aumento confirió todas sus facultades a la Junta, la cual convenida en los puntos conformes a la religión, al honor de esta ciudad y su benemérito vecindario, hizo poner bandera parlamentaria en la Torre Nueva con cuya novedad cesó inmediatamente aquel fuego tan infernal y furioso, y se presentó un oficial francés el que, reunido con los comisionados, que lo fueron los señores regente de la Audiencia el caballero Intendente, el marqués de Fuenteolivar, el brigadier D. Manuel Peñas, inspector de infantería y el teniente coronel D, Mariano Cerezo, gobernador del Castillo, pasaron a presentarse al mariscal Lannes, duque de Montebello, general en jefe del ejército francés a la Casablanca, y otorgaron la siguiente capitulación que firmaron ya alta noche, habiendo sido este el éxito de un sitio de dos meses completos que tantos daños, ruinas y muertes ha causado a esta ciudad, quedándole a sus hijos la gloria de haberla defendido hasta lo sumo, y que solo el ser cristianos les pudo hacer ceder, conociendo ser voluntad de Dios y de su Santísima Madre, pues de otro modo, ni el fuego, ni el hambre ni ninguna de tantas calamidades como en dicho tiempo se han sufrido, ni aun la misma muerte, hubieran logrado, lo que la prudencia y conformidad católica les hizo sucumbir a la ley del vencedor.

Capitulación de Zaragoza otorgada entre el mariscal Lannes, duque de Montebello, general en xefe del exército francés y la Junta Suprema de Gobierno en 20 de febrero de 1809:
Capítulo 1º.La guarnición de Zaragoza saldrá mañana 21 al mediodía de la Ciudad con sus armas por la Puerta del Portillo y las dexará a 100 pasos de dicha Puerta.
Capítulo 2º.Todos los oficiales y soldados de las tropas Españolas hará juramento de fidelidad a S.M. Católica el Rey Josef Napoleón I.
Capítulo 3º.Todos los oficiales y soldados que habrán prestado el juramento de fidelidad quedarán en libertad de entrar en el servicio en defensa de S.M.C.
Capítulo4º.Los que de ellos no quisieran entrar en el servicio serán llevados prisioneros a Francia.
Capítulo 5º.Todos los habitantes de Zaragoza y los Extrangeros si los huviere, serán desarmados por los Alcaldes, y las Armas puestas en la Puerta del Portillo al mediodía.
Capítulo 6º.Las personas y las propiedades serán respetadas por las tropas del Emperador y Rey.
Capítulo 7º.La Religión y sus Ministros serán respetados, y serán puestos centinelas en las puertas de los principales Templos.
Capítulo 8º.Las tropas Francesas ocuparán mañana al mediodía todas las Puertas de la Ciudad, el castillo y el Coso.
Capítulo 9º.Toda la Artillería y municiones de toda especie serán puestas en poder de las tropas del Emperador y Rey mañana al mediodía.
Capítulo 10º.Todas las Cajas Militares y Civiles (es decir las tesorerías y Cajas de Regimientos) serán puestos a disposición de S.M.C.
Capítulo 11º. Todas las Administraciones civiles y toda especie de Empleados harán juramento de fidelidad a S.M.C. y la Justicia se distribuirá del mismo modo y se hará en nombre de S.M.C. el Rey José Napoleón I.
Cuartel General delante de Zaragoza a 20 de febrero de 1809.El Mariscal Lannes Duque de Montebello. General en Jefe.
D. Pedro María Ric. Presidente de la Junta.

Al siguiente día amanecimos inundados de franceses quienes cometieron algunos robos en las casas que encontraron abiertas; pero habiendo acudido el general Frere, comandante de la tropa y el general Laval, gobernador de la plaza, quedó todo contenido. La tropa francesa ocupó todos los puestos de guardia y se desarmó a todo el vecindario. El mariscal Lannes recibió a todos los cuerpos y diputaciones de la ciudad, a los comisionados del Cabildo, y ayuntamiento, curas y prelados de las religiones, a quienes se manifestó muy benévolo y obsequioso.
Este día murió mucha gente de aflicción al saber se había capitulado; por todo lo ocurrido, no ver gente por las calles, todas las casas cerradas, y los víveres muy escasos era la ciudad el espectáculo más melancólico, que nadie se puede figurar.
El día 22 fue habilitada la Junta de Gobierno, por el mariscal Lannes compuesta de los individuos siguientes:
-    D. Pedro María Ric, presidente.
-    D. Mariano Domínguez, Intendente.
-    D. José Larrumbide, fiscal civil.
-    D. Juan Garrido, oidor.
-    D. santiago Piñuela, oidor.
-    El marqués de Fuenteolivar.
-    D. Pedro Arce, arcediano.
-    D. Francisco Viruete, arcediano.
-    D. José de la Consolación, agustino.
-    D. Pedro Errenat, oficial del Canal.
-    D. Cristóbal López Ucenda, relator.
-    D. Joaquín Gómez, regidor.
-    D. Mariano Alonso, beneficiado.
-    D. Juan Francisco Inurigarro, canónigo.
-    D. Miguel Marraco, beneficiado.
-    D. Manuel Irañeta, comerciante.
-    D. Mariano Cerezo, capitán.
-    D. Gregorio Sánchez Muñoz, comerciante.
-    D. Manuel Forces, labrador propietario.
-    D. Josef Zamoray, labrador propietario.
-    D. Miguel Dolz, comerciante, secretario.
Igualmente a las 3 de la tarde de este día, salió toda la tropa española por la puerta del Portillo con armas, como estaba estipulado, entrando al mismo tiempo la francesa por la del Angel, la que se colocó en los cuarteles y Castillo. La Junta empezó sus sesiones por lo que era más urgente y prevenían los generales franceses, dándose pasaportes a los forasteros que por razón del sitio estaban detenidos. El culto siguió en la Santa Capilla, pues las demás iglesias estuvieron cerradas por muchos días; los enfermos y muertos seguían con aumento y nuestro general Palafox se empeoró hoy notablemente en términos que fue preciso darle el santo viático; habiendo fallecido el teniente general D. Juan O´Neille. Se nombraron comisarios de policía a disposición del Coronel Mr. Plicque, a D. Lorenzo Cubil, del cuartel de la Seo, a D. Francisco Oñate, del de San Miguel, a D. Antonio Herrenat, del Pilar, y a D. Mariano Payarlo, D. Joaquín Marín de Luna, y D. Pedro Pablo Tubo, del de San Pablo.

Hoy 25 nuestro general Palafox llegó a estar de tanto riesgo que se le administró la santa unción, asimismo se dio principio a dar pasaportes a forasteros y vecinos de la ciudad para salir a tomar aires puros. El día 28 nuestro general Palafox fue sacado de su casa a las 7 de la mañana en un coche, acompañado de 30 caballos a la Casablanca, donde estaba el mariscal Lannes, de la que fue restituido a su misma casa a las 10: la que de oficiales franceses fue registrada y embargados todos sus papeles. Cuando ya la ciudad estuvo con el posible aseo, atendidas sus pasadas circunstancias, hizo su entrada el 5 de marzo el mariscal Lannes, con toda la ostentación correspondiente al conquistador de la ciudad de Zaragoza.
Ya desde esta época mandó en un todo el gobierno francés, por cuya razón la Junta establecida cuando la Capitulación, cesó el día 26 en el ejercicio de sus funciones y, por consiguiente, los heroicos y valientes habitantes de dicha ciudad en premio de sus nunca bien ponderados servicios, empezaron a sufrir el pesado yugo, de exorbitantes contribuciones, tropelías personales y demás que trae consigo una injusta guerra de que seguramente no eran acreedores; pero a pesar de todo esto, y aunque sus relevantes servicios no sean atendidos ni premiados como merecen, nunca les podrán quitar la gloria y el honor grande de haber sido unos héroes en la memoria de lo porvenir en la defensa de su religión, su rey y su patria.

El ejército francés estuvo en posesión de la Heroica Ciudad de Zaragoza desde el día 21 de febrero de 1809 hasta el 9 de julio de 1813, a las 11 de la noche, hora en la que la abandonaron.

55.000 muertos y una cuerda de 12.000 prisioneros enviados a desecar pantanos a las Landas, ese fue el tributo de Zaragoza hace 200 años.
Napoleón tuvo que emplear cuatro mariscales para conseguir la capitulación de Zaragoza y tuvo 8.000 bajas en su ejército. Nada mejor  para entender como el mejor ejército de la época tuvo que realizar dos sitios para tomar una ciudad que el parte que escribió un oficial francés al mariscal Lannes.
“Sire, en el día de hoy hemos tomado la cocina de la casa nº 6 del Coso, espero darle mañana la agradable noticia de que se ha tomado la casa entera”



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