Resultado de imagen de asedio jerusalen 70Se podría decir que Judea siempre fue para los romanos una de las provincias más problemáticas del Imperio, desde su incorporación al espacio de dominio de Roma la provincia casi siempre daba que hablar por alguno u otro motivo.

A lo largo de las primeras décadas del primer siglo de nuestra era, los movimientos subversivos anti-romanos (como el de los celotes) captaban cada vez más adeptos. En numerosas ocasiones los entes dirigentes judíos (principalmente la casta sacerdotal) tuvieron que cumplir el papel de amortiguadores de estos movimientos frente al poder romano.

Pero era de prever que aquella situación no podía continuar sin una resolución violenta, por las mismas características que adquirían los hechos en la provincia.

La gota que rebalsó el vaso del problema fue la gestión de Gesio Floro, el procurador romano de Judea al cual le tocó vivir el estallido de la rebelión. Floro solo gobernó dos años (del 64 al 66 d. c.), pero sus excesos unidos a su mala gestión terminaron por colmar a gran parte de la población judía en la que ya caldeaba una sublevación desde tiempo atrás.

El gobernador romano de Siria, Cestio Galo, se dirigió a Jerusalén con motivo de la celebración de la Pascua del año 66. En la cuidad recibió las quejas y pedidos de gran cantidad de judíos descontentos de la gestión romana (que según Flavio Josefo fueron 3 millones). Como es de suponer, los judíos no quedaron contentos con las vagas promesas de Cestio Galo mientras que por otro lado las imprudencias de Gesio Floro no cesaban.

Ocurrió lo inevitable, la rebelión judía estalló de manera tan violenta como no se había visto hace años. La guarnición romana acantonada en Jerusalén fue degollada, se incendiaron las casas de los romanos residentes en la cuidad y esta pasó al control de los insurgentes.

Cestio Galo intentó controlar la situación con su Legión IX, pero fue rechazado pues la rebelión había alcanzado proporciones tan enormes que ni siquiera una legión completa bastaba para apagarla.

Mientras tanto en Roma gobernaba Nerón, el cual al conocer el problema en Judea decidió enviar al General Vespasiano, quien fue acompañado por su hijo Tito Flavio Vespasiano (ambos se convertirían después en emperadores). El general Vespasiano tomó posiciones en Jerusalén el año 68 d. c., con una fuerza aproximada de 60 000 soldados. Aun así Vespasiano no pudo hacer mucho pues paralelamente en Roma había estallado una crisis política que condujo a la caída de Nerón (el 9 de junio del 68) y a la sucesión de emperadores efímeros por lo que las operaciones militares tuvieron que ceder a una pausa. Vespasiano regresó a Roma, por lo que su hijo Tito sería el encargado de atacar Jerusalén. El ataque romano se reanudó el año 70 d. c., después de que retornara la estabilidad política en Roma (Vespasiano fue finalmente proclamado emperador).

Las hostilidades empezaron cuando se acercaba la celebración de la Pascua por lo que Jerusalén se encontraba con gran cantidad de gente que se había reunido como de costumbre para celebrar dicha fiesta.

Tito contaba con cuatro legiones (la V, la VII, la X, y la XV). El 31 de marzo tomó posiciones en el monte Scopus con las legiones V, VII, y XV, mientras que la Legión X tomó posiciones en el monte de Los Olivos.

Los judíos oponían dos fuerzas  una al mando de Juan de Giscala con 11 000 hombres, que defendía el templo, la torre Antonia y la población de Besetha; la otra fuerza se encontraba al mando de Simón bar-Giora con 10 000 hombres, y tenía la misión de ocupar las partes inferior y superior de la ciudad.

El 9 de abril los romanos atacaron la tercera muralla de Jerusalén, entonces Tito decidió tomar posiciones en al oeste de la cuidad (en el campo de los Asirios) para penetrar mejor al interior de esta. De esa manera y después de cinco días de ataque continuo, logró penetrar a la segunda muralla por medio de una brecha. Pero los furiosos contraataques judíos hicieron que los romanos no pudieran resistir más de cinco días en la muralla.

Para apoderarse del templo necesariamente se tenía que tomar la Torre Antonia pues esta constituía el único camino al simbólico templo y a la ciudadela de Herodes (la cual defendía la primera muralla al norte del monte Sión). Juzgando todo esto, Tito decidió aproximarse a la Torre Antonia y empezar las construcciones de aparatos que permitiesen tomar y destruir dicha torre. Sin embargo estos preparativos fueron destruidos el 17 de mayo por un grupo de soldados de Juan de Giscala mientras que el 19 de mayo también eran destruidas e incendiadas las torres móviles romanas que amenazaban el Hipódromo (al sur del Templo) por Simón bar-Giora y sus hombres. En estas jornadas las muestras de heroísmo en las fuerzas judías eran realmente sorprendentes.

Después de aquellos reveses, Tito rodeó la cuidad con todas sus tropas y en tres días trabajaron obras en tierra con el objeto de cortar toda posibilidad de comunicación en la cuidad y reducirla por hambre. la consecuencia fue realmente penosa en la población sitiada.

Luego de tres semanas de lucha y nuevos preparativos, las catapultas romanas abrieron una brecha en la muralla que conectaba la Torre Antonia con el Templo, pero nuevamente Juan de Giscala logró retrasar a los romanos con una mina que ocasionó la caída de dicha muralla, los soldados entonces construyeron nuevas plataformas para poder tomar la Torre Antonia. Juan de Giscala preparó otro ataque para destruirla pero esta vez fracasó. No había duda de que pese a la lentitud de la toma de Jerusalén, la inferioridad numérica y material de los judíos ya estaba poniéndose de manifiesto. El 20 de junio a las 3 de la madrugada un grupo de soldados romanos logró penetrar por sorpresa a la Torre Antonia. Inmediatamente Tito ordenó demoler la Torre Antonia para obtener material que permitiese construir pequeñas colinas con las cuales se atacaría al Templo. En las tres semanas siguientes comenzó lo inevitable : la lucha por el sector del Templo.

Los judíos luchaban tenazmente y defendieron el templo metro por metro; primero se combatió en los pórticos exteriores, después en los interiores y finalmente en el interior del imponente edificio. El ingreso al templo costó a los romanos numerosas bajas. El 23 de julio, un soldado romano arrojó una antorcha encendida en las proximidades del denominado “Lugar Santísimo” (Qodesh Qodashim) con lo que se provocó un pavoroso incendio que matizó aun más aquel cuadro de lucha, muerte y destrucción en que se había convertido el templo.

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La incesante carnicería en los combates, más el incendio que se propagó a los edificios vecinos, terminaron por transformar el templo más grandioso de la historia judía en un montón de ruinas.

Otros sectores importantes de la cuidad también corrieron igual suerte; los romanos incendiaron la cuidad baja hasta el estanque de Siloé.

A pesar de eso todavía continuaba resistiendo una muralla defendida por Simón, pero cuando los Romanos empezaron a preparar el asalto final a la muralla se dieron con la sorpresa de que Juan y Simón al ver la precariedad de la situación, habían evacuado dicho sector y huido de forma secreta con los últimos efectivos que aún les quedaban. Finalmente el 1 de agosto, los romanos tomaron el control absoluto de la cuidad.

Como era de esperarse, el templo, máxima construcción judía, fue completamente demolida, solo quedo en pie la muralla occidental conocida en nuestros días como “Muro de los Lamentos”.

La cuidad quedó en ruinas, la Legión X se instaló en la parte superior de Jerusalén. Se dice que Tito al recibir las felicitaciones de sus camaradas por la victoria, manifestó: “No soy yo quien ha vencido, sino Dios, que ha hecho uso de mi brazo en su ira contra los judíos”.

La cifra de víctimas es incierta, los historiadores de esos tiempos nos dan cifras magnificadas (según Tácito murieron 600 000 judíos, Flavio Josefo ubica la cifra en 1 000 000 de personas), pero aun así se puede deducir que el costo humano fue realmente grande. Los judíos que no cayeron por combate, cayeron por peste o por hambre, mientras que los sobrevivientes terminaron deportados a los distintos confines del Imperio,vendidos como esclavos, o muertos en las luchas contra los gladiadores. La diáspora fue definitiva, con el correr de los años los judíos esparcidos por el orbe se convertirían en extranjeros con respecto a Palestina.

Pero todavía no cesarían las luchas judías contra Roma; en el próximo siglo se haría el último intento por evitar el desarraigo judío del suelo palestino y perder el carácter de nación. 

TERCER PERÍODO:Sitio y Caída de Jerusalem, 70 d.C.- 

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Hacia finales del año 68, un tal Simón bar-Giora, aprovechando la retirada de Vespasiano y la suspensión de la guerra por el problema de la sucesión imperial "(...) reunió un grupo de seguidores y comenzó a presionar por la Galilea inferior, robando y devastando todo el territorio; [Simón se apoderó de un gran botín. Poco después se dirigió a Jerusalem, donde el pueblo no complacido por el gobierno tiránico de Juan de Giscala, le abrió las puertas de la ciudad." [1].

Con la entrada de Simón bar-Giora en la ciudad, estalló nuevemente la guerra civil en Jerusalem. A partir de ese momento la situación política dentro de la capital se hacía más difícil puesto que los judíos peleaban entre sí debido a que el grupo dirigente del partido de los zelotes-sicarios se hallaba dividido y encabezado por los tres personajes que mencionaremos a continuación:

Juan de Giscala=>que se distinguía por su radicalismo, y que venia actuando y gobernando tiránicamente en la ciudad desde la caída de Galilea en poder de los romanos; dominaba el montículo del Templo;

Eleazar ben Simón=> un zelote moderado, que se oponía política y gubernativamente a Juan y a Simón, controlaba el acceso al Templo;

Simón bar-Giora=> que había entrado en la ciudad a fines del 69, y aunque planteaba la misma política de Juan no se unió a él sino que ocupó la Ciudad Alta y gran parte de la Baja. 

Cuando llegó la fiesta de Pascuas del año 70, la gente que se había reunido en el Templo para purificarse y ofrecer holocaustos y sacrificios fue atacada por los partidarios de Juan, quienes con sus dagas asesinaron a Eleazar [2]. Por lo tanto, a partir de esta Pascuas el partido de los zelotes-sicarios se dividió en dos, encabezado por Juan y Simón quienes se repartieron las tareas de defensa, porque Tito había llegado y sitiado la ciudad.

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Para poder entender la forma y todo el proceso del sitio de la ciudad de Jerusalem, creemos conveniente dar una descripción geográfica de misma: 

"Jerusalem está situada sobre dos montículos: uno, un poco más alto, al oeste, y otro, más bajo, al este. Entre los dos había un profundo barranco, llamado Tiropeón. En el montículo occidental estaba la ciudad alta, y en el oriental la baja. Esta última era llamada también 'Acra', (...). Al norte del Acra estaba el emplazamiento del Templo, ampliado enormemente por Herodes el Grande. Cerca del área del Templo, en el lado norte se encontraba la fortaleza Antonia. El Templo estaba rodeado en sus cuatro costados, por una fuerte muralla y así constituía (...) un pequeño fuerte. La ciudad alta y la baja estaban rodeadas por una muralla común, que partiendo del lienzo occidental de la muralla del Templo, seguía en dirección oeste dando vuelta en un amplio semicírculo alrededor de ambas partes de la ciudad y terminaba en la esquina noroeste del Templo. Además, la ciudad alta debía estar separada de la baja por otra muralla [la segunda, de norte a sur, a lo largo del Tiropeón, puesto que Tito, ya una vez en posesión de la ciudad baja, aun tuvo que dirigir sus arietes contra la muralla de la ciudad alta. Tanto al oeste como al sur y al este, la muralla exterior [la primera se alzaba sobre enormes precipicios; solamente en la parte norte estaba sobre un terreno más o menos nivelado; había una segunda muralla, curvada hacia el norte, que encerraba una segunda muralla, y formando una tercera curva más hacia el norte todavía, había una tercera muralla que Agrippa I había comenzado y que se completó durante la revuelta, cuando lo exigieron las circunstancias. Este tercer cerco contenía la llamada Ciudad Nueva o suburbio de Bezera."[3]. 

Debido a que el único acceso posible a la ciudad fortificada de Jerusalem era el lado Norte, Tito colocó las máquinas de asedio en ese lugar, comenzando a golpear la tercera muralla mirando desde afuera. Ante los golpes del ariete Juan y Simón se prepararon para enfrentar a los romanos; ambos ordenaron y dispusieron sus fuerzas de combate por toda la ciudad: 

[Simón tenía a sus ordenes una multitud guerrera y sediciosa de diez mil hombres; y ocupaba la Ciudad Alta, la gran muralla hasta el Cedrón, y parte de la muralla antigua desde la piscina de Siloé hasta el Palacio de Monabazes. Juan disponía de seis mil hombres armados y dominaba la Torre Antonia, el Templo y los lugares cercanos [4].- 

Tito, después de golpear con los arietes la tercera muralla por espacio de varios días, logró tomarla el día 7 de Artemisión (Abril-Mayo) del año 70. Después comenzaron a golpear la segunda; y la conquista de la tercera muralla le permitió ocupar Valle del Cedrón y ponerse fuera del alcance de los proyectiles judíos de los suburbios de Bezata. Terminados los terraplenes, Tito emprendió el ataque de la Torre Antonia (día 27/Artemisión/70), pero los zelotes prepararon esta estrategia: 

"(...) Juan socavó el suelo desde la Torre Antonia hasta los terraplenes y sostuvo con vigas cruzadas las obras de los romanos, que de este modo quedan al aire. Luego hizo llenar el espacio con maderas, cubiertas de betún y fez, a las que finalmente prendió fuego. Cuando las vigas se consumieron, la zanja cedió en muchos puntos y los terraplenes se desplomaron (...)".

"Esta catástrofe repentina llenó de terror los romanos (...). El accidente sobrevino cuando ya se creían victoriosos. Les pareció inútil luchar contra el fuego, (...) los terraplenes quedaron destruidos." [5].- 

En consecuencia el primer intento romano para tomar la Torre Antonia fue un fracaso. Días después, Simón prendió fuego a las máquinas de guerra que Tito había colocado para atacar la Ciudad Alta, y logró destruirlas. [6]. Debido a estos dos reveses, Tito decidió tomar la ciudad de Jerusalem por hambre; por lo tanto construyó a su alrededor un muro de circunvalación para evitar que los habitantes tuvieran la posibilidad de recibir ayuda desde el exterior. Al mismo tiempo que se construía el muro, los soldados construyeron nuevas plataformas para poder tomar la Torre Antonia. Juan preparó otro ataque para destruirla pero esta vez fracasó. Al día siguiente los romanos comenzaron el segundo intento para tomar la fortaleza. La noche del 5 de Pamero (Junio-Julio) del 70, los soldados lograron eliminar a los centinelas judíos; finalmente Tito entró en la Torre Antonia y la redujo a cenizas [7].- 

Sin que la Torre Antonia se interpusiera ya, Tito comenzó el asedio del Templo de Jerusalem que estaba defendido por los zelotes y los sacerdotes comandados por Juan. El general romano construyó nuevas plataformas para alcanzar los muros exteriores. El día 9 de Lous (Julio-Agosto), Mitus prendió fuego a las puertas de acceso al Templo, el incendio se propagó hacia el interior del recinto, el cual comenzó a quemarse [8]. Según Josefo, Tito trató de evitar la propagación del incendio, pero éste se propagó y todo el Templo fue quemado. Los vasos, el candelabro de siete brazos (menorah) y todos los objetos sagrados para los judíos fueron robados o destruidos por los romanos. Juan de Giscala, con sus zelotes, al ver que el recinto sagrado estaba perdido, lograron escapar hacia la Ciudad Alta y unirse a Simón Bar-Giora. La destrucción completa del Templo de Jerusalem (con excepción del Moro Occidental, llamado actualmente "Muro de los Lamentos") posibilitó el acceso a la Ciudad Alta, último reducto de los defensores de la ciudad de Jerusalem.

Para tomar la Ciudad Alta, Tito debió nuevamente construir plataformas de acceso y terraplenes, y alcanzar la primera muralla, construida entre el 20 de Lous y el 7 de Gorpieo (Agosto-Septiembre). Una vez que las máquinas y los terra­plenes estuvieron listos, los arietes comenzaron a golpear. Los sitiados no resistieron por mucho tiempo, la Ciudad Alta fue ocupada con facilidad, se izaron los estandartes romanos sobre ella y se proclamó la victoria el día 8 de Gorpieo del año 70. La ciudad de Jerusalem fue arrasada y destruida; solamente quedaron en pié las torres del Palacio de Herodes el Grande (lpicus, Fasael, y Mariamme); una parte de las murallas y el muro Occidental del Templo.-

Concluimos que el sitio y la toma de Jerusalem fue ardua y difícil. Tito se vio obligado a construir para cada sector de la ciudad maquinas de asedio, plataformas y terraplenes para poder destruir las fortificaciones y refugios de los judíos, como el caso de la Torre Antonia, el Templo o la Ciudad Alta. Después de casi seis meses (desde la Pascua hasta septiembre del 70) la ciudad fue conquistada por las legiones romanas comandadas por Tito; sus habitantes, los zelotes-sicarios y sus jefes murieron en el furor de la batalla o por el hambre.

Si nos remitimos a hechos políticos y hasta militares desenvueltos por a lo largo de la historia hebrea encontramos que el aspecto religioso fue un factor condicionante de gran importancia, he tratado de hacer algunas líneas al respecto.

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La primitiva religión del pueblo hebreo (forjada primeramente en una vida nómada, así como también reforzada por Moshé en el éxodo, después del asentamiento hebreo en Egipto) fue inevitablemente influida por el contacto con pueblos que manejaban concepciones religiosas distintas, en el momento de la conquista y posesión hebrea de Palestina.

El monoteísmo y la concepción de un dios abstracto e irrepresentable fueron construcciones religiosas permitidas por la forma de vida que llevaba el pueblo hebreo antes de la conquista de Canaán. Los pueblos cananeos por el contrario representaban a sus dioses ligados a la naturaleza, la fertilidad, y la agricultura, por lo que es posible decir que aquellas ideas religiosas cananeas fueron íntimamente adecuadas a sus necesidades materiales y sus concepciones de vida (como ocurría con otras sociedades agrarias).

El problema surge cuando Canaán es conquistada por los hebreos, quienes como invasores impondrán su dominio en la región y buscaran conservar sus criterios religiosos. Pero después de la conquista, los hebreos no eran más que una minoría en la región pues la masa de la población la constituían los cananeos los cuales generaron en alguna u otra medida, actividades de resistencia y hasta de lucha abierta contra las tribus hebreas invasoras, por lo tanto la consecuencia fue que los hebreos fueron incapaces de construir una unidad estatal fuerte y permanente que les permitiera imponerse totalmente en la región. Aún con la posterior construcción de la monarquía hebrea, esta no logró la fortaleza que sí adquirieron las monarquías de otras culturas (salvo la excepción del intervalo del reinado de David y Salomón). Las concepciones religiosas cananeas penetraron y calaron hondamente en el pueblo hebreo con lo que fue inevitable la constitución de un sincretismo religioso.

Con la aparición de una monarquía hebrea fue posible la institucionalización de la religión, pero a su vez también se favoreció la fusión de esta con las creencias religiosas cananeas, pues estas eran profesadas por la mayoría de la población y era absurdo obviar o discriminar abiertamente con unas concepciones que tenían la simpatía de las mayorías pues esto supondría un peligro para la misma monarquía.

Ejemplos de intentos de fusión religiosa, social y política las encontramos en el accionar de numerosos reyes de Israel (el reino del norte) así como también en las castas sacerdotales hebreas que adoptaron algunas formas de culto cananeo dentro del culto hebreo.

Contra este proceso de sincretismo religioso se van a manifestar la mayoría de profetas hebreos, así pues el papel de los profetas hebreos (desligados de las castas sacerdotales) va a diferir del papel de los profetas ligados al sacerdocio y a la monarquía. Va a haber momentos en los que estos dos tipos de profetas se convertirán en antagonistas pues mientras los profetas cultuales avalaban a la monarquía y sus reformas, los profetas escritores contrariaban las acciones de la monarquía y abogaban por la pureza de la religión hebrea, teniendo esto como consecuencia el rechazo al sincretismo con los cultos cananeos y la valorización del yahvismo como única forma de religión correcta.

Hasta cierto punto se podría considerar a los profetas escritores como un obstáculo y hasta como un lastre en la fusión de las concepciones cananeas y hebreas, así como también en lo que respecta al proceso de fusión de las dos sociedades : cananeos y hebreos.

Por otro lado estos mismos profetas pueden ser considerados como los abanderados y artífices de la salvaguardia de las tradiciones hebreas, pues gracias a ellos se pudo conservar gran parte de las primigenias concepciones del yahvismo.

Sin este rechazo extremista de los profetas al sincretismo y por ende a las concepciones religiosas cósmicas cananeas, hubiera sido imposible el mantenimiento de la pureza del monoteísmo hebreo (de ahí que en algunas ocasiones se idealizó al desierto y a la vida nómada pues en ellas se forjaron las ideas yahvisticas).

Este mismo rechazo a aquellas concepciones impidió la constitución de una nueva sociedad pues la fusión completa de hebreos y cananeos hubiera permitido la aparición de unidades estatales más fuertes en Palestina, las cuales hubieran tenido mejores oportunidades para subsistir a lo largo de la historia.

 

En estos dos aspectos encontramos pues la gran importancia de los profetas escritores con respecto al destino del pueblo hebreo.