Franco nació en África. Los africanistas y las Campañas de Marruecos
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- Escrito por Rafa
Presentación del libro "Franco nació en África" en Tercios Viejos de Madrid.
Interviene: Daniel Macias
El libro " Franco nació en África: el africanismo y las Campañas de Marruecos " constituye un estudio sistemático de una importante familia del ejército español que, como tal, no había sido estudiada hasta el momento: los africanistas. La investigación es abordada de una forma innovadora, a través de capítulos temáticos, los cuales buscan reconstruir la forja de tal identidad militar en el contexto de las Campañas de Marruecos (1909-1927). Para ello, se analizan cuestiones tan diversas como la sociabilidad en el frente, la vida cotidiana del soldado español en el Protectorado, la importancia de la virilidad y del heroísmo bélico, la existencia de un cierto culto a la cicatriz y una mistificación de la muerte o las formas de guerra y castigo desplegadas por las fuerzas españolas frente a los " rebeldes " rifeños. La importancia del africanismo va más allá de las " aventuras " imperiales norteafricanas del primer tercio del siglo XX, tal grupo fue protagonista en uno de los acontecimientos más decisivos de la historia contemporánea española: el coup d'etat de 1936, la Guerra Civil y el establecimiento del régimen franquista. Entender la cosmovisión de aquellos que instigaron el alzamiento militar significa alumbrar tales sucesos bajo un nuevo foco conceptual y, quizás, hallar las ideas que llevaron a generales como Franco, Mola, Millán Astray o Sanjurjo a encabezar un conflicto bélico fratricida.
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Las treinta horas de Eben Emael
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- Escrito por RMM
Introduccion
Eben Emael es una importantísima zona fortificada que, con su artillería moderna y bien protegida, está en condiciones de cortar el paso a cualquier ejército que pretenda transitar por el canal Alberto. Para Hitler, la fortificación belga es un obstáculo que podría obstaculizar la perfecta ejecución de su plan de invasión a Francia. Evidentemente, con las tácticas y las técnicas ortodoxas no sería posible reducir ese punto fuerte, pero un puñado de "locos bajados del cielo" lograra, en un tiempo mínimo y con pérdidas insignificantes, conquistarlo.
Hitler ha decidido la conquista de Occidente. Durante los últimos meses, las 108 divisiones de que disponía la "Wehrmacht" cuando sus fuerzas iniciaron la invasión del territorio polaco, han alcanzado ya la cifra de 157. Todos los soldados ocupados en la construcción de fortificaciones han ido siendo relevados en esas tareas por los trabajadores militarizados de la "organización Todt" y entrenados aceleradamente para ser integrados en las nuevas unidades en composición. La máquina de guerra de la Wehrmacht está a punto.
Dejando aparte las tropas dedicadas a la defensa del territorio y aquellas que ocupan Dinamarca y combaten en Noruega, 136 divisiones -entre ellas 17 blindadas y motorizadas-, esperan la orden de marchar sobre Bélgica, Holanda y Francia. A pesar de la importancia de esas cifras, el conjunto de las fuerzas terrestres que belgas, holandeses, franceses y británicos han logrado poner en pie hasta los primeros días del mes de Mayo, alcanza prácticamente la importancia de las que Hitler tiene a su disposición: 135 divisiones aliadas contra las 136 de la Wehrmacht. Sin embargo, su capacidad operativa es muy diferente. Mientras en el lado alemán los informes que se realizan tras la inspección de las diferentes unidades hablan de la magnífica preparación de las tropas y de su excelente moral, entre los aliados no siempre las cosas se desarrollan de igual manera. A pesar de los esfuerzos realizados, en el ejército holandés la preparación técnica de los oficiales de complemento es totalmente insatisfactoria. La situación es también preocupante para los responsables del ejército belga. El general Van Overstraeten escribirá sobre las graves deficiencias encontradas entre los mandos de muchas de las divisiones, inmersos en tareas burocráticas y sobre el bajo nivel general de la infantería. Según este general, la preparación técnica y la moral de las tropas se encuentran muy por debajo de las exigencias de la guerra moderna. En el ejercito francés las cosas no ocurren de una manera satisfactoria. A pesar de la inminencia de los enfrentamientos, los esfuerzos por ampliar las fortificaciones de la línea Maginot han motivado que solo un día a la semana sea dedicado a la instrucción de las tropas... Por si todo ello fuera poco, la superioridad de la Luftwaffe en el aire sigue siendo total. Finalmente, solo después de que los alemanes inicien su ofensiva seran puestos los ejércitos aliados bajo la dirección de un mando único. Así, cuando la Wehrmacht pone en marcha su espectacular máquina de guerra, tiene prácticamente todas las cartas a su favor. Pero no están aun todo decidido y para asegurar el éxito de su ofensiva debe superar un obstáculo formidable: el fuerte de Eben Emael. Hitler consciente de ello, ha decidido hace ya tiempo dirigir personalmente los preparativos de esta delicada operación.
Lecciones aprendidas de la Historia Militar: Los ejércitos de la Monarquía Hispánica, 1475-1700
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- Escrito por Rafa
Ya está disponible para su descarga gratuita el resultado del primer grupo de trabajo de la iniciativa “Lecciones aprendidas de la Historia Militar”, que ha estado centrado en el estudio de “Los ejércitos de la Monarquía Hispánica, 1475-1700”.
Este proyecto es una línea de estudio iniciada por la Dirección de Investigación, Doctrina y Orgánica (DIDOM), que está integrada en el Mando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército de Tierra (MADOC). Los resultados de este primer trabajo analizan pormenorizadamente aspectos de los Tercios tales como sus antecedentes en los lansquenetes, las campañas militares del Gran Capitán, la logística del Camino Español, el teatro de operaciones de Flandes, la guerra de las Alpujarras y los tercios embarcados. Todo ello sin olvidar, por supuesto, a la infantería, caballería, artillería e ingenieros de los tiempos de los Austria.
Las naciones de los tercios (VII): Británicos
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- Escrito por Flavius Stilico
10. Británicos.
Irlandeses.
Contingentes de los “Tres Reinos” de las Islas Británicas pelearían para la Monarquía Hispánica, pero sin duda sería la nación irlandesa la mas relevante y predilecta de las tres.
La primera unidad irlandesa al servicio hispano lo fue por deserción, no por leva directa. Se trataba del regimiento inglés de William Stanley (católico inglés), compuesto en su mayoría por irlandeses; regimiento que se pasó en 1587 entregando la fortaleza neerlandesa de Deventer, a los pocos días de hacerse cargo de su guarnición. Estos irlandeses en Flandes eran mayoritariamente lo que se denominaba como “civiles” (“old english”), descendientes de los ingleses emigrados a la isla desde el siglo XII. Era entre los “civiles” donde el gobierno inglés solía reclutar a sus tropas.
Por otro lado estaban los “salvajes” (“old irish”) de origen gaélico y abiertamente contrarios a Inglaterra, ya no sólo por una cuestión de religión. La primera impresión que se tenía de los irlandeses “salvajes” no era especialmente favorecedora: «de casta de silvestres y de fieras, cubierto el cuerpo de cintura abajo, lo demás desnudo, con zancos o pértigas de que, levantados en alto, usaban para desguazar los ríos, sobreponiéndose a los otros largamente, y amenazando con arcos y flechas». Algunos de esos “salvajes” habían acabado en España, sirviendo en Galicia y en la Armada, pero en 1591 el capitán Francisco de Toledo informaba de que eran de “poco servicio”.
En 1596, el jesuita Persons informaba al Rey de que entre los guerreros “salvajes” de la isla, los españoles se encontrarían a los famosos mercenarios “gallinglases” (Gallowglass), pero no recomendaba juntarse con ellos pues su estilo de guerra era ir “saltando por acá y por allá, sin orden ni disciplina”. Por entonces, España se encontraba apoyando a los rebeldes irlandeses, los clanes gaélicos, contra Inglaterra. La colaboración culminaría en la expedición de Juan de Águila y la campaña de Kinsale (1601-1602), dejando en los españoles una pobre impresión de los irlandeses, mas hechos a la guerra de guerrillas que a la guerra convencional.
Aun así, la intervención española en Irlanda reforzó la idea de que irlandeses católicos y españoles, eran no sólo aliados naturales sino que España debía velar por los exiliados católicos de Irlanda. Además se había detectado potencial militar en los irlandeses. El propio Persons, ya había indicado que si se sacaba a los irlandeses de su entorno podían ser adecuadamente adiestrados y servir con eficacia, como ya se había visto con los “civiles” en Flandes. Diego Brochero, recomendaba ya en 1598 a Felipe III: «Que todos los años Vuestra Majestad ordene reclutar en Irlanda algunos soldados irlandeses, que son gente dura y fuerte y ni el frío ni la mala comida matan fácilmente como harían con los españoles, ya que en su isla, que es mucho más fría que esta, están casi desnudos, duermen en el suelo y comen pan de avena, carne y agua sin beber nunca vino».
Al exilio voluntario de muchos irlandeses, importante a partir de 1602, se le unió el hecho de que las propias autoridades inglesas permitieron, tras la paz de 1604, algunas levas en la isla con intención de quitarse de encima a potenciales rebeldes o simplemente individuos problemáticos. Todo esto para malestar de los holandeses que no entendían como la Corona británica permitía que el ejército español de Flandes se reforzara. Se calcula que entre 1586 y 1611, cerca de 20.000 irlandeses serían reclutados por España.
Sería esta oleada de irlandeses durante la primera década del siglo XVII la que asentaría a los irlandeses como nación en el marco de los ejércitos hispánicos. Diego de Villalobos y Benavides (1612) comenta sobre su buena adaptación a la guerra de Flandes: «los irlandeses pasan en relativamente poco tiempo de hacer la guerra como los bandoleros de Cataluña y Calabria a mezclarse con los españoles». Además también comenta el privilegio conseguido por los irlandeses: «tienen los soldados irlandeses, por merced particular de mucho tiempo, que sus soldados son admitidos en las compañías de los españoles, y en los puestos y ocasiones se mezclan con ellos, como si todos fuesen una nación, y merécenlo por razón de muy gallardos soldados».
Estas nuevas unidades de irlandeses, se constituirían ya como tercios, a pesar de ser técnicamente tropas “foráneas”. Asimismo se procuró que ya no hubiera oficiales ingleses ni escoceses al mando de los irlandeses.
Ante la tregua de 1609 y dado que se planteaba en Flandes la necesidad de reformar el ejército (disolviendo unidades), desde Madrid se escribió al archiduque Alberto para que se preservara al tercio irlandés, debido a “las causas que obligan a tener cuenta con aquella nación”, tratándose ya mas de una cuestión política que militar, dándose tanto una cuestión de prestigio como de mantener y recompensar los servicios de unos oficiales irlandeses con buenos contactos en la Corte.
Incluso entre los irlandeses al servicio de España había cierto provincialismo. Así el coronel Maurice McSwiney se quejaba en 1640 que tras 25 años de servicios en Flandes se había quedado sin puesto ni pensión debido a «los malos servicios hechos contra él por parte de los hombres de su nación de la provincia de Ulster, que no permiten que otros, especialmente aquellos de la provincia de Munster, puedan obtener cualquier promoción en el ejército de nuestro Rey». En concreto el ataque iba dirigido a los O´Neill y su monopolio en el mando del Tercio Viejo de irlandeses.
Javier Álvarez Barroso; sargento de infantería irlandesa, 1588.
La Campaña Naval de los Dardanelos (VIII)
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- Escrito por Lutzow
Tras este hundimiento de Robeck ordenó la retirada de todos los acorazados excepto el HMS Majestic en Cabo Helles, rodeado de una pantalla de destructores y temiendo durante toda la tarde resultar alcanzado por un torpedo, aunque nada sucedió y al caer la noche navegó hacia Mudros. El siempre combativo Keyes zarpó a bordo del destructor HMS Grampus con la esperanza de localizar al submarino enemigo en superficie y embestirlo, pero no tuvo suerte, en esos momentos el SM U-21 navegaba de nuevo hacia el Norte con el fin de torpedear en Alexandrópolis al crucero Askold, pero al amanecer encontró el puerto vacío pues los rusos habían tenido la buena idea de abandonarlo, por lo que Hersing decidió regresar a las costas de Gallipoli. El Vicealmirante de Robeck pensó que la Armada no podía dejar abandonado al Ejército y se ordenó al HMS Majestic que regresara a Cabo Helles, con su tripulación muy baja de moral, hasta el punto de que sus Oficiales terminaron hasta la última botella de champán porque sería un desperdicio que acabase en el fondo del mar. El día 26 transcurrió sin novedades, pero al amanecer del 27 el SM U-21 se encontraba de nuevo al acecho en los Dardanelos y cedemos la palabra a su Comandante: “Había mar gruesa mientras cruzamos por aquellos parajes y divisamos algunos buques en lontananza, más ningún acorazado, no cabía duda de que estos gigantes de la mar no volverían a cruzar indolentemente por estas aguas disparando toneladas de explosivos contra las posiciones turcas. Navegando hacia el Sur alcanzamos la extremidad de la península y a través del periscopio observo una inusitada animación en la playa y sus inmediaciones, mostrando que se trata de un desembarco de tropas. Hay unos cuantos transportes fondeados junbto a la playa y, a unos 500 metros de esta, fondeado un acorazado clase Majestic protegiendo la operación. Se halla rodeado de una tupida red de buques menores que hacen difícil aproximarse al acorazado, aunque afortunadamente la marejadilla impide que se vea la estala que deja el periscopio. Nos acercamos hasta los 600 metros en una buena posición para torpedearle, pero los buques de vigilancia cruzan sin cesar la trayectoria que ha de seguir el torpedo, y me enervan de tal suerte que si alcanzo a uno de ellos juro que me alegraré. Me armo de paciencia y al final parece que la situación se despeja, ahora solo hay cerca un buque de patrulla, pero ha de navegar más rápido si quiere colisionar con el torpedo. ¡Fuego!”. Dos torpedos atravesaron las redes que pendían de los desplegados tangones y alcanzaron al HMS Majestic en el costado de babor, escorando inmediatamente el buque unos 40 grados, aunque por suerte para la tripulación se mantuvo de esta guisa siete minutos y muchos hombres pudieron salvarse, incluso cuando el buque zozobró y quedó con la quilla al aire y la proa asentada en un banco de arena, uno de ellos recorrió todo el pantoque hasta alcanzar la parte no sumergida y se quedó allí sentado hasta que un bote se acercó a rescatarle. Menos suerte tuvieron 40 de sus compañeros que fallecieron en el hundimiento, cuyas consecuencias fueron que ningún otro acorazado volviese a surcar las aguas de Gallipoli, con la repercusión de que las tropas desembarcadas se quedaron, hasta la llegada de varios monitores, sin el vital apoyo de artillería de grueso calibre. El SM U-21 permaneció en esas aguas algunos días más sin encontrar blanco alguno, audazmente intentó penetrar en la bahía de Mudros la noche del 29, quedando enganchado en las redes defensivas que protegían el puerto, aunque logró zafarse antes de que ningún patrullero le descubriese, encaminándose finalmente hacia Constantinopla, donde hacía su entrada triunfal el 1 de Junio.
HMS Majestic.
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