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K. Rocco. Carabineros (1er rgto.) vs húsares rusos (Izoum) en Borodino (1812). Tras una salvaje melé, ninguno pudo proclamarse claro vencedor.
 
4. Empleo y Tácticas.
 
4.1 Arma de choque.
 
Con la reducción del número de unidades pesadas y su reconversión en unidades de élite de coraceros (y carabineros), Napoleón creó un arma con vocación de reserva de choque. Un arma pensada para un uso limitado donde se sacara mejor rendimiento a sus virtudes y quedaran en menor evidencia sus defectos. 
 
El ideal era usarla “en masse” en el campo de batalla pero en momentos específicos, reservándola para cuando pudiera dar un golpe decisivo.
 
Por lo anterior lo habitual era encontrarla concentrada en divisiones de caballería pesada, en vez de emplear las unidades de forma fraccionada (aunque no siempre fue el caso). Los franceses eran conscientes y asumían cierta inferioridad de sus jinetes con los de otras naciones, por lo que trataban de compensarlo con una mayor habilidad en el manejo de múltiples escuadrones sobre el campo de batalla. Muchos de los triunfos de la caballería francesa se debieron a su capacidad para concentrar más escuadrones en un punto crítico que sus adversarios. En otras naciones la caballería solía estar más dispersa orgánicamente, sobre todo durante las primeras campañas imperiales de Napoleón.
 
En el campo de batalla se intentaba usar a los coraceros para dar un golpe decisivo en algún punto concreto (centro o flancos) de las líneas enemigas. Wellington decía que Napoleón los usaba como una especie de infantería rápida para ocupar un punto decisivo. La realidad es que lo ideal era que operaran en conjunción con la artillería y la infantería. La artillería a pie debía debilitar las líneas enemigas y los coraceros en conjunción con la infantería desalojar a la infantería enemiga de sus posiciones. Hay que tener en cuenta que adoptar una formación para repeler a la caballería tal como el cuadro o ciertas formaciones en masa, volvía a la infantería más vulnerable a la artillería y/o la infantería cercanas. Las divisiones de caballería pesada solían ir acompañadas de una batería de artillería a caballo, que bien usada podía hacer mucho daño.
 
En el caso de enfrentamientos con la caballería enemiga, lo ideal era reservar a mano a los coraceros para el contraataque. Era un desperdicio mantener a estas unidades en constante movimiento para hacer frente a potenciales amenazas, ya que lo único que se conseguía era cansarlas. Según Marbot uno de los problemas de los coraceros a partir de 1809 es que dado que el grueso de los dragones se encontraban desplazados a España, se requería a los coraceros más a menudo para acudir en apoyo de la caballería ligera.
 
Una división pesada francesa que fuera sorprendida en campaña sin apoyos cercanos de infantería o caballería más ligera, podía verse en un serio apuro si se enfrentaba a una fuerza más ágil; dado sobre todo la escasa efectividad de los coraceros como escaramuceadores. 
De cara a 1812, Napoleón se decidió a dotar a las divisiones pesadas de un elemento ligero que les sirviera de escolta y descargara a las tropas acorazadas de las tareas para las que eran menos apropiados tales como reconocimiento, pantalla/escaramuceo, persecución y servicio de correo. El objetivo era que coraceros y carabineros reservaran sus fuerzas para el choque. En concreto se asignó a cada división pesada un regimiento de “chevau-légers lanciers”, o esa era la intención ya que al inicio de la campaña de Rusia los regimientos no estaban del todo organizados y sólo pudieron participar destacamentos de cada uno, formados por sus compañías de élite.
En la reconstrucción del ejército en 1813 se abandonó este sistema, no está muy claro si por las circunstancias o porque a Napoleón no le convenció el experimento o simplemente lo consideró útil de cara a la peculiaridades de la campaña de Rusia.
 

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L. Rousselot. Avance de una gran unidad de coraceros, en primer plano se puede ver al estado mayor.
 

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J.A. Simeon-Fort. La gran carga de Eylau. En la columna central podemos observar múltiples escuadrones de coraceros cerrándola.
 
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Los generales d´Hautpoul (izquierda) y Nansouty (derecha); cada uno de ellos comandante de una división de caballería pesada. Un par de divisiones de coraceros operando juntas constituían una fuerza de choque nada desdeñable.
 
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P. Courcelle: carabineros junto a lanceros. En 1812 los recién creados lanceros constituían el elemento ligero de acompañamiento a las divisiones pesadas.
 

 

4.2 Formaciones.
 
El ataque de una formación con múltiples escuadrones se podía hacer “en línea” o “en echelon” (escalonados). 
 
La formación en línea era bastante corriente para enfrentarse a caballería, sobre todo en terreno despejado. Entre escuadrón y escuadrón se procuraba dejar un espacio suficiente para que un escuadrón durante la carga se pudiera expandir un poco a los lados si lo necesitaba para evitar un apelotonamiento y posterior desorden por culpa del avance “en muraille”. Lo ideal es que éste no fuera muy grande, dando a distancia la impresión de una gran línea continua y no ofreciendo huecos a la caballería enemiga. 
Se considerable recomendable que de ser numéricamente factible, y permitirlo el terreno, la línea propia se extendiera más que la rival, de forma que amenazara sus flancos. Si para ello había que dejar huecos más grandes no era problema si había una segunda línea de reserva que pudiera hacer frente a los jinetes enemigos que intentaran aprovechar los huecos. La concentración de los coraceros en divisiones con 2-3 brigadas, les permitía tener una reserva nutrida, a veces de varias líneas, listas tanto para rescatar a la primera línea como para explotar su éxito, según el caso.
 
Por contra el ataque “en echelon” era de los favoritos para atacar a la infantería. Los escuadrones atacaban escalonados de tal manera que podían golpear fácilmente de manera sucesiva contra el objetivo. 
 
El ataque en escalón daba la opción de valorar si convenía o no persistir en la acción. Si el primer escuadrón fracasaba pero se veía que la infantería flaqueaba, entonces intervenía el 2º escuadrón y así sucesivamente. Si del ataque de alguno de los escuadrones se colegía que la infantería iba a aguantar entonces se desviaban los otros escuadrones del escalón, abortando el ataque. Claro está esto suponía que el primer escuadrón normalmente se tenía que sacrificar y de hecho muchas veces su misión era atraer el fuego para que el escuadrón posterior pudiera cargar mientras la infantería recargaba.
El ataque escalonado también permitía fácilmente cambiar la dirección del ataque o hacer frente a un imprevisto como un contraataque. A su vez era más fácil coordinarse con la infantería propia y pasar a través de sus huecos tanto para atacar como para retirarse.
Se podía llegar a dar el caso de que el escalón en vez de ser por escuadrones lo fuera por regimientos o incluso brigadas.
 
La formación en columnas cerradas se utilizaba para desplegar rápidamente la caballería de un punto a otro del campo de batalla. Cuando una formación tipo brigada o sobre todo división formaba en varias líneas, se podían conservar algunos escuadrones formados en columna con al misión de proteger los flancos. La idea es que la columna del flanco amenazado giraría rápidamente formando en línea para afrontar el ataque. No se recomendaba atacar en columna salvo en el caso excepcional de que no hubiera tiempo para pasar de columna a línea.
 

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Demoulin: carga de los coraceros de Donop. Waterloo, 1815.
 

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Escuadrones atacando en echelon a la infantería formada en cuadro. En la ilustración es la caballería prusiana la que ataca y la infantería francesa la que defiende pero da una buena idea de la táctica. Obsérvese que el ataque se dirige contra el ángulo de un cuadro, el lado en teoría más vulnerable pero que queda cubierto por el cuadro (o cuadros) adyacente. En estos casos lo ideal era intentar “demoler” los cuadros empezando por el del extremo, aunque normalmente la caballería rival intentaba cubrir dicho flanco.
 

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Escuadrón de coraceros marchando en columna de divisiones (medias compañías). La distancia entre las divisiones es la adecuada para que al girar hacia un lado u otro el escuadrón quede formado en línea. Como se puede ver la anchura de cada división supera el ancho de un camino normal, por lo que no se puede aprovechar del todo el hecho de transitar por él.

 

 

 

4.3 El combate.
 
Como en toda caballería de la época la unidad táctica básica de los coraceros era el escuadrón, el equivalente al batallón en infantería.
 
El ataque se solía hacer “en muraille” (rodilla con rodilla o bota con bota, según expresiones de la época). Una solida formación cerrada que no daba pie al individualismo, y con un espacio mínimo entre jinetes que evitara que los jinetes enemigos pudieran atravesar la formación.
 
Los manuales tácticos de caballería franceses establecían un mecanismo parecido al de otras caballerías europeas. En el caso francés, la carga seguía teóricamente los siguientes pasos y órdenes:
1. Garde à vous pour charger. Orden de prepararse para la carga.
2. Sabre à la main. Desenfundar los sables. 
3. Au trot. Marche. Avance al trote (durante unos 150 pasos).
4. Au gallop. Marche. Avance al galope (durante unos 100 pasos).
5. Chargez. Orden de cargar, con el correspondiente toque de todas las trompetas de la unidad. Los soldados se elevaban sobre sus estribos con el sable extendido hacia delante por parte de los jinetes de la primera fila, mientras que los de las siguientes lo sostenían sobre sus cabezas para no herir a sus compañeros.
 
Ésta era la teoría, pero en la práctica del campo de batalla se tendía a retrasar mucho el momento del galope; y en el caso de los coraceros parece no haberse siquiera usado esa fase, cargando como mucho a un “trote rápido”. Asimismo muchos oficiales defendían que era mejor desenvainar hacia al final de la carga, en vez de al principio; debido a que tal movimiento generaba una momentánea euforia en el jinete.
 
El oficial Von Bismarck de la caballería de Württemberg dejó una buena descripción de una carga típica tras contemplar una carga contra la caballería austriaca en 1809:
 
Los coraceros pusieron especial acento en cabalgar bota con bota, y nunca se desplazaron a un paso más veloz que el trote. Se oían constantemente de sus filas a los oficiales hablando a sus hombres: “Serrez, cuirassiers, serrez”. Justo antes de cerrar (la distancia) con el enemigo los generales y coroneles de nuevo repetían la orden; “En avant, marche, ¡Marche!” que era repetida por todos los hombres; pero el paso nunca se incrementaba. Ese “en avant” era simplemente el equivalente francés al ruso “hurrah”.
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Para sus enemigos el hecho de que los coraceros no cargaran al galope era un reflejo del “sobrepeso” de estas unidades y la escasa calidad de sus jinetes ya que se requería de cierta habilidad para que una formación al galope no se desordenase. La teoría previamente aceptada (desde la época de Federico el Grande) era que una caballería al galope adquiría un “ímpetu” que atemorizaba a una caballería a un paso más lento. Sin embargo la balanza psicológica se podía inclinar rápidamente al otro lado, y la caballería “al galope” se ponía nerviosa cuando a partir de cierto punto contemplaba como sus rivales seguían avanzando metódicamente al trote sin señal de vacilación. 
 
La carga “rodilla con rodilla” contra una unidad de caballería normalmente se resolvía sin llegar a la melé. Según du Picq, en un encuentro de caballería, 49 veces de cada 50 había un bando que vacilaba, se desordenaba y huía antes de llegar al contacto. De ahí el acento que ponían los oficiales de coraceros en mantener la formación anteponiéndola a al velocidad, así como la importancia del efecto moral de la coraza tanto sobre los propios coraceros como sobre los rivales. Si la caballería enemiga cedía pero volvía grupas demasiado tarde, ese era el momento ideal para lanzarse al galope sobre las espaldas de los enemigos.
Independientemente de si las melés eran tan raras como opinaba du Picq o no, lo cierto es que existían. En dicho caso, y sí ambas fuerzas mantenían una formación compacta, no hay que imaginar dos fuerzas estrellándose una contra otra al galope. Si no eran los propios jinetes, ya se encargaban los caballos de frenar la carga. Y no era raro que dos líneas de caballería acabaran paradas a corta distancia mirándose una a otra durante un momento. Cuando se producía la decisión de “pelear”, los jinetes avanzaban unos contra otros prácticamente al paso; y se iban despachando oponentes hasta que unos de los dos bandos huía.
 
En el caso de atacar a infantería organizada, como ya se ha comentado era fundamental el buen juicio de los oficiales a la hora de valorar si la infantería enemiga estaba cerca o no de derrumbarse. Como ya se ha comentado, los coraceros eran más propensos a tomar el riesgo de “acercarse” a una formación de infantería. Una vez que la infantería había descargado totalmente sus armas a corta distancia y estaba en proceso de recarga, había un momento crítico en que se podía decidir el resultado de la acción. 
 
Con los coraceros ya cerca, los infantes menos disciplinados tendían a ponerse nerviosos y ejecutar mal el proceso de recarga; no eran raros disparos precipitados en algunos casos sin bala o directamente disparando la propia baqueta. Muchos soldados se asustaban ante la presencia cercana de los caballos y tendían a recular, además el hecho de ver a los jinetes armados con corazas les quitaba a algunos la confianza en sus bayonetas. Los coraceros trataban de aprovechar eso, realizando movimientos intimidatorios, siempre en busca de un hueco en la formación.
 
Cuando surgía ese hueco había que reaccionar rápido y cruzarlo. Si se entraba en un hueco de un cuadro y este se cerraba la cosa solía pintar bastante mal para el jinete. Un truco muy utilizado era gritar “prisionero” cuando se cruzaba el hueco, tratando de que los soldados se bloquearan en su reacción y su moral se viniera abajo y efectivamente se rindieran. 
 
Quedaba el problema de que había que ocuparse de los prisioneros, lo más rápido posible y reformar la unidad para que siguiera combatiendo o respondiera a un contraataque, a la vez que se vigilaban a los prisioneros. No siempre era fácil asegurar los prisioneros. Según el oficial napoleónico De Brack, había tendencias por nacionalidades:
La infantería austriaca arroja sus armas, y cada soldado proclama que es polaco; como prisioneros te acompañan fielmente. La infantería prusiana arroja sus armas, pero las retoma con presteza si perciben la llegada de ayuda. La infantería rusa se tiende (en el suelo), permite la carga continuar, se alza y hace de nuevo uso de sus armas.
 

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L. Rousselot. El avance de los coraceros en Waterloo (1815).
 

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J.O.B. Clásica imagen de una carga de coraceros.

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P. Dennis. Coraceros intentan forzar un cuadro británico en Waterloo (1815).