Este artículo prosigue la narración de los sucesos políticos y las operaciones militares en Westfalia, y el norte de Alemania en general, durante la fase palatina de la Guerra de los 30 Años, cuya parte inicial se encuentra en este enlace y concluyó con los ejércitos protestantes refugiados en Holanda, y la conquista por el ejército español de Flandes del fuerte de Pfaffenmütze, erigido entre las ciudades de Colonia y Bonn. Al igual que la primera parte de la narración, esta segunda se centra en las campañas del duque Christian von Braunschweig y como los ejércitos de La Liga Católica y de España trataron de contrarrestarlas. 

Los españoles en Westfalia

Tras el sitio de Bergen-op-Zoom, que Ambrosio Spinola levantó el 2 de octubre de 1622, el capitán general del ejército del Palatinado, Gonzalo Fernández de Córdoba, recibió la orden de encaminarse con sus tropas a Westfalia para apoyar las operaciones en la provincia del ejército de la Liga Católica, al mando del Conde de Tilly. En los cinco últimos meses los hombres de Fernández de Córdoba habían luchado en tres batallas campales contra los protestantes –Wimpfen, Höchst y Fleurus–, viajado incansablemente más de 300 millas a lo largo de Alemania, y padecido las penurias del sitio de Bergen-op-Zoom. Algunos incluso habían servido en Austria, enfrentándose al príncipe transilvano Gabriel Bethlen, y en Bohemia, en la batalla de la Montaña Blanca.

Descontento por las órdenes que recibió, Fernández de Córdoba se dirigió a Spinola en el puente de Maastricht y se quejó de la miseria que sufrían sus soldados, añadiendo que serían necesarios en Flandes en la primavera y que la guerra de Westfalia era cosa de la Liga Católica. Spinola montó en cólera, y según un criado de Fernández de Córdoba que testimonió la discusión, “respondió con una forma tan terrible que con un soldado ordinario se podía extrañar”. El hecho de que la pelea tuviese lugar en público agravó el desencuentro, pero Spinola, que tenía muy claro como hacer la guerra a los holandeses, consiguió lo que pretendía.

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Las principales acciones de 1622 en Flandes y Westfalia: la batalla de Fleurus y los asedios de Bergen-op-Zoom y del fuerte de Pfaffenmütze (Rijksmuseum de Amsterdam). El ejército del Palatinado sufrió una merma considerable de efectivos en las dos primeras.

A mediados de noviembre de 1622, el ejército del Palatinado partió de Maastricht, cruzó el Rin en Kaiserswerth –junto a Düsseldorf– e invernó en Haan, Solingen y otros cuarteles cercanos. La fuerza del ejército, tras 2 años de guerra campeando por el centro de Europa, se reducía a 6 tercios o regimientos que sumaban un total de 3.000 infantes, la cuarta parte enfermos y desarmados; y 33 cornetas de caballería, la mayor de 40 soldados y muchos sin armas. Al tercio español de Fernández de Córdoba apenas le quedaban 200 efectivos en pie. El estado de las tropas del elector de Colonia, al mando de Johann Jakob van Bronckhorst-Batenburg, barón de Anholt, no era mucho mejor.

De los intereses que España tenía en Westfalia da fe una carta del gentilhombre valón Gabriel de Roy, agente español en el norte de Alemania con base en Colonia, fechada el 5 de diciembre de 1622: "Los holandeses y otros contrarios -decía- van comprando por toda esta tierra y Lorena cuanto salitre y municiones de guerra pueden alcanzar, y armándolo por tierra firme a Westfalia, y de allá a Holanda y al Weser, en carros, en toneles y cajas, como si fuera una u otra mercaduría".

Y eso no era todo. Según de Roy, en el ducado de Berg –estado patrimonial del conde Palatino de Neoburgo, aliado de España–, había dos bailíos "perversos calvinistas e hijos de tales", que mantenían inteligencias con los holandeses y, entre otras cosas, eran los responsables de que estos hubiesen podido construir el fuerte de Pfaffenmütze, que tantos quebraderos de cabeza había dado a Fernando de Baviera, el arzobispo de Colonia. Asimismo, los holandeses mantenían una guarnición importante en Lippstadt, en el condado de Mark, que levaba grandes contribuciones de guerra en los alrededores.

Mansfeld en la Frisia Oriental

Entre tanto Córdoba desfilaba con los restos de su ejército hacia Solingen, también los protestantes se movieron. Ernst von Mansfeld (1), con 10.000 infantes, 2.000 caballos y 7 cañones, penetró en el obispado de Münster, lo atravesó saqueando todo a su paso, y entró finalmente en el condado de la Frisia Oriental. Allí estableció su base en Meppen, en la desembocadura del río Ems, y se dedicó, por medio de amenazas, a levar contribuciones de guerra en las tierras circundantes. El conde Enno III de Emden tuvo que ceder: pagó 300.000 táleros a Mansfeld y abrió sus castillos a los hombres del Bastardo.

Falto de caudales con los que pagar a su tropa, Mansfeld extendió sus correrías al condado de Oldenburgo, que también hubo de ceder. Con todo, sus actos le granjearon la abierta enemistad de los príncipes del Círculo imperial de la Baja Sajonia e incluso de Mauricio de Nassau, que confiaba en él para evitar que los españoles se adueñasen de Frisia. Paradójicamente, Mansfeld contactó con agentes españoles y les ofreció hacerlos amos de las bocas del Ems y el Weser, pero la corte de Bruselas juzgó sus exigencias desorbitadas: pedía el Toisón de Oro, la Grandeza de España, conservar el mando de su ejército y una considerable remesa de caudales para frenar las deserciones (2).

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El general mercenario Ernst von Mansfeld en un retrato anónimo del museo de historia de Emden, y un mapa del condado de Frisia Oriental, obra del geógrafo Ubbo Emmius (c. 1600).

Los temores del Bastardo se desvanecieron pronto. Opulentos rivales de los Austrias como Francia, Saboya y Venecia estaban dispuestos a sufragar sus campañas. Con el dinero prometido, Mansfeld pudo realizar nuevas levas, no solo en Alemania, sino también en Francia, donde enroló numerosos hugonotes desocupados tras la firma del tratado de Montpellier, que puso fin a la primera revuelta hugonote contra Luis XIII. También se le unió con su regimiento otro enemigo acérrimo del emperador, el conde Jindrich Matyas de Thurn, jefe de los rebeldes de Bohemia, que tras la derrota de la Montaña Blanca había buscado refugio en Brandemburgo.

La dieta de Ratisbona

El rigor del invierno mantuvo por un tiempo a católicos y protestantes encerrados en sus cuarteles de invierno: Córdoba, como queda dicho, en el ducado de Berg, Mansfeld en Frisia Oriental, el conde de Tilly en el llano de Wetterau, a orillas del Meno, con las tropas de la Liga Católica, y Christian von Braunschweig aún en Holanda, con Mauricio de Nassau y el elector palatino Federico V. En diciembre, el emperador Fernando II convocó la dieta imperial en Ratisbona para hacer efectivo el traspaso de la dignidad electoral de Federico V al duque Maximiliano de Baviera, que no se solemnizó hasta febrero de 1623. A la ceremonia no asistieron ni el duque de Sajonia, ni el Margrave de Brandemburgo –ambos electores y protestantes–, ni el conde de Oñate, embajador español.

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El duque Maximiliano I de Baviera es investido príncipe elector por el emperador Fernando II. Óleo sobre tabla, anónimo, c. 1624-25. Abadía benedictina de Scheyern.

El rechazo que suscitó la elevación a elector del duque de Baviera es fácil de explicar: Maximiliano era hermano mayor del arzobispo de Colonia, uno de los tres electores eclesiásticos del Imperio, de manera que dos votos quedaban en manos de la misma rama de la casa de Wittlesbach, cuyo ascendente en Alemania infundía temor a los príncipes protestantes, pero también a la corona española, con quienes habían tenido ya algunos roces en la división del Palatinado. Quienes sí vieron con buenos ojos la maniobra fueron Francia y el papa, siempre celosos del poderío de los Austrias.

Tilly viajó a Ratisbona en febrero, con ocasión de la dieta, para entrevistarse con el emperador y el duque de Baviera. El Monje les comunicó que el ejército de la Liga se deshacía por falta de paga, y aconsejó hacer un esfuerzo conjunto con Spinola en Flandes para subyugar a los rebeldes holandeses, de cuyas arcas, dijo, venían los recursos que sostenían a Ernst von Mansfeld y Christian von Braunschweig. El emperador, persuadido del conde de Oñate, se inclinaba por el parecer de Tilly, pero Maximiliano, cabeza indiscutible de la Liga, rechazó la idea. Tilly tuvo que modificar sus planes por completo, pero al menos consiguió que los estados de la Liga, en su mayoría obispados, reuniesen caudales suficientes para pagar a sus hombres.

Braunschweig en Westfalia

El loco de Halberstadt pasó parte del invierno en La Haya cortejando a su amor platónico, la esposa de Federico V, que solo toleraba la relación porque dependía de su ejército. En enero, el joven duque salió en campaña con renovadas fuerzas e invadió Westfalia sin un propósito claro. Gonzalo Fernández de Córdoba y el barón de Anholt sacaron sus tropas de los cuarteles invernales y las distribuyeron a lo largo del río Weser, en Höxter, Hamelin, Rinteln y Vechta para impedir que Braunschweig tomase el camino de Bohemia, como sospechaban que pretendía. El conde Hermann Otto von Limburg-Stirum, general de caballería de Halberstadt, tomó Rinteln por asalto el 2 de febrero y dio al traste con los planes católicos. Como venganza por las pérdidas sufridas –800, según fuentes católicas– Stirum mandó pasar a cuchillo a toda la guarnición.

Christian estableció una cabeza de puente en Rinteln y la fortificó para acantonarse allí hasta el fin del invierno. Sus intenciones, de momento, no estaban nada claras. Anholt y Córdoba, visto que sus maltrechas tropas no eran rivales para el calvinista, se replegaron al condado de Mark. Aún se anotaron un pequeño éxito al recuperar Wildeshausen de las manos de Mansfeld, que había instalado allí dos banderas de infantería y una corneta de caballería. El desempeño de los católicos, no obstante, y a pesar de pequeñas incursiones y golpes de mano, fue básicamente defensivo y se centró en mantener Münster a salvo de los ejércitos protestantes.

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Mapa del noroeste de Alemania que muestra los principales escenarios de la guerra entre 1619 y 1629 (época que abarca las fases conocidas por la historiografía de la guerra como "palatina" y "danesa"). Cambridge Modern History Altas, 1912.

Dueño del Weser, Braunschweig entró con sus tropas en el Círculo imperial de la Baja Sajonia, lo que motivó suspicacias entre la nobleza local. La dieta del círculo –a la que acudieron el rey de Dinamarca y el elector de Brandemburgo, por citar a los dos miembros más influyentes– se reunió para discutir qué medidas tomar y resolvió levantar un ejército de 10.000 hombres con el que defender el círculo de una invasión, ya fuese de Mansfeld, de Braunschweig, o de los católicos. Elisabeth de Dinamarca, hermana del rey danés y madre de Christian, trató de convencer a su hijo de abandonar sus arriesgados proyectos para ponerse al servicio del círculo, lo que implicaba regresar al redil del emperador y enemistarse con Mansfeld.

Las auténticas intenciones del rey de Dinamarca no están claras. Es posible que solo pretendiese mantener el norte de Alemania libre de la intrusión imperial –que Mansfeld y Braunschweig atraían irremediablemente sobre sí–, o tal vez buscaba reunir tropas suficientes para oponerse abiertamente a Fernando II, como hizo en 1626. En cualquier caso, el loco de Halberstadt se presentó como candidato a la capitanía general del ejército del círculo. Los miembros del mismo, no obstante, eligieron a uno de sus numerosos parientes de la casa de Welf, el duque Georg von Braunschweig-Lüneburg. Para evitar que Christian volviese a las andadas, su ejército fue contratado por el duque Friedrich Ulrich de Wolfenbüttel, su hermano mayor, por un un período de tres meses.

Tilly sale en campaña

A finales de mayo, el conde de Tilly concentró el ejército de la Liga Católica en Aschaffenburg, a orillas del Meno. Su misión era invadir el landgraviato de Hesse-Kassel, desarmar al landgrave Moritz –uno de los pocos aliados de Federico que había escapado indemne de la guerra– y luego pasar a Westfalia para unir fuerzas con el barón de Anholt y neutralizar a Christian. El landgrave Moritz pidió socorro a Braunschweig con desesperación, pero este no mostró intención alguna de acudir en su auxilio. Si bien ambos eran zelotas calvinistas, Christian era consciente de que si hostilizaba a las tropas de la Liga no solo podría en peligro su cabeza, sino todo el círculo de la Baja Sajonia.

El ejército de la Liga estableció su plaza de armas en Hirschfeld, donde se concentraron, según un miembro de la corte del landgrave, 8 regimientos de infantería con entre 15 y 16.000 hombres, y 11 de caballería con otros 4.000. La artillería se componía de una docena larga de piezas entre medios cañones, culebrinas y falconetes, entre ellos varios de los capturados al margrave de Baden-Durlach en la batalla de Wimpfen (6 de mayo de 1622). El tren de bagajes sumaba 180 carromatos tirados por alrededor de 1.200 caballos. Amén de Hirschfeld, Tilly aseguró el resto de Hesse-Kassel rápidamente instalando guarniciones en las principales ciudades y castillos. Luego se dispuso a marchar hacia el norte, a la espera de varios refuerzos de última hora.

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El conde de Tilly y Christian von Braunschweig. La sobria vestimenta del católico contrasta con la rimbombante armadura Greenwich del calvinista, lo que da idea de la personalidad de ambos soldados. Óleos anónimos de la escuela alemana.

En Hirschfeld se unieron a Tilly el duque Franz Albrecht de Saschen-Lauenburg y el duque Adolf de Holstein-Gottorp –ambos luteranos– con sendos regimientos de caballería de alrededor de 600 efectivos cada uno. Excepto los recién llegados y los croatas, los hombres de Tilly estaban bien pagados, bien equipados y bien disciplinados. Acerca del general y su carácter, el cortesano antedicho del landgrave escribió un curioso comentario: "Tiene unos 60 años de edad, pero aún es muy vigoroso porque no es dado a la lujuria ni a la embriaguez. Su mayordomo me ha mostrado su cama, que no se compone más que de dos bancos y un colchón, no sirviéndose jamás de otra ni desnudándose jamás, durmiendo cada día en sus hábitos, cambiando solamente, las mañanas, de camisa."

Tilly era casto y templado como un monje, de ahí su apodo, pero se mostraba amable y generoso con sus hombres, que lo llamaban con afecto "Padre Tilly". Antes de marchar en busca de Braunschweig, el Monje envió emisarios a varios príncipes de la Baja Sajonia con el fin de apaciguar los ánimos locales ante su forzosa entrada. Friedrich Ulrich, el hermano de Christian, respondió a Tilly con singular doblez, declarando que, si bien haría cuanto estaba en su mano para mantener a Christian en paz con el emperador, se vería obligado a pedir el favor del rey de Dinamarca si las tropas de la Liga pisaban sus tierras.

Georg von Braunschweig-Lüneburg, el capitán general de la Baja Sajonia, defendió el voto de la mayoría de los príncipes del círculo y optó por no secundar a Christian, lo que conllevaba, muy a su pesar –pues era partidario del destronado Federico V–, ponerse de parte del emperador. El tío de Christian, el rey de Dinamarca, pidió entonces la amnistía para el loco de Halberstadt, que, haciendo honor a su apodo, escribía entre tanto a Tilly cartas amenazadoras en las que mentaba a su derecho "natural" a defender su patria. Fernando II, por su parte, concedió al general en jefe de la Liga plenos poderes para negociar con el círculo, si bien, por el otro lado, el duque Maximiliano de Baviera le prohibió atacar hasta que dieta sajona hiciese clara su posición.

Primeros encuentros

En junio de 1623, Christian von Braunschweig retomó sus planes originales de invadir Bohemia. Harto de las maquinaciones de su madre y su tío, el loco Christian dejó de obedecerles y se dirigió con su ejército hacia Northeim, levando contribuciones a su paso. Para llegar a Bohemia debía atravesar Turingia y Silesia, de modo que pidió libre paso al elector de Sajonia, Johan Georg de Wettin –uno de los hombres más poderosos de Alemania–. El sajón, que había apoyado a Fernando II en Bohemia, no solo negó el paso a Christian, sino que puso sus tropas en pie de guerra para barrarle el paso si invadía su estado. Christian no tuvo más remedio que detenerse en Northeim y establecer allí sus cuarteles.

Friedrich Ulrich trató de excusar a su hermano, pero sus argumentos no convencieron a nadie. Los tres meses a sueldo de Wolfenbüttel habían permitido al loco de Halberstadt hacer buenas reclutas de infantería y caballería en tierras sajonas, e incluso sus principales asociados, los hermanos Wilhelm y Bernhard von Saschen-Weimar (3), habían podido reconstruir sus maltratados regimientos. Al margen de los holandeses y del escasamente fiable Mansfeld, estos dos nobles segundones, que veían en la guerra la oportunidad de recobrar la dignidad electoral que Carlos V le quitase a su bisabuelo(4), eran los únicos aliados de Christian, cuya posición, privado del socorro del círculo, se volvió de pronto vulnerable en extremo.

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Combate de caballería (Sebastian Vrancx, Johnny van Haeften Gallery).

En respuesta a los ataques de Braunschweig, el ejército de la Liga partió a su encuentro. Tilly y sus tropas tomaron y guarnecieron Allendorf y Witzenhausen, dieron un rodeo por el llano de Eichsfeld para evitar las colinas boscosas que separan Hesse de Westfalia, y se acantonaron en Lindau, a dos leguas de los cuarteles de Braunschweig en Northeim. El duque Franz Albrecht de Saschen-Lauenburg (5) prefirió atravesar los montes con su regimiento, con tan mala suerte que fue sorprendido cerca de Göttingen por 7 cornetas de la caballería de Branschweig, que aguardaban emboscadas a su paso. Los de Halberstadt se hicieron con la victoria rápidamente, matando o dispersando a los imperiales y tomándoles todas las banderas y 100 carros de bagajes.

Animado por el buen suceso de la emboscada, Braunschweig planeó atacar el cuartel del coronel liguista Eynatten con varias cornetas de caballería, pero los católicos estaban sobre aviso y la incursión fue descubierta. Por entonces, los soldados de la Liga comenzaron a dispersarse en busca de comida, lo que motivó las quejas de los campesinos locales. Friedrich Ulrich, antes desafiante, escribió a Tilly rogándole que atajase a sus soldados. El valón, que no deseaba importunar a la nobleza del país, se vio obligado a dejar el llano de Eichsfeld para acercarse a Hesse-Kassel y acortar sus rutas de suministro.

Camino de Stadtlohn

El 10 de julio los católicos acamparon frente al castillo de Friedland, defendido por 200 dragones de Braunschweig que, ante la disparidad de fuerzas, se rindieron a partido. Tilly les permitió abandonar la plaza con sus espadas, quedando los mosquetes y los caballos como botín de las tropas católicas. Peores noticias le llegaron a Christian desde Lüneburg; la dieta del círculo sajón le envió un ultimátum: tenía 8 días para desbandar su ejército y acogerse al perdón del emperador, o de lo contrario sería declarado proscrito. Aunque por un momento la duda hizo presa en el loco de Halberstadt, finalmente decidió ignorar el ultimátum.

Christian, con sus tropas bisoñas, tenía pocas oportunidades en solitario frente a los veteranos de Tilly, de manera que levantó su campo a toda prisa y emprendió una ardua marcha rumbo a Frisia, donde esperaba encontrar el auxilio de Mansfeld. Antes de partir, Christian escribió una feroz invectiva contra el círculo, se despidió de su familia "para siempre" y encomendó el gobierno de Halberstadt a su hermano. Tras saquear la abadía de Genrode como venganza, el loco atravesó el Weser en Hamelin el 28 de julio, viajó por el condado de Lippe obligando a sus soldados y a las familias de estos a caminar día y noche, y de allí pasó al obispado Osnabrück, donde los paisanos, que ya conocían su furia, proveyeron de alimentos a sus tropas.

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Una escena cotidiana con soldados y vivanderos (fragmento de un cuadro de Pieter Snayers sobre el sitio de Breda, Museo del Prado).

Noticioso Tilly de la partida de Braunschweig, fue tras sus pasos a toda prisa. Un retraso de dos días en Höxter, sin embargo, dio a los protestantes una holgada ventaja. Mientras discutía con los burgomaestres de la ciudad, que se mostraban reticentes a permitirle la construcción de un puente para cruzar el Weser, Tilly envió mensajeros a Anholt y a Córdoba; al primero para unírsele con sus hombres, y al segundo para marchar contra Mansfeld y bloquearle el camino si hacia amago de socorrer a Braunschweig. El Bastardo, en un juego de calculada ambigüedad, desatendió las suplicas de su ex-socio y se mantuvo tranquilo en Emden. Córdoba, por su parte, se dirigió a Münster con su ejército, mezcla de españoles, italianos, valones, alemanes, borgoñeses y trentinos.

El 31 de julio por fin pudo el ejército de la Liga cruzar el Weser, uniéndose al cuerpo de Anholt en Horn ese mismo día. De allí marcharon a Halle, en el condado de Ravensberg, donde supieron que Braunschweig llevaba tres días en Osnabrück, abasteciéndose y esperando noticias de Mansfeld. En cuanto supo que el Bastardo no venía, Christian abandonó la idea de encaminarse a Frisia y tomó el camino de Holanda. Para ello entró en el obispado de Münster y se detuvo a la vista de la ciudad, a la que exigió 200.000 libras de pan, mil fanegas de pienso y 800 barriles de cerveza, so pena de entrar en la ciudad a sangre y fuego. Las amenazas fueron desechadas, y visto que Anholt estaba a menos de una jornada de marcha con la vanguardia de la Liga, Christian apresuró sus pasos y cruzó el río Ems el 5 de agosto.

Batalla de Stadtlohn

La retirada del ejército protestante, con su interminable tren de bagajes, se vio dificultada por la orografía de las tierras bajas sajonas, que descendían desde el obispado de Osnabrück hasta el mar Báltico y el Zuiderzee. Numerosos ríos y riachuelos surcaban la llanura, húmeda y fértil, pero poco adecuada para el desplazamiento de un ejército, que se veía obligado a construir un pontón tras otro para la artillería y los carromatos. Una vez cruzado el Ems, Christian estaba a tiro de piedra del condado de Twente, donde los liguistas no lo seguirían, ya que era territorio holandés y la política de Maximiliano de Baviera pasaba por no hostilizar a las Provincias Unidas. No obstante, nada menos que 8 riachuelos se interponían en el camino de los protestantes a lo largo de solo 10 millas. En palabras de William P. Guthrie, era “una pesadilla logística”.

Christian podía optar por abandonar la artillería y los carromatos de bagaje y salvar su ejército, pero hacerlo suponía perder el botín sus campañas junto con las propiedades y las familias de sus soldados, por lo que el loco de Halberstadt nunca contempló tal opción. Con la vanguardia de la Liga a pocas horas de marcha y Tilly detrás con el grueso del ejército, Christian se decantó por hacer frente a los católicos hasta que el último carromato estuviese a salvo –una estrategia que había usado con un éxito relativo en Höchst, un año atrás–. La noche antes de la previsible batalla, Christian dio descanso a sus exhaustos soldados en la población de Nienburg, entre el 4º y el 5º riachuelo. En el campo católico la opinión era firme: dar batalla a los rebeldes antes de que escapasen a Holanda. La fecha era propicia: el día de la Transfiguración, y fue interpretada por los liguistas como un buen augurio.

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La “pesadilla logística” de Braunschweig: los ocho riachuelos en un mapa de Matthäus Merian para el Theatrum Europaeum (Bayerische Staatsbibliothek).

Tilly esperaba que Gonzalo Fernández de Córdoba llegase al campo de batalla con sus hombres antes del combate, pero el general español no tomó parte en el encuentro. Solo una avanzada de caballería, que Córdoba despachó para avisar a Tilly de la cercanía de su cuerpo, tomó parte en la batalla de Stadtlohn. Si el general español puso todo su empeño en hallarse con el ejército de la Liga resulta muy discutible. Al margen de que Córdoba estuviese a disgusto en Westfalia, algunos consejeros de Felipe IV deseaban pagar al duque de Baviera con su misma moneda y dejar a sus tropas en solitario contra Halberstadt: "Y cuando el ejército del Palatinato se hallara muy ancho y asegurado –decía un consejo dirigido al rey Felipe IV–, no parece conveniente dar lugar á que con el tiempo y la vecindad de Mansfelt y Albestat corriese riesgo y costa, cargándose V. M. de la obligación de campear con ellos cuando, como está dicho, haya ejército destinado para esto."

La mañana del 6 de agosto Anholt alcanzó la retaguardia protestante y trabó con ella una escaramuza en la que fue herido Hermann Otto von Limburg-Styrum (6), el general de la caballería de Braunschweig. Entre tanto, el bagaje cruzó el sexto y el séptimo riachuelos, y Christian dispuso sus tropas para la batalla. El coronel Knyphausen se apostó con dos regimientos de infantería y 14 cañones en el margen del 6º arroyo –una posición fuerte defendida por bosques–. Algo más atrás, Bernhard von Saschen-Weimar protegía el cauce del 7º cruce con su regimiento de mosqueteros; tras él estaba el Joven conde de Thurn -hijo del líder rebelde bohemio- con los dragones y tres escuadrones de caballería. Por último, Christian desplegó en el campo que se extendía al oeste del puente de Stadtlohn –el último cruce– nueve batallones de infantería en una formación romboidal. La restante caballería la repartió en siete escuadrones en los flancos y la retaguardia. En el ala izquierda instaló una pequeña batería de 6 cañones.

Tras una semana de difícil marcha a través de tierras hostiles, la fuerza de Braunschweig había caído hasta los 11.600 infantes y 4.400 caballos. La mayor parte eran bisoños desmoralizados y asustados, muchos pobremente equipados. Solo la caballería y las tropas de Saschen-Weimar estaban bien armadas y disciplinadas. Braunschweig, aunque valiente, resultaba muy limitado a nivel táctico y estratégico. Knyphausen era mucho más hábil, pero su consejo, aún siendo el jefe del estado mayor de Christian, no siempre era del gusto del joven duque. En contraste con los dos jefes protestantes, Tilly se movía con holgura tanto a nivel táctico como estratégico, y su experiencia en Hungría le había permitido desarrollar ideas propias que escapaban a la rigidez de la escuela española. En cuanto a Anholt, su segundo al mando, era un excelente comandante de campo.

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Los segundos al mando: Dodo zu Innhausen und Knyphausen y Johann Jakob van Bronckhorst, barón de Anholt (grabados de la Biblioteca Nacional de Austria).

Fue Anholt, al mando de 4.000 infantes y 1.050 caballos, quien comenzó la batalla, pasadas dos horas del mediodía. Knyphausen, al ver emerger las tropas liguistas de los bosques que crecían en los márgenes del riachuelo que tenía en frente, abrió fuego con su numerosa artillería, aunque con escaso efecto. Anholt fue desplazando su caballería hacia el norte, alargando las líneas para poder desplegar sus dos regimientos de infantería. Knyphausen se dio cuenta rápidamente de que los católicos pensaban envolverlo, y para evitarlo se retiró abandonando sus 14 piezas. Anholt no persiguió a los protestantes, sin duda porque Bernhard von Saschen-Weimar cubría su retirada con sus mosqueteros.

El principal efecto de la imprevista retirada de Knyphausen fue la extensión un temor generalizado entre las filas protestantes, que creyeron que su vanguardia había recibido un serio revés. Bernhard dejó indefenso el vado que guardaba en el penúltimo riachuelo, de modo que la cola de la columna de bagajes quedó a merced de los hombres de Anholt. El joven conde de Thurn, incapaz de entender a Knyphausen y Bernhard, cargó con toda su caballería para evitar que los católicos, que ya vadeaban el arroyo, se adueñasen de los carromatos que cerraban la marcha. El bohemio rechazó con su caballería a los hombres del duque de Holstein –al mando de Christian Illow, futuro compinche de Wallenstein–, pero a su vez vio como Werner Tilly, sobrino del Monje, atacaba y dispersaba sus tropas. Su sacrificio dio tiempo, eso sí, a que la columna de bagajes se pusiera a salvo temporalmente.

Neutralizada la caballería de Thurn, Anholt reagrupó sus tropas y avanzó sobre el ala izquierda de Halberstadt, que se prolongaba hasta una extensión pantanosa infranqueable. Wilhelm von Saschen-Weimar salió al paso de los regimientos de infantería Schmidt y Mortaigne con tres de los suyos y por un rato intercambiaron nutridas descargas de mosquetería. Los restantes seis batallones de infantería de Braunschweig no acudieron en auxilio de Saschen-Weimar, posiblemente porque el pánico había hecho presa de la tropa. La batalla tomó un cariz peligroso para Braunschweig cuando Anholt puso en fuga la caballería de su flanco izquierdo, formada por un solitario escuadrón, con los regimientos de Holstein y de Herbersdorf –este, al mando de Werner Tilly–.

Map of the Battle of Stadtlohn between the Imperial troops led by General Tilly and the Protestant troops under Christian of Brunswick - Matthäus the Elder Merian
Mapa de la batalla (Guthrie, William P. Battles of the Thirty Years War: From White Mountain to Nordlingen, 1618-1635).

En aras de restablecer su izquierda, Christian formó una gran masa de caballería con los escuadrones del flanco derecho y los que mantenía en reserva, y cargó contra Anholt y su caballería. El ala derecha protestante quedó desprotegida. Tilly lo advirtió y envió el grueso de sus jinetes –unos 3.000 hombres al mando del coronel Simon von Lintelo– contra la infantería bisoña que se mantenía inmóvil lejos del centro del combate. Al mismo tiempo, el Monje acondicionó una batería en una elevación que dominaba el campo y acribilló de frente y por el costado los batallones de Wilhelm von Saschen-Weimar, que comenzaron a ceder. Knyphausen trató de frenar la acometida de Lintelo lanzando al combate cuatro batallones, pero fue inútil.

En el flanco derecho la infantería de Braunschweig se desmoronaba: Knyphausen hacía cuanto podía por evitar la desbandada y reorganizar a los fugitivos tras los carromatos, pero el pánico había hecho presa en los bisoños de Halberstadt, que imposibilitados de huir por el puente de Stadtlohn –bloqueado por la columna de carros–, se desperdigaron hacia el norte. Christian no tuvo más remedio que escapar con la caballería y se adentró en el condado de Twente. Menos afortunada resultó la infantería del ala izquierda, que, arrinconada contra el pantano, se rindió en masa a la compasión de los vencedores. Los católicos se ensañaron con los vencidos hasta que Tilly intervino y contuvo a sus soldados.

Entre 6 y 7.000 protestantes murieron y otros 4.000 fueron capturados. Los católicos tomaron además 85 banderas de infantería y 16 cornetas de caballería, el tren de bagajes, la caja fuerte de Braunschweig y toda la artillería protestante. Entre los prisioneros se contaban 9 coroneles y oficiales superiores, uno de los cuales era Wilhelm von Saschen-Weimar. Por la parte católica hubo apenas un millar de bajas. Stadtlohn fue una de las victorias más aplastantes de la guerra y la mayor de la carrera de Tilly, que humildemente rehusó adueñarse de los laureles y atribuyó el triunfo al barón de Anholt, su sobrino Werner y el coronel Lintelo. En cualquier caso, en Madrid y en Viena se celebraron fastuosos festejos y ceremonias religiosas para agradecer el triunfo (7).

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La batalla de Stadtlohn desde la perspectiva de Tilly. Óleo sobre lienzo de Pieter Snayers (Mu-seos Reales de Bellas Artes de Bruselas).

Christian llegó a Bredevoort al anochecer con Hermann Otto von Limburg-Styrum, el conde de Thurn y 2.000 hombres a caballo. Furioso con Mansfeld y Knyphausen, contra quienes clamaba al grito de traidores, e incapaz de asumir la destrucción de su ejército y la pérdida de su dinero, el loco de Halberstadt se apeó en el cementerio de una iglesia y ordenó a gritos que le cavasen una tumba para enterrarse con vida, procediendo, ante la negativa, a golpearse con las lápidas del cementerio hasta sangrar. Una vez sus hombres lograron sosegarlo, tomó el camino de La Haya, donde residían su amada Isabel de Estuardo y el esposo de ella, Federico V. Dodo azu Knyphausen acabó encerrado en la fortaleza de Schenkenschans, pero no fue ejecutado, como Christian deseaba, por la intercesión de Mauricio de Nassau (8).

El fin de Mansfeld

Neutralizado Braunschweig definitivamente, el ejército de la Liga marchó hacia Frisia para acabar con Mansfeld y restaurar al duque Enno III los territorios ocupados por el Bastardo. Conocedor de la fuerza de Tilly y del funesto destino de Braunschweig, este abandonó Meppen tras saquear cuanto pudo llevarse y se replegó a Emden. Temeroso de que Tilly lo persiguiese hasta allí, Mansfeld optó por acercarse a la frontera holandesa y entregó Emden a las tropas de Mauricio de Nassau, que la guarnecieron con 1.600 infantes. Tilly avanzó hasta Wardenburg, en el ducado de Oldenburgo, donde se acuarteló para pasar el invierno. Mansfeld hizo lo propio en Leer y sus alrededores sin atreverse a tentar al valón.

En el sur, Fernández de Córdoba aprovechó la debacle de Braunschweig para arrebatar Hamm, Unna, Camen y Lippstadt a los holandeses, a quienes Christian había entregado dichas plazas al marchar al Palatinado en 1622. El sitio de Lippstadt fue el más duro, pues Braunschweig había fortificado la ciudad a conciencia y la guarnición holandesa era numerosa. Falta de socorro, sin embargo, se rindió a finales de octubre. Los españoles ocuparon luego el condado de Ravensberg en nombre del conde Palatino de Neoburgo y tomaron el castillo de Sparemberg, a orillas del río Weser. Llegado el frío invernal, Córdoba marchó con sus tropas hasta la frontera holandesa y se acuarteló en Wesel.

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Asedio de Lippstadt por tropas españolas. Grabado de Frans Hogenberg. Rijksmuseum Amsterdam.

A comienzos de diciembre, Tilly tuvo que desprenderse de parte de sus tropas para enviarlas a Hungría, donde el príncipe de Transilvania, Gabriel Bethlen, acababa de alzarse por segunda vez contra el emperador. El frío, las lluvias otoñales y la falta de provisiones ya habían causado mella en las filas de la Liga, de modo que Mansfeld se atrevió a organizar una incursión en tierras de Münster, Osnabrück y Minden. Para ello encomendó 4 regimientos de infantería y 30 cornetas de caballería al mando del coronel Limbach –en total, 2.000 infantes y 1.000 caballos–, que se presentaron ante Friesoythe el 18 de diciembre. Defendían la plaza 200 bávaros y españoles al mando de un teniente coronel valón que lograron rechazaron dos asaltos.

El coronel Limbach se retiró con sus hombres al pueblo de Oldenoythe tras la frustrada empresa. Para su infortunio, el barón de Anholt se unió a la guarnición de Friesoythe con el regimiento de caballería de Dietrich Othmar von Erwitte, y tomó a los protestantes con la guardia baja la noche del 19 de diciembre. Los hombres de Mansfeld prendieron fuego a la aldea y se hicieron fuertes en el cementerio, pero allí fueron obligados rendirse. 150 murieron, 100 se ahogaron tratando de escapar y un millar fueron hechos prisioneros, Limbach entre ellos. Pocos días después, Erwitte apresó los fugitivos en Kirchoff, tomando 800 prisioneros y 15 banderas. Los proyectos de Mansfeld habían naufragado, y al Bastardo se le acabaron los ánimos para seguir guerreando sin esperanza.

El 24 de enero de 1624, el pragmático Ernst von Mansfeld vendió sus fortalezas en Frisia Oriental a los holandeses por 300.000 táleros y desbandó su ejército. Por primera vez desde 1618, el bando protestante no tenía ejército alguno campeando por Alemania contra el emperador. En cierto modo, la guerra había terminado victoriosamente para los imperiales, pero solo en apariencia: los príncipes de la Liga aún se guardaban un duro castigo para los aliados de Braunschweig en la Baja Sajonia; castigo que el rey de Dinamarca no estaba dispuesto a consentir...

Notas:

(1) Hijo bastardo de Peter Ernst von Mansfeld-Vorderort, militar y político alemán al servicio de Carlos V y Felipe II. Tras servir al archiduque Leopoldo de Tirol, pasó al servicio del duque de Saboya, entrando luego a las órdenes del Elector Palatino Federico V.
(2) Las deserciones entre las filas de Mansfeld fueron alentadas, cabe decir, con oro español. Por órdenes de la infanta Isabel Clara Eugenia, cada soldado de Mansfeld que desease abandonar su ejército recibiría el pago de 3 florines y salvoconducto hasta Maastricht.
(3) Un tercer hermano, Friedrich, había muerto en la batalla de Fleurus, el 29 de agosto de 1622. Un cuarto, Johann Friedrich, combatió junto a Bernhard en la batalla de Wimpfen, pero luego intentó unirse al ejército de Tilly, siendo descubierto y encarcelado por sus hermanos.
(4) Johan Friedrich de Wettin, uno de los jefes de la Liga Esmalcalda. Fue derrotado y apresado por Carlos V en la batalla de Mühlberg. En palabras de Luis de Ávila y Zúñiga, cronista del emperador, “de uno de los más poderosos príncipes de Alemania, viene a ser un caballero privado en ella, y sus hijos lo serán más, porque han de repartir entre ellos lo que él solo posee ahora”.
(5) Al contrario que autores modernos como Villermont, Juan Ángel de Zumarán menciona al duque Julius Heinrich de Saschen-Lauenburg en lugar de su hermano Franz Albrecht. Michael Caspar Lundorp simplemente habla de “el duque de Saschen-Lauenburg”, pero escribe que su regimiento era de 3.000 infantes, por lo que posiblemente Zumarán esté en lo cierto, dado que el regimiento de Franz Albrecht era de caballería.
(6) Hermann Otto von Limburg-Styrum: este personaje, que como el barón de Anholt, era nativo de Westfalia, nunca destacó por sus aptitudes militares, pero participó en una larga lista de operaciones bajo el mando del Príncipe de Orange, como los asedios de Groenlo, Bolduque y Maastricht. En el combate se caracterizó por su ímpetu y su falta de reflexión. Murió de heridas en combate durante el sitio del Saso de Gante, en 1644.
(7) Varios autores coetáneos mencionan el lastimoso espectáculo que supuso presenciar como los prisioneros protestantes fueron escoltados en tres oleadas hasta Münster los días 9, 10 y 11 de agosto, conducidos por la caballería croata como si fuesen rebaños de ovejas.
(8) Las noticias de la victoria católica cayeron como un jarro de agua fría sobre el duque de Buckingham, que se hallaba a la sazón en Madrid mientras el futuro Carlos I de Inglaterra cortejaba a la infanta María Ana de España. Al parecer, Buckingham había alardeado más de la cuenta de derrota del duque de Sachsen-Lauenburg cerca de Göttingen ante las autoridades españolas, y tuvo que tragarse su fanfarria.
(9) Knyphausen no solo no fue ejecutado, sino que combatió a las órdenes de Mansfeld en la batalla del puente de Dessau (1626), al servicio de Inglaterra en el sitio de La Rochelle (1628), y con Gustavo Adolfo en Lützen (1632). Sus acciones propiciaron la victoria sueca en la batalla de Oldendorf (1633). Murió en 1636 en la batalla de Haselünne.

Bibliografía y fuentes:

Guthrie, William P. Battles of the Thirty Years War: From White Mountain to Nordlingen, 1618-1635. Westport: Greenwood Publishing Group, 2002.
Hennequin Villermont, Antoine-Charles. Tilly: de 1618 à 1632. París-Tournai: Casterman, 1860.
Céspedes y Meneses, Gonzalo de. Historia de Felipe IV, Rey de las Españas. Barcelona: Sebastian de Cormellas, 1634.
Lundorp, Michael Caspar; Noris, Alessandro de. Guerre di Germania dall'anno MDCXVIII sino alla pace di Lubeca. Venecia: Pinelli, 1633.
Zumarán, Juan Ángel de. Guerras de Alemania desde el año 1617 hasta el año 1631. Manuscrito, Biblioteca Digital Hispánica.

 


 

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