Imprimir
Categoría de nivel principal o raíz: Artículos
Visto: 16661

Los ejércitos son el apoyo de la política exterior o interior de un pueblo y que en caso de una invasión por parte de otra potencia, son quienes deben frenar esa invasión, estudio aparte sería todo el amplio campo de la resistencia pasiva y activa por parte de la población civil. A su lado deben de existir reservas en potencia, organizadas de forma que con ellas se puedan establecer operaciones de mayor o menor envergadura. Un ejército puede adquirir enormes proporciones en caso de una guerra ya sea de invasión o de defensa del territorio nacional, pero este ejército, de mayor o menor envergadura, no puede existir si no hay un tejido industrial y económico que le apoye en el suministro, fabricación de armamento y el amplio abanico de las distintas municiones empleadas en las operaciones militares.

Imagen

La potencia de un ejército no se mide solamente por la cantidad de hombres y materiales capaces de entrar en el campo de batalla, también se mide por la eficacia de fabricar y suministrar las armas y municiones necesarias ya para un empleo inmediato, es decir táctico, como para prolongar las operaciones hasta la consecución de sus objetivos, el empleo estratégico.


La Guerra de la Independencia es en su mayor medida una serie de campañas militares terrestres, y es por ello que la industria militar española estaba basada principalmente en la fabricación de fusiles, pistolas, artillería, municiones, pólvora y la fabricación de sables y espadas, es por ello que el artículo está centrado en las fábricas del material anteriormente citado y no en la industria naval, aunque sería deseable e interesante un artículo sobre dicha industria naval por parte de personas más entendidas en las particularidades de esta industria.

La industria militar del Estado era muy reducida hasta que Carlos III se preocupó de la creación y adquisición de casi todas las factorías dedicadas a la producción de material de guerra, aunque algunas de las fábricas que estuvieron en activo durante la Guerra de la Independencia eran de propiedad particular. Esta industria militar anterior a la Guerra de la Independencia carecía de una organización centralizada o estatal y las fábricas o factorías estaban instaladas en las inmediaciones de los yacimientos de las materias primas con las que trabajaban, por lo tanto, la industria bélica no estaba regida por conveniencias de carácter estratégico.

En el momento en el que el arma de fuego triunfa sobre el empleo de armas blancas, la industria se divide en dos tipos de producción, armas de infantería y artillería y la producción de pólvora. La producción de artillería, armas portátiles y pólvora dependía del Estado, aunque muchos de los molinos de producción de pólvora eran de particulares que fabricaban pólvora mediante un permiso expreso del rey, la ubicación de estos molinos particulares es por lo general desconocida, se conocen algunos molinos particulares que, gracias a trabajos de investigación por entusiastas de nuestra Historia, se ha podido realizar estudios muy localizados de producción de pólvora.

La producción de armas blancas también tuvo su importancia durante la guerra, aunque es de sobra conocida la artesanía de la forja de espadas, no hay que olvidar que el sable era un arma muy utilizada por todas las Armas y que mejor industria de la espada que la de Toledo y que tuvo su importancia durante los años de ocupación francesa.

A continuación expondré las principales fábricas de material de guerra, tanto estatales como particulares, métodos de fabricación y de trabajo que estuvieron en producción durante la Guerra de la Independencia, para tener una idea generalizada de como era la industria bélica española, desorganizada y de material deficiente en gran parte, pero que no obstante se esforzó al máximo en su producción y aportó su esfuerzo para conseguir la victoria.

FABRICACIÓN DE ARMAS BLANCAS
Las armaduras anteriores del siglo XVIII quedan reducidas a la coraza de la caballería y el casco por lo que se hace necesaria un arma de puño, un arma para herir por corte y no por punta, y que fuera capaz de resistir los golpes contra el hierro, las espadas corrientes de acero se rompen con facilidad hasta que los maestros espaderos toledanos resuelven el problema con la hoja de alma de hierro.

Para su fabricación se cogía un cuadradillo de hierro, “alma”, al que se le soldaban por las dos caras dos pletinas de acero llamadas “tejas”, una vez soldado el conjunto en fragua, se batía y alargaba a base de caldas, hasta obtener la hoja. Esta producción que hoy se denomina “bimetal” se sigue practicando en la Fábrica de Toledo, resultando unas hojas flexibles y muy resistentes.

Los modelos más usados eran el Modelo 1796 y el Modelo 1805.

Es interesante, como apoyo al presente artículo, el completísimo tema abierto por el usuario Bedunia sobre las armas blancas del Ejército español y donde se puede apreciar los modelos anteriormente citados. (Las Armas Blancas en el Ejército Español )


Real Fábrica de armas de Toledo.

La fabricación de armas blancas en Toledo se remonta a la época de los romanos, constituyendo esta fabricación una verdadera artesanía que traspasa nuestras fronteras, tanto en calidad como en fama, siendo sus armas hoy en día muy cotizadas.

La fabricación de armas blancas hasta la llegada de Carlos III estaba regida por una anarquía absoluta, gracias a este rey se consiguió unificar la fabricación de este armamento, para tal fin designó a D. Luis de Urbina en 1761 para que unificase a todos los maestros espaderos de Toledo, ubicando la fábrica en la actual calle de Núñez de Arce, de la que fue su primer director el capitán de Caballería D. Miguel de San Gil.

La fábrica contaba sólo con cuatro fraguas y unos pocos bancos de amolar y dadas las malas condiciones del local, éste se trasladó a la huerta de la Cofradía de la Caridad, traslado que se efectuó en 1781.

El 4 de diciembre de 1808 se tuvo noticias de la proximidad de los ejércitos franceses, procediéndose a evacuar la fábrica, se organizaron convoyes con todos los elementos capaces de ser transportados, así como la mayoría de los maestros espaderos, se intentó montar fábricas en Cádiz y Sevilla, llegando a prosperar la fábrica de Cádiz. En 1808 la fábrica constaba de talleres de forja, amolado, acicalado, ajuste y montura, siendo su producción de unas 3.000 armas al año.

Real Fábrica de armas blancas de Cádiz

Fábrica organizada con los operarios y efectos de la Fábrica de Toledo, evacuados de Sevilla ante la inminente ocupación de esta ciudad por los franceses. La Fábrica de Cádiz estuvo activa durante los años 1810 a 1813, en que por Real Orden de 16 de diciembre de 1813 se instó el regreso de operarios a la Fábrica de Toledo, ya libre de la ocupación francesa.

FABRICACIÓN DE ARMAS DE FUSILES

Esta industria, al igual que la de armas blancas, era una artesanía más que un proceso industrial, ya que las fábricas se limitaban a recibir las partes del fusil, reconocerlos y armarlos.
El tubo se fabricaba partiendo de una chapa de hierro de forma trapezoidal de 40 pulgadas por 4 pulgadas y media, el cual se curvaba primero en sentido longitudinal y después se soldaba en la fragua, para esta operación se necesitaban de 30 a 40 caldas (baños al rojo), llamadas “mayores”. Después empezaban las “menores” para afinar y acabar en forja para terminar recortando los ángulos en la recámara, todo ello requería unas 40 o 50 caldas, lo que es de admirar la práctica y profesionalidad de estos artesanos para no quemar la materia con la que trabajaban.

Después venía el barrenado, que se hacía en un banco de trabajo, dando las primeras pasadas hasta el centro del ánima, la mitad por la boca del cañón y la otra mitad por la culata, terminando con pasadas a todo lo largo, para ello se necesitaban 30 barrenos de calidad progresivos hasta llegar al barrenado exacto. Terminada esta fase se procedía al repaso exterior, al roscado de la recámara y taladrado del fogón, donde posteriormente las llaves, cajas y aparejos se reconocían y medían con sus correspondientes plantillas donde los cañones eran calibrados y reconocidos.

Existían distintas fábricas de fusiles en la península y aunque los métodos de trabajo eran los normales de la época el resultado era un armamento muy deficiente, dependiendo el Ejército en fechas posteriores de los fusiles británicos Brown Bess que estos suministraban y los fusiles Charleville 1777 capturados a las tropas francesas.

Las armas que en 1808 se fabricaban eran:
- Fusiles de chispa de 19mm. para infantería.
- Carabina de chispa de 18mm. para cornetas de infantería y cadetes.
- Tercerola de chispa de 18mm. para artillería.
- Pistolas de 18mm. para caballería.

Imagen


Fábrica de armas de Placencia de las Armas (Guipúzcoa)

La localidad vasca ya tenía tradición en la fabricación de armas, por cuya industria debe su nombre de Placencia de las Armas. En 1801 se organizó una fábrica de fusiles, aunque no era un fábrica en el sentido estricto de la palabra, sino más bien un taller de montaje y pruebas de recepción, el lugar era muy indicado debido a la presencia de numerosos talleres de cañonistas, llaveros, aparejeros, cajeros y bayonetistas, gremios relacionados con la fabricación de los fusiles. La única función de esta fábrica, pues sería, la unificación y montaje de los componentes. En esta fábrica se montó el primer banco oficial de pruebas de armas de fuego.

Fábrica de armas de Oviedo

Al igual que la fábrica de Placencia, no existía fábrica de armas como tal, sino únicamente talleres de los distintos gremios citados anteriormente, la fábrica no tenía otra misión que la entrega de materiales, recepción, montaje y pruebas. Cuando la industria estaba en pleno desarrollo en 1808, esta fue desmantelada por la invasión francesa, diseminándose los maestros armeros por el resto de la península.

Fábrica de fusiles de Sevilla

La creación tuvo lugar por Real Orden de 9 de junio de 1809, encargándose de ella el coronel de Artillería D. Francisco Dátoli. La fábrica ya tuvo problemas desde el primer momento, el coronel Dátoli solicitó 690 maestros armeros y 1575 oficiales y aprendices para llegar a una producción mensual de 5.000 fusiles. No le mandaron ni la mitad del personal pero además se encontró con otro problema, la industria de armas de fuego tenía cierto arraigo en el norte peninsular, por eso muchas de las viviendas de los operarios que a su vez eran talleres, poseían fragua, algo difícil de conseguir en Sevilla. En agosto de 1809, a pesar de las dificultades, comenzó a fabricar fusiles, comunicando que para noviembre podían llegar a los 5.000 fusiles de producción, lo que es de suponer la llegada de los profesionales solicitados. No se conservan datos de producción de la fábrica, dicha fábrica fue cerrada al acercarse los franceses a la ciudad de Sevilla en 1810.

FABRICACIÓN DE ARTILLERÍA

Casi la totalidad de la artillería era de bronce fundido. La aleación de bronce para artillería estaba estipulado que fuese de 11 libras de estaño por 100 libras de cobre. Existían varias fundiciones de acero y hierro vinculados a la fabricación de la artillería. La fabricación de piezas de artillería constaba de varios procesos: moldeado, fusión, mecanizado, terminado, grabado, reconocimiento y prueba de las piezas.

Imagen
Moldeado.- La artillería anterior al siglo XVIII se fundía en hueco, es decir, en un molde macho con lo que muchas veces salía con el ánima descentrada e incluso curvada, y los espesores de paredes eran desiguales con lo que estos defectos afectaban considerablemente a la puntería. Debido al proceso de fabricación, el ánima no salía todo lo lisa que debería, originándose poros y sopladuras.

Para remediar estos defectos se aprovechó el invento del torno, barrenando el ánima aunque esto sólo corrigió en parte los defectos del alisado del ánima y a medida que las bocas de cañón se fueron alargando, los inconvenientes no hicieron más que sino aumentar. Avanzado el siglo XVIII se perfeccionó el torno y se pensó en fundir en sólido (sin molde macho) y barrenar, gracias a este fundido en sólido se solucionaron los defectos del ánima y alisado pero a su vez surgió un inconveniente.

Las piezas fundidas en sólido tenían las ánimas más blandas, con el consiguiente aumento de metal para corregir este defecto, lo que hacía que las piezas de artillería fueran costosas.
La fundición de morteros y obuses se hacía en hueco, con molde macho, y los cañones se fundían en sólido.

Fusión.- Se empleaba un gran horno de reverbero o refractario cuya capacidad era de 500 a 600 quintales de bronce, dada la gran capacidad de estos hornos se fundían varías piezas en cada colada. (quintal = 46 Kg)

Mecanizado.- Consistía en tres operaciones: cortar la mazarota (depósito de metal fundido), barrenar y tornear. Se hacían varias pasadas en el barrenado, aumentando el diámetro de la boca hasta llegar al de terminación. Las barrenas eran cuchillas con corte oblicuo, el torneado sólo se hacía al exterior.

Terminado.- Desde el torno se pasaba al taller de grabadores, donde pulían y terminaban las zonas donde el torno no había podido trabajar, se hacía a base cincel y lima y a continuación se taladraba el fogón.

Grabado.- Las inscripciones reglamentarias eran en la culata, y por encima del fogón, la cifra real son algún adorno, día, mes, año de fundición y número de serie. Próximo al collarín de boca y dentro de un cartel, el nombre con que se bautizaba la pieza. En el muñón derecho, el peso en quintales y libras y en el muñón izquierdo, la aleación de metal.

Reconocimiento y pruebas de las piezas.- Las pruebas eran de dos clases, una visual y otra de resistencia. Se transportaban las piezas a una zona delimitada por un terraplén y allí se hacía un reconocimiento visual del exterior, seguidamente se introducía una cerilla colocada en el extremo de una pértiga, comprobando si el ánima tenía alguna grieta, sopladura o defectos similares. Si era un día soleado se colocaba la pieza de espaldas al sol, y con un espejo se reconocía el ánima.

A continuación se colocaba el tubo en el suelo, apoyando el cascabel contra un muro y en el centro de la pieza se colocaba un madero para que sirviera de apoyo donde se le daba uno o dos grados de elevación, apuntando hacia el terraplén. Se realizaban tres disparos, el primero con dos tercios de pólvora del peso de la bala, el segundo con tres cuartos y el tercero con igual peso que la bala. Los calibres pequeños, 4, 6 y 8 libras, se probaban con una carga igual al peso de su bala. Tras cada disparo se tapaba el fogón y la boca del cañón para ver si salía humo por alguna posible grieta o poro que se hubiera pasado por alto en el reconocimiento visual.

Se taponaba con cera el fogón y seguidamente se inundaba el ánima, observando, posibles pérdidas de agua por algún sitio, si alguna de las pruebas fallaba, la pieza se consideraba inútil.
Para comprobar el calibre empleaban las “estrellas”, que eran dos vitolas circulares, una algo menor al calibre de la pieza y otra exacta al calibre. La primera había de pasar toda la longitud del ánima, y la segunda no debía de pasar de la boca si la pieza estaba bien calibrada. Estas pruebas las realizaba el Real Cuerpo de Artillería.

Fundición de hierro de Eugui.- Esta fundición navarra fue una de las más antiguas de España, cuyos orígenes se remontan al año 1420. Con la invasión francesa, al igual que tantas otras quedó reducida a ruinas, siendo sustituida por la de Orbaeiceta. Se dedicó la fabricación de balerío y granadas para la artillería hasta caer en manos francesas en 1808.

Real Fábrica de Armas de Orbaeiceta.- Enclavada en el valle de Aézcoa, cayó rápidamente en manos francesas. La actividad principal era la obtención de hierro y la fabricación de municiones para la artillería.

Real Fábrica de Trubia.- Inicia su andadura tras el descubrimiento del rico yacimiento de hierro de San Juan de Castañedo del Monte, en 1796, con la construcción de los dos primeros hornos. Al apoderarse los franceses de las fábricas de Eugui y Orbaeiceta, se pensó en la conveniencia de trasladar la fabricación de municiones de artillería que quedara lejos del alcance de los franceses. Siendo abandonada en 1808 tras el imparable avance francés.

Cada doce horas llegaban a la fundición 18.000 libras de carbón vegetal, 10.000 de mineral peróxido de hierro y 5.000 libras de castina, produciendo en cada colada 4.500 libras de hierro. Para su segunda fusión se crearon dos cubilotes de 4.000 libras de producción al día.

Real Fábrica de Artillería de La Cavada.- Fábrica fundada en 1616 y vinculada principalmente al material de guerra de la Marina. Tras la ocupación francesa del País Vasco y Navarra, la fábrica de La Cavada y Liérganes se convierte en un importante centro industrial de carácter estratégico. Tras la toma de Santander por parte del ejército francés, la fábrica cae bajo control enemigo y reduce su producción debido a la resistencia pasiva de sus obreros. Esta fábrica suministraba de forma clandestina material para los guerrilleros que combatían al ejército napoleónico.

Reales Fundiciones de Bronce de Sevilla.- Se estableció en 1768 con la finalidad de barrenar y tornear la artillería. Tenía diversos talleres de grabería, escarpa, lima, torno, carpintería, fragua, tres maquinas de barrenar y tornear artillería, corte de mazarotas, ladrillería, moldería, ocho hornos de fundición, seis hornos reverberos y un laboratorio químico, produciendo piezas de todos los calibres. En 1794 llegó a producir 418 piezas de artillería.
En 1808 empezó también la tarea de fundir municiones, llegando a producir en 1809 16.452 balas y 12.112 granadas. En 1810 cae en manos francesas y la producción decae considerablemente debido a la resistencia pasiva de sus obreros.



FABRICACIÓN DE PÓLVORA

La elaboración de pólvora constaba de los siguientes procesos: Molido, amasado, graneo, pavonado, asoleo y clasificación.

Molido.- Se empleaban dos tipos de molidos, el de percusión y el de presión.
Los molinos de percusión no eran más que una batería de morteros de piedra, sobre ellos actuaban unas mazas de madera, las que se izaban mediante un árbol de levas horizontal, que recibía la rotación mediante una rueda de agua o impulsada por caballerizas. La capacidad de cada uno de los morteros era de 20 a 30 libras.
El sistema de presión consistía en molinos de rodillos.

Amasado.- Se echaban en cada mortero, los dos tercios de carbón y el azufre correspondiente a la pólvora que se quería obtener, añadiéndole unos 4 o 5 litros de agua. Se ponía en marcha el molino, agregando a medida del volumen, el salitre y el carbón restantes. La operación duraba entre 6 y 15 horas, dependiendo de la cantidad a producir.

Graneo.- Se hacía en unas cribas colgadas sobre unas artesas, donde caía la pólvora. Para romper la pasta se ponían en las cribas cinco o seis pequeños cilindros de estaño, se oscilaba la criba y los cilindros hacían el graneo, que por los orificios de las cribas caían a las artesas. Esta primera pólvora era denominada “verde”.

Pavonado.- A continuación se colocaba la pólvora en unos toneles giratorios, donde el roce de unos granos contra otros, eliminaba los picos y aristas. Esta operación duraba unas dos horas.

Asoleo.- Tras el pavonado se procedía al secado, pero este secado se hacía al aire y no al sol. El proceso duraba entre dos y cuatro horas.

Clasificación.- Para clasificar la pólvora según su uso, cañón o fusil, se procedía a una segunda criba, las cribas de cañón tenía orificios de un milímetro y los de fusil de 0,75 milímetros.

Munición para Infantería y armas portátiles.- Desde la aparición de las armas de fuego predominó la fabricación de proyectiles esféricos hasta 1830, en que aparecieron las primeras balas ojivales. Al principio era costumbre darle al soldado la pólvora y el plomo para su arma, la primera la administraba a su antojo y con el plomo, se fabricaba con sus propios medios las balas para su arma. El calibre no existía, por lo que los disparos carecían de precisión y justificaba la forma de combatir, batallón contra batallón soportando descarga tras descarga, a pie firme y en correcta formación. La unificación de los calibres empezó normalizando las municiones en los Parques y Maestranzas, dándoselas ya confeccionadas a los soldados. Esta unificación pasó a la pólvora, apareciendo el cartucho de papel. El cartucho era un sencillo cilindro de papel en el que se había introducido previamente la pólvora, este cilindro se cerraba por ambos extremos, en el momento de cargar se rompía la punta del cartucho con los dientes.

FÁBRICAS

Real Fábrica de Pólvoras de Granada.- Su fundación data del siglo XV. Esta fábrica tenía 20 morteros con una producción anual de 7.000 arrobas. Mejoró su producción al recibir los morteros de la Fábrica de Pólvora de Ruidera.

Fábrica Nacional de Pólvora Santa Bárbara.- Creada en 1633 en las proximidades de Jabalí Viejo (Murcia) eran de propiedad particular hasta 1747, en 1802 el Real Cuerpo de Artillería se hace cargo de la producción. Constaba de dos molinos de ocho morteros cada uno aunque la pólvora que producían era de pésima calidad, calidad que es mejorada cuando Artillería se hace cargo de su producción. Entre 1810 y 1812 sus instalaciones se distribuyen entre Alicante y Tabarca. Su producción de pólvora en 1808 era de 9.000 quintales al año.

Fábrica de Pólvora de Ruidera.- Esta fábrica constaba de cuatro molinos con 16 morteros cada uno, dedicados a la fabricación de pólvora de caza y mina, con una capacidad de 16.000 arrobas. En aquel paraje, las Lagunas de Ruidera, los meses estivales hacían imposible la permanencia por la plaga de mosquitos de sus lagunas, lo que obligaba al cierre de sus molinos en los meses de junio a octubre, sus comunicaciones eran pésimas y la distancia entre los centros de azufre y carbón eran considerables, por lo que se cerró, trasladando todo su material a la Fábrica de Pólvoras de Granada.

Fábrica de Pólvora de Manresa.- Fue una de las fábricas más antiguas teniéndose noticias de ella en 1540, en 1789 fue adquirida por la Real Hacienda. Constaba de cuatro molinos y tenía la particularidad de tener una salitrería en la misma fábrica. Su producción era de unas 10.000 arrobas y su pólvora era de gran calidad.

Real Fábrica de Pólvora de Villafeliche.- Las primeras menciones escritas de la fabricación de pólvora en Villafeliche son de finales del siglo XVI. Villafeliche funcionaba con molinos de reducidas proporciones cuyos árboles accionaban dos sencillos mazos y un depósito de pavonear pólvora de reducidas dimensiones. Alrededor de esta industria de la pólvora de Villafeliche se desarrollaron otras actividades de salitrerías en gran número de localidades de alrededor y se inició la explotación de las minas de azufre de Libros (Teruel). Villafeliche llegó a tener 180 molinos de pólvora
La pólvora de Villafeliche tenía como destino las fortificaciones del norte de España.

LA FORMACIÓN DE LOS OFICIALES DE ARTILLERÍA PARA MATERIAL DE GUERRA

La fabricación de todo el material de guerra estaba a cargo del Real Cuerpo de Artillería y la formación que se les daba a los oficiales era la siguiente:

La duración de la carrera era de tres años y diez meses y las clases estaban distribuidas de la siguiente manera:
-Primer año.- Cálculo numérico y literal, Geometría especulativa, práctica y trigonometría plana. Existían unas materias que podríamos definir como extraescolares y eran Religión, Ortografía, Gramática, ejercicios de fusil y baile.
-Segundo año.- Álgebra, aplicación a la Geometría y Fortificación. Clases adicionales de Idiomas y baile.
-Tercer año.- Cálculo diferencial e integral, Mecánica y Dibujo. Clases adicionales de Geografía, Historia y Esgrima.
-Cuarto año.- Tratado de Artillería y Dibujo. Clases adicionales de Geografía e Historia.

Durante este tiempo se estudiaba y trataba sobre la pólvora, fundición de piezas de artillería de bronce y de hierro colado, fabricación de proyectiles, cordajes, armas de fuego y armas blancas, escuelas prácticas de artillería, nociones de balística, empleo de la artillería de campaña, trenes de sitio, ataque a plazas, dotación de plazas de guerra y la defensa de las plazas.

MUNICIÓN DE ARTILLERÍA.- Todo lo referente a las municiones y artificios de la artillería no dependía de las fábricas de pólvora aunque no es extraño que algunas municiones y artificios salieran de estas fábricas, existía en cada Plana Mayor de los cinco Regimientos de Artillería española unos laboratorios dirigidos por un capitán, en dicho laboratorio se adiestraba a los sargentos, cabos y artilleros en la instrucción y preparación de todos los tipos de proyectiles y artificios que se usarían durante una guerra.
Bala.- La bala era una esfera maciza de hierro fundido o forjado, su calibre se medía por su peso en libras.
Bala de metralla.- Eran esféricas de hierro colado o forjado, no se calibraban ya que se designaban por numeración. Número 1, que se empleaba en el obús y Número 5, que s empleaba en el cañón de a 12.
Granada.- La granada, esférica y hueca, de hierro fundido,era rellenada con pólvora negra, se le insertaba a través de un orificio una «espoleta pirotécnica», tubo cónico de madera con mixto de pólvora en su interior, y una mecha que la hacía detonar con relativa precisión en el objetivo, produciendo una fuerte explosión y fragmentándola en metralla.
Bomba.- La bomba era una gran esfera de hierro fundido, hueca, llena de pólvora y, al igual que la granada, dotada de espoleta que regulaba el retardo de la explosión.
Bote de metralla.- Consistían en unos botes de hojalata en el que el fondo y la tapa iban sujetos por pestañas, en su interior se metían balas y existían tres tipos dependiendo de la cantidad de metralla, 41, 63 y 112 balas.
Carcasa.- Proyectil de mortero cuya finalidad era iluminar e incendiar los trabajos, campamentos y defensas del adversario. Se empleaban de dos tipos: para cortos y para largos alcances, cuya única variación era el aspecto exterior del proyectil pues la carga era la misma.
Para corto alcance se empleaba un saquete reforzado por un entramado de cuerdas que permitía mantener su forma cilíndrica.
Para largo alcance consistía en un proyectil de flejes de hierro ovalado, el fondo era una cazoleta de la que salían cuatro o cinco flejes, reforzados por aros horizontales, una idea aproximada de la forma sería una jaula esférica en cuyo interior iba la carga incendiaria.
La carga consistía en un compuesto de brea, resina, pez griega y sebo. Se fundía y después de una breve reducción se agregaba pólvora, estopa, si se quería que el compuesto fuera más activo se le agregaba salitre. Para aumentar el poder incendiario se le agregaba al compuesto dos o tres granadas de 2 o 3 libras. Tras llenar el saquete se hacían tres taladros en la cabeza del proyectil en el que se introducían tres punzones de madera, en ellos se metían las mechas que iniciarían el poder incendiario y explosivo del proyectil.
Polladas.- Una bomba de racimo que se disparaba desde los morteros, era un armazón de madera esférico compuesto por varios platos en los que se disponían varias bombas de menor calibre, en el momento del disparo este armazón se destruía, liberando sus múltiples cargas explosivas.
Petardos.- Su objetivo era destruir pequeños obstáculos, principalmente puertas y ventanas. Consistía en un tablero de madera que en uno de los lados llevaba un gancho de hierro para colgarlo sobre el obstáculo a destruir, por la otra cara llevaba un recipiente en forma de campana lleno de pólvora y sujeto al tablero por bridas de cuero, en su fondo un orificio para introducir la mecha.
Sacos de pólvora.- Bajo este nombre tan normal se encuentra un artificio defensivo para arrojarlo por los fosos y terraplenes de las fortificaciones e incluso con morteros. Consistía, como su nombre indica, en un saco pequeño de pólvora al que se le colocaban un par de espoletas, para darle consistencia al saco se bañaba por fuera con un compuesto específico llamado "camisa embreada", algunas veces se le metían dentro dos o tres granadas pequeñas.
Camisa embreada.- Su objeto era incendiar por contacto y se empleaba para golpes de mano o para cubrir retiradas. Consistía en un bastidor de madera o hierro de 30 o 40 cms. envuelto en lona o lienzo, este se enrollaba alrededor del bastidor y se le sujetaba con alambre mechas y cargas incendiarias. Una vez rellenos se sumergía en el "mixto de camisas" o "camisa embreada" cuya composición era la siguiente: resina, brea, sebo, aceite de linaza y trementina.
Balas de iluminación.- Proyectiles del calibre de los cañones y obuses empleados que se construían en moldes de madera y se envolvían en trapos enrollándolos con una malla de alambre y cuya composición era la siguiente: Azufre, pólvora, salitre, pez griega, petróleo, sal amoníaco, mercurio, goma arábiga y alcohol de vino.

ARTIFICIOS.- En este apartado van incluidos todos los ingenios de la época que se utilizaban para dar fuego a las piezas y bombas.
Lanzafuegos.- Su empleo era para dar fuego a los hornillos y estopines de las piezas. Consistía en un tubo de papel lleno de un compuesto especial que siguiera ardiendo incluso con fuerte lluvia. Para su compuesto utilizaban: pólvora fina, salitre, azufre y alcanfor. Este compuesto se molía concienzudamente, se mezclaban los ingredientes que se encartuchaban en un tubo de papel, contenido en un molde para tal efecto.
Espoletas.- Tenían la finalidad de comunicar el fuego del disparo de la pieza a la carga interior de los proyectiles huecos.
Consistía en un tubo de madera hueco que exteriormente formaba un cono. Su funcionamiento era colocarlo sobre la carga, de manera que comunicara el fuego en el momento en el cual debía explosionar, para que eso ocurriera había que preparar un compuesto y graduarlo, había varios tipos de compuestos según su tiempo de explosión y según su uso. Estos eran los tipos de compuestos para espoleta, los cuales llevaban una numeración según el compuesto, he omitido las cantidades por seguridad:
- Compuesto vivo, 1ª a la 4ª.- pólvora, salitres y azufre. Las numeraciones varían según la cantidad de sus componentes
- Compuesto lento, 5ª a la 8ª.- pólvora, salitre, azufre y carbón. Las numeraciones varían según la cantidad de sus componentes.
- Compuesto de llama viva, 9ª ,10ª y 11ª, pólvora, salitre, azufre y alcanfor. Las numeraciones varían según la cantidad de sus componentes. Este compuesto se utilizaba seguir la trayectoria del proyectil, un simil a las hoy modernas municiones trazadoras.
- Compuesto ciego, 12ª.- pólvora, salitre, azufre y ceniza. Se utilizaba para evitar que el enemigo pudiera observarla, pues al contrario que el compuesto de llama viva, apenas desprendía llama y humo.

La duración de las espoletas dependía del calibre del proyectil:
- Bombas de 12 pulgadas, de 65 a 75 segundos.
- Bombas de 9 pulgadas, de 50 a 55 segundos.
- Bombas de 8 pulgadas, de 35 a 45 segundos.
- Bombas de 6 pulgadas, de 30 a 40 segundos.
- Granadas de 24 libras, de 30 a 40 segundos.
- Granadas de 16 libras, de 25 a 35 segundos.

Fuentes
- http://revistas.ucm.es/amm/02148765/art ... 10207A.PDF
- http://bermudas.ls.fi.upm.es/~pedro/toledo.htm
- Real Fábrica de Orbaiceta (Navarra). Arqueología industrial y campos de trabajo de Ana Carmen Sánchez Delgado.
- http://remilitari.com/guias/artilleria4.htm
- http://www.bisabuelos.com/lug/lacavada.html
- La lanza y el escudo (Ingeniería de sistemas de defensa), Ricardo Torrón Durán.
- http://www.ifae.es/baig/personal/Foneria.pdf
- El Real Colegio de Artillería de Segovia en la Guerra de la Independencia, María Dolores Herrero.
- http://es.wikipedia.org/wiki/Real_F%C3% ... _La_Cavada
- https://www.gupostseguro.com/fitbak/es/ ... riales-M-Q
- Tratado de Artillería, Tomás Morla. (Notas referentes a municiones y artificios).


Si quieres debatir este artículo entra en su foro de discusión